Capítulo 1: Esperada reunión


Parte 1

Días después del destrozo que ocasionó la pelea entre el Emperador Simeon y el Demonio Blanco José, tres de los cuatros miembros restantes de Masters se reunieron en una pequeña cafetería que, contra todo pronóstico, sobrevivió a la catástrofe. Un muchacho alto y ancho de cabello negro preparaba café detrás de la barra, mientras sus otros dos compañeros disfrutaban de unos pastelitos en la terraza, observando cómo poco a poco la ciudad era reconstruida. El empleado de la cafetería era Benjamin, Ben para los amigos. Carola se trataba de la muchacha rubia con aires de modelo, llevando ese precioso vestido blanco veraniego de una sola pieza y pamela blanca. Disfrutaba charlando con Nero, el muchacho moreno enfrente suya, sin camiseta, sombrero de paja y gafas de sol. Pinchó con el pequeño cubierto el pastelito de queso y fresa, cortó un pedacito y se lo llevó a la boca.

—No lo entiendo, ¿por qué no vamos a por ellos ya? Es una chorrada esperar.

—Mmm... Sí, opino lo mismo —opinó ella—. Pero oye, los Supernovas no me caen mal. Les compré este conjunto tan bonito. Quizás podamos dejarlos en libertad bajo ciertas condiciones.

—¿Para que te hagan la ropa?

Carola se sinceró, afirmando que así era. También quería acariciarlos, no muy seguido eran capaces de ver a semihumanos después de la masacre que G.U.N. llevó a cabo hace 200 años, dejándolos al borde de la extinción. Al minuto llegó Ben con la bandeja de aluminio.

—Café descafeinado de máquina por aquí para Carola y un carajillo por ahí, chicos —dijo dejando los cafés para sus compañeros de equipo—. Lo de los dos bandos, ¿verdad? Es sencillo, el plan es dejar que Supernovas hagan por nosotros nuestro trabajo. Si los atacamos, corremos el riesgo de que se alíen con New Dawn.

—No creo, ¿eh? —reprochó Carola—. Te recuerdo que Gai mató a sus padres. Básicamente toda la organización está conformada por gente que ha resultado herida de una u otra forma por ellos.

—Carola, escúchame, esa posibilidad aún está en el aire. Imagina que aúnan fuerzas con New Dawn en un momento desesperado, ahí sería nuestro final. Luego se pelearían entre ellos, claramente.

—¡¿Pero a qué estamos esperando?! —gritó Nero—. Cuando los Supernovas derroten a New Dawn, serán demasiado fuertes hasta para nosotros. Te recuerdo que estamos más o menos igualados con ellos. Ese tal José ha sido capaz de pelear de tú a tú contra Simeon, algo que ni William, el capitán, puede hacer. ¿Estamos locos?

—Te recuerdo que William no puede volar. —Sonriendo, Carola lamió el tenedor y le señaló con el cubierto de acero inoxidable—. Como le acierte un puño, se va para el otro barrio. Eso aplica tanto para Jose como Simeon. Él puede romper su barrera haciendo uso de su touki.

—¡El gatete le partió la crisma a Willy, Carola! —le recordó claramente irritado—. ¡Estando cansado después de haber asesinado a Alex-no-sé-qué!

—Vale, vale. No me grites. Pero ahí él tiene razón, Ben. No podemos esperar tanto.

—Es por eso que los estaremos vigilando, no esperaremos. Una vez derroten a los terroristas, ellos los seguirán al otro mundo —explicó él amablemente—. ¿Os traigo algo más?

—Mmm... Otro pastelito. El que tú quieras, porfi.

—Yo la cuenta —dijo Nero bebiéndose el café de un solo trago—. Voy a nadar un poco.

—¿De verdad los vamos a matar? Nos han salvado el culo varias veces ya, y me parecen muy majos. ¿En serio con ponerles unas tobilleras de hierro blanco para suprimir sus poderes no basta? Phoebe hace diseños de muy buena calidad, y a buen precio. Y he oído que Jose va a lanzar una línea de moda erótica. Me gustaría comprar algo de lencería.

—Carola, el enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. Recuerda eso. Somos soldados, cumplimos órdenes. Si no te gusta, presenta tu dimisión y te vas. Te recuerdo que fuiste escogida por tu poder.

—Hmm... ¿Por qué siempre actuáis como si fuerais mejores que yo?

Parte 2

—¿Qué ocurre, Simeon?

La recuperación del Emperador fue asombrosamente rápida. Sus heridas cerraron sin dejar cicatriz, su desbordante energía vital hizo aquel milagro posible. Estaba preocupado por el hecho de que quienes eran sus máximos enemigos en ese momento vivían en aquella ciudad donde dejó a su hija, a cargo de una canguro. Ella misma exigía que no colocasen vigilancia, pues quería estar con sus amigos y amigas. Y si G.U.N. detectaba actividad por la zona, harían algo. Si tan solo los Supernovas descubrieran quién era su hija, ¿cómo reaccionarían? ¿La usarían de rehén? Sin embargo, aquel escenario no parecía ser del todo posible, más bien todo lo contrario: completamente imposible. José tenía también una hija. ¿Él también había adoptado a una pequeña niña huérfana?

—Estoy preocupado por Nana, Claudia. KRAKEN nos apuñaló por la espalda, la puta de la doctora Bright se unió a ellos para secuestrar a Nana y a su amiga y experimentar con ellas. Pero Kate y unos amigos del papá de Chocola las protegieron. Un grupo de adultos plantó cara a los soldados y lograron salir de la ciudad, pidiendo ayuda a G.U.N.

—¿Vamos juntos?

—No, no quiero llamar la atención. Voy a hablar con la canguro. Quiero conocerla en persona. —Sin darse cuenta, Simeon estaba sonriendo—. También, quiero conocer al papá de Choco. Mi hija no deja de hablar de él. Le enseña muchas cosas, juega con ella y hasta han cocinado juntos.

—Je, je, je. Te está ganando como papá, ¿eh? ¿Estás celoso?

—¡¿Qué?! ¡Claro que no!

—Es broma, es broma —rio Claudia Kaiser—. Venga, va. Yo me encargo de los niños. Kyle... ¿Dónde está?

—Salió como hace media hora. No sé adónde ha ido.

Parte 3

Eran ya más de las nueve de la mañana. Hacía buen rato que los rayos del sol se filtraban por los pequeños huecos de la persiana, dando directamente en la cama y que la alarma del teléfono móvil puesto a cargar encima de la mesita de noche había sonado. Los dos felinos durmiendo felices enrollados bajo la sábana no se iban a levantar, se estaba muy a gusto como para siquiera ir al baño. La pequeña Chocola de cabello chocolate dormía abrazada a su padre José, de largos cabellos blancos.

Kate Onion, la autoproclamada sirvienta del mismo se encontraba en la cocina preparando el desayuno y Phoebe lo iba sirviendo en la mesa. Quizás algo temprano, pero había visita. Patricia Clemont se había trasladado hasta la residencia de los Lemon para consultarle unas cosas al bello durmiente. Si Jose no se levantaba en unos minutos, lo más seguro es que Rosie o su hermana lo apañaran rápido, arrancándolo de las sábanas. Hoy tocaba entrenamiento, y no solo a ellos, también a Manuel, su prima Lucía y la mejor amiga de esta, Laura. Como era su trabajo, Phoebe se quedaría cuidando de Chocola y Nana, quien ya estaba desayunando un tazón de cereales de arroz inflado recubierto de chocolate.

—Aún no me acostumbro a verte como una niña pequeña, Bonnie —dijo la portento londinense—. ¿A qué edad fuiste convertida? ¿A los 10?

—No, a los 18. Para el que le interese, soy legal.

Muy legal —recalcó Aitor riéndose—. Vamos, es una vampira, obviamente más de 18 tiene. Y dudo que realmente tengas 43 años como dice en tu carné de identidad.

«¿Por qué no ardes como una antorcha humana?», ese fue el pensamiento que se guardó.

—Aitor, te la estás ganando, ¿sabes? —amenazó—. ¡¿Y cuándo se va a levantar el muy gandul?! ¡Tiene que desayunar, no se irá a entrenar con las tostadas en el gaznate!

—No sé, Bonnie... —expresó Rosie duda—. Quizás debamos dejarle descansar un poco, hizo una auténtica locura mezclando dos estados distintos. Solo hace unos días que regresamos y seguimos molidos. Al final ni vacaciones, ni leche y picón. Déjanos descansar un poco, que es agosto y dentro de nada regresamos al instituto.

