Capítulo 27: Una mano para el remordimiento
Marco escuchó la pregunta de Wûseng atónito. No daba crédito a lo que estaba escuchando. Cómo podía el saber que una vez tuvo que asesinar a alguien? Se preguntaba. No recordaba haber mencionado nada de ello cuando le contó los motivos por los cuales se hallaba allí. Tampoco habría querido hacerlo. Llevar encima el peso de la muerte de un individuo era algo que es quería quitarse de encima y dejar atrás lo antes posible, por lo cual lo último que haría sería contárselo a alguien. Más en la pregunta de Wûseng el noto que no era una pregunta del cual el no supiese la respuesta, más bien era una pregunta para saber si Marco era capaz de contárselo. Aun así dudoso decidió responder con intención de averiguar como el descubrió ello.
- Cómo sabe eso? - dijo el serio y un tanto resentido.
- Cuando me contaste los motivos por los cuales te hallabas aquí hubo un momento en el cual tu espíritu se sintió reprimido y resentido. Arrepentido por un acto cometido. Puedo ver en ti que tienes un buen corazón, y que por ello cargar con una muerte es algo que te aprisiona y te mata por dentro - dijo el maestro.
El joven estaba sorprendido por la capacidad del anciano para percibir el estado de los demás. Aun así le resultaba extraño que no se lo hubiese comentado antes. Y así se le preguntó.
- Quería encontrar el momento indicado para hacerlo. Cómo estás en proceso de recuperación lo último que necesitaba tu mente es ser perturbada por tales recuerdos. Pero cuando te vi ilusionado por formar parte en la búsqueda de alimentos supuse que lo que querrías hacer sería cazar - exclamó apuntando al arco del chico - y no sé si con tales remordimientos seas capaz de hacerlo.
Al escuchar esto Marco recordó inmediatamente el momento en el que quiso defenderse contra aquel árbol de brasas. Hubo un momento en el que dudo al apuntarle y eso le costó un golpe considerable. Las palabras del maestro exponían la preocupación que tenía él por sus alumnos, este era alguien de apreciar. Puesto que el anciano expuso su conocimiento de los remordimientos del joven, este decidió contarle la historia del asesinato al jefe del gremio de asesinos en Rotchville. Le resultó difícil expresar lo que alguna vez fue uno de los peores momentos en toda su aventura, pero lo hizo como pudo. Wûseng agradeció al joven su sinceridad y consideración por contarle la historia. Este apoyó su mano de reptil en su hombro y paso a responder.
- Marco, te ayudaré a superar este trauma, pero de momento vuelve con el resto. Luego hablaremos - dijo con serenidad.
Marco asintió y dio gracias apoyando su puño en la palma de su mano e inclinándose un poco. Wûseng realizó el mismo gesto correspondiendo al joven. Ambos fueron en direcciones opuestas. Marco fue junto al grupo de búsqueda el cual estaba repartiendo los frutos recolectados a los alumnos. Wûseng por su parte se dirigió a una habitación secreta que había en la sala de meditación. Allí buscó varias cosas que preparó para atender luego al joven.
Mientras tanto el resto de alumnos y maestros estaban ocupados con la serpiente preparándola para cocinarla. Al parecer en el templo tenían un olla enorme que también servía para hacer el arroz que comían todos los días, pero está también se hacía servir de horno. El encargado de la cocina era un orco enorme llamado Seikei. Este era de color verde pálido. Tenía unos brazos y torso muy musculados, se podía ver una gran cantidad de venas resaltando de ellos. Sus ojos eran de color café, no poseía pelo y sus colmillos, grandes y puntiagudos como una lanza, sobresalían de su mandíbula inferior. Marco estaba sumido en sus pensamientos pero al ver al orco decidió acercársele.
- Wow, cocinaras la serpiente aquí? - pregunto maravillado.
- Ajaja, claro que sí pequeño. Esta belleza es capaz de convertir una vaca en comida digna de reyes - respondió enérgicamente.
Under que estaba cerca de ellos escuchó la conversación. Este no pudo evitar relamerse al escuchar la ilustración que el maestro de cocina Seikei dio al humano.
- Observa esto pequeño - expuso el orco.
De un gran salto abrió la que era la puerta del gran horno, de allí saco una parrilla que tenía una sistema de ruedas. Dio una señal para que aquellos que estaban ocupados con la serpiente la trajesen. Pusieron la gran serpiente en la parrilla y luego Seikei la metió dentro del horno. Debajo del gran armatoste había muchos troncos y paja. El orco con unas rocas en las manos dio un prodigioso movimiento haciéndolas rozar y disparar chispas a los maderos. De estos comenzaron a emerger pequeñas llamas, de un fortísimos soplido el orco avivó el fuego y lo esparció por el resto de troncos de una sola vez. El fuego ardía con viveza y sus llamas llegaban al metal el cual calentaría la carne que hoy todos comerían. Marco miro asombrado el dominio que el orco tenía sobre las llamas.
