Capítulo 19 | Parte 2.
Capítulo 19.
Le había marcado a mi padre cuando finalmente Adrián y yo salimos de su lujoso vehículo, el cuál había estacionado en la parte posterior de su edificio de cuatro plantas. Apesar de lo tarde que era, no dejaba de impresionarme su estructura moderna y la hermosa calle de Ashford Avenue, dónde se localiza el mismo.
— Papá, te prometo que estaré bien. — Le notifiqué de forma comedida.
Apesar de yo ser mayorcita, le tenía un respeto absoluto para estas cosas.
— Confío en que así será, cariño. — Me dice medio eufórico por la información que recibió cuando le dije que me quedaría en la capital con el médico cirujano de su esposa.
¿La cruda realidad de esto? Qué a mi padre no parecía molestarle para nada. Al contrario de cualquier tema o excusa para reñirme, sólo se limitó a escucharme y recalcarme que me cuidara.
— Y cuando me refiero a que te cuides, lo digo en ese aspecto que estás suponiendo. — Mi padre vuelve a la carga.
— ¡Papá! — Exclamo a través del teléfono mientras Adrián se dispone a abrir la puerta posterior de su edificio.
Es lo jodido de tener un padre brillante... Se convierte en una especie de super amigo y, prácticamente, se siente descarado y superior al decirme las cosas con extrema confianza. Pero me encantaba y lo adoraba.
— Ya lo sé, cariño. — Vocaliza más comedido y con extrema paciencia. — Pero no colgaré la llamada tranquilamente hasta que me digas que has entendido lo de cuidarte...
Pongo los ojos en blanco y el rubor se apodera de mi rostro.
— Créeme... he entendido lo que has querido decir.
— Esa es mi chica. — Mi padre está verdaderamente emocionado.
Sé que le hacía feliz el hecho de que no estuviera con Jesse, o quizá porque salgo con un médico... Quién sabe...
"Padres..."
— ¿¡Esa es mi bebé!? — Escucho como mi madre exclama de manera exagerada a través del teléfono. Se escuchaba como un eco a lo lejos. — ¿¡Está con Jimmy!? ¡Juan Antonio, di algo, por favor!
— ¡Calma, cariño! — Escucho como la encara a ella, intentando calmar su impresión. — Nery... No... ¡Nery! — Mi padre se aturde y escucho ruidos extraños, hasta que repentinamente la escucho a ella.
— ¡Hija! ¡Bebé! ¿¡Estás bien!? ¿¡Jesse no te ha molestado, verdad!?
— Mamá... — Cierro por un segundo mis ojos, para volver a tomar una bocanada de aire, llenándome de paciencia.
— ¡Dime que no, o iré a cortarle los huevos!
Tuve que alejar el teléfono de mi oreja, un poco estupefacta. Adrián muestra una leve impresión, porque la alteración de mi madre se escuchaba.
— ¿¡Qué!? ¡Mamá, no! — Suspiré exasperada. — ¡No ha pasado nada! Llamé a papá para avisarles que hoy no... dormiré en casa. — Tragué saliva. — De hecho, regresaré el domingo. Espero que no les parezca mal. Les prometo que estaré bien y... Tengo tu teléfono, mamá. Pueden comunicarse conmigo en cualquier momento. Sé que tengo que arreglar el asunto de mi teléfono, pero... — Me quedo sin habla de repente al ser insistente con mi madre.
Adrián frunció el ceño al escuchar como intentaba calmarla. Al instante, se mostró pensativo. Me pregunto que pensará sobre el hecho de que ella sea su paciente y la madre de su acostada. Conociéndole como ahora, no creo que para él eso sea un incoveniente.
— Cariño, pero... ¿Dónde te quedarás? ¿Y con quién? — Preguntó estupefacta, pero luego, un silencio la invadió al otro lado del teléfono cuando percibí como mi padre le murmuraba en susurros.
