36
Otra jornada había llegado. Naruto se levantó mas temprano de lo usual y es que debía recuperar el trabajo del día anterior, así que apenas siendo las seis de la mañana ya se encontraba en su oficina. Miró la pila de documentos que estaban frente a el, de tan solo verlo ya se sentía cansado. Aun así tenia que apresurarse para así salir temprano del trabajo pues había prometido que ese día iría a casa de su madre.
Posó su vista en el reloj que estaba en su oficina, todavía era temprano para llamar a Menma y pedirle la dirección. Quizás el azabache se tome por sorpresa la decisión que había decidido el rubio, pero esperaba que pudiera contagiarle también la idea y así todo pudiera volver a como era hace unos años. Los años de su juventud.
Tras media hora de haber empezado a leer y firmar los documentos, Naruto decidió llamar a su hermano. Tras varios timbres, el azabache descolgó.
— Naruto, hola.
— ¿Cómo has estado, Menma?
— Todo normal, ya sabes, el estrés diario del trabajo... ¿Que hay de ti?
El peli rubio calló por unos segundos, pues no sabia en realidad como contarle aquello a su hermano, pero con todas sus agallas puestas encima le contó todo lo que había pasado las pasadas 24 horas, y sin dejar el caso de su madre. Menma escuchó todo con cuidado y cuando Naruto terminó de contarle, este por igual guardó silencio.
— Así que quieres volver a ver a mamá... Sabes muy bien que se alegrará de que hayas decidido volver a visitar la casa y se lo tomará muy fuerte, pero tienes razón... Debemos de dejar de lado el rencor, después de todo... Estamos aquí ahora mismo, Naruto, pero no sabemos si al rato lo estaremos y es mejor arreglar las cosas a dejar que se pierda una oportunidad.
El Uzumaki asintió a pesar de que su hermano no le pudiera ver.
— La visitare hoy mismo... espero de que este allá y que este dispuesta a perdonar a un inmaduro hijo como yo...
— Estoy seguro de que así lo hará. Y sabes que... quizas sea yo quien mañana la visite, de vez en cuando los hermanos menores le dejan enseñanza a los mas viejos— se rió de si mismo ante el comentario. — Espero que todo salga bien.
— Gracias... yo también lo espero.
Dijo y tras despedirse, ambos colgaron. La llamada con Menma lo había emocionado mucho mas y la motivación de terminar el trabajo cuanto antes se apoderó de el, pues sabia que mientras mas temprano terminara, mas rápido podría ver a su madre.
...
No había podido dormir toda la noche. Sus recuerdos habían caído en el, como si se tratase de un balde de agua fría. El pequeño rubio no había comentado palabra alguna de aquello ni con Hinata ni con Naruto y se dispuso a ir a clases ese día como si no hubiera pasado aquello.
No sentía rencor ni decepción hacia su padre quien le había ocultado el hecho de que tenia otra abuela, a pesar de su corta edad, comprendió que su el no se llevaba bien con su abuela y por tal razón evitó que le conociera y que supiera de su existencia. Tampoco se enojó por saber que su padre junto a Hinata fingieran de que eran sus padres, porque en realidad lo hicieron con la intención de que el recuperara la memoria, ademas por alguna razón sabe de que su ambos si tienen una relación amorosa. Eso tampoco le cayó mal ya que en realidad le agradaba mucho su maestra y también el soñaba conque algún día ella se volviera su madre aunque no fuese la verdadera. No se enojó con su abuela por el hecho de haberse acercado a el sin que supiera de que era su abuela, ya que esos momentos que pasó junto a ella le hizo sentir bien, y sentía que conocía aquella mujer de algún lugar, eso sorprendió al pequeño quien se maravilló de lo poderoso que pueden ser los genes. Y a pesar de que el hubiese perdido la memoria por haber descubierto algo que no debía, apenas pasaron unos meses y ya la ha recuperado por completo.
Cuando llegó esa tarde a casa, después de que Hinata lo fuera a buscar al jardín, y mientras el fingía tomar una siesta, decidió buscar algo mas que le perteneciera a su madre, pues suponía que si ese oso estaba debajo de su cama era porque su papá lo había puesto ahí con la intención de que el lo encontrara. El primer lugar por el que se decidió fue en su cama. Debajo de las almohadas, en los cajones de sus juguetes y luego en su armario. Buscó entre cada ropa hasta que encontró un gancho agarrado de una polera. Con cuidado lo tomó y se maravilló de lo bonito que era, en especial la flor. Lo guardó en su bolsillo y salió hacia el baño.
