|Capitulo 1|


La historia del hilo rojo y la leyenda de Zeus, que dividió a los seres humanos en dos, son relatos que exploran el destino y la búsqueda del amor eterno. Hablan de cómo las almas deben encontrarse para experimentar esa conexión única al menos una vez en la vida. Aunque todas estas son leyendas, hay una que resuena de manera especial: la historia de dos almas que se amaron con tanta intensidad que hicieron lo imposible para estar juntas por la eternidad.

Sin embargo, su decisión no fue como esperaban. Estas almas lucharon por reencarnar en tantas vidas como fuera necesario, superando obstáculos y barreras, con el único objetivo de amarse sin restricciones.

Es sumamente curioso que se hable de amor cuando el mundo se encontraba sumergido en tinieblas, donde la noción de dioses aun no emergía. Pero esa es otra historia que no me corresponde contar. Lo que sé es que mi llegada al mundo fue inesperada y, al principio, no creía que pudiera tener una conexión tan profunda con esta leyenda. Sin embargo, el destino tiene maneras misteriosas de revelarse, y mi historia es testigo de ello. Para entenderlo, debo llevarte al principio del fin de esta fascinante narración

Vengo de un reino lejano, donde la única fuente de magia que había era yo. Todo comienza con una gota que cayó del sol que dio vida a una flor mágica llamada Solaría. En aquel tiempo, mi madre se encontraba gravemente enferma, lo que complico su embarazo. Mi padre, el rey, mando a guardias para que buscaran aquella flor mágica que prometía  curar cualquier enfermedad incluso hacia que las personas vivieran por años, rejuveneciendo a toda persona que la utilizara. Cuando por fin la encontraron y mi madre la ingirió y en cuestión de minutos su estado de salud mejoro, pero con lo que no contaban era que gracias a ello, su poder había sido pasado hacia mi, adquiere aquellos dones maravillosos.

Gracias a ese acontecimiento inspiro a mi padre a ampliar su visión, forjando alianzas con reinos o pueblos vecinos. También opto por enviarme a la mejor escuela de magos del lugar. Aunque al principios tenían dudas , pronto comenzaron a verlo como una unidad de fuerza y protección para que, en algún momento futuro, yo pudiera liderar a mi pueblo sin temor de que fueran a raptarme.

Pertenezco a la casa de Ravenclaw, lo cual me hace sentir bien y me identifico plenamente con sus valores. En Howard, también se encuentra mi mejor amiga Mérida, quien pertenece a Griffindor. Aunque nuestras personalidades son diferentes, nos complementamos a la perfección. Nos conocemos desde la infancia, ya que, como mencioné antes, nuestros pueblos formaron una alianza. Sus padres me consideran como una hija y los míos la ven de la misma manera. Ambas hemos sido siempre curiosas por la vida y la naturaleza; amamos la libertad y disfrutamos descubriendo cosas nuevas y explorando lo desconocido.

—¡Hola, chicas! ¡Un bonito día para explorar! —expresó Hiccup con entusiasmo.

En nuestro pequeño grupo se unió un apasionado amante de los dragones, un chico que pertenece a la casa de Hufflepuff. Proviene de un remoto pueblo vikingo, y aunque sus padres consideran a Mérida su enemiga, sé que la realidad es muy diferente. Desde que lo conocí, su comportamiento ha sido peculiar; hay algo en él que no puedo definir con claridad, pero esa extrañeza ha ayudado a disipar los prejuicios que arrastrábamos desde casa, empezando por Mérida.

Al principio, la convivencia fue complicada. Sin embargo, siempre he sido el nexo entre ellos, el punto de encuentro en medio de la tensión. Con el tiempo o como fuimos avanzando en la escuela, noté un cambio en Mérida; sus mejillas se sonrojan al verlo, y una sonrisa iluminaba su rostro cada vez que teníamos clase con él. Durante la lección de arte, aunque no se considera buena dibujando, se pasaba el tiempo observándolo con una mirada soñadora. Me di cuenta de esto hace un año, no hace tanto. Al principio, no comprendía lo que estaba sucediendo; supongo que siempre había estado allí, pero mi ingenuidad en asuntos del corazón me dificultaba ver la realidad.

