Capítulo 23

"No tienes que ser perfecta, Ellie. Solo tienes que ser tú misma y encontrar ese camino que te lleve de vuelta a ser la chica de antes. Aunque nada será igual que antes, serás más fuerte que nunca."

Sven

___________________________________

Ellie

Me quedé ahí, refugiada en sus brazos, sintiendo su respiración acompasada mientras me aferraba a Sven como si fuera mi ancla en medio del huracán. No hizo falta decir nada. De alguna manera, él sabía que no estaba preparada para hablar, para contarle lo que acababa de descubrir.

Nos sentamos en el suelo de mi habitación, con la luz del atardecer colándose por la ventana. Sven acariciaba mi pelo en silencio, y aunque mis pensamientos eran un torbellino, su presencia me proporcionaba una calma que no sabía que necesitaba. Me sentía segura, como si, por un instante, las piezas rotas de mi vida pudieran recomponerse.

Después de unos minutos, fue Sven quien rompió el silencio.

— No tienes que decirme nada si no quieres. Pero estoy aquí, Ellie. Siempre que me necesites.

Levanté la cabeza para mirarle a los ojos y encontré en ellos algo que me calmó. No era compasión ni lástima. Era comprensión. Como si, de alguna manera, él supiera lo que era cargar con secretos y cicatrices que nunca elegiste.

— Mi padre... —dije finalmente, mi voz temblorosa—. Ha vuelto.

Sven no dijo nada, pero noté cómo su mandíbula se tensaba un poco. Sabía que este tema era delicado; recordaba haberle mencionado algo sobre mi padre.

— ¿Cómo te sientes con todo esto? —preguntó suavemente, su tono lleno de cautela, como si no quisiera presionarme.

— No lo sé —admití, sintiendo una nueva oleada de lágrimas—. Estoy enfadada, dolida... pero también confundida. Mi madre me ha estado mintiendo toda mi vida y... y él... —mi voz se quebró de nuevo—. No sé si quiero tenerle en mi vida.

Sven asintió lentamente, sin decir una palabra. Simplemente me abrazó más fuerte, y por primera vez en horas, me sentí capaz de respirar.

— ¿Cómo sabías que te necesitaba? —le susurré, aún abrazada a él, sintiendo el alivio de tenerlo cerca. Su olor familiar y la calidez de su cuerpo me hacían sentir, por primera vez en horas, que el mundo no se estaba desmoronando del todo.

Sven me apartó suavemente, mirándome con esa mezcla de preocupación y ternura que siempre me desarma.

— No lo sabía. Solo... lo sentí —respondió en voz baja—. Algo en tu mirada antes de entrar a casa... no me dejó en paz.

Lo miro y me doy cuenta de cuánto me importa. A veces, ni siquiera hace falta que diga algo, solo está, y eso me basta. Me siento débil, como si las paredes que había construido para mantenerme entera finalmente se hubieran derrumbado. Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano, pero es inútil; siguen cayendo sin control.

— No sé qué hacer, Sven —confieso, mi voz quebrada—. Mi vida... todo lo que creía saber... se ha ido a la mierda.

Sven suspira y me abraza de nuevo, apretándome con fuerza.

— Lo sé, Ellie —murmura contra mi cabello—. Pero no tienes que enfrentarlo sola. Estoy aquí. Y no me voy a ningún lado.

Me quedo en sus brazos, sintiendo el latido constante de su corazón, intentando que su calma se contagie un poco a la tormenta que tengo dentro.

— Mi padre... —empiezo a decir, pero me detengo, porque incluso decirlo en voz alta duele—. Acaba de aparecer. Y no sé si quiero o puedo perdonarlo. No sé si quiero que forme parte de mi vida ahora.

— Tienes derecho a sentir todo lo que sientes —responde él—. No tienes que tomar una decisión ahora. A veces, el perdón no es algo que das por ellos, sino por ti. Pero solo tú puedes decidir si es lo que necesitas.

