🔗[Todo lo que estoy en contra]Kwon x Tory x Axel

Kwon
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Tory
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Axel

Advertencias:Ninguna

Tory

A mis veinte años, pensaba que todo estaba en su lugar. Mi vida tenía un equilibrio que, para cualquiera que conociera mi historia, podría parecer un milagro. Estaba de novia con Robby, el chico que me había demostrado que el amor podía ser algo más que una lucha constante. Él era mi refugio, mi compañero en la tormenta. A pesar de nuestras diferencias, habíamos encontrado una forma de estar juntos, de ser felices.

Pero, como siempre, la felicidad era un estado frágil. Seguía entrenando en Cobra Kai, el dojo que me había moldeado, el lugar que me enseñó a ser fuerte cuando el mundo parecía estar en mi contra. Para Robby, sin embargo, Cobra Kai era una espina en nuestro camino. Él seguía fiel a Miyagi-Do, con sus principios de defensa y equilibrio, un contraste absoluto con la filosofía agresiva que yo seguía defendiendo.

Y luego estaba Kwon.

Kwon, mi compañero de entrenamiento en el dojo, era todo lo que Robby no soportaba: arrogante, provocador y completamente desinteresado en respetar los límites. Coqueteaba conmigo abiertamente, a pesar de que sabía que tenía novio. Lo hacía con una sonrisa burlona, como si mi relación fuera un detalle insignificante que podía ignorar.

Robby intentaba no hablar de él, pero sabía que Kwon lo carcomía por dentro. No era para menos: Kwon no se detenía, y yo no siempre sabía cómo manejarlo.

Martes 14:22

El dojo de Cobra Kai estaba lleno esa tarde. Los golpes de los sacos resonaban por toda la sala, el sudor y la determinación impregnaban el aire. Yo estaba concentrada, lanzando combinaciones rápidas contra el saco frente a mí, cuando sentí esa presencia detrás de mí. No necesitaba girarme para saber quién era.

—¿Te cansaste de practicar sola, rubia? —la voz de Kwon llegó con ese tono burlón que ya conocía de memoria.

Suspiré, sin detenerme. —Estoy bien, gracias.

Él caminó hasta ponerse a mi lado, apoyándose en el saco vecino. —¿Seguro? Podría ayudarte. Un par de rondas conmigo y vas a aprender lo que es pelear de verdad.

—¿Y qué puedo aprender de vos, además de cómo hablar de más? —respondí, deteniéndome para mirarlo.

Kwon sonrió, esa sonrisa confiada que siempre lograba sacarme de quicio. —Bueno, podría enseñarte a divertirte un poco más. Vos sabés, cuando no estás con el amargado de tu novio.

Rodé los ojos, regresando a mi entrenamiento. —No sé cómo lo hacés, Kwon, pero cada vez que abrís la boca, lográs que me den ganas de matarte.

—¿Eso es una invitación? —respondió, provocándome.

Antes de que pudiera responder, Kim entró en el dojo, llamando a todos a la fila. Agradecí la interrupción; no tenía tiempo ni paciencia para lidiar con el inservible este más de lo necesario. Pero sabía que esto no era el final. Con Kwon, nunca lo era.

Más tarde, Robby pasó a buscarme por el dojo. Lo vi apoyado contra su auto, con los brazos cruzados y esa expresión neutral que usaba cuando estaba tratando de ocultar lo que sentía.

—¿Cómo estuvo el entrenamiento? —preguntó cuando llegué a su lado.

—Bien. Intenso. —Lo besé rápidamente en la mejilla, pero él apenas sonrió.

—¿Aquel te dejó tranquila esta vez? —soltó, su tono más afilado de lo habitual.

Suspiré, apoyándome contra el auto. —¿Podemos no hablar de él?

—¿Por qué no? Parece que ocupa bastante tu tiempo —dijo, mirándome directamente.

Lo miré, sintiendo cómo la frustración crecía dentro de mí. —Robby, ya te dije que no le doy importancia. Es solo un imbécil que disfruta provocarte.

—¿Y provocarte a vos no? —preguntó, cruzando los brazos. —Porque parece que no hace más que buscarte.

—¿Y qué querés que haga? ¿Que lo eche del dojo? No puedo controlar lo que hace, pero eso no significa que me interese.

Robby suspiró, pasándose una mano por el cabello. —No se trata solo de lo que hace. Se trata de cómo te mira, de cómo habla de vos. No puedo soportarlo, Tory.

Me acerqué, colocando una mano en su brazo. —Robby, no importa lo que haga Kwon. Vos sos el único que importa.

—Entonces demostralo. —Su voz era suave, pero había una tensión detrás de sus palabras que no podía ignorar.

Lunes 17:34 p.m

La situación llegó a un punto crítico unos días después. Robby decidió venir al dojo para recogerme de nuevo, pero esta vez llegó temprano, justo cuando Kwon y yo estábamos terminando una ronda de entrenamiento.

