↻⊲ Capítulo 18⊳↺
Josh
Al entrar al salón de fiestas, un torbellino de emociones me invadió. El aroma del incienso y las flores de cempasúchil me envolvieron de inmediato, llevándome a un lugar de calidez y nostalgia. Mis ojos se posaron en el altar que Nico había estado preparando, y lo que vi me dejó sin aliento.
Las fotos de mis seres queridos, cuidadosamente dispuestas, brillaban bajo la suave luz que iluminaba el salón. Cada imagen contaba una historia, un recuerdo, una risa compartida. Pero no era solo eso; el altar estaba adornado con detalles hermosos que combinaban las tradiciones colombianas y mexicanas. Era un homenaje a la vida, a la memoria y a la conexión que compartimos a través de nuestras culturas.
Sentí cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos. No podía contenerme. La mezcla de amor y tristeza me abrumaba; era como si cada recuerdo se entrelazara con el presente, trayendo a la vida a aquellos que ya no estaban. Nico se acercó y, al ver mi expresión, su mirada se suavizó.
—Josh, ¿estás bien? —preguntó con voz suave.
Sin poder contenerme más, asentí y dejé que las lágrimas fluyeran libremente. Nico, siempre perceptivo, me rodeó con sus brazos, apretándome contra su pecho. Me sentí seguro en su abrazo, como si estuviera en casa.
—Lo siento... —susurré, incapaz de articular más.
—No tienes que disculparte —respondió, acariciando mi espalda—. Está bien sentir. Este momento es para recordar, para honrar a quienes amamos.
Su apoyo me reconfortó, y mientras mi llanto comenzaba a calmarse, me di cuenta de que no estaba solo. Nico estaba ahí, sosteniéndome, compartiendo mi dolor y mi alegría. Era un recordatorio de que, a pesar de la distancia de aquellos que ya no estaban, teníamos el poder de mantener sus memorias vivas juntos.
El altar resplandecía, y en ese instante, comprendí que estábamos creando algo hermoso: un puente entre nuestras culturas y un tributo a nuestras familias, un legado de amor que perduraría más allá del tiempo.
Mientras me soltaba de su abrazo, Nico sonrió, esa luz en sus ojos que siempre me hacía sentir mejor.
—Sabes, mis abuelos también han estado muy emocionados por esto. Contrataron a una maquillista para que nos pinte de catrines para la fiesta. —Su voz tenía un tono de entusiasmo que me hizo sonreír a pesar de la tristeza que aún me envolvía.
—¿En serio? —pregunté, tratando de contener la risa al imaginar cómo luciríamos. La idea de ser un catrín, con el maquillaje elaborado y los detalles coloridos, era a la vez divertida y un poco intimidante.
—Sí, y prometo que será increíble. Es una manera de honrar nuestras tradiciones y hacer que esta celebración sea aún más especial. —Nico se rió—. Además, ¡te ves increíble con el maquillaje!
La idea de que nos transformáramos en catrines, con la combinación de nuestras culturas, me hacía sentir parte de algo más grande. Era un momento en el que nuestras familias se unirían, donde el amor y la alegría superarían la tristeza.
—Suena genial —respondí, entusiasmado—. ¿Y si hacemos una competencia de quién se ve mejor?
Nico se rió, y por un momento, la tristeza se desvaneció, dejándome con una sensación de ligereza.
—Acepto el reto. Pero solo si prometes no llorar cuando te vea todo vestido.
Ambos nos reímos, y esa conexión, esa complicidad, me hizo sentir agradecido por tenerlo a mi lado. Era el tipo de momentos que atesoraría por siempre, donde el amor y la tradición se entrelazaban, creando un nuevo recuerdo que llevaríamos en nuestros corazones.
Mientras continuábamos ajustando algunos detalles del altar, sentí que la noche estaba destinada a ser mágica. Estábamos listos para honrar a nuestros seres queridos, celebrar el amor y, sobre todo, disfrutar de cada momento juntos.
Nico me miró con una sonrisa traviesa y dijo:
—Voy a ir a cambiarme. Los vestidores están por allá —me indicó, señalando una puerta en el fondo de la habitación.
Asentí, sintiendo un cosquilleo de emoción en el estómago. Mientras Nico se alejaba, me dirigí hacia los vestidores. Era un conjunto que había elegido con esmero, y aunque no era un atuendo tradicional, estaba seguro de que luciría bien.