Sus palabras resuenan en mi mente, y aunque no lo tenga todo claro, al menos ya no me siento tan sola en medio de todo esto. Porque por mucho que mi mundo haya cambiado en un segundo, aún hay personas a mi lado que me sostienen.

Me separo lentamente de Sven y lo miro a los ojos, buscando una chispa de verdad en sus palabras. Él me devuelve la mirada, firme, seguro, y en ese momento sé que no me está diciendo solo lo que quiero oír, sino lo que realmente siente.

— Gracias —susurro, y aunque sé que la palabra se queda corta, es lo único que puedo decir.

Sven sonríe levemente y pasa una mano por mi mejilla, limpiando los restos de lágrimas que quedan.

************

Ha pasado una semana desde que todo mi mundo se desmoronó y, honestamente, todavía me siento como si estuviera caminando sobre cristales rotos. Cada paso que doy, cada palabra que digo, parece estar cargada de un significado que antes no existía. Mi madre ha intentado hablar conmigo varias veces, pero no puedo. No puedo mirarla a la cara sin sentir cómo algo se retuerce dentro de mí. Y de mi padre... bueno, no sé si llamarlo así aún. No he vuelto a verlo, aunque sé que está por ahí, esperando a que esté lista. Pero, ¿cómo estar lista para enfrentar algo así?

El instituto ha sido mi escape, o al menos eso intento. Mis amigos no paran de preguntarme qué me pasa, por qué he estado tan distraída. Pero tampoco tengo respuestas para ellos. Cuando el timbre sonó, una mezcla de nervios y expectación me recorrió el cuerpo. Salí de clase, intentando con todas mis fuerzas evitar a mis amigos. Sus miradas inquisitivas y preguntas insistentes me agobiaban, así que me perdí entre la multitud, buscando un rincón donde mis pensamientos pudieran descansar, aunque solo fuera por un momento.

Tenía vergüenza de hablarles sobre mi madre, y mi mente seguía atrapada en un torbellino de pensamientos confusos sobre mi padre. Me dirigí a la salida, perdida en mis propios pensamientos. Y en ese instante, lo vi. Allí estaba Sven, apoyado contra la pared, con esa actitud despreocupada que chocaba con el caos que llevaba dentro.

Su sonrisa iluminó mi mundo en penumbra, y por un breve momento, logré olvidar el peso que llevaba sobre mis hombros. Era como si su presencia fuera un rayo de luz que despejaba mis nubes grises, y aunque fuera solo por un momento, sentí que todo podría estar bien. Me acerqué, intentando disimular la tormenta que aún azotaba mis pensamientos.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunté, sorprendida de encontrarlo justo en el momento en que más lo necesitaba.

— Solo quería verte —respondió con esa voz tranquila que siempre lograba calmarme. Era como si supiera que mis días eran un laberinto y que, de alguna manera, él era el hilo que me guiaba—. ¿Te apetece dar una vuelta?

Asentí, y mientras caminábamos, sentía que cada paso que dábamos juntos alejaba un poco la oscuridad que me envolvía. Sven hablaba de cosas cotidianas, de anécdotas del instituto, de cómo había salvado a su perro de una situación cómica. Me reí, y al hacerlo, me di cuenta de cuánto extrañaba esas risas sinceras, libres de dolor.

En ese momento, supe que, aunque el mundo a mi alrededor seguía desmoronándose, al menos tenía a alguien que se preocupaba por mí. Me sentí agradecida por su compañía, por la manera en que su presencia me hacía sentir menos sola, incluso en los momentos más oscuros.

Al final de nuestra caminata, llegamos a un pequeño mirador que daba al atardecer. La luz dorada del sol se filtraba entre los árboles, y por un instante, todo se sintió en calma. Me quedé mirando el horizonte, sintiendo cómo la calidez del momento me envolvía.

— Gracias por estar aquí, Sven —le dije, y él simplemente sonrió, sin necesidad de palabras.