—Buen trabajo, Nichols. Aunque, si querés mejorar, podrías pasar más tiempo conmigo —dijo Kwon, lo suficientemente alto como para que Robby lo escuchara al entrar.

—¿Mejorar en qué? ¿En ser insoportable? —respondí, dándole una mirada asesina.

Robby, que ya estaba molesto, no se contuvo. —¿Tenés algún problema?

Kwon sonrió, claramente disfrutando de la situación. —¿Problema? No, para nada. Solo estoy ayudando a Tory a ser mejor. Algo que, al parecer, no estás haciendo.

Robby dio un paso hacia él, y yo me interpusé rápidamente. —Basta. Los dos.

—¿Vas a defenderlo ahora? —preguntó Robby, mirándome con incredulidad.

—No estoy defendiendo a nadie. Pero no voy a permitir que esto se convierta en una pelea innecesaria —respondí, mi voz firme.

Kwon se encogió de hombros, su sonrisa intacta. —No te preocupes, rubia. Yo sé defenderme solo.

21:34 p.m

Esa noche, Robby y yo tuvimos una conversación que habíamos estado evitando durante semanas.

—No puedo seguir haciendo esto —dijo, finalmente rompiendo el silencio.

—¿Haciendo qué? —pregunté, aunque sabía perfectamente a qué se refería.

—Viéndote lidiar con alguien como Kwon mientras estoy en Miyagi-Do. Es como si estuviéramos en lados opuestos otra vez.

Me dolió escucharlo, pero no podía negar que tenía razón. —Robby, yo no voy a dejar Cobra Kai. Es parte de quién soy.

—Y eso es lo que me preocupa. Porque no sé si puedo seguir siendo parte de tu vida cuando todo lo que representa Cobra Kai va en contra de lo que creo.

Nuestra relación había sobrevivido a muchas cosas, pero tal vez este era el mayor desafío de todos: encontrar un equilibrio entre el karate y el corazón. Y por primera vez, no estaba segura de que pudiéramos lograrlo.

Sábado 21:14 p.m

La fiesta en la playa estaba en su apogeo. El sonido de las olas rompiendo contra la orilla se mezclaba con la música alta que salía de los parlantes improvisados, mientras las risas y conversaciones animadas creaban un ambiente vibrante. Las luces de colores colgaban de los árboles, y las fogatas salpicaban la arena, iluminando los rostros de los asistentes. Tory estaba sentada en un tronco cerca de una de las fogatas, sosteniendo una botella de cerveza que Eli le había pasado momentos antes.

—¿Por qué siempre terminamos en estas fiestas? —preguntó Tory con una sonrisa ligera, mirando a Eli, quien estaba acomodando su cabello para protegerlo del viento.

—Porque soy irresistible, y no podés decirme que no —respondió él, adoptando su tono burlón de siempre.

La rubia soltó una carcajada. —Claro, porque venir a ver cómo los demás se emborrachan y hacen el ridículo es lo mejor que puedo hacer con mi noche.

—Bueno, tenés que admitir que es entretenido. Además, a veces hay sorpresas. —Eli alzó las cejas, como si estuviera tramando algo.

Tory frunció el ceño, tomando un sorbo de su cerveza. —¿Qué estás planeando?

—Nada. —Eli sonrió de manera traviesa antes de girarse hacia alguien detrás de ellos. —Hey, Axel, vení un segundo.

Tory arqueó una ceja mientras veía acercarse a un chico alto con una postura imponente. Tenía el cabello corto, un poco desordenado por el viento, y una expresión seria que parecía permanente en su rostro, aunque sus ojos tenían un destello curioso. Tory lo reconoció de inmediato, aunque le tomó un segundo recordar exactamente de dónde. Eli, siempre oportuno, se encargó de refrescarle la memoria.

—Tory, te presento a Axel, el chico de Iron Dragons. Ya sabés, el que le dio una paliza a Miguel en el torneo. —Eli sonrió ampliamente, disfrutando del momento.

Tory no pudo evitar una risa ligera, recordando el combate. Miguel había llegado confiado, pero Axel lo había desarmado rápidamente con movimientos precisos y contundentes.

—Ah, ya me acuerdo. —Tory lo miró de arriba abajo, fingiendo evaluarlo. —No estuvo mal. Aunque Miguel se confió demasiado.

—O tal vez simplemente soy mejor —respondió Axel con voz tranquila, cruzando los brazos sobre su pecho. Su tono no era presumido, pero tenía una confianza que no podía ignorarse.

—¿Eso creés? —preguntó Tory, alzando una ceja.

—No me gusta presumir, pero los hechos hablan por sí solos, ¿no? —Axel la miró directamente, su expresión seria contrastando con el leve tono juguetón de su respuesta.

Eli intervino antes de que la conversación pudiera volverse más tensa. —Bueno, yo los dejo para que se conozcan mejor. No me agradezcan. —Hizo una pequeña reverencia exagerada antes de desaparecer entre la multitud, dejándolos solos.