Conforme hemos ido creciendo y enfrentando nuevas experiencias, los sentimientos se han vuelto más evidentes. Honestamente, no puedo negar que me di cuenta de lo que sucedía hace un año porque, por primera vez, algo similar me ocurrió a mí. Me atrapó la confusión y la emoción del romance, y aunque pueda parecer un tema complicado, he empezado a entender que a veces los sentimientos florecen de la manera más inesperada.

Semanas antes, había comenzado a circular un rumor en Slitherin: un chico nuevo había llegado al instituto, descrito como él chico más guapo del mundo ya que  desafiaba toda descripción. Me enteré de esto mientras me sumergía en las páginas de un libro en la biblioteca, un refugio donde la realidad solía desvanecerme. Sin embargo, aquella conversación logró atraer mi atención de una manera inusual. Aunque por lo general estaba completamente absorta en mis lecturas, la idea de conocer a este misterioso chico me despertó una curiosidad que no podía ignorar.

No tenía planes de buscarlo, pero a medida que los días pasaban, la intriga se acumulaba. Un día, al salir de la biblioteca una noche, me di cuenta de que había perdido la noción del tiempo; el sol ya se había ocultado y debía regresar a mi cuarto antes de que le descontaran puntos a mi casa. Decidí tomar un atajo por uno de los jardines de la escuela, sin imaginar que ese breve desvío cambiaría todo.

Fue entonces cuando algo inusual captó mi atención: un pequeño copo de nieve danzando suavemente en el aire, como un susurro de invierno en plena primavera. Alcé mi mano, deseando tocarlo con delicadeza. Al hacer esto  me di cuenta de que el jardín, que debería estar floreciendo, estaba cubierto de una ligera nevada. Intrigada, me acerqué sin mostrarme ante la luz de la luna,  levanté la mirada hacia el cielo. Allí estaba él, sentado despreocupadamente en una vara de madera, dándome la espalda.

Había algo peculiar en su presencia; sus pies descalzos se encontraban jugando con los copos que caen con mucha delicadeza, y su cabello blanco brillaba como un halo en el crepúsculo. Sin previo aviso, giró ligeramente la cabeza, sus ojos se encontraron con los míos y, en ese instante, sentí una punzada en el pecho, como si un hechizo hubiera sido lanzado sobre mí. Una brisa ligera recorrió mi cuerpo, trayendo consigo una mezcla de nervios y emoción. Retrocedí un poco por los nervios que había provocado en mí.

El tiempo se detuvo. Todo lo que había aprendido en la biblioteca, cada historia sobre el amor y el destino, palpitaba en mi interior. La conexión era inmediata y electrizante, como si el universo hubiera conspirado para unir nuestras almas en ese instante fugaz. Sin palabras, nos contemplamos el uno al otro, y su mirada parecía desnudarse de todo lo superficial, revelando un mundo nuevo lleno de posibilidades. En ese jardín nevado, rodeada de un silencio mágico, supe que había encontrado algo especial, algo que iba más allá de cualquier rumor.

—No sabía que los de Ravenclaw disfrutaran espiar—dijo, girándose lentamente, bajando hasta que sus pies descalzos tocaron el piso, dejando un pequeño rastro de escarcha. Empezó a caminar hasta quedar frente a mí. A medida que se acercaba, pude distinguir mejor aquellos rasgos. Es como si el viento mismo hubiera esculpido su rostro, un rostro que atrae la mirada sin esfuerzo, como si sus rasgos estuvieran hechos para ser descubiertos poco a poco, como un secreto guardado entre las estrellas. En él se mezcla la frescura de la juventud y la sabiduría callada de alguien que ha visto el paso de las estaciones, todo envuelto en un aire de misterio que invita a mirar una vez más. Su piel, pálida como la primera nevada, refleja una luz suave, un brillo etéreo, como si la luna hubiera decidido posarse sobre él. Las mejillas, apenas teñidas de rosa, parecen un delicado suspiro del sol en el invierno, mientras sus ojos... esos ojos, de un azul helado, reflejan mil historias no contadas. Su cabello blanco, rebelde y desordenado, parece llevar consigo la esencia misma de la travesura, como si cada hebra tuviera su propio toque de magia. Y en sus momentos de quietud, aún se percibe en él una chispa de diversión, como si el aire mismo lo rodeara de promesas de risas y aventuras por venir. Sus  labios delgados, formando una expresión que irradiaba calidez. Era delgado, pero más alto que yo, y a medida que caminaba hacia mí, me vi retrocediendo, sumergiéndome más en la obscuridad del pasillo, donde mi silueta no pudiera ser visualizada tan fácilmente. Estaba sintiendo un cosquilleo nervioso—.No puedo verte muy bien si sigues en las sombras ¿por qué no sales?—preguntó, su sonrisa iluminando el ambiente a pesar de la nieve que lo rodeaba

