❛ FINAL ❜
U N P L A N N E D
final
❀̸
❛ 𝓐diós ❜
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
❝ Todo lo que teníamos
se ha ido ahora. ❞
ㅡImpossible, James Arthur.

❝ cuatro días después ❞
❪ ❛ JEON JEONGGUK ❜ ❫
La reacción de Haye fue por completo diferente a la reacción que Dani tuvo cuando escuchó todo lo que tenía para decirle. Ella no me gritó, ni pataleó, ni trató de huir lejos de mí. Tal vez porque sintió compasión, o lastima de mi patético estado, o tal vez porque no podía dejar de lastimosamente ahogarme con mi propio llanto mientras trataba de explicarle. O tal vez...ella simplemente estaba demasiado aturdida y conmocionada como para actuar de otra manera. Aún así, eso no lo volvió menos doloroso, ya que la forma en la que me vio cuando no tuve nada más que decir, fue suficiente para terminar de destrozar mi corazón.
Podía repetirle un millón de veces que lamentaba absolutamente todo, que jamás podría hacerle algo como eso, que nunca, nunca pondría en riesgo lo nuestro, que no era más que un malentendido, que no era culpa mía, ¿cómo podía serlo? No estaba consciente de lo que hacía, yo...no podía recordar nada, pero ¿cuál era el punto? ¿El no recordar justificaba lo que había hecho? No, no lo hacía, y la verdad era que no podía culpar a nadie de esto.
Y me odiaba por eso. Me odiaba porque había puesto a Haye en una situación en la cual ella ni siquiera podía odiarme, en la cual no podía simplemente mandarme al infierno y correr lejos de mí. La había dejado en un punto en el que sólo había incertidumbre, dolor y confusión, y no podía sacarla de ahí, porque no tenía las respuestas que ella necesitaba, tan sólo estaba esa repulsiva fotografía, y...aún así, ella seguía queriendo confiar en mí. Pero sabía que esa no era más que una batalla interna entre su mente y su corazón, ella quería creerme, a pesar de que todo le decía que no debía hacerlo, pero ¿por cuánto tiempo sería así? ¿Por cuánto tiempo se aferraría a esa esperanza antes de rendirse?
Tal vez ya lo había hecho, pero simplemente no tenía el corazón para decírmelo.
Eso era lo que más temía, y era todo en lo que podía pensar, esa era la peor de las torturas. Y mientras veía como en silencio recogía todas sus cosas, me estaba matando el no poder tomarla entre mis brazos y rogarle que me perdonara, implorarle que se quedara.
—¿Vas a llevártelo todo? —pregunté con un nudo en la garganta, consiguiendo apenas un gesto de negativa por parte de ella—. ¿Volverás?
Asintió, lo hizo débilmente con su cabeza mientras cerraba su maleta. Mierda. La idea de verla salir con sus cosas fuera de esta casa me revolvió el estómago de forma violenta, y fue suficiente para hacerme interferir en su camino, deteniéndola. No quería presionarla, no quería hacer más difícil todo esto, pero no podía simplemente no intentarlo. Era mi esposa, mi Haye, maldita sea, nunca iba a rendirme sin dar la pelea.
—Jeongguk —suspiró ella, mirándome a la cara por primera vez desde que llegó.
—No te vayas —supliqué, sorprendiéndome a mí mismo por la urgencia en mi voz—. Por favor, no tienes que irte.
—Eso es justo lo que tengo que hacer —contradijo, alzando sus ojos y permitiéndome ver el vacío en ellos. Me sentí como la peor basura cuando vi lo hinchados que estaban, yo había provocado eso—. Ya lo hablamos, no puedo estar aquí y no tengo a donde ir. Esto es lo mejor.
Se mantuvo firme en su decisión, pero ¿cómo diablos esperaba que yo lo aceptara? ¿Cómo carajos podía remediar esto si ella se marchaba a otro maldito continente?
—Yo me iré —propuse desesperadamente, sintiendo que mi corazón se aceleraba con miedo a que se fuera, tenía que haber otra solución—. Me iré y tú puedes quedarte aquí. Te daré tu espacio, no presionaré, lo juro, sólo...por favor, no te vayas.
Haye dejó caer sus hombros y miró en otra dirección, sacudiendo débilmente su cabeza antes de preguntar en un hilo de voz: —¿Por qué me estás haciendo esto? Dijiste que me darías tiempo, dijiste que harías lo que te pidiera.
Agaché le cabeza y por un momento no supe qué decir. Tenía tanto, tanto que quería decirle, pero estaba aterrado de estropear aún más las cosas entre nosotros si decía la cosa equivocada.
—Dijiste que ibas a respetar mi decisión, así que respeta que esto es lo que quiero.
Ella tenía razón, dije eso, pero lo hice porque estaba dispuesto a hacer lo que fuera para aliviar su dolor, incluso si eso me mataba, sin embargo...esta vez era real: ella iba a marcharse y yo estaba jodidamente asustado. Estaba aterrado de lo que esto significaría para nosotros, por eso no podía simplemente hacerme a un lado y observar como se marchaba.
—¿Es lo que quieres? —pregunté, porque esas palabras se habían clavado en mi corazón.
Haye miró hacia arriba, como si tratara de contener las lágrimas en su lugar, a pesar de que no podía ocultar el temblor de su barbilla.
—Por favor, entiende yo no...no puedo estar aquí, ¿sí? No puedo estar en un lugar en donde absolutamente todo me hace recordarte. Y no puedo...—hizo una pausa, bajando la cabeza antes de continuar—: No puedo verte ahora, ¿de acuerdo? Mi corazón no puede soportarlo. Incluso estar aquí ahora, tenerte frente a mí...está matándome.
