CAPITULO 15
FRESITA
En otra vida, creo que fui un gran detective.
Porque me gusta el espíritu investigativo.
Lo hice en mi adolescencia, explorando y averiguando cosas que llamaban mi atención.
Y lo descubrí más ese afán de sondear cosas, cuando conocí una niña golpearse la frente hasta sangrar, cuando su casillero no quería cerrar.
¿La culpa de ello?
Un lindo chico silencioso, tatuado y rey del campus en ese momento.
Y por ende, saber más de la historia de ambos.
Y me estaba por poner en ello, con ahora la segunda cosa que necesitaba investigar o más bien, descubrir.
La dirección y ubicación de Connor.
Pero, dos cosas se interpusieron.
En realidad una cosa que llegó a mi vida y se podría decir, que adopté como una hermana menor o convirtiéndome en su madrina, si se desea.
Y cual esto como a su vez, colateralmente y con unos días pasando, me condujo a Connor sin necesidad de usar mi espíritu de detective.
¿Quién?
Una muchacha.
Dudo.
O mejor seria decirlo, cuando el destino nos presentó en la cocina de la editorial de Cael.
¿Un muchachito arrodillado a mis pies por estar juntando cosas que cayeron de su bolso y entre ellas, un tampón de mujer?
Si.
Difícil de explicar, pero fácil de deducir, aunque increíble de encontrar.
Por llamado a un concurso laboral como junior en la editorial y ser parte del staff de la revista Féminan a hombres.
Ley y mayor aditamento de la mano de la presidenta y madre de Cael.
Ángela.
Ser hombre.
Y así, conocí a Beatriz o mejor dicho a Alberto.
Una muchacha vestida de hombre para conseguir ese trabajo y que con el tiempo, se convirtió tanto para los chicos del piso, para mí, y hasta el mismo Cael.
En el dulce y buen compañero Beto, que con su ternura como días pasando también, hizo dudar.
Sonrío.
Hasta la sexualidad de mi amigo Cael.
Porque al descubrirla y empezar a conocerla, prometí no decir su mayor secreto.
Que Beto o más bien con el apodo lleno de ternura que Cael le puso al "muchachito".
Elvis.
Un Elvis que nadie sabía que, bajo sus ropas masculinas y juveniles, había un bonito cuerpo de mujer.
Y un Elvis, que en una salida por festejo de un proyecto, cual participé de la editorial siendo un éxito y por ello, ideal a la salida del trabajo para ir por una par de cervezas y gracias a mi camioneta al volverme.
Mi princesa Sofía.
Que todavía funcionando mal y haciéndome renegar, causó que con su último suspiro de arranque, me deje en plena autopista de regreso a la galería.
Usando a favor una bajada, pude estacionarla en un salida de la misma, para encontrarme una vez bajando e inspeccionar donde quedé varado.
Que la zona, no había un un alma por la hora de la noche.
Como también.
Oh Dios...
Sin saber donde estaba, ya que jamás había pasado por ahí.
Unas viejas como antañas vías de tren que alguna vez atravesaron a ciudad a pocos metros que estacioné Sofía, con su abandono y maleza alta, le daban a la situación un toque espeluznante.
Anexando.
Y crucé más mi abrigo contra mí, en la solitaria calle nocturna.
Cuando y creo que fue una lechuza, sentí su graznido o como se diga, helando mi sangre.
- Mucha naturaleza, para mi gusto... - Pude murmurar, haciendo unos pasos para adentrarme en la zona barrial por ayuda y ya, lejos de dudar en abandonar mi camioneta.
Cada pisada con mi móvil en mi oreja, procurando llamar un auxilio mecánico y por tercera vez, mandándome a la casilla de correo.
Es madrugada.
La una pasada, pero se supone que están 24h.
Desalentado y mirando para ambos lados en una calle, pido el milagro de un taxi.
Pero, no.
Ni un jodido auto.
Y gimo lastimero, mientras sigo caminando por un alma samaritana que me socorra.
Ni siquiera un particular, circula en esta vecindad.
CONNOR
La llave en el contacto y siendo girado por mis dedos, causando el arranque perfecto del coche.
No lo acelero, ya que es muy tarde.
Solo una suave acelerada, para que me indique que el ronroneo que escucho, me diga que está arreglado.
Sonriente de satisfacción, lo apago como salgo de su interior y antes de cerrar su capot, miro nuevamente todo su motor, para una última verificación con ayuda de mi luz portátil.
Perfecto.
