Capítulo 46: La montaña nevada
Allí se encontraban Marco y Hekapoo junto con sus dos clones rodeados por las anguilas de hielo. Estas siseaban ansiosas por abalanzarse sobre el muchacho y la dama. Una brisa gélida hizo temblar las llamas de la forjadora original y sus clones, fue en ese momento que las anguilas decidieron abalanzarse sobre ellos. Sus cuerpos se deslizaban entre el polvo de nieve levantado por el viento, como si de agua se tratase para ellos. Se veían escurridizos y rápidos. No tuvieron tiempo para ver cuántos eran, solo se prepararon para atacar. Las primeras en alcanzarlos fueron contra el muchacho. Tenía una al frente y dos un poco más hacia su derecha. Tuvo que realizar un corte rápido y brusco a la anguila que estaba delante. Esta estalló en trocitos de hielo que, junto con la brisa interna de su exoesqueleto, empujaron al joven. La fuerza no fue la suficiente como para moverlo de su posición, pero si como para desequilibrarlo, dejándolo apoyado en un solo pie y a punto de caerse. Ese momento fue aprovechado por las anguilas para atacar fieramente sin darle tiempo a responder. Marco quiso intentar cubrirse con su espada, pero simplemente no podía moverse en la posición en la que se encontraba. Una voz llamó su atención antes de llegar a ser agredido.
- Salta. - ordenó Hekapoo, o más bien, una de sus clones.
El hombre llevó su vista hacia ella, tenía una bola de fuego preparada en su mano. Sin pensarlo dos veces se impulsó hacia arriba con el pie que tenía en el suelo, su salto no fue recto ni preciso debido a su posición, pero consiguió saltar tres metros dando volteretas en el aire. Igualmente ese momento fue aprovechado por Heka para lanzar su ataque hacia aquel par de criaturas heladas. La bola estalló al hacer contacto con la primera de las anguilas, creando una nube de vapor por el contacto del hielo y el fuego. Pero la anguila que estaba por detrás de esta no murió por la explosión que recibió su compañera. Fue directa a atacar al clon que evaporó a su compañera, pero una katana atravesó su cabeza, dejándola clavada en el suelo. La criatura aún se retorcía con energía, seguía con vida. Con un pie, el muchacho piso su cola y rápidamente desencajo la espada de suelo y del cráneo de la criatura, con su otro pie le aplasto la cabeza. Fácilmente la rompió en mil pedazos, fue como pisar un vaso de cristal con una bota de acero.
- Bien hecho. - felicitó este al clon. Chocaron los cinco en señal de complicidad.
- Hey - les llamó la atención la Hekapoo original - no se distraigan.
Ambos volvieron a sus puestos, tuvieron que hacerlo ya que el enemigo seguía avanzando. Estos ya se encontraban más cerca los unos de los otros, el círculo que formaban poco a poco se estaba cerrando más y más. Hekapoo y sus clones no perdieron tiempo, así que comenzaron a lanzar bolas de fuego a las anguilas. Varios estallidos se producían por el choque de las criaturas y las bolas flamígeras de la forjadora. Varias nubes de vapor comenzaron a poblar el campo de batalla, impidiéndoles ver a las anguilas que venían de detrás de la cortina de vapor. Aun así atacaban a penas veían salir una águila de la cortina. Sin embargo, al seguir destruyendo las anguilas con fuego cada vez más próximas hacia que la cortina de vapor fuese más y más angosta, hasta que esta llegó a estar a cinco metros de ellos.
- Rápido, cesen el fuego, sino acabaremos por no ver nada. - gritó la original - Tomen sus armas y prepárense para interceptar a esos bichos.