—¿Ne? —La pobre no entendía la expresión, pero más o menos sí captaba el significado de lo que la gata de cabello azabache quiso decir—. Oh, es verdad, se entra el 15 de septiembre, ¿no? Marina estaba muy emocionada porque echó matrícula y seguramente esté este año con nosotros en el instituto.

—Oh, ya sé. Patricia, ¿qué tal si subes y los despiertas? Nana se aburre.

—Ok, lo levantaré de inmediato.

—¡Eh! —dio Kate una voz—. Pero no le levantes otra cosa, ¿vale? Es mía.

Sonriendo Rosie con sus ojos cerrados, esta levantó su mano derecha y disimuladamente mostró sus garras durante apenas un segundo, pero la pervertida y desvergonzada sirvienta vio su afilado brillo, cómo las sacaba. Recién cuidadas, tratadas esa mañana con un tronco de madera. Sintiendo un sudor frío, se disculpó argumentando que lo había dicho «en broma». Claramente nadie la creyó.

«¡Chavaaaaal! Realmente es como me comentaron Alba y las demás, que las hembras son muy egoístas y más agresivas que los machos», pensó ella.

—Me parece buena idea —dijo levantándose del sofá y agarrando su muleta—. Lo arrastraré escaleras abajo si hace falta. Después de todo, no he venido desde Londres hasta aquí en vano. El teletransporte consume lo suyo.

—Aaay, amigo —dijo Aitor—. Ahora entiendo por qué no traes maleta ni bolso, solo la cartera. Por favor, otro que aparece por la espalda no, solo eso te pido.

—¡Eh, Jose, Chocola! ¡Levantaos ya, a desayunar!

Estaban muy, muy a gustos en su búnker de sábana, durmiendo en aquella especie de iglú. Patricia caminó hasta la cama e hizo el intento de jalar de la manta, sin éxito. Abrió la persiana por completo para que el sol entrara a la habitación y se vieran forzados a abrir, por lo menos, los ojos; también abrió la ventana enteramente para que se ventilase, debido al olor a «humanidad».

Darn! Tienen pisada la sábana. Oye, Jose, quiero jugar contigo.

Ella tiraba de la sábana, sin éxito. La bufanda, colgada de la silla gamer no había mostrado reacción anómala alguna, en comparación a escenarios anteriores donde capturaba objetos que se caían de las manos o la mesa, protegía a su dueño sin que este se diera cuenta, o se desplazaba sin saber nadie cuándo ni cómo de habitación a habitación, incluso entre pisos. Por no decir que también era capaz de asesinar con tal de proteger a su dueño. Una aparentemente normal bufanda de lana azul celeste con patrón de copos de nieve tejida a mano por su difunta madre. Y no se trataba de un artefacto mágico o maldito, pues no hubo reacción alguna a las cartas de Laplace ni Bonnie pudo detectar presencia alguna en ella.

—¡Venga, levanta! Despierta, Jose. ¡Contéstame! Ay, quiero jugar contigo. Porfa, hermanito.

«¡Qué molesta que es! ¡Déjame dormir!».

—Ngh... Luego... Déjame.

—¡Argh, levantaos los dos ya! ¡Vamos! ¡Tienes que entrenar! Usa tu magia, yo también quiero aprender.

Reforzando sus brazos con magia, finalmente se trajo la manta. Rápidamente su rostro se tiñó de rojo cerezo al comprobar que estaban tal como llegaron al mudno, sin que ninguna prenda de ropa cubriese sus cuerpos. Chocola tiritó un poco por el brusco cambio de temperatura y la bufanda reaccionó, arrebatando la manta y extendiéndola encima de padre e hija. Daba la impresión de que la estaba regañando.

—¡¿Pero qué haces durmiendo desnudo con una niña pequeña, anormal?!

—Grr... ¡Cállate, no me encuentro bien, ¿vale?! ¡Sácala, Konnie!

Un fuerte viento venido de ninguna parte sopló. Parecía provenir de la ventana, entrando con una potencia brutal, similar a un huracán. Sin embargo, había algo anómalo: solo ella se veía afectada. Ni un solo papel, cuaderno, póster o prenda de ropa se movió de su lugar, siquiera las sábanas o un pelo. Ella era empujada, echada hacia la puerta de la habitación. ¡Se estrellaría de espaldas contra la pared del pasillo!

—¡¡¡Nnnnghhh!!! ¡¡Aaaaaagh!! ¡Naayaaaaaaaaaa!

No pudo resistir y con un grito de terror sus pies se elevaron del suelo. Se iba a chocar contra la pared y se haría daño real, no le daba tiempo a reforzar su frágil cuerpo con magia y acabaría en el hospital. Pero sus expectativas eran demasiado bajas. Nada más cruzar el umbral pudo ver con sus propios ojos un brillo deslumbrante, blanco y radiante coronando un cielo despejado y azul.

¡SPLASH!

Patricia se vio sumergida en un inmenso cuerpo de agua. Contuvo la respiración y el poco aire que quedaba, ¡no sabía nadar! Pensaba que se iba a ahogar, así que hizo su mayor esfuerzo en salir a la superficie, cogió aire y gritó «¡Me ahogo! ¡Auxilio!», solo para ver que hacía pie, estaba al lado de la orilla y un puñado de gente y niños jugando en la arena la miraba extrañada. Aquello era lamentable. ¿Qué hacía una chiquilla vestida de manera formal en el agua, pataleando?

—A-ah... ¿Qué?

Las débiles olas que rompían en la orilla empujaron su muleta, la cual recogió de la húmeda arena. Sabía dónde había caído, aunque no tenía la certeza de si «caer» era la palabra que buscaba, pues había aparecido allí porque sí.

—Estoy... en la playa de La Rada. —Con su cabecita trataba de trazar el camino a recorrer hasta la casa. Ni siquiera fue lanzada en línea recta, terminó aterrizando cerca de aquel restaurante donde se colocan aquella atracción de camas elásticas que solo abre de noche—. ¿Qué... fue eso?

Parte 4

¡Ding, dong!

Tras tocar al timbre, Phoebe inmediatamente abrió la puerta. Parpadeó dos veces, extrañada. Patricia estaba totalmente empapada, sus ropas goteando agua y temblando del frío; ni siquiera el feroz sol de agosto pudo secar sus prendas en la caminata de veinte minutos desde donde Jose la envió a la casa. La humedad perfectamente podía costarle un resfriado.

—¿C-cómo es que estás mojada? ¿Por dónde has salido?

—No lo sé, pregúntale a tu hermano. He aparecido en la playa, frente a La Patata.

—Pasa rápido. Quítate la ropa y entra a la ducha, tienes que calentarte. La pongo en la secadora.

Parte 5

—¡Venga, atacadme!

Provocándolos Cloe, tanto Rosie como Jose aceleraron, concentrando su aura en sus puños. La tita Cloe era fuerte y su experiencia en batalla con las artes espirituales superaba a ambos. Quizás en cuanto a poder bruto no, pero en técnica iba sobrada. Con los ojos cerrados era capaz de encajar todos los golpes y desviarlos con las palmas de sus manos; daba a impresión de que los dos felinos lanzaban golpes al azar, pero se trataba de todo lo contrario, Jose y Rosie no podían estar más sincronizados.

—¡Aaaah!

De las palmas de sus manos, Jose disparó ráfagas de ki, las cuales su tía destruyó con las suyas propias. Rosie hizo el intento de invocar su lanza para golpearla, pero una raíz del árbol de al lado agarró su tobillo y la estampó contra el suelo de piedra y azulejo de la plaza. Lanzándose Jose contra ella, se preparó para una patada envuelta en llamas. Cloe la detuvo colocando en forma de cruz ambos brazos por delante de su cuerpo y, aprovechando que su sobrino quedó suspendido en el aire, conectó un potente golpe que lo hizo expulsar todo cuanto había dentro de sus pulmones.

—¡¡Gaahk!! Aaargh... ¡Aaah! La... ¿El puñetazo de una pulgada... de Bruce Lee? Ah... Bestia...

—Venga, levantad los dos. Tenemos que seguir practicando. No sé qué os pasa, pero parecéis distraídos. Cariño, luego voy contigo —le dijo a su hija—. Veamos cuánto has mejorado con el palo. Aitor, confío en ti.

—¡Sí, mamá! —contestaron los dos.

