Capítulo 10

Mis ojos comenzaron a percibir los rayos del sol que se colaban a través de la ventana. No tenía la mínima intención de levantarme. Después de todo, era domingo y había estado despierta hasta la madrugada. Así que me tape la cara con las cobijas con la intención de permanecer así hasta que el sueño se hubiese ausentado de mi sistema. Hasta que el sonido de la puerta abriéndose me sorprendió.

—¿Quién anda ahí?—Pregunté mientras me levantaba de golpe.
Una vez que abrí los ojos pude ver a George que entraba con una bandeja y se dirigía hacia mi. Se sentó en el otro lado de la cama.
—Oh, soy yo—. Rió.—Solo pensé que tal vez tendrías hambre, ya sabes, con eso de que son las 12:00 p.m. Y apenas te vas despertando.
—¿Acaso no cenamos en la madrugada?
—Ahm. Si. Pero... Bah, ni eran para ti. Yo me las como—. Dicho esto, tomó una de las tostadas con mermelada que yacían sobre la bandeja y le dio un mordisco.
—Entonces, ¿hoy si vamos a ir?—pregunté.
—Ahm. Si—. Contestó sin ponerme mucha atención y con pedazos de pan aún en su boca.
—¿Si? ¡Wow! ¡Genial!—dije alzando los brazos y con una sonrisa en el rostro.

—Oye, tranquila. No grites—. Una vez que terminó la frase, se escuchó la voz de mi madre al otro lado de la puerta. Yo me alarmé. ¿Qué pensaría si viera a un fantasma conmigo? O, aún peor. Yo no veía a George como fantasma, sino como un hombre. Un ser humano común y corriente. ¡Entonces vería a un hombre en mi cuarto! ¡Me castigaría!

—¿Qué está pasando ahí, Margot?
—Ah, yo... Solo estaba... Ah. ¿Desayunando?—dije tratando de parecer lo más natural posible. Pero debido a mi deficiente capacidad para mentir, mi madre quizo entrar para comprobar por ella misma. Mientras la puerta se abría, mire a George, parecía muy calmado para lo que estaba a punto de pasar. Lo único que hizo fue dejar la tostada en la bandeja y esperar. Dios. Este chico no tiene remedio.

—¿Qué pasa? ¿Porque gritas?—preguntó una vez que estuvo dentro de la habitación. Me extrañé. George estaba sentado justo al lado de mi y ella no preguntaba nada.

—Ah...bueno, es que...—sujeté el desayuno medio mordido de George.—la tostada está muy buena. Si. Deberías probarlas—. Dije con esperanzas de que me creyera. Me miró por un momento y habló, no muy convencida.
—No, gracias. Estoy a dieta—. Y salió de la habitación.

—¿Qué rayos fue eso? ¿Por qué no te vio? ¿Acaso ya la hechizaste, Harrison?—soltó una carcajada.
—No, nena, lo que pasa es que la única que puede verme o escucharme eres tú. Debiste verte, parecía que habías visto un fantasma—. Y volvió a tomar su tostada.
—No seas idiota, George—. Reí por su comentario.
—Esta bien. Al menos yo no tengo que mentir. Y vaya que lo haces mal, muy mal. Digo, ¡pude haber hecho una escena más creíble yo!—río.
—Vamos, ya cállate y vámonos—. Me levanté de la cama y empecé a buscar ropa adecuada.
—¿Vámonos a donde? Nena, no vamos a ir a ninguna parte de día. Tiene que ser de noche.
—¿Es en serio? ¿Y qué voy a hacer mientras se llega la noche?—pregunté fastidiada.
—No lo sé, mira, hoy tengo el día libre. Podemos ir a... No se. Tal vez al parque.
—¿Estás loco? ¿Cuán loca me voy a ver paseando sola y jugando con un amigo invisible?
—No más de lo que ya estás.
—¡Oye! Bien. Ni tú, ni yo. Vamos al cine. Ahí nadie va a estar mirándonos.

—Eso... Me parece una buena idea. Y ¿qué película sugieres?—preguntó levantándose de la cama.
—No lo sé, ¿tal vez una de comedia? No lo sé. No voy muy seguido—. Reí.
—Entonces vámonos ya. Tendremos tiempo de escoger la película.
—Bien, pero sal de mi cuarto. Tengo que vestirme—. Dije y lo empuje hacia la puerta.
—Oye, tranquila. Recuerda que yo te veo de todas formas—. Guiñó un ojo.
—¿Qué? ¿Qué te sucede?—contesté molesta soltando su brazo.
—No, es broma—. Río.—Puedo, pero no lo hago. Tranquila. Ahora sí, me voy, madame. No tarde—. Y salió de la habitación.

