Capítulo 1
"Lo que odio es que algún día todo se reduzca a la nada, los amores, los poemas. Terminaremos rellenos de tierra como un taco barato. Qué cosa tan triste, todo es tan triste: pasamos toda nuestra vida engañados y luego morimos como bestias. "
-Charles Bukowski.
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¿Sabes eso de que entre el amor y el odio solo hay un salto de distancia? Bueno, desde que conocí a esa persona, lo entendí de inmediato. Con su pelo color azabache que parecía brillar bajo el sol y esos ojos que parecían cambiar de color como un camaleón, me tenían intrigada desde el primer momento. Supe que mi vida nunca volvería a ser la misma.
Mi nombre es Ellie Payet y vivo en Wimberley, un pequeño pueblo de Estados Unidos. Soy una adolescente corriente, que podría pasar desapercibida en un día común. No soy precisamente la más alta, ni la más llamativa. Pero detrás de mi apariencia modesta se esconde una mente inquieta y un gran corazón. De estatura baja y con una tez pálida, mi pelo castaño claro cae delicadamente sobre mis hombros, mientras que mis ojos, están ocultos tras unas gafas de montura fina, que observan el mundo con curiosidad.
Estoy en mi último año del bachillerato, mañana volveremos a las clases, parece que las vacaciones de verano han terminado demasiado rápido. Pero estoy lista para lo que sea que el destino tenga preparado para mí. Mamá siempre bromea diciendo que tengo el don de dramatizar cualquier situación, y puede que tenga razón.
Vivo en una casa de dos pisos, en la planta baja, encontramos una acogedora sala de estar con un sofá beige y una alfombra blanca de diseño peculiar, que atrajo la atención de mi madre por su estilo vintage. Frente al sofá, se sitúan dos sillones de cuero negro, mientras que a la izquierda se encuentra un televisor en la pared y una chimenea eléctrica.
Al salir de la sala, accedemos a un pequeño pasillo que nos lleva a una isla que separa el salón de la cocina. La cocina está equipada con una mesa redonda y cuatro sillas, una amplia encimera de mármol blanco que alberga pequeños electrodomésticos. Los gabinetes se encuentran en la parte inferior del lavavajillas, y en la parte trasera de la cocina se encuentra un baño de servicio.
De regreso en el pasillo, nos encontramos con una escalera que nos lleva al segundo piso, donde hay tres puertas: dos dormitorios y un baño. La puerta central separa las habitaciones, mientras que las puertas de los dormitorios están una frente a la otra.
Al entrar por la puerta de la derecha, lo primero que ves es mi cama con una cabecera alta en el centro. A su lado, una mesita de noche con una lámpara que ilumina la habitación. Frente a la cama, un escritorio con mi fiel computadora y una ventana enorme que es, sin duda, mi lugar favorito.
Desde mi ventana, puedo ver el cielo y el patio trasero de la casa vecina, que lleva años en venta. En la pared frente al escritorio, hay una cómoda y en el suelo, una alfombra. Las paredes están llenas de pósteres de famosos y de bandas geniales. Y no puedo olvidar las luces led en el techo que le dan un toque súper cool a la habitación.
Me encuentro tumbada en mi cama boca abajo, con un pijama de Blancanieves, que es el mejor personaje de Disney. Escucho música desde mi altavoz en forma de nube, cuando de repente mi teléfono comienza a sonar. Con la cara aún enterrada en la almohada, estiro el brazo hasta encontrar ese aparato irritante y me lo llevo al oído.
— ¡Hola! —respondo apenas contesto la llamada.
— ¡Estoy tan emocionada por mañana! — exclama Louise al otro lado de la línea, hablando tan rápido que apenas puedo seguirle el ritmo.
— ¡Louise! - respondo a mi mejor amiga. —Sí, también estoy emocionada. —añado, intentando igualar su entusiasmo, aunque no puedo evitar hacer una mueca.
— ¡Jajaja! ¿En serio? No te creo ni un poquito. — responde entre risas.
Ise es genial, es la típica chica popular del instituto, pero no te equivoques, no es mala. Porque, vamos, no estamos en una película donde las chicas populares son ricas, perfectas y malvadas. En la vida real, las cosas son mucho más complejas.