Tory se giró hacia Axel, sintiendo una mezcla de curiosidad y cautela. No estaba segura de qué esperar de él.

—¿Entonces, te dejaron solo con la chica de Cobra Kai? —preguntó Tory, apoyando la botella en la arena y cruzando los brazos. —¿Eso no es peligroso para alguien de Iron Dragons?

El castaño dejó escapar una ligera sonrisa, la primera que Tory había visto en él. —No me asustan las serpientes. Además, me dijeron que sos diferente.

Tory alzó una ceja, interesada pero sin querer demostrarlo. —¿Diferente cómo?

—Más directa. Menos... ¿cómo decirlo? —Hizo una pausa, como si buscara la palabra correcta. —Menos controlada por el drama.

Tory soltó una carcajada sarcástica. —Entonces te mintieron. El drama me sigue como una sombra.

Axel asintió, su mirada fija en ella. —Tal vez. Pero no parece que vos lo busqués. Más bien, parece que tratás de evitarlo.

Tory lo observó por un momento, sorprendida por su respuesta. Estaba acostumbrada a los comentarios burlones o a las provocaciones, no a alguien que intentara analizarla. Decidió cambiar el tema antes de que él pudiera profundizar más.

—¿Y qué te trae a una fiesta de Cobra Kai? Pensé que los de Iron Dragons tenían sus propias reuniones exclusivas.

—Vine por invitación. —Axel se encogió de hombros. —Además, no soy de quedarme en mi zona de confort. Es aburrido.

—¿Y qué opinás hasta ahora? —preguntó Tory, inclinándose ligeramente hacia él.

Axel la miró directamente a los ojos, su expresión seria. —Interesante.

Tory sintió un leve calor en sus mejillas y rápidamente desvió la mirada, tomando un sorbo de su cerveza para distraerse. Axel notó su reacción, pero no dijo nada, simplemente tomó asiento en el tronco junto a ella.

—¿Siempre sos tan misterioso? —preguntó Tory, rompiendo el silencio.

—¿Siempre sos tan desconfiada? —respondió Axel, devolviendo la pregunta con un leve tono de desafío.

—Depende de la compañía —admitió Tory, mirándolo de reojo. —No suelo confiar en alguien hasta que demuestran que lo valen.

Axel asintió, como si entendiera perfectamente. —Eso está bien. La confianza se gana, no se regala.

Por un momento, ambos se quedaron en silencio, escuchando el sonido de las olas y las risas a su alrededor. Tory notó que, a pesar de su seriedad, Axel no parecía incómodo con el silencio. De hecho, parecía alguien que sabía cómo aprovecharlo.

—Así que, ¿qué más sabés de mí? —preguntó Tory, rompiendo la calma con un tono juguetón.

Axel sonrió ligeramente. —Sé que sos una de las mejores en tu dojo. Que no te dejás intimidar fácilmente. Y que, por alguna razón, no te gusta bajar la guardia.

—¿Y eso lo dedujiste vos o mi amigo te lo contó? —preguntó Tory, alzando una ceja.

—Un poco de ambos —admitió Axel, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos en las rodillas. —Aunque no parece que Eli sea el tipo de amigo que guarde secretos.

Tory se rió suavemente, sintiéndose extrañamente cómoda. —Definitivamente no lo es.

La conversación continuó, fluyendo de manera sorprendentemente natural. Axel era serio, pero tenía un sentido del humor sutil que Tory empezaba a apreciar. Y aunque no lo admitiría en voz alta, había algo en su presencia que la hacía sentir curiosa.

Kwon estaba de pie junto a la barra improvisada de bebidas, con un vaso de plástico que contenía algún cóctel mal preparado. Lo sostenía con fuerza, casi aplastándolo, mientras sus ojos permanecían fijos en Tory y Axel. Desde su posición podía ver cada interacción entre ellos, cada sonrisa, cada mirada. Y lo que veía no le gustaba nada.

—¿Qué está haciendo ese idiota? —murmuró para sí mismo, apretando los dientes cuando Axel, con total naturalidad, se quitó la campera y la colocó sobre los hombros de Tory. Ella sonrió, agradecida, y dijo algo que el asiático no alcanzó a escuchar pero que claramente había provocado una sonrisa en Axel. Una sonrisa.

—¡Dale! —bufó entre dientes. —¿Sonríe? ¿Ahora también sonríe?

No podía creerlo. Axel, el tipo serio y aparentemente inaccesible, estaba consiguiendo en una noche lo que a él le había costado casi un año: hacer que Tory se sintiera cómoda, que bajara la guardia, que sonriera de esa manera.

Con el vaso aún en la mano, Kwon dio un paso adelante, decidido a interrumpir la escena. No podía quedarse de brazos cruzados mientras Axel avanzaba en lo que él consideraba su territorio. Pero antes de que pudiera siquiera acercarse, una mano se posó en su hombro.

—¿Y vos a dónde te pensás que vas? —dijo Eli, con su característico tono burlón. Estaba de pie detrás de Kwon, mirándolo con una mezcla de diversión y advertencia.

