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•Allison•

Abrí los ojos y me topé con la cara de Zach demasiado cerca de la mía.

Sus hermosos ojos color avellana demostraban miedo y preocupación, pero aún así no dejaban de ser perfectos.

- ¿Qué haces? - pregunté echándome para atrás.

Mis piernas desnudas se deslizaron hasta la pared.

¿Desnudas? Pero si llevábamos pantalones largos...

Miré mi atuendo.
Sólo llevaba una toalla.

¿¡Qué había pasado?!

- ¿Estás bien? - se acercó pero me alejé arrugando mi frente confundida - Oh... Tranquila - se sonrojó levemente -, no te he hecho nada. No hay tiempo para explicarlo. Debemos salir de aquí.

Se levantó del suelo y caminó por el vestuario de... ¿Hombres?

Eso no es lo más raro que está pasando ahora mismo.

- ¿Qué pasa Zach?- me levanté con cuidado de que no se me viera nada.

- Quieren encontrar a gente como tú. - me entregó algo de ropa de hombre - Con poderes.

¡¿Qué?!

Mi cara expresó todo mi desconcierto.

- La manzana. Era un activador de poderes. - aclaró.

- ¿Y tú cómo lo sabías ? - era la primera pregunta que se me ocurrió decir.

Suspiró cerrando los ojos durante algunos segundos.

- No hay tiempo. - repitió recogiendo algunas cosas - Vístete. Nos vamos.

Se alejó de mí para que pudiera cambiarme con algo de intimidad.

Me acerqué a las duchas donde había una amplia pared y me cambié.

Eran unos shorts azules de deporte y una camiseta de Zach de gimnasia.

Salí de las duchas y allí estaba él, sentado en las bancas del vestuario mirando a un punto fijo en el suelo.

- ¿A dónde vamos a ir? - pregunté llegando a su lado.

Me miró sin mostrar alguna emoción en su rostro.

- A una central cerca de las montañas. Nos vamos a esconder.

- ¿Allí me responderás todas las preguntas que tengo?

Asintió levemente, se levantó y agarró mi mano.

Su tacto me dió un largo escalofrío por todo el cuerpo.

Normalmente me separaría pero me gustaba el roce de su piel con la mía.

Salimos de los vestuarios.
Varios hombres trajeados y fornidos recorrían los pasillos buscando algo.

- Mierda. - farfulló Zach.

Le miré confusa y el retrocedió varios pasos mientras observaba su alrededor.

- Actúa normal y no mires a ninguno de esos hombres. - me ordenó.

Asentí sin comprender.

Caminabamos por los pasillos dados de la mano y con la cabeza gacha.

- ¡Allí están! - gritó la inconfundible voz de Sarah.

Zorra.

- ¡Corre! - me ordenó Zach.

Salimos corriendo perseguidos por aquellos hombres trajeados.

Estábamos a punto de ser capturados.

- ¿Confías en mí? - soltó de repente Zach.

- ¿Qué?

- ¿¡Confías en mí?!

- ¡Sí! - exclamé con apuro sin entender sus intenciones.

- Bien. - paró en seco y se sacó la camiseta.

- ¿¡Qué haces?! - pregunté abrumada por los hombres y sonrojada a la vez.

Los gritos de aquellos extraños hombres se oían cada vez más cerca.

- ¡Agárrete a mí! - quedé estática - ¡Ahora!

Me aferré a su torso y cerré los ojos del miedo.

¿Qué se supone que iba a hacer?

De repente los gritos de los hombres dejaron de oírse.
Y... Mis pies no tocaban el suelo.

Mi cara se encontraba escondida en el pecho descubierto de Zach.
Abrí los ojos y subí la cabeza hacía él.

Zach se encontraba mirando al cielo concentrado.

Miré abajo ya que no notaba el suelo bajo mis pies y era verdad, nos encontrábamos a miles de metros sobre el suelo.

Solté un grito ahogado y miré a Zach.
Él seguía mirando al cielo pero me miró un breve segundo y soltó una leve sonrisa.

