Capítulo 1
"Arma oculta"
Francia: Mayo 2024
Adira.
Observo la escena frente a mí: un hombre reducido a llantos y súplicas, su cuerpo marcado por los golpes de quienes buscan una confesión que él se niega a dar. Su único delito ha sido traicionar a la Mafia.
Nunca he hablado con él pero lo he visto muchas veces cargando y descargando mercancías. Hace apenas unas horas, intentó escapar en medio de una entrega, pero los hombres de Jonathan lo descubrieron y su huida se convirtió en una pesadilla.
Lleva rato recibiendo golpes, y Smith, apoyado en las rejas, observa con una mirada fría y calculadora. La escena revive mis propios recuerdos: años atrás atrapada en un lugar como este, donde cada día habia una prueba o tortura, y cada herida era un mensaje de dolor y control.
El hombre, desesperado, empieza a llorar y balbucear algo sobre una hermana que necesita de él. Smith, imperturbable, hace un gesto para que abran la reja y me indica que entre. Camino hacia él, que apenas se mantiene consciente, con el rostro hinchado y sangrante, el torso desnudo y cubierto de cortes que revelan la carne viva. Mis pasos resuenan en la celda, pero no muestran piedad.
Sin una palabra, los guardias lo arrodillan frente a mí. Él levanta la cabeza con esfuerzo, y sus ojos, hinchados y llenos de lágrimas, se aferran a mí con una esperanza desesperada.
- Por favor...-gime entre sollozos, la voz rota.- Sálvame... Tengo una hermana... por favor...- súplica ante mis pies.
Lo tomo del mentón y lo obligo a mirarme a los ojos. Mis labios se curvan en una sonrisa fría y despiadada. Busco a Smith con la mirada; él me devuelve un simple gesto de asentimiento. Sin vacilar, rodeo al hombre y desenfundo el cuchillo, pasando la hoja afilada por su cuello de un movimiento rápido y preciso. Sostengo su cabeza firmemente, asegurándome de que el corte atraviese lo suficiente. La sangre brota, tiñendo mis manos, mientras sus últimas palabras se ahogan en un gorgoteo débil.
Me inclino y susurro, con una frialdad que lo acompaña hasta su último suspiro:
- No te preocupes. Yo me ocuparé de que nadie toque a tu hermana... ni siquiera tú.
La sangre empapa el suelo, y mis manos, cubriéndolos de un rojo profundo, dejo que su cuerpo inerte caiga al suelo. Mientras me limpio las manos, y mi cuchillo con la tela de mi blusa, el silencio en la sala se vuelve abrumador. En ese instante, soy solo una asesina, despojada de cualquier humanidad que una vez pudo habitarme.
Levanto la vista y encuentro la mirada de Smith entre la multitud. Detrás de su expresión aprobadora, sé que debo recordar cada rostro, cada detalle. No soy una asesina por elección; soy una máscara, un arma de doble filo. En lo más profundo, trato de convencerme de que sigo siendo yo.
Smith con una mirada satisfecha, desde el otro lado de las rejas, murmura en perfecto francés:
- Bien hecho, héritière.
Luego, se retira, dejando que sus palabras resuenen en mi mente, mientras veo cómo arrastran el cuerpo sin vida del hombre.
No siento pena ni remordimiento; ningún rastro de humanidad queda en lo que acabo de hacer. Soy un monstruo, una asesina conocida en todo el mundo, una criminal buscada y una traidora para los míos. Dejé que la oscuridad se filtrara en mi vida porque no tenía otra opción; tuve que sobrevivir y proteger a quienes amaba.
Pero así como me convertí en un monstruo, me dedico a destruir a otros. Como el que antes yacía frente a mí: un hombre que, siendo un esclavo, se las ingenió para abusar de varias mujeres, incluyendo a su propia hermana de quince años. Ella vino a mí hace unos días, rogándome que la ayudara, y lo hice. Le tendí una trampa, asegurándome de que pareciera que intentaba escapar con nuestra mercancía. Lo drogué hasta que perdió el control y, en su estado, Jonathan "confirmó" que estaba huyendo con kilos de cocaína, mariguana, heroína, fentanilo y otros narcóticos.
