Promesas.
Cuando el coche de la abogada que lleva mi custodia aparca en una casa en la otra punta de Madrid, trago saliva y la miro con asco.
-Me odia.-le repito por decimoquinta vez.
-Elena, he hablado con el, ha cambiado, estaba deseando que llegaras.
Ruedo los ojos y me bajo del coche.
Mentira, nunca cambiará.
Tiro de mi maleta hasta la puerta y Mara, la abogada, toca al timbre pacientemente.
Observo la casa por fuera, es bastante grande, y bonita, mucho mejor que la de mi abuela, aunque a mi me gusta mas la de ella.
La horripilante cara de mi padre, aparece cuando la puerta se abre y me sonríe.
Falso, que eres un falso.
No digo nada mientras Mara intercambia el papeleo con el y se marcha.
-Entra.-me ordena sonriente.-Estas muy guapa.
Lo miro con odio y sigo sin hablar.
-Se que no hemos tenido una buena relación... pero he cambiado.-intenta agarrarme la maleta.
-Puedo sola.-gruño.
-Esta bien, déjala ahí, tengo que presentarte a mi familia, y se simpática al menos con ellos.
¿Ellos?
Cuando lo sigo hasta el salón mis enormes ojos marrones se clavan en una mujer morena, con el pelo corto y unos preciosos ojos verdes, que me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.
No se porque, pero me trasmite algo que me gusta, me cae... bueno, me da buen rollo.
Luego me centro en la niña pequeña que tiene a sus brazos, es morena, con los ojos muy muy verdes, súper guapa, tendrá siete años.
Y luego miro a un chico que esta al lado, será de mi edad.
Me mira serio, con unos enormes ojos azules y un tupé peinado a la perfección.
Es muy, muy guapo.
-Esta es mi mujer, Blanca, su hija Lucía y su hijo David.-susurra mi padre.-Ella es Elena.
-Encantada.-sonríe la mujer y se me acerca para darme dos besos.
Tardo en reaccionar,pero le respondo.
-Igualmente.-susurro.
Me quedo mirando a mi padre y el me sonríe por tercera vez en cinco minutos.
-Tengo que guardar mis cosas.-le digo, borde.
-Te enseñare tu cuarto.-me tiende la mano, pero no se la doy y paso por delante de el.
Me guía en silencio hasta una habitación bastante grande y bien decorada.
-Blanca también te ha comprado ropa.-me informa.-Creía que te gustaría.
-Dale las gracias de mi parte.-suspiro.
-A las dos comemos, tienes una hora, luego te quiero abajo.-se apoya en el marco de la puerta.-Te he echado de menos, Lena.
-No me llames así.-gruño.
Todo lo que llevo de vida me han llamado Lena, supongo que era un apelativo cariñoso que se invento mi madre.
Desde que murió, no soporto que me llamen así.
Mi padre desaparece por la puerta, me siento en la cama y me quedo mirando la pared.
Por mucho que me gusta la habitación la detesto porque sea de el.
Tocan a la puerta varias veces y me giro para encontrarme con mi nuevo hermanastro.
-Hola.-saluda y se apoya en el marco de la puerta.
-Hola.
-¿Puedo pasar?-pregunta, mordiéndose el labio.
-¿Porque querrías hacerlo?-insisto.
-Porque.... eres mi nueva hermana, y quiero ayudarte a instalarte, y también quiero llevarme bien contigo porque compartiremos colegio y clase.
-Esta bien.-me levanto y voy hacia la maleta.
El se acerca a mi y comenzamos a guardar la ropa en los cajones.
-¿Porque tienes tanta ropa ancha?-frunce el ceño.
-Me gusta.-resoplo, a pesar de que sea mentira.
-Por dios, si parecen sacos.-insiste.
-¿Y que?-me muerdo el labio.-Tapa, que es lo que importa.
Se queda callado unos segundos mientras guardo el ultimo conjunto y me levanto.
-Ven.-me tiende la mano y me guía hasta el espejo del pequeño cuarto de baño que hay también en la habitación.-Mírate, ¿que ves?
-¿A que estas jugando?-aparto mi mirada del reflejo.
-Tu solo contéstame.
-A un monstruo.-me sincero, con la mirada en el suelo.
Pone mi mano en mi mandíbula y sube mi cabeza hasta que vuelvo a mirarme al espejo.
-Pues yo veo una chica preciosa.-comienza y frunzo el ceño.-Tienes los ojos mas bonitos que he visto nunca, grandes, marrones, y sobre todo expresivos.
-Yo los odio.-me muerdo el labio.
-Tu te odias.-adquiere y no puede estar mas en lo cierto.-Pero es porque no te ves como en realidad eres.
-Oye, ¿tu de donde has salido?-bromeo.
-Va enserio.-lleva mis manos a mi pelo y me quita el moño que lo recoge dejando caer los mechones rizados a ambos lados de mis caderas.-Valla.-musita.-Que pelazo.
-También lo odio.-me lo recojo de nuevo.-Igual que todo de mi, ¿vale?, ya lo sabes, pero ni te preocupes, sé vivir con ello.
Veo como retira con cuidado las mangas de mi ancha sudadera y pone cara de horror.
-Claro que no sabes, Lena.-bufa.-Esto no es la solución.
Estoy apunto de replicar por haberme llamado así, pero siento que por primera vez desde hace dos años suena bien.
Que me hace sentir bien.
-Da igual.-me encojo de hombros y me las bajo.-Vallamos ya a abajo, o se enfadaran.
Ando hasta la puerta pero el me agarra de las muñecas y hago una mueca de dolor.
-No vuelvas a hacerlo.-pide.-Por favor.
-No puedo prometerte nada.-me muerdo el carrillo.-Es difícil.
-Si que puedes, y lo vas a hacer.-me mira profundamente a los ojos.-No me preguntes porque pero ya me importas, y si haces eso es porque eres una cobarde que no sabe enfrentarse a los problemas.-bufa, si, soy una cobarde, pero no puedo remediarlo.-Veras, he tenido que curar esas heridas varias veces a uno de mis mejores amigos porque su hermano gemelo a desaparecido y, de verdad que es un horror, prométemelo por favor, prométeme que no lo harás.
Veo como suplica con los ojos, y siento que por primera vez puedo prometerlo.
Y por un instante me muero por conocer a ese amigo suyo.
-Esta bien.-me muerdo el labio inferior.-Te lo prometo.
Deja escapar un suspiro y luego saca una sonrisa sincera.
-Gracias.-me da la mano y la acaricia con el pulgar.-Venga, vamos, luego te presentaré a Jesus y los demás.
Deduzco que Jesus es su amigo y deseo con ansia que llegue esta tarde.
Cuando aparecemos por la cocina sonrío a Blanca y a la pequeña Lucia y no miro a mi padre.
Lo voy a evitar todo lo que pueda y mas.
No hablo mucho mientras como, ya que esta ahí mi padre y me pone demasiado nerviosa.
Con su mirada clavada en mi, toda la comida.
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