𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 10

No hizo falta una promesa por parte de las dos jóvenes almas para encontrarse en medio de la madrugada en la proa del barco. No hicieron falta las palabras. Ellos, tan solo, fueron ahí, esperando volver a verse, porque habían querido estar juntos en la cena, pero se vieron en la necesidad de separarse. Tan poco fue una sorpresa para ninguno encontrar al contrario allí.

Habían llegado a la misma vez, cada uno desde direcciones opuestas, pero con un mismo objetivo, se habían encontrado por obra del destino, así se sintió en ese momento.

La luna estaba hermosa, las cálidas estrellas bañaban con su luz las dos figuras. Estaban solos, mas el canto de la noche les hizo compañía, las mareas formaban un baibén, y chocando contra el metal del Titanic, parecía la instrumental de una canción, sus respiraciones entrelazadas eran la letra. Todo era tan perfecto.

Celeste dió el primer paso, nuevamente traía entre sus manos el violín, se acercó hasta el y sonrió sincera. Siguiendo su gesto, Rengoku adquirió la misma posición.

—Tengo algo que confesar —soltó de la nada, ganádose la mirada atenta de su contrario —, tengo mucha hambre.

Kyojuro dejó salir unas amplias carcajadas mientras llevaba ambas manos a su cintura. Ella seguía sorprendiéndolo después de todo. ¿Sería así siempre? ¿Celeste tendría la capacidad de maravillarlo todos los días?

—¿No ha comido nada, señorita? —inquirió, cruzándose de brazos.

—No, estaba muy nerviosa por el número de esta noche —confesó apenada, mientras agachaba la mirada.

—Venga conmigo —fue lo único que dijo, para tomarla de la mano.

Con lo avanzado que estaba el mundo y que no existan palabras para describir lo que se sintió aquel tacto. Kyojuro tenía las manos grandes, fuertes, cálidas, eran protectoras, hacían juego con ese bonito par de ojos que portaba. Por su parte, Celeste tenía los dedos pequeños, fríos, llenos de cicatrices por su pasado y su duro trabajo para aprender a tocar el violín.

Eran apuestas, pero se complementaban a la perfección.

Al sentirlas juntas, una corriente recorrió sus espinas dorsales, de arriba a bajo.

El bicolor obligó a la pelirrosa a caminar con él, la llevó, con mucho cuidado, a través del barco. Iban a la par, pero sin mirarse. La chica estaba apenada, solo tenía ojos para sus manos entrelazadas, habían terminado así después de unos segundos, fue incociente por parte de los dos, sin embargo, le preocupaba lo bien que se sentía aquello, lo agusto que estaba en aquella situación.

Caminaron dejando atrás varios camarotes, ella no sabía a dónde se dirigían, pero le daba igual, si era Kyojuro, iría a dónde hiciera falta.

La travesía terminó frente a una puerta. Estaba claro de qué se trataba, era la habitación del hombre. La muchacha abrió sus ojos de par en par cuando él se soltó para abrir su camarote, adentrándose primero.

Ella se quedó en el umbral, viendo cómo aquel atractivo varón se quitaba la chaqueta del traje, tragó en seco y se coloró completa cuando él se giró a sonreírle mientras se aflojaba ma corbata.

—Entra —habló tranquilo, haciéndole un gesto con su mano para que tomara más confianza.

Los pies de la chica se movieron solos y sus manos igual, cuando colocaron el violín sobre una mesita cercana y cerraron la puerta a sus espaldas. Sobraba decir lo lujoso que se veía aquel lugar. Era una maldita casa rica dentro de un barco.

Observó a Kyojuro dirigirse al interior de la habitación, regresando con una botella de vino, dos copas y una cesta con fresas, tan rojas y hermosas que ella casi se babea ahí mismo. Él tomó asiento en el piso, arrecostando su espalda en un sofá que había cerca y colocó las cosas a un lado.

Entendiendo lo que le pedía con la mirada, Celeste tomó lugar a su lado. Estaba nerviosa, era la primera vez que estaba en la habitación de un hombre, y jamás imaginó que si algún día haría algo como eso, fuera con alguien tan perfecto como Kyojuro Rengoku.

—Puedes comer tranquila —aclaró, llenando una copa para extendérsela.

Sus temblorosas manos recibieron el regalo con emoción, dedicándole, como agradecimiento, otra sincera sonrisa.

Un pequeños brindis ocurrió antes de comenzar el picoteo, en el cual, los dos conversaban amenamente. Pronto la vergüenza despareció, dejando lugar solo a la comodidad. Aquella bruma de felicidad que solo se formaba cuando estaban juntos, volvió a envolverlos.

Rengoku le contó más acerca de su niñez. Le contó de las exigencias exageradas de su padre, se abrió, le comentó que tuvo que crecer antes de tiempo, cargando todo el peso en su espalda, para que su hermano no sufriera y pudiera disfrutar de su niñez. Además, le hizo algunas anécdotas tontas de sus años de estudiante.

Celeste solo hablaba de sus aventuras día a día en el orfanato. A veces perseguía a las gallinas pensando que estaba cazando monstruos, otras, era regañada por aparecer en el techo viejo de edificio, porque según ella, quería alcanzar el cielo. En las noches, se escabullía en la biblioteca para poder leer un poco más y siempre era castigada por aquello, por violar su horario de sueño.

Ambos rieron.

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Ahora mismo Kyojuro había abandonado la sala, se había retirado diciendo que necesitaba usar el baño. Y ella aprovechó para ponerse en pie y divisar mejor el lugar.

Depositó una mano en la chimenea, cogiendo una vieja foto. Era él, hacía unos años, sonriendo como lo caracterizaba. Ella reconoció a la mujer a su lado, era Ruka, la misma que le había regalado el violín hace mucho tiempo.

Un peso sobre su cuerpo la sacó de sus pensamientos. Sin tan siquiera notarlo, Kyojuro la había abrazado de la cintura y había acomodado su cabeza sobre el hombro de la chica. La atrajo a sí, aferrándose con fuerza, había querido hacer eso desde hacía un tiempo.

—Es mi madre —susurró, cerca de su oído.

Habían pasado bastante tiempo tomando, sin embargo, el alcohol no había sido suficiente para emborrachar a ninguno de los dos.

Celeste se sintió tan feliz de saber aquello, su pecho se llenó de ternura. La mujer que la había salvado era la madre del hombre del que se estaba enamorando. Debía decírselo.

Pero antes de poder hacer nada, él le arrebató la foto de entre sus manos y la colocó en su lugar, para luego girarla, depositando su agarre en la cintura la muchacha.

—¿Rengoku? —cuestionó, abriendo levemente su boca, la miraba extraño.

—No voy a mentirle, señorita —giró su rostro, para poder divisarla mejor, y con cuidado alzó su mentón, acariciando la tersa piel de la chica —, me gusta usted demasiado.

Ahí el tiempo se detuvo, y la noche, jamás volvería a ser igual de tranquila.


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Palabras del autor:

¡Chan, chan, chan!

¿Quién actualiza después de 23 siglos sin hacerlo? Pues yo señores, y agárrense porque está historia regresa con más vida que nunca.

Señores pasajeros abrochen sus cinturones :3

¿Qué les está pareciendo?

Sinceramente, aunque no me guste el romance rápido, me está gustando el resultado de esto. Rengoku ayuda mucho, la verdad.

Si te está gustando la historia no olvides votar y comentar para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comeindo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora

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