Capítulo 18
Carlos
Cuando las náuseas de Diana se han calmado un poco, consigo hacer que se siente y se lave la cara con agua fría para despejarse.
Me aseguro que estará bien y corro hasta mi mesilla. Abro el último cajón y saco una cajita.
Espero que los aparatos estos no fallen. Abro el cartón y saco el test de embarazo que compré el otro día. Diana lleva mala un par de días y creo que al final sí que vamos a ser padres...
Vuelvo al baño y se lo entrego a Diana agachándome a su lado.
- Creo que vamos a ser uno más dentro de poco. –Diana me mira sin entender.– Es un test de embarazo. Tienes que hacer pis encima. Empiezo a pensar que tenías motivos para gritarme el día de la boda por no haber usado protección la noche antes.
- Es imposible. –Me dice Diana.
- Eres mayor para saber cómo se hacen los bebés y para saber también que tú y yo lo hicimos sin protección. Hay posibilidades de que estés embarazada.
- Pero es imposible igualmente. Me tomé la pastilla del día después y además me bajó la semana pasada la regla. Aunque me haga el test, ya sé que va a salir negativo.
Bajo el brazo y me siento a su lado. Parece que no vamos a ser padres. En realidad me hacía ilusión, incluso si el bebé hubiera sido de Jace.
- Me duele la cabeza. –Dice Diana tras un buen rato en silencio.– ¿Sales del baño y me doy una ducha?
- ¿Prefires que te prepare un baño relajante? –Le pregunto acariciando su brazo.
Ella asiente. Beso su frente y abro el grifo para que se vaya llenando la bañera y echo sales de baño al agua. Le quito a Diana su vestido con toda la delicadeza que puedo. me quedo parado a ver el conjunto de lencería que lleva. Es blanco sin muchos adornos pero le queda como un guante.
Me doy cuenta de que he estado mirando demasiado a Diana cuando ella se intenta tapar. Aparto la mirada. Me arden las mejillas.
- Lo siento. –Tartamudeo.– Éntrate en el agua, ahora te traigo una toalla para después.
- No –Me interrumpe.– Báñate conmigo. –La miro. ¿Lo está diciendo enserio?– Por favor.
Sus ojos me miran pidiéndome que me quede con ella. Diciéndome que me necesita. O puede que sea que yo la necesito a ella.
Me quito la camisa y los pantalones quedándome los bóxer. Nos metemos los dos en la bañera. Yo sentado detrás de Diana, abrazándola. Aparto sobre un hombro el pelo de Diana y le dejo un beso en el cuello. Noto como su piel se eriza, siempre ha sido su punto débil. Echa la cabeza para atrás y yo sonrió para mí.
Bajo el tirante de su sujetador, al ver que Diana no dice nada, reparto más besos desde su hombro a su cuello haciendo un camino hasta su otro hombro pasando por su nuca.
Oigo como gime y sonrío. Me sobresalto al sentir una mano fría acariciar mi brazo. Un suspiro se me escapa.
Diana se gira sentándose sobre mi cadera y une sus labios con los míos. Su lengua busca desesperadamente la mía. Yo me deshago de su ropa interior. Mis bóxer no tardan demasiado más en desaparecer.
Nos miramos. Por primera vez desde que nos metimos en la bañera, nos miramos a los ojos. Sus ojos claros están oscuros y sus pupilas inundan el iris azul que las rodea.
- Te amo. –Susurro bajito.
- Te amo. –Me responde en mi mismo tono.
- Ahora mismo vuelvo. –Le doy un pico y salgo de la bañera.
Sin importarme estar mojado, abro el cajón de mi mesilla y cojo un preservativo. Mejor evitar más sustos futuros.
Diana me abraza por detrás haciendo que me sobresalte.
- ¿Ya se te han ido las ganas? Antes parecía que tenías muchas.
- Venía a por esto. –Me giro y le enseño el sobrecito plateado que tengo en la mano.
- Perfecto.
Vuelvo a unir su boca a la mía. Ella se sube a mi cadera haciendo que caiga en la cama.
- Eres un flojo. –Me dice entre risas.
- Ya te diré yo a ti quien es flojo.
Me giro quedándola debajo. Ataco de nuevo su cuello mientras me pongo el preservativo.
Sin avisarla, me introduzco en ella. Echaba mucho de menos esto. Me quedo quieto hasta que se acostumbra a mí y es ella la mueve la cadera haciendo que se le clave más.