Kwon lo fulminó con la mirada. —Voy a marcar mi territorio, como debería haber hecho desde el principio. Ese tipo no tiene nada que hacer con Tory.

Eli soltó una risa breve, casi incrédula. —¿Marcar territorio? ¿Qué sos, un perro? Bajá un cambio, idiota.

—No me jodas, Eli. —Kwon se giró completamente hacia él, dejando el vaso en la barra con un golpe seco. —No voy a quedarme mirando cómo ese idiota de Iron Dragons se mete donde no lo llaman.

Eli levantó las manos en un gesto de calma, pero su sonrisa burlona no desapareció. —A ver, genio. ¿No te acordás que Tory todavía está de novia con Robby? Sí, ya sé que su relación está en la cuerda floja, pero, ¿realmente pensás que entrar ahí como un toro va a mejorar tus chances?

Kwon apretó los puños, claramente frustrado. —Robby no la merece. Y lo sabés.

Eli asintió, pero su tono seguía siendo ligero. —No estoy diciendo que sí ni que no. Pero lo que sí sé es que si te metés ahora, lo único que vas a lograr es que Tory te mande a volar. Y, seamos honestos, no te podés permitir otro rechazo, ¿no?

Eso último tocó un nervio, y Kwon lo sabía. Eli siempre sabía cómo molestar en el momento justo. Kwon respiró hondo, intentando calmarse, pero no podía dejar de mirar hacia donde Tory y Axel seguían hablando. Ella parecía... feliz. Cómoda.

—¿Vos no lo ves? —dijo finalmente, señalando con la cabeza hacia ellos. —Ese tipo está aprovechándose de la situación. Tory está vulnerable, y él lo sabe.

Eli se encogió de hombros. —¿Y qué tiene de malo? No es como si Axel fuera un tipo peligroso. Además, ¿no era que vos también querías aprovecharte de la situación? Porque, desde donde yo estoy parado, no veo mucha diferencia entre vos y él.

Eso fue suficiente para que Kwon se girara completamente hacia Eli, mirándolo con seriedad. —Yo no soy como él. Yo... yo realmente la conozco. Sé lo que le gusta, lo que la hace reír, lo que la hace enojar. Axel solo es un oportunista.

Eli lo observó por un momento, su expresión cambiando ligeramente, aunque su tono seguía siendo relajado. —Mirá, Kwon. No estoy diciendo que no tengas razón en parte, pero te voy a dar un consejo gratis: si realmente te importa Tory, dejala decidir. No podés obligarla a ver lo que vos querés que vea. Y mucho menos podés aparecerte ahí con actitud de macho alfa y esperar que eso funcione. La conocés. Sabés que si la presionás, solo se va a alejar.

Kwon no respondió de inmediato. En el fondo, sabía que Eli tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. Observó a Tory de nuevo, esta vez con menos rabia y más resignación. Ella se reía de algo que Axel había dicho, y, aunque Kwon no quería admitirlo, parecía genuinamente feliz.

—¿Qué hacés vos acá de todas formas? —preguntó finalmente, intentando cambiar de tema. —¿No tendrías que estar con Moon o algo?

Eli soltó una carcajada. —Moon está demasiado ocupada con Yasmine, y yo estoy demasiado ocupado disfrutando de este espectáculo. Vos, Axel, Tory... esto es mejor que cualquier serie que pueda ver en Netflix.

Kwon bufó, aunque una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. —Sos un imbécil, ¿sabías?

—Sí, y vos me querés igual. —Eli le dio una palmada en el hombro antes de empezar a alejarse. —Dale, relajate un poco. Tomate otra cerveza y disfrutá de la fiesta. Dejá que Tory haga lo suyo.

Kwon observó a Eli alejarse, sintiéndose atrapado entre su orgullo y su frustración. Miró una vez más hacia Tory y Axel, y aunque todo en él quería intervenir, decidió quedarse donde estaba. Por ahora.

01:21 a.m

Axel había ido a buscar otra cerveza, dejándola sola por unos minutos. Tory permaneció en silencio, mirando distraídamente el piso cubierto de arena. La brisa fría seguía soplando, y, aunque tenía la campera del más alto encima, no lograba calmar el torbellino de pensamientos en su mente. Había algo en la manera en que Axel se comportaba, tan tranquilo y atento, que la hacía cuestionarse muchas cosas... y eso la asustaba.

De repente, escuchó pasos detrás de ella. Alzó la mirada justo a tiempo para ver cómo Kwon se tambaleaba hacia su dirección. Su andar era errático, y su rostro, aunque mantenía esa expresión burlona que lo caracterizaba, estaba descompuesto por algo más oscuro. Cuando llegó frente a ella, tropezó, perdiendo el equilibrio. Tory reaccionó rápido, lo sostuvo firmemente por los hombros antes de que pudiera caer encima de ella.

—¡Pará un poco! —dijo Tory, frunciendo el ceño mientras lo mantenía firme.—¿Qué te pasa?.