Mientras eso sucedía, Adrián estiró su mano para dejarme pasar primero a su edificio. Lo caballeroso nunca se le quitaba.
— ¡Te quedarás con el Doctor! ¡Digo, con Andy! ¡Oh, por Dios! ¡Sí! — Mi madre estalla de emoción como un 4 de julio.
— Mamá... — Me ruborizo al evitar las miradas curiosas de Adrián.
Estaba muy interesando en la conversación que tenía con la insistente señora Nery.
— ¡Ya, ya! ¡No te interrumpo más! — Ríe de manera cómplice, y sé perfectamente que al otro lado debe estar enarcando las cejas.
Tal vez si ella supiera que ya he intimado con su médico cirujano, no estaría de esa manera. Pero claro, tampoco voy a decirle "Mamá, me acuesto con Andy de vez en cuando."
Aunque ellos intuyen mejor que uno mismo, lo mejor sería evitar los detalles. Es mejor dejarlo a la imaginación de ambos, a que lo ideen por completo.
— Cariño, ¿Jimmy no estaba contigo? — Mi madre vuelve a preguntar.
Al parecer, Jimmy les había dicho que pasaría por el Soul Angel y que nos encontraríamos.
— Eh... Sí. De hecho, está en el bar, en el Soul Angel. Adrián y yo decidimos irnos antes...
— Adrián y tú... — Suspira como una niña enamorada a través del teléfono, y yo observo a Mi Cura Prohibida de reojo.
Adrián camina justo a mi lado por el frío, pulcro, y oscuro pasillo que se dirigía al moderno ascensor. Ya había pasado una vez por aquí.
— Mamá, no...
— ¡Sí, bebé! — Exclama con emoción, insistente en sus ideas.
— Hablamos en otro momento. Te amo. Los amo a los dos. — Cuelgo inmediatamente la llamada.
— Me agrada saber que no soy un problema para tus padres. — Adrián sonríe con suficiencia al colocar sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Apesar de que ha sido una larga noche, se le veía fresco, radiante, y sereno con su traje azul marino. Ambos nos detuvimos en el ascensor que nos llevaría a la cuarta planta de éste edificio.
— Por alguna razón, le agradas a ambos. — Le dije, rendida a sus encantos de igual forma que sucedía con las personas a su alrededor.
Sé que no sólo es el hecho de que sea médico, sino que desde que él era más chico y me buscaba, siempre mostró respeto. Eso, y su humildad, siempre le agradó a mi madre. Ahora suponía que mi padre estaba más que encantado, debido a la operación que Adrián le realizó a mi mamá. Sé que ambos lo aprecian de buena manera. Jimmy siente admiración por él, y yo... Bueno, yo no dejo de amarlo cada segundo que pasa. Ojalá él supiera lo especial que puede ser para las personas a su alrededor.
— Aly, no sabes cuánto me abruma que te ausentes así de mí. — Adrián me saca de mis ensimismamientos.
Ni siquiera me había dado cuenta que ya estábamos dentro del ascensor y que ascendía.
— Ah... Yo... Sólo estaba pensando. — Encojo los hombros, restándole importancia. — Nada importante.
Él, por otro lado, me escruta con su mirada. Intenta asumir que yo realmente no le estaba dando vueltas a tantas cosas.
— Te gustará, Aly... — Inquiere, sin despegar sus ojos de mí.
— Eso... creo...
— Estoy completamente seguro de que así será. Lo único que me tiene un poco intranquilo son los detalles y las medidas que yo deseo que tú acates. Nada más.
— Sí, me he dado cuenta que eres muy mandón.
— ¿Eso crees? — Me sonríe y sus ojos brillan como chispas destellantes.
— No lo creo. Es así. — Le recalco.
Adrián enarca las cejas y roza una de sus manos por su barbilla, reflexionando mi respuesta.
— No pensé que lo dirías como si tal cosa. — Niega al sonreír sensualmente.