Una vez vestido, decidí que era hora de añadir un toque especial a mi look. Salí de los vestidores y me dirigí hacia el área de maquillaje, donde una maquillista ya estaba preparando su equipo. Le expliqué que quería un maquillaje de catrín, y ella sonrió, lista para comenzar. Mientras me maquillaban, no podía evitar sentir una mezcla de nervios y emoción. El ambiente estaba lleno de risas y música que se filtraban desde el salón de fiestas, y la anticipación crecía en el aire.
Cuando terminé, me miré en el espejo y sonreí, satisfecho con el resultado. Mi cara estaba decorada con un maquillaje que realzaba mis rasgos, y el toque de los detalles tradicionales le daba un aire festivo y elegante.
Al salir, mis ojos se encontraron con una visión que me dejó sin aliento. Nico y Oliav estaban en el centro de la habitación, ambos luciendo impresionantes en trajes que evocaban a los mariachis, con bordados en dorado que brillaban a la luz suave del ambiente. Nico, con su cabello recogido en una media coleta, tenía mechones que caían sobre su frente, resaltando su mirada intensa.
Un súbito impulso de admiración me atravesó, y no pude evitar sonreír al verlo. Su forma de moverse, la confianza que proyectaba, y esa chispa de alegría en su rostro me hicieron sentir increíblemente atraído hacia él. Oliav se veía igualmente bien, pero mis ojos estaban fijos en Nico, completamente hipnotizado por su presencia.
—¡Vaya, Josh! —exclamó Nico, acercándose con una sonrisa—. Te ves increíble.
—Gracias —respondí, sintiendo que el calor subía a mis mejillas—. Pero tú... ¡Wow!
Nico se rió, su risa era contagiosa, y en ese momento, todo lo demás desapareció. Solo existía él, su belleza, y el vínculo especial que compartíamos.
Oliav, con una expresión traviesa, interrumpió nuestro momento.
—Parece que alguien se ha enamorado.
Me sonrojé aún más, y la risa de Nico llenó el aire mientras ambos hermanos se burlaban de mí.
—Tal vez un poco —confesé, riéndome con ellos—. Pero es difícil no hacerlo cuando te veo así.
La emoción en la habitación era palpable, y mientras nos preparábamos para salir al salón, supe que esta noche sería mágica. No solo celebraríamos el aniversario de mis abuelos, sino que también fortaleceríamos el lazo que compartíamos como familia y como pareja.
Nico se acercó a mí y depositó un dulce beso en mis labios. Era muy suave, como si intentara evitar arruinar mi maquillaje. Al separarnos, pude notar que tenía los labios ligeramente pintados de blanco, y solo pude reír por eso.
—Creo que acabas de maquillarte los labios —dije sonriendo.
—No importa, luces sumamente bellísimo y me gustaría besarte más —tomó mi mano con suavidad.
—Nicolás —le regañé dulcemente—. Tienes que ir a que te maquillen.
Nico soltó un suspiro, un poco teatral, como si le costara aceptar que tenía que alejarse de mí.
—Está bien, está bien —dijo, dando un ligero giro en su lugar. Su mirada se llenó de determinación—. Pero te prometo que me maquillarán lo más rápido posible para que podamos disfrutar juntos de la fiesta.
—Eso espero —respondí, con una sonrisa—. Quiero verte en todo tu esplendor.
Con una última mirada que parecía prometer más besos, se dirigió hacia la zona de maquillaje. Mientras lo observaba alejarse, no pude evitar sentirme emocionado por la noche que nos esperaba. La decoración del salón, el ambiente festivo y, sobre todo, el hecho de que Nico estaba a mi lado, hacían que todo se sintiera especial.
Decidí dar una vuelta por el salón mientras esperaba su regreso. La música sonaba alegre, y algunas familias ya comenzaban a llegar, llevando platos de comida típica y postres que me hicieron salivar. Las risas y el bullicio se mezclaban con el aroma a pan de muerto y flores de cempasúchil que habían adornado el altar.
Finalmente, vi a Nico regresar. Llevaba un elegante maquillaje de catrín que resaltaba sus ojos oscuros, y su traje de mariachi acentuaba su figura. Cuando nuestras miradas se encontraron, sentí que el tiempo se detenía.
