Capítulo 36
Bart esperaba sentado en la orilla de la bañera. Se cubría con la toalla procurando dejar su hombro descubierto. Permanecía en silencio mientras aguardaba el regreso de Jaime. Ahí insistió quieto, aunque con sus pensamientos saliéndose de control, así como su corazón que latía furiosamente. Se hallaba a sí mismo tan nervioso y tímido.
En cada sesión de curación, Bart se sentía así y no era capaz de controlarlo. Sentirse tan cerca de Jaime y bajo esas circunstancias hacía de su ser alguien vulnerable y sumamente deseoso y ansioso.
Desde que fue rescatado por Jaime y conforme pasaban los días en su recuperación, Bart no dejaba de percibir las reacciones en su cuerpo. Cuando Jaime lo acompañaba o se acercaba, se alegraba inmensamente, pero también devenía nervioso y expectante. Esas emociones se evidenciaban en su sonrojo permanente, su sonrisa delicada y sus largos suspiros.
En ese momento, después de ducharse con ayuda de Jaime, esas sensaciones no habían hecho más que aumentar y extenderse. Su corazón demostraba eso. Incluso le costaba respirar. Para ese segundo, Bart sentía que iba a llorar debido a las emociones que se acrecentaban, pero por alguna razón, no se atrevía a expresar.
Luego de despertar en la habitación de Jaime y ver su rostro, ya lúcido, después de pasar las terribles primeras noches, Bart confirmó que ya nada iba a ser igual entre los dos. De por sí, nada parecía normal entre ambos desde que se encontraron por primera vez, ahora, con todo el asunto del secuestro y su rescate, las cosas parecían que se habían intensificado.
Jaime cuidaba constantemente de Bart. Lo procuraba el doble. Cuando no trabajaba o iba a la escuela, Jaime pasaba cada segundo junto a él. Hasta que Bart no pudo ponerse en pie por sí solo, Jaime le ayudó a movilizarse. Era la misma situación al ducharse; lo que empeoraba los nervios y timidez en Bart. Jaime se ofrecía a ayudarlo durante todo el proceso del baño. Al principio, Bart no tenía mayores opciones; escasamente podía moverse.
Kyle y todo lo que pasó con él lo habían dejado muy herido y asustado. Bart tardó un poco en restablecerse, pero Jaime estuvo a su lado en todo momento para ayudarlo. Por lo mismo, Bart se retraía al ser tocado, pero al tratarse de Jaime, el pelirrojo recuperaba rápidamente su confianza y sus ánimos. En esos mismos parajes, Bart se encontraba en la dicotomía de la emoción y del miedo. Se asustaba por mostrarse, por permitirse ver tan débil y vulnerable, pero también comprendía y adoraba que Jaime lo cuidara y lo procuraba. Aunque tardó, la confianza en sí mismo y en su muy querido amigo se recuperaron y accedió a volver a descansar en los brazos de Jaime y de sus cuidados. Con el paso de los días, el ambiente se relajaba todavía más, en consecuencia, Bart y sus emociones rosas afloraban y se desataban hasta desestabilizarlo dulcemente.
La herida en su hombro ya estaba casi por curarse, pero aún no era capaz de usar su brazo por completo; por ello, Jaime lo asistía en todo. Con esa rutina, después de ducharse, Bart era curado meticulosamente por Jaime. Luego, ayudaba a vestirlo y a arroparlo. Para Bart, era difícil mantener la cabeza fría. Jaime y él se acercaban mucho y el ambiente se tensaba candorosamente de alguna manera.
Esa tarde con la ducha habitual, aquella tensión, junto al vapor del baño, se concentraba más conforme los segundos avanzaban. Esa emoción al estar con Jaime crecía exponencialmente. No podía explicarlo, luego de reencontrarse, el escenario entre ellos había cambiado. Se sentía algo fuerte e intenso cuando estaban juntos. Bart se confundía, no sabía muy bien cómo retomar una relación calmada y natural; justo como aquella que compartieron en los primeros días que se trataron. Ahora, algo era difícil de manejar. Era como si una verdad a luces quisiera ser nombrada, pero no hubiera un nombre al cual apelar. Esa sensación familiar entre los dos, aquella que sentían como si ya se hubieran conocido, estaba cada vez más presente y más obvia, pero sin prestarse a lo creíble, pues a menos que en otra vida se hubieran conocido, no habría razón para ya haber tenido una relación.
En lo que respectaba a Jaime, él procuraba a Bart y no lo perdía de vista. Así se mantuvieron hasta que el pelirrojo se sintió lo suficientemente fuerte para charlar o para afrontar lo que le había sucedido. Hablaron de todo. Desde el momento en el que Bart salió del apartamento siguiendo a Jaime, hasta el instante en el que despertó en aquel hotel y lo miró gustosamente.
Durante sus conversaciones, Jaime fue incapaz de sentirse culpable o triste. Al principio, Bart terminaba las conversaciones empapado en lágrimas. Sin embargo, tanto Khaji como Jaime lo alentaban a hablar y así sanar tranquilamente. Cuando el llanto llegaba, era Jaime quien abrazaba y consolaba a Bart hasta que se calmaba y se quedaba dormido. Esos momentos eran muy preciados para Bart, pues lo acercaban a Jaime y construían un lazo más fuerte entre ellos. Además, la confianza que ya tenían se agigantaba cada vez más. A Bart le costó mucho hablar sobre lo sucedido, pero sus compañeros lo apoyaron en todo momento. Fue gracias a la tierna voz de Jaime que Bart sacaba fuerzas y se reponía gradualmente.
Los días seguían su curso y Bart mejoraba paulatinamente. Aunque no lo parecía, esas semanas fueron agradables y amenas. Su extraña relación continuaba creciendo y fortaleciéndose. Ambos se divertían juntos, Bart se recuperaba y los malos recuerdos muy pronto se alejaron del temple del pelirrojo.
Por supuesto, las noches en las que sostenía la mano de Jaime, Bart se sentía reconfortado, como si nada hubiera pasado. Esas evocaciones saltaban a su cabeza y le agitaban armoniosamente el corazón. Bart percibía un claro sentimiento de alegría y calma. Esos instantes de intimidad con Jaime eran los que más amaba del día con día.