Sentadas en el banco de la plaza, Selene y Goldie estaban disfrutando del panorama. La atlética chica zorro de cabello castaño bebía a buches de la fría botella de 250 ml, y derramó parte de la misma sobre su corto pelo. La pequeña gata blanca movía las piernas, disfrutando de la paliza que su madre les estaba metiendo a su primo y la novia de este.

—¡¡Uoooh!!

Aquel bastón de aura giró y fue a parar directamente a las partes nobles del minino, dejándolo en el suelo. Incluso Aitor, quien estaba descansando sentado en el suelo junto a Tearju compartió su dolor.

—¡Perdona! ¿Estás bien?

—N-no... me diste del todo, solo ha rozado. —Levantándose medio temblando, señaló a la parte interior de su muslo, realmente falló por poco—. ¡Estoy bien, chicas! Aún no me quedo sin leche, ¡ja, ja!

«Fuera broma, me han entrado ganas de vomitar del susto», pensó para sus adentros.

—Uf, me he acojonado, porque me toca junto con Goldie —dijo Aitor—. ¿Cómo lleváis la clase de magia vosotros?

—¿Cómo crees tú que va?

Tearju, Tear para los amigos, se hallaba de pie. Frente a ella, en fila estaban Manuel, Laura y Lucía, cada uno con un cubo de agua al frente. Sostenían lápices de madera, con los cuales tenían que mejorar su concentración y, con magia de viento, elevar el agua del balde y volverla a depositar. Era un ejercicio sencillo, pero muy tedioso. La más mínima perturbación provocaría que el agua se saliese del contenedor. Y precisamente por ello los colocó al lado de donde Cloe peleaba con su sobrino, para que mejorase ante la adversidad.

—Venga, vamos —exclamó la maestra animándolos con aplausos—. Vosotros podéis.

—Es muy difícil.

—Lucía, solo tienes que desear mover el agua; concentra tus fuerzas, toda la energía a la punta del bolígrafo. ¡Agua, muévete, yo te lo ordeno! Cosa así.

—Grr... No se mueve lo más mínimo. ¿Cómo lo haces, Manu?

—Ni puta idea, Laura. Me sale solo, pero no lo controlo. Mira.

Diciendo eso, Manuel hizo levitar el agua en el aire, formando una extraña burbuja transparente algo amorfa; todavía quedaba agua en el fondo del cubo, y la pompa estalló, mojando el suelo de la plaza.

—¡Mierda!

—Te concentras demasiado, Manuel. Relájate, estás muy tenso —aconsejó ella.

—Hablemos entonces. Tear, eres un espíritu, ¿no?

—Así es —afirmó—. ¿Por qué preguntas eso? Ya lo sabes.

—Pero mencionaste que tienes un cuerpo humano, que Jose y Goldie te crearon. ¿Cómo va eso? ¿Eres un homúnculo? Los homúnculos son muy complicados de crear, se necesita estudiar el ADN, muchos materiales, un laboratorio, saber de alquimia... Pero, un homúnculo precisa de esperma y un óvulo ahora que caigo. No me digas que...

Lucía y Laura sabían por dónde iban los tiros: incesto. ¿Habían usado Goldie y Jose sus gametos para crear a Tearju? Aunque genealógicamente hablando son primos, genéticamente al ser hijos de dos parejas de gemelos son hermanos. Eso sería demasiado asqueroso.

—Oh, no, no. Nada de eso. Supongamos que los magos son lo opuesto a los espíritus. Si un mago es una persona que ha despertado sus circuitos mágicos, entonces un espíritu es un conjuntos de circuitos a los que se la han dado forma humana.

—Vale... No he entendido eso muy bien. Pero capto que te crearon igual que Phoee hizo con su familiar. ¿Qué elemento eres?

—Viento —respondió jalándole de la oreja—. ¿Por qué no recoges el agua del cubo con tu magia?

—¿Entonces puedes atravesar paredes como un fantasma y desaparecer?

—Tengo un cuerpo físico, así que no. Fantasmas y espíritus son cosas muy diferentes, no las mezcles, por favor.

—¿Puedes quedarte embarazada?

—Deja de hacer el gilipollas —le reprendió.

—Tomaré eso como un no.

Formulando pregunta tras pregunta, Manuel se iba relajando a la par que concentrando, logrando elevar el agua y dejarla dentro del balde. Logró hacer un pequeño tornado dentro del balde y elevarlo, sorprendiendo a Lucía y Laura. Emocionado, dejó de enviar magia y se duchó entero, desternillándose de la risa.

—Me he duchao, ja, ja. Tear, ¿quieres hacer un pacto conmigo?

—Lo siento, no puedo hacer eso. Al ser un espíritu artificial, mi tasa de consumo de maná es terrible. Podría llegar a matarte.

—O-oh... Vaya. ¿Eso cómo va?

—Cuando un espíritu hace un pacto, este deja de extraer energía del ambiente y pasa a alimentarse de las reservas del mago. El espíritu contratado protegerá al mago y lo servirá a cambio de alimento, y el contratista podrá emplear las habilidades y técnicas del espíritu. Sin embargo, si un espíritu consume más energía de la que el mago puede producir...

Manuel tragó saliva. Si las reservas de energía llegaban a cero, la persona moriría.

—No te preocupes, es el «fallo de diseño» que traemos los espíritus artificiales. ¿No es así, «mamá»?

—No te me dirijas así, por favor —respondió Goldie agachando la cabeza—, me da vergüenza.

—Aunque esto tan gordo se puede solventar realizando un pacto con varias personas al mismo tiempo, cosa que no es muy común. También, a más personas prestando tu poder, menor es el plus que estas reciben.

—¡Oye! ¿Cómo hacen ellos para usar magia sin varita, lápiz o una rama? —preguntó Laura indignada—. Yo también quiere hacer magia sin tener que llevar encima una estúpida baqueta.

«Pero si cualquier cosa que sirva para enfocar tu magia sirve, Lau. Mira yo con un lápiz penco», ese fue el comentario que Manuel se guardó.

Patricia apareció a su lado y golpeó su cabeza con su varita mágica, regañándola.

—¡Au! Coño, no me des.

—Necesitas mucha práctica y concentración. Primero aprende a manejar el viento, que es lo más sencillo, y luego te pasas a otras cosas más complicadas. Puedes probar luego si quieres con la tierra. Fuego y agua son más difíciles, en especial para usar magia de fuego precisas de conocimientos acerca de viento antes, con especial énfasis en la respiración.

—Patri, ¿cómo haría para usar magia de hielo? Según nos contaste y con lo que hablé con Bonnie, es una técnica muy avanzada el extraer el calor de la zona para generar hielo. Y dominando la magia de agua sola no creo que se pueda.

—Oh, claro. —Patricia le guiñó el ojo—. Así me gusta, mirando otras alternativas. Si aún no puedes drenar el calor, prueba a usar agua y viento.

—¡Oh, claro! Viento tiene atributos cálido y húmedo, y agua es fría y húmeda. ¡Eso rebajará la temperatura! Era de esperarse de una maga como tú.

—¡Va, va! Manu, vas a hacer que me sonroje, je, je, je~~~.

—¡Hablando de plus! —gritó Kate saliendo de la casa vistiendo su característico chándal de New Shine—. Quiero enseñaros una cosa muy chula.

—¿Eh? ¿Qué es? Se te ve muy orgullosa.

—¡Por supuestísimo que sí, Selene-chan! Ellos ya lo vieron cuando derribé el helicóptero, pero vosotras no lo habéis visto aún. ¡Jose me dio una bendición!

—¿Hah? ¿Que mi primo te dio una bendición?

—¿Qué demonios es una «bendición»? —se preguntó Patricia muy confundida.

—Sí, así es, Goldinita. Mirad, os la enseño. Aitor, ponte aquí, porfi.

—¿Dónde? —preguntó poniéndose en pie—. ¿Junto al banco?

—Sí, junto al banco mismo me sirve. Si voy a darle al árbol al lado de la casa esta.

Diciendo esas palabras, Kate estiró su brazo y de la nada se materializó su preciosa lanza plateada con motivos celtas. Hizo un par de malabares para calentar sus brazos y clavó la parte inferior del arma en el suelo, luego se posicionó y apuntó con el afilado extremo al muchacho.

—Em... No soy precisamente lo que se dice una eminencia en el tema, ¿pero no deberías apuntar al árbol? ¿Por qué me apuntas a mí?

—Porque quiero enseñaros cómo funciona, es por eso.

