Capítulo 2

Carlos

Terminamos de subir la última caja de cosas de Carla. Me apoyo exhausto en la pared.

- Vas a matarme de agotamiento, rubia.

Ella ha entrado como Pedro por su casa (en el fondo ahora es su casa) y está sentada en el sofá viendo la televisión.

-No seas quejica y cállate, Cat Noir.

- ¿Cat qué?

- Cat Noir. Es el protagonista de Prodigiosa, en cierto modo, te pareces a él.

- ¿Prodigiosa?

- Sí, "Prodigiosa; Las aventuras de Ladybug". Una serie.

Me cierro la puerta de casa y me siento junto a ella para ver si me parezco o no a dichoso Cat lo que sea. Carla ha puesto una serie de dibujos animados y está sentada como un indio en mi sofá cantando la canción de inicio. Me alegra que esté aquí conmigo.

Lleva todos estos meses apoyándome y consiguiendo que pasito a pasito supere que ella me ha dejado. Eso no significa que la haya olvidado. Sería imposible, no quiero ni puedo olvidarme de ella. Pero al menos ya no duele tanto cuando pienso en ella.

- ¿En qué piensas? –Me pregunta cuando ya he acabado la serie. – O mejor dicho, ¿en quién?

Me he metido tanto en mis pensamientos que ni me he dado cuenta de lo deprisa que pasa el tiempo. Aunque solo sea a través de mis pensamientos ella hace que pierda la noción del tiempo.

- En nadie.

- ¿Y Nadie tiene nombre por casualidad?

- No quiero hablar de ello.

- ¿Algún día me hablarás de ella?

- Cuando pueda pronunciar en nombre, te lo contaré todo. Tú solo ten un poco de paciencia.

- No tienes por qué decirme su nombre, usa un apodo o el nombre de un personaje de algún libro.

- Está bien. ¿Qué quieres saber?

- No sé cuéntame cómo os conocisteis, que te gustaba de ella, como es, lo que quieras.

- Pues nos conocimos en septiembre del año pasado, bueno, en persona tardamos un poco más. Me mando una foto por Snapchat y por casualidad la abrí. Estuvimos varias semanas hablando por ahí y por twitter hasta que un día le mentí un poco a los chicos y conseguí que me dejaran conducir la furgoneta para ir a verla. Aún recuerdo la cara de sorpresa que puso cuando me vio en la puerta de su casa aunque primero su hermana pequeña me cerró la puerta en las narices.

Carla se ríe de qué me diera con la puerta.

- ¿Y cómo es?

- Si tuviera que definirla con una palabra, no sabría elegirla. Era fuerte, tan fuerte que a veces se olvidaba que le podían hacer daño. Muy alegre y amigable con todos pero solo a unos pocos dejaba ver quien era de verdad. Quiero creer que tuve esa suerte, que me dejó conocerla de verdad. Hay ocasiones en la que no estoy muy seguro de ello. Tenía el pelo verde, pero un verde oscuro como los bosques, grandes y expresivos ojos azules. Perfecta para mí. –No sé cuándo he empezado a llorar, me doy cuenta cuando Carla se acerca a mí y me limpia con cuidado las lágrimas.– Con ella descubrí que me podía enamorar, aprendí a amar a alguien, a ella. Pero nunca me dijo como olvidarla.

- ¿Qué os pasó?

- Me dejó, estábamos bien hasta que sin motivos todo empezó a venirse abajo. Estuve muy cerca de perderla, de que muriera. Ella sobrevivió pero pagué un alto precio, desapareció de mi vida. He intentado llamarla, hablar por alguna red social, pero todas están borradas. Como si nunca hubiera existido.

- ¿Cuánto tiempo hace de eso?

- Exactamente un año y ocho meses.

Diana

El sonido del vaso al romperse contra el suelo me hace despertar del shock. El suelo en rededor está lleno de pedazos de cristal. No puede ser posible. Mi canción. Nuestra canción. La que él me compuso.

Hey, they don't know what love is,
Don't know what they're missing
No matter what they say

Su letra y su voz se cuelan por cada poro de mi piel llegando a mi alma. No puedo, simplemente no puedo retener las lágrimas. Afortunadamente estoy sola en casa y nadie puede verme llorar.