Desafortunadamente, con esos hermosos recuerdos, uno en particular cayó en su memoria. Tan fugaz y superficial como un pestañeo, Bart recordó que en una de tantas noches después de quedarse dormido y cansado a causa de una conversación delirante y dolorosa, al muchacho pelirrojo le fue imposible continuar con los párpados cerrados, ya que un par de voces lo atrajeron de nuevo a la realidad. Aunque no estaba del todo despierto, al entreabrir los ojos, Bart pudo escuchar algún tipo de discusión. Claramente, eran Jaime y Khaji quienes intercambiaban palabras.
Con su somnolencia y fatiga, Bart difícilmente distinguía el significado de esa plática.
"¿Están discutiendo?" Se preguntó Bart volviendo a cerrar sus ojos. "¿Por qué gritan?" Se dijo justo a punto de retomar su sueño. "Están en la sala... Debería ir..."
-Debería... ir... -Murmuró Bart recayendo en su cansancio-.
A la mañana siguiente, lo primero en pensar al despertar fue aquello que creyó escuchar durante la noche. Se preguntó varias veces si aquella discusión que oyó fue real o sólo un sueño. Pensaba en ello, pero los "buenos días" de Jaime lo interrumpieron distrayéndolo con algo más.
Con ese recuerdo en mente, el chico se quedó reflexionando. Así permaneció todavía sobre la bañera, sentado y esperando el regreso de su amigo.
-¿Sí era una discusión...? –Se inquirió Bart entre susurros-. ¿Por qué? ¿O sólo eran imaginaciones mías? Pe...
-¡Ya volví! –Jaime interrumpió el soliloquio de Bart al entrar al baño-.
El aludido se sorprendió y se sobrecogió un poco. Se sintió algo avergonzado pensando que quizá Jaime lo había escuchado; por lo que subió sus hombros y desvió su rostro. El recién llegado advirtió el gesto y también se cohibió un tanto.
-¿Estás bien? –Preguntó Jaime acercándose a la bañera-.
-S-sí... -Respondió Bart sonrojándose en el proceso-.
-Entiendo... Y dime, ¿sigue doliendo mucho? –Inquirió sentándose a espaldas de Bart-.
-Bueno... Sí... Aún no puedo levantar el brazo. –Respondió Bart aún desviando su rostro-.
-No te preocupes. A partir de la próxima semana, Khaji te ayudará con la rehabilitación.
-Gracias por eso. La última vez que me ayudó, funcionó bien en mi tobillo. –Hablaba tímido-.
Jaime se acomodó para comenzar la curación del hombro. Sacó el ungüento de su familia y preparó las vendas. Mientras sus manos se movían, el sonrojo en su cara comenzaba a aparecer; acto parecido con Bart, cuyo rostro se iluminaba en tonos más allá del carmesí.
Los nervios en Bart crecían y sentía su corazón salirse del pecho.
Hubo un breve silencio entre los dos. Se sentían sus respiraciones agitadas y también se notaban sus esfuerzos por ocultar lo que cada uno percibía.
Bart suspiraba y Jaime ocupaba su atención en cortar los trozos de cinta. Jaime se limpió las manos y lentamente, acercó la indumentaria de curación.
-Bart... voy a tocarte... -Anunció Jaime posando delicadamente una compresa con desinfectante sobre la sutura del hombro-.
El muchacho se sobresaltó y gimió un poco a causa del dolor. Jaime se asustó y retiró inmediatamente su mano.
-¡Lo siento, ¿estás bien?! –Interrogó Jaime asustado-.
Aunque Bart se estremeció, viró su rostro preocupado queriendo tranquilizar a Jaime.
-¡Sí! ¡Sí, estoy bien! ¡No te preocupes! –Contestó alarmado, preocupado por dejar en claro que todo estaba bien y que Jaime podía continuar-.
Para ese momento, los rostros de ambos ya estaban mirándose de frente. El sonrojo aumentó en sus mejillas. El silencio ganó terreno nuevamente. Los dos se miraron fijamente durante segundos enteros. Sólo hasta entonces, Bart había levantado el rostro y le mantenía la mirada a Jaime.
Ese santiamén se tornó mágico entre los dos. Ninguno deseó moverse y arruinar el instante. En menos de un parpadeo, el furor y el nerviosismo en ambos desapareció. La familiaridad y su conexión regresó y se instaló como si ambos tuvieran años conociéndose, como si se hubiesen visto los rostros día a día desde siempre.
Gradualmente, aun si sus corazones no ralentizaban su ritmo, las malas emociones y las dudas se despejaron. Muy pronto, el confort y la confianza volvían a sus naturalezas.
Como un hechizo inherente en la sonrisa de Bart, éste alargó sus labios mostrando tranquilidad y una alegría sincera. Jaime, en respuesta, le devolvió el gesto de la misma forma.
Con sus caras sonrientes, ambos acortaron la distancia. Jaime se acomodó más cerca, casi tocando la cadera de Bart con la suya. Bart giró dulcemente su cuerpo mostrando su torso, provocando que la toalla que lo cubría se resbalara dejándolo expuesto frente a Jaime. Ambos estaban tan embelesados el uno con el otro que ninguno se percató de ello. Al contrario, acercaron sus rostros pendientes de algo más allá de lo evidente.
Jaime inclinó su cabeza y Bart entrecerró sus ojos levantando su mentón. Sin embargo, la suerte y la torpe inocencia de Jaime no iba a estar de su lado; pues bobamente, al querer ganar algo de apoyo para alcanzar su objetivo, el chico mayor puso su mano sobre el hombro convaleciente de Bart; lo que rompió el hechizo con un gemido doloroso y el posterior sobresalto que alejó al pelirrojo.
Jaime regresó de su enajenación y se asustó al oír la queja de Bart.
-¡Demonios, lo siento! –Se disculpó Jaime de inmediato alejando sus manos de Bart, así como su cara-. ¡¿Te lastimé?! ¡Perdón!
-No, yo... -Murmuró Bart abriendo los ojos, dándose cuenta de que sólo había sido un recuerdo que se presentó en sus sueños malsanos-. Vaya... Sólo un sueño... -Susurró Bart afligiéndose al instante-. Por supuesto... -Se dijo ayudándose a despertar tallándose los ojos y luego la cara-.
El muchacho apenas había cerrado su vista por unos instantes, y eso porque el cansancio se lo demandó; ya que por su cuenta, Bart no pudo conciliar el sueño en todo el resto de la madrugada. Sus malos hábitos habían vuelto y el insomnio ya estaba despedazándolo.