Él soltó una risa amarga, casi como si no pudiera creerse a sí mismo. —¿Qué me pasa? —repitió, dejando que Tory lo ayudara a enderezarse. Cuando sus ojos se encontraron, ella notó algo que nunca había visto en él: vulnerabilidad. Una tristeza profunda mezclada con un enojo que parecía estar a punto de explotar.

—Sí, eso. ¿Qué hacés acá? —insistió ella, con una mezcla de molestia y preocupación. —¿Por qué no te vas a sentar y dejás de hacer papelones?

Kwon no respondió de inmediato. En cambio, desvió la mirada hacia el lugar donde Axel había desaparecido minutos antes, y luego volvió a mirarla. —¿Vos estás bien? Porque yo no estoy bien.

Tory parpadeó, desconcertada. —¿Qué? —preguntó, sin saber cómo reaccionar. Kwon rara vez mostraba algo más allá de su actitud confiada y provocadora, y verlo así era... extraño.

—Vos y Axel, —dijo finalmente, con un tono quebrado. —Se los ve... bien. Mejor de lo que me siento yo, al menos.

Tory entrecerró los ojos, tratando de descifrar sus palabras. —¿Qué querés decir con eso?

Kwon se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más. —Lo que quiero decir, Tory, es que me revienta verte con él. —Se rió de nuevo, pero esta vez sonó más como un sollozo contenido. —¿Sabés cuánto tiempo me llevó llegar a que siquiera me miraras con algo de interés? ¿Cuánto esfuerzo hice para que confiaras en mí, para que bajaras la guardia? Y ahora llega este tipo, con su cara seria y su maldita campera, y de repente vos... te reís. Con él.

Tory lo miró, sorprendida. Su instinto inicial fue ponerse a la defensiva, pero algo en la manera en que Kwon hablaba la detuvo. Había una honestidad brutal en sus palabras, algo que no podía ignorar.

—Kwon... —comenzó, pero él levantó una mano para detenerla.

—Dejame terminar. —Respiró hondo, tambaleándose un poco, pero logrando mantenerse de pie esta vez. —Siempre fui el tipo que se reía, el que hacía bromas, el que provocaba. ¿Y sabés por qué? Porque pensé que, si hacía suficiente ruido, vos me ibas a notar. Y cuando lo hiciste, pensé que tal vez tenía una chance. Pero ahora... ahora veo que con Axel te sale natural. Ni siquiera tenés que pensarlo. Con él, sos... diferente.

Tory sintió un nudo en el estómago. No sabía qué decir. Por un lado, sentía una punzada de culpa al ver a Kwon así, tan vulnerable. Pero, por otro lado, no podía ignorar lo que él decía. Había algo en Axel que hacía que las cosas parecieran... fáciles.

—No sé qué querés que te diga.—dijo finalmente, con la voz más suave de lo que esperaba. —No estoy con Axel. No pasó nada.

Él soltó una risa corta y amarga. —No pasó nada todavía. Pero va a pasar, ¿o no? Porque, seamos honestos, Robby ya está fuera de la ecuación. Lo sabés. Y cuando eso pase, ¿vas a elegir a Axel? ¿O ni siquiera me vas a dar la oportunidad?.

Tory suspiró profundamente, soltándolo con cuidado mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. El viento seguía soplando con fuerza, pero la tensión entre ellos hacía que todo alrededor pareciera en pausa. Kwon se tambaleó un poco, pero logró mantenerse de pie, aunque su mirada estaba fija en ella, esperando una respuesta.

—Kwon... —empezó con cautela, eligiendo las palabras con cuidado. —No sé qué esperás que te diga.

—La verdad, Tory. Es lo único que quiero. —respondió él rápidamente, su tono más serio de lo que ella había escuchado jamás.

Ella apretó los labios, sintiendo cómo el nudo en su estómago se apretaba más. —¿Qué querés que te diga? Que sí, que Axel es agradable. Que me hace reír. Que me siento bien cuando estoy con él. ¿Eso es lo que querés oír?

Kwon soltó una risa amarga y negó con la cabeza. —No, no quiero oír eso. Pero gracias por confirmarlo.

—Pará un poco. —Tory dio un paso hacia él, su tono más firme. —No es lo que pensás, Kwon. Axel y yo... no hay nada. Nunca había hablado con él.

—Pero ya te gusta. —interrumpió él, cruzando los brazos, sus ojos ahora más vidriosos por el alcohol y algo más profundo. —Y ahí está el problema, Tory. No importa cuánto digas que "no hay nada", porque yo ya veo cómo lo mirás. Yo sé lo que significa esa sonrisa. Es la que nunca me diste a mí.

Tory lo miró fijamente, sintiendo cómo la culpa se mezclaba con el enojo. —¿Y qué? ¿Ahora resulta que es mi culpa que me caiga bien alguien más? ¿Qué querías que hiciera? ¿Fingir que no existe?