Sven y yo nos quedamos en silencio, observando cómo el sol se deslizaba lentamente, pintando el cielo de tonos cálidos. La tranquilidad del momento me hizo sentir más ligera, como si el peso de mis preocupaciones se estuviera desvaneciendo, aunque solo fuera un poco.

— ¿Sabes? A veces siento que no puedo con todo —le confesé, notando cómo la vulnerabilidad se deslizaba entre mis palabras—. Es como si cada día fuera una batalla, y no sé si tengo fuerzas para seguir luchando.

Él se volvió hacia mí, y en sus ojos profundos y sinceros vi una comprensión que rara vez encontraba.

— Todos tenemos nuestras batallas, Ellie —respondió—. Pero no tienes que pelear sola. Estoy aquí, y siempre lo estaré.

— Es fácil decirlo —murmuré, intentando ocultar mi nerviosismo tras una sonrisa—. Pero a veces me siento tan... perdida.

— Es normal —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero creo que, si nos apoyamos, podemos encontrar el camino de vuelta.

— Es solo que... a veces siento que no soy suficiente.

Sven asintió, entendiendo el peso que llevaba sobre mis hombros.

— No tienes que ser perfecta, Ellie. Solo tienes que ser tú misma y encontrar ese camino que te lleve de vuelta a ser la chica de antes. Aunque nada será igual que antes, serás más fuerte que nunca.

— ¿Tú crees? —pregunté, con la voz temblorosa.

— Claro —respondió, sonriendo—. Lo he visto en ti. Tienes una luz que brilla, incluso en los días más oscuros.

La conversación se desvió hacia recuerdos compartidos y sueños por cumplir. Sven habló de sus planes de futuro, de cómo quería explorar el mundo y vivir aventuras. Sus ojos brillaban con emoción mientras describía lugares lejanos, y no podía evitar sonreír al imaginarlo surcando océanos y descubriendo nuevas tierras.

— ¿Y tú, Ellie? ¿Qué quieres hacer? —me preguntó, animándome a abrirme.

— Siempre he querido viajar, ver el mar y sentir la brisa en mi cara. Tal vez un día... —mis palabras se desvanecieron, y un suspiro escapó de mis labios—. Pero ahora mismo, solo quiero encontrar un poco de paz.

Sven se acercó un poco más, y en un instante que pareció eterno, rozó sus labios con los míos. Ese simple gesto me hizo sentir que, de alguna manera, su presencia podía ofrecerme la serenidad que tanto buscaba. Era como si todo el caos y la confusión se desvanecieran en ese contacto, dejando solo un rayo de calma en medio de mi tormenta interna.

— Podemos buscarla juntos. Te prometo que no te dejaré caer.

— ¿Por qué, Sven? ¿Por qué harías algo así? Bueno, sé que te gusto, pero no...

— No... no me gustas, Ellie —me interrumpe, con una mirada seria—. Yo te quiero.

Me quedé en silencio, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. Las palabras de Sven resonaban en mi mente, y por un momento, me costó procesar lo que acababa de decir.

— ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, tratando de encontrar sentido a la confusión que me envolvía.

— Quiero decir que no se trata solo de una atracción. Lo que siento por ti es más profundo —explicó, acercándose un poco más—. Me importa lo que estás pasando, y quiero estar a tu lado en cada paso del camino.

Mis ojos se encontraron con los suyos, y en su mirada vi una sinceridad que me hizo temblar.

— Sven, yo... no sé si puedo corresponderte. Mi vida es un lío y...

— No tienes que tener todas las respuestas ahora —interrumpió de nuevo, con una sonrisa suave—. Solo quiero que sepas que estoy aquí, sin presiones. Podemos tomarlo con calma.

— Gracias, Sven —dije, sintiendo que una mezcla de alivio y confusión se apoderaba de mí—. Aprecio que estés aquí, pero no quiero que te hagas daño por mi culpa.

— No te preocupes por eso —respondió, sacudiendo la cabeza—. Lo que quiero es verte feliz, incluso si eso significa que no estemos juntos de la forma que imaginas.