—Wow, simplemente te ves impresionante —exclamé, incapaz de contener mi admiración.
Nico sonrió con esa timidez que solo él podía mostrar, y su mirada brillaba con alegría.
—Gracias, pero tú eres el verdadero catrín aquí —respondió, mirándome de arriba a abajo.
No pude evitar reírme, y con un gesto le ofrecí mi brazo.
—¿Listo para mostrarle a todos lo que hemos preparado?
—¡Listo! —dijo Nico, tomando mi brazo y acercándose un poco más—. Vamos a hacer que esta noche sea inolvidable.
Y así, juntos, nos dirigimos hacia el centro del salón, listos para celebrar el amor y la vida en honor a nuestros abuelos, y a todos aquellos que nos habían dejado pero que siempre estarían en nuestros corazones.
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La fiesta ya estaba en pleno apogeo, el salón iluminado con luces brillantes y decoraciones vibrantes que reflejaban la alegría de la ocasión. La música sonaba en un volumen suave, creando un ambiente acogedor mientras todos disfrutaban de la comida y las risas se mezclaban en el aire. Luis, Anyelin, Noemí y yo estábamos sentados en una mesa, compartiendo anécdotas y disfrutando de los platillos típicos que habían preparado para la celebración.
—Este pan de muerto está increíble —dijo Anyelin, tomando otro trozo y mirándome con ojos brillantes—. ¿Cómo es que no había probado esto antes?
—Creo que lo hizo la señora Graciela —respondí, sonriendo—. Es perfecto y delicioso.
Mientras continuábamos la conversación, vi a Oliav acercarse, su expresión seria pero emocionada.
—Nico, ven aquí —llamó, interrumpiendo nuestra charla. Su tono era urgente, pero había una chispa de emoción en sus ojos—. Es hora de la sorpresa para la abuela.
Nico me miró, y sin pensarlo, se inclinó hacia mí y me dio un suave beso en los labios, como si fuera un pequeño adiós.
—Voy a buscar mi guitarra. No te vayas a ir a ninguna parte —me dijo, sonriendo de manera traviesa.
—No me iré a ningún lado —respondí, viendo cómo se alejaba. Su figura se desvaneció entre la multitud, pero no pude evitar sentir una mezcla de emoción y anticipación. Sabía que su presentación sería algo especial.
Mientras tanto, la conversación continuó alrededor de la mesa. Todos estábamos expectantes, comentando lo que Nico había mencionado sobre la sorpresa. Noemí, con su espíritu juguetón, empezó a hacer bromas sobre cómo todos deberíamos prepararnos para las lágrimas de la abuela cuando escuchara a Nico tocar.
—Estoy seguro de que se emocionará mucho —dijo Luis, sonriendo—. Siempre ha amado su música.
Poco después, vi a Nico regresar con su guitarra en mano, su expresión llena de determinación. La música en el salón se desvaneció un poco mientras todos los ojos se volvían hacia él.
—¡Abuela, ven aquí! —gritó Nico, y su voz resonó por encima del murmullo. La abuela, que había estado charlando con algunos familiares, se giró y se acercó, intrigada.
El ambiente se llenó de una expectante emoción cuando el abuelo y Oliav se pusieron de pie junto a Nico. Oliav tomó su guitarra, colocándose a un lado de su hermano, y juntos comenzaron a tocar "Vale Más" de Vicente Fernández. La melodía resonó suavemente en el salón, y me sentí atraído por la calidez que emanaba de ellos.
La música envolvió a todos los presentes, y los murmullos de la conversación se apagaron lentamente. Observé cómo Nico, con su traje de mariachi y su cabello en media coleta, brillaba con cada nota que entonaba. Su voz era clara y llena de emoción, como si cada palabra contara una historia que tocaba el corazón de todos los que escuchaban.
No podía evitar sonreír al verlo así, tan lleno de vida. A su lado, Oliav lo acompañaba con la guitarra, y juntos creaban una armonía que resonaba en cada rincón del salón. La energía era contagiosa, y poco a poco, los invitados comenzaron a aplaudir y animar, creando un ambiente de celebración que llenaba el aire.
