Capítulo 47 | Parte 1.
Capítulo 47.
Sabía que el comienzo de semana sería atareado, tanto para los médicos superiores y residentes, como para los internos. En los hospitales los lunes solían comenzar muy cargados y pesados, pero a veces no había de otra que aceptar lo que llegara en el momento.
Después de haberme encontrado a escondidas con Adrián, no había tenido la oportunidad de verlo más en el día, puesto que estaba cargado de trabajo.
Me encontraba en el ascensor, el cual descendía hacia el piso de los internos. Cuando las puertas se abrieron, decidí dirigirme hacia los vestidores para recoger mis cosas, ya que verdaderamente mi turno había acabado hacía un rato.
Una vez que colgué la mochila sobre uno de mis hombros, decidí que lo mejor era marcharme y aprovechar el día para descansar y estar con mi familia.
Al caminar por el pasillo de los internos, me doy cuenta que habían estudiantes comentando sobre una huelga que se ejecutará el miércoles, debido a una sustancia que el gobierno quiere utilizar para exterminar los mosquitos vectores que trasmiten el virus zika. Dicha sustancia llamada Naled, no ha sido bien vista y recibida por muchísimas personas en el país, incluyéndome. Según informes y estudios que muchas personas desconocen al igual que yo; la sustancia que sería esparcida por los aires, podría combatir a estos vectores de manera beneficiosa, pero muchas personas ignoran que la sustancia mencionada puede traer consecuencias mucho peores, ya que los químicos en sí, podrían hacer daño en el ambiente y en las personas de manera directa o indirecta. Por eso, muchas personas saldrán a la calle el miércoles, para presentarse en los exteriores de los hospitales del país y reclamar.
La realidad era que el personal de los hospitales y los empleados de la salud no teníamos culpa de lo que estaba ocurriendo, pero una minoría pensaba que la manera correcta de salir a protestar en las calles era presentándose en los exteriores de los principales hospitales del país para ser escuchados. Era obvio que el «Hospital General de Puerto Rico» estaría perjudicado por esa actividad.
El virus zika era uno de los principales temas de salud a nivel mundial, y en mi país no era la excepción. De hecho, el ambiente se tornaba abrumador con éste tema. Desde hace un buen tiempo, el virus ha dado mucho de que hablar; así cómo sucedió con el virus chikungunya.
Esperaba no tener tantos líos el miércoles en cuanto a las prácticas. No sabía exactamente cómo surgiría la protesta, pero tenía que pensar en que debía estar preparada.
Una vez que había salido por completo del hospital, decidí llamar a Amanda. Quería compartir con ella, puesto que su trabajo cómo enfermera a tiempo completo y el mío cómo interna practicante; no coincidían. Por eso, debía aprovechar el tiempo y las oportunidades que se me ofrecieran para estar con mi familia y mis seres queridos.
Cuando entré a mi viejo cacharro, llamé a Amanda para saber si era posible coordinar una salida.
—Nere, amiga. ¿Cómo estás? —respondió con sorpresa y emoción.
—Al fin podremos vernos —le dije con una sonrisa en mis labios—. ¿Dónde estás? He salido más temprano del hospital y tengo tiempo para encontrarnos.
— Ah, Nere. Lo siento. — Dijo con cierto fastidio en su voz. — Es que ahora mismo estoy liada con lo de mi madre y mi padrastro. Además, dentro de un rato comienza mi turno en el hospital. ¿Recuerdas?
—Oh, sí —afirmé, pero no estaba tan segura—. Lo siento, Amy.
La verdad era que me sentía un poco mal por no recordar las horas de trabajo de mi amiga, pero últimamente todo era un caos mental para mí, sin contar que a veces yo podía ser una despistada total.
— Nere, ¿qué sucede contigo? Ya no eres la misma conmigo, y debo decir, que me duele que estés bastante apartada de mi en todas estas semanas largas que han pasado. ¿Hay algún problema del qué yo no me haya enterado? — Se escuchaba molesta y ofendida.
—Bueno...
— ¿Ves? — Interrumpió. — Ese es el problema. No siento que tengas la confianza de contarme las cosas cómo sueles hacerlo. Siempre tienes un pero o una pausa cada vez que te pregunto.
— Lo sé, lo sé. Amy, de verdad lo siento, amiga. Realmente quiero contarte muchas cosas y compartir contigo, y más aún, antes de que surgieran ciertas... situaciones.
—"¿Situaciones?"
—Sí, situaciones. El punto es que han sido unas semanas raras y puede que hasta difíciles.
