Purple & Blue

Narración normal

A pesar de tener tan sólo tres años, Lia era lo suficientemente consciente para entender la situación en la que ella y su hermana se encontraban, y la mala suerte que tenían.

Hijas de una heroinómana que se prostituía para obtener el dinero necesario para comprar su cara y destructiva adicción, la identidad de su padre era imposible de descubrir.
Tampoco es que ella hubiera resultado ser una buena madre, puesto que los pocos recuerdos que las gemelas tenían su "hogar", un cuchitril lleno de suciedad y en ruinas, se reducían a imágenes de ratas y cucarachas mezclados con olores pútridos. Sólo veían aquel lugar en sus peores pesadillas.
Quizás el peor recuerdo que Lia poseía era el de aquella mujer, a la que se negaba incluso a tan temprana edad a llamar madre, y su hermana. En mitad de uno de sus colocones con la heroína, los llantos a causa del hambre de la pequeña Beth habían sido confundidos con gritos de origen animal y los ojos rojos de la niña, una marca de la presencia y posesión del mismo Diablo. Esa mujer trató de arrarcarle los ojos con destornillador, pero, por suerte, los servicios sociales llegaron a tiempo y los médicos salvaron el ojo de la Beth.
Sólo tenían un año cuando aquello ocurrió.

La verdad es que su suerte no había mejorado en absoluto, aunque hubieran pasado ya dos años largos desde aquel horrible suceso.

A pesar de ser dos niñas muy listas y educadas, nadie parecía dispuesto a adoptarlas. Casi todo el mundo se sentía intimidado por los ojos rojos de Beth y por su peculiar comportamiento, aunque el color gris del pelo de las dos hermanas tampoco era algo que animará a la gente. Eran las rechazadas por los otros niños del orfanato y, de no ser por la señorita Naví, seguramente no las sacarían cuando llegaban nuevos posibles adoptantes.

A pesar de su corta edad, Beth había perdido la esperanza en que la adoptarán a ella. Su hermana tenía más posibilidades sin ella, pero, a pesar de todo, Lia se negaba a dejar que la adoptarán sólo a ella.

La señorita Naví siempre trataba de que los niños tuvieran el mejor aspecto posible y que se comportarán correctamente el día de la vista, pero había llegado un punto en el que las gemelas simplemente se quedaban jugando solas en el patio de atrás y era imposible que quisieran siquiera acercase a la nueva gente. Pero, a pesar de todo, aquella mujer mantenía la esperanza que las pequeñas habían perdido demasiado pronto.

Era una tarde septiembre, el último día de visita del mes, cuando, por fin, Lia y Beth encontraron a sus futuros padres.

******

-Hola, pequeña.- Un hombre de cabello morado y gafas de sol se había acercado a Lia cuando esta se había acercado a la cocina a coger unas galletas para ella y su hermana.

Lia miró al hombre, llena de curiosidad.
-Hola.- La niña de ojos verdes era algo tímida a la hora de tratar con extraños.

-¿Qué haces por aquí tan sola? ¿No deberías estar con los otros niños?- A pesar de la voz suave y aguda del hombre, la pequeña de ojos verdes se puso un poco a la defensiva.

-¿No debería estar usted con los otros adultos? Ellos nunca vienen por aquí.-

A pesar del tono condescendiente usado por la niña, el hombre simplemente rió.
-Supongo que si. Pero es que yo estoy buscando a mi pareja.- Se arrodilló a la altura de Lia. -Su sentido de la orientación es pésimo, así que ahora me toca a mí descubrir donde se ha metido.-

Lia no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa al oír cosa semejante. ¿¡Qué clase de adulto es tan despistado como para perderse en un lugar así!?
Por alguna razón, la presencia de aquel hombre ya no ponía nerviosa a Lia, era la primera vez que se sentía cómoda con un adulto que no fuera la señorita Naví.

-Yo no conozco este lugar tampoco.- Añadió él. -¿Podrías ayudarme a buscarle?-

La niña lo dudó un par de segundos, pero luego sonrió y asintió enérgicamente. -Pero primero debo ir ha buscar a mi hermana, que está jugando en el patio de atrás.-

El hombre solo sonrió y, sin decir nada, dejó que la pequeña lo guiará.

******
No mucho tiempo después, al llegar al patio trasero, Lia se llevó la segunda sorpresa del día: un hombre de piel morena, ojos verdes y cabello azul se encontraba jugando alegremente con su hermana. Aquello era extraño, la mayoría de los adultos no toleraban bien la personalidad de Beth.

Tal fue la impresión, que la niña se quedó totalmente quieta en la puerta, olvidándose del adulto que la acompañaba a ella. Este, al ver que la infante no se movía, se asomó por detrás de ella.
La alegre risa del hombre de cabello morado la sacó de su estupor, alertando también a los otros de su presencia.

-¡No me puedo creer que después de tantos años sigas siendo así!- Las palabras entonadas con su voz aguda parecían estar dirigidas al hombre peliazul.

-Bueno, ya sabes. Siempre hay una esquina diferente.- Respondió, encogiéndose de hombros.

A pesar de no entender muy bien la conversación que acababa de surgir entre los dos adultos, Lia por fin reaccionó.
Carraspeando un poco para llamar la atención de los presentes, se dispuso ha hablar.

