Capítulo 18: Declaración de guerra
Ken se encontraba sentado en una silla al lado de Marco, el cual reposaba un su camilla y miraba fuera por una ventana.
- Entonces... eso fue todo lo que pasó... no? - dijo el alcalde.
Marco asintió en silencio. Luego de haberle contado la historia al alcalde, se había quedado un poco callado.
- Cuanto tiempo dijo el médico que podría tardar en sanar tu herida?
- Un mes o dos - respondió al cabo de un rato.
El alcalde no dijo nada. Solo se quedó en silencio. Pasados unos segundos apoyo su mano en su hombro y le dio una media sonrisa.
- Ya verás cómo te recuperarás.
- No es eso lo que me preocupa - respondió el.
- Qué entonces?
Este se tocó el hombro vendado.
- Si un asesino vino buscando venganza por su compañero caído, quien dice que no vendrá otro. Y además... esta vez no podré defenderme - dijo pesaroso.
Ken lo miro entristecido. Ciertamente Marco tenía un buen punto para estar preocupado. Pudo vencer al primer asesino sencillamente cuando estaba en condiciones, a lo mejor podría haber hecho lo mismo con el segundo, pero este lo tomó por sorpresa. Ahora sabía que él no podría dormir tranquilo pensando que en cualquier momento podría ser atacado. Y sin poder hacer nada para defenderse. No podía imaginar la oleada de pensamientos por los que Marco debería estar pasando ahora mismo. Intentó animarlo como pudo.
- Habrá guardias defendiendo la entrada de este sitio, te lo prometo.
Esto no hizo que Marco se sintiese más seguro. Los guardias ya habían demostrado su valía en otras ocasiones, eso y que él ya sabía que estos asesinos podrían venir en cualquier momento y desde cualquier parte. Más sabía que Ken está haciendo lo posible para subirle los ánimos. Así que se giró un momento para verlo y darle una media sonrisa.
- Gracias - le respondió.
El alcalde se sintió tan conmovió como entristecido. La cara de Marco era un vivo retrato de aquellos que temen a la muerte inminente. Asintió a su agradecimiento y se levantó de la silla.
- Muy bien chico. Yo debo volver a mi puesto, volveré a visitarte.
- De acuerdo.
- Aliméntate bien, así te recuperarás antes.
Esas fueron sus últimas palabras antes de salir y dejarlo a solas. Ahora el silencio era lo único que le hacía compañía en esa habitación. La soledad lo invadió, y con ella, sus pensamientos. Se pasaba el día pensando en que en cualquier momento entraría alguien a su habitación y acabaría con su vida sin poder hacer nada por ello. Imaginaba su muerte de todas las formas posibles, apuñalado, atravesado por una flecha, envenenado incluso, este último le hizo ponerse paranoico cada vez que le traían algo de beber. Y esas solo eran las muertes que él considera "rápidas". También cabía la posibilidad de que está vez no solo fuese uno, sino dos o tres, que lo sacasen de allí y lo torturasen hasta morir. Solo lo sacaba de sus pensamientos los momentos en los que los médicos cambiaban sus vendajes y cuando Ken lo visitaba. Este no dijo nada, pero el estado de Marco estaba empeorando, no por sus heridas, sino por su cara, se veía deteriorado, se pasaba noches sin dormir por miedo a ser sorprendido, las ojeras en su rostro ya eran notables y eso que solo habían pasado 3 días desde que fue tratado. Las noches se hacían largas pues no podía conciliar el sueño, solo dormía de día, pero no las horas suficientes. Poco a poco fue hundiéndose en sí mismo y sus pensamientos.
Mientras tanto en el castillo el alcalde estaba tratando con los asuntos del pueblo. Había una señora charlando con él.
- Entonces él me dijo que no y yo le dije, tú te lo pierdes.
- Señora Hallen - respondió amablemente - realmente es algo interesante. Pero creo que este tipo de asuntos pueden ser tratados en tiempos de ocio. Sería tan amable de ceder el turno a alguien más - dijo refiriéndose a la cola de personas que había detrás de ella.
