Capítulo 53: Te tengo preparada una sorpresa
Tras haber terminado la armadura personalizada de Marco, Hekapoo y el muchacho decidieron tomarse un descanso y salir a disfrutar de un día en pareja. Primero pasaron la mañana jugando con Nachos. Dieron un paseo con él, aunque era este quien los llevaba a en su lomo, pero lo disfrutaba igualmente, pues lo que le desagradaba era volar solo. Corrieron por bosque de las aflicciones mientras le lanzaron animales muertos al dragón para que los cocinara con su aliento de fuego y luego se los comiera. Después lo llevaron a la guarida donde lo llenaron de caricias y mimos hasta que este se durmiera. Una vez complacido al reptil, hicieron los preparativos para disfrutar de un día juntos. Lo primero fue preparar la comida. Hicieron un par de sándwiches de maíz, un poco de jugo de naranja y frutas varias, lo metieron todo en una cesta junto con un mantel, el cual usarían para sentarse. Cómo sería un día para estar en calma, se vistieron con la ropa más cómoda que tenían. Marco se puso una camiseta, unos pantalones de tela holgados, una sudadera, y para rematar, unas zapatillas deportivas. Hekapoo por su parte decidió ponerse un vestido de tela ligero de color naranja con tirantes, acompañado de unas chanclas de ajuste muy cómodas. Una vez listos se encontraron en la entrada, Marco ya estaba allí esperándola con la cesta en un brazo y con sus manos en los bolsillos de la sudadera. Al verla salir, se quedó prendado ante la visión que sus ojos le mostraban.
- Te ves muy linda.
Ella le sonrió suavemente tras oír esas palabras.
- Gracias. Tú te ves como hace ciento dieciséis años.
- Gracias? - respondió dudando un poco. Cierto era que su vestimenta era similar a la que usaba cuando era joven, pero era porque realmente le gustaban las sudaderas.
Hekapoo se le acercó y le tomó de la mano, haciendo que la sacará del bolsillo.
- Vamos? - preguntó con voz dulce.
- Cuando usted desee, querida damisela.
Ella rodeó sus ojos al oír esas palabras, pensando que no pegaba con ella el papel de damisela. Introdujo su mano en el escote de su vestido y sacó de allí sus tijeras. Al momento abrió un portal, lista para cruzar. La mirada del chico fue lo que le indicó que ya se encontraba listo para cruzar.
El sol brillaba con fuerza en un bosque con inmensas plantas y árboles muy frondosos, sus hojas, junto con el viento que soplaba por toda la arboleda, producían un sonido que hacía a sus oyentes pensar en la naturaleza. El golpear de las hojas daba una sensación oculta de libertad y frescura. Los largos tallos del césped bailaban al son del viento, como si fuesen agua en el mar. Más allá de todo eso, dentro del bosque, había un hoyo entre los árboles por el cual se filtraba la luz del sol, allí fue donde apareció la dulce pareja.
Hekapoo dio una bocanada de aire profunda. La pureza y frescor del ambiente se introducían por sus fosas nasales y se colaban en sus pulmones, ofreciéndole aire limpio. Luego exhaló con una sensación de ligereza en su interior.
- Se puede respirar la calma en este sitio.
- Si, solo espera a ver el sitio que te quiero mostrar, las vistas son preciosas, se puede ver todo desde allí. - explicaba él poniendo énfasis a sus palabras. – Ven, te llevaré.
Con suavidad, el muchacho tiro del brazo de su amada, llevándola consigo por el bosque. El sitio era precioso. Cada parte de ese lugar era como un lienzo pintado cuidadosamente, queriendo dotar a cada pincelada una pisca de vida. Los colores resaltaban con los rayos de sol que se filtraban a través de las hojas de los árboles. Una ardilla de plumas verde grama pasó corriendo delante de ellos, haciendo que estos se detuvieran un momento. Pronto, otras dos siguieron a esta que había pasado antes. Todas se apresuraron a trepar un tronco y se ocultaron en un hueco que había dentro de este, rápidamente volvió a salir una de las tres y comenzó a correr por una rama, al llegar al final de esta dio un salto y abrió sus membranas plumadas y voló hasta la rama de otro árbol, solo para seguir corriendo. En poco segundos, las otras dos hicieron lo mismo.
