𝒕𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒄𝒉𝒐
»— ¿Alguna vez te han tocado así? –había dicho él mientras sus manos bajaban más allá de mis caderas, sus dedos apretando mi piel. Los morados se irían, la impresión de sus dedos no.
» No respondí. No podía, seguía llorando y removiéndome, pidiéndole que no me tocara. Pero a él no le importaban mis ruegos. Apenas tenía fuerzas para mantener mis rodillas juntas, para removerme mientras su peso me mantenía cautiva.
» Cuando logró separar mis piernas una de sus manos me sujetó de las muñecas y la otra se escurrió entre mis muslos. Mis sollozos se oían por toda la habitación, y quizás mis ruegos llegaban a toda la casa, pero no había nadie, para oírme, para ayudarme, para salvarme. No importaba si gritaba. Así que no grité, preferí usar la energía en empujarlo, en removerme. Preferí llorar en silencio, cerrar los ojos o mirar al techo, apretar los dientes y pensar que aquello no estaba pasando. Así terminaría más rápido, ¿no?
» Hizo con mi piel lo que quiso. Pero aquello no dolió tanto como el punto entre mis piernas que finalmente me hizo gritar. Él me acalló con su boca. Estaba temblando y giré la cabeza para huir de sus labios. Entre la cortina de mis lágrimas todo lo que alcancé a ver fue un océano de acuarelas, la promesa de mi padre, enmarcada en mi mesa de noche. Se movía. No, yo me movía.
» Aquel hombre estaba dentro de mí, no solo de mi cuerpo. Dolía, dolía más que nada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top