¡Vale! Tengo que decirlo, Louise es rica. Su piel morena es simplemente radiante, y esos rizos azabaches despiertan envidia en cualquiera. Sus ojos verdes podrían cautivar al mismísimo Príncipe Azul. ¡Y ni hablar de su cuerpazo! Sí, es un poco más alta que yo, pero eso nunca ha sido un problema. Nos conocemos desde que éramos unas crías y desde entonces somos inseparables.
— Ellie, ¿Me estás escuchando? - pregunta sacándome de mis pensamientos.
— ¡Claro que sí! —respondo, exagerando un poco para sonar convincente.
— ¡Ja! ¡No me lo creo! —replica, con una risita burlona que me hace rodar los ojos.
— Que sí, ¡No estoy mintiendo! —insisto, sabiendo que no me cree ni un poquito.
— Eso es lo que dicen todos los mentirosos. —señala con sarcasmo. —Pero dejando eso de lado, ¿tienes todo listo para mañana?
— ¡Claro que sí! Bueno, casi... —confieso, sintiendo cómo mis excusas son tan transparentes como el agua.
Nos quedamos calladas por un rato, hasta que somos interrumpidas por mi madre que grita desde abajo, al pie de las escaleras.
— ¡Ellie, baja ya a cenar! —grita mamá, y yo doy un pequeño brinco por su grito repentino.
— ¡Ya voy, ya voy! —respondo, levantándome de un salto. — Bueno, me voy. ¿Charlamos luego?
— ¡Claro! ¿Quieres que te recoja mañana?
— ¡Por supuesto! Tú eres mi chofer oficial, ¿no?
— ¡Exacto! Soy tu conductora oficial —responde con diversión, la muy descarada.
— ¡Ugh! —suspiro mientras me dirijo hacia la puerta, lista para bajar a cenar.
Cierro la llamada con una sonrisa y bajo las escaleras corriendo hacia la cocina, donde mi madre está de espaldas cortando la ensalada al ritmo de una pegajosa canción. Aprovecho el momento para poner los platos sobre la mesa con un poco de ritmo. Somos solo nosotras dos desde que tengo memoria, y aunque no hablamos mucho de mi padre, él es como el "innombrable" aquí en casa. Mi madre siempre encuentra formas creativas de evitar el tema, ¡pero eso no me detiene! No lo echo de menos, después de todo, mi mamá siempre se ha esforzado al máximo para asegurarse de que no nos falte nada. Ella es la enfermera jefa del hospital aquí en la ciudad, ¡y eso es algo de lo que estoy muy orgullosa!
¡Somos nosotras contra el mundo, y de verdad que me encanta! Hago todo lo posible para que mamá se sienta orgullosa de mí. Nuestra pequeña familia es lo más importante para nosotras. Como mencioné antes, mi padre y su familia desaparecieron poco después de enterarse del embarazo de mamá. Mis tíos y abuelos viven en Texas, a unos cincuenta minutos de aquí, dependiendo del tráfico. Mis padres compraron esta casa juntos con el dinero de sus trabajos, se mudaron y poco después él desapareció. Aunque mis abuelos siempre le piden a mamá que venga a vivir más cerca, ella se niega a irse de aquí. Aquí es donde están nuestras raíces y eso es algo que mamá valora muchísimo.
No sé, creo que mamá todavía tiene la esperanza de que él regrese, por eso se niega a irse de aquí. Pero está claro que no será así. Han pasado casi diecinueve años y él ni siquiera ha dado señales de vida. Aunque una parte de mí también se alegra de que ella no quiera mudarse, porque toda mi vida está aquí, en cada rincón de esta ciudad. Este es nuestro hogar, no puedo imaginarnos viviendo en otro sitio.
Termino de poner la mesa y me siento, esperando a que mamá termine para cenar juntas. La observo detenidamente casi cuarentona, delgada, su pelo castaño claro que está recogido en un moño desaliñado. Sus ojos son de un azul grisáceo, igual que los míos, tiene una cara delgada con una nariz afilada. Su piel pálida resalta su belleza natural. Aunque siempre ha sido hermosa, no puedo evitar preguntarme por qué ha pasado tanto tiempo sin tener pareja.
Sobre la mesa, hay dos cuencos: uno con un poco de pan y otro con cocido. Me sobresalto ligeramente al escuchar el sonido del vaso de la ensalada al ser colocado en la mesa. En pocos segundos, mamá da la vuelta alrededor de la mesa y toma asiento frente a mí.