—No te estaba espiando, solo me llamó la atención la nieve en plena primavera —respondí, sonriendo mientras mis ojos recorrían el paisaje cubierto de blanco.

—Bueno, no puedo evitarlo; eso es lo que ocurre cuando estoy cerca —expresó entre risas, volviendo a dirigirse a donde yo estaba. Continuaba observándolo, sintiendo una extraña familiaridad que no podía colocar o incluso ignorar. —¿Y bien? ¿Saldrás? —me preguntó, su voz ahora es más suave.

Suspire con pesadez y el sonríe, viendo com atención.

Aprete mis labios, nerviosa, y salí con cuidado, manteniendo la cabeza erguida, sin bajarla, ni encorvarme, dejando que la luz de la luna me cubriera por completo. Su rostro pasó de la felicidad a una seriedad cautivadora mientras me acercaba, pero manteniendo una distancia respetuosa. Pude sentir su mirada examinando cada rasgo de mi rostro, y, de repente, con un gesto elegante de su bastón, tocó el suelo, congelándolo.

El frío me sorprendió, resbalé, y antes de que pudiera caer, él tomó mis manos, acortando la distancia entre nosotros hasta que nuestras narices se rozaron. Su risa suave llenó el aire mientras se separaba un poco, ayudándome a recuperar el equilibrio pero sin soltarme.

—No había notado que también estabas descalza —dijo, mirándome con asombro, como si cada descubrimiento sobre mí lo emocionara. —Te estás poniendo toda rojita de la cara. ¿Es por el frío?

—Es que... nunca había estado en el frío ni había visto la nieve —respondí con delicadeza, llevando un mechón de cabello detrás de mi oreja. Él frunció el ceño, como si intentara entender mejor mi situación —Sé de su existencia por los libros, pero jamás la había visto en persona —agregué, sintiendo una conexión palpable mientras nuestras miradas se entrelazaban.

—Bueno, en ese caso, puedo crear más para ti... cuando gustes —dijo, liberando finalmente mis manos, aunque su mirada seguía fija en mí. Sentí como su mirada se poso detrás de mí, viendo mi cabello—Wow, tienes un cabello largo... ¿no te duele la cabeza por el peso? —preguntó, genuinamente asombrado.

—No realmente, estoy acostumbrada a llevarlo así. Lo trenzaba en las mañanas, pero si te soy sincera... —volteé a mirarlo mientras él se agachaba para verlo mejor—, me gusta llevarlo suelto —murmuré, notando cómo él sonreía al escuchar mis palabras.

—Bueno, ya es tarde y tenemos que irnos, pero primero tengo que recoger toda esta nieve. La verdad, lo hice porque extrañaba un poco mi hogar.

—No te preocupes —respondí rápidamente, levantando la gabardina y, con la punta de mi pie, toqué la nieve. Con un suave gesto, comenzó a derretirse y de la tierra brotaron flores vibrantes, el césped recuperó su color y el árbol volvió a cubrirse de hojas verdes. Vi su rostro iluminarse de asombro, y eso me hizo sonreír.

—Wow, jamás había visto un jardín tan... colorido.

—En ese caso —dijo, volviéndose hacia mí—, puedo crear más para ti... cuando gustes.

Él sonrió, y yo me despedí con un gesto mientras comenzaba a alejarme del jardín.

