Capítulo 50: Entrenar, beber y cazar

Marco y Hekapoo se encontraban bajando las escaleras que daban al pasillo, donde se hallaban las múltiples puertas que daban a las habitaciones de la guarida. Se dirigieron hacia la puerta que se encontraba al final del pasillo, aquella grande de piedra. Estaba conformada por dos puertas, cada una adornada con la imagen de Hekapoos sosteniendo una alabarda, como si estas fueran las guardianas que había al entrar en la guarida. La forjadora apoyó sus manos en ambas puertas y empujó, su movimiento era lento, pero no forzado. Una vez estás se abrieron, invitó al chico a pasar.

- Bienvenido a la sala de entrenamiento.

Ante sus ojos se veía una sala enorme y redonda que se extendía varios metros a la redonda. La parte externa, conformada por un gran círculo, tenía una gran cantidad de armas colgadas en sus paredes, además de muñecos de práctica hechos de madera y dianas. Prácticamente había de todo en esa sala. Si se caminaba por este círculo se podía encontrar varias escaleras que daban al círculo interior, que estaba en una parte más baja que el círculo anterior. Su forma le recordaba al chico a los coliseos romanos, pero desprovisto de gradas. El círculo interno se mostraba totalmente vacío, un espacio llano en el cual diseñar tu propio campo de entrenamiento. Sin duda era un lugar ideal para entrenar.

- Muy bien, aquí aprenderás a manejar todas las armas que existen.

- Espera, que?

- Lo que has escuchado. Mi objetivo es que obtengas pericia con cada arma habida en este mundo. Espadas, mazas, arcos, ballestas, dagas, martillos, todo. Exceptuando armas de fuego, esos artefactos humanos no estarán en mi arsenal de armas. Cuando el entrenamiento termine deberías poder usar todas las armas existentes con la misma soltura que manejas tu espada, no exactamente igual, sabiendo que esta es un arma específica.

- No tengo objeción a eso, pero hay muchas armas en el mundo, probablemente nos lleve un tiempo conseguir dominarlas todas.

- Tenemos todo el tiempo del mundo, literalmente.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho, quien dio un gran salto hacia atrás y se situó dentro del círculo interior del campo de entrenamiento. Hekapoo caminó por la parte superior y tomó dos alabardas. Se encontraron debajo donde esta le lanzó una de las alabardas.

- Piensa rápido.

Sin mucha dificultad el muchacho atrapó la alabarda en el aire y luego comenzó a hacerla girar pasándola de una mano a otra, hasta dar un último giró y apoyar su punta en el suelo.

- Muy bien. - alabó ella - Comencemos.

No le explicó lo que tenía que hacer, solo tomó una distancia prudencial y comenzó a caminar alrededor suyo. Marco estaba confundido, pues no le había dicho en que consistiría el entrenamiento, pero no necesitó pensarlo demasiado al percatarse del brillo de batalla que destellaba en los ojos de Hekapoo, y al ver el porte que mantenía. Comenzó a caminar alrededor suyo al igual que lo hacia ella. Parecían dos lobos que se estudian el uno al otro, momentos antes de atacar, hasta que finalmente comenzaron.

Hekapoo dio inicio a la pelea cuando hecho a correr hacia él. Cargaba con ambas manos la alabarda y se preparaba para realizar el primer golpe. Al verla venir de frente, Marco llevó la alabarda hacia atrás y se preparó para realizar un tajo hacia abajo. Cuando ella se encontró a una distancia cercana a la del tipo, este realizó el tajo, llevando la hoja directamente a su contrincante, dejando caer el peso de esta sobre su cabeza. Pero no fue tan sencillo como se lo imaginaba. A pocos centímetros de que la hoja llegase a su cabeza, Hekapoo dio un giro sobre sí misma, desviándose hacia su derecha y aprovechando el impulso para llevar la alabarda consigo y asestarle un golpe en arco. Rápidamente el tipo tuvo que traer consigo su arma para bloquear el golpe, inmediatamente Hekapoo se echó atrás tras ser bloqueada.

- No está mal. Pero como me esperaba, mueves la alabarda por lógica, la utilizas creyendo que es correcta la forma en que lo haces. Debes aprender a usarla conociendola bien. - evaluó ella apoyando el mango

- Solo he dado un golpe. Realmente has podido deducir eso con tan poco?

