Capitulo 6b
Lugar desconocido
Narra Niara
Ya estoy de vuelta, siento mucho el retraso. Ha habido ciertas... Complicaciones y el tiempo se me ha echado encima.
Te he traído un té y unas pastas, aunque veo que mi ausencia te ha sentado bien. Ya no estás con tan mala cara.
Bueno, voy a poner todo en marcha, dame solo unos minutitos y...
¿Es cierto lo que ven mis ojos? Parece que los amigos de los Ositos se han encontrado con unas lindas muñequitas.
Umm... Si está por ahí cierta "amiga" mía, el resultado será muy interesante.
¿Te parece bien? ¡Fantástico! ¡Allá vamos!
******
Casa de muñecas
Narra Chica
Quería gritar, pero la voz parecía que se me había quedado atascada en la garganta. ¿Cómo es posible que existieran unos seres como esos?
Golden y Foxy se pusieron en posición de ataque de forma inmediata, blandiendo lo único que tenían para usar como arma: el caballito de juguete y la extraña espada.
Por mí parte, no tuve otra opción más que esconderme detrás de ellos. No podía hacer gran cosa con aquella tetera, incluso aunque esta hubiera aumentado su tamaño de forma considerable.
Aquellas cosas comenzaron a gritar de forma desgarradora, emitiendo unos gritos similares a los de un bebé, solo que mucho más agudos y aterradores.
Se lanzaron contra nosotros. Y todo se tornó caos.
Crujidos.
Chasquidos de huesos y porcelana rompiéndose.
Gritos. Aquellos horribles gritos que se clavaban en tus oídos como cuchillos.
Terminamos cubiertos por una especie de liquido viscoso de olor pútrido que casi me hace vomitar. La cabeza empezó a darme vueltas mientras todo se ponía borroso.
Mis piernas fallaron. Lo siguiente que sentí fue un punzante y agudo dolor cuando mi cabeza impactó contra el suelo, que aunque no era lo suficientemente fuerte como para hacer que me desmayara, no tenía fuerzas para levantarme de nuevo.
Foxy y Golden corrieron la misma suerte unos segundos más tarde, dejándonos indefensos sobre el viscoso líquido del suelo.
Mi desesperación aumento cuando vimos llegar más muñecas, que nos arrastraron hasta lo que parecía ser un enorme taller al aire libre. Me subieron a una especie de mesa camilla, solo que más pequeña, de forma que los brazos y las piernas quedaban colgando fuera de ella.
Me ataron los brazos y las piernas a unos postes que estaban a los lados y en la zona inferior de las camilla, sujetándome a la misma de la cintura.
A Foxy y a Golden los metieron dentro de una jaula de pájaro gigante, dejándolos simplemente tirados sobre el suelo.
A pesar de que mi malestar y el dolor de cabeza continuaban presentes, traté de soltar mis ataduras cuando vi que varias de esas diabólicas muñecas se aproximaban hacía mí. Tan solo conseguí que mis muñecas se arañaran y empezaran a sangrar ligeramente.
Se situaron a mi alrededor, mientras blandían sus tijeras.
-¡SOLTADME! ¿¡QUÉ ESTAÍS HACIENDO!?- Empezaron a cortar mi ropa con sus afiladas tijeras. El pánico dentro de mí crecía cada vez que el frío y oxidado metal rozaba mi piel.
Poco a poco, mi ropa era reducida a jirones. Las lágrimas ocasionadas por el pánico empezaron a acumularse en mis ojos cuando cortaron mi sujetador y lo retiraron de forma brusca, dejando sobre mí tan solo una prenda.
Pero se quedaron mirándome. Quietas, sin hacer nada. Examinandome con sus ojos sin vida. No sé cuánto tiempo estuvieron así, pero finalmente una de ellas alargó su mano hacia mí. Quise apartarme, gritar... Pero el miedo me tenía paralizada y sin voz.
Pasó sus fríos dedos sobre mis pechos, antes de agarrarme el derecho y pellizcar mi pezón. Las lágrimas se desbordaron de mis ojos e inundaron mis mejillas al notar el frío tacto de la porcelana sobre una zona tan sensible. Otra muñeca hizo lo mismo en mi seno izquierdo.
Incontables frías manos de porcelana empezaron a manosear mis pechos provocando que, aunque no me hacían daño, mi llanto se intensificará.
Algunas de esas heladas manos empezaron a deslizarse por mi estómago y mi cintura, hasta llegar a la última prenda que me cubría.
-¡No! ¡NO! ¡POR FAVOR!- De nada sirvieron mis súplicas, pues aquel trozo de tela fue cortado sin miramientos.
Movieron las barras que sujetaban mis piernas, dejándolas todo lo abiertas que pudieron, dejando al descubierto mi entrada, a pesar de lo mucho que me resistí.
Actuaron de las misma forma que cuando descubrieron mis senos. Un grito desgarrador brotó de mi garganta cuando pasaron sus helados dedos sobre aquella piel tan sensible.
Me estaban violando, aunque no fueran bruscas y me tocaran con delicadeza.
Tuve la seguridad absoluta cuando una de ellas introdujo con cierta delicadeza sus dedos entre mis pliegues, moviéndolos lentamente.
-¡PARAD!-
-¡SOLTARLA AHORA MISMO!- Golden y Foxy se habían recuperado parcialmente y me miraban llenos de impotencia mientras trataban de abrir la puerta de la jaula.