Disfruté matarlo, como disfruto cada día de erradicar a hombres como él. Me he convertido en un símbolo de la Mafia Francesa, en una figura que temen y veneran. Creen que seré su próxima líder, que haré la organización más poderosa... cuando en realidad, la destruyo poco a poco desde dentro.
Claro, no todos están de acuerdo. Algunos apoyan a Jonathan, lo ven como el heredero, pero la palabra de Smith se impuso meses después de mi llegada a Francia, proclamándome como la futura dueña del país. Aún se me eriza la piel al recordar ese día. No obtuve el título fácilmente; tuve que recurrir a medidas desesperadas, pero valió la pena. Me forzaron a unirme a esto, a ser su heredera. Y la rabia de ser arrancada de la vida que amaba me empujó a querer destruir todo. No me conformaría con ser una asesina más. Yo quería a Francia en mis manos, y llevo casi tres años trabajando para conseguirlo.
Salgo de las celdas buscando aire. Estos pasillos me sofocan, como si ahogaran cualquier rastro de humanidad que aún quede en mí. Pero mantengo mi máscara fría y distante; es la única protección que me queda.
Hace no tanto tiempo, formaba parte de la Agencia Secreta y Policial de América, llevaba un uniforme impecable y con orgullo me dedicaba a la justicia. Pensé que dedicaría mi vida a ello. Pero la oscuridad me alcanzó, y me vi obligada a elegir otro camino.
Ahora soy conocida como una fuerza implacable en la Mafia, una asesina despiadada que lucha sin descanso. Mi iniciación fue brutal, me despojaron de todo lo que era, me reconstruyeron a su imagen. He hecho cosas de las que no me enorgullezco, he matado a quienes no merecían sufrir, no justifico mis acciones, pero se que tuve que hacerlo para vivir. Y recuerdo cada rostro, cada mirada, cada súplica, cada día que pasa me digo que es un día menos viviendo esto.
Con el tiempo, gané poder y respeto, aunque sé que siempre habrá quienes deseen mi caída. No importa, porque pronto no habrá nadie en el mundo que se atreva a desafiarme.
Smith, Sara, Jonathan... todos los criminales, todas las mafias caerán.
Prometí acabar con ellos, y voy a cumplirlo.
Avancé hacia mi habitación, el eco de mis pasos resonando en los pasillos vacíos. Al abrir la puerta, la oscuridad de mi refugio me envolvió como un manto pesado; el aire era denso, pero sabía que en esas cuatro paredes podía ser realmente quien era, no quien pretendía ser.
Me acerqué al espejo que colgaba en la pared, con la luz iluminando mi figura. Al mirarme, lo que vi ya no me sorprendía. En los primeros días, esa imagen me atormentaba. Pasé semanas incapaz de enfrentar mi reflejo, pero ahora, lo había aceptado.
Allí estaba yo, con mi ropa salpicada de sangre, un recordatorio cruel de la vida que había elegido. Las manchas brillaban oscuras contra el fondo de la tela, como cicatrices visibles de la monstruosidad a la que me había entregado.
Mis manos, que alguna vez fueron herramientas de justicia, ahora estaban manchadas de un rojo profundo.
Recordé la primera vez que me vi así, después de una de las pruebas más terribles que enfrenté: me encerraron con otros, donde todos luchaban por sobrevivir. Me obligaron a pelear hasta la muerte, y eso hice; tuve que acabar con todos. La mayoría tenía más experiencia que yo, golpeaban más fuerte que yo.
En un instante, creí que moriría, pero me levanté y, con las últimas fuerzas que me quedaban, grité al mundo quién era y de lo que era capaz, hice lo que mejor sabía hacer: resistir hasta el final.
Ese día, mis manos temblaban levemente; ahora no lo hacen.
El reflejo me devolvía la mirada de una extraña, una mujer transformada en algo que nunca había querido ser. Me observé y me dije a mí misma: "Está bien. Es la única forma de sobrevivir".
¿Lo era realmente? ¿O es que me gustaba ser un monstruo más de lo que admitía? La respuesta siempre me atormentaba.
El nudo en mi estómago se apretó mientras un torrente de emociones me abrumaba: confusión, rabia, tristeza y una oscura satisfacción. Había cruzado líneas que nunca pensé cruzar.