Su bondad me hizo sentir un nudo en el estómago. Era extraño encontrar a alguien tan dispuesto a estar a mi lado sin esperar nada a cambio.

— A veces me siento tan perdida que no sé si puedo ser la persona que mereces —confesé, sintiendo la vulnerabilidad aflorar de nuevo.

— Ellie, tú ya eres esa persona. Tienes una fuerza que ni tú misma reconoces —dijo, su voz firme y reconfortante—. Solo necesitas tiempo para verlo.

Mientras hablaba, la luz del atardecer proyectaba sombras suaves a nuestro alrededor, y por un momento, todo parecía posible. Con Sven a mi lado, sentí que tal vez podría encontrar el camino hacia la paz que tanto anhelaba.

— Voy a intentarlo, Sven. Intentaré ser valiente, y quizás, en el camino, pueda descubrir lo que siento realmente —dije, con una pequeña sonrisa, sintiendo que el peso en mi pecho se aliviaba un poco.

— Eso es todo lo que pido —respondió, devolviéndome la sonrisa.

Con esas palabras, supe que había encontrado a alguien en quien podía confiar, alguien que veía más allá de mi dolor. La conexión entre nosotros se fortaleció en ese atardecer dorado; me sentí un poco más valiente para enfrentar lo que vendría.

Mientras el sol se ocultaba, dejando un rastro de luz en el horizonte, comprendí que no estaba sola. A pesar de que los días seguirían siendo difíciles, tenía a Sven a mi lado, y eso ya era un gran comienzo. Era como si esa luz que se desvanecía reflejara una nueva esperanza en mí, y aunque la incertidumbre permaneciera, sabía que juntos podríamos encontrar nuestro camino.

*********

Hoy es sábado, una semana exacta desde que todo se vino abajo, y me encuentro sentada en mi habitación, mirando el móvil y dudando si enviarle un mensaje a mi padre. El número lo tengo guardado desde que mi madre me lo dio hace unos días. No he sido capaz de marcarlo, de mandar ni un triste "hola".

Pero ahí está, mirándome desde la pantalla como un recordatorio constante de lo que todavía no he hecho. De repente, suena un golpe suave en la puerta de mi habitación. Ya sé quién es antes de que hable.

— Ellie, ¿puedo pasar? —la voz de mi madre suena suave, casi frágil.

Suspiro. Aunque todo en mí quiere decirle que no, sé que tarde o temprano tendremos que hablar. Así que me levanto y abro la puerta, mirándola sin decir nada.

— Necesito que hablemos —dice, con los ojos fijos en los míos, pero llenos de un cansancio que nunca había visto en ella.

Asiento y me siento en la cama, dejándola pasar. Mi madre se sienta en la silla junto a mi escritorio y durante un momento, solo hay silencio.

— Sé que estas semanas han sido difíciles, y sé que probablemente no estás lista para perdonarme —empieza, su voz temblorosa—. Pero quería que supieras que lamento profundamente haberte ocultado tantas cosas. Pensé que era lo mejor para ti, pero ahora me doy cuenta de que te hice más daño.

No puedo evitar sentir un nudo en la garganta, pero me obligo a mantenerme fuerte. No puedo permitirme romper otra vez.

— ¿Por qué ahora? —pregunto finalmente—. ¿Por qué después de tantos años?

Mi madre suspira, su mirada se fija en sus manos que descansan sobre su regazo.

— Porque él insistió. Tu padre... —traga saliva y se corrige rápidamente—. Daniel. Dijo que no podía seguir viviendo, sabiendo que te habíamos mentido durante tanto tiempo. Al principio me resistí; pensaba que no tenía sentido cambiar las cosas, que habíamos sobrevivido bien tú y yo. Pero tenía razón. No puedes vivir con una mentira, Ellie. Te termina consumiendo.

— Ya. —murmuro, mirando hacia la ventana—. Pues enhorabuena, lo habéis conseguido. Ya no hay más mentiras, pero no sé si me siento mejor por ello.