Miró el reloj en la pared; las nueve con veintidós. Ya no tenía caso esforzarse por seguir durmiendo, el sueño, y mucho menos el reposo, llegaría. Entonces, el inicio de la mañana se hizo presente y Bart decidió abandonar el sofá donde había pasado su horrible noche.
Diligentemente, recogió las mantas y se dio prisa para acicalarse. Se dirigió al baño donde empezó su rutina. Se miró en el espejo y observó su pésimo estado. Se le veía tan maltrecho y cansado. No parecía el Bart que se estaba recuperando.
Apenas se lavó el rostro y desvió sus ojos de su imagen. Negó con la cabeza y suspiró muy apesadumbrado.
Salió del baño y miró estático la puerta de la habitación de Jaime. Agachó su rostro aún pensando en lo que pasó en la noche. Ya no tenía más fuerzas para llorar, por lo que suspiraba aguantando el nudo en la garganta y tratando de enderezar su espalda para continuar. Mejor sacudió sus ideas y se dirigió a la cocina donde empezó a hacer el desayuno.
Sin mencionar alguna sola palabra, Bart no detenía sus invasivos pensamientos. Todavía no dilucidaba por qué Jaime había cambiado tanto. Le daba miles de vueltas a sus interrogantes. No parecía haber una respuesta salvo una única, a la que siempre llegaba inconteniblemente. "Se cansó de mí". Cavilaba inundado en una profunda tristeza. Sólo hasta entonces los ojos de Bart volvían a inundarse, pero como no quería mostrarse tan afectado, se aguantaba simplemente esas enormes ganas de llorar.
Al cabo de una hora, Bart había preparado un desayuno básico, pero completo. Bastaría con sólo sentarse a la mesa y servirse para disfrutarlo. Por lo demás, Bart se sirvió una taza de café y se recargó en la barra.
Su cabeza aún agobiada con lo del tema del sofá no dejaba de aturdirlo. Por más que quisiera ver el lado amable o justificar el actuar de Jaime, Bart no hallaba más opciones a la próxima pérdida que ya presentía y auguraba. En ello gastaba sus ansias cuando escuchó un par de ruidos desde el pasillo. Se sobresaltó pensando en el autor de aquel escándalo matinal. Imaginó que Jaime era quien se había levantado.
A pesar de su dolor emocional, Bart sonrió cándidamente y se arregló por inercia el cabello. Se emocionó como un perro que ve a su dueño, incluso después de haber sido regañado. Por breves instantes, se le olvidó su situación.
Se asomó al pasillo y como lo imaginaba, era Jaime quien salía de su habitación y batallaba poniéndose los zapatos. Con su cara sonriente, Bart se perfiló para saludar. Se inclinó para dejarse ver por el pasillo y preparó sus cuerdas vocales para no dejar escapar su desesperación y mejor recibir a Jaime con un "hola" dulce y ameno. Sin embargo, apenas asomó su cara y el cuerpo de Jaime pasó corriendo. Bart por poco es golpeado, pero retrocedió a tiempo.
Al ver que Jaime cruzaba velozmente dirigiéndose a la puerta con su mochila en mano y poniéndose un abrigo, Bart intuyó que Jaime iba de salida.
"¡¿Qué?!, pero ¡¿por qué?! Jaime regresó tarde ayer. Se supone que hoy trabaja después del mediodía". Pensaba Bart en tanto veía a Jaime prepararse para salir. Lo advertía apresurado y algo torpe al querer ponerse el abrigo. Esos segundos confundieron a Bart, pero al percatarse de que no había saludado siquiera, salió de su trance y se apresuró a dejar la cocina para ir tras Jaime.
-¡Jaime! –Llamó entusiasta mientras se acercaba a él-.
Lastimosamente, lo único que recibió del mayor fue una réplica tajante y veloz.
-No puedo hablar, ya es tarde. –Fue lo único que dijo antes de abrir la puerta y salir apresurado azotando la puerta, dejando tras de sí a un chico anonadado e incrédulo de esa actitud-.
Pasaron quizás unos quince segundos antes de que Bart reaccionara. Desconsoladamente, el dolor en su corazón volvió como una ola flagelando los cabos en el muelle, pero esa vez, golpeó con mayor intensidad y con una estrepitosa fuerza, tanta que Bart sintió como si el aire le faltara y las piernas se le doblaran; si no calló sobre sus rodillas fue porque su atención se distrajo con una punzada dolorosa en su pecho. No obstante, el peso en sus hombros creció tanto y lo afligió aun más que sus brazos lo traicionaron y se dejaron arrastrar por la gravedad. Entonces, la taza que sostenía se volteó y vació el café rociándose sobre el suelo. Bart no se percató del hecho, sólo pensaba en lo que esa fría conversación, que apenas tenía tintes de ser una, pudo haber significado.
Otros minutos pasaron, ya era difícil saber cuántos en realidad; para esos momentos, Bart ya había limpiado y ya se había arrastrado al sofá. Ahí permanecía ahogado en sus lágrimas abrazando un cojín. Por supuesto, sus pensamientos angustiantes lo torturaban ubicándolo como un rechazado y olvidado que ya no representaba nada para Jaime.
El mediodía ya había llegado. Bart había pasado más de dos horas acostado mirando el techo del apartamento.
-¿Qué debo hacer ahora? –Se preguntó en voz baja ya sin más lágrimas que soltar, pues sus ojos hinchados yacían secos y agotados-. ¿Acaso esto se acabó-. –Se inquirió más que desanimado-. Yo creo que sí y... -Siguió diciéndose, pero fue interrumpido cuando escuchó que una puerta se abría-.
Bart no se levantó, pues conocía la presencia que recién se hacía presente. Era Khaji quien apenas salía de su habitación. No hubo necesidad de siquiera levantar la cabeza. Todo se desenvolvía natural y sobreentendido.
-Bart, ¿estás despierto? –Khaji preguntó haciendo un poco de ruido al caminar, claramente, algo precarizado y apresurado-. ¡Bart!
-S-sí... -Respondió el chico sólo porque no quería decir más-.
-Bien. Escucha. Debo recoger unas cosas, así que saldré. Tardaré un poco... Bueno, en realidad, bastante, espero llegar hoy, pero no sé a qué hora... –Acotó sin dejar de alistarse acomodándose la corbata y peinando un poco su cabello, todo mientras iba a la cocina y cogía algo de la comida que Bart había preparado-. Dije que hoy íbamos a hacer las compras, pero obviamente, no podré; así que tendrás que ir con Jaime, ¿está bien?
