Dulce 7
Su mirada se impregnó de fascinación. Permaneció boquiabierto desde la entrada a la mansión hasta la llegada al garaje. No parpadeaba impresionado por la belleza del lugar, su extensión, el lujo e imponencia de su hermosa fachada, así como de la armonía representada por sus detalles antiguos y sumamente bien conservados.
Aún no terminaba de maravillarse cuando la grandiosa colección de autos que se resguardaba bajo techo lo golpeó con sus dotes de elegancia, buen gusto y ostentación. Ni siquiera sintió el vehículo detenerse, se paralizó admirando la suntuosidad del lugar.
-¿Te ayudo? –Preguntó Bruce abriéndole la puerta, quitándole el cinturón y ofreciéndole una mano-.
-¿Qu-qué? –Exclamó Clark abandonando el embeleso-.
-¿Estás bien? –Le inquirió el heredero sonriéndole, intrigado por el rostro que estaba poniendo-.
-¿A-aquí vives? –Interrogó tímidamente el humilde muchacho-.
-Bueno, no, no aquí, éste el garaje. Yo vivo en la casa. –Respondió sarcástico-.
-Me-me refiero a... ¡Ya sabes! –Expresó el menor sonrojado, percatándose de la mano que Bruce todavía le ofrecía-. N-no, yo puedo... -Agregó saliendo torpemente del auto, tropezando con los pies del anfitrión-.
Cuyos reflejos asistieron al descuidado chico evitando que cayera. Le abrazó la cintura atrayéndolo hacia él.
-Ten cuidado. –Habló irónico-.
-S-sí... Gracias. –Respondió Clark sonrojándose hasta las orejas, suficientemente abochornado como para empujar levemente al amo de la casa para hacerse soltar-.
-L-lo siento. No quise incomodarte. –Aclaró Bruce soltándolo inmediatamente-.
El menor desvió su mirada cerrando la puerta del auto.
-Pues, bienvenido a mi hogar. –Expresó caminando entre los autos estacionados, señalándole con un ademán que lo siguiera-.
Clark obedeció por demás intimidado. Imitó sus pasos caminando detrás de él, atravesando algunas puertas hasta llegar al ala principal de la casa. Ahí fueron recibidos por dos escalinatas lujosas y una recibidor amplio, pulcro, de ensueño. Nuevamente su boca permanecía abierta ante tantos deslumbrantes brillos y decoraciones fastuosas.
-¿Estás bien? –Bruce volvió a preguntar, todavía sin borrar su mueca burlona-.
-¿Qué? S-sí... Sí, claro. ¿Por qué preguntas?
-Eres fácilmente impresionable, ¿sabías? –Comentó invitándolo a pasar a otra habitación-.
-¿Qué? ¿Qué significa eso?
-Nada. ¿Qué quieres comer? –Inquirió cambiando el tema-.
-O-oye... Se supone que íbamos a hablar... Yo tengo cosas que hacer, no puedo pasar mucho tiempo contigo. –Contestó yendo hacia donde Bruce le indicaba-. Y no sé por qué estamos aquí, pudimos platicar en mi casa...
-Yo quería comer...
-¿No que querías hablar? –Habló Clark levantando sus cejas-.
-Cierto. También eso. –Expresó sonriendo-.
-¿Amo Bruce? –Saludó un caballero trajeado saliendo de una de las habitaciones, igual de elegante y propio que el resto de la casa-.
-Alfred, hola.
-¿No había ido a la universidad? –Le preguntó yendo a su encuentro-.
-Sí, pero me encontré con Clark Kent en el camino y decidimos venir a platicar sobre lo que pasó.
El hombre, claramente mayor que Bruce, tornó sus facciones encuadrando al invitado entre sus ojos.
-¿Es usted el joven Kent? –Se dirigió al menor acercándose lentamente-.
-S-sí. Mu-mucho gusto. –Habló extendiendo la mano para estrecharla-.