Maldita sea, escucharla decir eso me...destruyó. Fue infinitamente peor confirmar que ese sí era un hecho y no sólo un temor. Pensar en que estar frente a mí le resultaba insoportable, hizo que todo en mi ser se retorciera de dolor.
Traté de acercarme, porque ahora la sentía tan malditamente inalcanzable. —Haye...
Ella se apartó, sorbió su nariz y negó con su cabeza, manteniendo la distancia. —Necesito pensar. Necesito que me des tiempo para saber que hacer. Por favor, entiende que tengo que descubrirlo por mi cuenta.
Entendía, lo entendía muy bien, pero tenía miedo, ¿y si al final ella descubría que nunca podría regresar conmigo después de lo sucedido? Yo sabía lo que era, sabía lo que se sentía, había pasado por eso en el pasado, y aunque las circunstancias habían sido completamente diferentes, podía imaginar que dolía del mismo modo. Yo perdoné a Sowon por ello, pero nunca lo olvidé. No olvidabas algo así, siempre se quedaba contigo. Y aunque yo creía ser incapaz de hacer algo como lo que se me acusaba, no tenía como mierda demostrarlo.
Pero tenía que haber una manera.
Tenía que haberla.
Yo tenía que descubrir cual era.
Si todo había sido un engaño, si las cosas que Chaeyeon dijo fueron todo mentiras, entonces iba a descubrirlo, no tenía ni puta idea de cómo, pero lo haría. Y luego iba a hacer de su vida un maldito infierno por esto, porque no iba a dejarlo estar, si había una mínima esperanza de recuperar mi vida con Haye, iba a aferrarme a ella con todo lo que tenía.
—Está bien, lo entiendo —acepté, iba a mantener mi palabra, incluso si era lo más difícil que había tenido que hacer—. Sólo, por favor, no me pidas que desaparezca de tu vida.
—No te pediré eso, no es que pueda hacerlo, de todos modos, sólo...dame tiempo.
—Lo haré —prometí, aunque no estaba seguro de poder mantener del todo esa promesa, siempre iba a querer saber de ella, iba a ser un infierno estar aquí, no tenía idea de cómo diablos iba a lidiar con su ausencia.
Haye asintió, desviando su mirada de la mía porque parecía incapaz de verme directo a los ojos por más de unos segundos. Tuve que aceptarlo, pero cuando ella hizo el ademán de recoger su maleta, yo alcancé su mano. Ella no esperaba eso, pero yo tampoco esperaba que en lugar de apartarme, simplemente permitiera que la tomara.
—No te lo quites, por favor —pedí suavemente, señalando el anillo en su dedo. Y maldita sea, no quería soltar su mano nunca, no podía soportar la idea de no tenerla a mi lado. Sentía que tenía tanto que decirle, pero no había nada de tiempo, y todo era tan jodidamente incierto, con todo lo ocurrido sólo había una cosa que sabía con certeza—. Volverás conmigo.
Ella miró la unión de nuestras manos con tristeza y trató fallidamente de apartarse. —Jeongguk...
—Solucionaré esto —juré, llevando el dorso de su mano a mis labios—. Te lo prometo, arreglaré esto ¿sí? Regresarás a mí.
No podía decir si Haye creyó sinceramente en mis palabras, pero ella asintió con al menos la esperanza de que así fuera.
—Yo...uhm, ya...ya tengo que irme...Yeosang me está esperando —avisó cuidadosamente, apartando su mano.
Cierto.
Yeosang la estaba esperando.
Como si esta mierda ya no fuera lo suficientemente difícil. Era consciente de que no tenía derecho a sentirme mal ni mucho menos a sentir celos de que ella corriera a buscar consuelo en los brazos de su "amigo" cuando todo ocurrió, especialmente no cuando era yo quien la empujó a hacerlo, pero simplemente no podía evitarlo.
Tal vez si Seulgi hubiese estado aquí, tal vez si Dani no estuviese pasando por exactamente la misma situación que ella, o si Haye no sintiera que ya no podía confiar más en Jimin con nada que estuviese relacionado conmigo, ella habría buscado apoyo en alguno de ellos en lugar de ir a buscar consuelo precisamente en alguien que me odiaba. Y que seguramente estaba más que feliz con esto. Ah, carajo, ¿cómo no iba a perder la maldita cabeza?
No era idiota, tenía muy claro que lo tenía todo en contra, pero veía a Haye, nos recordaba juntos, imaginaba la vida que se suponía que debíamos tener, y eso me daba la fuerza suficiente para no rendirme. La verdad, no me importaba lo que tuviera que hacer, ni cuanto tuviera que esperar ni cuantas veces tuviera que suplicarle a todos los dioses, yo sólo sabía que no podía perderla.
—Yo la llevaré —dije, cogiendo su maleta, no estaba seguro de cuándo tiempo estaría sin verla, pero no iba a desaprovechar ni un segundo—. ¿A qué hora es tu vuelo?
—A las nueve.
—Bien, yo te llevaré.
—Jimin me llevará —me contradijo de inmediato—. Iremos en el mismo vuelo.
Conocía esa información, pero Jimin viajaría con ella sólo porque yo se lo pedí. Yo no podía acompañarla, Haye nunca iba a permitírmelo, pero no diría nada si creía que la "agencia" la enviaba junto a Jimin para que él le enseñara todo lo que necesitaba saber. Tan sólo serían unos días, pero me tranquilizaba saber que al menos tendría a alguien allá. Y aunque seguramente no tenía nada de qué preocuparme, pues ella era perfectamente capaz de cuidarse sola, yo necesitaba asegurarme de que estuviera bien.
—Yo los llevaré —reiteré—. Jimin no puede conducir hasta allá, alguien tendría que hacerse cargo de su coche, así que yo los llevaré.
