❛ 01 ❜
U N P L A N N E D
uno
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❛ 𝓔xtraños ❜
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❝ Creo en las coincidencias, las coincidencias ocurren todos los días, pero no confío en ellas. ❞
ㅡ Elim Garak, Star Trek.
18 DE ENERO, 2019.
03:47 am.
❪ ❛ JEON JEONGGUK ❜ ❫
SENTÍ EL SABOR METÁLICO de la sangre en mi boca y escupí asqueado en el lavamanos. La herida interna ardía y debía admitir que dolía como el infierno. Mi labio inferior estaba roto, ahí es donde había recibido el puñetazo más certero y era evidente, sin embargo, no era ese lugar el único en donde había sido golpeado, la prueba de eso se encontraba en todo mi —ahora— muy magullado rostro. Era una mierda y estaba bastante seguro de que las partes maltratadas comenzaban a hincharse de una manera grotesca. Y por si eso fuera poco, lucía como un maldito desastre de los pies a la cabeza. Maldije para mis adentros a los responsables de esto y le eché una ojeada a Mingyu, quien parecía estar en peores condiciones que yo.
—No puedo seguir haciendo esto, ya estoy cansado de esta mierda, te juro que estoy dejando de ser tu amigo en este preciso momento —declaró él, con un tono de voz quejumbroso y una mueca de dolor en el rostro—. ¿En qué carajos te metiste esta vez, huh?
Mingyu estaba cabreado y la suposición de que esto era culpa mía era...más bien justificada considerando incidentes pasados, pero esta vez no tenía nada que ver conmigo.
No había hecho absolutamente nada.
Sí me había metido en un par de problemas en el pasado, pero eso se había acabado. Estaba tratando de reivindicarme, pero me estaba resultando como la mierda.
—Esta vez soy inocente —juré, acercándome a la llave del agua para poder limpiar la herida sangrante de mi labio.
—Ya, sí, claro, inocente —Mingyu gruñó visiblemente fastidiado e inclinó la cabeza hacia adelante, pellizcando ambas fosas nasales justo por debajo del tabique en un intento por cortar la hemorragia—. Te golpearon sólo porque eres un buen samaritano, ¿verdad? no me vengas con eso, casi me matan por tratar de defenderte.
—Tú los viste. Fue el ex novio de Mirae y toda su tropa de idiotas. ¿Qué culpa tengo yo de que ese enfermo aún esté obsesionado con ella? —me defendí.
—¿Ahora peleas por chicas? —levantó una de sus cejas y me miró con incredulidad.
No, no peleaba por chicas, no lo había hecho nunca y no empezaría hoy, no se trataba de eso.
—Cuatro imbéciles nos atacaron por la espalda sin ningún motivo, al igual que tú no iba a quedarme de brazos cruzados recibiendo la paliza de mi vida —aclaré, tomando dos toallas y saliendo del baño, fui directo a la cocina y Mingyu me siguió—. No estaba peleando por ella, peleaba para salvar mi culo.
Me gustaba Mirae, era una linda chica, pero no estaba interesado en aguantar todo este drama sin sentido que acarreaba, no valía la pena.
—Siempre acabo metido en medio de tus líos, nuestra amistad va a acabar conmigo algún día —rezongó, sin dejar de hacer presión en su nariz.
Saqué dos bolsas pequeñas de hielo de la nevera y las envolví en diferentes toallas. Le tendí una compresa a Mingyu y la otra la presioné en la lesión que tenía en mi mejilla. Mingyu hizo lo mismo, pero sobre su ojo.
—Seulgi nos va a echar a patadas —aseguró, probablemente al acordarse de que nos encontrábamos en el departamento de la susodicha.
Y seguramente tenía razón.
En cualquier otra ocasión habría regresado directamente a mi casa después de ser apaleado por cuatro gorilas, sin embargo, esta vez se presentaron ciertas desafortunadas complicaciones.