-¡¿Qué?! –Sólo hasta ese momento, Bart reaccionó y se sentó en el sofá-.
-Ya no hay papel higiénico. Se supone que iríamos hoy, pero sí o sí tengo que recoger esos paquetes o podría meterme en problemas, yo me entiendo. Como sea, tiene que ser hoy. La alacena está vacía y ya no hay detergente para la ropa. En la semana tengo que salir y debo lavar ropa, así que tienen que hacer las compras hoy porque si no, arruinarán mi agenda.
-Espera, pero...
"¡No!" Bart negó para sí mismo. "No, no puedo molestar a Jaime con esto. De por sí, él está evitándome, no quiero fastidiarlo con algo así. Pensará que soy un inútil que no puede hacer algo como eso. Además... No está... Y no está por eso, porque está evitándome precisamente..."
-El dinero está sobre el refrigerador. –Khaji seguía dando instrucciones-.
-¡No, espera! Yo puedo hacerlo solo, además Jaime no está. Yo...
-¡¿Qué?! –Khaji se pausó con un tenedor en las manos-. Pero ¿por qué? Hoy es domingo. Hoy entra a trabajar hasta la tarde. ¿Salió? ¿Ya se fue? –Inquirió devolviéndose a las recámaras, yendo a revisar aquella de Jaime-. ¡Maldición! –Exclamó pausando su discurso-.
Bart también vigiló sus movimientos esperando alguna nueva instrucción.
-Rayos... Quizá pueda pasar a comprar algo mientras espero y...
-¡No! –Bart interrumpió-. ¡Yo me encargo! –Sugirió abandonando el sofá mientras se limpiaba la cara y se acomodaba un poco la ropa-. ¡Yo lo hago! ¡Yo voy!
Khaji regresó a la estancia en completo silencio manteniendo su mirada fija en Bart, quien lo recibía quieto y atento de su aprobación.
Tardaron un par de segundos más viéndose a la cara, como si Khaji esperara alguna réplica que desembocara en alguna broma del comentario anterior, pero sólo se obtuvo más silencio. Por lo cual, Khaji asintió con la cabeza comprendiendo el contexto y así afirmó su completa negativa.
-Olvídalo. –Anunció el hombre sin más, retomando su camino hacia la cocina-.
-¿Qué? –Impugnó Bart confuso-.
-No. Olvídalo. No saldrás. Tú solo nunca.
-¿Qué...? Pero...
-Dije que no.
-¿Qué? ¿Por qué no?
-No-o. No estoy dispuesto a arriesgarte por papel higiénico.
-¿Qué? ¡Oye, eso me ofende! ¡No me subestimes! ¡Yo puedo hacerlo!
-No. No puedes.
-¡¿Qué?! ¡No me digas eso! ¡No es cosa del otro mundo! ¡Ya es tiempo de que salga del apartamento! ¡Ya me siento bien y soy completamente capaz de hacer las compras!
-Eso puedes decir, pero tus antecedentes dicen otra cosa. –Discutió Khaji desde la cocina-. No quiero hacer que recuerdes asuntos que no te agradan, pero la última vez que apenas pusiste un pie en la calle, te pasó de todo. No estoy dispuesto a tratar con algo así otra vez, sobre todo porque no tengo tiempo.
-Khaji, eso... -Bart se afligió, pues comprendió el trasfondo de esas palabras y recordó consecuentemente todo lo que conllevó después-.
Bart ya no discutió. Bajó sus hombros y también su rostro. Khaji observó la reacción y fue imposible no recordar las advertencias de Jaime respecto al cuidado de su amigo pelirrojo. Provocarle ese desánimo que de verdad lo afectó ahora golpeaba su consciencia. Khaji se arrepintió de sus recientes palabras.
-Lo que me sucedió no fue... No fue mi culpa... -Murmuró Bart bastante desconsolado-. Pero aun así, lo... lo... lo lamento... -Dijo con su voz entrecortada-.
Eso fue demasiado para Khaji; el remordimiento llegó inmutablemente.
-Lo sé. Lo sé, lo sé, lo sé. Perdón. No fue eso lo que quise decir. –Khaji se apresuró a aclarar-. Sé que no fue tu decisión lo que ocurrió. No quise decir lo contrario. Disculpa si sonó así. Lo siento. –Habló deteniendo la comida que ya estaba sirviéndose-. Es sólo que... Ya sabes... Si algo te pasa, pues... Nos preocuparás... ¡Digo; preocuparás a Jaime! –Corrigió de inmediato-. Digo... Él... Tú... Tú eres importante para él... Si algo como lo que sucedió te llega a pasar de nuevo, no sé cómo pueda afectar a Jaime...
Bart levantó su rostro intrigado por lo que Khaji acababa de decir. No alcanzaba a comprender por qué Jaime tendría que salir afectado si ahora no le prestaba la más mínima atención. Además, en aquel entonces, no mostró más que una inquietud normal respecto al asunto que los aquejó, pues eran amigos y no vio algo exagerado en el comportamiento de Jaime.
-¿Qué? ¿Por qué lo mencionas? –Preguntó Bart acercándose a la cocina-.
Khaji se dio cuenta de lo que dijo. Optó por cambiar el tema y enmendar sus palabras mal hirientes.
-No, por nada. No dije nada. –Expresó tomando algo de la comida en su plato y empezando a comer-. Como sea... -Suspiró-. Tienes razón, lo que pasó estuvo fuera de tu control; lo que significa que no hay razón para que se repita; así que ve y haz el encargo tú. Esa lista debe surtirse.
Bart ya no habló; lo que preocupó a Khaji y lo empujó a seguir construyendo una conversación más positiva.
-Usa una aplicación para tomar un taxi, no hay necesidad de que vayas caminando. No son muchas cosas, pero es mejor que un auto te lleve y te traiga. –Siguió hablando, todavía sin recibir una respuesta oral de Bart-. No te desvíes, sólo ve al supermercado y compra lo necesario, luego toma un taxi de regreso directamente aquí. No hay necesidad de algo más. Si surge algo, llama a Jaime o a mí, estaré al pendiente de mi teléfono por si acaso. ¿Está bien?
