Capítulo 2: Daphne Greengrass
"El talento supremo consiste en exponer la propia desgracia con humor."
Los Patitos Feos- BORIS CYRULNIK
Convivir con un mago poderoso que además era un sádico legeremante, y que su "encantadora" tía sospechara constantemente una traición de parte de él, fueron incentivos poderosos para que Draco acabara siendo un gran Oclumante. El talento que pudiera heredar de los Black por parte de su madre debió ser de ayuda, pero lo que facilitó las cosas para él, durante aquellos horrendos días de entrenamientos desgastantes y castigos innecesarios, fue colocar números al tiempo.
Un año, nueve meses y veintiocho días habían pasado desde que el mimado heredero de los Malfoy recibiera su primer cruciatus de la mano del Señor Oscuro. "Para probar su habilidad como oclumante bajo condiciones adversas", había dicho la maldita serpiente. ¡Como si el bueno de Dumbledore fuera a recurrir a la tortura!
Mientras oía las risas burlonas de los presentes, por su incapacidad para soportar el Crucio, los comentarios despectivos de Bellatrix ante su llanto, y las súplicas de Narcissa para que el tormento parara, Draco, aún desplomado en el piso, fijó sus ojos en el reloj del salón principal de su hogar, y comenzó a contar. La cuarta maldición Cruciatus causó el mismo dolor, pero menos respuesta de su parte, y el mago oscuro perdió el interés en seguir... ese día al menos.
Así, contar las semanas, y los días y las horas, se convirtió en una necesidad para ocluir su mente, y luego, la necesidad se hizo hábito.
Por eso podía decir con certeza, que habían transcurrido cuatro meses, dos semanas y cinco días, desde la llegada de Theodore Nott, y cuatro meses, dos semanas y cuatro días, desde que Nott encontrara en Lovegood una conversación más entretenida- cosa que resultaba absolutamente incomprensible para Draco.
Afortunadamente para él, tres semanas, cuatro días y tres horas después, Daphne Greengrass apareció en la puerta de entrada junto a Mcgonagall, tras pedir asilo a la Orden.
Durante el tiempo compartido en Hogwarts, la rubia hija mayor de los Greengrass no fue particularmente cercana a Draco- al menos no tanto como lo fuera con Nott, por quien mostraba una especie de encaprichamiento amoroso-, pero al poco estar en Grimmauld Place y comprender que la nueva distracción de su antiguo amante- dígase Luna- lunática- Lovegood- no dejaba a Theo tiempo para ella, en lugar de hacer un berrinche y regresar con su familia, como el rubio habría esperado, la joven se tornó en una buena compañera de conversaciones, una excelente mediadora con el resto de los habitantes de aquel lugar, y, por qué no decirlo, una "amiga" conveniente para él.
Y mientras más cercana se hacía Daphne a los demás, más empeño parecía poner en arrástralo a él con ella, al punto que, no habían transcurrido tres meses desde que ella llegara, cuando Longbottom, la gemela Patil, una Haffelpuf cuyo nombre no recordaba, y hasta la enamorada del cararrajada, le dirigían la palabra en conversaciones que, aunque incómodas, eran todo un avance para el silencio con que le habían tratado hasta entonces. Seguro que algo había tenido que ver en ello la encantadora belleza de Daphne, pero mucho más aquella increíble necesidad de aceptación que no la abandonaba nunca, aunque en sus tiempos de Hogwarts no se había notado tanto como entonces.
Fue también por culpa de Greengrass, que terminó una tarde, tras seis meses, dos semanas y cuatro días de silencio, hablando con la sangresucia.
-HP-
Hermione no entiende por qué ha aceptado quedarse en el comedor junto a ellos. Junto a Neville, a Parvati, y a Daphne Greengrass, que sentada al lado de Malfoy no ha dejado de hablar. La rubia cuenta una anécdota cargada de ironía, pero debe ser graciosa, pues todos ríen, así que ella ríe también. No logra entenderla del todo, pues su atención está completamente volcada en Malfoy. En sus ojos grises que la observan con insistencia. Ella gira su rostro hacia la rubia aparentando interés, solo para evitar la mirada de él, y la silla de él suena al instante siguiente. Cree que él se irá, pero Greengrass ha dicho algo que lo retiene. Y él habla. Hacía meses que Hermione no lo oía hablar, y piensa que su voz ha cambiado, perdiendo el timbre agudo para dar paso a un tono grave, viril y vibrante. Es una voz expresiva y flexible, pero a la vez imponente. Es la voz de un hombre.