— ¿Después de la enorme lista de cosas que eres, no catalogas "mandón" para incluirlo?
— "Mandón" no debería. — Susurra calculadoramente. Su mirada verde contrae mi vientre, e instintivamente bajo la mirada. — Precavido, comedido... Se escucharían mejor.
— Sólo lo estás decorando. — Le digo en voz baja, aunque retante.
Sus ojos siguen brillando con diversión, y eso sólo logra que yo me derrita.
— Maldita sea... — Vocifero en un susurro para mí. Él, obviamente, lo escucha. — Odio cuando me miras así.
Le doy la espalda mientras el ascensor está a punto de llegar a la cuarta planta. Siento que él se acerca y se detiene a centímetros de mi cuerpo. Su aliento se pasea por mi hombro.
La realidad es que no era así, no odiaba ese tipo de miradas de él, sino que sus ojos son mi debilidad favorita. Francamente, el verde se convertía en uno de mis colores preferidos. Gracias a sus hermosos ojos...
— Y yo odio cuando me mientes así. — Susurra con suavidad al sentir su aliento por la base de mi hombro, hasta llegar a mi cuello descubierto.
Sé perfectamente que sus ojos están fijos en mis expresiones desde su posición. La tensión comenzaba a agolparse nuevamente, pero gracias al sonido de ascensor, avisando que habíamos llegado a la cuarta planta, Adrián sólo se dispuso a seguir su camino, dejándome allí mismo con el corazón acelerado. Por suerte, también me dispuse a salir rápido del ascensor para seguirlo.
Recordaba el lugar, el rústico despacho, decorado a lo antigüo. Debo volver a admitir que Adrián tiene buenos gustos para las cuestiones mobiliarias. Es cierto lo que dice de ser precavido para todo. Las paredes llenas de libros no dejan de impresionarme, lo que me hace pensar cuando me recordó largos minutos atrás que a ambos nos gustaba leer. Y era cierto, me encantaba leer de todo un poco. Sin duda alguna, éste debe ser su lugar preferido.
— Y, dime... — Llamo su atención al caminar lentamente para apreciar el lugar un poco más. — ¿Has leído muchos de los libros que tienes aquí?
— Te sorprenderías. — Es lo único que me dice al respecto, sin girarse.
— Eso no lo pongo en duda... — Fue un comentario que, prácticamente, dije para mí misma.
Antes de que pudiera percatarme, él me estaba esperando, parado junto a su precioso y lujoso escritorio hecho en madera. Su semblante era serio y comedido. Yo me acerqué a él al cruzar mis brazos por el repentino frío que comenzó a emanar en mí debido a los nervios.
— Oye, Ojitos Bonitos... ¿Y esa mirada? — Le pregunté al verlo tan serio.
— Quiero que entiendas la seriedad de éste asunto. Es importante para mí. Por eso.
— Está bien, Adrián. — Digo con cierta firmeza al sentarme en el mismo lugar que había estado antes cuando decidió confesarme sus trastornos. — Sólo intento aminorar la... situación.
Me mira con cuidado al rodear su escritorio para sentarse en su acojinado asiento.
— No quiero que lo hagas. — Espetó fríamente, con cierta seguridad en su voz. — No quiero que aminores la situación. — Vuelve a ser más claro al juntar sus manos con suma profesionalidad.
— ¿Qué quieres decir? — Pregunté.
— Qué deseo y quiero con sumo interés que tomes esto con seriedad y que aceptes de buena manera lo que yo te proponga en ésta conversación.
— Eso espero...
— Quiero que lo intentes. — Me fulmina con su seria mirada.
— Está bien. — Lo miro con sinceridad, dispuesta.
Él estudia mi mirada y mis gestos. Sé que quería cerciorarse de que estaba consciente de lo que tal vez llevaremos a cabo, pero, no pude evitar darme cuenta que mi sincera mirada lo hizo sentir vulnerable. Se recostó sobre el respaldo de su asiento, y debo deducir que reflexiona al tomar suaves bocanadas de aire para proseguir.