Mientras el abuelo se unía al canto, su voz resonando con fuerza y nostalgia, sentí que este momento era más que una simple actuación. Era un homenaje a la familia, a la vida y a las tradiciones que se entrelazaban. Me sentí afortunado de ser parte de ello, de estar allí junto a Nico, compartiendo no solo el amor que teníamos el uno por el otro, sino también el amor por nuestras familias y por quienes habían pasado. Era un momento que atesoraría por siempre, una mezcla de felicidad y melancolía que me hacía valorar aún más el tiempo que pasábamos juntos.
La abuela Graciela comenzó a llorar, y su rostro se iluminó con una mezcla de nostalgia y alegría. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, mientras escuchaba las dulces notas que llenaban el salón. Era evidente que la canción evocaba recuerdos entrañables, momentos compartidos a lo largo de los años.
Cuando el abuelo terminó el canto, miró a Graciela con ternura en los ojos. Se acercó a ella y le tomó las manos con suavidad, como si quisiera que sintiera todo el amor que había en su corazón.
—Mi amor —dijo con voz temblorosa—, cada día contigo es un regalo. Gracias por ser mi compañera en este hermoso viaje que hemos compartido. Eres la luz de mi vida y siempre lo serás.
Graciela sonrió entre lágrimas, sus ojos brillaban como si estuvieran llenos de estrellas. La conexión entre ellos era palpable, y no pude evitar sentirme conmovido por el amor que aún compartían después de tantos años.
—Siempre me has hecho sentir amada —respondió la abuela, su voz suave pero firme—. Nunca olvides que eres mi razón de ser.
El salón, que hasta hace un momento estaba lleno de risas y música, ahora se había convertido en un espacio sagrado, donde el amor y la familia eran lo más importante. Los demás invitados se unieron en un cálido aplauso, y me di cuenta de que la celebración no solo era por su aniversario, sino por la vida misma y los lazos que nos unían.
Observé a Nico, quien estaba a mi lado, con una expresión de orgullo en su rostro. Era un momento que quedaría grabado en nuestras memorias, una prueba de que el amor verdadero trasciende el tiempo. Me sentí afortunado de compartirlo con él, y supe que en el fondo de mi corazón, siempre estaría agradecido por ser parte de esta familia tan maravillosa.
Después de la emotiva sorpresa, la atmósfera en el salón cambió de inmediato. La música comenzó a sonar más fuerte, y todos se animaron a levantarse y bailar. Las tías y primas de Nico, llenas de energía y alegría, no tardaron en ir tras él y Oliav, jalándolos para que se unieran a la pista de baile.
Pude ver cómo Nico, que al principio se mostró entusiasta, comenzó a mostrar señales de que ya se quería sentar. Su expresión de desesperación me hizo reír mientras lo observaba intentando buscar una salida entre los brazos de sus familiares, pero ellos eran demasiado persistentes.
—¡Vamos, Nico! —gritó una de sus primas, tirando de su brazo con más fuerza—. ¡No te puedes escapar de esto!
Nico lanzó una mirada de súplica hacia mí, y no pude evitar sonreír. Estaba atrapado entre risas y abrazos, con su cabello ondulado moviéndose al ritmo de la música.
—¡No me dejes aquí! —exclamó, intentando hacer un gesto de súplica hacia mí mientras lo jalaban.
Me acerqué, riendo, y le di un pequeño empujón amistoso.
—Lo siento, amigo, pero parece que estás atrapado. ¡A disfrutar del baile! —dije, riendo mientras lo veía ser arrastrado hacia la pista de baile.
La música resonaba a nuestro alrededor, y aunque Nico se resistía, no podía evitar sonreír ante la locura de su familia. Era una escena que atesoraría, con su alegría y su risa llenando el salón.
En un momento, Nico se dio la vuelta y me lanzó una mirada llena de complicidad. Con una sonrisa traviesa, comenzó a hacer movimientos exagerados de baile, intentando hacer reír a todos. No pude evitar estallar en carcajadas, y antes de que me diera cuenta, me encontré siendo arrastrado hacia la pista de baile por una de las tías de Nico.
—¡Ven, ven! ¡Tienes que bailar con nosotros! —me gritó, y no tuve más opción que unirme.
Bailamos al compás de la música, y aunque no tenía la habilidad de Nico para moverse, me dejé llevar por la alegría del momento. En medio de todo, logré encontrar a Nico de nuevo. Estaba riendo, su cabello ondeando mientras intentaba imitar los pasos de baile de su madre. Su felicidad era contagiosa, y mi pecho se llenó de calidez.