Hekapoo volvió a sacar sus tijeras y separó las hojas de estas. Abrió un portal en medio del círculo que estaban formando. Rápidamente los clones entraron a él y salieron en menos de cinco segundos con un arma cada una. Una, una alabarda, y la otra, un martillo de guerra. La lucha a distancia había acabado para dar paso a la lucha cercana. El viento de la montaña se llevó todo el vapor que habían generado, y cuando este desapareció se vio a una decena de anguilas tras esta. Todas sisearon abriendo sus bocas y como bestias hambrientas, hasta que comenzaron a nadar en el viento hacia ellos. El segundo asalto había comenzado.
Tres de estas fueron directo a Hekapoo. Ella las estaba esperando con las hojas de sus tijeras a en cada mano y con una mirada desafiante en la cual no cabía la duda. La primera, que era la más cercana a la mujer, se precipitó hacia ella con sus fauces listas para devorar carne y hueso. Pero antes de llegar a nada Heka clavó una de las mitades de las tijeras en la cabeza de su atacante. Próxima a ella estaba la segunda anguila. La forjadora clavó la otra mitad de las tijeras en la frente de la anguila, la cual aún seguía con vida, y giró llevándosela con sigo y estampándola con la que venía de frente, haciendo que del impacto ambas estallasen en trocitos de hielo. La tercera iba frenéticamente hacia esta aprovechando el momento vacío después de acabar con ambas. Abrió su boca ampliamente para perforar a la mujer con sus dientes, más lo que se halló no fue carne, sino acero. Cada una de las mitades de su tijera estaban clavadas en la boca de la anguila, una en el paladar, y otra en su mandíbula, impidiéndole cerrarla. Esta se retorcía hacia los costados, hacia adelante y hacia atrás buscando zafarse de su enemigo, pero todo esfuerzo era en vano. Imbuyo con fuego el filo de las tijeras clavada en la mandíbula y con un tirón fuerte la destruyó con facilidad, el fuego había debilitado la estructura glaciar de su mandíbula, haciendo fácil la tarea de romperla. Se hizo ayuda de su mano libre y apuñalado en la mandíbula de la criatura la llevo en conjunto con su otra mano hacia el suelo, clavándola. Llamas imbuyeron ambas hojas y está jaló hacia lados contrarios con ambas manos, haciendo que la cabeza de esta se rompiera y eliminando a su tres enemigo. Pero no se paró a respirar, pues más contrincantes llegarían.
Por otra parte el clon de la alabarda se había separado unos pocos metros de su grupo para que los ataques con su arma no los alcanzasen. Esta mantenía totalmente a raya a las anguilas que se acercaban. Con un amplio alcance de barrido ella era capaz de deshacerse de los enemigos que se le acercase tan pronto estuviesen en su rango de ataque. Solo necesitaba trazar un arco horizontal y ver cómo volaban en pedazos los restos de hielo destrozados. Con facilidad esta protegía el flanco que le correspondía, impidiendo que ninguna llegase a sus compañeros.
El clon del martillo, al igual que el de la alabarda, también había tomado distancia del centro, pues el rango de su arma tampoco era pequeño. Esta se dedicaba a aplastar a las anguilas como si estas fuesen los topos que hay en las ferias. Incluso a alguna que otra llegó a impactar un golpe similar al de un bateó de béisbol, enviando los trozos quebrados de la anguila lo más lejos posibles.
- Jeje, home run! - dijo para sí, triunfante.
Por último quedaba Marco, quien se dió cuenta que un arma de filo no era la herramienta de lucha más efectiva contra enemigos esqueléticos, pero eso no hizo que su voluntad flaqueara. Un grupo de anguilas fue directo hacia él. Todas se agitaban bravamente, ansiosas por despellejar al tipo. Sus movimientos fueron simples, avanzaron de frente hacia él. Sus dientes asomaban por sus fauces amenazando con perforarle la piel al tipo. Ciegamente se lanzaron hacia este y él las recibió sin inconveniente. Se colocó en una posición que de gran estabilidad, colocando un pie atrás como apoyo y el otro delante y un poco inclinado, desde esta posición realizó el primer corte. La hoja fue directa y horizontalmente hacia la boca de una de las anguilas, partiéndola por el medio. Rápidamente tuvo que avanzar llevando un pie hacia adelante y realizando la misma posición para efectuar otro corte. La siguiente fue cortada por la mitad de forma vertical. Una tercera venía y este decidió tomarla con una estocada desde abajo, con la cual atravesó su cráneo y, con un impulso de giro, utilizó a esta para hacerla chocar contra otra que venía de frente. Aún quedaban más anguilas por venir y atacar.