Para convencer a los demás de lo que era, tuve que dejar que Smith me formara, que se acercara a mí y fingir que todo estaba bien. Tuve que convertirme en una maldita copia de él, y aunque lo odie en silencio y desee verlo muerto cada día de mi vida, me atormenta pensar que, al final, me estoy convirtiendo en él.
Porque eso es lo que dicen: que soy su copia. Debo hacer un esfuerzo por ignorar esos murmullos, aunque me aterra que sean ciertos.
Con un suspiro entrecortado, giré la cabeza, apartándome del espejo. La mujer que había sido, la que anhelaba, estaba atrapada en ese reflejo. Sabia que algún dia saldria y sería libre, solo esperaba que cuando eso sucediera, no fuera demasiado tarde.
Y mientras la oscuridad me envolvía, sabía que debía aferrarme a mi nuevo rol, porque era la única forma de sobrevivir en un mundo donde los monstruos reinaban. Con determinación, me despojé de las ropas manchadas, dispuesta a enfrentar el nuevo día, aunque eso significara volver a pretender ser alguien que no quería.
***
Con el mentón en alto y la espalda recta, entro al campo de entrenamiento. Las puertas metálicas se abren con un eco que corta el aire, y, al cruzarlas, siento cómo la atención de todos se centra en mí. Los murmullos y sonidos de combate se apagan; una satisfacción fría recorre mi cuerpo al notar las miradas, mezcladas entre respeto y algo de temor. Lo que más disfruto son las miradas cargadas de enojo, especialmente la de Jonathan, quien se encuentra en una esquina, peleando con uno de sus hombres.
Es irónico. No importa dónde esté; siempre termino siendo la extraña.
Bastian camina detrás de mí, atento a mi señal. Con un simple gesto, se encamina hacia la cabina de control y activa el sistema de entrenamiento. El espacio cuenta con tecnología de alta precisión, perfeccionada por Alex para hacer del simulacro un verdadero desafío.
Me acerco al área central y tomo mi posición. En cuestión de segundos, las luces parpadean en rojo, marcando la cuenta regresiva para el inicio del simulacro: tres segundos.
El primer cuchillo vuela directo a mi hombro derecho. Doy un paso atrás y giro el torso, dejando que pase a unos milímetros de mi piel. Otro cuchillo aparece casi de inmediato, esta vez dirigido hacia mi cabeza desde el lateral. Me inclino hacia atrás en un arco ágil, sintiendo el corte del aire. Avanzo rápidamente mientras los cuchillos surgen de diferentes direcciones, obligándome a saltar y girar, cada movimiento calculado en fracciones de segundo para esquivarlos.
Al llegar al siguiente perímetro, las armas se activan, disparando balas de goma. Me lanzo al suelo para evitar la primera ráfaga, ruedo hasta una de las armas y la desactivo antes de que recargue. Apenas me levanto, otra arma apunta en mi dirección, pero ya estoy en el aire, saltando con ambas manos apoyadas en el suelo y dejando que las balas pasen entre mis piernas mientras caigo en una posición segura.
Recojo dos cuchillos del suelo y los lanzo para activar otra arma, que gasta su munición disparando al vacío. La distracción me permite avanzar hasta el centro, donde las últimas dos armas me apuntan desde lados opuestos. Con un mínimo movimiento, ambas siguen mi dirección.
Espero el momento preciso... y cuando lo veo, me lanzo rodando hacia la izquierda. Las armas disparan, pero mi cálculo fue exacto: sus sensores captan el movimiento frente a ellas y se confunden, destruyéndose mutuamente en un cruce de disparos.
Con una sonrisa satisfecha, corro hacia el botón rojo y detengo el simulacro. Respiro profundamente y me río de la técnica de Alex.
- Si no puedes esquivar las balas, haz que las desperdicien.- murmuro.
Levanto la vista y me encuentro con la mirada fija de Jonathan desde el otro lado del campo, apoyado en una de las estructuras de pesas. Rompo el contacto visual cuando las paredes de cristal blindado se levantan, y noto a varios espectadores observándome desde el otro lado del vidrio.
Camino entre la multitud que se aparta a mi paso, y rápidamente, Bastian llega hasta mí, ofreciéndome una toalla y una botella de agua.
- Nuestro amigo Jonathan te ha observado todo el tiempo.- me informa.- Él y sus hombres.