Ella gira sus ojos hacia él otra vez, para comprobar que él sigue ahí, con la mirada perdida en una taza de té que ha dejado enfriar sobre la mesa. Seguro que a él tampoco le gusta, pero no sabe cómo decir a Malfoy que ella también piensa que Neville prepara un té nauseabundo. Y los ojos de Daphne están fijos en ella ahora, esperando una respuesta a una interrogante que Hermione no escuchó. Y la rubia ríe al confirmar que ella no ha estado atenta; ríe en aquel modo maravilloso que tiene de separar los labios dejando al descubierto su sonrisa perfecta, mientras sus ojos azules se clavan en ella.
Daphne es hermosa. Todos lo dicen. En Hogwarts nunca se había sentido tan intimidada por aquella belleza como ahora. Y Hermione vuelve a mirar a Malfoy aprovechando que Parvati ha cambiado el tema, y descubre que los ojos de él están fijos en la rubia. Sus ojos grises contrastando con sus cejas gruesas, con labios de estatua y su nariz recta... Él también es bello. Y ambos son Slytherins. Hanna ha dicho que están juntos y que por eso Daphne desaparece del cuarto que comparten las chicas por la noche, porque va a dormir con él. Algo se revuelve en el estómago de Hermione al pensar en Malfoy tocando a alguien de ese modo.
Y los ojos de él vuelven a quedar fijos en ella mientras los minutos transcurren y antes que ella lo note o sepa cómo, ellos dos son los únicos que quedan en la mesa, compartiendo un silencio incómodo.
- Dicen que te la pasas haciendo pociones.- Las palabras han dejado los labios de ella antes que pueda notarlo y él la observa con expresión incrédula. Hermione se muerde el labio y regresa su mirada al tazón entre sus manos, avergonzada de lo tonta que debe parecerle al buscar conversación.
- Dicen que Weasley y tú están juntos.- Es su respuesta en tono burlón, lo que la obliga a alzar su mirada y negar con la cabeza.
- Eso no es cierto.- ella intenta mantener la calma creyendo haber encontrado una oportunidad para una conversación que creía imposible. No sabe por qué su corazón late a mil por hora ante la idea, pero entonces nota que él se coloca de pie, sin intención de seguir ahí.
- Díselo a alguien a quien le importe- las palabras son dichas con una lentitud que trasluce desprecio, y sus labios se curvan en una sonrisa burlona, que es incomprensible para ella. ¿Es que no ha cambiado nada?
- No te haría daño conversar civilizadamente de vez en cuando,- le advierte ella con paciencia. El sigue de pie, con su sonrisa perversa, pero ya no parece tan pronto a irse- no es bueno que estés siempre tan apartado del resto y...
- Guarda tu lástima para los demás, s...- hay rabia en su expresión, y sus labios próximos a formar un palabra que ella puede adivinar, una palabra que oyó por primera vez en los labios de él, tanto tiempo atrás... una palabra que lleva escrita en su antebrazo. Pero la palabra nunca deja sus labios.
El tiempo transcurre sin que ninguno de los dos vuelva a decir nada, hasta que él baja su vista, se gira y camina lejos de ella. Y Hermione dice lo primero que viene a su cabeza.
- No es por lástima...
Malfoy se detiene, con la cabeza erguida y los hombros tensos, pero sin girarse a ella, y por un instante fugaz, Hermione cree que él ha comprendido el mensaje. Y luego lo ve perderse.
-HP-
Fue la misma profesora Mcgonagal quien sugirió permitir el ingreso de Daphne al número doce de Grimmauld Place. Según la versión de la Directora de Hogwarts, habiendo huido sus padres de Inglaterra, en una clara negativa a unirse al señor Oscuro, Daphne sería blanco probable de represalias por parte de los partidarios de Voldemort que, lo quisieran o no, abundaban en el castillo.
En opinión de Daphne, Minerva Mcgonagal era una persona bien ingenua, pues habían bastado unas cuantas mentiras respecto a supuestos "mensajes amenazadores" que nunca existieron, para que la mujer la llevara hasta su querido Theodore Nott.