Mi madre cierra los ojos un segundo, como si estuviera luchando contra las lágrimas, pero cuando habla de nuevo, su voz es firme.

— No te pido que me perdones ahora, ni a él. Solo quiero que sepas que hice lo que pensé que era lo mejor para ti. Y puede que me equivocara, pero todo lo que he hecho, lo he hecho porque te quiero.

Quiero decir algo, pero no puedo. Todo está tan enredado en mi cabeza que no sé por dónde empezar. Solo sé que necesito tiempo. Tiempo para entenderlo todo, para aceptar que mi vida ya no es lo que pensaba. Tiempo para decidir si alguna vez podré perdonarla.

— Mamá... —empiezo, pero no sé cómo continuar—. Necesito... necesito un poco más de tiempo.

Ella asiente, se levanta y camina hacia la puerta.

— Tómate todo el tiempo que necesites. Aquí estaré cuando quieras hablar.

Y con eso, se va, dejándome sola con mis pensamientos, otra vez. Me tumbo en la cama, mirando el techo. El móvil aún está en mi mano, con el número de Daniel en pantalla. Respiro hondo y, en un impulso que ni yo misma entiendo, escribo:

"Hola."

Unos segundos después, llega la respuesta:

"Hola, Ellie. Me alegra saber de ti."

Cierro los ojos y respiro profundamente. Esto no será fácil, pero al menos he dado el primer paso. Los días siguientes pasan como en una especie de niebla, donde todo parece suceder en cámara lenta. Aunque intento mantener mi rutina, me siento atrapada en un limbo emocional. Cada vez que veo a mi madre, se me revuelven las tripas. Ya no puedo verla como antes, no sin que todas las verdades ocultas se me vengan a la cabeza. Por otro lado, las respuestas breves de Daniel, mi "padre", han sido educadas pero llenas de cautela, como si temiera decir algo incorrecto y espantarme.

Sven sigue siendo mi refugio. Está ahí, sin preguntas ni presiones. Solo me deja ser, y eso es lo que más necesito ahora. Cada tarde, después de clases, quedamos en el campo de girasoles o vamos al parque, sin hacer nada en especial. Y eso es lo que más agradezco: poder estar con él sin necesidad de hablar de lo que me tiene destrozada por dentro. A veces simplemente nos tumbamos en el césped, escuchando música, y eso me brinda la paz que tanto anhelo. Cada nota resuena en el aire, creando un espacio seguro donde puedo dejar que mis pensamientos fluyan sin juicio.

Hoy, sin embargo, es diferente. Estoy en mi habitación, repasando mentalmente una conversación que llevo evitando desde hace días. Daniel ha insistido en vernos, en quedar para hablar cara a cara. Dice que no quiere que todo quede en mensajes fríos, que necesita explicarme muchas cosas. Aunque al principio la idea me daba pánico, no puedo evitar sentir una pequeña parte de mí que anhela respuestas. Quizá, después de todo, sea lo que necesito para seguir adelante.

Suspiro y agarro el móvil. Tengo el último mensaje de Daniel abierto. Dice que estará en una cafetería cerca de mi casa a las cinco, esperando. Miro el reloj: faltan diez minutos. Podría no ir. Podría hacerme la loca y seguir evitando este encuentro. Pero algo en mí sabe que, si no lo hago ahora, lo postergaré hasta que ya no haya vuelta atrás.

Respiro hondo y me levanto. Bajo las escaleras en silencio, sin encontrarme con mi madre, lo cual agradezco. No tengo fuerzas para una conversación incómoda antes de lo que me espera.

El aire de la calle está más fresco de lo que esperaba, y el trayecto hacia la cafetería se me hace eterno. Cada paso que doy parece pesar más que el anterior, como si estuviera avanzando hacia un abismo. ¿Qué voy a decirle? ¿Cómo reaccionaré cuando lo vea en persona? Mi mente no deja de darle vueltas.

Cuando llego, lo veo sentado junto a una ventana, con una taza de café entre las manos. Está mirando su móvil, distraído, y por un segundo me quedo parada en la puerta, dudando. Es ahora o nunca, Ellie, me repito a mí misma. Con un último suspiro, entro y me acerco lentamente.