Sin embargo, luego de una pausa un poco incómoda, aquel hombre de traje explotó en una especie de sonrisa al momento de corresponder el saludo del menor.
-¡El placer es todo mío, joven Kent! ¡Estoy muy contento de recibirlo, se lo juro! ¡Por favor, pase y siéntase como en su casa, es grandioso contar con su visita! –Expresó soltándolo, invitándolo a continuar con el recorrido-. ¿Ya almorzó?
-De hecho, veníamos también para... -Musitó Bruce intentando intervenir-.
-No se preocupe por nada, en seguida prepararé algo. –Reveló Alfred-. Sígame, lo llevaré al comedor. –Anunció ciertamente emocionado-.
-Al, n-no, no te preocupes... Yo... -Bruce tartamudeó siguiéndole los pasos al gentil hombre educado-.
-Ni hablar, amo Bruce. Yo me encargo.
-Pe-pero yo... -Le susurró al hombre mientras lo adelantaba para bloquearle el paso-. Alfred, yo quería pasar un rato con...
-¿Pasa algo? –Demandó Clark mirando cómo se detenían y murmuraban-.
-¡Claro que no! ¡Sólo le decía lo que quería comer...! -Contestó Bruce enérgico, sonriendo-.
-¡Sí, entiendo! –Musitó Alfred en voz baja-. Pero de ningún modo voy a dejar que arruine esto, amo Bruce. Hace años que no traía un amigo a la casa y no voy a permitir que aleje a esta personita que se ve de verdad muy afable.
-¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso?
-Significa que lo ayudaré a que conserve a este nuevo amigo.
-No somos amigos. Sólo lo traje porque hay asuntos de que habar.
-No me importa, Sólo no lo arruine o aleje a otra persona de usted.
-Yo...
-¿To-todo bien? –Volvió a preguntar Clark, quien realmente había escuchado la conversación en su totalidad-.
-Por supuesto, joven Kent.
-Claro.
-¿Por qué no lo lleva a dar un paseo por el jardín, amo Bruce? Yo los llamaré cuando el almuerzo esté listo-.
-Suena bien. –Comentó el heredero tomando la mano de Clark, alejándose en sentido contrario al de Alfred-.
-O-oye... ¿qué haces? –Exclamó el menor sorprendido por el impulso-.
-Vamos a dar un paseo...
Clark no tuvo una verdadera oportunidad para negarse. No le dio tiempo de reaccionar, y no debido a lo atrevido del movimiento o lo rápido y sagaz del agarre, más bien a todo el escenario deslumbrante, al elegante sujeto que los había recibido, la ostentación del lugar, y la extrañeza del momento. Todo estaba pasando muy rápido. De un instante a otro, tuvo mucho en qué pensar.
Acompañó al ciertamente desconocido individuo, que no soltaba su mano, hacia donde él dispusiera. De este modo y sin interrupciones, lo guio hasta la parte trasera de la casa, hacia la entrada de uno de los jardines más grandes y bonitos que jamás hubiera visto.
-Hay un laberinto, vamos a jugar. –Habló Bruce bajando el ritmo de sus pasos aún sosteniéndole la mano-.
-Es enorme...
-Sí...
-Espera... ¿Dijiste laberinto?
-Sí. Ven. –Pidió avanzando, afianzando sus dedos, entrelazándolos con aquellos del joven campesino-.
Cuya firmeza hizo sonrojar a Clark. Torció la boca dudando en esa actitud tan familiar. Quiso jalar su mano, pero iban tan amenamente y tranquilos que el negarse así se vería grosero. Y aunque se sintiera un poco invadido, para ser sincero, no le molestaba del todo.