Tras su primer día en el antiguo hogar de los Black, Daphne llegó a dos conclusiones: primero, que con lo fácil que era llegar hasta ahí, si Lord Voldemort se enteraba que el Elegido estaba viviendo con los de la Orden del Fénix, Harry Potter era hombre muerto. Y segundo, que lo que sea que había existido entre Theodore Nott y ella en Hogwarts, no tenía cabida aquí. No al menos mientras su ex mejor amigo y amante, siguiera embelesado por una rubia mucho más baja y fea que ella.
Pero una vez ahí, ya no podía regresar a Hogwarts, y lo curioso es que no le importó. El castillo, con la melancólica Pansy llorando por sus años perdidos con Malfoy, y los torpes de Crabbe y Goyle como únicos representantes masculinos de Slytherin, luego que Zabini y los demás se unieran a los Mortífagos, era un lugar verdaderamente deprimente para vivir. Aquí, con nuevos compañeros- y eran nuevos, porque en Hogwarts nunca se había molestado en conocer a ninguno- todo prometía ser más divertido.
- ¿Y por qué no te llevaron con ellos?- preguntó Hanna Abbot cuando Daphne explicó cómo había terminado ahí mientras hacía gala de sus dotes culinarios preparando un chocolate caliente que nada tenía que envidiar al de Hogwarts.
- ¿Bromeas? ¿Y arriesgarse a que mi legendaria belleza los delatara?- exclamó la rubia con el encantador sarcasmo que la caracterizaba- Solo podían llevar a mi hermana, pues siendo una chica común y corriente, nadie sospechará quienes son...- sonrió acercando una taza a Ginny, que la observaba con suspicacia.- ¿No me crees?
- ¿Es verdad?- la pelirroja tenía una ceja alzada en señal de reto.
- No- sonrió la rubia.- Pero es mejor que admitir que se querían deshacer de mí.- dijo encogiéndose de hombros, mas sin dejar de sonreír. Y vio como el rostro de Ginny demudaba su expresión y cogía el tazón ofrecido.
Sabía que con sus verdades a medias y relatando sus desgracias con humor, se conquistaba la simpatía de los presentes sin riesgo de ganar su lástima. ¿Cómo podían compadecer a alguien que se burlaba de su propia desgracia? Y esperaba que su buena mano en la cocina, un talento que había cultivado en secreto en aquellas largas tardes de agonía en su hogar, le ayudara a conquistar también sus estómagos. Poco a poco se fue ganando la aprobación de todos, y Daphne habría podido vivir feliz, coqueteando tranquilamente, de no ser por una frase que oyó decir a Ronald Weasley a través de la puerta, cuando un grupo de Gryffindors hacía referencia a su particular belleza:
"No me gustan las rubias".
Hasta donde ella sabía, la experiencia del pelirrojo se limitaba a una temporada de besuqueos con una chica chillona cuyo nombre Daphne no podía recordar; y a su relación nunca concretada con Granger. En general, la opinión de alguien tan poco experimentado no le habría importado para nada, pero él dijo "las rubias", y eso definitivamente la incluía a ella, algo que el natural vanidoso de la joven no podía tolerar.
Por eso había pasado las últimas tres semanas haciendo todo cuanto estaba en su poder para llamar su atención del modo en que acostumbraba llamar la atención de los hombres. Pero los ojos de Weasley seguían fijos en Granger. ¿Qué podía ver en ella? ¿Su cabello deslustrado? ¿La delgadez simplona de su cuerpo? Nunca había visto a nadie tan despreocupada al vestirse, ni tan mojigata al hacerlo, y, sin embargo, Weasley parecía embelesado ante su presencia, fiel a la posibilidad de una relación que no prometía grandes emociones. Pero Daphne estaba empeñada en hacer que se fijara en ella, y si para eso tenía que quitar a Granger del camino eso haría. Y la oportunidad se presentó ante sus ojos con más facilidad de la que ella habría esperado, y fue la tarde en que se percató por primera vez del modo en que la comelibros se quedaba mirando a Malfoy.
Los días siguientes, utilizó sus encantos para generar conversaciones donde eventualmente participaran ambos e hizo todo cuanto estuvo en sus manos para que los demás aceptaran al rubio, pese a la reticencia de este. Y poco a poco, sus estrategias fueron dando resultado. Estaba segura. El único que parecía no advertirlo era Weasley.