No somos muy de rezar, pero a mi madre le gusta hacer una pequeña oración antes de comer. Una vez, me aventuré a darle un bocado antes de que terminara y ¡zas!, el plato casi salió volando hacia mí, y por supuesto tuvimos una pequeña charla por así decirlo. Desde entonces, aunque me muera de hambre como ahora, siempre espero pacientemente a que termine su oración antes de tocar la comida. ¡Por si acaso!
— Bueno, cariño, ¿cómo te fue hoy? — pregunta mamá con una chispa traviesa en los ojos.
— Oh, lo mismo de siempre. —respondo con un suspiro, revolviendo mi ensalada con desgana. — Y tú, mamá, ¿cómo estuvo tu día?
— Ah, ya sabes, luchando contra el crimen y salvando al mundo una vez más. —dice con un guiño juguetón. —Pero no cambies de tema, pequeña.
— ¡Ja! Eres toda una heroína, mamá. —bromeo, levantando una ceja. —Estuve hablando con Ise, ya sabes, siempre es toda una aventura.
— Es un placer recibir cumplidos de mi pequeña Ellie. —responde con una sonrisa. —Pero vamos, quiero más detalles jugosos. ¿Estuvieron en el lago estos días?
— Eh, sí, sí, fue muy divertido. —respondo rápidamente, con un ligero rubor en las mejillas. —Definitivamente tenemos que volver pronto.
— Ahí está mi chica. —dice con complicidad, dándome un guiño. —Bueno, ¿qué pasó exactamente? —pregunta, con una mirada curiosa que me hace sentir un poco nerviosa.
— Oh, nada importante, mamá, solo nos bronceamos, comimos y charlamos un rato. - respondo, tratando de sonar casual mientras evito su mirada directa.
— Seguro que fue todo un acontecimiento. —dice con una sonrisa misteriosa. —Bueno, cambiando de tema, ¿qué te parece la cena?
— ¡Está deliciosa! —exclamo, tomando un bocado de mi plato con entusiasmo.
— Me alegro, pero recuerda no hablar con la boca llena. —dice con una risita, mientras se sirve un poco más de comida.
La cena continúa en un ambiente cálido y familiar, con pequeñas charlas y risas compartidas entre nosotras.
Mi madre cree que pasé dos días en casa de Louise, y Louise le dijo a su madre que estaba en la mía. Pero, la verdad es que ni siquiera pusimos un pie en ese maldito lago. Resulta que nos fuimos de fiesta a casa de un 'amigo' suyo, donde pasé dos días rodeada de alcohol y quién sabe qué más. Ahora tengo unos recuerdos borrosos que ni Sherlock Holmes podría descifrar. Fue como montarme en una montaña rusa de emociones y experiencias locas que aún estoy intentando procesar.
— Perdona por tamaña insolencia, mi señora. —digo en tono divertido, haciendo una pequeña reverencia.
— ¡Uff! - suspira, rodando los ojos. —¿Por qué tan insoportable? —levanta la cabeza hacia el techo y niega con gesto exasperado.
— Oye, no puedes decirme eso, soy tu hija favorita. —replico fingiendo estar ofendida.
— ¿Qué? —dice confundida. —Pero si eres la única hija que tengo.
— Por eso mismo. —respondo, y ambas sonreímos.
— Ay, niña, no sé qué hacer contigo.
— A ver, puedes empezar haciendo todos mis gustos. —digo subiendo y bajando las cejas rápidamente con una expresión juguetona.
— Sí, claro, ¡¿cómo no?! —responde con ironía y pone los ojos en blanco. —Termina tu comida y déjame en paz.
Terminamos la cena en silencio, pero debo decir que no fue para nada incómodo. Después de recoger los platos y llevarlos al lavavajillas, nos dirigimos a la sala para ver un poco de televisión. Después pasar por varios canales y no encontrar nada que nos interesara, dimos con un programa sobre reformas presentado por dos hermanos gemelos. Estos chicos ayudan a parejas a encontrar y renovar la casa de sus sueños por cantidades exorbitantes de dinero. Así que pasamos el resto de la noche enganchadas a ese programa, hasta que el sueño nos venció y nos retiramos a nuestras habitaciones.
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¡Gracias por leerme! ✨💙
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