— Como esto es algo que yo te pediré para mi conveniencia, e intereses personales, debo tratar ésta situación entre nosotros con calma. Por lo tanto, al final, tu palabra es la que cuenta. Sé que quizá todo esto lo verás absurdo o descarado, pero la único que quiero de ésta conversación es que mantengas la mente abierta y que estés completamente segura de que podemos consensuar lo que tenemos y tendremos.
— Creo que sí... — Logré decir al tragar saliva, pero él suspiró con una pizca de exasperación. — Es decir... — Corrijo mi voz a una más firme y contundente. — Sé que tu interés es absoluto y quieres que yo esté bien con todo esto. Lo sé. Lo veo en tus ojos y en la manera tan cuidadosa en la que me tratas. Sé que no quieres dañarme. Créeme, Andy. Lo sé.
Él asiente un poco más permisivo y veo alivio en su mirada. Estaba tenso desde que se sentó junto a su escritorio, sin duda alguna.
— Esa afirmación me parece mucho mejor. — Asiente. — Y ya que estás consciente de que sí tengo un trato distinto contigo, me gustaría que comencemos ésta conversación con las preguntas que tengas al respecto sobre mí. En estos temas, claro...
— Creo que no terminaríamos nunca. — Mis ojos se engrandecen y él se contuvo de mostrar una media sonrisa.
— Tú y yo tenemos todo el fin de semana para esto. No te cohibas ahora, Aly. Necesito en éste momento a la chica inteligente y extrovertida que eres. ¿Entiendes? Necesito que me hagas preguntas sobre esto. — Adrián realmente estaba interesando en que yo aceptara todo lo que él me ofreciera, en sus ojos se reflejaba la inquietud de mi pensar sobre todo esto.
— Bien... — Susurré, intentando reordenar mis dudas. — ¿Por dónde empiezo? — Toqué mi barbilla con mi dedo índice. — Sí, ya sé... — Lo miro con más seguridad. — Supongo que siempre has discutido esto antes, ¿no es así?
— No de ésta manera. No como ahora lo hago contigo. La vez que cenamos cerca de aquí, te había dicho que hay lugares dónde personas con mucho dinero consiguen lo que quieren. Para mí, el bar de Jesse era uno de esos lugares. Yo conseguía lo que quería en el mismo, sin ningún tipo de inconveniente.
"Uf, carajo... Esto realmente me costará asimilarlo." Mi subconsciente estaba en alerta.
Al menos, era un avance respecto a mostrarse abierto y permisivo con temas que supongo son muy privados y personales para él.
— ¿Cómo... lo conseguías? — Pregunto con la voz un poco entrecortada.
Él me observa con determinación, apto para continuar respondiendo y enfrentando mis preguntas.
— Cuando conocía a alguna mujer que estuviera realmente interesada en mí, yo sólo le hablaba de mis intereses y de lo que buscaba. Así, con simpleza.
— ¿Jesse te ponía en contacto con... algunas de ellas? — Me duele preguntar, pero necesito llegar al fondo de éste asunto.
— Sólo al principio. Luego no necesité más de su ayuda.
— Claro, ayuda...
— Aly, siempre he sido claro. Tampoco es que ellas estuvieran obligadas. — Se encoge de hombros levemente, observándome con muchísimo interes. — Sólo tenían que aceptarlo o no aceptarlo. Con un simple "Sí" o "No" bastaba. De momento, nunca he recibido un "No." Aunque contigo aquí, y en mi situación, cualquier cosa me puedo esperar de ti. Me frustra muchísimo no tener el control absoluto de tus acciones en cuánto a mí. Pero me fascinas y me jodes a la vez. Es una mezcla inquietante lo que me sucede contigo. Sin embargo, como no me puedo contener con tu presencia tan dulce y jovial, te llevaré a mi complejidad. Si me vas a joder mentalmente, que sea porque me perteneces totalmente.