—Le diré a Yeosang que me lleve...o iré en autobús.
—¿Por qué? —cuestioné, ¿ella de verdad creía que me quedaría aquí sentado esperando a que tomara ese maldito avión? por Dios, se estaba llevando mi alma y mi corazón junto a ella, necesitaba que lo supiera—. Haye, puedes hacerlo así si es lo que deseas, pero tendrás que despedirte de mí de todos modos. No dejaré que te subas a ese avión de otra manera.
Entendía que no era fácil para ella, yo ni siquiera me atrevía a pensar en cómo debía de sentirse con todo esto porque temía que si lo hacía, iba a perder toda esperanza, sin embargo, evitarme no era la solución, eso no iba a hacernos ningún bien a ninguno de los dos.
—Puedes despedirte ahora —sugirió en voz baja, agachando la mirada.
Negué, de ninguna manera. —No, quiero estar contigo hasta que te subas a ese avión. Por favor, no me quites eso.
—¿Acaso no tienes...no lo sé, un montón de cosas que hacer? —señaló impaciente—. Ese teléfono tuyo no ha dejado de sonar.
—No me interesa.
—Pues debería.
—Nunca te importó antes —al contrario, pensé, pero las cosas eran diferentes ahora, me golpeó esa realización y tuve que sacudir mi cabeza—. Haye, no siempre podrás buscar excusas para escapar de mí. Estamos casados, eso no va a desaparecer incluso si te vas al otro lado del mundo.
—No son excusas, te estoy recordando tu realidad, no podrás evadirla cuando yo no esté, ¿o se te olvida que es tu deber? Porque yo no creo que tu abuelo te permita olvidarlo.
Y una mierda, toda esa basura no podía importarme menos y ella lo sabía. Estaba haciendo cualquier cosa para evadir lo que era realmente importante.
—Bien, sigue por ese camino, continúa buscando pretextos. Es mejor para mí. Prefiero eso que escucharte decir que ya no me quieres, ni quieres verme. Así que hazlo, encuentra excusas para alejarte de mí, que yo correré detrás de ti.


25 DE JUNIO, 2019
11:38 am.
❪ ❛ BAE HAYE ❜ ❫
Rápidamente, con el dorso de mi mano, sequé las lágrimas delatoras que no dejaban de deslizarse inconvenientemente por mi mejilla, mirando hacia afuera a través de la ventana para evitar que Yeosang notara que estaba llorando —una vez más— mientras que él estacionaba el coche.
Había tratado fuertemente de no romper en llanto en el momento que tuve a Jeongguk frente a mí. Había tenido que luchar con todo lo que tenía para no correr a sus brazos y aferrarme a él hasta el final. Sin lugar a dudas había sido una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer. Mi corazón dolía, mi espíritu estaba roto, casi no podía soportarlo, pero fue incluso peor cuando comencé a hacer mi maleta, Dios...había tenido que reunir todo de mí para no comenzar a sollozar patéticamente mientras la hacía.
Se suponía que debía sentirme feliz, era afortunada ¿no? Estaba a punto de cumplir un gran sueño. Sin embargo, nunca me había sentido peor, nunca había sido más infeliz. Sentía que me estaba hundiendo, sentía que no había una salida y sólo...quería despertar de esta horrible pesadilla.
Ojalá todo fuera un mal sueño.
Daría cualquier cosa porque lo fuera.
Junto a Jeongguk había experimentado diferentes facetas del amor, nunca nada como esto. Hasta ahora, no tenía idea de lo cruel que este podía llegar a ser. Un segundo, lo había tenido todo, y al otro...me lo habían arrebatado por completo. Mi corazón estaba roto. Y no quería afrontar la realidad porque el mundo ahora no era más que decepcionante, sucio...feo.
¿Como iba a superar esto?
Mi cabeza no dejaba de pensar en lo ocurrido, no podía conseguir que la voz dentro de mí se callara, era una constante tortura. Lo recordaba todo tan bien. Y seguía reviviendo el momento en el que Jeongguk me lo dijo una y otra vez. Podía recordar sentir como mi cuerpo se paralizaba, podía recordar sentir como si mi cuerpo fuera de hielo, no podía gritar ni llorar, él estaba intentando explicarse, pero no podía escuchar nada, era como si mis oídos se hubiesen negado a oír.
¿Lo peor?
Lo peor era que ni siquiera podía odiarlo, no podía hacer como Dani, no podía maldecirlo ni acabar de una vez con él, porque le creía, quería creerle, a pesar de todo, quería hacerlo porque no podía soportar la idea de él, mi Jeongguk, traicionándome de esa manera. Mi mente me decía que era una ilusa, que era una tonta por querer creerle cuando todas las pruebas apuntaban en su contra, pero mi corazón...mi corazón necesitaba creer que su dolor, y el arrepentimiento y la desesperación en su mirada, eran reales.
Jeongguk nunca me haría eso, me repetía una y otra vez; oh, pero lo hizo, era el pensamiento que no lograba sacar de mi cabeza.
Lo hizo.
—¿Haye? —Yeosang rompió el silencio, soltando un suspiro profundo mientras apagaba el motor del auto frente a la casa de Dani—. Muy bien, sé que dije que no haría preguntas, pero estoy preocupado, te has pasado los últimos tres días llorando.
Sí, lamentaba eso, pero simplemente no podía evitarlo. Tenía una tormenta en mi interior y mis emociones eran más que inestables. Yeosang había sido increíblemente respetuoso y paciente conmigo con respecto a eso y con respecto a...todo. No me había presionado ni tampoco exigido respuestas, aunque él seguramente podía hacerse una idea. Las cosas habían estado tensas entre nosotros en el último tiempo, en gran parte debido a él, pero la verdad era que no me debía nada. Aún así, cuando lo llamé pidiéndole ayuda, él no se tardó en brindármela.