Él levanta la vista en cuanto siente mi presencia y se pone de pie, nervioso. Parece aún más cansado en persona, como si llevara el peso de años de arrepentimiento sobre los hombros.

— Ellie. —su voz suena suave, casi vacilante, como si no supiera si tiene el derecho de decir mi nombre.

— Hola. —murmuro, sin saber muy bien qué hacer. Me siento frente a él, incómoda, sin poder evitar fijarme en cómo me observa, como si estuviera viendo algo que había perdido hace mucho tiempo.

— Hay un momento incómodo de silencio en el que ninguno de los dos sabe por dónde empezar. Al final, es él quien rompe el hielo.

— Gracias por venir. No estaba seguro de si querrías verme. —su voz es baja, casi como si temiera romper el frágil equilibrio que hay entre nosotros.

Asiento, sin saber muy bien cómo sentirme. Mi mente sigue corriendo en mil direcciones, buscando una manera de procesar lo que está pasando. Lo miro, intentando encontrar alguna pista en sus ojos, algo que me diga qué es lo que quiere de mí. Pero solo veo cansancio, un cansancio que me resulta extraño de entender viniendo de él, de alguien que hasta hace poco ni siquiera formaba parte de mi vida.

— No sé muy bien qué hago aquí. —admito finalmente, mis manos jugando nerviosas con la servilleta de papel que está sobre la mesa—. Pero supongo que necesito respuestas. Aunque no sé si estoy lista para escucharlas.

Daniel asiente, tomando un sorbo de su café, su mirada fija en la taza como si ahí estuviera la clave para explicarse. Parece más mayor de lo que imaginaba, con las arrugas marcadas alrededor de sus ojos y el pelo más gris de lo que esperaba.

— Entiendo. —dice, su voz cargada de un arrepentimiento que no sé si puedo aceptar—. Lo último que quiero es forzarte a nada. Solo... quiero que sepas que lamento haber desaparecido de tu vida. No fue justo para ti. Y lo sé, estoy llegando demasiado tarde. Pero quiero hacer lo correcto ahora.

— No sé si puedo perdonarte, Daniel. —mi voz suena más firme de lo que esperaba, pero es sincera—. No sé si quiero que estés en mi vida. Has estado ausente tanto tiempo que... no sé quién eres. ¿Por qué ahora? Han pasado casi dieciocho años, y apareces de repente, como si nada.

Daniel respira hondo, baja la mirada, y por un momento, parece que el dolor lo atraviesa. Pero cuando vuelve a mirarme, hay una determinación en sus ojos que no había visto antes.

— Lo sé, Ellie. Y no espero que me perdones de inmediato, ni siquiera que lo hagas algún día. Tienes toda razón en preguntarlo. Y no tengo una respuesta fácil. Pero lo que sí puedo decirte es que cada día que ha pasado sin ti ha sido muy duro. Durante mucho tiempo, fui un cobarde. Cuando las cosas se complicaron con tu madre, me fui, pensando que estaba haciendo lo mejor. —hace una pausa, y sus ojos se clavan en los míos con una intensidad que me incomoda—. Y estaba equivocado.

Me quedo en silencio, procesando lo que dice. Una parte de mí quiere gritarle, preguntarle cómo pudo simplemente desaparecer, pero otra parte está cansada de tanto odio.

— No puedes volver atrás. No puedes cambiar lo que pasó. —logro decir.

Él asiente, con una expresión amarga.

— Lo sé. Y repito que no espero que me perdones, Ellie. Solo quiero que sepas que me arrepiento. No tengo excusas. Pero quiero estar aquí, si me dejas. Quiero intentar... ser alguien para ti, si eso es algo que tú quieres también.

Su voz tiembla un poco al final, y puedo ver que lo dice de corazón. No sé qué sentir. Parte de mí está llena de rabia, pero otra parte, esa más pequeña, está aliviada de finalmente tener una respuesta. De que él esté aquí, tratando, al menos, de enmendar las cosas.