Parece mentira que después de todo, siga derrumbándome cuando escucho su voz. Después de un años y diez meses desde que me fui, de estar saliendo con Jace desde hace tres meses y todavía me derrumbo.

Me agacho, recojo los trozos de cristal y los tiro a la basura. Igual estoy un poco más sensible porque vuelvo a España. Es la boda de Sara y no podría perdérmela. También me muero de ganas de conocer a Álvaro Lucas, el hijo de Andrea y Álvaro, solo he visto algunas fotos de él.

Del resto de Auryn no sé mucho, solo que Blas y Miguel ahora viven juntos (alguna vez se ha colado en alguna conversación por Skype con mi mejor amigo), Álvaro ha sido padre y Dani y Sara se casan el sábado.

Voy hasta mi habitación para terminar la maleta. Saco del fondo del armario mis bañadores y pantalones cortos, aquí apenas los he usado. Pasaré en Madrid un mes entero. En el fondo lo necesito, necesito volver un poco a los tiempos donde me tiraba tardes enteras viendo películas y comiendo chucherías con Miguel.

Con suerte, podremos. El muy cabezota ha conseguido convencerme para que me quede en su piso durante estas semanas. Tropiezo con algo al ir a cerrar la maleta. Miro el suelo para ver que es. Mi bloc de dibujo. No sé cómo ha podido terminar debajo de mi cama. Aunque ya hace demasiado tiempo que no pinto nada.

Lo cojo y lo dejo encima de mi cama. Dejo la maleta, todavía abierta, sobre la silla de mi escritorio y me siento en la cama a ver mis dibujos. Dejo que el azar decida que dibujo veré primero.

El destino quiere que el bloc se abra justo por un retrato de él. Aún recuerdo ese día.

Estábamos en su casa los dos sin hacer nada realmente, solo estar abrazados. Tenía puesta música en mi móvil y sonaba de fondo Viva la vida de Coldplay. Él la cantaba bajito como si se la susurrara a mi alma y me acariciaba el pelo.

- ¿Me ayudarías con un trabajo? –Le pregunté separándome un poco de él.

- Claro, ¿en qué te ayudo?

- Solo quédate ahí y no te muevas. –Le dije tras darle un corto beso en los labios.

Me levanté del sofá y fui a su habitación donde está mi mochila a por mi bloc de dibujo. Volví al salón y me senté como un indio en el suelo enfrente de él. Con cuidado empecé a dibujarle. Él solo me miraba concentrado en verme pintar.

- Eres un perfecto modelo, ¿sabías?

Sonrió.

- La artista también pone de su parte.

Perfilé su nariz helena y con cuidado empecé con la zona de los labios. El tarareaba una canción que yo desconocía y a veces cantaba pequeñas frases.

- Deja de cantar o no podré pintarte. –Le avisé.

Inmediatamente dejó de cantar y apretó los labios formando una fina línea. Por último sombreé todo el dibujo mientras él no paraba de tararear y escribir algo en una libreta. Me senté a su lado para ver que hacía pero solo pude ver un montón de tachones y palabras, tal vez en inglés, entre los tachones.

- ¿Qué haces? –Le pregunté al verle tan concentrado.

- Componer.

- ¿Qué compones?

- Una canción, ¿quieres oírla?

Asentí con entusiasmo. Amaba la voz de Carlos.

- You, you light the way
you are the road that leads me home
I'm here to stay

So forget the words
forget the sticks, forget the stones
forget their worst

Cerré los ojos dejándome llevar por su voz. Catando esa canción. Nuestra canción.

Carlos

- Venga, Carlos, anímate. Estamos en Londres tu ciudad favorita del mundo. –Me dice Álvaro, con quien comparto habitación.

- No quería venir, os lo dije pero me ignorasteis. –Me tapo la cara con la

- Es la despedida de soltero de Dani, no podías faltar. –Se sienta en mi cama.

- Iros sin mí, no estoy para fiestas.

- No puedes tener esta actitud siempre, Carlos.

- Claro, para ti es muy fácil decirlo tienes un hijo adorable y estás casado. Pero yo estoy solo, mi única compañía es un gato y las únicas mujeres con las que he hablado son Carla y mi vecina de al lado que tiene sesenta años.

