Adoro mis muñequeras.
Ya ha pasado un mes desde que Ventus está inconsciente y no parece que vaya a despertar aún. Aqua se ha hecho cargo de sus cuidados hasta ahora, el maestro me volvió a mirar a los ojos después de 3 días y me hablo a la semana del accidente.
Por ahora se podría decir que todo ha estado tranquilo, los entrenamientos han bajado un poco de intensidad, todo porque yo no me estoy esforzando como antes... ¿Para que ganar más fuerza con la que lastimar a los demás? Solo quiero seguir volviéndome menos, hasta no ser ya nada.
Por eso ahora decido encerrarme en mi habitación, saltarme las comidas, incluso evito dormir algunas noches para que el cansancio sumado a todo lo demás acaben con mi existencia. Sé qué hay maneras más rápidas para acabar con todo pero... No tengo el valor ni la fuerza para completarlas, ya lo intente y solo conseguí marcas que afortunadamente pude ocultar de Aqua y el maestro por mis muñequeras, en estos momentos las adoro.
Y también empezaba a adorar el hecho de que mi habitación estuviera un tanto apartada de la de Aqua y el maestro, así no tenía que preocuparme por los ruidos que hacía al tropezarme con todo, me estaba llevando a mí mismo a un estado que básicamente me volvía inútil para hacer cualquier cosa. Fue peor el primer día que intente acabar con todo, perdí tanta sangre que apenas si pude ponerme unas vendas decentemente, al día siguiente aún estaba mareado y solo me puse las muñequeras arriba de las heridas, ardía demasiado y tuve que esconderme una vez cuando volvieron a sangrar, pero gracias al Kingdom Hearts nadie se dio cuenta. Aunque, bueno, tal vez el hecho de que ya no hago ninguna expresión ni emito algún sonido colaboró con que no se dieran cuenta.
-Terra, necesito hablar contigo un momento, ven conmigo hijo- El maestro me estaba llamando, espero que no vaya a decirme nada malo, me basta conmigo mismo para hacerme sentir más miserable de lo que ya soy.
Solo lo seguí en silencio, miraba de vez en cuando a los lados solo para comprobar que las mismas sombras estaban ahí, en su lugar. En una de esas creí ver una cabellera azulada esconderse detrás de una pared, no hace falta que diga quién es dicha espía.
-Terra, sabes que para mí eres como un hijo y por lo mismo tengo que... No, quiero decirte esto. Tal vez Aqua ya te lo haya dicho pero también quiero hacértelo entender...- El maestro se acercó y me miró con una preocupación que jamás había visto en sus ojos nunca- Lo que sucedió con Ventus no fue tu culpa, no eras consciente de lo que le había pasado, no podías saber el peso de tus palabras en su mente. No te dejes vencer por tus miedos, eso solo atrae a la oscuridad y estoy seguro de que no quieres eso... No sigas culpándote por el pasado, eso incluye también el asunto de tus padres-
No sé que pensar, jamás había visto esa mirada en los ojos del maestro, tal vez... No, yo soy un peligro, no merezco existir. Solo traeré desgracias para los que amo. Tengo que desaparecer.
-... Quítate tus muñequeras hijo- Eso... No, el no debe verlas, nadie debe verlas. No merezco su preocupación, no merezco su afecto, tampoco los de Aqua. Me alejé sosteniendo mis muñecas con fuerza, incluso sentí un pinchazo de dolor proveniente de las mismas- Terra, esto solo aumenta mis sospechas. Quítate las muñequeras, es una orden-
... Es imposible, no puedo mostrárselas, no quiero pero... Tampoco quiero desobedecerlo, no quiero decepcionarlo con desobediencia. No encuentro salida, estoy en un camino cerrado y tampoco tengo la opción de escalar alguna pared llamada oportunidad y salir, estoy entre 3 paredes estrechas y una espada afilada. Solo me queda obedecer... Pero entonces, ¿que es esa luz que me guía fuera de este callejón sin salida lejos de esa espada?