Cierro el mismo golpeando mis manos entre sí, seguido a limpiar mis manos como siempre con unos de los trapos lavados que me deja mi hermana para ese uso,mientras chequeo la hora desde mi celular.
Guau.
Sumergido en el arreglo, me agarró la madrugada.
Pasada la una.
Cuelgo el trapo sucio en el bolsillo trasero de mis jeans, para ordenar unas herramientas.
Y me encojo de hombros.
Ya que, me es familiar, porque no es la primera vez y aunque, mañana tengo clases por la tarde.
Tampoco me importaría el desvelo o pocas horas de sueño si lo tengo temprano en la mañana, ya que amo esta profesión.
La madrugada es cálida y me siento un breve tiempo sobre mi caja de herramientas para beber algo de jugo fresco y por olvidar cenar, comer unas galletas saladas, deliberando si es suficiente a modo cena o calentar lo que sobró del almuerzo y que trajo Chaise hoy.
Saco otra del paquete reflexionando.
Pero, ya no por lo anterior.
Más bien.
Por esa conversación con mi hermana, días atrás.
Y aunque me propuse, no solo averiguarlo, además, conversarlo al supuesto cariño que me tiene y cual, mi hermana dice que es más que una amistad entre amigos.
Sinceramente, no lo hice.
Por tiempo y ganas.
Me agrada.
Mucho.
Es un gran amigo y reconozco que lo poco, pero a gran escala que hice hasta ahora a pulmón, es gracias a su incondicional ayuda.
Y algo se profundiza dentro de mi pecho.
Hondamente.
Y me replanteo en conversación conmigo mismo, hurgando y referente a si, siento algo por Chaise.
Más allá de una amistad de hombres.
Lo quiero, eso está claro.
Yo, lo estimo mucho.
¿Pero puede esto, ser más allá de la amistad que siento?
Y mi meta.
Ese propósito que rige sobre mi persona y estoy cumpliendo, me colma.
Y con ello, convertirme en alguien.
Me pongo de pie abandonando mi austera cena, para caminar hasta el frente de mi taller.
Y al lograrlo, la imagen de Demian me llena.
Pero no puedo seguir con mis conjeturas, por un bostezo de cansancio y ver caminar por mi acera a la dueña del brazo de su nieta, cual con pasos apurados y mirando continuamente hacia atrás con cierto pánico, llaman mi atención.
No es raro verlas a estas horas, ya que la anciana mujer como su nieta, brindan atención hasta esta hora en su comercio de víveres.
- ¿Sucede algo? - Las interrumpo de su caminata.
- La llorona... - Me dice su nieta sin soltar de forma protectora a su abuela, pero con su otra mano extendida, señalarme lado contrario y a la lejanía de nuestra manzana.
Y cual solo veo por la hora, la nocturna calle sin movimiento y alumbrada por sus farolas.
- ¿Qué? - No comprendo mucho, aunque conozco algo esa leyenda.
- Estábamos cerrando la tienda... - Continúa la anciana. - ...y quisimos ir por unas costillitas... - Habla del bodegón cerca de su negocio y que varias veces con Chaise, fuimos por algo casero. - ...pero del otro lado...
- ...cuadra siguiente... - Interrumpe su nieta, dándole la razón a lo que su abuela me dice.
- ...los lamentos de la llorona se sintieron, Connor... - Finaliza.
Y rasco mi nuca.
- A lo mejor lo confundieron con un animal callejero... - Acoto y recordando otra cosa, que llamó mi atención descubrir a pocas cuadras y cerca de las abandonadas vías de un tren, cuando me mudé. - ...o las lechuzas.
Niegan y la abuela, golpea su pecho.
- Yo la vi... - Se corrige. - ...la vimos, Connor. - Me juran ambas. - Es alta, está de negro...
- ...blanca su piel como la de un muerto... - La voz de su nieta, hace que la mire por seguir. - ...y sus ojos.... - Sus manos indican a modo explicativo los suyos. - ...destellan tristeza con luz azul, escurriéndose sangre negra de ellos...
- ...y llora...gime amargamente con cada paso lastimero y que aceleró al vernos extendiendo su mano a las dos...
- ...quería nuestras almas, pero corrimos hacia acá. - Culmina la nieta.
Y las veo irse, tras escuchar que supuestamente esa famosa leyenda es cierta, pero sin antes recomendarme las dos que me introduzca en mi casa, antes que la llorona me encuentre y se lleve mi alma.
Inclinado en el bajo muro de entrada de mi frente y contra la puerta de acceso, me quedo mirando a la dirección que momentos antes las mujeres indicaban llena de pánico y horror.