- Como siempre.
Salimos del lugar, y Bastian me sigue de cerca, cumpliendo con su deber de escolta. Nos dirigimos a la cocina, donde las sirvientas me ofrecen preparar algo de comer o asear mi cuarto.
- No es necesario.- respondo amablemente.- Pueden retirarse.
Espero a que se vayan, tomo asiento frente a la isla y bebo agua con calma, secándome el sudor. Intento preparar un café, pero Bastian se interpone, alcanzando la alacena antes que yo.
- Déjame hacerlo.- insiste.- No te alteres, puedes mirarme hacerlo.
Intento negarme, pero ya ha empezado. Resoplo, resignada, y me siento a observarlo en silencio.
Cuando termina, coloca la taza frente a mí con una sonrisa amable que me hace poner los ojos en blanco. Bebo los primeros sorbos y, como siempre, el café sabe perfecto. Decido odiar en silencio la habilidad de Bastian y le ordeno que tome asiento frente a mí.
Bastian es mi escolta, alguien a quien al principio aborrecía y de quien intenté deshacerme. Pero con el tiempo entendí que él también es una víctima de Smith, alguien que, al igual que yo, fue obligado a tomar este camino, y asi como él, hay muchos otros. Me ha ayudado a construir gran parte de lo que tengo; y aunque muchos me odien, también hay quienes me son leales. Entre ellos, las mujeres, que aparentan ser indefensas ante los ojos de Smith y La Sombra Negra, pero que en realidad han sido de gran ayuda para mí.
La paz no dura mucho. Siento una presencia a mi lado y levanto la vista para encontrarme con Jonathan, vendado y con las manos ensangrentadas. Bastian se pone de pie, colocando las manos detrás de la espalda en señal de respeto, a pesar de su evidente desprecio.
Jonathan también es su superior pero es a mi a quien le sirve las órdenes y por ello disfruto de ordenarle que vuelva a sentarse. Lo cual a Jonathan lo toma desprevenido.
- Sabes que puedo ordenar su ejecución por esta falta de respeto, ¿verdad?- me pregunta Jonathan.
- Sabes que solo sigue órdenes de su jefa, ¿verdad? ¿Sabes dónde está?- respondo, y termino fingiendo sorpresa mientras llevo una mano al pecho.- Ah, cierto... esa soy yo.
- Entonces quizás quieras entregarle esto a tu jefa, Bastian.- le extiende un papel frente al rostro.
Bastian frunce el ceño observando el papel y lo desliza sobre la mesa dejándolo frente a mí.
- Parece que tu ex se está divirtiendo mucho.- escucho a Jonathan a escasos centímetros de mí.
Mi mirada va hacia el papel que me muestra el rostro de Luke junto a un informe detallando sus ataques recientes en México, donde neutralizó a un grupo de criminales.
- Escuché que todas las mafias lo están cazando.- comento, endureciendo la mandíbula mientras doy otro sorbo de café.- Quién sabe, quizá algún día lo encuentre yo.
Suelto una risa irónica. Es más probable que Luke lo encuentre a él antes que Jonathan consiga llegar al Comandante. Ciertamente con los años se ha vuelto más ágil a la hora de escapar, así como de encontrar a sus presas.
- Claro, y tal vez así puedas volver a ser el heredero. Oh, espera, eso nunca pasará.- le dedico una sonrisa burlona.
- ¿En serio crees que puedes quitarme lo que me pertenece?- me agarra del brazo, pero la intervención de Bastian lo obliga a soltarme.
Yo continúo tranquila, bebiendo de mi café, mientras Bastian rodea la isla de la cocina para ponerse frente a mí, bloqueando cualquier intento de Jonathan de acercarse más.
- Sorpresa, Johny.- respondo con un tono dulcemente fingido.- Ya lo hice.
Jonathan jamás será alguien de mi agrado, y sé que yo tampoco lo soy para él. Mi ascenso es una molestia constante para muchos, especialmente para él y Sara.
- ¿Ya enviaste el regalo de bodas? -cambia de tema.- Para tu hermanito; escuché que se va a casar. Debe doler... no poder estar allí.
- En realidad, no.- respondo con firmeza.- Porque si estuviera, no podría ver tu cara de decepción cada día ni disfrutar de tus fracasos.