Cuando la bomba explotó, no tuve a nadie a quien más recurrir: Seulgi estaba lejos, y lo que menos quería era involucrarla en todo esto; Dani, ella estaba lidiando con su propio dolor; y Jimin, a pesar de lo cercanos que nos habíamos vuelto, simplemente no podía tenerlo cerca ahora, no quería escucharlo abogar a favor de Jeongguk, no podía. Necesitaba tiempo. Y necesitaba alejarme de todo lo que me recordara a Jeongguk. Aunque, si Yeosang hubiera decidido mantener su distancia conmigo, lo habría entendido. Afortunadamente no fue así. Seguía siendo Yeosang. Él siempre había estado ahí para mí, al menos eso no había cambiado.
Aunque, ya no estaba segura de merecerlo.
—Mira —prosiguió cuidadosamente—. Yo sé que las cosas son distintas ahora, se qué...sé que cuando hablé con tu madre la otra vez, te defraudé, tú me diste otra oportunidad y yo te fallé, pero estoy aquí. Sigo aquí. Y no importa lo que pase, seguiré aquí, como un amigo o como lo que sea que necesites, pero no puedo verte así. No puedo sentarme y simplemente ver como sufres.
Entendía, pero no estaba lista para hablar sobre eso.
Especialmente no con él.
—¿Qué fue lo que te hizo? —me preguntó directamente—. Y no trates de defenderlo, sé que estás así por su culpa.
No.
Sacudí mi cabeza en negación. —No es así. No me hizo nada, él...él nunca haría nada para lastimarme.
—Pero sí te lastimó, Haye, mira como estás.
—Yeosang, por favor...
—Estás a punto de volar a Europa, por Dios, algo tuvo que hacerte como para que quieres huir del maldito país.
No estaba huyendo. Sí lo estás, escuché contradecir a la vocecita en mi interior. Pero no era así, yo tan sólo necesitaba tiempo para aclarar mi cabeza, al menos tenía que intentarlo.
—Te conozco, Haye. Sé lo que haces, siempre te alejas cuando quieres protegerte, pero no puedes protegerte de él, ¿lo entiendes, verdad? No puedes simplemente alejarte, eso no va a funcionar, ¿se te olvida que te comprometiste con él de por vida?
—Tú no entiendes...
—Entiendo que eso es algo que no podrás cambiar así te vayas al otro lado del mundo.
Lo sabía.
Maldita sea, lo sabía. Yo no estaba tratando de sacarlo de mi vida, era plenamente consciente del vínculo que nos unía, no estaba tratando de deshacerlo, pero no tenía idea de qué era lo que se suponía que debía hacer. ¿Qué era lo que se hacía cuando tu persona te confesaba haber...? Demonios, ni siquiera era capaz de decirlo.
Yeosang continuó: —Y entiendo que si no deseas quedarte aquí y solucionar lo que sea que haya ocurrido entre ustedes, es porque se trata de algo verdaderamente malo.
¿Malo?
Malo era un maldito eufemismo.
Lo que ocurrió había puesto todo mi mundo de cabeza, había arrasado con todo lo bueno, había destrozado mi confianza, había hecho añicos mi corazón. Me redujo a esta cosa que no podía dejar de llorar, que no podía comer, que no podía respirar, que le temía a sus propios pensamientos. Me redujo a esta persona toda desdichada, inestable y confundida, que no sabía cuál maldito camino seguir. Maldita sea. Había tocado fondo y no sabía qué demonios hacer ahora.
Tomé una respiración profunda y traté de luchar contra las lágrimas. Tenía mucho miedo de hablar sobre ello. No quería que fuera real, y sentía que hablar de ello lo volvía real. No estaba lista para afrontar eso aún.
—Sólo quiero ayudarte —concluyó en voz baja.
—Yo lo sé —dije en un hilo de voz—. Pero es que no puedes. Yeosang, nadie puede ayudarme, ¿de acuerdo? No hay una solución para esto, no hay una respuesta correcta, no hay...nada.
El aire a mi alrededor se volvió pesado, demasiado pesado para tomarlo. Y la realización de ese hecho sólo ayudó a empeorar el nudo en mi garganta.
—No lo creo.
—Lo único que puedo hacer, es tomar una decisión. Y si hay una decisión correcta, entonces tengo que descubrir cual es, pero no puedo hacerlo aquí.
—Aquí están todas las personas que te quieren y se preocupan por ti, allá estarás sola.
—Tal vez eso es lo que necesito —declaré, tragando aquella pesadez que obstruía mi garganta justo antes de abrir la puerta del coche—. No tienes que esperarme, puedo tomar un taxi de regreso.
Yeosang exhaló suavemente, rindiéndose. —Te esperaré. Sabes que siempre te esperaré —dijo lo último en voz muy baja, como con la esperanza de no ser escuchado. Pero lo escuché.
No dije nada, no tenía energía para siquiera pensar en ello, así que sólo cerré la puerta, tomando una respiración profunda antes de caminar a casa de Dani.
Habíamos pasado las tardes juntas desde....ese día.
No estaba segura de si nos hacíamos bien la una a la otra en esta situación, pero al menos podíamos ser honestas, no teníamos que fingir la una con la otra. Era con la única que no tenía que fingir.
Dani no estaba bien, aunque trataba de convencerse de que sí por breves instantes. Al final siempre acababa llorando. Su marchitar era evidente, ella era el tipo de chica que siempre se veía perfectamente bien arreglada, se esmeraba en verse perfecta incluso si salía a dar una vuelta a la esquina, sin embargo, cuando abrió la puerta de su casa, vistiendo aún su pijama, con el cabello atado en una coleta toda despeinada, sin una sola gota de maquillaje y con sus preciosos ojos muy hinchados y rojos —al igual que su nariz—, no me sorprendió en lo absoluto, porque tristemente entendía demasiado bien por lo que estaba pasando.