Y apoyo mi barbilla en un puño, procurando y bajo el silencio que solo interrumpe una moto lejana pasando, escuchar el famoso lamento de la llorona.
Nada.
Es creo y donde vivo ahora, de los primeros barrios construidos en la ciudad y supongo por eso además, de las primeras en comercios de este lado de la zona y cual los que habitan aquí, sus décadas haciéndolo y muchos, como la abuela en edad.
Y por tal, habiendo vivido mucho como visto cosas.
Calculo.
Todas esas creencias y anécdotas.
Decidido y sin un gramo de sueño, decido corro el pasador de portoncito de mi entrada para ir tras esa llorona.
No, por pensar que puede haber esa posibilidad de encuentro.
Pero sí, que la abuela como su nieta hayan sido asustadas por un jodido pervertido o lo que sobra en estos tiempos.
Ratero.
FRESITA
Sollozante.
Con hambre.
Sintiendo frío por más cálida noche.
Sed que apenas me deja hablar.
Y contra la pared de una casa descansando de tanto caminar, dándome a medias la luz de la calle, divisé una mujer de edad acompañada de otra más joven y feliz estire unas de mis manos hacia ellas, por descubrir que hay vida en este antiguo, oscuro y desolado barrio de la zona.
El gruñido de mi estómago hizo eco entre los tres, recordándome que solo había desayunado y unas frituras acompañando las cervezas con los chicos en el bar horas antes, ni se acercaba a un almuerzo como cena.
Y creo que eso las asustó.
Más, que por culpa de mi boca reseca y al querer saludarlas correctamente, para luego pedirle el uso de su celular, ya que el mío murió con su descarga.
De mi garganta, solo salió una especie de graznido ahogado y como mi situación.
Lastimera.
Un gemido de tristeza, mientras procuraba decirles que no se vayan, ya que eso hicieron al verme.
Girar sobre sus talones y caminar contrarias a mí.
- No... - Dramáticamente les rogué desde mi distancia, haciendo un paso y ellas, corriendo dos.
CONNOR
Y de golpe me quedé estático a metro de llegar a la esquina.
Por un amargo como desgarrador gemido de algo.
Pestañee sin poder creer y debo reconocer, que parte de mi sistema nervioso como la sangre que corre en mis venas, por un momento se congelaron de la turbación alarmante que me embargó al ser testigo.
El único en la solitaria y oscura noche, ya que hasta el local de comida estaba cerrado.
Por escuchar ese sonido.
Lastimoso y triste.
Agudicé mis oídos.
Y muy mortificado lamento, masculino.
¿Eh?
¿Masculino, dije?
¿La llorona, puede ser ambos géneros?
¿Llorón, también?
Y con algo más de sensatez, pero precavido, me asomo por la esquina y la semi oscuridad de la cuadra siguiente, me sorprende al ver el ente o ánima sin poder evitar, abrir grande mis ojos por no poder creer lo que estos ven.
Sonrío, sin todavía comprender todo esto.
A la pálida llorona.
Alta y vestida elegantemente de negro.
Con su mirada de luz azul, según las mujeres y la sangre negra, que en realidad es maquillaje escurrido sobre sus mejillas.
Lamentándose y balbuceando sonidos intangibles contra una pared apoyado, mirando su celular con la pantalla negra por parecer muerto.
Le hablo a la llorona contemporánea, intentando no reír, aunque con preocupación.
- ¿Demian, qué rayos haces por acá y a esta hora?
Y suspiré, no lo pude evitar.
Porque, las personas lindas como agradables y por más oscuridad, donde apenas la luz de la calle ilumina su persona por la densa noche y se podría decir que ellos, no en la mejores condiciones como lo está Demian ahora, hasta el punto que por su apariencia dramática haber asustado a la abuela con su nieta.
Son personas hermosas, repito.
Y no, porque estoy mirando a un chico lindo en este momento.
Sino.
Por su color, cual la noto más, al notar que me reconoce.
Su vista se clava en mí, al escuchar mi voz seguido a verme y no me da tiempo a nada, ya que al reconocerme, corre hasta donde estoy y me abraza.
Es mucho más alto que yo.
Inclusive, de contextura física.
Y con este abrazo, sentí por primera vez lo que él a mí, siempre me daba.
Seguridad como esa estabilidad, que yo inicié con esta búsqueda.
Sus ojos se elevaron y se encontraron con los míos y todas las causas o justificativos.
Mierda.
Que le dije esa tarde en el campus universitario y bajo el árbol.
Suspiré, nuevamente.
Se evaporaron, maldita sea...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top