- Con ver cómo te mueves me basta para entenderlo. Si en vez de una alabarda te hubiese dado un bastón, probablemente habrías hecho los mismos movimientos. Cierto es que ambas armas son similares y comparten movimientos que a simple vista puedan ser iguales, pero no lo son.

- Y cuál es la diferencia entonces?

- Eso lo tendrás que averiguar por tu cuenta.

Tan pronto acabó la explicación, Hekapoo volvió a saltar en pos agresiva hacia el muchacho. Su pelea se extendió por una hora. Ambos tenían la energía suficiente para poder continuar sin aquello les supusiese un problema, pero consideraron conveniente tomar un respiro antes de volver a la acción.

Sin decir nada, Hekapoo abrió un portal y desapareció por un momento, solo para volver con dos cantimploras llenas de agua. Le lanzó una de ellas al muchacho, quien la atrapó en el aire y, tras dar un buen trago, se sentó en el suelo.

- Cansado? - preguntó ella tras acercársele y sentarse a su lado.

- No. - dijo mientras respiraba continuamente - Y tú?

- Tampoco. - respondió ella en las mismas condiciones - Debo admitir - tragó saliva - que tú entrenamiento en el templo nos ayudará a progresar con mayor facilidad. Ahora realizaremos una serie de movimientos que quiero que imites.

- De acuerdo.

Dejaron las cantimploras a un lado y se situaron. Debido al amplio rango de las alabardas, tuvieron guardar ciertas distancias el uno del otro. La lección comenzó con Hekapoo dando un golpe hacia adelante, este buscaba dañar al enemigo usando la punta de la alabarda. Luego realizó una serie de golpes de barrido, en ningún momento se perdía la fluidez del movimiento en sus ataques, tan pronto acababa uno, comenzaba otro. Era un deleite visual para Marco, hasta que ella acabó.

- Bien, te toca. - le indicó al muchacho.

Cerró los ojos y respiró profundamente para visualizar los movimientos en su mente. Segundos después los abrió de golpe y comenzó a realizar los movimientos que le habían indicado. Cada uno de ellos fue igual a los que realizó Hekapoo, hasta que terminó junto a ella, dando por finalizados sus movimientos. Giró su cabeza hacia la formadora, esperando que dijese algo respecto a su imitación.

- Los movimientos han sido los mismos, por lo cual puedo decirte que no tienes inconvenientes en imitar los pasos adecuadamente. Aun así no es suficiente. - dictaminó dando un pequeño golpe en suelo con la punta del mango de la alabarda - Tus movimientos no son fluidos, más bien son toscos.

- Pero los movimientos de mi cuerpo suelen ser fluidos.

- Eso cambia cuando portas un arma. En el momento que llevas una espada, un bastón, un hacha u otra cosa, dejas de ser solo tú y tu cuerpo, sino que pasas a tener una extensión de este. Probablemente entiendas bien este concepto, ya que tú maestría con la katana es excelente. - el simplemente asintió - Lo que buscamos con este entrenamiento es que la fluidez que tienes con tus puños y con tu katana, la tengas con cualquier arma. Así que debemos continuar.

Volvieron a ponerse en posición para nuevamente realizar los movimientos con la alabarda.

La semana transcurrió se manera similar a ese día. Hekapoo enseñaría al tipo varios movimientos y este tendría que aprender a realizarlos correctamente. Luego pasarían a combatir, así aplicaría lo aprendido, además, cuanto más combatía, más pulcra se tornaba su habilidad con la alabarda.

Durante los meses siguientes Hekapoo comenzaría a introducir nuevas armas en su entrenamiento. Y para que su desarrollo fuese óptimo, estás pertenecerían a la familia de armas de astas, como lanzas, naginatas, bastones, y variaciones de estas según su cultura. Las lecciones de la forjadora eran serias y rigurosas, justo como lo era ella.

Al igual que en el templo de los monjes, la pareja había pactado que el domingo sería su día de descanso. Días que aprovecharían para salir a pasear por el mundo, pasar tiempo juntos y darle la oportunidad a la forjadora de conocer a aquellos que estuvieron presentes en algún momento del viaje que Marco realizó. Fue así como Hekapoo acabo por conocer a Nerph, quien recibió a ambos con los brazos abiertos y se mostró encantado al conocerla. No por ser una de las criaturas más importantes en el mundo mágico, sino por ser una de las personas más importantes en la vida de Marco, por ser alguien que llenó de significado el corazón del muchacho.