- Algún día tu pequeño imperio caerá. Yo lo haré caer. ¿De verdad crees que Francia será tuya algún día? Estás muy equivocada.
- ¿No te cansas de repetir siempre el mismo monólogo?- se escucha una nueva voz.- Es agotador. Supéralo.
Alex entra en mi campo de visión, y la molestia en el rostro de Jonathan se multiplica al verlo.
Jonathan puede odiarme, pero odia aún más a su primo.
- Ven, Alex, acércate.- le digo, haciéndole señas.- Escucha cómo Jonathan lamenta no haber sido el elegido.
- Ay, Johny, ¿todavía tienes pesadillas sobre cómo te reemplazaron?- bromea Alex. No puedo evitar soltar una carcajada.
Jonathan se tensa aún más, y la situación se vuelve cada vez más divertida con cada palabra de Alex.
- Oí que alguien completó el simulacro, así que vine corriendo a ver quién fue.- dice, tomando asiento frente a mí.- Por un momento creí que habías sido tú, Jonathan. Pero claro, ¿cómo podrías, existiendo Adira?- el doble sentido es claro, y me preparo para ver la explosión.
Jonathan lo entiende y, furioso, intenta agarrar a Alex de la camisa, pero esta vez soy yo quien interviene, desenfundando mi arma y apuntándola a su rostro.
- Si fuera tú, lo soltaría.- le advierto, mientras Jonathan, rojo de rabia, se detiene.
- Sí, Johny, suelta al cerebro de la organización, por favor.- sonríe Alex, disfrutando de su pequeña victoria.
Con visible frustración, Jonathan finalmente suelta a Alex, dedicándonos una mirada de desdén a los tres, mientras Alex se sacude la camisa.
- ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te pareces a un tomate cuando te enojas?- pregunta Alex, provocándome otra risa en mí.
La capacidad que tiene para hacer enojar a Jonathan, es de las cosas más gratas del mundo.
- Patéticos.- murmura Jonathan, rabioso, antes de marcharse.
Guardo mi arma y vuelvo a sentarme.
- Un día de estos, va a matarte a golpes por esa boca.- le digo, sin poder evitar una sonrisa.
- Nada que no haya intentado antes.- responde encogiéndose de hombros.- Pero aquí estoy, ¿no?
- ¿Cuándo te volviste tan rudo?- pregunto.- Antes apenas sostenía la mirada.
- ¿De qué hablas? si a mi siempre me ha gustado molestar a ese imbecil.
- Dios le da coraje a quien no sabe pelear.- bromea Bastian, disfrutando de la situación.
- Para pelear están ustedes; para pensar estoy yo.
- Coincido.- le doy la razón.
- Ustedes dos hacen que mi trabajo de mantenerlos con vida sea mucho más difícil.
Bastian suspira, cruzandose de brazos y yo vuelvo la vista hacia la hoja frente a mí, dándole un último sorbo a mi café mientras Alex y Bastian intercambian miradas.
Se van a casar... Cloe y Jay serán una familia.
Y Luke cada vez hace resonar más su nombre en la Mafia. Lo detesto por eso. Hace que mi trabajo sea más difícil de lo que ya es.
- Parece que hoy será otro día interesante.- comenta Alex, con una sonrisa ladeada.
Le devuelvo una mirada afilada, consciente de que mis días en la mafia no han hecho más que volverse cada vez más impredecibles.
- Aquí siempre lo es.- respondo, dejando mi taza vacía en la mesa.
Mientras salgo de la cocina, escucho a Bastian murmurar algo sobre lo agotador que resulta ser nuestro protector. Yo, sin mirar atrás, sonrío con una ironía que ninguno de ellos llega a ver. En este juego, protegernos a todos es imposible; tarde o temprano, alguno de nosotros perderá. Solo intento que ese momento no llegue tan pronto.
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Aaaahhh ¡Que emoción esta segunda parte! Bienvenidos a "Más que una traición" espero que esta segunda parte sea igual de bien recibida que la primera.
Por cierto, gracias por todas las lecturas recientes que estuvo recibiendo, es un placer para mi verlos darles una oportunidad a mi nuevo mundo.
Besos, nos vemos pronto...
Lour.
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