Esta se giró un momento para ver, había cinco personas esperando para tratar temas personales. Esta le sonrió al alcalde y se dispuso a levantarse.
- Claro, claro. Pero no pienses que te escaparas de mi tan fácilmente, jejeje.
- Oh, como podría señora Hallen.
Ella se levantó y así el siguiente en la cola pudo tomar asiento.
- Dígame, en qué puedo ayudarle? - preguntó este entrecruzando sus dedos y sonriendo.
Antes de que pudiese hablar el sujeto, Hallen apareció de nuevo y por sorpresa.
- Por cierto, les he explicado lo que pasó el otro día en la carreta del carpintero???
Ken suspiró agobiado por la señora. Mientras tanto un guardia llegó irrumpiendo en la conversación.
- Alcalde, tengo un mensaje para usted, lo ha traído un cuervo... No interrumpo nada, no? - pregunto este al ver a los tres.
- No, no, no - respondió el - para nada, déjame ver ese mensaje.
El guardia le extendió la carta para que Ken pudiese tomarla. Esta venía sellada con una marca en forma de calavera. Extrañado saco la carta de su sobre y se dispuso a leer su contenido.
Gobernador de Rotchville,
Me veo honrado de informarle que, en vista de los recientes acontecimientos acerca de nuestros hombres fallecidos en sus tierras, nosotros, el gremio de asesinos, atacaremos en gran escala vuestra ciudad y masacraremos a cada habitante en pie allí.
Preparadnos una cálida bienvenida, lo esperaremos con ansias.
Atentamente,
El líder del gremio de asesinos.
La carta acababa con una firma, muy probablemente, del líder del gremio.
Ken estaba atónito. No sabía si lo que decía la carta era algo verídico o alguien estaba tratando de darles un susto. Desde luego, si se trataba de una broma no tenía ni un vestigio de gracia.
Comenzó a investigar entre los guardias, definitivamente no había guardia alguno que no guardase pleno respeto al alcalde. Por lo que confirmó que ninguno de ellos habría sido capaz de mentirle. A parte de los guardias no había nadie más que supiese de los asesinos fallecidos. El primero murió en la cárcel, como no era el asesino que mato a Sherry, decidieron no hacer público el hecho de la captura de este hombre. Y del segundo no sabía nadie más que Marco, el alcalde y unos pocos guardias. Sería conveniente advertir al pueblo de todo eso, pensó él. Aunque antes de contárselo a pueblo debería decírselo a Marco. Sería mejor que si la noticia se hace pública él se enterase por el propio alcalde que por el pueblo. Después de todo, él era uno de los que más metido estaba en el tema.
Marco se encontraba en su camilla mirando a su ventana, como le era de costumbre. Ya habían pasado dos semanas y media desde que se encontraba en cama recuperándose. Ese día recibió la visita del alcalde, como solía hacer cada dos días.
- Buenos días Marco, como te encuentras hoy? - dijo Ken entrando por la puerta.
- Buenos días - dijo desganado - como siempre, supongo.
Le entristecía al alcalde ver que sus ánimos seguían igual de decaídos que siempre. Se fijó un momento en la muleta que se encontraba al lado de su camilla, así que se le ocurrió preguntar para romper el hielo.
- Oye, como van los ejercicios, puedes caminar algo?
- No mucho, cuando lo intento me duele y suelo desistir.
- Bueno, ya es algo, seguro que pronto podrás caminar más libremente.
- Supongo - dijo desganado.
Ken sabía que probablemente nada animaría a Marco. Así que decidió omitir más intentos de subirle los ánimos e ir al punto de la cuestión. Sacó una carta de su bolsillo y se la extendió a él para que la leyera. Este la leyó detenidamente interpretando lo que cada palabra quería expresar. Cuando terminó, bajo la carta hasta dejarla en su regazo.
- Es una forma muy cortés de decir que va a matarnos a todos - dijo con la mirada perdida.
- Lo ignoro.
- Cuando recibió esta carta?
- Hace dos días.
Hubo un pequeño silencio en el cual estaba pensando lo que le iba a decir.
- Ken, eres consciente de que pudo haberla escrito quien sea, verdad?