La magia poco a poco se iba concentrando en el metal, el cual brillaba de color azul celeste, casi turquesa. Un halo de aceleración similar a la que surge alrededor de los jets que rompen la barrera del sonido apareció, el ojo de Kate Onion brilló, como si tuviera una llama verde en la cuenca de su ojo izquierdo. En el preciso instante que la lanza dejó su mano, esta salió disparada hacia arriba, pasando muy cerca de Aitor, quien se asustó y quedó blanco como la nieve.

—¡Hala, a tomar por culo!

—Espera un poco, Rosie. Te equivocas —la corrigió la gatita albina de metro treinta y cinco.

—¿Huh?

Sin previo aviso, la lanza reapareció clavándose fuertemente en el árbol, desatando una fuerte ventolera. Era imposible, debería haberse estrellado en la montaña. Y para colmo, la lanza pareció haber venido, siguiendo su trayectoria, desde detrás de la misma Kate. El arma pasó a su lado a una velocidad vertiginosa. La magia permitía retorcer la realidad a pequeña escala, realizar milagros y provocar fenómenos sobrenaturales controlados. Aquella lanza había ido más allá. No se había abierto ningún portal, sencillamente porque no había rastro alguno. Simple y llanamente la lanza regresó y acertó en el blanco. En el cielo tampoco se la vio dar la vuelta. ¿Cómo lo hizo?

What the actual fuck?! —chilló Patricia llevándose las manos a la cabeza—. ¡Otra como Goldie no, por favor!

—¡Uy, ji, ji! ¡¿Veis qué guay?!

La ya mencionada se levantó del banco, hizo un gesto con su mano y la lanza acabó entre sus dedos. Se la pasó a Patricia para que la escanease con su carta de Laplace. Se trataba de una lanza de plata con motivos celtas y unas inscripciones rúnicas para aumentar su velocidad, de ahí que rompiera la velocidad del sonido. Pero nada más. Por la manera en que fluctuó la magia de Kate, no pareció haber realizado ningún otro hechizo que la activación de la runa, que demoraba diez segundos exactos. Con intervalos de hasta un minuto para volverse a reutilizar.

—Entiendo, mi primo te ha pasado su técnica Certain Kill, «Muerte Certera» en español, y su Ojo Mágico. Pase lo que pase, una vez esa lanza abandone tu mano dará en el blanco.

—Oh, ¿te diste cuenta?

Levantó la mano diciendo «stop», impidiendo a Patricia balbucear. Y se dispuso a explicar qué era la susodicha «bendición». La bendición no era sino otra cosa que un intercambio. Él la enseñó a usar el Ojo Mágico y la maldición, y ella a luchar con lanza. El pacto fue sellado con un beso en los labios, cosa que puso de mal humor a las chicas por obvias razones.

—El Ojo Mágico es una técnica ocular. Permite ver el mundo a cámara lenta, observar flujos de energía y patrones ocultos. La invisibilidad y las ilusiones no sirven cuando está activa, y siempre que comprendas cómo funciona la técnica del oponente y usar esa clase de magia, la puedes copiar y anular, incluso perfeccionar. Aunque lo de las ilusiones... en cuanto aprendamos a usar las artes espirituales en condiciones de poco servirá el ojito.

—¡¿Me estás contando que puedes copiar los hechizos de otros magos con eso?! ¡¿Así de fácil?!

—Así es, yo también lo tengo. El único problema es que claramente se nota cuando alguien lo usa, el iris brilla. Una cosa, ¿no eres diestra tú?

—¡Goldieeee! No reveles el secreto, geez. ¡Oh! Ah, eso. Verás, es curioso. Soy diestra de mano y pie, pero mi ojo dominante es el izquierdo. ¿No es gracioso?

Phoebe y las niñas estaban viendo desde la puerta, podían escuchar todo.

—No es tan raro. Soy diestra, pero mi ojo bueno es el izquierdo —dijo la hermana gemela mayor.

—¡¿Por qué no me enseñaste a usar eso a mí?! ¡Yo también tengo una lanza, Jose! —se quejaba Rosie Redd.

—Lo siento. Pero tú misma dijiste que no querías ayudas.

—Pero tú tenías una cosa tan chula, ¿y no me la enseñas a mí, pero sí a ella? —le rogaba.

—N-no me hagas pucheros, R-Rosie.

Temiendo que le saltara encima, se quedó bloqueado. Lo abrazó, colgando de su pecho, y sus labios muy cerca de los suyos.

—Porfaaa —dijo con tono seductor—, enséñame a usarlo. ¿Es que ya no me quieres? ¿No quieres que yo sea tu «sacerdotisa»?

—Oh, ho, ho... R-Rosie, e-estás muy cerca, mu cerca. —Emocionado, su ahoge o pelo antena giraba como las hélices de un helicóptero—. H-hueles muy bien, despégate. Voy a tener que jalar la sudadera.

—Jugaré contigo esta noche, si me enseñas.

Aquello fue tremendamente eficaz. Dejándolos a su aire, Goldie los ignoró y siguió con su monólogo, reuniendo a los demás. Claramente al ver esa demostración de la sirvienta en chándal estaban interesados en saber más y dejaron sus tareas de entrenamiento.

—Ejem... —Se aclaró la voz carraspeando la garganta—. Selene, presta atención. Paticia, has estado muy pesada últimamente. Nuestra magia es especial, no te la vamos a enseñar. La magia no tiene límites, juega, combina y experimenta sin miedo. A lo que iba. El ki es una clase de magia más aplicada al cuerpo, tiene la gran ventaja de que es muy efectiva contra ataques sobrenaturales, pero tiene un defecto fatal, ya que si bien le permite al usuario leer y manejar el poder espiritual, también podría absorber la malicia y mala voluntad. Si un aficionado lo usa de manera incorrecta, entonces la malicia acabaría corrompiendo al usuario.

—¿No es suena eso de algo? —rio nerviosamente Aitor, intentando suavizar el ambiente—. Porque a mí sí.

—¿Estás contenta?

—Sí, lo siento mucho. He sido muy pesada, hermanita.

Era la primera vez que Patricia la llamaba así, hasta ahora ese título solamente le pertenecía a Jose, quien era su hermanito mayor. Finalmente la había reconocido, ocasionando su sonrojo. Kate, quien quería seguir siendo el centro de atención soltó un chillido. Ella también quería que vieran algo.

—¿En serio no te diste cuenta que las alas eran magia y ki oscuro? Cada vez que las sacaban eran en momentos de vida o muerte, o cuando estaban muuyyy cabreados. Contra Alice hasta pensé que se le fue la perola. En fin, ¡mirad esto, tíos!

Varias esferas de color azul celeste flotaron alrededor de Kate, en forma de halo. Las bolas de ki actuaron como proyectiles, impactando en los empalagosos tortolitos y dejándolos en el suelo aturdidos.

—¡¡¡Papááá, mamááá!!! —gritó Patricia, corriendo en auxilio de sus padres.

—Ooh... —gimió Jose.

—Ay... —maulló Rosie.

—¡Y también puedo hacer esto!

La sirvienta cerró el puño y este brilló envuelto de una tenue llama azul celeste, rayos se concentraron en la mano y el aura adoptó la forma de una gigantesca mano, la cual dejó caer con fuerza sobre los felinos del ying y el yang.

—Wow, parece que alguien ha estado practicando senjutsu, la leche —exclamó impresionada Cloe.

—Je, je. No es nada, no es nada. En realidad Jose es muy buen maestro. Lo que pasa es que es muy vago, te da pistas difíciles de comprender, porque no quiere hacer nada, quiere que lo descubra una misma. —Cayendo en la cuenta de algo, se giró hacia Patricia—. Oye, no te ha respondido a la pregunta de qué magia usan. Nos la ha dado con queso.

—Ehm... Sí que la he respondido —replicó.

—¡Mentirosa, no lo has hecho! —Con su dedo índice la acusó, y Goldie puso los ojos en blanco, suspirando. No estaban por la labor de revelar qué magia era la que empleaban ellos, claramente carente de afinidad elemental.

—Cambiando de tema. Querías saber cómo aprendimos tan rápido a usar todos los tipos de magia, ¿verdad? Abróchate el cinturón y agárrate, que vienen curvas, porque vas a flipar en colores. Digamos que existe la posibilidad de que yo sea un clon, y que la Goldie real esté espatarrá en su sofá, en pijama, con su mantita morada y chupándose una serie de 24 episodios mientras come un cubo de yogur helado.

«Ya empezamos», resopló Patricia. Cada vez que iniciaba una oración de esa manera, se venía una treta. «¿Qué vas a decir ya?».