—"¿Difíciles?" —volvió a preguntar con más impresión.
—Sí. De hecho, por eso te llamaba. Quería verte para hablarte de ciertas cosas.
—Ahora sí que me tienes muy intrigada, Nere.
—Sí, lo sé.
El silencio entre Amanda y yo duró unos segundos, pero luego suspiró y decidió hablar.
— Esta semana estaré muy ocupada en el trabajo; y con la situación de mi madre y mi padrastro, pero el fin de semana podemos vernos. Claro, si puedes...
—Sí, sí. Me parece bien el fin de semana —mi voz se tornaba un poco desesperada.
Quería verla y contarle las cosas que habían sucedido, ya que seguramente se iba a sorprender al saber con quién me había estado viendo las últimas semanas. Aunque ella no conocía a Adrián directamente, sí había mediado algunas palabras con él y lo había visto hacía varios años atrás.
— Entonces, este fin de semana será, amiga. — Confirmó con emoción.
—Oye, Amy. ¿Cómo van las cosas entre tu madre y tu padrastro? Si me dices que has estado liada con esa situación, entonces, supongo que no va muy bien que digamos. ¿No? —le pregunté con bastante preocupación.
No me gusta que mi mejor amiga sufra por los problemas irresponsables de su madre. Amy siempre había tenido que convivir con las constantes peleas de su madre y su padrastro. Tenía que enfrentar los constantes maltratos que él le propinaba a su mamá, para que ésta luego lo perdonara y mi pobre amiga quedara cómo la mala. Si su padrastro era una basura, su madre más aún por permitir ese patrón tan horrible y detestable. Amanda siempre había tenido que vivir así desde que era pequeña, por eso la admiraba tanto. Luchaba por lo que quería y trabajaba duro para obtener lo que ella quisiera para progresar.
— No, Nere. Ya sabes que esa mierda nunca mejorará. Mi mamá es una estúpida que no sabe lo que quiere en su puta vida.
Tragué hondo, porque, a pesar de mi pensar, no me gustaba la manera en la que se expresaba cuando hacíamos referencia al tema.
— Entiendo que las cosas no marchen bien con tu madre, Amy; pero no hables así cuando estás con enojo. Es tu madre y...
— Nere, no empieces con eso. ¿Bien? Sabes que digo la verdad. Además, para ti es fácil decirlo, porque nunca has tenido que lidiar con problemas de esa magnitud.
Me sentí mal al instante, pero ignoré ese resentimiento. Ciertamente, la entendía y no era mi problema si no quería compartirlo conmigo.
— Por culpa de esos dos, no pude retomar estudios más elevados y continuar para una carrera en medicina. — Dijo con fastidio.
Otro tema que también me hacía sentir mal, ya que a veces no encontraba las palabras adecuadas para hacerla sentir mejor. Aún así, yo tenía la valentía de alentarla con lo que sea que se me ocurriera con lógica y con ánimos de empujarla a seguir.
—Lo sé, pero ahora eres una enfermera graduada. Eres toda una profesional y estoy segura de que con tu trabajo podrás hacer algo al respecto para que retomes estudios superiores y hagas una carrera médica. ¿No te parece? —sonreí un poco nerviosa.
— No lo sé, ya me decanté por enfermería y creo que seguiré en eso. El hecho de que en un momento dado mi madre no tuviera el dinero, o más bien, no quisiera darme dinero para pagar el examen de admisión y todos los trámites pertinentes; me sacó de quicio. Por eso y muchas cosas más, sabes que la relación entre mi madre y yo jamás será la misma. Nunca.
No tenía palabras. Mi amiga había albergado un rencor hacia su madre y yo no sabía cómo ayudar en estos casos.
— Ya sabes que si te sientes muy incómoda en tu hogar, puedes quedarte en mi casa. No me importa compartir habitación contigo, amiga. Cómo en los viejos tiempos. — Le dije con cierta ilusión. — Y si lo que necesitas es dinero para pagar los trámites y el examen de admisión para estudiar medicina, yo podría ayudarte. — Me mordí el labio levemente por los nervios antes de continuar. — La verdad es que no tengo mucho, ya sabes que los estudiantes de medicina que venimos de familias de clase media realmente estamos más quebrados que un vagabundo y vivimos de préstamos, pero con lo poco que voy ganando en las prácticas al trabajar en el internado, puedo darte la mano en algunas cosas. Claro, si tú quieres.