—¿Estás bien? —fue lo primero que me preguntó al hacerme entrar a la sala, cerrando la puerta detrás de mí, su tono de preocupación fue perceptible.
Me encogí de hombros. —¿Tú?
Ella imitó mi acción, encogiéndose de hombros con esa ahora permanente triste expresión en su rostro, sentándose sobre la alfombra, justo al frente de la mesa de centro sobre la cual tenía una montón de cajas. Yo me senté en el sofá.
—¿Y eso? —pregunté, señalando las cajas.
—Es algo terapéutico, pienso deshacerme de todas las cosas que me recuerden a él —sentenció, metiendo un peluche dentro de una bolsa de basura—. En esta casa no quedará nada de él.
Dani sorbió su nariz, tomando unas películas de dentro la caja para proceder a meterlas igualmente en la bolsa.
—Quiero sacar todo esto de aquí antes de irme a Europa, no quiero regresar y tener que revivirlo todo —musitó.
Cuando mi audición resultó un éxito —aún no tenía idea de cómo porque ni siquiera recordaba gran parte de la muestra— y yo decidí aceptar la oferta de ir a Europa, Dani pensó que ir tras de mí era la solución a todos sus problemas. Fue una decisión precipitada, pero ella no estaba cambiando de opinión.
—¿En verdad no vas a hablar con él? —inquirí, por supuesto que ella podía hacer lo que deseara, pero me preocupaba—. ¿No te asusta estar tomando una decisión precipitada?
—Estoy haciendo lo que tengo que hacer.
—¿No piensas siquiera escucharlo? —insistí, ella negó determinadamente—. Él dice que nada pasó.
—Ya, y si tú le crees eso, entonces eres más ingenua que yo —dijo, echando con rabia fotografías y otros recuerdos a la basura—. Entiendo tu posición, entiendo que quieras creer lo que Jeongguk te dijo, pero para mí ya no es tan fácil creer en Taehyung. Vi las fotografías.
También yo.
No podía quitarme esas repugnante fotografías de la cabeza, estaban ahí cada vez que cerraba los ojos, pero cada vez que las recordaba, también podía recordar la repulsión en la mirada de Jeongguk al ver esas imágenes por primera vez. Podía recordar la desesperación en su voz mientras juraba que no recordaba nada de eso, podía recordar la angustia haciendo añicos su mirada mientras repetía una y otra vez que tenía que haber otra explicación.
—Y vi las marcas en su cuello —agregó, con su voz rompiéndose al recordar—. No hay justificación, no para mí.
Sabía a lo que se refería, y sabía que lo decía porque yo seguía teniendo esa pequeña esperanza, seguía deseando que hubiese una justificación lo suficientemente buena para acabar con todo esto.
—Taehyung rompió mi corazón en mil pedazos. Yo creía, de verdad creía que su amor me pertenecía, pero para él fue así de fácil traicionarme.
Dani echó bruscamente el resto de las cosas a la basura, sin echarles siquiera una hojeada, deshaciéndose de todo. Y yo no estaba segura de si estaba a punto de ponerse a llorar o gritar. Ella parecía estar tan triste como enojada.
—¿Y si lo que dice es cierto? —camuflé mis propias dudas y anhelos—. ¿Si ellos no...?
—Sigue sin ser una razón suficiente para perdonarlo.
—¿Y si de verdad no fue su culpa? —insté.
—Estar borracho no es razón suficiente para herir a la gente que quieres —sentenció, secando rápidamente la lágrima que se deslizaba por su mejilla—. No podemos simplemente emborracharnos y hacer lo que queramos. No podemos matar a alguien y luego decir "lo siento, pero estaba borracho", así no es como funciona.
Yo sabía eso, pero seguía sin llegar al punto en el que Dani se encontraba. Tal vez sólo me negaba a ver la realidad de las cosas. ¿Por qué querría hacerlo? esa realidad era horrorosa. Un infierno.
—Lo siento, no quería ofenderte —se lamentó Dani, sentándose a mi lado y tomando mi mano—. Sé que esto es diferente para ti, pero tal vez tienes razón al no renunciar a ese atisbo de esperanza.
—¿Por qué?
—¿Sabes quién es la chica que salía en la foto junto a Jeongguk? —preguntó. Y mi corazón se detuvo.
No, por supuesto que no, en el momento que vi a la chica encima de Jeongguk, fue suficiente para mí. No me detuve a ver los detalles, habría vomitado.
—No quiero saber.
—Es Chaeyeon —aclaró, ignorándome—. Ella solía salir con Jeongguk.
—No me interesa —sacudí mi cabeza, poniéndome de pie. Saber que tenían historia definitivamente no me hacía sentir mejor—. De verdad, no quiero oírlo.
—Escúchame —insistió, siguiéndome hasta la cocina.
—Sé que ya se conocían, pero no me interesa oír los detalles de la relación que tenían.
—Nunca hubo una "relación" —esclareció Dani al instante—. Eso es lo que trato de decirte. Jeongguk nunca sintió interés real por ella. Fueron amigos por un tiempo y luego, cuando mezclaron las cosas y ella comenzó a tener sentimientos por él, Jeongguk decidió cortar toda relación. Y no sé por qué te digo esto. No podría decirte que creas en él ciegamente, no sé qué fue lo que ocurrió en esa fiesta, pero Jeongguk y Chaeyeon...eso no tiene ningún sentido.
—Taehyung con otra chica que no seas tú tampoco tiene ningún sentido.
