Capítulo 3
"No tengo que consumir drogas para ser un genio; No necesito ser un genio para ser humano; pero necesito tu sonrisa para ser feliz."
—Charles Chaplin
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Estoy prácticamente corriendo cuando me doy cuenta de que el que está en la puerta no es el señor Edgar, sino el nuevo portero, que casi me cierra la puerta en la cara. ¡Maldita Ise!, pienso.
— Buenos días, señor Lewis —digo, intentando sonar lo más cordial posible.
— Tenéis que prestar más atención a la hora. Para la próxima vez no os dejaré
entrar. —responde de mala hostia. — ¿Estamos entendidos?
— ¡Sí, señor! —contestamos al unísono.
Después de la "cálida" bienvenida del señor Lewis, nos dirigimos al pasillo que lleva al patio principal, donde todos los estudiantes esperan a que empiecen las clases. En el camino, saco mis auriculares de la mochila y los conecto al teléfono. Ise camina delante de mí, como si no existiera. Estoy poniendo una canción cuando llego al patio. Miro a mi alrededor buscando a mis amigos, pero no los veo por ningún lado. Me pongo de puntillas, tratando de ganar unos centímetros, pero es inútil, sigo sin verlos.
Estoy a punto de rendirme cuando noto a alguien diferente, apoyado en la pared con las manos en los bolsillos de su pantalón. Desde donde estoy, no puedo verlo con detalle. Lleva un chándal negro que le queda enorme, con una calavera blanca en el centro de la sudadera. Sus zapatillas son blancas. Mis ojos recorren el cuerpo del desconocido, pero solo puedo ver la punta de su nariz, ya que está oculta bajo la capucha de la sudadera.
Me pregunto cómo llegó hasta aquí y por qué, considerando que esta parte de la ciudad no es turística y rara vez recibimos nuevos estudiantes a mitad de año. Estoy imaginando un millón de teorías sobre el desconocido cuando una pequeña mano pasa frente a mi cara, sacándome de mis pensamientos y devolviéndome a la realidad.
— ¡Hola! — me habla una voz dulce.
— ¡Mel! — respondo y la abrazo.
Melanie es la hermana pequeña de Rick, siempre viene a saludarme. Tiene los
mismos rasgos que su hermano. Apenas me suelta, siento a alguien abrazándome por detrás.
— ¡Hola, guapa! — dice Rick, divertido. Ni siquiera necesito girarme para saber que es él. — Muchas gracias por invitarme a tus paseítos, me lo pasé genial contigo —se queja, cambiando su tono divertido a uno irónico.
— Rick, por favor, no empieces. Te llamé como cien veces y siempre te
negaste a ir — le reprocho. — Y no me digas guapa. — digo molesta. Lo
escucho reírse y me vuelvo hacia él con cara de pocos amigos.
— Quizá si me prostituyo y consigo dinero para comprar un Bugatti, recibiría
más atención, ¿no? —dice con una sonrisa. Le doy una palmada en el
brazo y él levanta las manos en señal de rendición. — ¡Que es broma! ¡Es
broma! —se queja, sobándose el brazo.
— Ven aquí. —digo abrazándolo. —¡Te he echado de menos! — Miro a mi alrededor buscando a Ise, pero no la veo. Escucho a Rick decir algo y le prestarle atención.
— Ya se ha marchado. —dice. — Se fue como el alma que lleva el diablo
cuando nos vio llegar —continúa, y no puedo evitar soltar una carcajada.
— Ay, ¡no puedo! —digo, sujetándome el estómago que me duele de tanto
reír.
No sé qué tengo que hacer para que os llevéis bien. Vuelvo a mirar a mi alrededor cuando inconscientemente mis ojos viajan hasta el final del patio directamente a la pared donde está el misterioso estudiante. Sin rodeos, lo vuelvo a mirar, ya no lleva la capucha, y puedo ver su largo pelo negro que termina debajo de su oreja, tiene la piel clara. ¡Se ve tan suave! Pienso.
— ¿Por qué demonios pensé eso? — digo en un susurro y niego con la cabeza.
Lleva puestos unos auriculares, sus mejillas están sonrojadas por el frío. Su
expresión es inexpresiva, como si estuviera congelado. Hay un chico a su lado, pero parece estar en su propio mundo, absorto en sus pensamientos. Sus labios tienen un color rojo intenso, como una fresa. Estoy levantando la vista hacia sus ojos cuando nuestras miradas se encuentran, y me quedo completamente paralizada.