- Créeme que soy muy consciente. He investigado a todos aquellos que sabían sobre los asesinos fallecidos, nadie aparte de ti y unos guardias, y ninguno sería capaz de hacer semejante cosa, y menos con todo lo que ha pasado.
A Marco le sorprendió un poco la seriedad con la que el alcalde se estaba tomando esto. El asunto ameritaba ponerse serio. Pero nunca pensó ver así al alcalde. Dejando eso de lado comenzó a imaginar la situación, montones de asesinos atacando a cada habitante de Rotchville. Cómo serían capaces de sobrevivir a ello. Pronto las preocupaciones que tenía por ser asesinado en cualquier momento se volvieron en aceptación y desesperanza a una muerte segura eh inminente. El alcalde dijo algo, haciendo que Marco vuelva a la realidad.
- Planeo evacuar al pueblo. No sé cuándo ellos podrán atacar así que intentaré explicarles la situación y tan pronto entiendan recogeremos todo lo que podamos y nos iremos, no volveremos en una temporada larga, si es que decidimos volver. Deberías venir con nosotros, sé que solo estás de paso, pero con esas heridas no llegarás muy lejos.p
Realmente tenía razón. En el estado en el que se encontraba Marco no sería capaz de hacer mucha cosa, ya de por si le costaba caminar un poco. Sin embargo no consideraba que el plan del alcalde fuese a prueba de fallos.
- Podrían tenderles una emboscada mientras viajan.
- Qué quieres decir? - dijo confundido.
- Ellos deben saber lo que están haciendo, a lo mejor esperan que desalojen la ciudad y así atraparlos cuando son más vulnerables. Además, un asesino mata por cualquier motivo, pero ellos, más que asesinos, son sicarios. Es probable que alguien de esta ciudad haya contratado a varios de ellos. Esta misma persona puede avisar de la evacuación, y dar instrucciones de hacia dónde vamos o por qué camino, pueden ser muchas cosas.
El alcalde ya había tenido en cuenta varios factores. Pero el caso era que nunca habría esperado enfrentarse a algo como esto. Estaba haciendo todo lo que estaba en sus manos para poder hacer que su pueblo prosperase.
- Lo se Marco, y lo entiendo, pero entonces qué quieres que haga? - pregunto decaído - estos muros no nos proteger y no puedo simplemente esperar a que vengan y nos aniquilen.
Ambos quedaron en completo silencio y cabizbajos. Era algo muy difícil de tragar, el hecho de saber que serían atacados y asesinados a sangre fría, aunque ese sentimiento es con el cual Marco estuvo conviviendo durante días, pero además de eso saber que muchos más morirán a parte de él no hacía más que subirlo más y más en sus pensamientos.
- Mañana comenzaré los preparativos para informar al pueblo, y a planear la evacuación. En el estado en el que te encuentras deberías venir con nosotros. Volveré a visitarte para escuchar tu respuesta.
Marco no dijo nada solo se quedó callado y pensando. El alcalde se despidió y salió de la habitación.
De nuevo solo y encerrado en esa habitación pensó él. Estaba totalmente paralizado, no se movía ni un solo milímetro. Los pensamientos inundaban su mente. Una muerte inminente, nada que hacer, vendrán en cualquier momento. Cada uno de esos pensamientos no hacía más que conllevar a otros que aumentaban su preocupación por toda la situación, por él, por la gente y por el pueblo entero.
Por primera vez en mucho tiempo volvió a pensar en su hogar, en su familia, en sus amigos... en Star. Pensó en todas las personas que amaba, y que probablemente no volvería a ver más. Aún había muchas cosas que quería hacer, aventuras que vivir con Star, graduarse, declarársele a Jackie. Todo esto comenzó a calarle más y más en su interior. Estaba a punto de llorar, pero a pesar de todo el dolor que le daban esos pensamientos no lloró. Se sentía cansado. Giró la cabeza un momento para mirar por la ventana, era de noche ya, no lo había notado siquiera. Miró un momento a la mesa que había q su izquierda, había una bandeja con comida, no sabía si era la comida del medio día o ya era la cena, fuese lo que fuese no tenía mucha hambre. Saber que morirían en cualquier momento le quitaba las ganas de comer lo que sea. Tampoco tenía sueño. Suponía ya que esa sería otra noche sin dormir.