El silencio entre nosotros vuelve a instalarse, pero esta vez es diferente. Es más pesado, más lleno de todas las palabras que aún no se han dicho. Es como si, de alguna manera, algo se hubiera roto, pero también algo hubiera empezado a reconstruirse, muy lentamente. Me quedo mirando la mesa, intentando aclarar mis pensamientos, buscando alguna señal de lo que debería hacer.

— No sé qué quiero. —confieso en voz baja—. Estoy tan agobiada que ni siquiera sé por dónde empezar a arreglar todo esto, pero... no quiero odiarte para siempre. Eso cansa demasiado.

Daniel asiente lentamente, como si comprendiera perfectamente lo que estoy diciendo.

— Tómate tu tiempo, Ellie. No hay prisa. Solo quiero lo que sea mejor para ti. Si no quieres verme más, lo aceptaré. Pero si decides que podemos intentarlo, estaré aquí, esperando cuando estés lista. No me voy a ir otra vez. —Su voz es suave, y por primera vez, siento que no hay exigencias ni expectativas en lo que dice.

Al menos eso es algo.

Justo cuando el ambiente parece estabilizarse entre Daniel y yo, mi móvil vibra sobre la mesa, sacándome de mi ensoñación. Miro la pantalla y veo el nombre de Eloise parpadeando.» Genial, justo lo que me faltaba ahora «. Suspiro y decido contestar antes de que piense que la estoy ignorando a propósito.

— ¿Sí? —digo, tratando de sonar neutral, pero mi tono es probablemente más frío de lo que pretendía.

— Ellie, tía, ¿dónde estás? ¿Por qué has estado tan rara esta semana? —dice sin rodeos, su voz es una mezcla de preocupación y frustración.

Cierro los ojos un segundo, intentando pensar en una respuesta rápida. No es como si pudiera contarle ahora mismo que estoy sentada frente a mi padre, el hombre que abandonó a mi madre y a mí hace diecisiete años, mientras tratamos de desenterrar el pasado más incómodo posible.

— Estoy ocupada, Ise. Ahora no es un buen momento. —respondo, con la voz tensa.

— Llevas días diciendo lo mismo. ¿Qué te pasa? Antes no tenías problemas en contármelo todo, y ahora parece que te has vuelto una completa desconocida. —su voz suena dolida, y eso me pincha un poco el corazón.

No quiero que piense lo que no es, pero ¿cómo explicarle todo lo que está pasando sin sentir que el mundo entero se me desmorona encima? Me remuevo incómoda en mi asiento, consciente de que Daniel me está mirando, aunque intenta disimularlo.

— Es complicado. De verdad, te lo contaré, pero ahora no puedo. —Trato de sonar calmada, pero mi voz se quiebra un poco al final.

— Pues más te vale. Porque voy a tu casa en media hora. Ya sabes que no soporto estar en la oscuridad. —Y sin más, cuelga.

Me quedo mirando el móvil, incrédula.» ¿Va a venir? «¡Genial! Otra conversación incómoda que añadir a la lista.

Daniel me observa, y puedo ver la pregunta en sus ojos.

— ¿Todo bien? —pregunta, con cautela.

— Sí... bueno, no del todo. Es mi amiga. —respondo con un encogimiento de hombros, pero luego lo miro directamente—. No le he contado nada de esto. Y parece que está bastante preocupada por cómo he estado actuando últimamente.

Él asiente, como si entendiera perfectamente esa parte. Y supongo que lo hace. No es fácil mantener tantas cosas en secreto, ni siquiera para las personas que más te importan.

— ¿Vas a contarle? —pregunta, y su tono es neutral, sin presión.

Me quedo pensando un momento. Eloise ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria. Siempre me ha apoyado en todo, incluso cuando ni yo misma sabía qué hacer con mi vida. Pero esto... esto es un tema delicado. Al final, dejo escapar un suspiro.