- ¿Has notado como Theodore y Lovegood parecen haberse hecho grandes amigos?- preguntó ella un día en que encontró a Ronald en la cocina y se ofreció a servirle una porción de pastel de calabaza. El pelirrojo terminó aceptando, más por su incapacidad de rechazar comida que por cortesía, pero eso era lo de menos.- Me atrevería incluso a pensar que hay algo más entre ellos.
- Supongo...- respondió él con desinterés, al tiempo que recibía el plato que ella le extendía, y volvía a tomar asiento junto a la mesa.
- Es curioso, porque normalmente los slytherins no se fijan en chicas de otras casas, pero supongo que esta guerra lo cambia todo, ¿no?- él asintió en silencio, con la boca llena y la mirada perdida, y ella se mordió los labios calculando que había llegado el momento de sembrar la duda.- Ahí tienes a Granger, por ejemplo.- los ojos de Weasley nunca le había parecido tan azules y brillantes como en aquel momentos en que los clavó en ella con una mezcla de expectación... y miedo.
- ¿Qué... ¿Qué ocurre con Hermione?- titubeó, soltando algunas migas del pastel desde su boca al hablar. A Daphne casi le dio pena su expresión. Casi. Pero en el corazón de la joven había poco espacio para sentir compasión por otros cuando se trataba de conseguir lo que quería.
- ¿Es que no lo has notado? El modo con que ella y Malfoy se miran es más que evidente.
Lo que siguió a ello fue una larga exposición por parte de Ronald Weasley respecto a todas las razones por las cuales Granger jamás tendría ese tipo de intenciones con Malfoy. Pero a Daphne le pareció, y no estaba equivocada, que al retirarse de la cocina, el pelirrojo ya no lucía tan convencido de que aquellas razones fueran suficientes.
Al día siguiente, la rubia contempló, con una sonrisa en sus labios, el modo en que Weasley apretaba los puños al descubrir a Granger con la mirada fija en su rubio amigo.
-HP-
Cuando Neville se ofreció a acompañarlos en busca de un nuevo Horcruxe, Hermione tuvo un mal presentimiento. Pero ni Lupin ni Harry la escucharon.
Y cuando Ronald la tranquilizó indicando que era un temor injustificado, Hermione intentó convencerse de que nada pasaría.
Tres horas después, en medio del bosque, la joven se arrepentiría de no haberse opuesto con más fuerza, cuando fueron atacados por un grupo de mortífagos y vio como Neville se paralizaba ante el miedo. Hermione debió tomar su mano y correr lejos de Harry y Ron, a sabiendas de que los mortífagos perseguirían al elegido. Era el único modo de poner a salvo a Neville.
- ¡Neville!- gritó Hermione al muchacho para hacerlo reaccionar, cuando estuvieron suficientemente lejos de los enmascarados.- ¡Neville! ¿Puedes regresar solo al cuartel? Necesito volver con Harry y Ron.- Neville asintió catatónico- Activaré el traslador para que...
Los ojos de Neville se abrieron como plato y extendió la varita por sobre el hombro de Hermione haciendo que ella también se volteara al comprender que alguien había aparecido a sus espaldas.
- EXPE....- pero Neville no alcanzó a terminar el hechizo y la joven apenas logró esquivar el rayo rojo que golpeó el pecho de su amigo. La varita temblaba entre los dedos de Hermione apuntando al punto de donde había sido proferido el "CRUCIO", pero la figura se movió con tal agilidad que Hermione apenas logró percatarse de lo rápido que la tuvo junto a ella, hasta que su varita voló por los aires y una mano se enredó entre sus cabellos, alzándola del piso.
- ¡Vaya, vaya! ¿Qué no es la sangresucia amiga de Potter?- llegó a su oído una voz ronca, amortiguada por la máscara que cubría su rostro. Neville gimoteó algo desde su lugar en el suelo y el Cruciatus se oyó en el bosque por segunda vez, generando otro grito desgarrado por parte de su amigo.
- ¡NO!- gritó Hermione y sintió como los dedos en su cabello apretaban con más fuerza y de un solo golpe llevaron su frente a impactar contra el árbol más cercano.