—No es lo mismo —Dani sostuvo tercamente—. Sé que todos piensan que conocen el corazón de Taehyung, también yo lo pensaba, pero de un tiempo hasta acá, ya no era lo mismo. Las cosas entre nosotros no estaban bien. Ya no podía confiar en él, y tenía mis razones. Esto que pasó...sólo probó que yo tenía razón. Jeongguk, en cambio...es diferente. No debí involucrarlo, lo siento tanto. Si no hubiera sido por mí y mis malditos celos, él ni siquiera hubiera estado ahí.


25 DE JUNIO, 2019
20:35 pm.
❪ ❛ BAE HAYE ❜ ❫
"Algunas cosas solo pueden acabar en silencio", solía decir papá. "Las palabras causan dolor, para aquellos que no quieren dejar ir". No entendía el significado de sus palabras antes, pero lo hacía ahora. Tal vez porque yo no quería dejar ir.
Pero el momento había llegado.
Ya todo estaba listo, faltaban muy pocos minutos para la salida programada. Sin embargo, a pesar de que había pasado todo el día tratando de convencerme de que esto era lo mejor, no podía evitar cuestionarme si era cierto o no.
Estando aquí, justo frente a él, a punto de seguir adelante con el plan que iba a separar nuestros caminos, comenzaba inevitablemente a arrepentirme, a desear olvidarme de todo y simplemente dar un paso atrás. La verdad, no estaba segura de ser lo suficientemente fuerte para pasar por esto, mi cuerpo se sentía entumecido, se sentía de ese modo desde el momento que me subí al coche de Jeongguk. Todo el trayecto hasta el aeropuerto fue, en simples palabras, un tormento.
Nuestros recuerdos juntos no dejaban de reproducirse en mi cabeza. Había tantos pensamientos, tantas preguntas y recuerdos, y todo estaba tratando de salir, y yo no sabía si tenía ganas de llorar, gritar...desaparecer, sólo sabía que no podía sacarlo de mi cabeza: la primera vez que lo vi, la primera vez que oí su voz...
"Hola, extraña".
Fueron esas palabras las que dieron inicio a nuestro primer encuentro. Su estado actual me recordaba mucho a esa noche. En ese entonces, su rostro tenía moretones similares a los que ahora tenía, pero la historia era bastante diferente. Todo era diferente. En ese entonces, no tenía idea de que él se convertiría en alguien tan importante para mí.
La persona más importante, de hecho.
No quería torturarme con el pasado, pero una vez que comencé, ya no pude detenerme. Recordé la primera vez que hizo que mi corazón golpeara fuertemente contra mi pecho. Recordé sus primeros acercamientos. Recordé lo mucho que le gustaba decir cosas para ponerme en aprietos. Recordé como casi hizo que mi corazón colapsara esa vez, después de perder esa tonta apuesta.
"¿Crees que puedas darme mi beso ahora?"
Había estado tan nerviosa esa noche, mi corazón latía desbocado mientras trataba de entender si quería o si temía besarlo. Ese pudo haber sido nuestro primero beso si a él no le hubiese importado. Tal vez si hubiese complacido su curiosidad aquella noche, lo nuestro no habría sido más que eso: un simple beso. Uno que tal vez habría permanecido sólo en nuestras memorias, pero no, nosotros no estábamos destinados simplemente para eso. Hubo más, siempre hubo más.
"No tomaré tu primer beso". Desistió aquella vez. "Al menos no hoy. Y desde luego que no por una tonta apuesta".
Era nostálgico pensar en ello ahora. ¿Debí haber mantenido la distancia entonces? Todo sería distinto si lo hubiera hecho, pero no era así como debía suceder. De todos modos, ninguno de los dos lo habría permitido. Recordaba haberme sentido tan aliviada como decepcionada en esa ocasión. Nunca sabía que pensar ni que sentir con respecto a las cosas que hacía y que decía. Y en ese entonces, nunca imaginé que él iba a tomar mucho más que mi primer beso.
"Si me quieres, Haye, entonces soy tuyo".
Las palabras de su primera declaración se reprodujeron abruptamente en mi cabeza, y sentí que mi corazón se oprimía en mi pecho.
"Pienso que tal vez, todo este tiempo, sólo estaba esperando por algo como esto.
Por alguien como tú."
Sus dulces palabras no dejaban de resonar en mi mente, y nuestros recuerdos se sentían como una daga atravesando mi corazón.
"Haye, ¿puedo, por el amor de Dios, ser tu novio?"
No podía pensar en lo malo, no podía pensar en los obstáculos ni en las veces que mi corazón dudó. En el pasado, las cosas malas no eran más que insignificantes comparadas a lo bueno, comparadas a lo bien que me sentía a su lado, a lo feliz que me hacía. Sólo podía recordar lo hermoso, y eso simplemente lo volvía más doloroso.
"Estamos destinados a estar juntos.
Y lo seguiremos estando mañana, y dentro de cinco meses, y dentro de un año..."
Miré el anillo en mi dedo y mi estómago se revolvió dolorosamente, reflejando el tumulto de emociones que sentía en mi interior. Destinados a estar juntos, había dicho él, entonces ¿por qué no podíamos ser felices?
"Quiero casarme contigo.
Y eso, creo que en sí mismo es suficientemente poético para mí".
No podía arrepentirme de nosotros, no podía por mucho que quería hacerlo. Sería más fácil si pudiera convencerme de que habíamos cometido un error al unir nuestras vidas, si pudiera creer que ellos tenían razón, que habíamos sido precipitados e inmaduros, pero no podía, porque en el fondo de mi corazón, Dios...yo sólo...quería creerle.
"Ya sabía que eras tú.