- Tenemos que salir de aquí. – dijo Hekapoo mientras aniquilaba a toda anguila que se le acercase.
- Alguna idea? – preguntó el muchacho mientras le cortaba el cuello a otro enemigo.
Hekapoo dirigió su mirada más allá de donde se encontraban los pilares y la columna, había una enorme formación de hielo, muy similar a una cueva. Consideró que una táctica de escape sería lo más sensato es esa situación. Cruzó sus brazos y dos clones más surgieron de su cuerpo. Esta les ordenó a ambas que los mantuviesen cubiertos. Una de ellas cubrió su posición y la otra fue rápidamente a cubrir la de Marco, ambas usaron bolas de fuego para atacar.
- Que haces? – preguntó el muchacho.
- No vamos de aquí. – respondió ella – Recoge la mochila y vámonos!
Este miró un momento a los clones, parecían tener la situación bajo control. Finalmente guardó su espada y siguió a Hekapoo de cerca. Ella abrió un portal y entró parcialmente, asomó la cabeza y le indicó al muchacho que entrase. Juntos desaparecieron dentro del portal, el cual se cerró tras su paso. Los clones que se quedaron a merced de las anguilas simplemente sonrieron y juntaron sus manos en el medio, creando una gran bola de fuego. Al haberles dado la espalda a las anguilas varias de ellas fueron las que acabaron por alcanzarlas y morder sus extremidades, torso y cabeza, pero en ese momento, al gran bola de fuego estalló, eliminando a todas las anguilas que había en ese radio.
- Que fue eso? – preguntó el tipo al escuchar la explosión tras ellos.
- No te preocupes por ello, era parte de mi idea. Sigamos. – indicó ella.
Frente a ellos se alzaba una gran cueva de hielo. La entrada era enorme, como una gran brecha en esos muros helados. El interior se veía iluminado por la luz que se filtraba a través del hielo y por los rayos que se metían por las múltiples brechas en el techo. Varios picos de hielo sobresalían por los costados y en las paredes, además de los que colgaban del techo.
- Será mejor no provocar estruendos aquí dentro, o podremos acabar como un coladero. – advirtió ella.
- No sabía qué hacías chistes. – tras decir esto ella se giró para mirarlo directamente a los ojos y le sonrió.
- Acaso piensas que no tengo sentido del humor? – preguntó un tanto inquisitoria.
- No, sé que tienes sentido del humor. Pero sinceramente, tienes un sentido del humor un tanto oscuro.
- Cuando has vivido tanto como yo te das cuenta de que los tabúes son más bien barreras estipuladas por una sociedad cuya tolerancia y pensamientos son escasos, es decir, que no suelen admitir todo aquello que no entre en sus estándares de aceptación. Entre esas cosas está el humor que puede resultar ofensivo o perturbador, según la percepción o nivel de tolerancia de cada individuo. Yo he llegado a la conclusión de todo puede ser motivo de comedia o humor, siempre y cuando se mantenga el respeto hacia el resto de individuos. - explicó ella.
- Es una forma interesante de verlo. Yo personalmente soy partidario de chistes más comunes. Y porque no? del sarcasmo también. - opinó este.
- Hay gustos para todo. - respondió ella - Bueno, continuemos.