Llegaron a una entrada formada por un arco de enredaderas. Algunas flores le daban la bienvenida, así como su color y su dulce aroma. Clark cerró los ojos percibiendo la fragancia natural. Se distraía tanto en la serenidad de las plantas que no se dio cuenta de lo cerca que estuvo Bruce de besarlo, pues al detenerse y voltear para mirarlo, le fue imposible no caer en ese encanto que vio la primera vez.
Inicialmente se mantuvo quieto para no romper el hechizo, luego se percató de que su acompañante se había tomado unos segundos para contemplar la brisa fresca, lo que lo hizo ruborizar y atraer pensamientos no muy propios. Sin embargo, mirarlo ser tan delicado, atento a las cosas sencillas, a lo más básico del placer, Bruce no resistió contenerse. Se aproximó con la viva intención de saborear esos labios que en un principio fueron su tentación, pero el leve suspiro de Clark al exhalar, lo detuvo instantáneamente. Después de todo, había prometido no hacerle nada.
Bruce destrozó sus intenciones soltando al muchacho. Dándole la espalda mientras se frotaba el rostro. "¿Qué rayos me pasa?" Se preguntó sacudiendo la cabeza.
-Muévete, Kent. El laberinto es largo. –Anunció extrayendo al muchacho de su mágico momento-.
-S-sí... -Respondió percatándose de la fría sensación en su mano-.
Se preguntó infantilmente por qué lo había soltado. Clark bajó su rostro sintiéndose ligeramente rechazado. Cuestión que lo sobrecogió pareciéndole tonta y de muy mal gusto. "¡¿Qué rayos?! ¡A mí que me importa si me toma de la mano o no!" Expresó en su cabeza frunciendo el ceño, adelantando el paso al heredero e introduciéndose por cuenta propia en el laberinto. Al pasarle de lado, incluso dio pequeñas zancadas para ganarle un poco distancia.
Bruce entendió sus intenciones un poco tarde, pues cuando intentó llamarlo, el muchacho rural ya había escogido uno de los caminos, perdiéndose de la vista en cuanto quiso seguirlo.
-¿Ke-Kent? –Llamó confundido e impresionad por la velocidad del chico-. ¿A dónde fuiste?
Clark se apresuró tanto que caminó decididamente sin un rumbo fijo, girando, adentrándose cada vez más entre los muros verdes, alejándose tontamente de la salida. Fue hasta toparse con un callejón que se detuvo.
-¿Sin paso? –Exclamó dándose la vuelta-. Pensé que conocías el camino. –Añadió dirigiéndose a Bruce, girando varias veces sobre sus talones buscando al anfitrión-. ¿Bruce? –Llamó percatándose de su quisquillosa situación-.
Incluso regresó por dónde él creyó que había venido. Siguió llamando al heredero, mirando en todas direcciones, preguntándose si el muchacho de verdad había entrado al laberinto con él.
-¿Crees que es gracioso? –Demandó un poco molesto-. Pues es una broma tonta. ¡Puedo salir de aquí sin ayuda! –Afirmó retomando el camino que, según él, lo había llevado hasta ahí-.
Avanzaba con el ceño fruncido, con sus puños apretados y un paso firme y mal pensado. Giraba en cada esquina que encontraba, profundizaba en cada corredor, decidía al azar, sin reflexionar o mostrarse frío. Los minutos pasaban y el chico comenzó a sudar un poco. Volvió a toparse una y otra vez con muros que bloqueaban su visión y revelaban su mala estrategia. Se molestó de verdad cuando al centésimo intento no encontró más que otro enorme adorno de jardín en lugar de una salida.
-¡¿Qué es este lugar?! ¡Rayos! –Expresó pateando el suelo-. ¡Este laberinto está mal hecho! ¡¿Cómo demonios salgo de aquí?!
Volvió a patear iracundamente hasta que el aliento comenzó a faltarle. Mejor se sentó al pie de aquella estatua a respirar un poco.
-No es nada divertido. –Murmuró limpiándose el sudor de la frente-. Y tengo hambre...