Enojada, esta invocó su espada de los vientos y asestó un corte en el estómago. Sus amigos no podían creer lo que acababa de hacer, un ataque con intención asesina en toda regla. Si bien se regeneraría al instante, algo así no lo iba a dejar pasar por alto. Goldie contraatacaría con el doble, eso hacía siempre. Pero no salió sangre. Lo que cortó siquiera era carne.

La panza se abrió a causa del tajo horizontal y... no había nada, solo oscuridad. Goldie perdió toda sus fuerzas y se desvaneció, cayendo al suelo y volviéndose un gurruño de hilos.

—¡¿Eeeeeeeh?!

La montaña de tela palpitó, se elevó y recobró su forma. Volvía a ser Goldie.

—Oye, ¿y si hubiera sido la real? Realmente tienes cosas de bombero retirao, ¿eh? Vaya con la piratilla que fantasea con follarse a mi primo.

—Un... clon de hilos... ¡¿Me estás diciendo que he estado toda la mañana con un sustituto?!

—Perdona, cari —se disculpó tomando a su novio Aitor de la mano—. No tenía ganas de levantarme de la cama. Mamá, no me castigarás, ¿verdad?

—Por supuesto que no, hija. Por supuesto que no... —Le temblaba el párpado. Obviamente el castigo que le esperaba sería bueno. Se había saltado el entrenamiento, engañado a todos, sus padres incluidos, y se estaba rascando el moño en el sofá—. Adelante, después hablaremos en casa, continúa con tu historia.

—S-sí... ¿Por dónde iba? Ah, sí. Los hilos. La magia de hilos es de viento, es de las más débiles, estúpidas e inútiles que hay. Pero eso es falso, no hay magia débil o inútil, depende del uso que le des. De tu creatividad, tus ambiciones, tus deseos. Esta magia fue, literalmente, la primera que aprendimos a usar mi primo y yo, seguida de la de agua. Solidificar el aire para hacer hilos, crear prendas de ropa, tapices, armas, estructuras... Incluso clones.

»Aprendimos a crear clones imposibles de distinguir de nosotros, los reales, y a «darles vida». Primero controlándolos a distancia con hilos como marionetas, hasta un rango máximo de 70 metros, luego con nuestra magia. A mayores distancias, desde distintos pueblos. Logramos implementar un programa para que realizaran tareas sencillas y dotarlos de un núcleo, para mayor autonomía y no tener que gastar magia constantemente. Pensad en ello como una batería. Coloco en esa núcleo, digamos, el 10 % de mi poder total, y con eso se va moviendo mientras yo recupero la energía invertida. Cuando la batería se agote, el muñeco desaparecerá.

»Y la guinda del pastel, conectarlo a nuestros sentidos. Podemos ver, oler, oír y tocar, sentir todo lo que el clon de hilos hace. Ya no es solo estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo y reunir información, también ganar muchísima experiencia de una sola vez. Entrenar contigo mismo, con un clon que posee la mitad de tu poder, tus mismas técnicas, que piensa como tú. Entrenamientos que duraría meses o años se reducen a horas o días. Mientras te centras en dominar la magia de fuego, otro hace lo mismo con la de agua. Incluso, si nos das el tiempo suficiente, podría crear un ejército de clones de hilos. Imagina las posibilidades. Todo es posible con la magia, Patricia. To~do~.

Lo explicó con tanta emoción que los eclipsó a todos, no pudieron decir nada. Terror, eso era lo que sentían. Tenían miedo de ella. Con una magia tan barata y tonta que consume tan poco habían logrado hacer algo realmente aterrador. Aquella sonrisa de ambición, de avaricia que no conocía de límites o fronteras. Ansias de conocimiento, de poder, simplemente por el mero hecho de satisfacer su aburrimiento. En definitiva, eran malvados.

—¡E-eso es trampa! —alcanzó a decir la genio londinense—. ¡Hijos de puta, eso es trampa!

¿Hah? ¿Quién dice que es trampa? Que vea yo dónde está escrito que no se puede hacer. Si nadie se dio cuenta, no es mi culpa. En la vida real no hay reglas. Todo vale. ¿Matar es malo? ¿Ayudar a los demás es bueno? ¿Y quién lo decidió? Idiota. Abandona esa estúpida filosofía de dualidad, de luz y oscuridad y del bien y el mal. Son todo estúpidas mentiras. Dios no existe. Tú eres tu propio dios.

Dándose cuenta que fue demasiado lejos, se disculpó. Como compensación, pasaría el rato con ella. Era lo mínimo que podía hacer después de lo que acababa de soltar por la boca, sin consideración por sus creencias o religión. Por el brillo de sus ojos, estaba a punto de llorar. Quizás lo que más le dolió a Patricia no fue eso, sino el hecho de haberla llamado idiota con ese tono de voz que casi daba miedo, como si fuera una persona totalmente diferente. Una voz seria, mucho más madura y retorcida.

—L-lo siento... No quería decir eso, de verdad. Perdóname. Jugaré todo el día hoy contigo. —Sonriéndole, acarició su cabeza dorada. Ella estaba feliz y daba saltos de alegría—. Hay que ver cómo eres, solo eres una niña pequeña tratando de actuar como adulta. Luego jugamos juntas a la consola, ¿va? Puede que te deje ganar unas partidas.

—Mira quién fue a hablar —atajó su madre—. Tenéis solamente 16 años, se te olvida por lo que veo. Hasta que por lo menos no tengas veintitantos no creo que estés en condiciones de decir esa frase.

—¡Mamááá!

—¿Vamos a comer al Burger King? Yo invito.

—¡Me uno!

Diciendo eso, la Goldie verdadera apareció a la izquierda de Aitor y el muñeco de tela se deshizo en partículas de luz.

—¡Su puta madre que está aquí delante! —gritó Aitor, que casi se le salía el corazón por la boca—. ¡No hagas eso! Es más, ¿cómo lo haces?

—Magia de viento —respondió Patricia Clemont—. Los hechizos de teletransporte son magia de viento que deforman el espacio, pudiendo atajar del punto A al punto B. Pero la magia de vacío también sirve. Lo que no sé es cómo usarla.

Simple, vosotros no podéis.

Parte 6

Emma estaba hablando con su novio William por videollamada desde el yate de Bonnibel. Esta se encontraba tomando el sol en la cubierta del barco, en una tumbona con un cóctel al lado en la mesita blanca. Le vino bien un día libre después de lo ocurrido en Honolulu y Jose haberse quedado con casi toda su magia. Pero no lograba quitarse de la cabeza las palabras de Oliver. De confirmarse que ellos fueran Viajeros, debía asesinarlos. Para no amargarse el momento, decidió ignorar aquellos malos pensamientos.

—Necesito unas vacaciones en condiciones —suspiró—. Ojalá todo mejore y esta absurda guerra termine cuanto antes.

Parte 7

El autobús L-79 se detuvo en la parada de la antigua terminal de Estepona, donde años antes se hallaba la estación de autobuses, apodada como «la del Portillo». Actualmente era una simple parada de autobús situada al lado del paseo marítimo, hecha en su totalidad de madera, incluido el techo. Contaba con dos bancos separados y, en el poste de en medio, dos carteles con los horarios de los autobuses. Muy pocas personas se bajaron en la estación del casi vacío autobús, y un grupo de cinco se levantaron y caminaron para subirse, dejando una niña durmiendo en la parada. Chica que llamó la atención al muchacho de cabellos blancos y ojos púrpuras.

—¿Huh?

—Nnu...

Aquella niña tendría unos 7 o quizás 8 años, luciendo un vestido veraniego blanco de una pieza que le era familiar, como si lo hubiera visto en algún otro sitio. Su piel era blanca y su cabello, castaño como el chocolate, ligeramente más pardo en algunas zonas. Lo que más le llamaba la atención era su cola y dos grandes orejas de gato sobre su cabeza, con esponjoso pelo en su interior. Por alguna razón, quería tocarlas, acariciar esas esponjosas y mullidas orejas, al igual que lo incitaba las orejas de Claudia. Mirando a un lado y al otro, se aseguró que no había nadie cerca. El llamativo pelo antena se movía ligeramente hacia abajo y arriba, recobrando su forma.

Justo cuando su mano derecha estaba por hacer contacto con su oreja, ella abrió un poco sus ojos.

—¿Nh?

—E-eh... Esto... Yo...

—Niii...

—¿Niii...?

—Niii...