— No lo sé, Nere. Digo, te agradezco con todo el corazón el gesto, pero eso sería demasiado. ¿Entiendes?
—¿Sería demasiado ayudar a una amiga que quiero con todo mi corazón? Para mí el gesto no es demasiado, Amy. Te quiero muchísimo, amiga.
— Lo sé, y yo. Nere, ahora tengo que colgar. Nos mantendremos comunicadas.
Con cierta intranquilidad, acepté.
—Está bien, Amy. Nos veremos el fin de semana.
—Hasta entonces.
Siempre me preocupo por ella. Sé que no todas las personas están hechas para escuchar parloteos sobre ayudarlos y sé que podría pensar que le tengo lástima, pero no es así. La quiero, y mi deseo es poder ayudarla para que se supere y pueda alcanzar todos sus anhelos. Al menos, eso haría un mejor amigo por el otro.
🔹
Una vez que sobreviví al pesado tráfico de la tarde, ya me encontraba frente a mi hogar. Agarré mi mochila y mis llaves al salir del vehículo. Justo cuando cerré la puerta, alguien me habló desde la distancia:
— ¿Ahora qué has decidido dejarme, tienes más tiempo de sobra? — Preguntó Jesse con cierto sarcasmo en su voz.
Se encontraba con la espalda apoyada sobre una de las columnas del balcón de la casa de sus padres. Me observaba con seriedad.
Decidí actuar con normalidad al percatarme de su presencia. Reajusté la mochila sobre mi hombro y suspiré tranquilamente.
—De hecho, hoy tuve suerte de salir un poco más temprano del hospital.
— Irónico, ¿no? — Espetó con sarcasmo. — Cuando estabas conmigo...
—Jesse, te pido de favor que no comiences con esto nuevamente.
— Es la verdad. — Su voz sonó con más frialdad de lo normal. — Antes no tenías tiempo para nada.
Sonreí con sarcasmo y negué con la cabeza.
—No sé por qué lo dices así, como si fueras la víctima de todo esto, pero de verdad que no le des más vueltas a este asunto. Además, no quiero llamar la atención de los vecinos con un teatrito como este.
Jesse me observó por unos segundos sin decir nada. Luego se alejó de la columna donde se había apoyado y bajó las escaleras de la casa de sus padres para acercarse a mí.
—¿Qué haces? —pregunté un poco fastidiada.
— Aún me siento cómo un pendejo por el hecho de que me hayas dejado así, sin ninguna explicación concreta. De un momento a otro, comienzas a comportarte así.
—¿Así cómo?
— Cómo si no te importara nada de lo que hayamos tenido. — Espetó. — No tienes justificación alguna para haberme dejado cómo lo hiciste.
—Eso crees, Jesse.
— Si hay justificación, entonces, quiero pruebas. — Sujetó mi mano y me acercó a su cuerpo con cierta brusquedad. — No puedo aceptar que me hayas dejado, Nere. Estoy jodidamente enamorado de ti.
— Basta, basta de las mismas mentiras de siempre. — Me alejé con brusquedad de su agarre. — ¿¡No te cansas de mentir con tanto descaro!? ¿¡Por qué mejor no aceptas de una vez qué me has estado engañando durante el tiempo que estuvimos juntos!?
— Nere, amor. Por fa...
— Deja de llamarme así. No soy tu amor y hace mucho que perdiste ese derecho. — Me crucé de brazos, mirándolo fijamente a sus ojos marrones. — Anda, Jesse. Dilo de una maldita vez, y entonces; quizá, sólo quizá... trate de no detestarte tanto y podamos quedarnos en paz.
Jesse solo se quedó mirándome seriamente. Al parecer solo se limitó a escucharme y estudiar mi obvio desprecio hacia él. Verdaderamente, se reflejaba en mi expresión sin ningún temor.
—¿No dirás nada? —alcé una de mis cejas al preguntarle con burla.
Ya no me importaba lo que hiciera o dejara de hacer, pero sí seguía odiando que quería verme la cara de estúpida.
—Nere, yo...
— ¿Sabes qué? — Elevé las manos en rendición. — Déjalo estar.
Pasé por su lado con el mayor desinterés posible y pude sentir su desespero por retenerme. Luego me sujetó del brazo donde cargaba mi mochila. Al él acercarme hacia su cuerpo con desesperación, mi mochila cayó sobre mi antebrazo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con enojo.
—Irme, eso hago.
—Sabes a qué me refiero —forzó mi brazo aún más—. Tu comportamiento, tu forma de actuar... ¿Qué ganas con todo esto?