Siempre has sido tú".
Sacudí mi cabeza, enviando los pensamientos lejos, esperando que estos se llevaran mis sentimientos. Jimin ya se encontraba esperando por mí, pero de pronto no podía moverme. Sabía que ya era hora, pero mi corazón no estaba listo.
Agaché mi cabeza cuando sentí mis ojos llenarse de lágrimas, me dolía todo lo que sentía, pero me dolía mucho más ver la expresión en el rostro de Jeongguk. Dios, preferiría sentir nada en lo absoluto que sentir el dolor y la tristeza que me consumían en este momento. ¿Y si esto era todo?
Si me alejaba de él, sentía como que nunca iba a ser capaz de reír, sonreír, o respirar otra vez.
Jimin repitió que ya teníamos que irnos, pero Jeongguk negó con su cabeza, él rechazó la idea obstinadamente, con sus ojos húmedos por las lágrimas. Sólo me veía a mí.
—Haye —me llamó con su voz rota, temblorosa—. Por favor, no nos hagas esto.
Murmuró, faltando a su palabra. Él dijo que no me haría esto, dijo que no lo haría más difícil, pero...maldita sea, ¿podía culparlo? Nunca lo había visto más miserable, la desesperación y la tristeza en su mirada eran desgarradoras.
Estaba destrozado.
Derrotado.
Ambos lo estábamos.
—No te vayas, por favor...no me dejes —suplicó, con sus lágrimas forzando a las mías—. Dijiste que no te irías.
Sí, pero incluso yo sabía que a veces llovía cuando no se suponía que lo haría.
—Sé que no quieres irte —dijo, sorbiendo su nariz. Dios, quería tanto poder consolarlo, pero no era correcto, no ahora.
Sus palabras cortaron profundo en mi corazón porque no tenía idea de lo que esta decisión podía significar para nosotros. No sabía si esto era lo que necesitaba. No sabía si esto iba a terminar por arruinar lo que quedaba entre nosotros. No sabía si esto terminaría por acabar conmigo. Pero en este momento estaba tan desesperada por apartarme del dolor, que no podía hacer otra cosa.
—Haye...
Había visto llorar a Jeongguk antes, había estado junto a él en un momento vulnerable, recordando el pasado, extrañando a quien ya no estaba más. Aquel día, me dolió en el alma verlo así, mi corazón se encogió cuando oí ese llanto lleno de nostalgia, de tristeza y anhelo; este llanto, sin embargo, era algo más. Era un llanto de puro dolor, desesperación y desesperanza. Nunca lo había visto así, nunca creí llegar a verlo así, pero me destrozó por dentro.
Y es que no había nada que pudiera hacer por él.
No había nada que pudiera decir o hacer para hacerlo sentir mejor, al menos nada que valiera, pero no era insensible a su dolor, nunca lo sería. Su dolor era el mío. Y todo lo que estaba sintiendo, lo sentía con la misma intensidad...tal vez peor.
Mi corazón dolía de una forma que jamás creí posible, los últimos días habían sido un infierno. Nada, absolutamente nada de lo que ocurrió en el pasado, se había sentido ni remotamente similar. Creía que era fuerte, creí que podía con cualquier cosa, pero esto...era demasiado. ¿Cuánto más tenía que soportar? ¿Cuánto más tenía que sufrir? ¿Por qué...? ¿Por qué no se acababa de una maldita vez?
¿Por qué tenía que ser así?
Me sentía tan confundida, tan perdida. Jamás creí que hacer lo correcto podía llegar a ser tan inmensamente doloroso. Y Dios, ni siquiera sabía si era lo correcto, sólo sabía que no podía estar aquí. No ahora.
Jeongguk sorbió su nariz, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas sin más. No le importó que alguien lo viera, estaba claro que simplemente no podía controlar lo que estaba sintiendo. Tampoco yo podía, apenas lograba contener las lágrimas en su lugar cuando él temerosamente acunó mi rostro entre sus manos y descansó su frente en la mía, llevándose con aquel gesto cualquier fortaleza restante en mí. Entonces lloré. Lloré porque lo amaba tanto que esto me resultaba insoportable.
Jeongguk nunca hizo el intento por contenerse, él se permitió sentir todo, pero sólo había lo suficiente que hacer con todo ese dolor. Él tiró de mi rostro más cerca del suyo, obligándome a permanecer justo así, a su lado.
—No quiero que te vayas —lloró con voz débil, inclinándose, pero nunca tocando mis labios—. Por favor.
No quería irme, la idea de alejarme de él me lastimaba horriblemente, me dolía todo el cuerpo, pero había tomado una decisión, habíamos. Por el bien de los dos, tenía que irme.
—No hagas eso —pedí entre lágrimas, tratando de calmar esa inestabilidad emocional en mi interior, no podía hacer esto, no si él actuaba así—. Ya no lo digas, ¿sí?
Esto ya era lo suficientemente difícil, pero empeoró cuando Jeongguk dejó que el sollozo, ese que parecía tratar tan duramente de contener, se liberase.
—No puedo perderte, no puedo...maldita sea, te amo, te amo tanto —juró entre sollozos que agitaban su cuerpo—. Tanto. Te juro que esto, y todo lo que tenga que hacer, lo haré porque me muero por ti —declaró con la voz temblorosa, pasando las manos por mi rostro con delicadeza, como si quisiera que sus manos recordaran cada detalle, delineando mis rasgos, acariciando mis mejillas, mi cabello, y volviendo a sostener mi cara para atraerla a la suya—. Me muero por ti...mi amor, no puedo...ya no puedo imaginar mi mundo sin ti en él.
"Lo que decía tu carta es cierto, ¿no? También puedes ver un futuro a mi lado".