—No. —contestó él, frustrado. —Lo que quiero es que me digas si alguna vez tuve una chance. ¿O todo esto fue un chiste para vos?

Tory abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron de inmediato. Porque, en el fondo, sabía que Kwon no estaba completamente equivocado. Había veces en las que había sentido que se divertía con él, que sus comentarios sarcásticos y su energía despreocupada la hacían sentir cómoda. Pero nunca había sido... más que eso.

—No fue un chiste, Kwon, —dijo al fin, su tono más bajo, casi como un susurro. —Me importás, pero no de la forma en la que vos querés. Y... no creo que eso cambie.

Kwon se quedó en silencio, asimilando sus palabras. Su rostro se endureció por un momento, pero luego dejó escapar un suspiro pesado, como si toda la tensión en su cuerpo se desmoronara.

—Bueno.—dijo finalmente, con una sonrisa torcida que no llegaba a sus ojos. —Supongo que eso es lo que necesitaba escuchar.

Tory frunció el ceño, sintiendo una punzada de lástima al verlo así. —Kwon...

—No, pará. Está bien.—la interrumpió, levantando una mano para detenerla. —Lo digo en serio. Prefiero saberlo ahora que seguir dando vueltas como un idiota.

Ella no supo qué responder. Había algo devastador en la manera en que Kwon hablaba, pero también sabía que él tenía razón.

—¿Entonces qué vas a hacer? —preguntó, con genuina preocupación.

Kwon se encogió de hombros, una chispa de su actitud despreocupada regresando, aunque se sentía forzada. —Lo que hago siempre: seguir adelante.

Tory lo miró fijamente, tratando de leer entre líneas. Pero antes de que pudiera decir algo más, Kwon dio un paso hacia atrás y se giró, tambaleándose un poco mientras se alejaba hacia la fiesta.

—Kwon, esperá... —lo llamó, pero él ya se estaba perdiendo entre la multitud.

En ese momento, Axel regresó con dos cervezas en la mano. Al verla de pie sola, con una expresión que mezclaba confusión y preocupación, se detuvo.

—¿Todo bien? —preguntó, extendiéndole una de las cervezas.

Tory lo miró, pero no tomó la cerveza de inmediato. —Sí... supongo.

Axel frunció el ceño, notando algo extraño en su tono. —¿Seguro? Si ese idiota te molestó, puedo...

—No, no hace falta. —lo interrumpió rápidamente, intentando sacarse de la cabeza lo que acababa de pasar con Kwon. —No fue nada.

Axel la observó por un momento, como si estuviera evaluando si debía insistir, pero finalmente asintió. —Bueno, si decís que no fue nada, confío en vos.

Tory soltó un suspiro y finalmente tomó la cerveza que él le ofrecía. Mientras lo hacía, su mente seguía en Kwon, en su mirada rota y su confesión impulsada por el alcohol. Por más que intentara enfocarse en Axel y en la tranquilidad que él le ofrecía, no podía evitar sentir que algo había cambiado esa noche, y no estaba segura de cómo lidiar con ello.

05:22 a.m

La noche había dejado atrás las risas y la música ensordecedora; ahora solo quedaban el sonido del mar y un cielo que comenzaba a teñirse con los tonos suaves del amanecer. Tory caminaba hacia su auto con las llaves en la mano, el cansancio pesándole en los hombros, pero con una calma inusual. La brisa marina revolvía su cabello desordenado, y aunque había sido una noche larga, Axel había demostrado ser una buena compañía. Lo había despedido hacía unos minutos, con una sonrisa genuina que casi había logrado borrar el agotamiento.

Sin embargo, esa sensación de tranquilidad desapareció en cuanto vio una figura conocida sentada en la arena. Tory frunció el ceño. Era Kwon. Desde la distancia, podía notar algo extraño en él. Su postura era rígida, su cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, y sus manos descansaban sin fuerza sobre las rodillas. Junto a él, Yoon estaba agachado, moviendo una mano frente a su rostro con un gesto claramente frustrado.

—¿Kwon? —llamó Tory, apurando el paso mientras una oleada de inquietud comenzaba a recorrerle el cuerpo.

Yoon giró la cabeza al escucharla y soltó un suspiro de alivio al verla acercarse. —¡Tory! Menos mal que estás acá. No sé qué le pasa.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Tory, dejando caer las llaves en su bolso mientras se arrodillaba frente a Kwon. Su rostro tenía una expresión vacía, casi como si estuviera en otro lugar.

—No lo sé. —Yoon negó con la cabeza y volvió a intentar chasquear los dedos cerca de la cara de Kwon, pero no obtuvo ninguna reacción. —Estábamos hablando de cualquier cosa hace un rato, y de repente... se quedó así. No responde.

Tory miró a Kwon con atención. Algo en su mirada, o en la ausencia de ella, le hizo sentir un nudo en el estómago. —¿Está drogado? —preguntó, tratando de mantener la voz firme, aunque el nerviosismo empezaba a asomarse en el borde de sus palabras.