- Creo que están jugando. – señalo Hekapoo. Marco vio a las ardillas con un poco de recelo.
- Si, parece divertido. – sin previo aviso se soltó del brazo de Hekapoo y le toco la frente – Atrápame si puedes. – le dijo mirándola a los ojos con una sonrisa juguetona, luego echó a correr hacia adelante.
- Pero serás... - dijo sonriendo, la idea le resultaba divertida. Buscó sus tijeras en su escote.
- Ah, ah, ah. Sin portales. – advirtió el desde lo lejos. Ella resopló al escuchar esas palabras. Vio durante un momento como el tipo se seguía alejando.
- De acuerdo. – volvió a guardar sus tijeras en su escote y luego echó a correr tras la pista del tipo.
Marco corría hacia adelante sonriendo, a no muchos metros de él se mostraba la imagen de Hekapoo, lo consiguió alcanzar sin mucha dificultad. Antaño probablemente ella habría sido capaz de atraparlo sin problemas, pero los años no habían pasado en balde. A pesar de que la forjadora había conseguido avistarlo rápidamente y acortar distancias con él, cuando se encontró a varios metros de este comenzó a notar que la distancia que había entre ellos se mantenía constante, no lo sabía, pero estaba igualándole el paso.
Más adelante había un tronco caído que les obstaculizaba un poco el camino. El muchacho, quien se encontraba más próximo al árbol, saltó por encima de este apoyándose en su mano izquierda. Hekapoo por su parte saltó apoyando ambas manos en el tronco e impulsándose más adelante.
- Oye. – gritó desde atrás – Ten cuidado con la cesta. – el tipo, que había escuchado las palabras de ella, giro la cabeza para responder.
- No te preocupes, no está en mis planes quedarme sin comida hoy.
Estaban por llegar a un pequeño borde de roca que daba paso a una caída de no más de dos metros. Sin pensarlo dos veces el muchacho se dejó caer y acelero rápidamente, intentando perder a Heka sorteando algunos árboles y plantas. A medida que corría, Hekapoo notaba como esas sandalias no eran el mejor calzado a la hora de correr, por lo que decidió parar un pequeño momento a quitárselas, seguidamente, prosiguió con la persecución.
Marco subió a unos árboles para ocultarse de ella, la vio pasar por debajo, esta miraba a todos lados, buscándolo, se rio para sí mismo, cuidando de no hacer ningún ruido que advirtiera su presencia, hasta que vio a la chica alejarse.
- Pobre, cree que me podrá encontrar.
- Yo no lo celebraría tan pronto. – se oyó a espaldas del tipo.
Tan pronto se giró para ver, Hekapoo lo tomó en brazo y salto para atraparlo. Esto hizo que ambos cayeran del árbol. La dama tomó al tipo en brazos y aterrizó parada para evitar una mala caída. Muy cerca de ellos cayó la cesta de comida, la cual fue atrapada por un clon de Heka. Marco la miró un momento con cara de reproche.
- No dijiste nada acerca de usar clones. – respondió encogiéndose de hombros.
- Está bien, me atrapaste. Ahora, te importaría bajarme?
- Por supuesto, apuesto caballero.
Gentilmente bajó al tipo, dejándolo otra vez en tierra. El clon le devolvió la cesta.
- Gracias. – tras agradecerle, el clon desapareció. – Bueno, eso fue divertido, además de que gracias a la carrera nos encontramos mucho más cerca del sitio que quería mostrarte. Me sigues? – extendió la mano hacia ella.