—Jesse...
— ¿No será qué estás interesada en otra persona? — Me miró fijamente a los ojos.
Tragué hondo, porque su comportamiento me estaba poniendo nerviosa y la situación me atemorizaba.
«Maldita sea, nunca pensé que escuchar a Jesse preguntando si me interesaba otra persona me pondría tan nerviosa».
— ¡Sueltame! — Me solté de su agarre nuevamente. — ¡Es a ti a quién debería preguntarle el porqué de tu comportamiento tan impulsivo! ¡No tienes ningún derecho de reclamarme con este tipo de preguntas! ¡Ninguno! — Tomé aire antes de continuar hablándole con una voz más amenazante. — No me hagas empeorar las cosas, porque, entonces, saldrás verdaderamente perjudicado con tus mierdas de mentiras.
Le dediqué una última mirada furiosa y me giré con fastidio para seguir mi camino. Escuché a Jesse maldecir tras mis espaldas, pero no le hice caso.
La situación ya resultaba muy agotadora. Mi corazón sentía punzadas de decepción y tristeza al recordar que, a pesar de que Adrián y yo nos sentíamos queridos el uno por el otro, era alguien prohibido para mí. Sin embargo, siempre lo tenía en mi corazón y lo sentía por todas las venas de mi cuerpo.
Abrí la puerta de mi hogar y suspiré con suma frustración. Deseaba que las cosas entre Adrián y yo no fuesen tan complicadas a la hora de sentirnos queridos, pero sabía que eso sería imposible.
Con una leve tristeza que comenzaba a sentir en mi interior, cerré la puerta a mis espaldas y me apoyé sobre la misma, sintiendo alivio al alejarme de la cruda realidad.
— ¡Nere, hasta qué al fin te veo! — Dijo Jimmy con emoción al salir de la cocina con una bolsa de doritos.
—Jim —extendí mis brazos para recibir un abrazo de mi único hermano.
—Ayer llegué muy tarde. Es que... —casi no podía hablar con la boca llena.
Negué con la cabeza al sonreír. Caminé hacia el comedor y coloqué la mochila sobre la mesa.
— Ya sé... — Suspiré rendida. — Estabas de joda con los chicos.
—Sí. Bueno, no —rio nervioso—. Lo cierto es que ayer venía más temprano, pero John quiso quedarse más tiempo, así que aproveché para visitar a la señorita Holán.
La mandíbula casi se me cayó al suelo.
—Espera, ¿qué?
—Sí, vive en nuestro pueblo —aceptó con entusiasmo.
—Nunca pensé que la enfermera que trabaja para mi amigo viviera aquí en Dorado.
— He tenido las agallas para hablarle fuera de su trabajo y la he invitado a salir conmigo.
Me senté sobre la encimera de la cocina que se ubicaba junto al comedor, mientras que Jimmy se sentó en una de las sillas junto a la mesa, contándome los acontecimientos de su vida privada.
—Y, ¿aceptó? —alcé una de mis cejas y sonreí.
—Aún no —bajó la mirada. Estaba pensativo, pero algo le divertía—. Es muy pronto para ella, según me dijo.
—¿Y eso por qué? —pregunté con evidente curiosidad.
—Hermanita, recientemente llegaste de Miami y posiblemente sobrepasas el cincuenta por ciento de lo que debes haber disfrutado.
—¿Y?
—Deberías ser tú la que responda preguntas, no yo —sonrió burlón—. Aunque también debo añadir que esto es "dando y dando" —se cruzó de brazos con una extrema sonrisa.
— ¿Dando y dando, pajarito volando? — Pregunté al citar un dicho boricua con sarcasmo.
Jimmy solía ser muy ingenioso cuando se lo proponía.
—Exactamente, que vuelen tus chismes y luego yo te digo los míos.
Suspiré derrotada.
—Terminé con Jesse.
— Eso ya lo sé. Papá no se aguanta nada cuando un hecho lo hace felíz.
—Me he visto a escondidas con su mejor amigo —mordí la uña de mi dedo pulgar.
— Y no te olvides que las bragas estan aquí en nuestra casa, para que se las restregues en la cara.
—Jim...
—¿Qué? —elevó sus manos junto con la bolsa de Doritos—. Nere, te recuerdo algo que es realidad, así que no te sientas mal por eso.
— Es su mejor amigo. — Le recordé con insistencia.
—Eso no me sorprende en lo absoluto —bostezó con tranquilidad antes de comerse otro dorito—. Además, ¿qué tiene que ver eso con el viaje a Miami?