- Después me encargaré de ti, mugrosa.- dijo el mortífago, antes de volcar su atención en Neville otra vez, mientras ella se desvanecía sobre el verde forraje del bosque. Su cabeza daba vueltas y sentía algo tibio correr por su frente. Intentó abrir los ojos pero todo era oscuro con destellos luminosos que le impedían ver nada. Oyó a Neville gritar otra vez, lo que la hizo recordar donde estaba y se afirmó sobre sus brazos, abriendo y cerrando los ojos hasta conseguir ver algo. Su varita se advertía borrosa a solo unos metros y se arrastró hasta ella como pudo.
Hubo un nuevo grito de Neville ante un golpe por parte del Mortífago, quien decía algo que ella no alcanzaba a comprender. Sus dedos se aferraron a la varita y Hermione se incorporó tambaleante hasta enfocar la figura frente a ella pensando que de no apresurarse su amigo moriría a manos del hombre. Y apuntó su varita hasta él.
- ¡AVADA KEDAVRA!- la maldición salió de sus labios antes que ella tuviera tiempo de pensar en lo que había dicho. El rayo verde surcó el aire y por unos centímetros, solo por unos centímetros, se desvió de su objetivo. Pero esto fue suficiente para atraer la atención del enmascarado.
- ¡Maldita!- gritó el hombre, dando tres zancadas hacia ella con la varita alzada. Ella cerró los ojos pronta a recibir el hechizo, pensando en que al menos sus padres no sufrirían al saberla muerta. Notó el destello verde que emitió la varita, pero después de haber sido dicho, ella siguió respirando. ¿Sería así como se sentía la muerte? ¿Cómo si nada hubiera cambiado? Y sus ojos se abrieron mientras la figura frente a ella se desplomaba contra el suelo. Y a sus espaldas, y con la varita aún alzada, se encontraba Severus Snape.
- ¿Puede caminar, señorita Granger?- fue todo lo que el hombre preguntó con su mirada impenetrable, y Hermione asintió confusa, extrañamente consciente de que el mismo mortífago que había dado muerte a Dumbledore era ahora el que le salvaba la vida.- Bien, porque creo que el señor Longbottom necesitará de su ayuda para regresar.
Hermione volvió a asentir aún conmocionada ante lo ocurrido y caminó hasta Neville, que se hallaba inconsciente sobre el piso. Cuando volvió a mirar y antes de que el traslador hiciera que todo girase en torno a ellos, la figura de Snape había desaparecido.
-HP-
Draco trabajaba en el rincón del sótano que hacía las veces de un improvisado laboratorio, lleno de frascos y brebajes coloridos y de olores diversos, intentando modificar los ingredientes del Veritaserum para conseguir una fórmula más poderosa.
No era ciertamente su pócima favorita, pero desde que Lupin destacara su talento en pociones, y le ofreciera el retorno de su varita a cambio de que preparara los brebajes que la Orden requería, Draco había visto la oportunidad no solo de recuperar su magia, sino de además tener libre acceso a los ingredientes para ensayar sus propias pociones, muchas de las cuales no eran aún más que intentos fallidos, pero cumplían con mantenerlo ocupado. Y es que Draco en verdad necesitaba mantenerse ocupado para conservar la cordura en aquel lugar infestado de griffindors.
Escribía en el rótulo de su última poción cuando sintió unos pasos descendiendo las escaleras y al instante siguiente, la sangresucia emergía de las sombras para quedarse de pie frente a él. Su enmarañado cabello tenía un par de hojas secas enredadas y sus ropas estaban sucias. Pero lo más impactante era su rostro, más pálido que de costumbre, transmitiendo un cansancio y una angustia que no le había visto nunca, y en el borde derecho de su frente, justo donde comenzaba su cabellera, un par de rasguños con bordes rojos, se revelaban como el origen de la sangre seca que ensuciaba su cara. Draco no pudo evitar alzar una ceja en señal de asco, pero ella no lo advirtió.
- El profesor Lupin necesita que prepares más poción calmante y algo de poción adormecedora.- dijo ella con una voz que reflejaba agotamiento y ansiedad a la vez. Draco se giró sin intención de responder, pero ella siguió hablando.- Ha debido acabar todo lo que tenía en Neville y... Y cree que necesitará más para cuando despierte...- El rubio no podía dejar de preguntarse a qué venían las explicaciones en ese momento, pero se mantuvo en silencio con el ceño fruncido, esperando que ella comprendiera que no era bienvenida.- Fue el Cruciatus... un mortífago lo hizo sobre él muchas veces...