Al cabo de un rato volvió a sumirse en sus pensamientos, atormentado su mente. Pero algo lo sacó de su trance. Una luz iluminaba la habitación entera, una luz cálida, como de una llama. Este volvió a mirar a su izquierda y vio a Hekapoo sentada en la silla cruzada de piernas y comiendo un trozo del pan que se suponía debía comer él.
- Qué tal? – dijo ella con naturalidad.
Este se sorprendió un poco al verla. Sería la última persona que esperaría tener como visita en el hospital. Aun así no menosprecio su presencia.
- Podría estar mejor a decir verdad.
Ella masticaba y tragaba el pan mientras lo miraba.
Umm, eso quiere decir que hoy no intentaras apagar mi llama? – dijo apuntando a su cabeza.
Marco, con una mirada perdida, apunto a su hombro y a su pierna. Luego le dio una mirada de irónica a Heka, esa mirada estaba más cargada de melancolía que de otra cosa.
- Wow, esa cara... parece que hubieses muerto.
- Aun no... pero pronto lo estaré.
Hekapoo vio en el a un hombre derrotado, a alguien que había perdido toda esperanza o voluntad de seguir adelante. Comprendiendo ello se levantó de la silla.
- Bueno, supongo que ya estás muerto entonces. Mejor me iré de aquí.
Dio media vuelta y planeaba dirigirse a la puerta, pero algo le estaba impidiendo marcharse. Miro hacia atrás y vio a Marco sujetándole la mano para que no se fuera.
- Por favor... no te vayas – dijo el con la voz quebrada – tengo miedo, por mi culpa un gremio de asesino atacará el pueblo entero... y no sé qué hacer, ni siquiera puedo caminar bien con estas heridas, mucho menos luchar contra esos tipos... no sé qué hacer.
Ella lo vio indiferente. No mostro un solo vestigio de empatía o lastima por él. Apartó su mano para que lo soltase.
- Me decepcionas, aquel chico que alguna vez peleo con bravura contra mi esta ahora tirado en la cama llorando porque unos tipos lo quieren matar – dijo severamente.
- P-pero ellos son asesinos profesionales...
- Eso dice el chico que sobrevivió durante tres años en el bosque de las bestias.
- Pero ahora estoy herido, no puedo hacer nada.
- Jajaja, huyes de esta situación antes de que siquiera alguien haya aparecido. Todos los humanos son iguales, se rinden antes de empezar la batalla cuando el panorama se torna difícil. No eres diferente al resto. Corre y escóndete, a lo mejor sobrevives solo para darte cuenta del cobarde en al que te has convertido.
Ella comenzó a caminar hacia la puerta y se fue en silencio. Marco había quedado atónito ante todo lo que Hekapoo le había dicho. Sus pensamientos ya lo había hundido lo suficiente, pero ella había terminado el trabajo. Sus ojos comenzaron a humedecerse, sus labios comenzaron a temblar, y su espíritu se quebró. Rompió en llanto y dejó que las lágrimas cayesen por su rostro. No había esperanza, todo lo que estuvo pensando esos días se haría realidad finalmente en cualquier momento. Solo podía pensar lo cobarde que él se había vuelto y que solo podía huir. Se cubrió la cabeza con sus manos y hundió la cara entre sus piernas. Poco a poco la miseria lo fue embargando por completo. Las palabras de Hekapoo resonaban en su cabeza una y otra vez, pero cada vez que estas resonaban, Marco se sentía más y más frustrado, entonces paso algo que no esperaba. Se sintió cansado... cansado de llorar, cansado de tener miedo y cansado de darse por vencido. Poco a poco fue frunciendo el ceño. Apretó los dientes y sus puños, esto hacia que el hombro le doliese, pero no le importaba. La rabia comenzó a inundarlo y, por primera vez, decidió pensar en cómo resolver todo esto. Extendió su mano y tomó la bandeja de comida que tenía en su mesa, esa noche no durmió, pero si comió y pensó todo lo que pudo sobre el asunto.