Por un momento, olvido hasta respirar. Me recrimino internamente por
mirarlo como una idiota, pero no puedo apartar la mirada. Veo cómo ahora él
empieza a detallarme con la mirada, y siento cómo mi piel se quema por donde
sus ojos recorren. Sus ojos, una mezcla entre azul y verde, me hipnotizan como si estuviera bajo un hechizo.
De repente, noto un sutil movimiento en su boca, que pasaría desapercibido si no estuviera tan concentrada en el atractivo desconocido. Bajo la vista y veo una pequeña sonrisa engreída, lo que me hace mirar en otra dirección. Cuando vuelvo a mirarlo, finge limpiar la saliva de la comisura de su boca. En ese momento, me doy cuenta de que este desconocido es simplemente un idiota más.
— Estás muy despistada. —me reprende Rick.
— ¿Qué? —pregunto todavía medio perdida.
— Nada. —responde tomándome del brazo y llevándome por el pasillo.
— ¡Espera! Tengo que recoger mi horario. —digo girando hacia otro lado. —Nos vemos en unos minutos —grito mientras me alejo.
— ¡Vale! ¡Date prisa, princesita! —me dice sonriendo, antes de salir corriendo.
— ¡Idiota! —murmuro entre dientes, antes de empezar a correr hacia el
despacho.
Llego al despacho y veo que la señora Jones está en una llamada. Decido esperar a que termine, así que me acerco a una estantería donde tiene todos los trofeos y algunas fotos de los jugadores. En una de ellas, veo a mi amigo siendo elevado por sus compañeros; acababan de ganar un campeonato contra un colegio de otra ciudad.
Escucho voces y me doy la vuelta. Veo que la llamada ya ha terminado, y la señora Jones no está sola. Camino hacia su escritorio para que se dé cuenta de mi presencia y no piense que estaba escuchando la conversación.
—Señora Jones —interrumpe una voz dulce y tranquila—. Lo siento, me distraje mirando los trofeos —dice, y veo cómo sus mejillas se tiñen de rojo.
—No pasa nada —responde la señora Jones—. Le estaba mostrando el horario a este jovencito.
Me doy la vuelta, deseando que no sea quien creo que es, pero no hay forma de escapar. Siento su mirada fija en mí, como si mi cuerpo ya lo supiera. Levanto la cabeza despacio y, primero, veo sus zapatos; después, sus pantalones; y al final, ahí está su cara.
Ahí están esos ojos vibrantes e inexpresivos al mismo tiempo, tiene un aire misterioso. El magnetismo que siento es indescriptible y un poco molesto. No me había dado cuenta de lo alto que era hasta que estuve frente a él. Siento cómo su perfume me envuelve y respiro profundamente, tratando de retener toda esa esencia conmigo.
—¿Señorita Payet, se siente bien?
—¿Qué dijiste? —pregunta tartamudeando, mientras la veo sonrojarse. No puedo evitar soltar una carcajada.
—Patética —murmura con una sonrisa burlona.
— ¿Perdona? — respondo, elevando la voz, buscando alguna explicación.
— ¡Y encima es sorda! —responde y siento que mi paciencia se agota.
—Oye, ¿tienes modales o qué? —interviene la señora Jones, con un tono firme—. La señorita Payet es un ejemplo de estudiante; exijo que la respetes.
—Es una pesada, eso sí —responde mientras coje su horario—. Me piro de aquí.
— ¡Un momento! —exclamo molesta, bloqueando su salida. — ¡Discúlpate! —exijo, plantándome frente a él con las manos en las caderas.
—¿Qué? ¿Tienes cinco años oqué? —respondo con desdén. —Mira, chica, no tengo tiempo para tus dramas ni tusrollos existenciales. Busca a alguien más a quien dar la brasa. Yo tengo cosasmás importantes que hacer. — dice dándome la espalda y caminando en dirección hacia la salida.
—Sven, la señorita Payetpodría enseñarte las instalaciones.
Automáticamente la miro como si un tercer ojo hubiera salido de su cara. El
estúpido ha sido grosero conmigo todo el tiempo, ¿y ahora yo tengo que ser
hospitalaria con él?
—¡Yo! —exclamo casi gritando—. Pues qué lástima, señora Jones, pero voy a tener que pasar de esta oferta tan irresistible. Tengo clase ahora mismo —añado, lanzándole una mirada rápida. Luego, con una sonrisa falsa—. Encantada de conocerte, Sven —murmura apenas moviendo los labios—. Que disfrutes tu primer día... bienvenido.