Al ver su sonrisa, supe que este sería un momento que atesoraría para siempre. La música seguía sonando, y la pista de baile se llenó de risas, abrazos y pasos torpes pero alegres. No había lugar en el mundo donde preferiría estar que aquí, celebrando con Nico y su familia, rodeado de amor y felicidad.
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Han pasado unas horas desde que la fiesta comenzó, y el salón ahora está iluminado por luces parpadeantes que crean un ambiente festivo. Nico y yo estamos sentados juntos en una de las sillas, abrazados y disfrutando del momento. Él recarga su cabeza en mi hombro, y puedo sentir su risa vibrar a través de mi cuerpo cada vez que alguien hace un movimiento gracioso en la pista de baile.
A nuestro alrededor, la música sigue sonando mientras la familia de Nico continúa bailando. Algunas tías y primas se han unido en un animado baile en círculo, riendo y gritando. Un par de niños pequeños corren entre las mesas. El aroma del pastel, que sabe a pan de muerto, se mezcla con el incienso que flota en el aire, creando una atmósfera familiar y cálida.
—¿Sabes? —susurra Nico, rompiendo el silencio entre nosotros—, no puedo recordar la última vez que me sentí tan feliz.
Me giro para mirarlo, su sonrisa iluminando su rostro.
—A mí tampoco. Este momento es perfecto —le respondo, apretando un poco más nuestro abrazo.
Mientras hablamos, un grupo de primos se acerca, trayendo un plato lleno de pastel. Uno de ellos, una prima de Nico, se ríe y dice:
—¡Tienen que probar esto! Es lo mejor que hemos hecho hasta ahora.
Nico y yo compartimos una mirada cómplice antes de tomar un pedazo y darle un mordisco. El sabor dulce y especiado explota en mi boca, y no puedo evitar sonreír de felicidad.
—Esto es increíble —le digo a Nico, quien asiente con entusiasmo.
Pasamos unos minutos disfrutando del pastel y observando a la familia. Es un espectáculo hermoso: risas, bailes y la unión de dos familias que celebran el amor y la vida.
—Deberíamos hacer esto más a menudo —sugiero, mirando a Nico a los ojos.
Él se ríe, y sus ojos brillan con complicidad.
—Definitivamente. Y la próxima vez, deberías aprender algunos pasos de baile —me provoca, riendo mientras se levanta de su asiento y me jala para unirme a él.
Nos unimos al bullicio en la pista de baile, entre risas y pasos torpes. Nico se mueve con una gracia natural, y yo hago lo posible por seguir su ritmo. Cada vez que nos miramos, hay una chispa que me recuerda lo afortunado que soy de tenerlo a mi lado. La música sube de volumen, y la alegría se apodera de mí. En medio de todo el ruido y la celebración, el mundo exterior se desvanece, y todo lo que importa es este momento. Con cada paso que doy, me siento más conectado a él, como si fuéramos los únicos en la habitación.
Finalmente, la canción cambia a una balada suave, y Nico se detiene, mirándome a los ojos. El ambiente se vuelve más íntimo, como si el resto de la fiesta se desvaneciera, dejándonos a nosotros dos en nuestro propio universo. Sus ojos reflejan una mezcla de emoción y ternura, y me doy cuenta de que estoy completamente atrapado en su mirada.
—A veces, siento que no hay palabras suficientes para describir lo que siento por ti —le confieso, mi voz apenas un susurro.
Nico sonríe, y su expresión se vuelve seria.
—Lo sé. A veces, ni siquiera necesito escucharlas. Tu amor se siente en cada momento que compartimos.
Con esas palabras, se acerca un poco más, y puedo sentir el latido de su corazón resonar junto al mío. La conexión entre nosotros es palpable, intensa y hermosa.
Y en ese instante, mientras la música suave continúa de fondo, entiendo que lo que tenemos es algo más que una simple relación. Es un lazo profundo, un amor que va más allá de lo que las palabras pueden expresar.
—No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado —le digo, sintiendo que esas son las palabras más sinceras que puedo ofrecerle.
Nico asiente, su sonrisa iluminando su rostro.
—Y yo siempre seré tu hogar —responde, mientras nos acercamos y compartimos un beso suave, sellando ese momento con el amor que sentimos el uno por el otro.
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