La mañana llego, el sol iluminaba por su ventana y el aún seguía serio por todo lo sucedido anoche.
- Es hora – dijo.
Intento girar su cuerpo para estar sentado en la cama. Tomó la muleta que había al lado de su cama y se apoyó en su hombro derecho, usando su brazo izquierdo para no aplicar todo el peso y su hombro perforado. Apoyo el pie en el suelo y sintió el dolor de la herida en su pierna. Pero no se detuvo, comenzó a dar pasos, uno tras otro, apretando los dientes por el dolor de sus heridas. Salió por la puerta. Uno de los asistentes que estaban ahí lo vio.
- Marco que haces? – dijo alarmado – no es tu hora de hacer ejercicio.
Este se le acercó para ayudarlo. Marco le aparto con su mano izquierda.
- Aparta, tengo que hacer algo muy importante – dijo seriamente.
El tipo estaba atónito, no sabía qué hacer. Marco sin prestarle atención seguía caminando hacia la salida. Antes de que se pudiese dar cuenta ya había salido del hospital, apoyándose en la muleta y cojeando por el dolor. Poco a poco fue tomando dirección al castillo. Mientras, por las calles se paseaba Julia, la ayudante del barbero, esta vio a Marco y lo reconoció de inmediato. Se alarmó de golpe y fue rápido hacia el en su ayuda.
- Marco – dijo al acercársele – dios mío, que te ha pasado? Déjame que te ayuda
- No! – dijo el cuándo ella intento hacer que se apoyase en ella – tengo que moverme por mi cuenta, tengo que hacer algo.
- Pero... y esas vendas.
El siguió caminando sin prestarle mayor atención. Ella se sintió preocupada, así que decidió seguirle por el camino para ayudarlo en caso de que se cayera o tambalease.
A duras penas pero sin flaquear llego al castillo. Se encontraba delante de los escalones. Se quedó mirándolos detenidamente por un momento. Hasta que decidió dar el primer pasó. Levanto su pie izquierdo, lo cual le costó horrores hacerlo. Julia estuvo a punto de ayudarlo, pero él se negó. Estaba temblando por el esfuerzo que hacia al subir cada escalón de ese sitio, pero no flaqueó.
Finalmente se encontró delante de la puerta que daba entrada al castillo. Los guardias lo observaron extrañados al verlo en ese estado y con esa determinación, estuvieron a punto de decirle algo pero supusieron que no era un momento para eso. Pronto se encontró de cara con la puerta de entrada. Con un último esfuerzo monumental se apoyó del todo en la muleta y en su pie derecho y, con su pie izquierdo, dio una patada a la puerta abriéndola de par en par. Todos los que se encontraban dentro se giraron al oírlo.
- Alcalde - grito él.
Este se alarmó. Rápidamente salió de su sitio y fue a donde él se encontraba. Marco seguía avanzando poco a poco.
- Marco, que haces aquí? - preguntó preocupado.
- Tengo la respuesta a la propuesta que me hizo ayer - dijo jadeando.
- No creo que sea el momento para eso deberías desc...
- NO!, me cansé de estar tirado en una cama. He venido hasta aquí para decirte que no formare parte de tu propuesta. En cambio, tengo una que hacerte yo a ti.
- De verdad que no creo que sea el momento para hablar de esto.
Toda la gente los miraba atentos sin tener la más mínima idea de que hablaban. El alcalde estaba sorprendido por la determinación que estaba mostrando el chico que ayer mismo estaba totalmente destruido.
- Nosotros - dijo jadeando eh intentando respirar - LUCHAREMOS!
Las palabras de Marco resonaron en el alcalde cual eco en una cueva. Más después de decir esas palabras el chico cedió al cansancio y se desplomó en el suelo, cerrando los ojos y sumergiéndose en el sueño.
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Muy bien gente, aquí les traigo otro capitulo de nuestro desdichado compañero, lo esta pasando mal ahora, pero seguro que algo bueno le pasara... o no XD.
Todo esto y mas en el siguiente capitulo.
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