Vivieron un día juntos, un día en la cocina, riendo y brindando con los clientes. Marco se esperaba ver a Hekapoo más reservada en este tipo de sitios, pero se le veía cómoda y alegre. Hasta había competido con los clientes en un concurso de cerveza. Para la sorpresa de muchos, ganó, y no parecía mostrar síntomas de ebriedad, al menos al principio. Al cabo de unos minutos se mostró más cariñosa con Marco, se le había pegado.

- Oye Marco, porque no volvemos a casa por un rato? - pronunció en tono suave y alegre.

- Que? Tan pronto. - tras soltar esa pregunta, ella se le acercó y lamió suavemente el cuello del muchacho, su lengua estaba ardiendo, lo cual le produjo un ligero estremecimiento al tipo - Neprh, fue un gusto visitarte, pero hay una cosa que tenemos que hacer en casa. - disimuladamente le guiñó el ojo.

Obviamente, el tritón comprendió aquello desde el primer momento, y no le importó. Ya se sentía lo suficientemente feliz de conocer a la pareja del chico y de ver lo felices que eran juntos.

- No se preocupen. Vuelvan cuando quieran.

Ambos se despidieron de él y, una vez fuera del bar, abrieron un portal que llevaba directo a la habitación de Hekapoo. Ni tan siquiera aparecieron allí, Hekapoo se lanzó a los labios del muchacho y comenzó a saborearlos apasionadamente. Apresuradamente le quitó su camisa de cuero y lo empujó directo al colchón. Acto seguido, desprendió su vestido, dejando que este cayera al suelo, enseñando su blanca figura. Solo su sujetador y sus bragas cubrían sus partes más excitantes. Clavó en el muchacho una mirada llena de intenciones perversas, mientras, con uno de sus colmillos, se mordía el labio inferior. Acabo por acercarse lentamente hacia él, hasta subir por el colchón y gatear hasta llegar a sus labios.

Luego de aquel día retomaron, cómo era de costumbre, el entrenamiento en la sala de la mujer.

Eventualmente fueron a visitar a todos los conocidos de Marco durante sus días de descanso. El siguiente al que visitaron luego de ver a Nerph, fue Krun. Su reencuentro fue bastante peculiar. Mientras él se movía por los árboles percibió un olor que lo hizo pararse en seco. Tomó su arco en cruz y disparó una flecha en dirección a la que percibió el olor, inmediatamente fue a ver si le había dado a su objetivo. Al llegar allí se encontró con un hombre que sostenía una flecha en su mano derecha.

- Esto es tuyo. - le dijo el tipo tras lanzarle la flecha de vuelta. Krun la atrapó sin muchos problemas. Se quedó mirando fijamente al extraño a los ojos.

- Haber crecido. - dijo este, solamente.

- Jaja, como has estado viejo amigo? - quiso saber Marco, ahora más alegre de saber que Krun se acordaba de él. Este aún mantenía el mismo olor que hace años.

- Haber pasado tiempo. Cosas aquí seguir igual. Seguir cazando, seguir disparando, viajeros seguir muriendo al entrar al bosque. - su falta de escrúpulos seguía siendo evidente en él también.

Estuvieron hablando un rato, Marco le explicó todo lo sucedido desde que salió del bosque, también lo que había pasado con el arco que le había regalado. Krun se mostró contento de ver que Marco se había vuelto un hombre fuerte, y el dato del arco no le molestó en lo más mínimo, a sabiendas de que este se destruyó en una batalla, consideró que era normal haberlo perdido. Confesó que desde que él se había ido, había roto más de veinte arcos. Ambos se rieron un poco, lo cual le resultó extraño al chico, era de las pocas veces que veía a Krun reír, pero no por ello dejaría de disfrutar del momento.

Después de haber hablado, fueron justos hasta la casa en el árbol. Allí los estaría esperando alguien a quien Marco quería presentarle. Al llegar vieron a Hekapoo acariciando a Tara, quien estaba panza arriba, parecía disfrutar de sus caricias. Emocionado, Marco se dirigió hacia la criatura para llenarla de caricias también. El cazador se acercó un poco, ajeno a ambos, cosa que el muchacho notó. Al instante se disculpó por su ignorancia, y los presentó a ambos. Sin lugar a dudas, Krun se mostró sorprendido al ver a Hekapoo junto al tipo, recordando que ella era su rival. A pesar de que Marco se lo había explicado, seguía siendo algo que le llamaba la atención.