Bart continuaba sin responder. El muchacho se había quedado pensando en lo último que Khaji había dicho. Eso llamó considerablemente la atención del mayor.
-Bart, ¿estás oyéndome? –Inquirió concisamente-.
Hizo falta que Khaji volviera a preguntar en ausencia de alguna reacción en Bart.
-Oye... -Insistió Khaji-.
-S-sí... -Respondió finalmente-. Todo bien... -No vio más opción que contestar, aunque sin mayor motivación-.
Hubo después un silencio más prolongado.
Khaji suspiró y terminó de comer lo más rápido que pudo. Se levantó y dejó su plato en el fregadero. Mientras tomaba su saco de la barra y se lo colocaba, retomó la conversación.
-Bart, en serio, no hagas nada que pueda exponerte, ¿de acuerdo? –Insistió colocándose su prenda-.
-S-sí... -Contestó sin nada de animosidad; lo que no terminó de convencer a Khaji-.
-Oye, en serio, Bart, si algo te pasa, Jaime la pasará muy mal y...
-¡NO ES CIERTO! –Bart rompió la estoicidad de la charla con un grito terminante, inesperado y repentino, hecho que el otro no dejó pasar y lo puso en alerta-.
Bart selló sus labios nada más se dio cuenta de que había alzado la voz, pero eso no le impidió seguir con su argumento, incluso si ello lo obligó a hablar con los ojos nuevamente acuosos.
-N-no... No es cierto... Es mentira. –Acotó el pelirrojo con un tono tembloroso, acongojado y miedoso-. A Jaime... a Jaime... Yo a Jaime no le importo nada...
De cierta forma, a Khaji no le extrañaron esas palabras. Aunque presintió el trasfondo, debió esperar a que Bart terminara de declarar su sentir. Así, se adelantó a la estancia quedando a unos pasos de Bart.
-¿Por qué sigues diciendo eso? ¿Po-por qué dices que Jaime se preocupará y que él la pasará mal? ¿Acaso no te has dado cuenta? –Inquirió ya con las mejillas escurridas, pero sin dejarse llevar por el llanto, esforzándose hasta doler para no desbarrancarse frente a las lágrimas que ya no pudo evitar-. Jamás seré capaz de pagarles lo que hicieron por mí, lo sé, pero eso no tiene nada qué ver con lo que dices ahora; a Jaime ya no le importo... No le importo nada... él me evita todo el tiempo, no me habla, no me procura como antes, lo molesto, le fastidia mi presencia. ¡Incluso apuesto que pasa todo el tiempo fuera de casa sólo para no tener que tratar conmigo!
-Oye, Bart...
-¿No es obvio? ¿No lo ves, Khaji? Jaime está ignorándome. Y no es lo mismo. Algo sucedió o algo está sucediendo. Algo cambió que hizo que Jaime ahora me detestara. No logro entender qué fue lo que hice, pero sé que hice algo. Ahora Jaime no quiere saber nada de mí, ésa es la realidad. Esto está cerca... cerca... de acabar... -Dijo sin soportarlo más, soltándose a llorar frente a Khaji sin mesura-.
El mayor atinó a desviar su mirada sintiéndose algo incómodo, pues no es que no esperara la reacción, más bien, no sabía cómo lidiar con ese llanto que Jaime le encargó evitar. Khaji se percibió miserable por romper su promesa; al final le fue imposible mantener a Bart lejos de la tristeza; aunque siendo más precisos, Khaji no era del todo responsable y él lo sabía muy bien.
Jaime estaba ocultando los hechos reales, pero no le correspondía a Khaji compartir los detalles. Desde un principio, el mayor del grupo dictaminó que no quería involucrarse más de lo que Jaime ya lo había inmiscuido, pero en la conclusión de los días, Khaji ya estaba más implicado que nadie más.
Con esos pensamientos cruzando su mente, Khaji pausó su labia y eso fue remarcado por Bart, quien sospechó de aquel silencio.
-Khaji... Lo notas, ¿verdad? –Le preguntó aún sollozando-.
El aludido levantó su mirada saliendo de sus reflexiones; habían leído atrás de sus pensamientos. Decidió mejor suspirar y tratar de desviar la atención.
-En realidad, no sé de lo que ha...
-¡KHAJI, ÉL ME ODIA! –Interrumpió Bart alzando de nuevo su voz-.
Khaji no se inmutó nuevamente, pero también volvió a silenciarse. Bart apretó sus puños y rechinó sus dientes presintiendo lo que esa afonía podría significar.
El silencio consecuente fue suficiente para Bart; así concluyó que no eran imaginaciones suyas; Khaji sabía algo.
-Lo sabes, ¿no? Tú sabes algo, ¿cierto? –Preguntó tratando de hacer una pausa a sus lagrimeos, pero Khaji dudó reiteradamente en responder breve y exacto-.
-Bart, no creo que...
-¡Por favor, responde! ¡Sí sabes algo y no me quieres decir, ¿verdad?!
-Escucha, no...
-¡Khaji! –Clamó, pero no logró mucho cambio-.
Entonces Bart se acercó al mayor y tomó tembloroso sus manos.
-Khaji, por favor, dime. Necesito saber. –Suplicó Bart más lloroso e hipando-. Algo hice, ¿no es así? Hice algo que molestó a Jaime y por eso ahora él me odia y ya no quiere saber más de mí. Es eso, ¿cierto? Y tú sabes qué fue lo que hice. Por favor, dímelo.
Khaji desvió su mirada, y por alguna razón no fija en él, no fue capaz de apartar sus manos de las de Bart.
Claro que le afectaba ver en ese estado al amigo de Jaime, no sólo porque su íntimo amigo se vería sumamente perturbado, sino porque Bart, el chico frente a él, sufría y se mostraba deshecho, frágil y triste; esa imagen era impensable de pasar por alto. Khaji estaba perdiendo esa batalla. Por supuesto que conocía las causas detrás de esos comportamientos tan deshonorables en Jaime, pero de cierto modo, tan comprensibles. Sin embargo, no le correspondía absolutamente nada explicarlos en su lugar. Ahora estaba comenzando a sentirse entre la espada y la pared.
-Khaji, hice algo, ¿verdad? Dime por favor. Dime. ¿Qué hice? –Bart volvió a suplicar-.
El contrario cedió finalmente, aunque no del todo y nada convencido.