- Es grande la maestría que posees con las llamas maestro Seikei - dijo Marco.
- Gracias chico. Pero llámame Sei. Y es normal dominar las llamas y el horno cuando el eres herrero y manejas el metal - expresó con una gran sonrisa que mostraba sus puntiagudos y afilados dientes.
- Eres herrero? Eso quiere decir que manejas el arte de la fundición?
- Así es chico.
- Qué armas utilizan aquí? - pregunto intrigado.
- Bueno, hay ciertos alumnos que se decantan más por el aprendizaje de las armas. Así que hay muchas de hecho. Yo me encargo de firmarlas y de enseñar su uso.
- Usted hace un montón de cosas por lo que veo.
- Es porque todas ellas guardan una relación entre sí. Así que ya sabes chico, si quieres saber algo lo que imparto, yo soy tu maestro.
Le resultaba bastante interesante al joven el hecho de que un maestro impartirse tres artes. En señal de respeto Marco hizo el gesto de reverencia al orco. Este correspondió el gesto por cortesía, pero le pidió que no fuese tan formal con el, pues a este no le gustaban las formalidades, prefería a las personas totalmente naturales. Marco río un poco y acepto la propuesta del orco. La extravagancia que tenía el ayudaba al chico a no pensar en su reciente conversación con el maestro acerca de su asesinato.
Seikei le dijo al joven que fuese a ayudar a los demás con las frutas que trajeron los chicos. Este se unió a los demás y se almacenaron las frutas adecuadamente. Una vez estuvo lista la serpiente, todo el mundo tomo su tazón y se le sirvió un trozo de carne y una pieza de fruta. Al ser domingo los alumnos tenían permiso para comer donde les plazca, así que Marco se situó junto a Yuin y Grok, estos lo recibieron sin tener ningún inconveniente. Junto a ellos había también un sátiro, una reptiliana o mujer-reptil, un gigante, y un chico-zorro. Yuin se los presento al joven con amabilidad. El sátiro se llamaba Gren, la mujer-reptil Shissel, el gigante Than'rod y el chico-zorro Waild. Todos hablaban entre ellos y platicaban sobre temas ambiguos mientras comían, le resultaba curioso al chico teniendo en cuenta que consideraba al templo un sitio estricto. La curiosidad pudo con él, así que decidió preguntar.
- Chicos, porque el templo es un lugar tan estricto? – pregunto curiosamente.
Todos lo miraron, algunos recordaron una imagen de sí mismos cuando se encontraban en la misma situación que el chico y comprendieron su extrañeza a la perfección. Fue el gigante quien se dispuso a ser el que respondería a su pregunta.
- Ciertamente las reglas son estrictas, pero eso es porque el entrenamiento que se hace aquí es muy riguroso y requiere disciplina. Cuando un alumno decide entrenar en este templo también acepta acatar sus normas – dijo con voz gruesa el gigante.
- Pero no son un poco exageradas esas normas, es decir, esta es la primera vez que los veo hablar entre ustedes en lugar de... bueno, entrenar.
- Sí, es porque como te dije, el sitio es muy dedicado al entrenamiento de sus alumnos. Cualquiera puede entrar y cualquiera puede salir, nadie está obligado a quedarse, si estás aquí es por voluntad propia.
Esto hizo al joven darse cuenta un poco más de lo enserio que se tomaban las personas el entrenamiento allí. Esto hizo que se interesase por los profesores, tratar de saber cómo se tomaban ellos la enseñanza de sus artes ante los alumnos. Se sentía con ganas de recuperarse ya lo antes posible y aprender todas las artes posibles.
La hora de comer se les paso rápido pues se juntos charlando. Más todos habían de ir a lavar sus platos. A Marco le tomó por sorpresa el la presencia de Wûseng, lo cual el recordó la pequeña cita que estos dos tenían. El maestro guio al joven por el pasillo pasando por la gran estatua. Entraron a la sala de meditación, había dos practicantes en ese momento, así que ambos intentaron no interrumpirlos. El anciano llevó al chico aun en lo más profundo de la sala, mostrándole una habitación apartada y privada. Detrás de unas cortinas se hallaba esta, había dos cojines. El maestro invito al joven a ocupar uno de ellos, el cual lo hizo con gusto pero algo inseguro por todo lo que estaba pasando. Una vez sentados ambos Wûseng preparó un cuenco con incienso, de este comenzaba a salir humo con un aroma que inducia a la relajación, se sirvió de este para comenzar su explicación al chico.
- Joven Marco, déjame hablarte de la vida – explicaba mientras pasaba su mano por encima del incienso, haciendo que el humo bailase entre sus dedos – la vida es un regalo que se nos concede a todos aquellos seres que habitamos. La vida es algo que merece ser respetado y conservado. Pero la vida es algo que posee cada uno, por lo cual cada uno es libre de hacer con ella lo que le plazca. Más cuando alguien busca hacer con su vida daño a las vidas del resto, es cuando se rompe el respeto que se ha de tener por dicho regalo. Y arrebatarlo sería uno de los peores pecados que podría cometer alguien.