— No lo sé. Quizá no hoy, pero lo haré. Ella se merece saberlo, pero... aún no estoy lista.

Daniel asiente otra vez y se pasa la mano por el pelo, claramente incómodo, pero intentando ser comprensivo.

— Lo entiendo. No es fácil. —dice suavemente.

Nos quedamos en silencio por un momento más, hasta que siento que ya no puedo soportarlo. Me levanto lentamente, sintiendo el peso de todo lo que acaba de pasar. Daniel me mira, pero no intenta detenerme.

— Será mejor que me vaya. —murmuro, sintiendo de repente que necesito aire.

— Gracias por venir. —repite, esta vez con más sinceridad—. De verdad.

Asiento una vez más, meto el móvil en el bolsillo y, sin decir nada más, salgo de la cafetería con un nudo en el estómago. Afuera, el aire fresco me golpea la cara y me doy cuenta de que estoy temblando, aunque no sé si es por el frío o por los nervios.

Camino sin rumbo fijo, mis pensamientos enredados, hasta que, de alguna manera, mis pies me llevan de vuelta a ese lugar que creo que será mi refugio siempre que necesite respirar: el campo de girasoles. Y ahí, en medio de esa paz silenciosa, me siento en el suelo, grito y lloro, dejando que las emociones me golpeen una tras otra, mientras el sol empieza a desaparecer en el horizonte.

Después de unas horas, decido ir a casa; ya es de noche y mi mente sigue dando vueltas a todo lo que acaba de pasar. Y a lo que vendrá. Porque si hay algo que he aprendido en esta semana, es que las verdades salen a la luz, quieras o no.

Cuando llego a casa, veo a Eloise aparcando su coche justo delante de mi puerta.» ¡Maldita sea! Qué puntual es cuando se lo propone. «Ni siquiera me da tiempo a entrar y respirar hondo antes de enfrentarme a la tormenta de preguntas que sé que está por venir.

Eloise se baja del coche con ese aire decidido que siempre tiene cuando está molesta. Me mira fijamente mientras se acerca, cruzando los brazos y levantando una ceja, como si esperara una explicación inmediata.

— Bueno, aquí estoy. —dice, medio seria, medio desafiante—. ¿Me vas a contar qué demonios está pasando o vas a seguir actuando como si yo no existiera?

Su tono es más suave de lo que esperaba, pero aun así, me hace sentir como si fuera una niña pequeña pillada en una travesura. Me quedo ahí, de pie, sin saber muy bien cómo empezar. El nudo en mi garganta amenaza con hacerme perder el control, pero no puedo seguir esquivando esto.

— Eloise, no es que no quiera contártelo. Es solo que... todo es un caos ahora mismo. —le digo, mientras juego con las llaves en mis manos, sin saber cómo seguir.

Ella frunce el ceño, pero hay preocupación en sus ojos, no solo enfado.

— ¿Es por ese tío que vi el otro día? —pregunta, directa—. El que salió de tu casa. Parecía mayor, y tu madre estaba rarísima cuando lo vi.

Mi estómago se contrae al escucharla.» Claro que lo notó, es Eloise. Siempre ve lo que los demás intentan ocultar. «

— Sí, tiene que ver con él. —admito finalmente, sintiendo cómo el aire a mi alrededor se vuelve más pesado—. Eloise, ese hombre... es mi padre.

Ise se queda en silencio por un momento, claramente sorprendida. Su expresión pasa rápidamente de la sorpresa a la confusión y finalmente a la empatía.

— ¿Qué? ¿Tu padre? ¿El que... nunca estuvo en tu vida? —pregunta, sin poder creérselo del todo.

Asiento, mordiéndome el labio mientras trato de mantenerme firme.

— Sí, el mismo. Ha vuelto. Apareció de la nada hace una semana, y ahora... está intentando hablar conmigo, explicarme por qué se fue.

— Joder, Ellie... —murmura Eloise, y por primera vez en mucho tiempo, veo a mi mejor amiga completamente sin palabras.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top