Tras colocarse las sandalias de nuevo, aceptó su mano con gusto, dejando que la llevara hasta ese sitio del que hablaba. Para hacer la experiencia un poco más emocionante, Marco cubrió los ojos de ella con un trapo que había en la cesta, este la guiaría tirando de su mano. Al cabo de unos minutos más de caminata, llegaron.
- Puedes quitarte el trapo.
Cuando se lo quitó, vio ante sus ojos un peñasco desde el cual se veía todo el bosque y las montañas. Desde ese sitio el viento se sentía agradable, era una brisa fresca y tenue, pero constante. El césped a mediana altura, mecido por el viento, acariciaba los pies de la forjadora, provocándole un ligero cosquilleo. Sin lugar a dudas era un sitio ideal para hacer un picnic.
- Que te parece? - preguntó él detrás de ella.
- Es perfecto.
- Me alegra que te guste. Sentémonos, el ambiente es agradable ahora mismo. - ella asintió ante la propuesta del tipo. Juntos desplegaron el mantel y lo dejaron reposar en el césped, luego se dejaron sobre este.
Marco cerró los ojos para dejarse llevar por la atmósfera de calma que los envolvía. Al verlo, Hekapoo decidió hacer lo mismo. El sonido del césped acariciaba sus oídos y los relajaba. La llama de la forjadora temblaba por la brisa, lo cual le producía una sensación agradable. Llevó su mano en dirección al muchacho, buscando la de este. Cuando la encontró, entrelazo sus dedos en ella y continuó disfrutando del ambiente, ahora más agradable.
Un sonido estomacal rompió el aura de paz que los envolvía. Heka se rio ligeramente y abrió los ojos, esta dirigió su mirada al muchacho, quien tenía la mano apoyada en su tripa.
- Comemos ahora? - propuso ella.
- Sería todo un detalle por tu parte. Creo que a mí estómago le va a salir una boca.
Rebuscaron en la cesta algo de lo que habían traído, todo estaba algo revuelto por las sacudidas que Marco le había dado al correr, pero la comida seguía en buen estado. Amablemente la mujer sacó dos sándwiches de maíz y le acercó uno al muchacho. Ni tiempo le dio a la forjadora de dar un bocado que el tipo estaba terminando de tragar el suyo, esta levantó una ceja al ver el apetito arrollador que este mostraba. Marco se dio cuenta de la mirada inquisidora de ella, esperaba alguna acusación o algún reproche, pero el rostro de la forjadora indicaba que era ella quien estaba esperando recibir algún comentario.
- Te dije que tenía hambre. - respondió este.
Inmediatamente llevó su mano hacia la cesta, buscando conseguir otro sándwich, pero Hekapoo lo tomó de la muñeca antes de que siguiera. Este la miró un tanto confundido, pero la mirada que ella mostraba era impasible.
- Calma, tenemos todo el día para nosotros, así que come con más tranquilidad.
Este simplemente sonrió apenado, ella le soltó la muñeca y dejó que tomase otro sándwich. Estaban deliciosos, pudo apreciarlo esta vez, comiendo con más calma. Buscaron la botella de jugo de naranja y se sirvieron un poco en unos vasos de metal hechos por Hekapoo. Aún mantenía el sabor dulce de las naranjas, parecía recién exprimido. Las pocas horas embotellado no alteraron su sabor, o al menos, no en demasía.
- Qué tal está? - se giró Hekapoo al oír la pregunta del chico - El jugo quiero decir. - después de tragar, la mujer respondió.
- Está bueno.
- Lo hice conciencia.
- Está bien variar del cuervo rostizado.
- Oye, hace tiempo que no lo hago.
- Si. Pero su sabor trasciende la prescripción temporal de uno.