Hekapoo se acercó al muchacho para tomar la impresión y proseguir con la búsqueda. Mientras ella hojeaba los escritos siguió avanzando dando algunos pasos hacia dentro de la cueva, Marco la siguió. Mientras ella leía, el muchacho hacía bailar sus ojos por la cueva. Aquellos rayos que se filtraban le daban la iluminación necesaria para observar a través del hielo. Todo estaba en un tono semi-oscuro, como estar bajo la sombra de un árbol en un día nublado, pero aun así con una iluminación poco más que sugerente. Bajo todo aquel manto helado vio un momento a su compañera. Se veía hermosa iluminada por los rayos que pasaban a través del hielo. Sonrió levemente como un tonto y miró a su derecha simplemente por inercia, allí encontró algo peculiar. Pudo denotar a alguien que había muerto congelado en esos muros. Dentro del hielo solo se podía ver el esqueleto de este y un mapa siendo sostenido en sus manos. Se aproximó un momento a Hekapoo y palpó su hombro, cuando se giró este le mostró aquello que había encontrado.
- Parece que hubo alguien más que intentó venir aquí también. Todo indica que se quedó h•e•l•a•d•o. - comentó ella sonriente. Marco se limitó a verla con cara inexpresiva.
- No es gracioso. - dijo sin más.
- Debes admitir que algo de gracia sí que tiene. - insistía ella.
- Bueno, tal vez un poco sí. Pero solo un poquito. – dijo juntando su dedo pulgar con el índice hasta casi tocarse, eso fue lo único que ella necesito escuchar para darse por satisfecha.
Guardó el papel en la mochila y prosiguieron su camino. El suelo era completamente sólido, por lo cual Heka no vio necesario seguir utilizando la llama para derretir la nieve, a parte prefirió no generar calor dentro de ese sitio hecho en su totalidad de hielo. Llevaban unos minutos avanzando y aún no habían notado progreso alguno al final de la cueva, ni una luz a lo lejos, ni una obertura hacia otra parte, solo más camino. Más en cierta parte vieron una bifurcación. Un camino derecho que parecía ir hacia arriba, y uno izquierdo que bajaba.
- A dónde vamos ahora? - preguntó el hombre.
- Según el papel debemos ir hacia arriba. - respondió ella.
- Arriba iremos pues.
Tomaron paso por el camino de la derecha según las indicaciones de la forjadora. Tan pronto lo hicieron caminaron por un puente de hielo que pasaba por encima del que sería el camino de abajo, pues desde este podían ver que continuaba recto y de forma ascendente. Mientras que el camino que ellos tomaban avanzaba cambiando rumbo hacia la izquierda. Se miraron el uno al otro y ambos se encogieron de hombros para simplemente seguir sin darle importancia al tema. Pero más se adentraban por ese pasaje, más oscuro este se volvía y más reducido era su tamaño. Hasta que llegaron a un punto en el que este se ensanchaba bruscamente. Dieron tan solo unos pasos y se encontraron con algo que no esperaban ver allí. Un montón de anguilas de hielo se hallaban descansado en las sombras. Ambos se alarmaron y quedaron paralizados por precaución, para no despertarlas.
- No hagas ruido alguno. - mencionó Marco.
Retrocedieron lentamente intentando no realizar ruido alguno, pero en el techo había un hielo que se estaba derritiendo por el calor de la llama de Hekapoo. De este cayó una gota que fue a parar directo a su hombro, lo que provocó que se alarmase pensando que era un enemigo que atacaría por la espalda. Rápidamente se giró con llamas en sus manos, solo para encontrarse con el camino de vuelta.
- Emmm, Heka. - dijo el muchacho palpándole el hombro.
Se giró al tiempo que este llamó su atención. Cuando lo hizo pudo ver tras de sí un centenar de luces azules en la oscuridad de esa cueva, las cuales seguían apareciendo.
- Oh oh. - soltó ella simplemente.