Asiento en señal de comprensión. Lo miro intensamente a sus ojos, intentando comprender su compleja personalidad.
De alguna manera, sentía que él quería que yo me sintiera dependiente de él en algo en concreto. La cuestión es que no sabía en qué, y tampoco sabía si podría soportarlo. Es decir, soy casi una graduada en medicina general, una chica independiente que le gusta realizar las cosas de manera espontánea, sin mucho rodeo o explicación. Sólo esperaba que no afectase mi vida laboral y social. Y si esas dos cosas primordiales no se verían afectadas, entonces, aceptaré con total valentía lo que él quisiera de mí para con él.
— Como he dicho... — Prosigue sin perderse cada gesto de mis facciones pensativas. — Fueron mujeres que estuvieron dispuestas a aceptarlo. Si más adelante pensaron que conmigo podrían tener un tipo de futuro cursi, o que eso me haría cambiar para tener algo más formal, se equivocaron de perspectiva. Siempre he sido claro.
"Adiós a mis estúpidas esperanzas sobre amarlo recíprocamente."
— ¿Desde cuándo haces esto? — Niego de manera estupefacta y él intenta comprender a qué me refería exactamente. — Me refiero a éste tipo de relaciones... — Le aclaro.
Adrián vuelve a juntar sus manos sobre el escritorio y me mira con una sombría seriedad al acercarse un poco más a mí desde su posición.
— Después de ti. — Confiesa sin más, pero aún yo no entendía y él se dio cuenta, puesto que no fue claro. — Es decir, después de tener esas tontas esperanzas sobre ti en cuánto al amor y todas esas cursilerías. Después de tu indiferencia sin intención. Después de las burlas, humillaciones, y golpes por parte de Jesse. — Él mencionaba todo eso como si lo reflexionara con fastidio. — Sí... Después de todo ello...
De repente, sentí cómo un dolor en mi pecho se inundó. Sentía que se estaba comprimiendo por sus respuestas. Sé perfectamente que para ambos esto resultaba un poco incómodo, especialmente en el tema de las burlas y maltratos.
— Estoy casi seguro que has escuchado una gastada frase que dicen por ahí, sobre que, "Lo que no te mata, te hace más fuerte." — Me observa con superioridad y yo trago saliva al instante.
— Sí. — Confirmo.
— Bien, porque esa es la frase que me describe a la perfección. — Él vocaliza fríamente, en un susurro ensordecedor e inquietante. — He superado todas esas mierdas, créeme. — Se recuesta sobre el respaldar de su asiento. — Por eso, a mi no me importa en lo absoluto que Jesse se entere de que eres mía. Si he sido discreto en cuánto a él, es por ti. Que sea mi amigo no significa que le deba rendir cuentas ni pleitesías. No le rindo pleitesías a nadie.
"Mier...da."
— ¡Disculpa si era demasiado joven para ti, y para no darme cuenta de que estabas enamorado de mí! ¿¡Sí!? — Lo reté con frustración, con mi corazón encogido. — Pero no tienes que hablarme así, con esta turbia mirada, como si yo tuviese la culpa de... todo eso.
Adrián no dejaba de observárme en cada exasperado gesto que yo reflejaba, pero no parecía afectarle, o al menos... eso creo yo por lo que muestra su complejo ser.
— ¿Me dirás que también has superado el hecho de que no sientas nada por mí? — Lo reté con la mirada, fundida en sus verdes ojos.
— Sí. — Espetó con frialdad. — Pero te quiero. Es la verdad. Te quiero y... — Se levanta de su asiento y me da la espalda. — Que haya superado tu amor... no significa que no te desee y te quiera. — Se cruza de brazos, aún dándome la espalda, observando por la única ventana que tenía éste despacho. — Es por eso que me tomo ésta situación con mucho cuidado, porque te quiero demasiado. Tanto así, que necesito tenerte y que seas mía en cualquier aspecto, por muy jodido que sea.