—Porque él fue.
— Uh, eso sí me llama la atención. — Sonrió. — ¿Y? — Jimmy insistió.
—Me gusta.
— ¿Algo qué no sea tan evidente? — Preguntó de manera aburrida.
—Me enamoré de él —confesé.
— Eso no me lo esperaba. — Dijo con sorpresa.
—Ayer se lo dije a nuestros padres, no es mi culpa que no estuvieras.
—Sí, pero bueno, ahora me pones al corriente con eso.
Se levantó de la silla y fue hacia el refrigerador. Luego sacó una botella de agua y comenzó a tomar de ella sin apartar su mirada pensativa de mi rostro.
—¿Les dijiste que es médico?
—Sí, les dije que era cirujano.
— ¿¡Qué!? ¿¡Cirujano!? — Preguntó con sorpresa.
—Es exactamente la expresión que hizo nuestro padre anoche.
Soltó una carcajada.
—Puedo imaginar su cara —negó con la cabeza, pero luego pareció entender algo—: Espera, espera. Te has enamorado del mejor amigo de Jesse, el cual es cirujano. Entonces, viajaste a Miami y él... ¿fue? ¿Fue a verte?
Negué con la cabeza.
—Su padre es mi jefe en el hospital, es el director de mi internado. Al ser un viaje de trabajo, su padre fue y él lo acompañó.
—Entiendo —conociendo a Jimmy, estaba tratando de armar las piezas—. Creo que lo recuerdo —comentó con la mirada perdida—. Bueno, un poco. Eso creo... —volvió a mirarme con curiosidad—. Desde pequeño conozco a John, y cada vez que iba a buscarlo a su casa, veía a Jesse con un amigo. Siempre estaba con él. Bueno, si es el que pienso que es.
—A ver, ¿cómo es él? Según lo que recuerdas.
Quería estar segura de que hablaba de la misma persona, aunque ya lo sabía, pero también tenía curiosidad por saber lo que Jimmy podría decirme en base a sus recuerdos. Desde que me enamoré de Adrián, todo de él me importaba más de lo que pensaba.
—Bueno, era un chico bastante serio y callado. No lo sé, no lo conozco de mucho. Siempre ha sido muy tímido.
"Si supieras que de tímido no le queda ni un cabello."
— Si es el que pienso; es blanco, de ojos verdes. — Continuó diciendo y asintió para sí mismo, pero luego, volvió a tener su mirada fija en mi. — ¡Mierda! ¡Es el cirujano qué operó a mamá! — Exclamó repentinamente al captar de quién se trataba. — ¡Es el qué te besó en la casa de Jesse!
—Es él —suspiré con inquietud.
—¡Oh, carajo! Entonces, sé quien es. Los padres de Jesse y John cuidaban de él, de Andy.
Engrandecí los ojos al escuchar "Andy" de su boca. Sonrió y yo tragué hondo al asentir.
— Por el momento no le digas a mamá que es su cirujano, por favor. Necesito que continúe sintiéndose cómoda con las citas de seguimiento que tiene con él para la pronta reconstrucción de su mama. — Le pedí y él asintió.
Por suerte, mi mamá no lo había reconocido, puesto que llevaba mucho más tiempo que yo sin verlo y sin saber de él.
—Ahora tú —cambié de tema rotundamente—. Dijiste que la enfermera Holán cree que es muy pronto para una salida contigo.
— Hace poco que salió de una relación tóxica. — Se encogió de hombros. — Se llama Leslie.
Asentí con una sonrisa pícara al cruzar mis brazos. Definitivamente, mi vida era de todo, menos normal.
— Por cierto, Nere. — Jimmy volvió a retomar la conversación. — Ya se acercan los meses de junio y julio; eso significa...
— ¡Buenas tardes, familia! — Nuestro padre nos interrumpe al entrar a la casa.
Había llegado de trabajar y cargaba con unas bolsas para los víveres de la casa.
—Hola, papá —lo saludé con emoción.
— Padre... — Respondió Jimmy.
—Hola, chicos. ¿Contando chismes sin mi presencia? —comentó con una mueca de disgusto en su rostro, aunque sabíamos que bromeaba.
—Le estaba contando a Nere que los meses de junio y julio se acercan para celebrar un acontecimiento muy importante —dijo con una sonrisa burlona.
— ¿Celebrar un acontecimiento muy importante? — Nuestro padre preguntó con evidente sarcasmo al guardar en el refigerador algunos de los víveres que compró. — Qué yo sepa, la teoría de la relatividad de Einstein nunca tuvo un día exacto de celebración.