A los pocos momentos ambos se encontraban huyendo de la multitud de anguilas. Mientras corrían, Hekapoo lanzaba bolas de fuego, las cuales conseguían abatir a dos o tres anguilas a la vez, pero no podía atacar muy seguido mientras corría, o podrían ser alcanzados.
- Tengo una idea. - anunció el chico - Mantenlas a raya un poco más. - le dijo este para luego acelerar su paso y adelantarla.
- Oye, que harás? - preguntó ella mientras lanzaba otra bola de fuego - Vuelve aquí.
Marco intentó adelantarlos lo máximo posible. Por el camino se halló con varios trozos de hielos con superficies considerablemente planas. Dio una patada a uno para romperlo y hacerse con él. Este era muy ancho, así que de un puñetazo y lo partió por la mitad lo mejor que pudo, dejando así dos trozos similares a una tabla. Con ambos trozos en mano siguió corriendo hasta llegar al puente que pasaba por encima del otro camino. Miró hacia este un poco emocionado por lo que iba a hacer. Hekapoo llegó a donde esté se encontraba en pocos momentos.
- Logré alejarme de ellas, pero nos alcanzarán. Cuál es tu plan? - preguntó mientras se reponía. Pregunta a la cual Marco respondió señalando los trozos de hielo que había dejado en el suelo y luego señalando al camino de abajo. - Lo dices enserio? - cuestionó ella, un poco dudosa. A lo cual él respondió solo con una sonrisa a la cual ella correspondió.
Las anguilas ya estaban cercanas a ellos. Ambos se miraron cómplices y tomaron sus trozos de hielo para luego saltar del puente. Mientras caían se colocaron los trozos bajo sus pies, y al llegar al suelo comenzaron a deslizarse rápidamente en estos. Sus perseguidores no se quedaron de brazos cruzados, a pesar de su falta de extremidades, y también saltaron del puente para continuar su caza. Ambos aventureros bajaban a gran velocidad por la nieve subidos a sus tablas de hielo. Muy seguidamente a ellos se hallaban las anguilas, quienes no por ir sin ningún elemento deslizante eran más lentas que ellos. Su propia ergonomía les permitía deslizarse por la nieve levitando ligeramente por encima de esta.
- Oye Marco. - gritó Hekapoo llamándole la atención. Este se giró para verla - Gran plan. - elogió, y este al oír esas palabras sonrió.
El sonido de alguien más tras ellos les sugirió voltear para ver de qué se trataba. Cuál fue su sorpresa al ver que tras ellos se encontraban pisándoles los talones las anguilas de hielo. Flexionaron un poco más sus rodillas para adquirir mayor dinamismo y descender más rápido. Comenzaron a ganar poco a poco distancia sobre ellas, pero delante descubrieron algo que no les haría mucha gracia. Muy delante de aquel camino descendente había una subida, y tras ella se podía ver la luz solar del exterior, en cuanto llegasen allí es probable que los alcanzarían si es que el camino descendente acabara allí. Además de eso, Hekapoo le llamó la atención a Marco.
- Marco. - mencionó y este se giró a verla. Ella señaló su tabla. Cuán grande fue la sorpresa de este al ver que se estaba derritiendo. - Mi calor corporal está por derretirla por completo. - esas palabras pasaron por la mente de Marco cómo un cuchillo, pero rápidamente pensó en algo.
- Salta. - le dijo este en tono serio y con los brazos abiertos.
Ella no lo dudó. Dio un brinco y termino en brazos del muchacho.
- Parece que me tienes. - señaló ella picarona pellizcándole suavemente la mejilla al tipo.
- Creo que no es el mejor momento. - añadió él.
Las anguilas se acercaban cada vez más. El final del trayecto estaba próximo a ellos. Hekapoo dirigió su mirada a todas partes para ver qué hacer, entonces dio con la idea al ver el techo.
- Confías en mí? - preguntó esta al tipo.
- No sé a qué viene esa pregunta, pero sí.
- Sujétate entonces.