-Emm... Disculpe, pero... ¿No tenía que buscar a su esposa?- Preguntó, dirigiéndose al pelimorado.
Tras un par de segundos, él y el otro hombre se echaron a reír, causando una gran confusión a la pequeña de ojos rojos y una gran molestia a la de ojos verdes.

Viendo la expresión de la niña, el adulto más bajo se arrodilló a su altura.
-Mi pareja...- Dijo, mientras levantaba su dedo y señalaba al otro hombre presente. -... es él. Yo tengo marido, no esposa.- La sonrisa de su cara no era de burla, sino amable y cálida, igual que la del otro.

-Pero... ¿Eso se puede?- La pequeña Beth, que no había dicho palabra desde hacía rato, parecía sumamente confundida. -¡Ya sabía yo que los cuentos se equivocan! Los príncipes siempre buscando princesas para casarse. ¡Que aburrido!- Exclamó finalmente.

-Bueno, es que el amor tiene muchas formas.- El hombre de pelo azul, el lugar de mostrar disgusto por la reacción de la niña, parecía enternecido. -Aunque creo que eso ya lo has deducido, ¿verdad?-

Beth asintió enérgica, haciendo que la expresión de ternura apareciera también en el rostro del otro adulto.

-¡Que tontos!- Exclamó de la nada el de las gafas de sol. -Creo que no nos hemos presentado como es debido. Yo soy Bonnie y él es Bon.-

-¡Yo soy Beth!- Exclamó alegre la ojirroja. -¡Y ella es mi hermana Lia!- Añadió, señalando a la de ojos verdes.
La pareja no pudo evitar reír ante el entusiasmo de la pequeña.

-Una cosa... ¿Qué hacéis aquí atrás?- Preguntó Bon, contemplado el patio vacío. -¿No deberías estar con los demás niños?-

La mirada de ambas infantes se entristeció. -Nadie quiere adoptar os, dicen que somos demasiado extrañas.- La voz de la pequeña Lia temblaba ligeramente. -No les gusta el color de nuestro pelo, y tampoco el de los ojos de Beth...-

-¿Qué tienen de malo?- La pregunta de Bonnie confundió de nuevo a las hermanas.

-Son de color rojo...- Habló Beth, con tristeza. -A la gente no le gustan porque son raros...-

-A mí no me parecen raros.- Bonnie es acercó a la niña y se puso a su altura. -Los míos son exactamente del mismo color.- Añadió, quitándose las gafas de sol y mostrando unos ojos de idéntico color rojo a los de la pequeña.

-Yo no creo que sean raros, pienso que son especiales y muy bonitos.- Añadió el de ojos verdes. -Al igual que el cabello gris.-

-¿Acaso ustedes nos adoptarían? Nadie lo hace después de saber cómo somos.- La voz de Lia seguía siendo triste, pero en sus ojos había un brillo de esperanza.

Bonnie y Bon se miraron entre sí, sonriendo casi instantáneamente.

-Bueno hemos venido a adoptar a un niño, y estamos seguros de haber encontrado al indicado o, mejor dicho, a las indicadas.- Bon hablaba lleno de confianza, mirando a las dos pequeñas. -Así que... ¿Podríais respondernos a una sencilla pregunta?-

Ambas pequeñas se miraron entre sí y asintieron lentamente al mismo tiempo. Bon miró a Bonnie, mostrando una gran sonrisa. Bonnie le sonrió de vuelta y dirigió su mirada hacia las hermanas.

-¿Os gustaría que nosotros fuésemos vuestros padres?-

La reacción de la niñas fue instantánea: ambas se lanzaron a abrazar a Bonnie, mientras lágrimas de felicidad caían por sus mejillas. Bon se acercó y se unió al abrazo, llorando por la misma razón que las pequeñas.

Hacia mucho que él y Bonnie buscaban adoptar un hijo y formar su propia familia, pero siempre que lo intentaban, fracasaban estrepitosamente.
Sin embargo, la mirada amable de Naví, aquella vieja amiga del instituto, estaba seguro de que está vez lo habían logrado. De la misma forma que ambos sabían, desde que sus miradas se habían posado por primera vez sobre Lia y Beth, que ellas eran las indicadas.

Ellas iban a ser sus hijas.

******
Palabras: 1537

¡El origen y la historia de las gemelas! La verdad es que tenía muchas ganas de publicar este "capítulo", aparte de que el Bonnie×Bon (para mí son sukes) es una de mis otps, quería hacer algo diferente en lo referente a los orígenes de sus hijas.
El Mpreg no es lo mío, me gusta escribir cosas más pegadas a la realidad (eso no quiere decir que algunas historias de este género me gusten). Siempre que leo sobre los hijos de esta pareja entra en juego este género, quería algo que le diera variedad.

Hace bastante que estaba desaparecida, pero es que los exámenes me tenían hasta el cuello. La suerte es que puede aprobar, y alguno con una nota más que decente.
Aunque todavía debo ponerme al día con Traped in Wonderland, quería subir algo cortito para hacer más llevadera la espera.

Espero que el capítulo os haya gustado, y si veis algún error, decirme y lo corrijo.

¡Pasar un buen día/tarde/noche! 😘

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top