-Bart... -Habló soltándose del agarre, pero haciéndolo lenta y cautelosamente para no ofender o asustar al pelirrojo, quien reaccionó con un sobresalto y una enorme expectación, aunque sintiendo que había también molestado a Khaji al sobrepasar los límites físicos tocándolo-. Dime...
El menor asintió con un sonido peculiar desde su garganta pensando que sería mandado al diablo.
-¿Puedes decirme nuevamente lo que recuerdas del día que te rescatamos de la casa de Kyle?
Bart se extrañó por la pregunta, pero no objetó nada. Afirmó con un movimiento de cabeza.
-Perdón por eso..., pero... -Dudó-. Ya dije que no recuerdo nada, salvo algunas imágenes que confundo con sueños... Realmente, no sé qué pasó... Si no fuese por lo que ustedes me contaron, no sabría lo que sucedió... No me habría enterado del salto del balcón o del disparo que recibí... Lo siento... -Se afligió bajando el rostro y deteniendo su llanto-. ¿Por qué... por qué preguntas...?
Como un relámpago a su entendimiento, Bart reaccionó al contexto pensando que quizás algo más había pasado aquella noche. Lanzó su pregunta inmediatamente.
-Khaji, acaso... ¡¿Acaso pasó otra cosa esa noche?! –Bart se exaltó un poco-. O... ¡dije algo que no debía, ¿cierto?! ¡¿Por eso preguntas?! ¡Dime, ¿es eso?!
Khaji exhaló por centésima vez. Retrocedió dos pasos y buscó la mirada de Bart para sostenérsela directamente.
-Bart, escucha... -Anunció dejando a un pelirrojo más atento que un perro a un premio del amo-. No me corresponde hablar... Lo que tú y Jaime hayan discutido aquella noche, sólo les incumbe a ustedes dos...
-¿Qué? ¿Entonces sí hay algo? ¡¿Tú sabes?!
-Sólo diré que ustedes dos tienen que sentarse a hablar...
Bart sintió que iba a perder los estribos.
-¡Khaji, no me evadas; dime qué hice o dije! ¡Tú lo sabes y no me quieres decir, ¿por qué?!
-No es mi asunto.
-¡Khaji, por favor!
-No es mi asunto. –Repitió-. Eso sólo les concierne a ambos. Lo que pasó esa noche los involucra a ustedes dos directamente. Y de todos modos, yo no tendría qué decirte o por qué decirlo.
-¡Khaji, pero...!
-¡No hay peros, Bart! –Se exaltó un poco-. ¡Jaime está muy herido por tu culpa y tú ni siquiera recuerdas la razón! ¡No es justo!
Bart sintió que todo se desmoronó a su alrededor en un pestañeo. Lo que más temía se estaba encarnando frente a él. Sí había un motivo detrás de la distancia que Jaime estaba poniendo entre los dos y Bart era aquella causa.
-¿No es justo? ¿Por qué dices eso? –Bart preguntó ya hecho un desastre con su llanto-.
-Lo digo porque es la verdad; Jaime es un caos con todo esto y no puedo hacer que entre en razón. –Khaji contestó serio con un gesto de fastidio en su cara-. ¡Él es un terco y obstinado con este asunto y ya me tiene harto! –Exclamó retrayendo sus palabras, pero continuando su discurso con una disculpa inmediata-. ¡Lo siento, perdón, no quise decirlo así, no me malentiendas, es que eso es lo que percibo en él! Él se complica. Si tan sólo fuera sincero y dejara sus miedos a un lado, se evitaría tanto, pero ¡no! ¡A Jaime le hace falta ser un poco más egoísta y a veces pensar primero en él, antes que en los demás! ¡Siempre se lo digo, pero nunca me hace caso! ¡Jamás me hace caso! ¡Demonios!
-Khaji, ¿es por eso por lo que Jaime y tú... han discutido...? –Bart interrogó recordando lo que creyó oír aquella noche-. ¿Por... por... por... mí...? ¿Por el comportamiento actual de Jaime...? ¿O por lo que le dije aquella noche...? ¿Es por eso...? ¿Khaji...?
Khaji gruñó antes de responder.
-Tú de verdad lo heriste, Bart. Lo heriste y es injusto que él padezca por ti cuando él sólo quiere protegerte... Él piensa que hace lo correcto, pero en vista de cómo están resultando las cosas; no creo que esto los esté llevando a un buen final... Más bien, sólo a un final... Y sí, todo es por tu culpa, Bart. –Acotó tajante en su discurso-.
Decir que esas palabras le dolieron a Bart era decir poco; Bart sintió caer en un pozo obscuro y tan frío que mientras más bajaba, más dolor sentía en lo profundo de su ser. Lo menos que hubiese querido en el mundo habría sido lastimar a Jaime o ser la razón por la que él sufriera; lastimosamente, ahora, su peor pesadilla y terror más grande se había vuelto realidad; Bart se convirtió en un lastre, en un problema, en un arma que había herido a Jaime y no podría negarlo. Khaji tenía razón, aunque Bart no recordara lo que dijo o lo que le hizo a Jaime, eso no lo eximía de su culpa o de su cruel papel que jugó al alejar a su nuevo e íntimo amigo. Ya nada sería posible de regresar al pasado y hacer cambiar las cosas para reparar lo que sea que hubiese hecho. Ahora, no había otro causante que Bart y saberlo y aceptarlo le estaba doliendo hasta el alma.
Después de oír esas palabras, Bart atinó justo a bajar su rostro y permanecer en su sitio sin moverse o reaccionar. Sólo sus ojos se apreciaban de mostrar lágrimas equiparables a una tormenta.
Sin quererlo, Khaji también insistía con quedarse en el mismo lugar sin activar un músculo, sólo se percató de un escalofrío que le trajo malos recuerdos. Mejor suspiró y volvió a peinarse el cabello para despejarse.
-Oye... -Musitó Khaji algo dudoso luego de decir lo reciente y virando para buscar sus llaves-.
Al encontrarlas de vista sobre la mesa que estaba junto a la puerta, se acercó a la entrada, tomó lo que tenía que tomar y con la puerta ya abierta, continuó con su mensaje.
-Escucha, Bart, estoy seguro de que si tú y Jaime se sientan, hablan y se escuchan, ambos resolverán esto. –Dijo poniendo un pie afuera-.
Se oyó nuevamente otro suspiro, esta vez más pesado que los anteriores.