El cabrón ese había reventado dos de mis neumáticos. Eran las tres de la madrugada y no había forma de que pudiese regresar en coche, y debido a que Mingyu se estaba quedando conmigo mientras preparaban su nuevo departamento, no nos había quedado otra más que recurrir a Seulgi. Bueno, al departamento de Seulgi.
Cuando llegamos, el lugar estaba completamente vacío, lo cual indicaba que ella aún no regresaba del aeropuerto. Agradecí que fuese así porque no deseaba que nos viera de la forma en la que nos encontrábamos hace apenas unos minutos atrás. Ambos éramos un desastre, cubiertos de tierra y sangre. Y conociendo lo dramática y exagerada que era, sin duda hubiese hecho un gran lío sobre lo sucedido. Probablemente me habría gritado, regañado y finalmente me habría culpado. Aunque, estaba seguro de que cuando nos viese aquí, iba a sermonearme de todas formas; simplemente porque esa era la clase de amiga que Seulgi era.
Y bueno, porque siendo justos, ella había estado planeando este día durante mucho tiempo y definitivamente no me quería aquí para arruinarlo.
Su preciada mejor amiga —de la cual me había hablado hasta el cansancio— iba a mudarse hoy, aquí, junto a ella. Ese había sido su plan desde un principio, al parecer desde que alquiló este departamento, sin embargo, la chica se vio en la obligación de posponer el plan por complicaciones que no me importaban y que desconocía, hasta el día de hoy.
Nunca había visto a Seulgi más emocionada y feliz que el día en que me informó que su adorada amiga finalmente se mudaría aquí, a Seúl. Y de verdad que no tenía intención de fastidiar su esperado reencuentro, pero no tenía otra opción. Cuando Seulgi llegara de recoger a su nueva compañera de piso, iba a explicarle todo y esperaba que no nos echara a patadas de aquí.
—Ella entenderá —aseguré, rogando internamente para que eso fuese cierto—. Espero.
—Ahora que lo pienso —hizo una pausa, viendo el reloj de la pared—. Ya es muy tarde y ella aún no regresa ¿estará bien? —me preguntó, preocupándose innecesariamente.
—Los aviones algunas veces aterrizan en la madrugada, Mingyu —le recordé—. ¿Por qué aún no te lavas la cara? estás lleno de tierra.
—Y es por tu culpa —escupió, recordándomelo y restregándomelo en la cara—. Ya vengo.
Que no era mi bendita culpa, quise repetir hasta que recordé que en algunas ocasiones hablar con Mingyu era como hablar con una pared, así que simplemente decidí ignorarlo y caminé de vuelta a la sala de estar. Allí me recosté sobre uno de los elegantes sofás que Seulgi había adquirido hace un par de semanas. No podía hacerlo en presencia de ella sin ganarme un puñetazo en alguna parte de mi anatomía, así que aproveché su ausencia para descansar mi apaleado cuerpo.
Al pasar unos minutos, dejé la bolsa de hielo cubierta con la toalla sobre la pequeña mesa de centro y volví a recostarme sobre el cómodo sofá, esta vez con la intención de dormir aunque fuese cinco minutos.
No recordaba la última vez que había estado tan cansado. Quizás se debía a que estaba teniendo una contusión por todos los golpes que había recibido, o tal vez no, probablemente sólo era el resultado de no haber dormido bien durante más de dos semanas. De cualquier manera, mis ojos comenzaron a cerrarse solos en tiempo récord. Escuché a Mingyu gritar algo desde el baño, pero lo ignoré porque probablemente sólo estaba quejándose de alguna tontería.
Me removí un poco en mi lugar, tratando de buscar una posición cómoda, pero me incorporé con rapidez y de forma casi automática en cuanto escuché como alguien trataba de abrir la puerta.
La verdad me sentía algo enajenado, no estaba seguro de si había dormido o no, se sentía como si sólo hubiese pestañeado. Los párpados los sentía pesados, pero de todas formas me apresuré en moverme, de modo que quedé sentado correctamente sobre el sofá, por si acaso.