¿Qué demonios está pasando?

Entonces me di cuenta.
Unas plumas rozaron levemente mis manos que se encontraba en la espalda de Zach.

Miré hacia allí y creí haberme desmayado después de eso.

Tenía unas hermosas alas blancas parecidas a las de un ángel saliendo de su fornida espalda.

Sí. Había muerto.

(...)

Abrí los ojos y rápidamente me cegué con la luz que entraba en la habitación.

¿Dónde estaba?

No tenía ni idea, pero había soñado algo muy raro.


Me incorporé despacio en la cama en la que estaba tumbada y enseguida me di cuenta de que no estaba sola.

- ¡Allison! - tenía una hermosa sonrisa en su rostro - ¿Cómo estás?

- Mmm... Bien, pero, ¿Dónde estamos?

- Ya te lo dije. - se sentó a mi lado - En una central escondida entre las montañas.

- Entonces... ¿Es verdad? - estaba confusa. ¿No había sido solo un sueño?

- ¿El qué?

- ¿Tienes alas? - pregunté alzando las cejas y mirando tras su espalda.

Él rió y ladeó la cabeza mirándome sonriente.

- ¿Enserio no te acuerdas? - negué - Entonces, sí, si tengo alas.

Fruncí el ceño esperando a que dijera que era una estúpida broma, pero no.

- Las quiero ver. - le exigí cruzándome de brazos.

- Lo que usted pida, señorita. - se levantó de la cama.

- ¿Qué haces? - pregunté levantándome con él.

- Enseñártelas - contestó obvio.

Se quitó la camiseta y tapé mis ojos.
Oí su risa.

- ¿Así cómo las vas a ver? - agarró mis manos apartándolas de mis ojos.

- Abre los ojos. - me ordenó gracioso.

Abrí los ojos.

La madre de Dios...

Era verdad. De sus costados salían unas hermosas alas blancas parecidas a las de un ángel.

A eso venían las plumas en el salón de su apartamento.

Mi cara de asombro no la superaba nadie.

- ¿Puedo tocarlas? - pregunté curiosa.

Zach asintió sonriente.

Acerqué mi mano a sus preciosas alas y las acaricié.

Eran super suaves.

- ¿Por qué no me lo dijiste? - dije apartando la mano de sus alas.

- Me lo ordenaron. - se acercó más a mí - Yo quería decírtelo.

Apartó un mechón de pelo de mi cara y sonrió dulcemente.

- ¿Tienes más poderes? - dije intentando no ponerme colorada.
La cercanía de Zach me abrumaba.

- Sí. - contestó simple.

- ¿Cuáles?

- ¿Quieres verlos? - preguntó alzando las cejas.

Asentí rápidamente.

De un momento a otro las alas de Zach se unieron a su piel y él se puso la camiseta.

Se sentó en la cama y palmeó el sitio a su lado para que me sentara.

Lo hice y le miré curiosamente.

- Cierra los ojos. - me ordenó sonriéndo.

Lo hice sin más. No me apetecía discutir con él por cada cosa que me ordenara.

- Ábrelos. - los abrí.

Él ya no estaba allí.
Miré a mis lados confusa, pero nada.

- ¿Zach? - pregunté levantándome de la cama - ¿Dónde mierda estás?

Oí su risa, pero ninguna visión de dónde se encontraba él.

- Oh...¿Invisibilidad? - dije comprendiendo - Sal ya.

Ni caso. Este niño cada vez era más estresante.

Comenzó a acariciar mis mejillas y brazos.

Intentaba pegarle pero él no sé cómo lo esquivaba.

Mis patadas de Kárate no servían nada con un Zach invisible.

- Esto ya no hace gracia Zach. Enseña tu "hermoso" rostro - bufé sarcástica.

Y así, como si nada apareció enfrente mía.

Y con enfrenté quiero decir que solo nos separaban unos centímetros.

De.ma.si.a.do. Cer.ca.

- ¿Hermoso? - dijo agarrándome de la cintura.

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