- A sí, hay alguien más a quien te quiero presentar. - tras decir esto, se llevó los dedos a la boca y silbó.

De entre los árboles una sombra ascendió a los cielos, parándose en seco por un momento para luego caer en picado en dirección al muchacho. Aterrizó de golpe delante de ellos, provocando que se levantase un poco de polvo. Cuando esté se disipó, dejo ver la figura de una criatura majestuosa a la vez que fascinante.

- Este es Nachos, mi compañero. - dijo el chico, exhibiendo al dragón motocicleta.

Krun comenzó a examinarlo con la vista, fascinado por la criatura que veía. Le acercó la mano para que captara su olor, casi de inmediato Nachos percibió que no era alguien con intenciones hostiles. Así que decidió lamerle la mano en señal de confianza, el cazador le correspondió rascándole en mentón y acariciándole la cabeza.

- Tener buen compañero, Marco. - expuso finalmente.

- Jeje, gracias. Hemos pasado varias cosas juntos, nos hemos hecho muy amigos.

Ese día, hombre y cazador volvieron a buscar alimento juntos, tal y como solían hacer años atrás. Hekapoo preparó un fuego para cocinar la presa, uno grande, pues le habían dicho que traerían algo digno de reyes. Y como era de esperarse, la palabra de los cazadores no fue dicha en vano. Habían vuelto con el cadáver de lo que parecía ser un reptil bípedo del tamaño de un caballo. Tenía pequeñas membranas saliéndole de la cabeza, simulando ser una cresta, además de una hilera de escamas que seguía la línea de su espina dorsal. Estas partes fueron examinadas por separado, pues habían decapitado al reptil.

Todos se sentaron y comieron alrededor del fuego, comenzaron a hablar de algunas de las criaturas con las que habían peleado o a las que habían cazado antaño. Krun hablaba de las criaturas que se encontraba cuando patrullaba por el bosque. El muchacho habló de algunas de las aberraciones que se encontró durante su viaje, como el stealarak, el cual intentó quitarle la vida. Y Hekapoo habló acerca de alguna de sus historias de guerras pasadas en Mewni. Era una de las pocas veces que Heka hablaba acerca de su pasado en Mewni, por lo que Marco escuchó atentamente.

Siguieron platicando tras haber acabado de comer, estaban cómodos y a gusto de poder compartir charlas sobre batallas pasadas mientras disfrutaban del sonido del fuego.

- Hey Krun, cómo llegaste al bosque de las bestias, porque no naciste aquí, verdad? - preguntó Marco intrigado pensando que nunca le había preguntado por su pasado, si este alguna vez tuvo familia o compañeros.

- No, yo nacer en tribu lejos de bosque, ser historia larga. - explicó este.

- No creo que el tiempo nos importe. - dijo mientras pasaba sus dedos por el Njönder - Siéntete libre de explicarnos.

Para cuándo la luna estuvo en su punto más alto, la pareja estaba saliendo de un portal que daba a la entrada de casa.

- Esa historia fue increíble. - decía Marco mientras se estiraba para desperezarse.

- Si, alguien debería escribir un libro acerca de ella. - concordó ella, también estirándose.

Fueron directos a la cama, exhaustos y con sus estómagos llenos, aún había sobrado carne de reptil, tuvieron que traerla consigo y luego guardarla en la nevera. Al final del día se permitieron descansar.

Forjadora y humano volvieron al entrenamiento en la sala, Hekapoo le mostraría el uso de armas pesadas, comenzando por el martillo. Este era de un metro y medio de largo, su cabeza pesaba treinta kilos, lo cual lo hacía difícil de mover. Aun así, el muchacho conseguía levantarlo con ambas manos, más moverlo era una cuestión muy distinta. Sabía que su fuerza era superior a la de Hekapoo, por lo que se sentía un tanto más confiado a la hora de pelear con ella. Sin embargo, la duda no estuvo presente el rostro blanco de la mujer.