— Papá... — Llamé su atención y me observó con diversión. — Creo que se refiere a su cumpleaños. ¿No es así, Jim? — Miré a mi hermano con emoción al darme cuenta que se refería a su cumpleaños número diecinueve.
—¿Qué? ¡Pero sí hace poco tiempo fue tu cumpleaños! ¡Te compré un carro para la universidad! —mi padre bromeó, pareciendo indignado—. No es el más nuevo, pero está en perfectas condiciones.
Suspiré con gracia.
—Hablando de la relatividad... —sonreí—. Ha pasado un tiempo, casi un año de eso —le recordé, siendo cómplice de Jimmy.
— "¿Qué es el tiempo?" Preguntó Einstein. — Mi padre citó al genio físico, tratando de evadir el tema. — Bien, ¿qué quieres? Pues... — Se dirigió a Jimmy.
—Permiso para celebrar mi fiesta de cumpleaños aquí en nuestra casa y en el exterior —se explicó.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó nuestro padre con curiosidad.
— Amigos, música... Quizá OH.
— Alcohol, vulgarmente. — Espetó mi padre.
Estaba sorprendida con la sinceridad de mi hermano. Me quedé estupefacta y tragué hondo al ver a mi padre pensar sobre el permiso que Jimmy le había pedido. Después de unos largos segundos, nuestro padre pareció sopesar la información.
—Me parece bien —le dijo con seriedad y Jimmy sonrió—. Claro, si Alysha también participa de dicha fiesta —sonrió con suficiencia.
—¿Qué? Yo no...
— No hay problema, padre. — Mi hermano interrumpió. — Nere disfrutará la fiesta conmigo. Me aseguraré de ello y la cuidaré.
— ¿¡Qué demonios haré en una fiesta de universitarios alocados!?
—Nere, puedes traer a tus amigos, a los médicos locos aquellos —me dijo Jimmy, suponiendo que ya asistiría—. Prácticamente, serías una universitaria si no fuera por tu maravilloso cerebro, así que aplicas todavía.
— Muchos de ellos todavía no son médicos. — Corregí. — Además, tendría que ver si no trabajo. — Cerré los ojos con felicidad, pensando que probablemente trabajaré. — Me acostumbré a la aburrida y adulta vida de los médicos.
— Nere, por lo que pude ver, la vida de ustedes es de todo, menos aburrida. — Jimmy alzó una ceja con picardía.
—Hija, es una buena oportunidad para que te diviertas. Me parece bien que disfrutes la fiesta de tu hermano.
—Papá, ¿por qué siempre piensas que mi vida social es deprimente?
— No es deprimente. No obstante, no es tan buena. Aprovecha las oportunidades que te saltastes al terminar la universidad por adelantado.
—Ugh, lo pensaré —bajé de la encimera, mientras que ambos sonreían—. ¿Y mamá? —pregunté con preocupación—. Nunca se demora tanto cuando termina de trabajar.
—Ah, no te había dicho... —mi padre sonrió con emoción, mientras que Jimmy y yo lo miramos con atención—. Tu madre ya no tendrá que trabajar en el supermercado. Hoy tuvo una entrevista de trabajo para el puesto de secretaria en la recepción principal del «Hospital General Pediátrico de Puerto Rico». ¿Puedes creerlo? ¡Ahora tendré a tu madre mucho más cerca!
Estaba más que impresionada, y no por el hecho de que mi madre haya conseguido un puesto de trabajo como secretaria del hospital que estaba justamente al lado y que conectaba con el «Hospital General de Puerto Rico» gracias a un extenso puente acristalado, sino que me sorprendía que podía tener a mis padres más cerca, ya que mi papá continuaba trabajando en las oficinas centrales que se ubicaban en la parte posterior del hospital donde yo trabajaba.
—Eso es maravilloso —le dije cuando salí de mi impresión.
Mi mamá había dejado la universidad cuando se enteró por primera vez que estaba embarazada, así que decidió dedicarse completamente a la etapa maternal, mientras que en aquel entonces mi padre estaba en su último año universitario y pudo culminar sin ningún tipo de inconveniente.
— No te preocupes, cariño. Será cómo si no estuviéramos allí, no te molestaremos para nada.
— ¿¡Pero... qué!? ¡Eso no me molesta, ni me disgusta! ¿¡Cómo puedes pensar eso, papá!? — Le di un abrazo y un beso en la mejilla.