Ahogo un gemido contra su cuello cuando Diana hace que quede debajo y empieza a moverse sobre mí. Me gusta estar así, me siento como a merced de una diosa que puede hacer conmigo lo que quiera. Mi diosa. La que me hace rozar en cielo y el infierno con sólo rozarme.
Diana acelera sus movimientos y varios minutos después llego al orgasmo vertiéndome sobre el condón poco segundos antes de que Diana llegue al suyo.
- Te amo, mi Draco Malfoy.
- Y yo a ti, mi Lunq Lovegood.
Se sale de mí y se deja caer sobre la cama. Me quito el preservativo y lo tiro en la papelera del baño. Vuelvo y me tumbo al lado de mi lunita arropándonos con la sabanas.
Ninguno de los dos dice nada, sólo nos dedicamos a mirarnos en silencio sólo iluminados por la escasa luz que se cuela por la ventana del techo de mi habitación. La justa para ver nuestras sombras. No necesitamos mucho más. Estamos tan pegados que sentimos cada músculo del otro, cada respiración y cada latido.
El corazón de Diana está desbocado, creo que por nuestra proximidad.
- ¿Te puedo hacer una pregunta? –Susurro rompiendo el silencio que nos envuelve pese a estar en el centro de Madrid.
- Claro.
- ¿De que color es en realidad tu pelo? Me refiero, cuando te conocí llevabas el pelo verde oscuro y ahora lo llevas rubio casi blanco, como Malfoy de Harry Potter o así.
- Es que ahora soy la señora Malfoy. –Me dice entre risas.
Su risa. La octava maravilla de la humanidad.
- Ahora en serio, respondeme, lunita.
- Soy morena. Asique si algún día tenemos hijos, saldrán rubios como tú o morenos como yo.
Me quedo callado. Hijos juntos.
- Sí, supongo. –Le digo intentando que no se note en mi voz que el tema me incomoda.– ¿No tienes sueño? –Finjo un bostezo.
- No, ¿tú sí?
- Un poco, me has dejado agotado lunita.
- ¿De verdad que no estás ni para otro asalto? –Dice con voz inocente acariciando mi entrepierna bajo la sábana.
Me muerdo el labio. ¿De quién habrá aprendido a provocar así?
- ¿Te puedo hacer otra última pregunta?
- Ya la has hecho.
- No estoy de broma.
- Vale, hazme la pregunta.
- ¿Has estado con otra persona durante estos dos años?
- Sólo con Jace.
- ¿Pero como estamos tu y yo ahora?
- Tú pregunta es si me he acostado con alguien, ¿no? –Asiento nervioso.– No es de tu incumbencia lo que yo haya hecho en este tiempo pero no, no me he acostado con nadie. ¿Y tú con cuantas has estado?
- Ninguna. Ni un beso con nadie que no seas tu desde que lo dejamos.
- ¿Estás de broma? Las tías se te tienen que rifar. Eres guapo, divertido y encima famoso, ¿que más se puede pedir?
- No soy igual de alegre cuando tú no estás, lunita. Miguel ha acabado por decir que parecía un zombie o algo así.
- Ya somos dos. Mi padre estuvo a punto de llevarme al psicólogo. Pero luego hice allí un par de amigas quienes consiguieron que levantara un poco el ánimo y diera una oportunidad a Jace que llevaba detrás de mí mucho tiempo.
- ¿Sigues con ganas de repetir lo de antes o prefieres dormir? –Pregunto al ver que se le van cerrando los ojos y ha bostezado un par de veces seguidas.
- Dormir. –Responde con voz adormilada.
Se apoya en mi pecho y deja un beso mi pectoral, sobre el tatuaje que me hice por ella. Le aparto todo el pelo de la cara y me fijo que tiene un tatuaje detras de la oreja. Intento verlo sin moverme mucho pero es imposible.
- ¿Que pasa? –Me pregunta frotandose un ojo.
- Perdón por despertarte. Sólo quería ver el tatuaje que tienes tras la oreja. No me había fijado antes de que lo tenías.
- Son las reliquias de la muerte. Siempre te dije que me las queria tatuar.
Sonrío.
- Te queda genial. Ahora duerme, prometo no molestarte.
- Buenas noches, Carlos.
- Buenas noches, Diana.
Me quedo unos minutos despierto. Sólo disfrutando de la sensacion del aliento de Diana sobre mi piel. Es casi mágico lo que me hace sentir.
Ella es mágica. A veces, pienso que es como un ángel o un hada que ha llegado a mi vida para hacerme ver que el amor existe.
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