Medio dormida, continuó pronunciando eso por cinco largos segundos.

—¿Niii...? —repitió Simeon confundido, levantando las cejas.

—¡Nísperos! —gritó feliz.

What the fuck?!! Why?!

—Mmm... —Frotándose los párpados, su cola se movía de un lado para el otro, igual sus orejas y con su lengua lamía sus muñecas. Quedaba en claro que no eran falsas, sino muy reales—. That is a bad word, you know? Meooow!!! —La pequeña se desperezaba, mostrando sus afilados colmillos al bostezar—. Mua, mia, mia. Em... Eres raro, ¿por qué me mirabas con esos ojos?

N-no... You're wrong, I-I didn't... I wasn't...

Ha, ha, ha. It was a joke. You're a good boy.

Aaah... —Estupefacto, Simeon no sabía cómo responder. Le estaba tomando el pelo—. Do you speak English?

Yes... a little. —Chocola comenzó a mover sus piernas, balanceándolas, moviendo también la cabeza como un metrónomo—. Papa is teaching me. It's difficult.

Muy inocente y sin miedo alguno, le tendió su pequeña mano.

What's your name?

Simeon, my name is Simeon.

Nice to meet you, Simeon! I'm Chocola! Simeon, you smell sad. Are you OK?

Yes, I'm totally fine. Why were you sleeping here?

Mmm... I was... I was... —La pequeña se quedó en silencio, pensando—. ¿Escondite?

Ah. You mean playing "hide and seek"?

Ella asintió con su cabecita, mirando al suelo. Le daba corte.

—¿Entiendes español? —preguntó.

—Sí. Lo hablo.

—Estaba jugando con papá y Nana al escondite, pero hace mucha calor y me entró sueño. Me senté aquí a esperar, pero aún no han venido a por mí.

—Espera un momento. ¿Dijiste Nana? Ja, ja. Soy su papá. Encantado de conocerte, otra vez, Chocola.

—¡¿Sí?! ¿Eres el papá de Nana?

—Sí. Si estabais jugando, deben pasar por aquí pronto. Esperemos jun...

Un rugido de tripas lo interrumpió y la pequeña se derritió sobre el banco.

—Tengo mucha hambre...

—¡Ja, ja, ja! —rio Simeon—. Son las dos casi, ¿comemos en el bar este de la plaza? Yo invito.

—¡¿Sí?! —Sus ojos brillaron como dos luceros y ella agarró su camiseta de tirantes naranja—. ¿De verdad?

—Sí. Tengo dinero en la cartera. No te preocupes.

El pobre no tenía idea de a qué se estaba enfrentando.

Parte 8

—A-aahh...

—¡¡¡Mmmm!!! ¡Ñam, ñam, ñam, ñam, ñam! ¡Gulp! ¡Glup, glup, glup!

Chocola comía como si no hubiera probado bocado en meses. Sobre la mesa se hallaban multitud de platos que contuvieron una hamburguesa con patatas fritas bañadas en ketchup o mayonesa, según a ella le diera. Y continuaba con los demás platos, también hamburguesas de pollo. Habría alrededor de 15 platos, y Simeon estaba casi pálido, había perdido la cuenta de cuántos zumos de melocotón había pedido ya la niña. No comprendía cómo una niña tan pequeña como ella podía tragar tanto. ¿Adónde iba a parar aquello? ¡Ni un adulto podría con eso! ¿Se tragó una solitaria? ¿Tiene un pozo sin fondo por estómago? Sin importar el caso, su cartera estaba agonizando.

«No recordé... que Claudia de pequeña comía mucho... Uuuuh».

—¡Estas hamburguesas están muy buenas! —Dando un trago a la botellita de néctar de melocotón, se la bebió de una sentada—. ¡Aaah! ¡Qué rico! Saben a las de Pepi. Las de Pepi, sí. Son las de Pepi y Camila. No se repiten y apenas tienen especias. Papá cocina muchas verduras verdes últimamente y no me gustan. Ya no quiero más, Simeon.

—M-me alegro... —Con una lágrima resbalando por su mejilla, miraba cabizbajo a su vacío plato que alguna vez tuvo encima una hamburguesa con patatas como ella—. Voy a pedir la cuenta, uuh.

—Ahora quiero el postre. ¿Helado, natillas, arroz con leche o tarta? ¿Tú qué quieres, Simeon?

—A estas alturas no me impresiona nada que hayas memorizado la carta... Cogeré un arroz con leche, a ver qué tal.

—¿Nunca lo has comido? —preguntó ella inocentemente.

—No. De donde yo soy no se ve mucho. Es un postre común aquí, ¿no?

—¡Um! —Asintió—. Es de los favoritos de papá. Y como la leche está hervida, no le hace daño. Pero... ¿eso cómo va?

—Tampoco lo sé. Hay alimentos que si Claudia los toma no le pasa nada, pero otros le sientan como un tiro. Por ejemplo, los otros días cuando fuimos a cenar al Domino's se comió 4 pizzas ella sola. Y estaba perfectamente. Pero es beber algo que tenga leche entera, como un batido de chocolate, leche de tetrabrick o dulces y le duele mucho el estómago.

—¿4 pizzas? ¿Familiares?

—No, individuales. Pero aún así son muchas.

—¿Nada más? Papá es capaz de comerse 4 familiares enteritas, ¡él solo! Los camareros flipan.

—¡Qué barbaridad, joder!

—Mamá y tita Goldie comen mucho también. Yo no quiero dejar de tomar leche cuando crezca, me gusta mucho. No quiero que me siente mal.

—Bueno... no soy un experto, pero muchos semihumanos cundo sois adultos os volvéis intolerantes. A algunos incluso comienza a darle asco. ¿Has probado la leche sin lactosa?

—Papá dice que sabe aguada, no es lo mismo. Tiene leche de arroz, de avena, de avellana... su favorita es la de soja con sabor vainilla.

—Eso me recuerda a que... En el Mercadona hay soja con sabor a café y chocolate, ¿no?

—Creo que he visto eso en casa, en el armario. ¿Un de esto marrón con bolitas amarillas?

—Mm... Creo que pillaré una para Claudia, quizás le guste. Supongo que sabrá a batido de chocolate, pero con soja en lugar de leche. Oye, Chocola, una pregunta. ¿Ese vestido dónde lo has comprado? Es muy bonito.

—¿Este? —dijo cogiendo la falda y levantándola un poco—. Me lo papá para mí. Se parece mucho al de mamá.

—Ooh, ya veo. Me gustaría encargarle uno.

—Mejor pídeselo a tita, papá tarda mucho en hacerlos.

Llegando a la plaza del ABC donde se encontraban comiendo iban de la mano Jose y Nana. No daban con Chocola, así que pensaron que se encontraría por la zona del Burger King. Dado que en el paseo marítimo había dos, se debería de hallar al que ellos solían frecuentar, por la zona más cercana a los columpios, el que quedaba no muy lejos de la plaza ABC, porque se encontraba más próximo a las camas elásticas que tanto le gustaban.

—¿Estará Choco aquí?

—Sí, está por aquí cerca. Noto su olor.

—Yo no huelo nada. ¿A qué huele Choco?

—Choco huele a cacao, del bueno.

—Jose, si tienes tan buen olfato, ¿también sabes quién se ha tirado un peso?

—... —No contestó, la miró con los ojos manteniendo la cabeza al frente y calló—. Mejor... olvidar eso.

—¿Entonces también sabes quién ha sido por el sonido?

—...

—¿Sí o no?

—¿Tú qué crees?

—Que sí.

—Ah, pa-pa. Quieta, aquí pasan coches. —Tirando de su brazo la detuvo. Giraron en la esquina del pequeño restaurante marroquí hacia la izquierda y cruzaron el paso de cebra hacia la plaza—. Están aquí, ¿los ves?

—¡Papá! —Señaló ella—. ¡Mira, allí está mi papá!

—¿Sí? Venga, vamos corriendo.

Dados de la mano, cogieron carrerilla dirigiéndose a la mesa mientras ella gritaba «¡Papá, papá!». Chocola se levantó de la silla diciendo exactamente lo mismo y Simeon volvió la cabeza, reconociendo su voz. Soltando a la niña, esta dio un gran abrazo a su padre, quien la cogió en brazos. Y el color se desvaneció de su piel, quedando igual de blanco que su pelo al ver a quién tenía frente a él.

—E-eeh...