- ¿Y quién dice que la mujer de tu vida no es una inglesa que conozcas esta noche? Si hoy no sales, nunca podrás conocerla.

- Tu positivismo me pone enfermo.

- Admite que tengo razón. –Me dice con superioridad.

- ¿Si decido salir con vosotros, me dejas en paz?

- Sí y te quiero en el hall en quince minutos.

Oigo un portazo.

- Te odio. –Le grito.

No creo que me haya escuchado. Con pesadez me levanto de la cama y voy a la ducha. Me quito la camiseta y miro mis tatuajes, el de las costillas, el del brazo y el que me hice por ella. En el pecho justo encima del corazón. Una pequeña luna de color verde oscuro casi negro, el color de su pelo.

Le prometí que el día de su dieciocho cumpleaños la llevaría a hacerse un tatuaje. Rompimos muchos meses antes, pero yo me hice el tatuaje. Para que su huella, aparte de estar en mi corazón, estuviera en mi piel.

Me meto en la ducha pensando en lo que le he dicho a Álvaro, en el fondo es verdad. Él no quería una relación seria y ahora está casado con Andrea. Aún me acuerdo del día de la boda.

El muy cabrito no nos dijo a ninguno que se casaba ni que pensaba en casarse ni nada por el estilo. Solo sabíamos que él y Andrea estaban saliendo y que ella vivía en su casa por el próximo nacimiento del hijo de ambos.

Un día, tras una reunión en Warner, a la que vino bastante formal para ser julio, nos dijo de ir a tomar algo todos. Fuimos en su coche con la excusa de contaminar menos.

No paraba de mirar su reloj, como si tuviera prisa o llegará tarde a algún sitio. Blas se sentó en el asiento del copiloto y era el menos desconcertado de los cuatro con el comportamiento del barbas. Aparcó cerca del Paseo de la Castellana y se bajó del coche. Todos le seguimos sin decir ni una palabra. Sabíamos que le pasaba algo aunque no supiéramos qué.

En la puerta estaban Sara, Lucia, Kenya y Miguel con idea de saber tanto como nosotros. Entramos todos en el juzgado, ¿Álvaro se había metido en un lío? Vimos allí a Andrea con un vestido blanco que hacía notar su avanzado embarazo, según ella y Álvaro el bebé nacería la semana siguiente.

- Andrea, dime que no es lo que creo que es. –Le gritó Sara al verla allí.

¿Me he perdido algo?

- ¿Pero cómo has sido tan mala persona de no avisarnos antes? –Ahora el que hablaba era Miguel.

- ¿Qué es exactamente lo que no ha avisado Andrea? –Pregunté.

Álvaro abrazó a su novia por la cintura.

- Nos vamos a casar.

Kenya fue la primera en abrazarles y le susurró algo a Andrea que la hizo reír un poco. El resto también abrazamos a la feliz pareja. Deseé que Diana estuviera allí con nosotros. No había segundo que no pensara en ella.

- Los siguientes. –Anunció una secretaria con pinta de estirada.

- Nos toca, –Álvaro besó la mejilla de Andrea.– nos casamos ya.

Entraron en un despacho y el resto le seguimos entre estupefactos e incrédulos. ¿Se casaban y no había dicho nada a nadie?

- Yo, Álvaro García-Gango Guijarro, te tomo a ti, Andrea Sánchez Martínez, como mi esposa. –Le puso un bonito anillo en el dedo anular de la mano derecha.

- Yo, Andrea Sánchez Olmos, te tomo a ti, Álvaro García-Gango Guijarro, como mi esposo. –Repitió el acto de Álvaro.

Tras firmar los papeles, se fundieron en un apasionado beso que se interrumpió cuando Andrea empujó suavemente a Álvaro.

- ¿Qué pasa? –Preguntó éste extrañado.

- Lucas quiere nacer.

La cara de Andrea se iba poniendo blanca por momentos aunque Álvaro no parecía mucho más tranquilo que ella.

Y así es como acabamos celebrando una boda en la sala de espera del Hospital de la Paz.

________

Hola, hola, ¡QUE ÁLVARO SE NOS HA CASADO! ¡Y HA SIDO PADRE! (En la novela, en la realidad está soltero, vamo' a calmarnos)

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