Al escuchar estas palabras Marco agacho la cabeza, pues ella evocaban en él el recuerdo de sus acciones, y a lo que lo llevo a hacer. Pero el viejo tortura hizo que este levantara la frente y continuase escuchando sus palabras.
- A veces, no con malas intenciones, nos vemos obligados a arrebatar la vida de alguno de estos seres y no está mal. Pues la vida tiene un ciclo, y nosotros formamos parte de él. Cuando alguien caza se ve obligado a matar para alimentarse, y como es evidente, el cazador no caza por matar, sino por hambre. Ahí es de donde parte una gran diferencia entre un asesino y alguien que simplemente continua con su ciclo, un motivo. Matar es algo realmente grave, pues como ya te lo he mencionado, significa arrebatar la vida de un ser vivo. Pero son los motivos que tenemos los cuales nos llevan a tener que tomar ciertas medidas a la hora de continuar con nuestro propio ciclo como seres vivos. Aquel que quiere conseguir algo, aquel que quiere proteger algo – estas últimas palabras llegaron un poco más al joven que las anteriores – un propósito es lo que diferencia en gran medida esta acción. Hay ocasiones en las cuales dos individuos tienen objetivos contrarios, y para conseguirlos se ven obligados a pelear a muerte entre ellos, estos conocen el precio a pagar, y si deciden hacerlo, entonces ellos están dispuestos a perder su vida por su causa.
Las palabras del maestro traspasaban en marco junto con el incienso que ayudaba a que se relajase y se centrase en estas. Dirigió su mirada a los ojos del viejo casi a punto de llorar.
- Habrá veces en la vida que tendrás que tomas la vida de otros porque estos están en medio de tus objetivos, no te estoy diciendo que eso te dé el derecho a hacerlo, pero el curso así nos lo enseña, tenemos que perseguir aquello que más queremos, y hacer lo que nosotros mismos consideremos adecuado. En mi opinión sincera, no considero que tú te veas en la necesidad ni que quieras matar a alguien, pero habrá veces, como la de la ciudad de Rotchville, en las que tendrás que hacer cosas que no quieres, y cuando llegue el momento, valora que es más importante y cuando elijas, pase lo que pase, no te arrepientas de tu decisión, porque nosotros como individuos somos nuestras acciones y decisiones. Recuerda joven, se respetuoso ante la vida y ante la muerte.
Cuando Wûseng acabo de hablar, el chico sintió como si ese momento lo hubiese vivido antes, le recordó a Hekapoo cuando le hablo también acerca de matar debajo de aquel árbol cerca de Rotchville. Las palabras del maestro hicieron ecos en él, no era algo que pudiese superar en un día, pero el chico comenzaba a tener puntos de vista diversos de los cuales mirar su situación, y estos realmente le fueron de ayuda. Marco se limpió un poco el rostro, pues se sintió muy conmovido al escuchar las palabras de Wûseng, y luego le agradeció con énfasis su ayuda. Este sonrió y le dijo que no era nada en especial, él se sentía encantado de poder ayudar a aquellos que se han perdido en su camino, y que esperaba que pronto pudiese reconducirse en él. Decidido, Marco decidió centrarse en recuperarse lo antes posible para poder entrenar e ir a la búsqueda de alimentos alguna vez, y tal vez, recuperar su sudadera.
- Maestro Wûseng, sabe usted algo de la meditación? – pregunto ansioso.
- Jeje, no entiendo esa pregunta repentina, pero si, se un par de cosas sobre meditar, porque lo mencionas?
- Podría darme consejos para hacerlo mejor, quiero recuperarme lo antes posible.
- Ah, entiendo. Podría aconsejarte, pero si de verdad quieres aprender mejor sobre la meditación puedo sugerirte que vayas con nuestro maestro de meditación.
- Quién es?
- Ya la conoces. Es Mika.
- Ella es una maestra? – dijo con gran asombro.
- Así es, desde muy pequeña ha aprendido este arte, y parece que ha sabido dominarlo a la perfección, es muy buena instruyendo, si quieres saber algo es ella quien puede ayudarte.
No se esperaba que la chica que lo ayudo desde el principio resultase ser una maestra. Sin pensar mucho en ello se decidió a buscarla y hablar con ella para ponerse en marcha lo antes posible y recuperarse.
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Buenas noches gente candente. Aquí les dejo como siempre el capitulo de esta semana.
Marco se siente mas aliviado con el peso de una muerte sobre sus hombros después de hablar con Wûseng. Parece que Mika es mas de lo que parece ser. Como continuara Marco, esto y mas la semana que viene,
Aprovecho para decirles a todos feliz año nuevo. Hasta el año que viene.
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