Al ver que no iba a responder, empecé a bajar la mano lentamente. Estaba a punto de dejarla caer junto a mi cuerpo cuando sentí que tomaba mis dedos con suavidad. Su tacto era frío, pero firme. De forma extraña, una sensación de calidez y familiaridad me recorrió. Miré a Sven y supe que él también lo había notado. Rápidamente soltamos nuestras manos y nos quedamos mirándonos, un poco incómodos.
—Eh... bueno, gracias, señora Jones, nos vemos —dice, sin siquiera mirarme, mientras sale de la oficina.—¡De nada, Sven! —respondo con todo el sarcasmo del mundo. —¡A ti, cielo! —añado en voz baja, imitando con sarcasmo la voz de la señora Jones.
— Dale tiempo. —dice la señora Jones. — Es un buen chico. —añade mientras
observamos cómo Sven se aleja.
— ¿Lo conoces? —pregunto, intrigada.
— Bueno, ¿en qué puedo ayudarte, chica? — responde cambiando el tema de la conversación.
— Necesito mis horarios — le digo, dándome cuenta de que no obtendré
ninguna información adicional sobre Sven.
— Aquí los tienes. —responde amablemente. — Que tengas un buen día, Ellie.
— ¡Gracias!
Con mis horarios en mano, camino hacia el salón de clases. Según el papel que
sostengo, tendré clase de literatura. Reviso la hora en mi teléfono y maldigo al ver que ya llevo diez minutos de retraso. Este profesor es muy estricto, especialmente con los horarios. Comienzo a correr como si mi vida dependiera de ello, tratando de no tropezar en el camino. Finalmente, llego frente a la puerta, respiro hondo y
toco, esperando que el maestro abra.
— Sí, señorita Payet ¿Cuál es tu excusa de hoy? Vamos ilumíname. —responde con un suspiro exagerado, y luego echa un vistazo al reloj que lleva en su muñeca.
— Pido permiso para asistir a aula. —le digo, con una expresión de cachorro
abandonado, o al menos eso intento.
— Vas quince minutos tarde, y ya sabes que no me mola que me interrumpan
mientras estoy dando clase —dice, abriendo un hueco entre él y la puerta,
dejándome pasar.
— Gracias, señor Neumann. Me disculpo por el retraso, prometo que no volverá a pasar —digo, y él simplemente hace un gesto con la mano, como
restándole importancia.
Miro el salón en busca de mi amigo y, cuando lo localizo, me dirijo hacia él, ya que tiene una silla vacía a su lado. La habitación está dividida en parejas, y cuando Rick me ve, abre una sonrisa amplia a la que respondo con una sonrisa igualmente grande. Cuando estoy lo suficientemente cerca, coloco mi bolso sobre la mesa y justo cuando estoy a punto de sentarme en la silla, escucho al profesor Neumann decir algo con mi nombre, así que me giro hacia delante de inmediato.
— Señorita, necesito continuar con mi clase —me dice con impaciencia.—. Y
sentada allí, sé que no lo voy a lograr, ya que ustedes dos no paran de
hablar. —añade, cruzando los brazos.
Resoplo y ruedo los ojos, pensando en lo mal que está yendo mi día. Vuelvo a mirar alrededor del salón y me doy cuenta de que solo hay una silla vacía. Miro a la persona con la que tendré que compartir mesa y luego al profesor.
— Prometo mantener la boca cerrada. —le ruego.
— Tienes dos opciones: te sientas en la silla desocupada o tomas una
detención por atraso. —responde mirándome con una falsa sonrisa. —Creo que sabrás elegir la mejor opción. —añade, rodando los ojos.
Al parecer les encanta la situación a mis compañeros de clase; todos me miran,
esperando mi decisión que es obvia. Considerando que la detención no es una opción, a menos que quiera estar cien metros bajo tierra, avergonzada por toda la situación, me levanto con mala gana y me siento al lado de la persona no deseada. Pongo mi bolso sobre la mesa y me doy la vuelta para finalmente sentarme. Siento sus ojos enojados hacia mí, pero me importa un bledo.
— Gracias, señorita Payet, ahora finalmente puedo continuar —dice,
dándome la espalda y escribiendo en la pizarra. — Abran el libro en la
página cuarenta y cinco, respondamos algunas preguntas y hablemos un poco
sobre el tema.
Y así se reanudó la clase. Estoy abriendo la bolsa para sacar los materiales cuando siento que alguien se acerca y me habla en voz baja en el oído.
— Para que quede claro, tampoco quería sentarme contigo —dice una
enojada Louise.
— No me importa. —miento, volviendo a prestar atención a la clase.
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Gracias por leerme ❤️
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