Comencé a alejarme de la cocina, agarré la mochila que había dejado sobre la mesa.
—Por cierto, papá —lo llamé, captando también la atención de Jimmy—. Ya que me has dicho eso, recuerda que el miércoles habrá huelga en los exteriores de los hospitales y centros de salud. Lo más probable es que haya un caos.
— Estoy enterado, pero ¿sabes? Estoy de acuerdo con la manifestación que se llevará a cabo. — Le di toda mi atención, ya que mi padre siempre habla con lógica. — Serás médico, y tú mejo que nadie sabe que ese químico que el gobierno quiere utilizar para exterminar el supuesto mosquito que trasmite el zika, hace igual o más daño que el propio virus. Sólo... piénsalo por un momento. ¿Quién te asegura qué el Naled es seguro para el ambiente? Y más aún, ¿quién te asegura qué al exparcir dicho químico no afectara la vegetación? Y por ende, ¿a nosotros por consumir los alimentos?
Asentí al reflexionar sobre su opinión. El químico lo habían utilizado para esparcirlo por los aire de Florida, Estados Unidos, pero eso no significaba que las personas de mi país estuvieran de acuerdo. Solo esperaba que la manifestación rindiera frutos y que el problema que había durado algún tiempo terminara.
—Lo sé. De cierto modo, estoy preocupada con la situación y con lo que pueda suceder en la manifestación del miércoles. Ten cuidado, papá. De hecho, ya que mamá estará trabajando en el hospital pediátrico, hay que advertirle cómo estará el ambiente para que esté al tanto y tenga cuidado.
Mi padre asintió con tranquilidad y me observó con un brillo en los ojos, mientras me marchaba a mi habitación. Suponía que estaba encantado con que me tomara muy bien la noticia del nuevo trabajo de su amada. La verdad, es que ninguno de los dos me molestan en lo absoluto. Al contrario de todo eso, me sentía felíz por una parte. Son mis amigos y nunca hemos tenido ningún tipo de problema en cuánto a la comunicación o las decisiones que tomo en mi vida ahora de adulta.
🔹
Eran las 12:00 de la medianoche y aún no conciliaba el sueño. Me giré hacia un lado de la cama y presioné las sábanas contra mi cuerpo.
Ahora que recordaba, debería comentarle a mis padres lo que había sucedido la noche anterior con los agentes de la OMS y la ONU, pero el hecho de que Adrián estuviera involucrado, me hacía pensarlo dos veces.
Suspiré y cerré los ojos, relajando mi cuerpo y mi mente, cuando mi teléfono sonó por la llegada de un nuevo mensaje. Al girarme nuevamente y ver sobre la mesita de noche la pantalla iluminada, lo agarré y leí lo que me habían escrito:
[¿Estás bien?
Dr. AWM]
Me mordí el labio inferior al ver que era de Adrián. Le respondí al instante:
"Sí, estoy bien. ¿Tú lo estás?".
Al enviar el mensaje, esperé una respuesta que llegó de inmediato:
[Estoy preocupado. ¿De verdad lo estás?
Dr. AWM]
Achiqué los ojos extrañada. Volví a responderle con intuición:
"Supongo que Jesse ya te habrá dicho todo, ¿no? Además, hoy me vio, hablamos y se quedó bastante enojado por mi evidente rechazo. No fue nada importante.
P.D. No tienes que estar preocupado, ya suficiente tienes con tus pacientes y cirugías como para preocuparte por esas nimiedades mías".
Cuando envié el mensaje, su respuesta estaba demorando y comencé a sentirme nerviosa. Quizá le molestó o interpretó mal lo escrito, pero quería que entendiera que no me gustaba sumarle más preocupaciones de las que ya tenía.
Tragué hondo al cubrirme con las sábanas y suspiré con frustración. En ese momento, mi teléfono comenzó a sonar. Al ver que era una llamada de Adrián, me petrifiqué. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza y mi vientre empezó a contraerse por las cosquillas inevitables que me causaba ver "Andy" en la pantalla que se iluminaba.
— Andy, lo siento. — Fue lo primero que dije al estar nerviosa. — Espero que no hayas malinterpretado el mensaje. — Tragué hondo. — Lo que quise...
—Lo que quisiste decir es que no quieres darme más preocupaciones de las que probablemente ya tengo —me interrumpió en un tono seguro.
—No es probable. Es un hecho —lo reté y sentí que sonrió con exasperación.
— Me corriges... — Susurró, cómo si fuera un hecho.