- ¿Cuántas?- sintió su voz retumbar en la habitación, y aunque él mismo se sorprendió de su espontánea pregunta, la sangresucia parecía asustada al oír su voz, como si ella tampoco hubiese esperado sus palabras.
- Al menos tres veces...- dijo, tras unos minutos, con expresión grave. Draco no pudo evitar alzar sus ojos y dejar escapar una exclamación burlona. ¿Tanto escándalo por tres cruciatus?- El profesor Lupin dice que se repondrá, pero...
- Incluso sin pociones podrá reponerse de eso- dijo en voz baja, sin importarle mucho si ella lo oía. Pero cuando una expresión curiosa se posó en el rostro de ella, temió que con su comentario pudiera estar dando pie a una conversación, y lo que menos necesitaba él era tener que hablar con la sangresucia.- Dile a Lupin que la prepararé.- dijo seco, y volvió su atención a los frascos de cristal, esperando que ella entendiera con eso que debía irse. Para su molestia, al alzar los ojos otra vez, la joven seguía ahí, con la vista clavada en el piso restregándose las manos nerviosamente.- ¿Hay algo más que debas decirme?- preguntó molesto.
- Hice la maldición imperdonable.- Draco mantuvo la mirada en ella, aunque sin soltar el frasco entre sus manos, extrañamente sorprendido ante aquella confesión, - No lo maté, pero...- A los restos de sangre esparcidos por el rostro de la sangre sucia, ahora se sumaban las lágrimas. Draco no era particularmente sensible a las lágrimas, pero de algún modo podía entender la expresión de la joven. Él también había sentido aquella sensación vertiginosa que marcaba un antes y un después, ante la necesidad de proferir la maldición imperdonable, el día que debió alzar su varita contra el viejo director.- Nunca en mi vida había deseado tanto la muerte de alguien...- Siguió ella.- Nunca creí tampoco que llegaría a utilizar ese hechizo... Yo no soy así. Yo no...- y el llanto se apoderó de ella sin dejarla seguir explicando nada, y Draco recordó que él también había llorado. Escondido entre las sombras de su cuarto, había dejado las lágrimas correr por su rostro, con la cabeza escondida entre sus piernas. Al igual que Granger, no había matado a su víctima, pero a diferencia de ella, él lloraba precisamente por eso: por no haber podido hacerlo... por las consecuencias que eso traería a su familia, pensando que ninguna decisión tomada en su vida marcada por malas decisiones podría ser peor que esa... ¡Qué equivocado estaba!
Hermione abrió los ojos como plato cuando se percató de lo cerca que estaba el rubio. Algo le oprimía el pecho al solo pensar en ello, y cuando él la tomó por el mentón con sus fríos dedos, un estremecimiento recorrió su cuerpo y el llanto se frenó en seco.
Pero Malfoy no la miraba a ella, sino su frente. Y alzó la varita hasta aquel lugar de dónde aún brotaban unas gotas de sangre roja y brillante... Unas gotas de sangre sucia. Él sonrió al pensarlo, y ella advirtió esa sonrisa, pero no supo a qué se debía.
- SANARE- dijo él, y ella sintió posarse un tibio calor en su piel, ahí donde presionaba la varita, y al instante siguiente el dolor había desaparecido. Hermione llevó sus dedos al lugar para comprobar que la herida ya no existía. Habría querido agradecerle, pero la confusión respecto a la acción de Malfoy le impedía decir nada.
Y él no podía hacer más que mirarla, como venía haciendo durante todo ese tiempo, buscando respuesta a la incontestable pregunta de por qué no la había matado.
En los ojos de la sangresucia había ahora una extraña mezcla de duda y agradecimiento, y a Draco le resultó fascinante la sensación que se apoderó de él al calmar en algo el dolor de la joven: era alivio. Como si ayudarla con aquella nimiedad pudiera borrar en algo su comportamiento en el pasado, o compensar incluso aquello que no lograba recordar.
- ¡Hermione!- sonó desde la escalera la voz de la pelirroja, al tiempo que Draco soltaba el mentón de la sangresucia, pero los ojos de ella seguían fijos en él.- Son Ron y Harry...- siguió la chica que ahora estaba más cerca de ambos- ¡Lograron regresar!
-Fin del Capítulo 2-
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