Yoon se encogió de hombros. —No tengo idea. Estuvo tomando, sí, pero no lo vi meterse nada raro.

—¿Kwon? —llamó Tory, esta vez tomando su rostro entre sus manos. —Mírame. Soy yo. Decime algo.

Silencio. Kwon no reaccionaba. Su mirada seguía perdida en algún punto invisible.

—Esto no me gusta, —murmuró Tory, entre dientes. Se giró hacia Yoon, que lucía igual de desconcertado. —¿Cuánto tomó? ¿Lo viste con alguien raro?

—Tory, ya te dije que no lo sé. No estuve con él toda la noche. Apenas lo encontré así y traté de que reaccionara, pero nada.

Unos pasos detrás de ellos llamaron la atención de Tory, que giró la cabeza rápidamente. Una voz firme y conocida rompió el silencio.

—¿Qué está pasando?

El corazón de Tory dio un vuelco al reconocerla. Zara Malik estaba ahí, de pie, con su figura perfectamente erguida y esa actitud que siempre había logrado sacarla de quicio. Llevaba una chaqueta liviana sobre un vestido ajustado, y su expresión era una mezcla de preocupación y autoridad.

El recuerdo fue inmediato y desagradable. Zara había sido un problema en el pasado, alguien que se había interpuesto entre ella y Robby en uno de los momentos más complicados de su relación. Ahora estaba ahí, como si el tiempo no hubiera pasado, con esa misma seguridad en su caminar que a Tory siempre le había resultado insoportable.

—¿Qué haces aquí? —espetó Tory, poniéndose de pie de golpe y enfrentándola. Su tono era más agresivo de lo que había planeado, pero no le importó.

Zara arqueó una ceja, como si la pregunta le resultara absurda. —Vine con unos amigos, pero eso no es lo importante ahora. Vi a Kwon así y pensé que podía ayudar.

—¿Ayudar? —repitió Tory, con una mueca de incredulidad. —No necesito tu ayuda, Zara. Nosotros lo tenemos bajo control.

Zara soltó una risa seca, dando un paso hacia ellos. —¿De verdad? Porque desde acá parece que no tenés ni idea de qué hacer.

—No te metas en esto —Tory levantó un dedo acusador hacia Zara, que ni siquiera se inmutó.

—¿En serio? —Zara cruzó los brazos y la miró de arriba abajo. —Nichols, esto no se trata de vos. Se trata de Kwon, y claramente necesita ayuda. Yo no tomé nada esta noche. Puedo llevarlo a casa.

—¿Qué te hace pensar que voy a confiar en vos para algo así? —Tory dio un paso hacia Zara, acortando la distancia entre ellas.

—Porque lo conozco mejor de lo que pensas —respondió Zara, con una calma exasperante. —Y porque no podés manejar esto sola. No es complicado.

Tory estaba a punto de soltar una respuesta mordaz cuando sintió la mano de Yoon en su brazo. —Tory, Zara tiene razón. Si ella puede llevarlo a casa, tal vez sea lo mejor.

—¿Vos también? —Tory lo miró como si no pudiera creerlo.

—Por favor... —intervino Zara, rodando los ojos. —Podés seguir con este numerito o podés dejar que haga algo útil. Elegí.

Tory apretó los labios y miró a Kwon nuevamente. Su rostro seguía inexpresivo, y algo en esa vulnerabilidad la desarmó. Finalmente, suspiró y dio un paso atrás.

—Está bien... —dijo, señalando a Zara con un dedo. —Pero si le pasa algo, anda buscando a alguien que reviva a las personas.

—Lo que digas...—respondió Zara con una sonrisa sarcástica mientras se agachaba para ayudar a Kwon a levantarse. —Vamos, grandote. Hora de ir a casa.

Kwon apenas reaccionó, pero Zara logró pasarse su brazo por los hombros con facilidad. Tory los observó mientras se alejaban hacia la camioneta de Zara, una mezcla de frustración y preocupación revolviéndose en su interior.

—¿Estás segura de que esto fue una buena idea? —le preguntó a Yoon, sin apartar la vista de ellos.

—Sí, —respondió él, encogiéndose de hombros. —Zara no es tan mala como pensás.

—Eso está por verse, —murmuró Tory, cruzándose de brazos.

El sol comenzaba a asomar en el horizonte cuando finalmente se dirigió a su auto. Mientras manejaba de vuelta a casa, su mente no dejaba de darle vueltas a todo lo ocurrido. Kwon, Zara, Axel...

06:01 a.m

La casa estaba oscura y silenciosa cuando Tory llegó, salvo por la luz tenue que venía del televisor en la sala. Sus botas hicieron un leve ruido al pisar el suelo de madera, pero Robby no giró la cabeza. Estaba allí, sentado en el sofá, con la mirada fija en la pantalla, como si estuviera sumido en otro mundo.

