iii. morgan para ti, rogers
LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo tres: morgan para ti, rogers!
LA CASTAÑA SE QUEDÓ OBSERVANDO LAS FACCIONES DEL CAPITÁN AMÉRICA, debía admitir que se había quedado hipnotizada al ver tales ojos, pero eso no era lo único que captaba de él. ¿Quién lo sabría? Según misiones que había hecho, en ninguna se había encontrado con él, aunque habría sido un honor contra él. En cuanto escuchó su nombre, se sentó en la camilla de metal y le observó con sus ojos verdes, dejando que los azules desaparecieran y que dejara de mover sus manos. El rostro de Rogers demostraba seriedad, aunque estaba un poco enfadado cosa que Morgan no descifraba y no descifraría por culpa del vidrio que lo protegía. Pero en realidad vio algo en ese hombre, algo que le hizo recordar a ella misma: una chica destruida por dentro, como él.
Irina sonrió—Y tu debes ser el famoso Steven Rogers—se cruzó de piernas—. No sería un placer conocerte frente a estas circunstancias, preferiría hacerlo en una pelea.
—Lamentablemente no es así, Irina—habló con voz grave, provocando un escalofrío en la columna de la muchacha—. Solo estoy aquí para hacerte un par de preguntas antes de entregarte a Seguridad Nacional.
Morgan observó a Steve con una sonrisa ladina. ¿Él creía que la CIA podría contenerla? Pues realmente estaba equivocado, saldría en menos de un día, según sus habilidades—¿Crees que Seguridad Nacional podría contenerme?—preguntó la muchacha intentando no reírse—. Lamento decirte, Steve, que si me ponen allí seré capaz de crear una catástrofe.
—¿Sabes que estoy al tanto de tus habilidades, Irina?—le preguntó Steve—. Tu expediente, los videos que han grabado las cámaras de seguridad. Nunca había visto nada igual.
—Pues Steve, soy una caja de sorpresas—respondió la muchacha moviendo sus dedos, haciendo aparecer un fulgor color azul—. Pero yo tendría que hacerte una pregunta: ¿A qué has venido?
—Esa pregunta la iba a hacer yo—interrumpió abruptamente—. ¿De donde vienes?
—Siberia—respondió, seca—. ¿Erika Barton no te lo comentó? Escapaba y caí de la montaña.
—¿De quién escapabas?
—HYDRA.
Steve empezó a reír, como si le contaran un buen chiste, cosa que enfadó mucho a la muchacha. Morgan se cruzó de brazos mientras observaba a Steve con cierto enfado mientras se reía de ella. Con un solo movimiento de manos, soltó una especie de bola azul que se estrelló contra el vidrio sin romperlo, pero logró callar la risa del super soldado.
—¿Crees que es divertido?
—HYDRA ya no existe, Irina.
—No me llames así, Rogers.
Steve le miró serio mientras cruzaba sus brazos en su pecho—Dime...¿Porqué estás aquí, Irina?
Morgan, al ver a aquel hombre, logró ver algo que le atrajo: sus pesadillas. Aquellas pesadillas que lo hacían despertar y lo incitaban a ir a correr todas las mañanas. Aquellas pesadillas que a la muchacha le llamaban mucho la atención—Porque encontré a un hombre destrozado, como yo—respondió mirándole con completa sinceridad.
—¿A quién?—preguntó, curioso.
—A ti.
A Steve le resultaba impactante el hecho de que la muchacha esté en la base por él, realmente había picado su curiosidad que tenia como resultado la ansiedad y excitación en su cuerpo. La adrenalina corría por sus venas y todo había sido provocado por la curiosidad de la muchacha. Entrecerró la mirada, examinándola profundamente.
—¿Qué tanto miras?—le preguntó la muchacha.
—Has picado mi curiosidad, así que estoy decidido a saber más de ti.
—No pensaba que el hombre fuera de tiempo se interesaría en una asesina a sangre fría como yo—Irina se encogió de hombros al decir eso—. Aunque querría verlo. Pero como mi historia prácticamente estaba en HYDRA, tú ni la creerías. Escapé porque ya no soportaba a mis demonios, Rogers.
Irina sabía que él pasaba por lo mismo, supo que podría sonreír al encontrar al soldado en una posición indecisa ya que no sabía si creerle o no.
—¿Acaso no los sientes?—preguntó—. ¿No sientes que ellos te persiguen?
—Qué coincidencia, yo te iba a preguntar lo mismo.
Steve hizo un intento de risa torcida—Creo que nos llevaremos muy bien, Irina.
Morgan alzó una ceja—¿Irina?—se levantó y fue directamente hacia el ventanal que protegía al capitán—. Morgan para ti, Steve Rogers.
Lo dijo con tal tono, que el soldado ni se inmutó, Morgan ya sabía que se lo había dejado claro pero esta vez fue más evidente. A Steve le molestaba el comportamiento de la muchacha, le hacía ver como una niña completamente malcriada, aunque si veía los expedientes vería a un arma letal.
—Gracias por la información, Morgan—habló el Capitán América—. Seguridad Nacional vendrá por ti mañana.
—Debes estar bromeando.
—No lo hago—dijo sonriendo con satisfacción—. Espero que disfrutes tu estadía, Morgan.
—Y espero que tú sepas atraparme—habló en voz alta.
—Eso lo veremos, Morgan.
—Entonces adiós, Steve Rogers.
Y todo lo que Steve pudo hacer, fue girarse y dejar la habitación, dejando a la muchacha sola.
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Steve Rogers golpeaba la bolsa sin medir su fuerza, pensaba en el interrogatorio que le había hecho a la muchacha y pensaba en ella. ¿Porqué lo hacía? Por que la curiosidad le carcomía demasiado, cosa que demostró bastante en el interrogatorio pero no podía para de pensar en ella. Golpeó la bolsa una vez más, buscando entender porqué se estaba empezando a interesarse en la muchacha. Era solamente una niña, pero con un cuerpo letal. Golpeó otra vez la bolsa soltando un suspiro de frustración.
—¿Porqué me fijo en ella?—se preguntó, casi susurrando. Golpeó otra vez. Realmente no sabía qué hacía especial a esa chica—. ¿Porqué me interesa tanto?—volvió a preguntarse—. Ella es el enemigo.
Esas mismas palabras retumbaron en su cabeza como un eco ensordecedor. Ella es el enemigo.
—¿Y porqué hablas solo?—preguntó Erika Barton apoyándose contra la puerta.
—Porque hay algo que no me deja tranquilo con Morgan.
—Fury está haciéndole un último interrogatorio antes de enviarla a dormir—habló la muchacha acercándose—. Mamá está haciendo un par de cosas y me dejó aquí.
—Y me dejó como tu niñera.
—Tengo casi 19 años—replicó la arquera—. Puedo patear traseros sola.
—No conmigo.
—¿Me desafías, Rogers?
—Claro que sí.
Erika se quitó la chaqueta—Te concederé que pelees contra mí.
Y así fue, Erika nunca dudó en golpear a Steve quién le esquivó su golpe en dos segundos. Golpeó a Erika con fuerza provocando que saliera disparada un par de metros. Se levantó para ir corriendo pero hizo una llave que Steve no logró detener y terminó en el suelo. Erika le golpeó un par de veces en las zonas bajas del abdomen. Pero Steve volvió a alejarla, Erika tosió un par de veces y se levantó con dificultad. Pero al ir se tambaleó un poco y cayó al suelo.
—Buena jugada, Rogers—dijo ella—. Se lo diré a mamá.
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