Ambos comenzaron a reírse. Disfrutaban de las pequeñas tonterías juntos, como siempre lo hacían. Hacia años se habían acostumbrado a la idea de que ambos tenían su sentido del humor, un tanto peculiar en según qué situaciones, pero siempre conseguían sacarse una sonrisa entre ellos.
Cuando acabaron de comer, disfrutaron de unas deliciosas frutas, un melón, un par de naranjas y unas fresas. Se sentían satisfechos y relajados, así que decidieron reposar un rato más. Marco se quitó la sudadera y se la dejó a Hekapoo, quien a utilizó de almohada para acostarse en el mantel, el tipo por su parte paso sus brazos por encima de las piernas de ella y se acostó en su pecho, cerrando sus ojos y disfrutando de la sensación de calidez que ella le transmitía, no quemaba, solo le transmitía bienestar. La forjadora pensaba que este se veía muy tierno así, enterró sus dedos en el cabello del muchacho y le comenzó a dar suaves caricias en la cabeza. Una sensación de cosquilleo, que resultaba ser muy agradable, le recorrió desde la cabeza hasta su espina dorsal. Ella notó el pequeño temblor del muchacho, sonrió para sí, pues le había hecho un poco de gracia.
- H-poo. - lo miró al oír que la llamaba, pero él seguía con los ojos cerrados - Cuantos años tienes? - al escuchar esa pregunta no pudo hacer otra cosa que sonreír.
- Marco, Marco, Marco. Realmente crees que te lo diré? Si no te lo dije las otras cuatrocientas veces, tampoco te lo diré ahora. Porque quieres saberlo?
- No es por tu edad, sino por otra cosa. - Hekapoo se mostró un tanto más curiosa ante esas palabras, permaneció a la espera de que el tipo continuase explicándose - El resto de seres alguna vez ha pensado en que morirían, y en que no pueden hacer nada para evitarlo. Pero tú solo debes preocuparte de mantenerte con vida, porque para ti el tiempo no existe. Yo soy un eterno hace poco en comparación contigo, pero aún quedan vestigios de esa clase pensamientos en mi mente. Por esos pensamientos, muchos han hecho sus propias especulaciones de que pasa cuando uno muere. Alguna vez has pensado en lo que te espera después de la muerte?
- Guau, me has atrapado con la guardia baja, déjame pensar. - se llevó un mano al mentón y para rebuscar en su mente.
- No, pero no pares de acariciarme.
- Oh, lo siento. Veamos. Hace tiempo leí una teoría sobre lo que hay más allá de la muerte, la cual parece más bien un cuento para niños. Esta decía que las almas de los vivos son como pequeñas llamas encerradas en los cuerpos de estos, las cuales arden con el fervor de la vida. Cuando alguien muere esa llama se debilita, pero no se apaga, sino que sale del cuerpo y haciende por los cielos y trasciende el espacio para fundirse con el sol, diciendo que el sol está formado por un montón de almas que arden juntas y que aportan un calor reconfortante a todo aquello que recibe sus rayos.
- Eso suena muy bonito.
- Si, pero, al igual que muchos otros, también creo que es un cuento para niños. Aun así, su planteamiento base me gusta. Que cuando nosotros morimos nuestra esencia vuelve a formar parte del universo. Allí donde comenzó todo, es donde volvemos. Creo que algo así es lo que puede haber después de la muerte.
- Es realmente interesante pensar en nuestras almas como un río que fluye por el mundo para finalmente volver a su cauce. Los humanos creemos que después de la muerte habrá una recompensa o un castigo en función de cómo has sido en vida. Si has sido alguien bueno, al morir irás al cielo, un sitio en donde tu alma vivirá en paz y tranquilidad. Por el contrario, si has sido alguien malo, se te enviará al infierno, un sitio en donde se te castigará por el resto de la eternidad.
- Curioso, aunque, sí te debo serte sincera, prefiero mi pensamiento, aquel que dice que volvemos a formar parte de un todo.