Se aseguró de que Hinata no estuviera por allí y confirmó de que estaba tomando también una siesta por lo que apresuró el paso. Buscó entre la ropa sucia, detrás del lavabo, y por ultimo en el armario del baño. Cuando lo hizo encontró una pulsera con una S. Cuando la vió sintió una inmensa felicidad. Con cuidado lo colocó en su muñeca izquierda y cuando terminó lo apreció por unos segundos. Se preguntaba por que su padre no le había dado eso antes, sin dudas lo usaría todos los días.
Como estaba seguro de que ya no encontraría algo mas, se apresuró en abrir la puerta, pero alguien se le adelantó. Hinata apareció en su campo de vista.
— ¿Bolt? Pense que dormías...— de inmediato el objeto que el pequeño llevaba en el brazo la sorprendió a terror — ¿De dónde sacaste...?
— Hinata sensei...
Y aquellas dos palabras fueron las que le dieron a entender a Hinata, que ya aquel pequeño rubio ya no la vería de nuevo como su madre biológica.
...
Los nervios se apoderaron de aquel rubio cuando se estacionó frente a la casa a la una vez juró no volver. Respiró profundo varias veces antes de salir del auto y durante el trayecto hasta estar frente a la puerta. Tocó dos veces la puerta y cuando lo iba a hacer por tercera vez esta se abrió dando a ver a una mujer desgastada por los años, pero que aun mantenía su roja cabellera.
— ¿Naruto...?— la pelirroja no se creía lo que estaba viendo. Llevó ambas manos a cubrir su boca y de inmediato las lagrimas aparecieron.
— He vuelto a casa, mamá...— hizo una pausa— ¿Puedo pasar?
La expresión en el rostro de aquella mujer era inexplicable. Como si apenas había escuchado la petición de su hijo, nerviosa miró a todas partes y se echó de lado para que el pudiera pasar. Cuando el rubio entró a aquella casa, a pesar de que no era el lugar donde creció, sintió como miles de recuerdos se visualizaban en su mente y sintió deseos de llorar.
— Vamos al comedor... ¿Quieres algo de tomar? ¿Algo de comer?
— Ramen...— dijo de inmediato — hace mucho... que no pruebo el ramen que mamá solía hacer— dijo aquello lo mas neutro posible, pero estaba seguro de que si veía su rostro no podría mantener aquella expresión de tranquilidad. La Uzumaki no sabia que decir ante el pedido de su hijo. Sonrió para si misma aun llorosa y asintió.
— De acuerdo... toma asiento en la sala, cuando este listo... te aviso.
— No,... quiero hacerlo contigo, mamá. Quiero saber que haces para que quede tan bien.
La pelirroja soltó una corta risilla para así reprimir el llanto. Tomó la mano de su hijo con nervios de ser rechazad y lo guió hasta la cocina. Allí ambos en silencio empezaron a preparar el platillo. Kushina le explicó varias veces como ella preparaba el caldo, le enseñó a picar los vegetales y aunque al principio el rubio se quejaba de que no lo conseguía, su madre le explicó nuevamente entre risas. Tras varios intentos, lograron hacerlo y de inmediato se dirigieron a la mesa a comerlo. Tras soplarlo varias veces, el rubio le dio el primer sorbo y al hacerlo no pudo evitar soltar algunas lagrimas.
— ¿Naruto...?
— Yo... lo siento mamá... lo siento mucho. Lamento haberme comportado de la forma en que lo había hecho durante todo este tiempo... ¿Podrías perdonar a un hijo tan egoísta como yo...?— las manos de Kushina se posaron sobre las de su hijo, acción que hizo que aquel adulto que parecía un pequeño niño fijara sus ojos azules en los morados de su madre. La pelirroja le sonrió con dulzura.
— Desde el momento en que abrí la puerta y te vi... desde ese momento mi corazón te perdonó, Naruto. Y tu también... debes de perdonar a tu madre...— bajó la mirada— nunca debí ponerme en contra de tu relación... Debí apoyar la felicidad de mi hijo ante todo, lo siento.
— También yo,... Vine hasta aquí porque ya te había perdonado, mamá.
Ambos, madre e hijo, se sonrieron el uno al otro, porque sabían que aquella espina que hace tiempo estaba atascada en el corazón de cada uno, por fin pudo salir, aquel dolor, aquella herida pudo por fin ser sanada.
Y aquel sueño de Naruto.
De volver a ser una familia...
Habia empezado a volverse realidad.
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