Ah, este chico me va a matar.
Escogí un pantalón negro, unas converse rojas y una playera negra y una sudadera del mismo color que los zapatos. Mi cabello, no hace falta decir como lo peiné.
Salí de mi habitación, y ahí estaba George en el pasillo.

—Te ves linda, Mar—. Sonrió. Me sonroje un poco.
—Gracias, George, tu también te ves...lindo—. Y era cierto. Su cabello largo le llegaba abajo de las cejas. Llevaba un suéter color crema que lo hacía ver increíblemente tierno. Su sonrisa se veía tan profunda y verdadera. Era muy guapo. Esa era una de las razones por las que era mi Beatle favorito.

—Bien. Vámonos—. Dijo y me invitó a bajar las escaleras.
—Espera, tengo que pedirle permiso y dinero a mi mamá—. Contesté y me dirigí a su recámara.
—Cierto, olvidé lo tedioso que era tener que pedir permiso—. Me siguió al cuarto de mamá.

Abrí la puerta y logre vislumbrar a mi madre que se encontraba leyendo sobre su cama.
—Oye, mamá, Nat me invitó al cine, ¿puedo ir?—mentí. Definitivamente no era una opción decirle que iba sola o con George Harrison.
Alzo la vista y me miró.
—Esta bien. Toma dinero de mi bolso. No regreses tarde—. Dijo y regresó la mirada hacia su libro.
—Okay, gracias—. Dije y me acerqué a su bolso que estaba en la mesita de noche. Tomé suficiente dinero y me dirigí de nuevo a la puerta.

—Eso fue más fácil de lo que yo creí—. Le dije a George.
—Si, eso creo—. Rió.—Y ahora, ¿en cuál de los coches nos iremos?
—¿Qué dices? Vamos a ir caminando. No sé conducir.
—Pero yo sí.
—Pero eres un fantasma.
—¿Qué acaso no tienes chofer? ¡Eres rica!
—Tú lo dijiste. Soy rica. No famosa. No floja.
—Ay, está bien—. Puso una mueca de disgusto.
—No hagas pucheros.

Salimos de la casa y comenzamos a caminar en dirección al cine que no quedaba muy lejos de la casa.
Creo que puedo tachar "ir al cine con un fantasma" de mi lista de cosas por hacer antes de morir.

Sun•

Para cuando volvimos a la casa ya eran las 5:30 p.m. Nos habíamos tardado viendo las guitarras en una tienda del centro comercial en que se encontraba el cine. George había insistido en entrar.
—¡Anda, Mar. Necesito ver esas guitarras de la nueva era!
—Creí que odiabas el presente.
—Solo la Internet. Anda, vamos ya.
Y finalmente me convenció. Luego, nos decidimos por una película de ciencia ficción. Fue bastante interesante. George estaba muy sorprendido.
—Estas animaciones son... ¡Fantásticas!
También fue muy divertido ver la reacción de los taquilleros cuando me vendieron dos boletos al ver que iba sola. O aún mejor. Su reacción al ver a una chica sola comprar unas palomitas extra grandes, unos nachos y dos refrescos. Fue tan gracioso. Nos sentamos hasta atrás para que nadie notara las palomitas flotando.
En fin, regresamos a la casa y nos fuimos directamente hacia mi habitación. Cerré la puerta detrás de nosotros. Y me desplomé en la cama.
—Entonces, ¿ya es buen momento para ir?—pregunté.
—Aún faltan unas 3 horas, lo siento.
—Ay, ¿qué voy a hacer mientras?
—Podrías dormir. Te lo digo desde ahora. No irás físicamente. Solo tu parte... Espiritual. Así que tu cuerpo descansará, tu mente no. Así que te aconsejo una siesta.
—Agh, está bien.
—Nos vemos a las 9:00 en punto, nena.
—Nos vemos, guapo—. Reí y me sonroje.
Él me guiñó un ojo y salió de mi cuarto. Por fin, esta noche, empezaría este viaje misterioso y mágico. Con George.




Moon•

¿Quién no ama a George? :3
Por fin volví, como les prometí, aquí está el capítulo. Ya no voy a tardar, creo, porque ya hice mi bitácora con todos los acontecimientos y datos que ocuparé hasta el final, así que aquí viene lo bueno 7u7
Por cierto, ¿les gusta la nueva portada?

Les despide, Diana.

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