- A pesar de que es un pensamiento hermoso, me gustaría que nunca llegase el día que en que te pierda. - al oír estas palabras, ella se levantó y acercó su cabeza a la del muchacho, apoyando la de este en sus piernas.
- Tranquilo, no dejaremos que ese día llegue, nos protegeremos el uno al otro. - tras decir esto, ella le dio un beso del cual disfruto profundamente.
Ya habían terminado el picnic, así que habían decidido pasear por la zona. Marco se escapó un momento para dejar la cesta en la guarida y así caminar más libremente. Volvieron a recorrer el bosque, esta vez juntos, y no compitiendo, aunque ambos esperaban que el otro hiciese el primer movimiento, una señal para comenzar una carrera o una pequeña competencia amistosa, pero no lo hicieron, prefirieron caminar tranquilamente. Por el camino continuaron con su plática. Marco le explicó otras creencias que había en la tierra, referentes a lo que había más allá de la muerte.
- Entonces algunos piensan que habrá un cielo en el que les estarán esperando setenta y dos vírgenes.
- Exacto.
- Pero son hombres o mujeres?
- Bueno, eso nunca lo he sabido, pero sería algo gracioso de ver. Imagínalo, alguien que esté esperando ver a un montón de mujeres y en su lugar se encuentre a un montón de muchachos esperándolo.
- Jaja, sea quien sea, se debería de llevar una sorpresa desagradable.
Siguieron caminando hasta llegar a un campo lleno de flores, en este había alguna que otra roca grande entre las flores, y también algún que otro montículo. La puesta de sol pintaba todo el lugar con un tono naranja, el cual daba toque mágico. Marco la invitó a subir a una roca para ver juntos la puesta. Contemplaron como los últimos rayos de luz desaparecían en el horizonte, dando paso a un manto nocturno lleno de estrellas que iluminaban el firmamento, y entre todas ellas, la luna. Aquella noche estaba llena, iluminaba todo el campo con una gentil luz plateada. Hekapoo se sentía realmente feliz por compartir un momento como ese con Marco, sabía que atesoraría este momento en el fondo de su corazón. Emocionada, apretó un poco más la mano del tipo. Este, al sentirla, la miró a los ojos, brillaban a la luz de la luna, lo cual no hacía más que resaltar su belleza. Sin darse cuenta ambos se acercaron hasta darse un beso.
- Es un momento hermoso. – dijo ella tras separase gentilmente de sus labios – Desearía que nunca acabase.
- Pues es una lástima, porque te tengo preparada una sorpresa. – rebuscó en su bolsillo y sacó un pañuelo – Cúbrete los ojos con este.
- Marco, que quieres hacer?
- Solo hazme caso, ahora lo veras.
La sonrisa en el rostro del muchacho le decía que estaba ilusionado por enseñarle algo, así que simplemente decidió seguirle la corriente. Cuando ella se cubrió los ojos, Marco saltó de la roca y realizó unos preparativos.
- Ya puedes quitarte el pañuelo. – dijo finalmente.
Ella hizo caso a la indicación del tipo, y se quitó el trozo de tela. Cuando abrió los ojos no vio nada distinto, el muchacho seguía igual y no parecía haber nada raro alrededor.
- Marco que has...
- Baja, ahora lo veras. - interrumpió este.
Aun extrañada puso los ojos en blanco con una sonrisa y bajó junto al tipo, este la rodeo por su cuello y la tomó del hombro, levándola consigo. Acto seguido, juntó sus dedos y silbó. De pronto, un montón de luciérnagas comenzaron a salir de varios sitios, danzando en el aire, ascendiendo y, como si de un cuento de fantasía se tratase, las luciérnagas que emitían una luz de color naranja, comenzaron a encenderse a sí mismas en llamas, pero no morían, sino que seguían danzando entre ellas.