No sé cuánto tiempo estuvieron violandome, pero a mi me resultó eterno. Me costaba respirar debido al llanto y lo único que oía eran los gritos de Foxy y Golden. Me dolían las piernas por tenerlas tanto tiempo abiertas, tenía los pechos rojos e irritados por los constantes manoseos y mi sexo ardía dolorosamente debido a que la fricción producida por aquellos dedos de porcelana no se había detenido ni un segundo desde hacía horas.
Pero eso no las detuvó.
Continuaron con ello, mis ojos no fueron capaces de dejar caer una lágrima más, la voz de Golden y Foxy sonaba desgarrada y rota por sus continuos gritos.
Paso tanto tiempo que cayó la noche. Sólo entonces se detuvieron. Una a una, fueron retirando las manos de mi cuerpo y marchándose.
Pero tres se quedaron. La que tenía sus dedos dentro de mí era una de ellas. Aunque ahora no los movía, no los había retirado, causándome a estas alturas un leve pero palpitante dolor.
De pronto, las otras dos se movieron, agarrando cada una con una de sus manos mis senos de forma que se entrevieran levemente entre los huecos que dejaban sus dedos.
La tercera también se movió y, dejando sus dedos aún dentro de mi zona, apoyó el resto de su mano sobre mi pubis.
No se movieron ni un centímetro más. Se quedaron en esa posición toda la noche, sin dejarme dormir.
El frío del alba envolvía mi cuerpo, haciendo que temblara sin control.
Las muñecas se aproximaron de nuevo, está vez, poniendo en marcha varios de los brazos artículados que rodeaban la zona en la que me encontraba. Vi que depositaban algo sobre una mesa, pero no supe decir de qué se trataba.
Finalmente, las tres muñecas que habían hecho también de mi noche un infierno, se retiraron. La que había corrompido mi sexo fue la última en marcharse, retirando sus dedos de mí interior de forma brusca, causándome un agudo dolor.
Mi cuerpo estaba totalmente entumecido, no podía moverme aunque hubiese querido.
Las máquinas se pusieron en movimiento.
Mis ganas de llorar regresaron; al final de aquellos brazos había todo tipo de instrumentos de tortura: tenazas, sierras circulares, agujas... Parecía que mí pesadilla no iba a terminar.
Pero cuando descubrieron lo que habían dejado en aquella mesa, la desesperación y el terror más puro me recorrieron el cuerpo como un rayo.
Brazos y piernas de muñeca y hebras de lana de color rosa sucio.
Me iban a convertir en una de ellas.
-¡CHICAAAA!- Los gritos de mis amigos parecían tan lejanos. El único sonido que podía percibir con claridad era el de aquella sierra que se aproximaba lentamente hacia mí brazo para cercenarlo.
Cuando solo faltaban unos segundos, cerré mis ojos y los apreté con fuerza, esperando con resignación el dolor.
El dolor nunca llegó. En su lugar, un sonido similar a una batería de cañones y el ruido de maquinaria rompiéndose lleno el aire.
Hasta mi nariz llegó un fuerte olor a pólvora, mientras que mis oídos recibían el grito agonizante de las muñecas y el silbido de los sables.
Alguien se aproximó a mí, pero yo era incapaz de abrir mis ojos de puro terror. Pero este se desvaneció al sentir como alguien cortaba mis ataduras y dejaba caer una suave manta sobre mi cuerpo desnudo.
-¡Esas muñecas son más bonitas como día para los cañones de mi nave!- Una risa femenina algo desquiciada hizo que abriera los ojos de par en par y mirara a mi salvadora: una joven con cola y orejas de zorro, de cabello rojo sangre, de la altura de Niara pero menos flacucha que esta. Sus ojos eran del mismo color que el acero.
Iba a decir algo, pero Foxy y Golden, tras ser liberados de aquella jaula, se habían lanzado a abrazarme. Aunque en otra situación les habría devuelto el abrazo, los aparte.
Después de lo de que me hicieron esas muñecas lo último que quería era que alguien me tocará. Ellos, tras un momento de incertidumbre, se percataron de mis razones, disculpándose con la mirada.
-Bueno, creo que llegue un poco tarde.- Aquella chica pelirroja habló de nuevo. -Pero hubo un problema con una de las velas y nos quedamos atascados.-
Al ver nuestras miradas de confusión, tomó su tricornio con una mano, mientras hacia una leve reverencia. -Mi nombre el Volpin Spirow. Soy la capitana del El ojo del zorro.- Añadió levantándose y señalando hacia un enorme navío de velas grises que parecía estar sostenido por unas patas articuladas similares a las de un insecto.
-Vamos. Creo que tengo algo de ropa que te servirá.- Dijo, mientras se dirigía hacia el navío. -A no ser que prefieras quedarte así.-
Con ayuda de mis amigos baje de aquella camilla y, tras colocarme bien la manta, nos encaminamos hacia el barco.
Antes de entrar en su interior, me di la vuelta, contemplado el paisaje. Esa noche tuve mucho tiempo para pensar.
-Freddy... Espero que a ti no te haya ocurrido nada malo.- Lancé al aire mis palabras y me adentre en el interior del barco.
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Narra Niara
¡Ha sido realmente intenso! Supongo que es perfecta para para recomenzar.
...
¡Soy una sádica! Además, sabía que Volpin iba a llegar. No había peligro real. Tú no pareces tener tan mala cara, lo que le pasó al conejito azul fue mucho peor... Si te pasa algo, dímelo, y ya veré qué haré esta vez.
...
¿De qué conozco a Volpin? Somos viejas "amigas", aunque ella es algo más arisca e irascible que yo. De todas formas, aquí todos estamos locos.
¿Te gustaría conocer a más "amigos" míos?
...
¡Ok! Déjame hacer unos ajustes y enseguida lo tengo.
******
Palabras: 1753
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