-Por favor, Bart, yo... -Khaji ya no halló más qué decir en ese momento, aunque dentro de sus entrañas hubiese tenido y querido expresar mucho más-. Bueno... -Exhaló ya hastiado, pero sintiéndose un tanto culpable y responsable de la tensión que se quedaba en la habitación-. Pues... Mira... -Hesitaba fastidiosamente-.
-¿No se te hace tarde? –Inquirió Bart apenas audiblemente, entre sollozos para ayudar a Khaji a terminar la conversación-.
El contrario comprendió sin mayores explicaciones. Asintió y cambió el tema.
-Entonces... Bart, si sales..., cuídate. –Dijo tratando de recuperar su estoicidad-. Por cierto, lleva tu teléfono y no te arriesgues. Trataré de volver lo más rápido posible, pero de cualquier forma, mantén contacto con Jaime; si no quieres, puedes hablarme a mí. –Habló presintiendo que volvió a errar-. O no... Como quieras... Lo importante es que si algo ocurre, no dudes en pedir ayuda, por favor. –Añadió queriendo apresurarse para salir de ahí-. Entonces... Nos vemos más tarde... -Murmuró sin más, saliendo finalmente del apartamento y cerrando la puerta después-.
Bart lo escuchó, pero no tuvo fuerzas para nada más que para arrastrarse al sofá, acostarse sobre lo mullido del mueble y abrazarse a sí mismo para continuar llorando desde lo insondable de su ser.
Del otro lado de la puerta, Khaji alcanzaba a oírlo. Se sintió desmoronarse, pero sobre todo por lo que Jaime pensaría de él si viera en qué estado se encontraba la persona que más quería en el mundo en esos momentos. Optó por pasar saliva, ponerse sus guantes y empezar a caminar para abandonar el edificio.
Las horas pasaron. Afuera, el clima empeoró; la lluvia que había empezado como una brisa otoñal en la mañana, pronto se transformó en una tormenta que sacudió toda la ciudad por el resto de la tarde. Sin embargo, incluso con el torrencial sobre sus cabezas, el bullicio no se apagaba, no a esas horas donde las personas todavía se conducían entre las calles ya se a pie o en auto.
Más de las dos de la mañana eran cuando Khaji se estacionó frente al edificio donde vivían. Bajó rápidamente del auto y fue a su cajuela para sacar la caja que había ido a buscar.
La lluvia no le dio tregua, por lo que no se apresuró, pues no tenía caso con el agua tan tupida que caía. Se tomó el tiempo para bajar sus cosas y atravesar la calle para entrar al edificio. Subió las escaleras mientras revisaba su teléfono con una mano y cargaba la caja con la otra. Por milésima vez en el día, no veía un mensaje de Bart; lo que no sabría se era buena o mala noticia.
-Quizá no salió finalmente... -Susurró Khaji llegando a su piso donde sacó sus llaves y batalló un poco para entrar al apartamento-.
Apenas entró y encontró el lugar en completa obscuridad.
No habló ni algo parecido. Sólo se quedó en el umbral de la puerta apenas con el espacio suficiente para cerrar la puerta tras de sí y quitarse el abrigo mojado y no esparcir las gotas de agua que escurrían de su ropa.
Con las manos libres y su cuerpo ya sin el abrigo y guantes, encendió la luz de la estancia. Sólo hasta entonces, Khaji estiró el cuello y observó cuidadosamente el lugar para informarse sobre lo que encontraría.
Sinceramente, Khaji esperaba ver a Bart acostado en el sofá, por lo que no hizo ruido al pasar junto al mueble para moverse a la cocina. Sin embargo, caminando con pasos silenciosos y su respiración tranquila, el mayor se alarmó al ver que el sofá estaba completamente vacío. Entonces, se pausó a mitad del corredor pensando algunas cosas.
Viró en todas direcciones. Buscó en el resto de la estancia, pero los muebles igual yacían vacíos. Escuchó atento el ambiente del apartamento, no oyendo nada, ni el chillar de algún ratón. Fue en ese instante que Khaji osó hablar.
-¿Bart? –Llamó por él-. ¿Bart, estás en casa? –Inquirió desviando su andar dirigiéndose a las habitaciones-.
Siguió llamando al pelirrojo mientras entraba y lo buscaba en la recámara de Jaime, la suya y el baño encontrando todos los recintos igual de desocupados.
-Bart... -Llamó nuevamente-.
No obstante, el silencio fue lo único que obtuvo como respuesta.
-No puede ser... -Exclamó devolviéndose hacia la estancia, pasando por la cocina y revisándola con sólo la mirada-. Le dije que no se expusiera, ¡maldición! –Exclamó sacando su teléfono-. ¡Y todo por unas compras, demonios! ¡Seguramente, se perdió! ¡Maldita sea, le dije que tomara un taxi y...! –Decía, pero debió atrancar su boca al ver que sobre la mesa de la cocina aguardaban algunas bolsas de supermercado llenas con artículos varios-.
Bajó su teléfono y fue a revisar las compras. Encendió las luces y comenzó a esculcar las bolsas. Ahí encontró todo lo que en la lista había solicitado.
-Pero... ¿qué significa esto? –Se interrogó Khaji verificando las compras y revisando nuevamente con la vista el departamento-. Bart hizo las compras, pero... ¿entonces dónde está? Él debería... -Se dijo, pero un pensamiento cruzó por su cabeza congelándolo después-.
Volvió a revisar el apartamento. Guio sus ojos hacia el camino que él mismo dejó con sus huellas de agua hasta el perchero junto a la puerta. No vio más que su propio abrigo y la caja que acababa de traer.
-¡Maldita sea; no está su abrigo! –Exclamó Khaji retomando su teléfono-. ¡Bart se fue, demonios! –Anunció corriendo hacia la puerta para salir del apartamento-.
Azotó la puerta al salir y empezó a correr por el pasillo. Aún con su teléfono en la mano, trató de comunicarse con Jaime, quien en los penúltimos momentos de su trabajo, no contaba con su móvil consigo para responder a la llamada entrante.
Su teléfono sonaba mientras estaba resguardado en su casillero. Jaime nunca se enteraría de esas llamadas perdidas hasta después de terminado su turno en el bar, hecho para el que faltaban un par de cuartos de hora.
Por lo pronto, Jaime se ocupaba de acomodar algunos paquetes de servilletas bajo la barra.