—¡¿Cómo te llamas?! —gritó, su voz resonando en el aire. No respondí, ya estaba demasiado lejos para hacerlo y consciente de que si lo hacía, a ambos nos castigarían. Pero en mi pecho, una chispa de emoción crecía, la promesa de algo nuevo y maravilloso comenzaba a florecer.

Al llegar, me recargué contra la pared, cerca de la puerta de acceso, y suspiré con una sonrisa que no podía contener. Mi corazón latía con fuerza, cada golpe resonando en mi pecho como un eco de la emoción que me envolvía. Cerré los ojos, regresando a aquel instante en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez; sin embargo, había algo en mi interior que susurraba que esa conexión era más profunda de lo que creía.

Al abrir los ojos, la luz de la luna entró a raudales por el gran ventanal, bañando la habitación en un resplandor plateado. Me acerqué a la ventana, sonriendo ampliamente, sintiendo una oleada de gratitud por haberlo conocido. Era como si, al fin, hubiera encontrado una pieza que había estado buscando durante tanto tiempo, un sentimiento que desbordaba mi ser y que, a pesar de todo, aún no había logrado superar.

Al día siguiente, me desperté antes del amanecer, el corazón latiendo con un nerviosismo que apenas podía contener. Me levanté con la determinación de trenzar mi cabello, adornándolo con flores que había hecho surgir en mi cuarto. Mientras lo hacía, tarareaba suavemente, haciendo que mi cabello comenzara a brillar. Al terminar, sonreí, esperando que ese toque de belleza me llenara de esperanza, y salí corriendo de casa con el alma ligera.

Busqué a Mérida, deseando que su presencia me brindara claridad. Necesitaba hablar con ella, anhelaba una explicación sobre la confusión que me atormentaba. Pero la mañana transcurrió sin que la encontrara. En cambio, me topé con una visión que me destrozó por dentro: Jackson, besando a una chica de cabello blanco, tan radiante como las flores que había puesto en mi propio cabello. El mundo a mi alrededor se detuvo, y un frío helado se apoderó de mi corazón.

Sentí cómo la decepción me invadía, una sombra profunda que cubría la luz de mis esperanzas. Retrocedí lentamente, tratando de alejarme de esa escena, de ese jardín que antes había sido un lugar con hermoso recuerdo. La nieve cubría el suelo como un manto de dolor, y las flores que había colocado con tanto cariño habían muerto, sepultadas por el frío. Ya no eran más que recuerdos marchitos, perdidos en un paisaje helado que reflejaba mi propio desconsuelo.

Cada paso que daba se sentía más pesado, como si la nieve misma intentara retenerme, recordándome lo efímero de la belleza y lo cruel del destino. El aire se volvía denso, cargado de preguntas sin respuesta. ¿Por qué había esperado tanto por algo que parecía tan ilusorio? ¿Por qué el brillo que había sentido la noche anterior se había desvanecido tan rápidamente? ¿Acaso yo confundí todo y lo que sucedió fue algo amistoso?  La confusión y el dolor se entrelazaban en mi pecho, y mientras me alejaba, supe que ese día sería un capítulo lleno de sombras. Me sentía demasiado avergonzada conmigo misma.

Después de eso, trataba de evitarlo lo que restaba del año. Lo veía en el comedor porque de alguna forma, que aun sigo sin saber, se hizo muy amigo de Hiccup y de un momento a otro se la pasaban pegados como muéganos. Hiccup, se sentaba con nosotras, pero después empezó a irse con él, para mí era mejor, aunque podía sentir que alguien me observaba, alguna vez era Hipo, pero la mayoría de las veces era él. Parecía una princesa maleducada, lo sé, pero realmente estaba avergonzada por todo mi comportamiento infantil que había provocado. Mérida, al principio no entendía lo que pasaba y hubiera preferido que se quedara así, pero sentía horrible no decirle asi que tuve que hacerlo para que no dijera una cosa fuera de lugar que pudiera avergonzarme aún más, pero paso todo lo contrario. A veces era aún más vergonzoso. Mérida, lo cachaba viéndome, por lo que hacía escenas; insultándolo, gritándole acosador, copito de nievo y en algunas ocasiones anciano, lo cual eso hizo que fueran enemigos, provocando que lo viera aún más. No me quedo de otra que aceptar la situación. Por más que yo quisiera evitarlo, no podía, siempre había algo que hacía que nos termináramos encontrando.