Tory cerró la puerta con cuidado, dejando escapar un suspiro que parecía contener el cansancio de toda la noche. Su mano rozó la campera que llevaba puesta, una prenda claramente masculina, de color negro y con detalles bordados en rojo. El simple gesto le hizo darse cuenta: La campera de Axel. Se maldijo internamente. ¿Cómo se le había pasado? Había salido apurada de la playa y, con todo lo que pasó, se olvidó de devolverla. Ahora llevaba esa evidencia sobre sus hombros.

Miró a Robby, que parecía más absorto en sus pensamientos que en la película que estaba viendo. Aparentemente, no había notado el detalle, lo que le dio tiempo para quitarse la campera y colgarla en el perchero junto a la puerta. No quería preguntas incómodas.

—¿Qué mirás? —preguntó, caminando hacia el sofá con un tono despreocupado, tratando de sonar natural mientras su corazón latía con fuerza.

Robby apenas se encogió de hombros, sus ojos sin apartarse de la pantalla. —Jessie.

Tory sonrió ligeramente. Robby siempre tenía esa forma de ser, tan relajado, como si nada pudiera sacudirlo. Pero ella lo conocía demasiado bien como para caer en la trampa. Esa calma casi indiferente era su manera de esconder lo que realmente sentía.

Se dejó caer al lado de él, hundiéndose en el sofá. Su cuerpo la traicionaba; estaba más agotada de lo que quería admitir. Sin pensarlo demasiado, apoyó la cabeza en el hombro de Robby, buscando algo de consuelo.

Él no dijo nada, solo se inclinó un poco hacia ella, dándole espacio. Pero Tory podía sentirlo, ese leve cambio en la tensión de sus músculos, ese casi imperceptible giro de su rostro hacia el suyo.

El olor la golpeó de repente, un aroma dulce y familiar que conocía demasiado bien. Una mezcla de perfume floral y champú caro. Sam.

Tory cerró los ojos por un momento, intentando contener la irritación que crecía en su pecho. Claro, Robby había estado en una fiesta de Miyagi-Do. ¿Y quién iba a estar ahí? Por supuesto que Sam. Tory conocía ese olor como la palma de su mano; había sido su mejor amiga durante años antes de que todo se fuera al carajo.

—¿Te divertiste en la fiesta? —preguntó, su voz más casual de lo que esperaba.

Robby asintió ligeramente. —Sí, estuvo buena. Nada fuera de lo normal.

Tory levantó la cabeza, girándose para mirarlo con una ceja arqueada. —¿Nada fuera de lo normal? ¿Seguro?

Él finalmente apartó los ojos de la pantalla, encontrándose con los suyos. —¿Por qué lo decís?

Ella sonrió, pero no era una sonrisa amable. —Por nada, solo que olés como un frasco de perfume que conozco demasiado bien.

Robby frunció el ceño, como si le costara entender a qué se refería. Luego, un leve destello de comprensión cruzó su rostro. —¿Sam?

Tory dejó escapar una risa breve, casi incrédula. —No, Miguel.

Robby suspiró, apoyándose en el respaldo del sofá. —No es lo que pensás.

—¿Ah, no? —replicó ella, cruzando los brazos. —Iluminame, entonces.

Él la miró directamente, con esa mezcla de paciencia y frustración que Tory recordaba tan bien de cuando estaban juntos. —Sam y yo hablamos un rato, eso es todo. Bailamos una canción. Nada raro.

—¿Nada raro? —repitió Tory, levantando una ceja. —Robby, si vos querés volver con ella, solo decime. No hace falta que me vendas esta idea de que es "nada raro".

Él negó con la cabeza, visiblemente exasperado. —No quiero volver con Sam. No estoy en eso.

Tory lo observó por un momento, buscando alguna grieta en su expresión que le diera la verdad. Pero Robby era bueno ocultando lo que sentía, algo que siempre había admirado y odiado de él al mismo tiempo.

—¿Entonces qué querés? —preguntó finalmente, su voz más baja, casi un susurro.

Robby pareció quedarse sin palabras por un momento. Luego, con un suspiro, se pasó una mano por el cabello. —No lo sé, Tory. Estoy intentando entenderlo.

Eso no era suficiente para ella. No lo sería nunca. Pero estaba demasiado cansada para pelear, para analizar cada palabra o gesto como si su vida dependiera de ello.

Se recostó de nuevo, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá. —Ojalá pudiera tener tu capacidad de no saber qué quiero y seguir como si nada.

Robby la miró de reojo, una leve sonrisa en sus labios. —No es tan fácil como parece.

Tory cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio. —A veces parece que nada es fácil con vos, Robby.

Él no respondió. Solo dejó que el silencio se asentara entre ellos, el único sonido era el murmullo de la película en el fondo.

Y mientras Tory comenzaba a quedarse dormida, no pudo evitar preguntarse si alguna vez encontraría algo en su vida que fuera verdaderamente fácil. Porque, con Robby, Sam, Kwon, Axel, y todo lo demás... lo único que parecía seguro era que las cosas siempre serían complicadas.

revesias espero que te haya gustado!
gracias por la idea <3

Quieren segunda parte?

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