En su mano izquierda está preparó una bola de fuego y la lanzó más hacia adelante, en el techo. Esta explotó provocando que los picos de hielo se estremecieran y comenzaran a caer cerrando el paso más de la salida. Ya a pocos metros de distancia del nuevo muro de hielo, Hekapoo abrió rápidamente un portal delante de ellos en brazos del muchacho, tan pronto lo atravesaron este se cerró. Dejándoles a las anguilas nada más que un montón de escombros helados sobre los cuales chocaron, rompiéndose en miles de pedazos. Solo consiguieron salvarse las que se encontraban más atrás y que pudieron frenar a tiempo.
Mientras tanto del otro lado del portal salieron disparados Hekapoo y Marco quienes tomaron la subida con la tabla y acabaron cayendo en un montón de nieve. El muchacho asomó la cabeza quitándola de un montículo de nieve y escupiendo la que tenía en la boca. Delante de él vio sobresalir uno de los brazos de Hekapoo en medio de la nieve. Metió los suyos en esta y la levantó, sacándola de ese montón de hielo. Entre los brazos del hombre se hallaba la dama de cabellos carmesí con un rostro de desdén, ella también escupió la nieve que se le había metido en la boca.
- Gracias. - soltó sin más tras escupir la nieve.
Este bajó a la mujer, quien se rodeó de llamas para quitarse la nieve de encima.
- Fue buena idea la de usar un portal tras hacer caer los picos de hielo para que nos dejasen de perseguir. - alagó este.
- Je je, también lo fue a tuya de usar esos trozos de hielo como tablas de snowboard. - señaló ella también, sonriendo.
- Si, ambas cosas funcionaron bien juntas. Hacemos buen equipo. - este levantó su mano para chocar los cinco tras decir eso. Con gusto ella los chocó. - A dónde vamos ahora por cierto? - terminó por preguntar este.
Ella simplemente apuntó con su dedo más hacia adelante, por allí se podía ver un camino que ascendía. No se habían dado cuenta al salir, pero había un muro de hielo a su izquierda que los estaba resguardando de la ventisca. Más allá de esta formación gélida se podía ver claramente la ventisca que asomaba. Fuerte era el viento que esta mostraba y abundante era la nieve que consigo arrastraba. Pese a ello tuvieron que seguir su camino hacia ese templo hundido enteré las rocas. Mantuvieron paso firme a pesar del fuerte viento. A medida que avanzaban el camino se iba acabando, hasta llegar al que sería un puente colgante, el cual llevaba a una parte alta hacia otra montaña. Sin embargo este se mecía violentamente por culpa de la ventisca, sus maderas se veían resistentes, pero las maderas no eran el problema, sino la posibilidad de salir volando por el fuerte viento.
- Yo iré primero, tú quédate aquí. - indicó Marco, quien sin darle tiempo a Hekapoo a decir nada se aventuró a caminar por el puente.
La construcción de madera se mecía más que una hoja al viento, cada paso que el chico daba era asegurado por estar sujetado fuertemente a la cuerda del puente. Dio un par de pisotones a los maderos para cerciorarse de su resistencia, una vez que comprobó que esta era óptima decidió aumentar su ritmo. Se apoyó con fuerza y dio un leve impulso que lo hizo avanzar varios metros en un momento, pero bajo ninguna circunstancia se soltaba de la cuerda a pesar de los saltos que hacía. Poco a poco iba avanzando, ya estaba por una tercera parte del puente. Un soplo repentino de viento lo hizo pisar fuera del puente, le dio la impresión de caerse. Bajo sus pies vio un enorme vacío blanco que se movía y gritaba como un mar embravecido buscando engullir a cualquier desafortunado que cayese en este, pero gracias a estar sujetado a las cuerdas con suma fuerza eso no ocurrió. Continuó dando zancadas hasta finalmente llegar al otro lado. Cómo se esperaba desde esa distancia y con la ventisca el sonido de su voz era opacado fácilmente. Así que se giró para saludar a Heka, indicando con esto que era seguro cruzar. Debió de haber aumentado la ventisca mientras caminaba por el puente porque no conseguía ver a la mujer del otro lado. Una mano tocó su hombro suavemente, haciendo que este se gire.