Regresando a la vida actual, al presente. Me encontraba afueras de la escuela, lejos del jardín donde pasaron las cosas, leyendo un libro sobre la agronomía, tenía mi cabello un poco suelto, la demás lo tenía semi amarrado. Mientras hacía ademanes con mi mano, para hacer crecer una flor. Mientras Hicuup y Mérida platicaban sobre su semana y como estaría lo faltante, em concentre mucho en mi libro, apartándome de la situación hasta que escuche mi nombre. Volteo ligeramente a verlos y sonrió para ponerme mis zapatos.

—Vaya Zel, realmente es difícil centrarte en la conversación—empiezo a trenzar mi cabello—. Llevamos haciéndote preguntas desde que llegamos aquí.

—Lo siento, la verdad me entretuve un poco con este libro que devolveré el día de hoy.

—¿tan Rápido? Cielos ¿te acabaras los libros de la biblioteca si sigues así—. Menciona Hiccup, a él también le gusta leer, pero lo ha dejado de lado por ciertas personas que no volveré a mencionar.

—No puedo evitarlo—se pasa atrás de mi para ayudarme—.Me encanta leer, es como...si fuera parte de ellas sabes y más cuando son...—.

—De amor, si, si—expreso Mery, con un suspiro, interrumpiéndome—, Pero te diré algo y sé que soy la menos indicada para decírtelo, pero, si nunca sales de la biblioteca ¿cómo harás tu propia historia?—.Volteo a verla con seriedad y ella con cuidado, gira nuevamente mi cabeza para que Hipo, me siguiera peinando.

—Lo se Mery, pero sé que mi historia no es asombrosa y si esta es la única forma de darle jugosidad a mi vida, lo seguiré haciendo—.

—¿Quién dice jugosidad? —cuestiona Hipo. Ruedo los ojos ante tal comentario.

—pensé que esa sanción de búsqueda se había apaciguado después de que conociste a Jack—Lo último lo expresa con asco.

—Silencio Mery, Elsa te escuchara y de seguro me matara—sonrió con nerviosismo—.Además mañana empiezan los juegos de la copa, por lo que vendrán magos de otras escuelas y tenemos que estar preparadas para eso.

—Si lo sé, pienso participar este año—volteo a verla con seriedad—¿Qué? También Hipo y Jack, no puedo quedarme atrás y lo sabes muy bien—Me giro un poco para ver a Hipo, el cual deja de trenzar y suspira ligeramente. No podía creer que estaban dispuestos arriesgar su vida solamente para demostrar que casa es mejor. La única cuerda de la situación soy yo y eso que me reclaman de estar en mis libros, al menos ellos no me mataran.

—Si claro ¿segura que es por eso? —se agacha un poco para verme

—Si, además es una buena estrategia para que Anna, acepte ser mi novia—veo a Mery de reojo y ella solo aprieta sus labios con fuerza. Sabía que le dolía no podía negarlo por mucho tiempo. Además, eso me hace pensar más que su participación en la copa es para demostrar que es mejor que Ana. Desde que empiezo a querer salir con ella, casi no lo vemos y eso, a mí también me pone mal porque desde que lo conocemos a estado con nosotras y eso que antes tuvo otra novia, su nombre era Astrid, realmente se querían, pero desconozco el porqué de su ruptura.

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Esta historia es mía, pero esta inspirada en otra más.

Había una historia que me gustaba mucho y fue una de las primeras historias que leí acerca del ship, (me trae muchos recuerdos),


pero su comienzo no estaba bien explicado (su pasado) solo decia lo que ocurrio para que la historia transcurriera dejando varias incógnitas.

Yo quería saber el porqué ¿que había pasado? ¿Cómo fue todo? pero no hubo continuación ni nada, así que le dije a la autora de esa historia que si la podia hacer él comienzo y me dijo que si, así que aquí esta.

La historia fue eliminada, pero su nombre era de un big four diferente asi que el comienzo de esa hermosa historia esta aquí. Ojalá y lo disfruten tanto como yo.

Los quiero mucho, queridos lectores que me inspiran a escribir .

Cati_love

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