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Estás acostumbrado a tratar con las víctimas. Sabes cómo caminar por la línea entre la simpatía y el profesionalismo severo. Lo último que alguien quiere en una crisis es un policía que necesita un hombro para llorar sobre sí mismo. Tienes que ser una roca, la mayoría de las veces, para las victimas y, a veces, para tus diputados. Las consecuencias, las guardas para más tarde. Unos pocos dedos de Jack generalmente hacen el truco.

Sabes que te desgastas. Estás cansado de ver lo peor en las personas. A veces te preocupa que el trabajo haya dañado algo dentro de ti que ahora es irreparable. Se convierte en un esfuerzo por no pensar lo peor de las personas todo el tiempo.

Cada pocos meses, el departamento lo envía a algún taller sobre manejo del estrés y estrategias de afrontamiento. Como todos los demás en la sala, te sientas y asientes piadosamente cuando algún consejero de escritorio te dice que el alcohol no es una opción saludable para lidiar con la tensión del trabajo.

Nunca compras tu alcohol en el mismo lugar dos veces seguidas. Lo último que necesita un pueblo pequeño es que la gente diga que el sheriff tiene un problema con la bebida. No es hasta que estás conduciendo dos ciudades en tu día libre para recoger un caso completo, una historia sobre una función del departamento en la punta de tu lengua en caso de que te reconozcan, que se te ocurre que tienes un maldito problema y esta no es la forma de lidiar con él.

Te levantas y llamas a ese psicólogo de escritorio.

Es un proceso. 

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Me acostumbre demasiado a Ao3. Y sus notas, ediciones de letras, y escritura.