41. Harper
—Harper, despierta...
Abro los ojos poco a poco, sin aún ser demasiado consciente de donde estoy. La luz que entra a través de mis pestañas me hace volver a cerrarlos, pero entonces algo me hace reaccionar.
—Les comunicamos que este avión aterrizará en San Diego en siete minutos. Abróchense los cinturones y apaguen sus dispositivos móviles.
Suelto un gruñido y escucho a Elliot reír suavemente.
—Vamos, dormilona, que ya llegamos a casa —me dice.
—Quiero dormir más, aunque sean solo cinco minutos —me quejo, ya con los ojos abiertos pero con mi cabeza aún apoyada en su hombro.
—Yo te dejaría dormir, pero luego en el aterrizaje te golpearías por todos lados y, aunque sería divertido de ver, no quiero que me mates —dice.
—Gracias, supongo —contesto sin poder ocultar una sonrisa y me incorporo.
Me abrocho el cinturón y pongo mi teléfono en modo avión.
Me lo he pasado muy bien en Miami, los amigos de Elliot son geniales y lo aprecian mucho. Caroline, aunque nuestro primer encuentro casi me provoca un infarto, me ha caído genial, incluso nos hemos dado los números de teléfono.
Ayer fuimos a ver a mis abuelos, que volarán en unos días de Miami a San Diego para pasar las Navidades con todos. También hemos ido a la playa, incluso nos bañamos un día que hacía sol y calor. Lo bueno de Miami es que hace calor prácticamente todo el año, al contrario que en San Diego, y para los amantes del sol como yo eso es genial.
En cuanto salimos del aeropuerto somos recibidos por el pitido de un coche y los gritos de Olivia. Ah, cómo echaba de menos estos gritos suyos.
—¡Subid ya, que no puedo aparcar y viene un coche! —grita mientras Dennis sonríe, en el asiento del copiloto.
Así que tenemos que correr hacia su coche, meter nuestras maletas en el maletero a la velocidad de la luz, y luego subirnos en los asientos de atrás.
El coche de atrás, que acaba de llegar, pita, y Olivia suelta un gruñido y murmura unos cuantos insultos antes de arrancar y salir de ahí en un acelerón que hace que todos tengamos que cogernos de donde podemos para no golpearnos con el asiento de delante.
—¿Quién le ha dado el carnet de conducir a esta mujer? —pregunta Elliot, y Dennis se echa a reír.
—No llevas ni cinco minutos en San Diego y ya quiero mandarte a la mierda, felicidades, lo has conseguido —gruñe Olivia.
El trayecto hasta casa dura media hora, en la cual Dennis y Elliot se ponen al día y Olivia me pregunta cosas relacionadas con nuestra vida sexual.
—Deja de preguntar, enferma, ¿Dennis no te da sexo? —le pregunto.
—Yo lo intento, pero ahora dice que no quiere hacerlo cuando tiene la regla —contesta Dennis.
—¡Es asqueroso! —se queja Olivia.
—No lo es, Harper y yo lo hacemos tenga la regla o un huracán ahí abajo —dice Elliot, y ruedo los ojos.
—Cuéntales más, anda —digo.
—El otro día me la.... —empieza.
—Era sarcasmo, idiota —lo interrumpo, y sonríe juguetonamente.
—¿Dónde os dejamos? —nos pregunta Olivia.
—Yo solo necesito pasar por casa a dejar las maletas, esperadme fuera y en cuanto las haya dejado vuelvo al coche —dice Elliot—. Le he dicho a Mike que quedáramos en el puerto y le parece bien.
—¿No vas a quedarte un rato con tus padres? —le pregunto, extrañada.
—Ya tendré mucho tiempo para estar con ellos durante las vacaciones. —Se encoge de hombros y mira para otro lado.
Aquí pasa algo raro. Llevo días notando a Elliot un poco tenso, ¿y ahora esto? No voy a presionarlo para que me cuente nada, pero dudo que sea solo una pelea con sus padres, si fuera así me lo habría dicho.
—Bueno, yo seguramente sí me quedaré un rato en casa —digo—. ¿Te vienes, Oli? Así hablamos un rato.
—¿De qué? —pregunta Dennis.
—De todos los chicos con los que te he puesto los cuernos —le contesta Olivia, rodando los ojos—. No seas cotilla, queremos hablar de nuestras cosas, hace una semana que no la veo.
—Oh dios mío, una semana, ¡lo habréis pasado fatal! —Dennis se lleva las manos a la cabeza, exagerando aún más sus palabras.
—Ni caso Oli, debe estar celoso —le digo a mi amiga.
—Entonces yo me voy con Elliot y Mike a hablar de todas las chicas a las que nos hemos tirado desde que estamos con vosotras —replica Dennis, cruzándose de brazos.
—Genial —contesta Olivia con una sonrisa exagerada.
—¿Me dejarás tú coche para ir al puerto? —le pregunta Dennis a su novia.
—¿Para que me lo estrelles? No, va a ser que no.
—No me quieres nada —se queja él.
—Tranquilo, bájate conmigo en mi casa y cogemos mi coche —le propone Elliot.
—¡Mi pequeña! —grita papá Dean en cuanto entro en casa, y corre a abrazarme—. ¿Cómo has estado? ¿Todo bien por Miami? ¿Los abuelos bien? ¿Elliot te ha molestado?
—Papá, es mi novio, no me molesta —contesto—. Y ya sabes cómo ha ido todo porque me has llamado cada día dos veces.
—¡Yo también quiero un abrazo! —dice Oli, y Dean la abraza a ella también.
—¿Dónde está papá? —le pregunto, refiriéndome a Kyle.
—¡Estoy aquí! —grita Kyle desde la cocina.
Tras hablar con ellos y con mi hermano un rato, Olivia y yo subimos a mi habitación.
—Estoy muerta —me quejo, echándome en mi cama.
—Mucho sexo, ¿eh? —pregunta levantando las cejas repetidamente.
—Mucho sexo y mucho jet lag.
—¿Sexo en el avión?
—No, eso no —contesto, riendo—. Pero joder, ayer lo hicimos como seis veces.
—¡¿Seis veces?! —exclama.
—No grites, tonta, que están mis padres abajo —susurro, golpeándole el hombro.
—Es que estoy emocionada, mi Harper está creciendo. —Me acaricia la cabeza— Cuéntame, ¿seis veces?
—Eres una calenturienta —digo, negando con la cabeza—. Sí, seis. En la cama, la mesa, el sofá, luego la ducha y después otra vez en la cama, dos veces. Oh, espera, luego lo hicimos en los baños del bar, por la noche, así que fueron siete.
—Dios mío, Harper me está hablando de sexo —dice con emoción—. Ahora que lo pienso, ¿Elliot no trabaja?
—Ha dejado el trabajo. —Me encojo de hombros— Dice que era demasiado llevar eso, los estudios y las visitas a casa todo junto.
—Tiene sentido —asiente—. Bueno, ¿te parece si vemos Diez razones para odiarte?
—Hemos visto esa película como veinte veces, Oli —le recuerdo.
—Pues por eso, es como nuestra película, la película Olarpy.
—Ese mote es horrible. —Río— Pero me parece bien, nunca me canso de ver a Heath Ledger y Joseph Gordon-Lewitt.
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