— Lo entiendo, aunque sea bastante contradictoria tu explicación. — Le comenté con una mezcla de sentimientos retorcidos.
Sentía tristeza, impotencia, frustración, amor...
— Eres mi única y favorita contradicción. Y te puedo asegurar que eso sí es muy cierto. Soy una persona tan inestable emocionalmente, que puedo llegar a ser contradictorio en innumerables ocasiones. Eso de mí, puede herir. Y es lo que no quiero. Es por eso que tengo medidas y límites. No nada más para satisfacer mis necesidades sexuales.
Estaba consciente de que él creía que yo no lo entendería a la perfección, pero se equivocaba, porque yo estaba entendiendo cada maldita explicación. Todo lo que él intentaba explicar, lo estaba comprendiendo por muy jodido que sea. Sin embargo, no dejaba de doler en lo más profundo de mí.
— Sí. — Afirmé con certeza. — Has creado poco a poco, en el transcurso de tu vida, unas medidas y límites que te ayudan a controlar tu inestabilidad emocional. De esa forma, no afecta tu vida cotidiana. Esos límites y medidas te ayudan en tus trastornos que se han ramificados. — Trago saliva para luego proseguir. — Tanto en las parafilias que experimentas, como en tus trastornos de obsesión compulsiva.
Adrián no puede evitar su impresión cuando volvió a fijar sus ojos en mí una vez que se giró. Podría describir lo que veía en sus gestos faciales; fascinación y compresión absoluta dibujaban muy bien sus ojos y su boca tan tentadora.
— Te has tomado en serio la cuestión investigativa. — Aunque estaba serio, su tono ronco, suave, y aterciopelado, se escuchaba de forma sorpresiva. — Has...
— He estudiado al respecto, sí. — Lo interrumpí al instante. — He estado estudiándolo, Andy. — Confieso con extrema seguridad. — Te tomo en serio. Te quiero de verdad.
"Te amo de verdad." Mi subconsciente insistía en una confesión arrebatadora y liberadora que yo me seguía aguantando.
— Por eso es que creo que nos llevaremos muy bien en nuestra intimidad personal y privada. Eres muy inteligente, capaz, amable, dulce, entregada... Yo necesito esas cualidades que posees en el aspecto emocional de mi vida que está tan jodida y deteriorada.
Es sincero. Sus palabras me reconfortaban de alguna manera para seguir adelante con esto. Apesar de que no me amara...
— Hemos intimado antes de ésta conversación, incluso antes de que me hablaras de tus trastornos y desviaciones sexuales. — Lo miré con curiosidad y él sólo asintió levemente, dándome toda su atención. — ¿Por qué? ¿Y por qué te has contenido conmigo si padeces de ciertas parafilias?
— Aly... — Se sienta en su escritorio y pasa su mano derecha por sus mechones, intentando responder con lógica. — Te había dicho que al saber que estabas con Jesse, sabiendo lo que él hace, no permitiría que te tocara. No sé, al saber que eras tú, algo dentro de mí se removió por completo. Sentí rabia, frustración, desespero... — Me mira directamente. — Yo nunca te olvidé. — Confiesa. — Nunca. No como tú.
— Basta. Me duele que digas eso. — Le advertí.
Él se contuvo y sólo asintió, aceptando el que yo le haya dicho que se detuviera al restregarme en la cara algo que fue cierto. La única razón por la que dije "Basta," fue porque yo ya no podía hacer nada en esa cuestión.
Él nunca me olvidó. Ya lo sé y es cierto. No obstante, yo continué creciendo, viviendo mi vida con normalidad y despreocupación. Detesto que las cosas hayan surgido así, pero yo seguiría adelante. Me conformaría con lo poco que queda de ese niño tímido y humilde, así tenga que sumergirme en aguas profundas. Así me ahogue con éste amor...
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