-Jaime, ¿vendrás durante la semana? –Un colega de Jaime le preguntó en tanto se ponía su chaqueta y se alistaba para salir-.
-Sí, pero sólo el miércoles; tengo actividades de la universidad.
-¡Vaya, qué aguante! ¡Has estado viniendo no sólo el fin de semana, ¿verdad?! ¡Trabajas mucho! ¡¿Quieres irte de vacaciones en navidad o qué?!
Jaime rio.
-No, sólo que tenía tiempo libre... -Dijo sin despegarse de su labor-.
-Bueno, has trabajado mucho últimamente; la próxima vez que salgamos, tú vas a invitar los tragos, ya que tienes seguramente dinero ahorrado. –Anunció el amigo terminando de alistarse-. Como sea, ¡entonces nos vemos la próxima semana! –El compañero de Jaime se despidió justo antes de abandonar el bar-.
-¡Sí, nos vemos! –Respondió Jaime sin desatender su labor con los insumos-.
"Trabajar mucho últimamente". Pensó Jaime para sí mismo mientras ahuyentaba esa sonrisa forzada de su rostro y la cambiaba por un ceño fruncido que demostraba su mal humor. Porque sí, ese estado de ánimo lo acompañaba desde hace unas semanas y no se había alejado de él. Por el contrario, su pésimo humor había aumentado día con día mientras más se alejaba de Bart. Sin embargo, su tristeza empeoraba si permanecía junto a él. No había muchas opciones para Jaime, salvo mantener una distancia que le impidiera seguir ilusionándose más o desmoronarse cual figura de arena.
Jaime lo creía pertinente. Creía que era mejor alejarse de la fuente de sus desgracias antes de que no resistiera entregar su dignidad y arrastrarse por el cariño de Bart. Eligió mejor poner distancia de por medio y dejar que las reacciones naturales al rechazo afloraran en Bart y la relación, que no tenían, muriera con el tiempo.
Jaime ya había tomado esa decisión. Ya no quería sufrir y sabía que no podría soportar seguir con un cariño que Bart no le iba a corresponder. Todos los sentimientos que tenía por Bart no iban a llegar a ningún lado; de eso ya estaba seguro con lo que el pelirrojo le había dejado en claro. Se lo dijo y afirmó aquella misma noche en la que Jaime y Bart se reencontraron después de haber sido separados por Kyle.
Esas palabras dirigidas a Jaime de la propia boca de Bart lo perseguían desde entonces, pero no podía decir nada, pues mejor era matar el sueño lentamente mientras Bart aprovechaba el tiempo para recuperarse. De cualquier modo, el huésped de Jaime parecía no querer tocar el tema lúcidamente, pero eso era lo menos importante, ya que Bart había sido muy claro y había hablado desde lo más sincero de su ser. Bart no deseaba estar con Jaime, ya no quería tener nada qué ver con él y eso debía ser respetado.
"No quiero estar contigo, no quiero". Jaime recordó a Bart decir. Oír esos pensamientos en su cabeza lo hicieron exhalar su tristeza disfrazada de frustración. Suspiró nuevamente terminando de colocar el último paquete de cacahuates en la alacena de la barra.
Se levantó y se sacudió los pantalones. Recogió las cajas vacías y la basura. Todavía con el entrecejo hecho añicos, Jaime terminó de limpiar y detalló los últimos toques para retirarse.
Al tocarle cerrar el negocio, Jaime sería el último en salir. Ahora era el único en el recinto, pero ya pronto volvería al apartamento a dormir, pues a esas horas de la madrugada, Jaime ya estaba más que cansado y sólo deseaba que su cabeza tocara una almohada.
Con su delantal en las manos, cerca de las tres de la mañana, Jaime entró al área de empleados donde accedió a su casillero y empezó a cambiarse. Al colocarse su abrigo, revisó su teléfono encontrando decenas de llamadas perdidas y otros tantos mensajes, todos del mismo remitente.
-¿Khaji? –Se preguntó teniendo un mal presentimiento-.
Devolvió una llamada mientras se protegía con su bufanda.
-¿Jaime? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no contestabas tu teléfono? –Khaji inquirió apenas levantó la bocina respondiendo la llamada de Jaime-.
-¿Qué ocurre? ¿Pasó algo? ¿Por qué llamas? ¿Bart está bien?
-Escucha... No te alteres...
-Khaji, ¡sólo dime lo que pasó! –Jaime pidió comenzando a angustiarse-. ¡¿Qué pasó?! –Exclamó tomando su mochila, ya listo para salir del bar-.
-¡Sólo guarda la calma, ¿sí? No quiero que pase algo extraño.
-¡Khaji!
-Bart se fue. –Khaji confesó sin más-.
Jaime se silenció. También se pausó al abrir la puerta de servicio del bar.
-¡¿Jaime?! ¡¿Jaime?! –Se oía a Khaji del otro lado de la línea-. ¡Jaime, ¿estás ahí?! ¡¿Jaime?! ¡Jaime!
Pero el aludido no quiso responder. Terminó la llamada y apagó el resto de sus energías. No supo realmente en qué momento sus ojos comenzaron a llenarse de agua. Le bastó con darse cuenta de que el suelo que miraba se veía distorsionado a causa de sus lágrimas.
"Es lo que quería, ¿no?" Se dijo Jaime para sus interiores retomando su camino para salir de su trabajo. "Por eso me alejé de él, para que él se alejara de mí y terminara todo. Por eso fue por lo que lo decidí así, por eso. ¡Por eso! Sólo hice lo que Bart quería. Bart no quería nada conmigo, sólo hice lo mejor para los dos. ¡Fue lo mejor! ¡LO MEJOR!" Pensaba ya enterrado en un lagrimal y tristeza profundas.
-¡Maldita sea, lo que faltaba! –Expresó soltándose a llorar plenamente, pero guardándose los lamentos con sus labios apretados y cubriéndose el rostro con el antebrazo-.
"Se fue. Bart se fue. Ya se fue". Pensaba sumido en su languidez resguardándose bajó el pequeño techo de la rampa de la entrada.
-Es... es... mi culpa... -Musitó Jaime entre sollozos-. Lo perdí... -Acotó bajando por la rampa-. Lo perdí... -Repitió llegando a la calle-. Yo...
-Jaime... -Se escuchó una voz que lo interrumpió a unos pasos del nombrado -.
Continuará...
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