El Emperador no fue el único, también el gato albino aún moreno por el sol y las saladas aguas del océano se quedó bloqueado. El silencio se prolongó más de lo debido, aumentando la incomodidad entre ambos. «¡¿Por qué está él con mi hija?!», llegaron a pensar ambos.

—¡H-hola, Simeon! ¡Cuánto tiempo! —saludó Jose, forzando una sonrisa de amistad—. Nos lo pasamos bien en Hawái, ¿eh?

—¡S-sí, y que lo digas, Jose! ¡Ha, ja, ja! —Tenía que seguirle el juego, debía hacerlo, por su hija—. Qué buen partido de voleibol.

«¡No me jodas que... Chocola es su hija!».

«¡No me jodas que... Nana es su hija!».

—¿Os conocéis? —preguntó Nana—. ¡Qué guay! ¿Nuestras mamás también se conocen?

—No lo sé. ¿Puede? —le respondió su mejor amiga—. Nana, ¿vamos al parque?

«¡Ja, ja, ja! Claro que se conocen, estuvieron jugando a atravesarse con una lanza hace no menos de cinco días», lloraba Jose interiormente.

—¡Vale! Oh, espera. ¿No vamos a comer al Burger King?

—Yo ya he comido —dijo dándose unos golpecitos en su barriguita—. Aunque creo que puedo comer postre si corro.

—¡Guay!

Las niñas comenzaron a correr y jugar por la plazoleta, alrededor de la estatua con los chorros de agua. Manteniendo el contacto visual directo, Jose cogió una silla y se sentó, arqueando la espalda y entrelazando los dedos de las manos. Sus ojos brillaban de color carmesí, intimidantes. No era su Ojo Mágico, sino su instinto paternal activo, alerta en todos los sentidos. Si se le podía describir de alguna manera, sería comparándolo con un mafioso.

—¿Qué haces tú aquí? —lo interrogó.

Simeon tragó saliva. No podían comenzar una pelea ahí mismo, delante de sus hijas. Había mucha gente comiendo tranquilamente, feliz, con sus hijos y hermanos. Simplemente no era viable.

—He venido a ver a mi hija —respondió con sinceridad.

—Te creo —dijo él—. Te creo, no hueles a mentira.

Relajándose, se sentó como normalmente lo haría, igual que una persona normal, y cruzó su pierna derecha por delante de la izquierda, así como sus brazos.

—Esto... Mmm... Gracias por cuidar de mi hija. Me sabe mal, deja que te lo pague.

—N-no... Yo la he invitado. No te preocupes, ya lo pago yo. Gracias a ti por cuidar de la mía mientras yo he estado fuera. Bueno, a tu hermana, y a todas. Phoebe, ¿no?

Los dos se rascaban la nariz, la cabeza, el pelo, el cuello, la nuca... ¡Era muy incómodo! Hace apenas unos días habían tratado de matarse, ¡y ahora resulta que sus hijas son mejores amigas! El error fue garrafal, por parte de ambos padres. ¿Y si hubiera pasado algo? Su hija había estado en casa de los Supernovas, quienes la protegieron cuando el ataque de KRAKEN a la ciudad. ¿Y si se hubieran enterado de quién era ella en realidad? ¡Podrían haberla cogido como rehén!

—De verdad, ¡muchísimas gracias por haber salvado a mi hija!

Simeon se arrodilló, dejando a Jose patidifuso y sin saber cómo reaccionar. Este, avergonzado, le dijo que levantara la cabeza, que se levantara del suelo y se sentara en la silla. Lo pilló totalmente desprevenido. Habría esperado cualquier cosa menos que se postrara.

—Tío, tío, que nos están mirando. Siéntate.

—Lo digo de corazón. No sé qué habría sido de no estar aquí tu grupo y haberla protegido.

—Vale, vale. Te comprendo. Pero eso a Kate, ella es quien hizo todo.

Ambos miraban a sus hijas corretear, felices. Estaban jugando al pilla pilla. Si bien Chocola tenía la ventaja siendo la que huía o pillaba, Nana era capaz de apañárselas para cogerla y esquivarla con gran habilidad. Se divertían. Sin importar su raza, si poseían o no poderes.

—¡Papá, ¿podemos ir al parque?! —preguntó Chocola desde la estatua—. ¡Quiero jugar!

—¡Sí, claro, cariño! Je, je.

—Vale, venga. Vamos al parque —dijo Simeon poniéndose de pie.

Los dos dieron la mano a sus hijas, y estas se dieron la mano. Parecían una pareja de hermanos llevando a sus hermanitas pequeñas de paseo. Las miradas de los adultos los hacían sonrojarse, aquello era impensable. De estar Claudia o Rosie ahí se estarían partiendo la caja. Cuando andaban cerca de las atracciones, las niñas salieron corriendo todo recto hasta alcanzar el gran tobogán amarillo. Los dos se sentaron en un banco, agotados. Pese a que casi eran las tres de la tarde, había algunos niños jugueteando en el parque y ellas dos comenzaron a tirarse por el gran tobogán, a escalar por las cuerdas y subirse en la viga de madera.

—Ay, estoy agotado. Voy a tomarme algo.

—No te creas que eres el único —suspiró Simeon.

Jose introdujo su mano en su bolsa y sacó un Dr. Pepper de los que tanto le gustaban. Con su uña levantó la pestaña y se pudo oír el clásico «¡Ptchsss!» del gas y se la ofreció a Simeon.

—Toma una, invito. —Sacó otra de la bolsa y la abrió para él, dando un trago que realmente disfrutó—. ¡Buenísima, como siempre!

—¿Pepper? ¿A qué sabe?

—¿Nunca lo has probado? Está bueno, no es como la Coca-Cola o Pepsi, no tiene nada que ver. Es mi favorita, le sigue Pepsi.

—Vale. —Llevándosela a la boca, sintió una literal ecléctica explosión de sabores, como si un niño mezclase todos sus refrescos favoritos en una lata, y una sensación eléctrica como si hubiera ingerido polvos picapica quedó en su garganta al descender la bebida carbonatada por su esófago—. ¡Ugh! Qué va, qué va. Para ti, toma. No me gusta.

—Oh, qué pena. ¿Quieres un café entonces? —diciendo eso, metió su mano derecha en la bolsa mientras aún sostenía su Dr. Pepper con la izquierda y sacó una lata negra que reconoció al instante—. ¿Un Black Star Coffee?

—¡Eso ya me gusta más! He de admitir que tienes buen gusto, Jose.

Cogiendo la lata, la abrió y comenzó a beber, se quitó aquel horrendo sabor a soda barata de la boca con el amargor del café negro enlatado, bien fresquito.

—Veo que tienes ahí la cartera, una botella de agua, las llaves, un paquete de pañuelos, la funda de las gafas y algo más, pero esto no cabe —dijo señalando la bandolera—, ¿es uno de tus poderes?

—Oh, no, no. Yo no tengo poderes, nací sin ellos. Soy un hechicero, uso magia. La magia y tus poderes no tienen absolutamente nada que ver. He sacado esto de mi nevera en casa.

—Mmm... —Sostuvo la lata entre sus dos manos, pensando—. Así que por eso mi barrera no funcionaba contigo. Curioso.

—Sí, mira. —Jose extendió la palma de su mano, donde no había nada, la ocultó con su mano izquierda y, al deslizar la mano, había cinco barritas de turrón de cacahuete duro, de almendra, avellana, chocolate crujiente y cacahuete frito con miel—. ¿Quieres una? Hay de todas las variedades.

—¡Qué guapo! El blanco. ¿Es de cacahuete?

Tras eso, se abrió nuevamente un silencio incómodo. El cual Simeon quebró con una pregunta mientas jugaba con sus dedos, dando golpecitos a la lata de café.

—Chocola... ¿es uno de los niños víctima de Gai y su división?

—Así es. Asesinaron a sus padres, los secuestraron y luego los venían como esclavos sexuales a políticos o como soldados en conflictos de Oriente Medio. Gai y sus amigos la violaron, dejándola al borde de la muerte. Aún sufre pesadillas y terrores nocturnos, vamos los dos a un especialista. Lo mío con Gai fue personal.

—... —Se sentía culpable, él podía haber hecho algo. Tenía el poder para detener a Gai de inmediato, pero el no haberlo tenido bajo control provocó todo ese sufrimiento—. Lo siento.

—¿Qué hay de Nana?

—Ella es una de las tres supervivientes de un experimento que llevaron a cabo en un orfanato de Reino Unido, afiliado a G.U.N. Yo mismo asesiné al personal y las rescaté, intentaban plantar mis patrones de pensamiento en niños para replicar mi habilidad personal. Era el sujeto de pruebas #7 de 12. Aogami sugirió el nombre.