Hekapoo veía maravillada el espectáculo. No sé había esperado algo así solo para ella, se preguntaba cómo Marco había preparado todo aquello. Le parecía un sueño. Quiso buscar la mirada de su amado, pero no la encontró. Descendió un poco y se percató de que este se encontraba arrodillado delante de ella, le estaba tomando de la mano con ambas suyas.
- Marco, que es...
- Hekapoo. - no le dejó continuar, las luciérnagas ya comenzaban a dispersarse - Desde el día en el que te conocí, me has impulsado a ser mejor persona, a ser más fuerte y a seguir adelante. También me enseñaste muchas otras cosas que van más allá de lo que una simple vida humana es capaz de ofrecer. He valorado todo eso y me siento realmente agradecido, de verdad. Además, siempre que estoy contigo me divierto, el tiempo se pasa sin poder darme cuenta y siento que mi corazón es... feliz. Me gustaría poder seguir viviendo estos momentos contigo tanto como mi vida me lo permita. Es por eso, Hekapoo, que querría hacerte una pregunta. - levantó la mirada y la vio directamente a los ojos - Quieres ser mi compañera eterna en este viaje al que muchos llaman vida, estar juntos en los momentos de felicidad y en los de tristeza, vivir las más grandes aventuras y seguir compartiendo risas tontas en los momentos más peculiares y en los no tan peculiares? Que me dices?
Al principio el silencio fue lo que llenó ese momento de extrema intimidad, Marco sentía como el corazón se le encogía, sabía que todo aquello que había dicho era algo que ella necesitaba procesar, pero, aun así, sentía que los nervios comenzaron a invadirlo. Solo ella era capaz de hacerlo pasar por tal nerviosismo, pero finalmente le respondió.
- Jaja. - comenzó ella - Espera, entonces, preparaste todo lo de hoy, todo este día, para que lleguemos a este momento y te dijera que sí? Realmente eres un tonto Marco Díaz. - el muchacho sentía como el temor lo invadía por dentro, y agachó la cabeza, pero - Eres... - su voz comenzaba a quebrarse - un tonto. - Marco sintió como a ella le temblaba la mano, levantó la mirada y vio cómo se cubría los ojos con su otra mano, un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas. Acabó por quitarse la mano de sus ojos y miró al tipo directamente - Claro que acepto idiota! E-eres... - le costaba hablar - Eres a quien más he querido en mi vida, claro que quiero seguir viviendo contigo durante muchos años más, todos los que me sean posible.
Tras oír eso, las lágrimas también comenzaron a brotar de sus ojos, seguidos de una pequeña risa burlona.
- D-de que te ríes? - preguntó aún entre lágrimas.
- No sabía que pudieras ser así de sensible también.
- Cállate - dijo ella, también, sin poder evitar reírse tontamente un poco.
Este tiró de la mano de la mujer, haciendo que se arrodillase y terminase cara a cara delante de él.
- Ven aquí. - soltó el muchacho. Enterró el rostro de ella en su pecho y la rodeó con sus brazos.
- Te quiero, Marco Díaz. - dijo finalmente, también abrazándolo y sintiendo un alivio en su corazón, como si aquellas palabras la hiciesen sentir liberada.
- Y yo también te quiero, Hekapoo. Siempre te querré.
Hasta entonces, Marco nunca se había sentido tal nervioso en su vida, ni siquiera en aquellos momentos en los que su esta corría peligro. Esa mujer era la única persona capaz de hacerlo sufrir tanto, y a su vez, de proporcionarle una felicidad inconmensurable.
Rendidos al momento, buscaron el uno los labios del otro y se dejaron llevar por el amor, disfrutando de su mutua presencia y contentos de poder ser felices juntos.
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Bueno, bueno, bueno. Espero que despues de esos dias de incertidumbre, porfin podamos volver al confort de los capítulos semanales. Personalmente, creo que el viernes es el mejor día para dejar un capítulo subido.
Como siempre, es un placer. Hasta la semana siguiente.
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