Definitivamente no deseaba empeorar la furia de Seulgi al verme arruinar sus valiosos muebles.
Me preparé mentalmente para soportar los regaños de la histérica de mi amiga, pero cuando la puerta se abrió y pude ver de quien se trataba, me sorprendí al no verla allí.
Sí, podía estar algo soñoliento o poco consciente, pero esa chica definitivamente no era Seulgi.
Vaya.
La chica parada inofensivamente en el umbral de la puerta debía de ser la famosa amiga de Seulgi. Y así como yo no me esperaba verla allí, ella seguramente no se esperaba verme a mí.
Su mano soltó con mucha lentitud el pomo de la puerta y me observó con atención por un breve instante, luciendo entre temerosa y desorientada. Su inocente reacción me causó cierta gracia. Ella sonreía, o bueno, al menos lo hacía hasta que me vio, entonces la expresión de felicidad en su rostro se transformó en una de confusión.
—Uhh —aclaré mi garganta sutilmente, poniéndome de pie al mismo tiempo—. Hola, extraña.
No deseaba que se espantara por ver a un hombre desconocido —y apaleado— en la que sería su nueva casa, así que traté de dedicarle la más amable y cortés de mis sonrisas.
Sus labios se entreabrieron ligeramente y sus ojos me miraron con perplejidad. Y en ese momento yo me percaté de lo bella y adorable que lucía la chica frente a mí. Era bonita, muy bonita. Mi corazón hizo una cosa extraña en mi pecho cuando detallé las facciones de su rostro, específicamente cuando me encontré con sus brillantes ojos. Ah, mierda, no te distraigas, me dije mentalmente, pero no pude evitarlo.
Ella estaba usando un suéter de color rojo y unos pantalones de chándal de un color gris muy claro. Su cabello era oscuro y caía sobre sus hombros con delicadeza. No parecía estar usando maquillaje y eso le daba un aspecto inocente. Bueno, eso y el oso de peluche que traía abrazando con uno de sus brazos.
—Hola, extraño —respondió ella de la misma forma, mirándome con cierta desconfianza.
Demonios, ¿Qué tan desafortunado tenía que ser como para que el universo quisiera que esta fuera la primera impresión que ella tuviera de mí? Que cruel.
—¿Dónde está Seulgi? —pregunté al fin, curioso sobre el paradero de mi amiga, aunque no tanto en realidad, sólo pensé que hablarle sería mejor que quedármele viendo como un baboso.
—Ella está con Yoongi estacionan...—comenzó a hablar, pero en seguida se detuvo a sí misma—. Disculpa, pero ¿quién eres tú?
Cruzó sus brazos sobre su pecho, quizás en un intento por lucir algo ruda, lo cual definitivamente no era posible. Al menos no cuando tenía un tierno animal de peluche en su poder.
—Jeongguk —dije sin más.
No esperaba que mi nombre le dijese algo, pero en el segundo que me presenté, noté como claramente ella relajó su postura. Un suspiro que denotó cierto alivio se escapó de sus labios y entonces las comisuras de su boca se elevaron ligeramente, formando una pequeña, pero encantadora sonrisa.
—Oh, tú eres Jeongguk —manifestó ella, tomándose un par de segundos para analizarme—. Seulgi me ha hablado mucho sobre ti.
Cosas buenas, espero, pensé para mis adentros.
De pronto comenzaba a lamentar no haberle prestado atención a Seulgi cuando mencionaba a su amiga.
—Lo mismo digo —rasqué la parte de atrás de mi cabeza y me odié por no poder recordar su nombre. Seulgi siempre se refería a ella como su mejor amiga, así que no podía recordarlo.
—Yo soy Haye —agregó al instante, como si pudiese leer mi mente.
Haye.
Hm, lindo.
Y peculiar.
—Bae Haye —añadió precipitadamente, quitando el mechón de cabello que me obstruía la vista de su precioso rostro justo antes de extender cortésmente su mano hacia mí.
Bae Haye.
Muy bien, no volvería a olvidarlo, eso era seguro.
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