Recogió sus piernas suspirando. Se miró la férula y también toco el vendaje en su frente-.
-Me duele la cabeza. No debí haber venido. –Habló cerrando sus ojos, recostándose sobre sus rodillas-. ¿Qué tan grande es este lugar? Bruce parece ser realmente muy rico... Me pregunto cuánto...
Poco a poco iba cediendo a la falta de reposo que necesitaba. Su respiración se tornaba más calmada y el dolor de cabeza también. Sin darse cuenta, se estaba quedando dormido. "Bruce... ¿Qué clase de persona eres...?" Se inquirió ya hundido en su somnolencia.
Abrió los ojos teniendo frente a sí un hermoso candelabro. Sus decenas de cristales reflejaban las centallas de la luz exterior filtraba a través de un gigantesco ventanal. A sus oídos llegaban los tenues movimientos de las manecillas del único reloj de la habitación. Su traqueteo le recordó el tiempo que había transcurrido interrogándose qué había pasado mientras sus ojos permanecieron cerrados. Ladeó su cabeza encontrando el respaldo de un sofá, obligándolo a giran al lado contrario.
-Hola. –Bruce le saludó mientras sostenía una copa en sus manos y bebía de ella-. ¿Estás bien? –Le demandó abandonando la cristalería sobre un escritorio-.
-¿Qu-qué pasó? –Cuestionó todavía sumido en su cansancio-.
-Te quedaste dormido en el...
-¿Laberinto?
-Sí.
-E-eso fue cruel... -Comentó aletargado-.
-¿Cruel, por qué?
-Me-me dejaste... -Habló bostezando-.
-Fuiste tú quien se separó de mí. Y no me la hiciste tan fácil. Tardé mucho en encontrarte.
-Tú... tú...
-Lo siento. No debí hacerte caminar. Te acaban de dar de alta en el hospital, no fue prudente. Perdón.
-Me-me duele la cabeza... -Clark develó volviendo a cerrar sus ojos-.
-Quizá sea porque te saltaste el almuerzo. No has comido nada.
-Su-supongo. –Murmuró volviendo a quedarse dormido-.
-Sí, pero si quieres... -Se rindió al hablar, pues su huésped ya no estaba escuchando-.
Bruce suspiró amargamente. Recogió su trago y vio el fondo del vaso. Se acercó a Clark para arroparlo con la suave y calentita manta. Peinó su cabello delicadamente y se retiró a su asiento atrás del escritorio.
Llamaron a la puerta instantes antes de ver a Alfred entrar. Bruce le sonrió afligidamente.
-¿Aún no despierta? –Demandó el hombre de traje colocando una charola sobre la mesita de centro-.
-Sí, pero se volvió a dormir.
-Sigo pensando que él estaría mejor en una de las habitaciones.
-Mi estudio estaba más cerca. Además, tenía un poco de trabajo y no quería dejarlo solo.
-Comprendo. –Habló estoico sirviendo un poco de té humeante en una de las tazas-.
-¿Estás molesto? –Preguntó Bruce susurrando, tomando unos papeles en sus manos-.
-¿Por qué lo estaría? –Respondió con el mismo volumen-.
-No sé, dímelo tú.
-Pues no estoy molesto. Quizás un poco preocupado.
-¿Preocupado? ¿Por qué?
-¿Quizá porque le dije que cuidara a su nuevo amigo y no que lo abandonara en medio del jardín?
-Bueno, Clark no es mi amigo, sólo lo traje para hablar sobre lo que pasó con mi auto. Y no lo abandoné, él se perdió y sólo tardé en encontrarlo.
Alfred levantó las cejas mientras le lanzaba una mirada condescendiente.
-¿Qué? ¿Por qué me miras así?
-No deje ir a este muchacho. Por su bien. –Anunció el hombre apretando sus labios, posando la taza recién servida cerca de Bruce, retomando la charola y abandonando el recinto-.
-¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso? –Bruce demandó levantándose, siguiendo al mayor-.
-Significa que usted necesita amigos y no puede darse el lujo de alejar a este joven que parece una buena e interesante persona.
-No lo digas en ese tono. –Pidió Bruce cerrando la puerta detrás de sí-. No necesito amigos y él...
-Sí, sí los necesita. Y sabe a lo que me refiero. Así que le repito, y con todo respeto, no-lo-a-rrui-ne.
-¿De qué hablas? Yo no quiero que este tipo sea mi amigo.
-Le creería si no viera ese fulgor encantador en su mirada cuando habla de él. –Alfred añadió sosegado, irónico, dándose media vuelta-. Y por cierto, le prepararé una habitación más cómoda y apropiada, así que llévelo ahí cuando le diga. Sería beneficioso si el joven Kent se queda a dormir. Yo sé lo que le digo. –Agregó justo antes de partir-. ¡Qué emoción, el primer amigo del amo Bruce! ¡Encantador! –Expresó fríamente, provocando un sonrojo pueril en el heredero presumido-.
-N-no... no digas eso... -Musitó Bruce entre dientes, bastante avergonzado-.
Frotándose la cara, entró de nuevo a su estudio. Se tomó un par de segundos para mirar el apacible descanso de Clark. Su sonrojó volvió orillándolo a agachar su rostro.
"¿Qué demonios me sucede?" Se inquirió soltando un suspiro pesado y renuente. Luego regresó su mirada, posándola sobre el tendido indefenso frente a él. Lo admiró durante minutos largos y acaparadores. Tragó saliva mientras sus manos comenzaban a temblar. Lo estaba pensando demasiado y tenía una promesa que mantener. Sin embargo, verlo ahí, a su disposición, sin ser capaz de defenderse en un primer momento, le removió algunas ideas. Nadie tendría por qué saberlo, ni siquiera el propio Clark. Se mojó los labios tomando una decisión.
Avanzó paulatinamente hacia el sofá donde el ojiazul reposaba sin preocupaciones. Volvió a pasar saliva dejando entreabiertos sus labios. Se arrodilló convenientemente junto a su cabeza. Recargó uno de sus brazos en la reposadera para darse estabilidad y el otro en el respaldo del sofá. De ese modo atrapó a Clark teniéndolo enfrente. Le observó la respiración un par de segundos. Luego acortó silenciosa y lentamente la distancia de sus rostros. Y todavía temblando, posó su boca sobre la del bello durmiente.
No hizo mayor revuelo, sólo fue un segundo. Tardó más en decidirse y acomodarse que en disfrutar y saborear ese diminuto beso robado.
Se levantó apresurado, angustiado, temeroso de haberlo despertado. Se alejó dándole la espalda, llegando hasta su ventana y aguardando hasta escuchar alguna queja o regaño. No obstante, el silencio ocupó sus cavilaciones. Dudoso, giró sus hombros para ver el resultado de su atrevimiento; y no fue hasta que lo miró inmutable en su sueño que soltó su respiración. Sonrió sonrojándose y negando con la cabeza.
"De verdad, ¿qué rayos me sucede conmigo?" Se dijo tallándose el rostro y pasando sus dedos por el cabello. "¿Por qué con él, por qué ahora?"
-Rayos. –Expresó frío, seco, pero todavía víctima del rubor en sus mejillas-. Sabes a miel... -Murmuró retornando a sus labores de escritorio sin abandonar su sonrisa escondida bajo un halo de seriedad que no lograba alcanzar-.
De alguna forma se las arreglaba para suspirar sin hacer mucho ruido, sin mencionar que cada tres segundos echaba un vistazo al humilde invitado que lo acompañaba. "Sí, definitivamente, es sabor a miel..." Pensó mientras repartía su firma en las hojas regadas a diestra y siniestra sobre su pomposo escritorio de madera.
Continuará...
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