—No, asumo que sabes que es un hecho, pero tu "probablemente" es para disfrazar lo que es evidente, ya que sabes que eres una persona ocupada —comencé a observar las lucecitas que colgaban en el techo—. Así que, hipotéticamente, te estoy retando.
— ¿Retando a tu futuro director y mentor? Yo no lo haría.
—Relativamente, si hablamos de tiempo, aún faltan unos cuantos meses para violar la ética profesional.
Sentí que sonrió.
— Y ahora estás defendiéndote con la relatividad y el tiempo de Einstein. — Volvió a decir.
Me sorprendí cuando entendió lo que quise decir.
«Mierda, las locuras de mi padre comenzaban a afectarme».
—Yo...
— "¿Qué es el tiempo?" — Citó a Einstein al igual que mi padre. — Debido a que el tiempo es relativo; cuando seas mi estudiante, podemos aplicar la relatividad. Te haré mía hasta que te vengas conmigo y será relativo ese lapso de tiempo, ya que no me verás cómo tu director ni yo cómo mi estudiante.
—Estás loco.
— Loco por ti. — Dijo sin más y sonreí al presionar mis muslos.
— Me gusta mucho cuando te estremeces. — Dijo en un susurro.
Volví a sorprenderme con sus comentarios, pero no lo negué. Todo me encantaba del espécimen, y el hecho de que no solo fuese una cara bonita me atraía más. Me enamoraba con sus locuras, sus ocurrencias y su inteligencia.
— Aly. — Llamó mi atención con más seriedad. — Qué me escribas en un mensaje que no me preocupe y que no te añada a mis preocupaciones, no hará que deje de suceder. Jesse es mi amigo, pero no quiero que te toque o te haga daño.
—Pero te dije que ya no estoy con él, así que eso significa que Jesse no tiene derecho a nada en lo absoluto.
— Lo sé, pero no sabes la rabia que sentí cuando lo escuché hablar de ti cómo si tuviera algún derecho. — Suspiró con fastidio.
—No tienes que...
— Eres mía, Aly. Tus dulces besos, tu piel canela, tu mirada cuando brilla, tus deliciosos orgasmos... me pertenecen. Soy parte de ti, porque me quieres.
Mi corazón estaba a punto de salirse de mi caja torácica. Al menos... metafóricamente.
No encontraba palabras, puesto que mi respiración estaba agitada por sus comentarios.
— Sabes que estoy en lo cierto. — Susurró a través del teléfono al darse cuenta que yo no hablaba. — No importa cuántas veces nos veamos o te llame, te pongo muy nerviosa. Ahora mismo te hablo y presionas tus muslos con dificultad por la excitación que te causo. Tu cuerpo tiembla cuando tengo la oportunidad de tocarte y cuando te hago mía. Te sientes bien porque al fin y al cabo, terminaste en los brazos del niño que ayudaste.
—Andy... —susurré con dificultad a través del teléfono.
— ¿Quieres qué te siga demostrando que eres mía? — Susurró con arrogancia. — ¿Te das cuenta de cómo te pongo con una jodida llamada? Estás ansiosa de que yo vuelva a hacértelo.
Comencé a sentir en todo mi cuerpo un ardor de excitación insoportable y volví a estremecerme de frustración. Suspiré casi en un suave gemido y él comenzó a reírse con una pizca de dulzura.
— Jovencita, creo que comienza a notarse levemente la adicción que usted tiene hacia mis bonitos morbos.
—Te deseo —confesé.
Tocan la puerta de mi habitación.
— Nere, ¿sigues despierta aún? Necesitó que me ayudes con una tarea de biología, por favor. — Escuché a Jimmy al otro lado de la puerta.
Adrián también había escuchado a través del teléfono.
—Mierda —gruñí en un susurro.
— La jovencita ahora no es tan retante... — Sentí que sonrió dulcemente. — Buenas noches, pequeña.
Tragué hondo.
—Buenas noches, Andy —colgué con frustración—. ¡Sí, en un momento te ayudo! —dije entre dientes al abrazar mi teléfono.
«Como si eso sirviera de algo», pensé.
Todavía quedaba martes de por medio antes de que volviera a verlo, pero tenía que ser paciente. Tenerlo y no tenerlo era agridulce, pero no podía hacer más, y menos cuando necesitábamos tiempo para que las cosas se calmaran con Jesse. Teníamos que continuar cuidando nuestra privacidad y ambos estábamos conscientes de que, por más que nos deseábamos, teníamos que ser discretos.
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