- Estoy aquí. - dijo Hekapoo evidenciando su posición.
- Cómo has...? - quiso preguntar.
- Portales. - respondió ella adelantándose a su pregunta.
- Okey, lo entiendo. Portales para subir, para salir de una cueva y para cruzar el puente. Los portales son probablemente nuestra mejor herramienta. - soltó el refunfuñando un poco por no habérsele ocurrido hacer eso antes que arriesgarse a cruzar el puente.
- Exacto, eso es lo que te dije al principio de la aventura. Sea cual sea el caso, sigamos. - anunció ella finalmente.
A pesar del fuerte sonido del viento estos dos no tuvieron que elevar mucho su tono de voz para hacerse oír. Más adelante de ellos había un bosque de pinos, cuyas copias estaban cubiertas en nieve. Se podía notar que al avanzar varios metros este sitio se sumía en la oscuridad, a pesar de tener luz solar, más el sol se estaba poniendo casi.
Se adentraron a bosque en busca de la salida a este. Dentro del mismo las corrientes de aire eran más suaves, los árboles actuaban como muros naturales ante la ventisca. Hekapoo aprovechó ese momento para hacer crecer la llama de su cabeza, así tendrían el camino iluminado. A medida que avanzaba notaban la presencia de varios depredadores, pero estos no se les acercaban lo suficiente como para que la luz de Heka los revelase.
- Oh no, no lucharemos aquí. - dijo ella seriamente
De ella salieron seis clones, tres a cada lado. Estos fueron expandiendo el círculo de iluminación que producían las llamas de sus cabezas, haciendo que el rango de visibilidad de ellos aumentase y provocando que las criaturas que los observaban se alejasen aún más.
- Realmente no tienes ganas de luchar otra vez. - soltó Marco mientras caminaban.
- Ya hemos luchado bastante contra aquellas anguilas de hielo. Y es probable que dentro del templo ese también debamos luchar. Así que cuántas más batallas podamos evitar, mejor. - respondió esta ante el comentario.
Al cabo de caminar durante lo que podría haber sido media hora vislumbraron a lo lejos el final del bosque. Los clones que iban por delante de ellos salieron corriendo hacia el final para luego separarse justo al salir. Al muchacho le pareció extraño, pero cuando se giró para decirle algo a Heka, notó que ella no mostraba sorpresa alguna, por lo que dedujo que sería idea suya, así que decidió no preguntar y simplemente seguir con lo que sea que ella tuviese planeado. Al cabo de un momento se encontraban fuera del bosque, solo para hallarse un muro enorme de roca y hielo.
- Que hacemos ahora? - preguntó el tipo.
- Tan solo espera. - le respondió ella.
Pasaron varios segundos y a lo lejos se percibió a los dos clones, cada uno regresaba por el lado del que había salido corriendo. El que venía por la derecha levantó la mano, el de la izquierda simplemente negó con la cabeza, la original simplemente asintió y las llamas de los seis clones se esfumaron, junto con ellos.
- Vamos por aquí. - dijo ella caminando hacia la derecha. Marco la siguió sin más.
Caminaron y caminaron hasta llegar a una parte del muro en donde se mostraban unas escaleras que subían, como un túnel entre la roca y el hielo. Subieron por este camino hasta llegar a la salida del mismo, solo para encontrarse de cara a la que sería la entrada al templo que Hekapoo había mencionado.
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Que onda gente. Como siempre sigo aqui trayendoles a ustedes sus dosis semanal de droga literaria. Espero que hayan disfrutado el capitulo de hoy, y como siempre, hasta la semana que viene.
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