Una pequeña bola de fuego fue lanzada al aire, cuando está se deshizo al caer al suelo, comenzó el duelo. Marco fue corriendo hacia ella con el martillo listo para atacar. Su contrincante permaneció en su sitio, sujetando el martillo por el mango, paciente. El muchacho no era estúpido, sabía que ella estaba tramando algo, por lo que puso todos sus sentidos en alerta. Cuando fue a arremeter, esta esquivó su golpe, aprovechó la inercia para tirar del martillo y lanzarle un golpe al tipo. Ya se estaba esperando algo así, por lo que rápidamente se cubrió utilizando el mango de su martillo. El impacto obligó al tipo a moverse hacia atrás, sus brazos se entumecieron un poco al bloquear el golpe. Tuvo que recuperarse, pues Heka había vuelto a arrastrar su martillo para goleparlo. Usando un salto hacia atrás consiguió evitar el golpe y, al igual que lo había hecho Hekapoo, este arrastró su martillo, tirando de él y luego golpeándola. Consiguió cubrirse, pero el imparto la desplazó hacia la izquierda. Cuando se detuvo, miró a este con una sonrisa.

- Lo entiendes ahora? El martillo es un arma muy pesada y, a pesar de que tengas la capacidad para levantarlo, te será muy difícil moverlo con soltura. Creo firmemente que con entrenamiento obtendrás la fuerza necesaria para hacer que esa arma baile en tus brazos, pero por el momento deberías aprender a moverla usando el peso de tu cuerpo.

- Entiendo. - dijo este, antes que de volviesen a batirse en batalla.

Junto con el martillo, Hekapoo introdujo otras armas pesadas en la lección. Espadones, espadas más grandes que las normales, de hojas más anchas y más pesadas. Ella le mostró al tipo una que media dos metros de largo y que pesaba setenta kilos. Le explicó que el objetivo de los espadones era cortar utilizando el propio peso del arma, no como las espadas normales que buscaban cortar mediante la fuerza aplicada por el portador. Usado correctamente, el espadón podría ser capaz de cortarle la cabeza a un mamut.

Otra arma que introdujo, fue el garrote. Generalmente hechos de madera, el garrote podría considerarse como un palo de madera muy grande, como si fuese un bate de béisbol enorme. Su peso variaba en función de la madera de la que estaba hecho, pudiendo pesar entre veinte y cuarenta kilos, puede que más. Su función era similar a la del martillo, pero su forma le permitía ser movido como si de una espada se tratase, lo cual le daba más versatilidad.

Luego le habló de las mazas pesadas, arma exóticas cuyo palo podría ser grueso o delgado, y en la punta podía portar una gran variedad de cabezas con múltiples formas, como bolas con pinchos, cilindros con pinchos, formas metálicas similares a una campana al revés, entre muchas otras. Pensaba más o menos en función del tipo de cabeza que llevaba, aunque los pesos fuesen similares en muchas ocasiones, consiguiendo un total de treinta a cincuenta kilos. El objetivo de las masas, al igual que los martillos, era destrozar al enemigo, pero según la cabeza, también buscaba crear un gran daño gracias a los pinchos o formas punzantes.

Poco a poco fue introduciendo más tipos de armas, como las dagas, puñales y espadas cortas, versátiles y ligeras. Útiles para atacar a enemigos de forma sigilosa y lo suficientemente pequeñas para ser llevadas en varias partes del cuerpo. Junto con estas añadió las armas arrojadizas, como dagas arrojadizas, shurikens, agujas, tomahawks, y hachas arrojadizas.

Las espadas, mandobles, hechas y armas de filo fueron las siguientes. Cubriendo un número muy amplio de variantes de las mismas y complementos para estas, como las cadenas. Cómo varias de estas eran de una mano, se aprovechó para implementar los escudos junto con ellas. Creando una buena combinación entre ataque y defensa.

Y para finalizar, las armas de proyectiles, ya sean, arcos, ballestas, ondas y variantes exóticas de estas.

El tiempo dedicado a cada arma fue exhaustivo y paciente. Marco comenzó a comprender un poco más lo que significaba ser eterno. Los años comenzaron a pasar a una velocidad irreal para él. Tanto fue así, que cuando dominó individualmente cada arma existente, gran parte de los amigos que había hecho durante su viaje, murieron. Junto a su amada, fue a presentar sus respetos a cada uno de ellos cuando fallecieron. En este punto, al haber dominado todas las armas, Hekapoo decidió pasar a la siguiente fase.

Marco se hallaba moviendo un espadón en el campo de entrenamiento. Los años de ejercicio le permitieron manejar el arma con mayor pericia. Conseguía levantarla con ambas manos y realizar movimientos limpios. En la parte alta, una voz lo interrumpió, llamando su atención. Detuvo el movimiento de su arma y descansó.

- Que pasa? - preguntó él. Hekapoo apareció a su lado tras abrir un portal.

- Es momento de pasar al siguiente nivel. Es hora de hacerte una armadura.

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