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Apenas terminé mi conversación con mamá, me fui directo a mi cuarto y tomé mi celular.

Marqué el número de Marcus y llamé. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que eran las tres de la madrugada.

Al tercer tono, mi amigo atendió.

—¿Eric? ¿Qué sucede bro?— Del otro lado del celular se notaba la cansada voz de Marcus.

—¿Qué NO pasó? No lo puedo creer, dios, es inaceptable, no vas a creerlo... Mi mamá ha enloquecido por completo... ¿Sabés qué es peor? ¡Yo la apoyé! ¡Dije que sí! Pero que no seré idiota...— Desesperé al borde del colapso nervioso.

—Oye, tranquilo viejo, respira hondo Bro... O sea, chaval, ¿Qué puede ser tan malo? Relaja esos nervios... ¿Sí?

—¿¡Relajarme!? ¡No pidas que me relaje! Joder, joder...

—Bro, tranquilo... Jijiji

—¿Marcus? ¿Estás fumado? Joder, vete a dormir, mañana nos vemos en la escuela y les cuento todo a Seam y a ti... Y Bro... Deja ya eso... Te hace mal...

—Ay, Tío, que no me pasa nada jiji, nos vemos jiji.— Colgó sin previo aviso y me dejó totalmente absorto.

Marcus, Seam y yo somos amigos desde ya hace años, y aunque no nos llevemos de lo mejor, son lo más sercano que tengo a un amigo de verdad.

Me preocupé por Marcus, siempre parecía drogado o por el estilo, aunque nunca era así, nunca supe si era normal ese tipo de comportamiento o en realidad estaba fumado.

Pero esa preocupación se fue cuando recordé un problema mayor: Un estorbo en casa vendría.

Un niño, un endemoniado niño de quince, aquí, ¡En mi casa!

Tocará mis cosas, desordenará todo, se comerá todo, destruirá lo que vea a su paso... Me robará mi lugar de hijo menor...

Y por sobre todo, sería un esfuerzo más para mamá.

Maldita sea.

Ni lo conocía y ya lo odiaba.

Por lo menos, falta bastante para que mamá lo pueda adoptar, ¿O no?

Y cuando él esté, ¿Qué haré? ¿Lo tendré que cuidar? ¿Cómo rayos cuido a un niño?

Espera... Un niño... ¿De quince?

Vale, no era TAN pequeño... Supongo...

De todas formas, mientras más mayores, más molestos, más rebeldes. ¡Nadie me saca el papel de rebelde!

Y así fue como me pasé dos horas o más pensando y dándole vueltas al asunto. Sólo pude quedar dormido por unos segundos cuando el despertador sonó. Ugh, maldita sea. Me había olvidado de que tenía clases.

No había logrado dormir ni una endemoniada hora y ya debía ir a la escuela, ¡Qué jodido es el mundo!

Como la estúpida rutina de siempre, me quedé cinco minutos asimilando lo de la noche anterior y dándome ánimos para levantarme de una vez y darle la bienvenida al oscuro y asqueroso mundo en el que me veía obligado a vivir.

Luego de cambiarme con lo primero que vi, de ver mis terribles ojeras en el espejo, ir al baño, y sobre todo y lo más importante, desayunar mi taza diaria de cereales, me fui a la escuela, sin antes mandarle un mensaje a mamá de que ya estaba saliendo, para no hacerla preocupar.

Ella se preocupa de más, y se arrepientía tanto de no poder pasar más tiempo con nosotros por su trabajo.

Así que cuando ya estaba todo, salí para la escuela, como esta quedaba cerca, iba a pie.

Fui casi a paso tortuga, y no necesariamente porque estuviera llegando temprano.

Cuando al fin entré a mi clase, sentí como si hubiera corrido un maratón de mil kilómetros, y ni dos cuadras había caminado.

—Eric, tarde.— Dijo de forma despectiva el profesor de química con una mirada de profundo desprecio.

Sostuve su mirada con una sonrisa burlona y caminé hasta mi asiento con todo el egocentrismo que mi inútil ser tenía.

Al profesor pareció molestarle mi actitud, porque estaba que echaba chispas.

Sonreí aún más al saberlo.

Y luego, como un balde de agua fría, una idea se presentó en mi cabeza. ¿Y si el niño ese, el adoptado, me tratara así, como traté al profesor? ¿Cuántos puños le daría?

Volví a perderme entre toda la maraña de pensamientos que mi mente iba tejiendo poco a poco, y para cuando ya me di cuenta, la clase había terminado.

Salí del salón acompañado por Marcus. Él debería de estar en un curso más adelantado que yo, pero como se quedó de año, ahora le tocaba compartir clases conmigo. En tanto a Seam no le había tocado tal privilegio, él iba un año menos, pero a pesar de eso, siempre terminábamos juntándonos en alguna parte de la escuela.

Esos dos chicos eran mi mundo dentro de la gran prisión en la que me veía diariamente a asistir. Sin ellos, no hablaría con nadie aquí.

Marcus y yo, con tan sólo compartir miradas, supimos que debíamos ir al patio tracero del lugar, y esperar a Seam allí.

En el camino lo encontramos;  apenas llegamos al sitio, y pudimos asegurar que nadie era capás de escucharnos, Marcus habló.

—Bien, ¿Qué chucha te pasó ayer? ¡Habla tío...!—Parecía serio, aunque eso era técnicamente imposible para él.

—¡Sí! Dinos Eric... — Seam usó aquel puchero infernal el cual sobornaba a cualquier persona.

Suspiré para mis adentros y decidí hablar, a penas pensé en qué decir, se me heló la sangre. Entre tanta atención volvía a olvidar la existencia de una nueva molestia en casa.

—Bueno... Es que... — Y ¡Boom! Todo el odio y bronca que se fueron a la madrugada regresaron redoblados.— Mi mamá, ella. Ella enloqueció. Está loca. Ha perdido la cordura totalmente y no lo entiendo. No entiendo por qué hace lo que hace.

Ambos me observaron en busca de una explicación, yo simplemente volví a suspirar y me consumí en mi bronca. Si algo odiaba, era demostrar mi debilidad, y para mí, el enojarse es una debilidad.

Por eso, callé y aguarde el momento justo para dejar salir las palabras indicadas.

Seam, el más bajo e infantil de los tres, quedó a cuadros y sonrió intentando evitar el hecho de no entender ni media palabra.

Y Marcus, el más alto, y para variar, más fuerte, sólo esperó a que continuara.

—Mi mamá decidió adoptar a un puñetero niño... De quince malditos años.— Resumí toda mi frustración.

El rostro de mis amigos era un dilema, el más alto mostró una cara de quien comprende tu dolor, y en cambio, el menor sólo quedó en blanco, como si no reaccionara.

—¿Y eso qué tiene Bro?— Dijo Seam.

—¿Que qué tiene? ¡Seam, un niño!— Rugió Marcus como si todavía intentara asimilar lo dicho.— Dios, Eric, te regalo tu suerte. Los hermanos menores son el peor parásito que podrá haber en el mundo, usurpan tu espacio, tu casa, tu vida.

Sus palabras aún resurnan en mi cabeza como un horrible recordatorio, que quisiera evitar.



***

Siempre me tardo en actualizar todas mis historias -w-*

Jdksjdkdkdk no tengo mucho que decir... Hasta luego :3

Votad si os ha gustado(? :v

♥♥♥

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