—Nana, siete en japonés. Qué poca originalidad tienes, Aogami —lo criticó Jose—. Pero, es un nombre real, y suena bien. Es bonito.

—Sí, ¿verdad? Ella fue quien lo eligió, su propio nombre. Ni siquiera tenía uno.

—En eso te apoyo, en destruir a G.U.N. Tienen un cáncer dentro y no sé si son conscientes de ello o los dejan a su aire. Han hecho mucho daño. Usar a los niños como herramientas. Incluso a los adolescentes, entrenados para el combate y... ¿ya está?

—Sí. Por eso decidimos rebelarnos y cambiar el mundo.

—Pero tu manera no es la buena. Es un movimiento demasiado radical. Está bien que ataques a las sedes y laboratorios de la fundación, pero atacar a inocentes y que estos mueran en atentados... eso es imperdonable, Simeon. No vais a conseguir reconocimiento alguno con ello.

—... Una cosa, ¿sabes a dónde se llevaron a Honey?

—¿La candidata a Comandante con el poder mental? Sí, a G.U.N. HQ.

—Es que no aparece en los papeles.

—¿Cómo? Si escuché que se la llevaban para allí, me lo dijo William. ¿La trasladaron a otra instalación, tal vez?

—Ni idea.

Parte 9

Después de una amena charla, llegaron a un acuerdo.

El joven gato de cabellos blancos y ojos rojos le tendió la mano. Había algo extraño, una especie de niebla negra casi purpúrea alrededor de ella, similar a una maldición. ¿Estaría alucinando?

—Lo prometo —juró Simeon.

—Lo prometo —repitió Jose.

Ambos estrecharon las manos, Simeon sintió que algo le había «pinchado», quemaba. ¿Una descarga eléctrica? ¿Un aguijón? No, pero una marca negra en forma de zorro se dibujó en su mano, similar a un tatuaje, y acto seguido desapareció.

—Hemos hecho un pacto, no lo olvides; ni se te ocurra romperlo, o pagarás las consecuencias.

Su teléfono interrumpió la conversación, era Rosie. Preguntaba que dónde estaban, ellos ya habían llegado al restaurante de comida rápida y los estaban esperando para pedir. Simeon llamó a su hija, pues se iban ya a casa.

—Y... una cosilla más que me gustaría preguntarte...

—Me estás asustando, ¿por qué te sonrojas? Si vas a decir algo raro, primero di «no homo» para anularlo.

—¡No es eso, idiota! Mira, es que... Cuando Claudia y Kyle vinieron a dejarte a Nana, le gustó un vestido hermoso que vio. Blanco, con lazos y rosas azules.

—Oh, sé de qué vestido hablas. Lo hice yo para mi novia. —Jose cogió a Chocola, quien saltaba queriendo que la cogiera en brazos.

—Glup. Me gustaría encargárselo a tu hermana.

—Claro, por supuesto. —Bajando a su hija al suelo, sacó una libretita de notas moradas y un bolígrafo de tinta líquida azul de la bolsa—. Como ya tienes el número de teléfono de Phoebe, no hay problema; necesito un depósito, su altura, medidas y lo tienes para el sábado que viene fijo. Te haré un 20 % de descuento.

—Hecho. Toma, 20 €.

—Gracias. —Tomó el billete mientras terminaba de hacer el recibo—. ¿Lo recoges en mi casa mismo o prefieres que te lo envíe por correa a alguna dirección?

—Voy yo mismo a tu casa, no hay problema.

—Perfecto, aquí tienes. —Le hizo entrega del papelito, y él se quedó con una copia—. ¡Que vaya todo bien! Ah, una cosa. Mi hermana también hace collares, pulseras y pendientes, por si quieres comprarle un detallito o algo.

—No, gracias. Su cumpleaños está cerca, ya si eso para Navidad le cojo algo.

—Por si estás interesado, Goldie y yo tenemos un consultorio para parejas de 17 h a 20 h todos los viernes en la cafetería La Zitrone.

—No hace falta. Ja, ja, no estamos saliendo aún.

«Y no creo que necesitemos eso», pensó.

—Bueno, pues nos vemos pronto. —Agachándose, acarició la cabecita de Nana—. Adiós, mi cosita bonita. Que tengáis un buen viaje en el crucero.

—Adiós —se despidió Simeon.

Bye, Nana! —le dijo su mejor amiga.

Parte 10

Entrando por la puerta del local, se extrañaron que Nana no estuviera con ellos dos.

—Os vais a reír, preparaos. Vais a flipping in colors.

—Esa sonrisita... Tengo miedo —dijo Selene.

Apoyándose en la mesa, dejó la copia del recibo junto al billete de 20 € que Phoebe rápidamente cogió y sonrió. Del bolsillo derecho al albino se le cayó un frasco de plástico blanco que ponía Ferrisil, el cual rápidamente cogió del suelo y guardó en su sitio.

—Con el pedido de 300 camisas blancas, el arreglo de los pantalones y este vestido, tenemos hecho el agosto, literalmente.

—El padre de Nana vino a recogerla. Adivinad quién es. —Dándole dos segundos para responder, él se los dijo—: Simeon. Simeon Evans, el Emperador de New Dawn.

—¡¿Qué?!

—Calma, calma. No pasa nada, he hablado con él. Phoebe, el «Padre de Nana» te enviará un WhatsApp más tarde con los detalles; ese vestido es como el de Rosie, luego te paso mi libreta, es para el sábado. Tenemos una semana entera, nos da tiempo. Si quieres yo me encargo de los lazos y de la pamela.

Goldie le arrancó el papel de las manos a su prima y le echó un vistazo.

—¡Eh! Le has puesto 144 € cuando el vestido sale por 120 €. ¡Le has cobrado un 20 % de más! Hijo de la gran puta.

—Ja, ja. ¿Y qué? Él no lo sabe. Es un vestido personalizado, no es como los que están a la venta en la página web —aclaró sentándose en su sitio—. Bueno, ¿habéis decidido ya qué vais a pedir? Porque yo lo de siempre: una doble Whopper, patatas fritas, un vaso XXL de Nestea y aritos de cebolla.

—¿Pese a que luego te mueres con los gases? —Goldie se reía, aquello era un placer prohibido—. Que luego nos matas a todos, so pestosa mofeta.

—Me voy a coger lo mismo que tú —dijo Aitor.

—Yo también —siguió Selene—. Una cosa, ¿me podéis hacer uno a mí también?

—¿Es que te quieres casar conmigo tú también, Selene?

«Si me comprara ese vestido de novia, sería como si me casara con Jose...».

—Oh, eh... Patricia, ¿por qué la cara tan roja? —le preguntó Cloe—. ¿Amas a mi sobrino?

—¡Fu!

En el mismo asiento, agachó la cabeza haciéndose bolita la londinense. Rosie aún no sabía qué pedir de comer, así que eligió al azar, Phoebe se decidió por un bocadillo de pollo empanado y Goldie pillaría la hamburguesa vegana, para catarla y ver si estaba tan buena como dice la gente. Cloe se pidió un menú que consistía en la clásica de la casa, papas fritas, vaso grande de Coca-Cola y con eso estaba lista.

—Que sepas que tienes bastante competencia. Están Rosie, Marina, Selene y Kate, ¿eh?

Entre líneas 1

—¡¡Uggh!! Mi estómago.

Aquellos rugidos de molestia procedentes de las tripas de Goldie no indicaban nada bueno. Y aún no habían ni comenzado a comer.

—¿Te encuentras bien?

—S-sí... —dijo llevándose los brazos al abdomen—. Aaaaauuu... Solo me comí el helado, era sin lactosa.

—Si te soy sincero, no es buena idea comerse un cubo de dos kilos de yogur helado, sea con o sin lactosa.

—¡Burgh! —Cubriéndose la boca con la mano, estaba al límite. Aquella presión en el estómago no era normal, junto a las arcadas. Se levantó de la silla a toda prisa y salió corriendo en dirección al baño—. ¡Ahora vuelvo!

Todos la miraron en silencio, sabían que eso pasaría.

—Y esto va por vosotros. Sabiendo que la hamburguesa lleva lactosa, y seguro que la mayonesa también, luego no os quejéis diciendo que os cuesta digerirla. ¿Eh?

—Genial, ahora Aitor es nutricionista —se quejó Jose.

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