-Aqua está espiando- Está vez enserio no reconocí mi propia voz, temblorosa, tartamuda, rasposa, nada como llegaba a recordar del antes. El maestro también se veía sorprendido pero luego de analizar mis palabras le ordenó a Aqua mostrarse, posiblemente le conseguí problemas pero fue lo único que se me ocurrió, además ella no debería estar espiando.
No prestaba atención a lo que el maestro le decía a mi amiga, estaba saliendo de la sala sin que ninguno lo notara. Ahora tenía que pensar cómo haría para ocultar los cortes en mis muñecas, ya no quiero que se preocupen por mí, si tan solo hubiera un lugar donde...
El bosque... Claro, el bosque que está bajando las montañas, ese lugar es perfecto para desaparecer. La última vez que fui sin el permiso del maestro casi no vuelvo, si no fuera porque Aqua me encontró y me sacó de ahí llorando, fue cuando éramos niños aún. Ahora no habrá forma de que me encuentren, sobretodo si esta vez no quiero que lo hagan.
Ni siquiera me molesté en buscar algo con lo que cubrirme del frío que hacía en ese lugar cuando oscurecía, si lo que quería era desaparecer, el frío era lo que menos me importaba. Comencé a correr cuando llegue al inicio del sendero para bajar la montaña, no quería que me vieran y empezarán a buscar, no quiero que me encuentren, no quiero que estén cerca de mí, deseo que me olviden, deseo que sean felices, deseo... Nada, no tengo derecho a eso tampoco.
Solo me detuve al inicio del bosque para recuperar el aliento, mi condición física era deplorable desde hace unas semanas pero no debo quejarme, así lo quise. Voltee un momento para observar cómo a la lejanía se alzaba el castillo que acababa de dejar, al que seguiría llamando hogar aunque intentara dejar de hacerlo.
Y lo siguiente que hice... Fue perderme en ese bosque, la noche no se hizo esperar y tampoco el frío que me calaba hasta los huesos. Sentía mis fuerzas flaquear como nunca, jamás me había sentido tan débil, no pasó mucho antes de que mis piernas perdieran las pocas fuerzas que me quedaban y termine sentado apoyado a un hermoso árbol con flores rosas, creo que es un cerezo. Alcanzaba a ver mi aliento frente a mi rostro del frío que había, mis piernas ya estaban entumecidas.
Quité mis muñequeras con torpeza y me quedé mirando fijamente mis heridas muñecas, pensar que el maestro se dio cuenta de mis actos suicidas no me era para nada alentador y mucho menos motivador. Con rabia empecé a rascar con mucha fuerza sobre las heridas, abriéndolas y haciendo algunas nuevas con mis uñas también. Ardían hasta el punto de decir que quemaban pero con el frío empezó a ser solo una ligera molestia, mi cabeza empezaba a dar vueltas, otra vez sentía nauseas. Dejé caer el peso de mi torso contra el hermoso árbol que me acogía bajo sus hermosas flores y hojas danzantes, algunas caían sobre mi cuerpo como si intentaran cubrirme del frío.
Sabía que esta sería la última vez, muchas veces me disculpe con Ventus mientras dormía, esperando que me escuchara o que hiciera ademán de escuchar, no me importaba si se despertaba y me echaba, si me odiaba, si me despreciaba, eso lo entendería y hasta agradecería. Me rendí de eso después de un tiempo y solo lo veía a veces, no me atrevía a acariciar sus cabellos, temía ensuciarlo, pero se veían tan suaves que siempre quise saber cómo se sentían al tacto. Ahora jamás llegaré a saberlo.
Ya perdí mis sentidos, ya no puedo sentir la madera bajo mis manos, ya no siento la brisa fría en mi piel, veo todo borroso, solo alcanzo a escuchar mi respiración entrecortada con una especie de eco, como si los sonidos se alejaran cada vez más.
Y por fin, cerré mis ojos.
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