Capitulo 4.

Veo que se acerca poco a poco a mi y me aparto.

-No soy un juguete.-escupo.-Y para divertirnos podemos hacer otras cosas.

-Esta bien.-se cruza de brazos.-Hazme un pase de modelos con las ropas mas sexis que tengas, y si te niegas a esto, tu papi se puede ir olvidando del mío.-amenaza.

Tenso la mandíbula.

-Espera aquí.-digo seria.

No me puedo creer que valla a caer tan bajo.

Me acerco a la puerta del despacho y toco.
Seguidamente la abro y la mirada seria del secuestrador se posa sobre mi.

-Papa. ¿Podemos hablar un momento?-susurro, con vergüenza.

-Cuantas veces te he dicho que no me interrumpas.-dice levantándose.-Espero que sea importante.-me amenaza.-Disculpe.

Cierra la puerta y se me queda mirando.

-Dice que le tengo que hacer un pase de modelos con los modelitos mas sexis que tenga.-digo rápidamente.-Dice que si no lo hago llamara a su padre diciendo que se aburre y se marcharan.
¿Tienes mas ropa para mi?

El secuestrador sonríe.

-Arriba, la segunda puerta a la izquierda.-y se vuelve a entrar al despacho.

Voy hasta las escaleras corriendo y busco la habitación indicada.

Me quedo mirando el cuarto.
Da miedo.
Lleno de lencería sexy.
Este hombre es un lunático.

Cojo lo primero que pillo y me lo pongo.

Repito: No me puedo creer que valla a caer tan bajo.

Paso varias veces delante del chico, que me observa atónito.

A la décimo quitan vez que bajo, oigo gemidos.

-Hector no te estarás haciendo una...-digo, apareciendo por la puerta.

-Oh wey, oh wey.-se le oye.

-Dios que asco.-me doy la vuelta, tapándome los ojos.

-Ya he acabado.-se ríe.

Oigo la puerta del despacho abrirse y subo corriendo las escaleras para que su padre no me vea así.

Poco después de oír la puerta la habitación se abre y aparece el secuestrador.

-Te has portado bien.-me acaricia la mejilla.-Ahora baja de nuevo a bajo, luego os llevare la comida.

Y tira de mi, atravesando esas tres puertas con candados y tirándome dentro de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Y voy con la lencería.
Que vergüenza.

Al caer al suelo bajo la mirada atenta de los dos gemelos, escondo la cabeza en mis piernas y comienzo a llorar.

No se quien es de los dos, pero uno me pasa una manta por el cuerpo y me abraza.

-¿Que ha echo contigo ese capullo?-susurra.
Es Jesus.

Levanto la cabeza y le abrazo.
Muy fuerte.

-He caído muy bajo.-me quito las lagrimas, buscando mi ropa.

Dani me la tiende y me visto en un momento.

Después de explicarles todo lo que ha pasado me siento en la cama suspirando.

Los gemelos se sientan en mi cama y me miran.

-No me gusta que lo pases mal por salvarnos.-susurra Jesus.-No puedo verte mal.

Sonrío cariñosamente.

Me lo como.

-No estoy mal, solo que no estoy acostumbrada.

Jesus me agarra la mano y la aprieta muy fuerte.

-¿Sabes? Te admiro.-me la acaricia.-Eres muy valiente, y fuerte.

Le sonrío y miro a Dani, que tiene los ojos rojos.
Lo están pasando muy mal.

-Dani, animo.-le acaricio la espalda.-Os juro que vais a salir de aquí, sanos y salvos.

-Amy.-me mira.-Si saben donde estamos. ¿Porque no vienen a por nosotros?

-No es tan fácil.-suspiro.-Los policías de México están compinchados con el secuestrador.
Y los espías de aquí lo saben, pero no tienen ni la mitad de recursos que tenemos allí.
Y los policías de España no pueden registrar la casa sin una orden de los de México.
Cosas de normas.-informo.-El caso era infiltrar a alguien preparado para todo, y me ofrecí.

-¿Y porque tu?-susurra Jesus.

-Todos me veían en la sede como la niña frágil, la mimada, por ser la hija del jefe.-suspiro.-Nadie se acercaba a mi, no tengo amigos, y quiero demostrarles que valgo para esto.
Que puedo hacer cosas sin depender de mi padre.
Además, se me partía el alma viendo a vuestras fans llorar por la calle, los comentarios y todo.

Los gemelos me miran con admiración.

-¿Y cómo vamos a salir de aquí?-susurra.

-No lo sé.-admito.-Primero tengo que ganarme su confianza, luego hacer como que os odio y convertirme en... como decirlo, su hija de verdad, y luego actuar.

-¿Me prometes algo?-dice Jesus, jugando con las pulseras que llevo en la mano derecha.

-¿El que?-susurro.

-Que si salimos de aquí, seguiremos en contacto.-me sonríe.

Me muerdo el labio inferior.

-Será difícil.-suspiro.-Pero te lo prometo.

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