Escuché su recuerdo en mi mente, pensando en la sinceridad de mi respuesta aquella noche.
"Ese es el único futuro que veo."
El único, y había sido cierto, tampoco podía imaginar mi mundo sin él ahora, ¿cómo podría? Había experimentado lo que era amarlo y ser amada por él, no podía volver atrás.
—Va a estar todo bien, ¿de acuerdo? —musité, escuchando mi voz dolorida a pesar de mi intento porque no fuera así, deseando con todas mis fuerzas que fuera verdad.
Él sacudió su cabeza, y es que una vez que permitió que sus emociones fluyeran, luego pareció incapaz de volver a contenerlas. Esta vez fui yo quien sostuvo su rostro, humedeciendo mis manos con sus lágrimas, sintiendo mi corazón encogerse al ver como se acurrucaba en mi palma.
—Te necesito aquí conmigo —susurró entre esas inspiraciones cortas e intermitentes que acompañaban su llanto, buscando fundirse en el calor de mi mano, como si eso pudiera darle consuelo—. Esto...me duele. Dios, me duele tanto. Lo siento, no sabes...no sabes cuanto lo siento. Te amo. Por favor...por favor dime que aún me amas.
Asentí, con mi lastimado corazón latiendo dolorosamente contra mi pecho.
—Te amo —le concedí, sintiendo esas palabras hasta en el último rincón de mi cuerpo. Yo lo amaba, pero nunca me había sentido más rota—. Te amo...mucho, pero necesito hacer esto.
Realmente iba a hacerlo.
Necesitaba alejarme de todo esto, necesitaba pensar, despejar mi cabeza, había una tormenta en ella que no me dejaba descansar. Yo no sabía qué hacer, no sabía qué sentir, ¿qué se suponía que debía hacer? Lo que había ocurrido, nunca podría olvidarlo. Entonces, ¿qué podía hacer? ¿Cómo podía vivir con ese horrible sentimiento? ¿Cómo podía seguir a su lado?
—Pero volverás —repitió, convencido, dejando escapar un suspiro trémulo—. Volverás. Haye, no voy a renunciar hasta que me mires como antes.
Mis lágrimas regresaron con mucha fuerza, como antes, ¿cómo podían volver a ser las cosas como antes? Jeongguk presionó sus labios en la cima de mi cabeza y yo luché contra el impulso de fundirme en sus brazos.
—Cuídala —le pidió a Jimin, secando con su puño la humedad en sus mejillas—. Cuídala mucho, por favor.
Volvió a decir, alcanzando mi mano y volviendo a tirar de mí hacia él, impidiendo que me apartara. Jeongguk tomó la parte de atrás de mi cabeza, sosteniendo mi rostro, pero esta vez no contuvo su deseo de besarme, ya no. La idea de que tal vez este sería nuestro último beso me hizo sollozar sobre sus labios.
Mi rodillas se sintieron débiles, porque sabía que todo sería diferente ahora. Cuando él me besó por primera vez, sentí en cada uno de mis huesos como mi destino comenzaba a alterarse.
Esta vez, volví a sentir exactamente lo mismo.
—Jeongguk, por favor...
—Dios, no puedo hacerlo —gruñó sobre mis labios, aferrándose a mi cercanía con todo lo que tenía, su nariz seguía acariciando la mía—. No sé cómo dejarte ir —admitió sin aliento, respirando como si le faltara el aire, permitiendo que más lágrimas resbalaran por su rostro—. No puedo.
—Por favor —supliqué, enterrando mi rostro en su pecho, dejando que me abrazara con toda su fuerza, llorando desconsoladamente entre sus brazos porque sabía que nunca nada se sentiría tan bien como ser sostenida por el. Mi corazón se rompió una vez más.
Se rompió porque iba a extrañar y añorar su toque y la seguridad de sus brazos a mi alrededor, envolviéndome en su ser, rodeándome con su calor y encapsulándome en un momento a su lado. Nada volvería a sentirse así.
Estaba cansada del peso en mi corazón, mi alma se encontraba anclada a todo lo que temía. Podía sentir que todo el mundo se invertía. Jeongguk dijo cosas horrible como "te esperaré" y "te lo prometo", y yo no pude hacer más que llorar y necesitarle.
No hubo final feliz. El sol se escondió, no hubo colores en el cielo, ni música bella, ni gente sonriendo, y apenas fui capaz de decir: adiós.
Adiós, una palabra que sonaba tan fácil, pero que no pude pronunciar sin ahogarme en mi propio llanto, negándome a ver sus ojos mientras esperaba, rogaba...que se acabara.
Jeongguk puso una carta en mis manos, besó mis labios una última vez, susurrando con tristeza lo mucho que me amaba. Me amaba. ¿Cómo era que eso había dejado de ser suficiente?
La separación, la decepción y el engaño le hacía cosas raras al cuerpo, provocaba una división continental entre la mente y el corazón, causaba duda y distorsionaba verdades por mentiras, hasta que ya no podías distinguir la fantasía de la realidad.
Jeongguk llegó como una tormenta a mi vida, inesperada, dejando un gran lío detrás. Pero yo lo quise así, y a pesar de que nunca planeé enamorarme de él, a pesar de que nunca planeé amarlo, lo hice.
La gente creía que amores así sólo existían en cuentos de hadas. Yo creía que no era más que un cliché. Jeongguk rechazaba la sola idea. Pero entonces ocurrió. Nosotros ocurrimos. Y nunca lo planeamos, nunca lo esperamos.
Al igual que nunca planeamos esto.
Acabar así.
Jeongguk llenó mi mente e invadió mi corazón sin intentarlo. Entró en mi mundo, se convirtió en la fuente de mi propia sonrisa, pero resultó ser la razón que acabó con mi fantasía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top