Capítulo 31: Comienza el torneo
Costumbres son aquellas acciones que hacemos de forma reiterada y sin cuestionarnos, porque, tiempo atrás, nuestros antepasados las hacían con un propósito, aunque a veces olvidamos ese propósito y mantenemos las costumbres por costumbre.
— Anónimo
Justo en el momento en el que el árbitro hizo sonar el gong, en la mente de Marco recorrieron los pensamientos previos al combate, para ser más precisos, la charla que tuvo con Eclipsa acerca de los hábitos cotidianos de los trols, pues esperaba con ellos entender mejor su forma de luchar.
— Los trols salvajes son llamados así no solo por su aspecto bestial, sino porque estos se desenvuelven con total soltura en terrenos naturales. Se dedican a la recolección y a la caza, por lo que, al atacar, suelen ser letales. Prefieren atacar rápido para que sus presas no tengan tiempo a responder. Así que creo que eso es algo que deberías tener en cuenta.
— Sí, si estuviéramos hablando de que un grupo de trols fuese a atacar mis territorios y yo fuese uno de los que se encargan de defender la zona, entonces sí que esa sería una información útil para mí. Pero esto será un combate cara a cara, no habrá ataques sorpresa.
— Hmmm —dijo la mujer, llevándose un dedo a los labios—, sí, veo tu punto. Bueno, cuando una contienda se alarga, o sea, cuando una presa no cae con el primer golpe, un trol salvaje acostumbrará a hostigar de forma agresiva al rival hasta hacerlo caer. Básicamente para evitar que, de esta forma, el rival tenga tiempo a responder.
Y, por lo que acababa de ver en el combate entre Globgor y Elgor, estaba claro que lo que Eclipsa le había dicho era verdad.
Strok corrió con ímpetu hacia el humano y dio un gran salto para caer sobre él. Marco esperaba que el trol aumentase su tamaño para intentar aplastarlo, tal y como habían hecho Globgor y Elgor, pero no lo hizo. Me sigue subestimando.
Para la sorpresa del trol, Marco ni intentó correr ni esquivarlo, sino que se preparó para interceptarlo. Strok sonrió, casi dando su victoria por segura, cuando, al caer sobre el tipo, este lo tomó de ambas muñecas, evitando que las garras del monstruo lo alcanzasen, se dejó caer de espaldas y con un pie empujó el estómago del trol hacia arriba y lo lanzó hacia atrás aprovechando el movimiento. Cuando se quiso dar cuenta, Strok estaba en el aire, de cabeza, y el duro tacto de la pared y el suelo combinados lo hizo comprender que había perdido sin darse cuenta siquiera.
— Gana Marco —sentenció en árbitro alzando la mano del lado del humano.
— ¿Qué? —exclamó Strok, inseguro de lo que acababa de pasar.
El público, que segundos antes estaba extasiado y emocionado, ahora callaba. No celebraba ni abucheaba, solo guardaba silencio, como si no concibieran lo que acababa de suceder.
— Bien hecho, Marco —decía Eclipsa, aplaudiendo con la moderación y el refinamiento que cabría esperar de alguien de la nobleza, pero con una sonrisa y emoción impropios de alguien con porte noble.
— Espera —dijo el trol mientras se levantaba de la forma que podía—, espera, espera. Esto no está bien. Un mewmano no puede hacer eso. Seguro que hiciste trampas. Esos brazos extraños que posees...
— Son parte de mí —aclaró el humano—. Para que lo sepas, no soy un mewmano, soy un humano. Y si te gané fue porque me subestimaste y por eso no me tomaste en serio. Tú mismo eres el responsable de tu rápida derrota.
— Pero serás... —gruñó el trol enseñando los dientes—. Árbitro, usted ha visto el combate, seguro que vio algo extraño.
El árbitro, un trol de roca más bajo que el resto y más ancho permanecía parado con expresión impasible.
— Lo único extraño que veo es a un trol incapaz de aceptar la derrota. El humano ha vencido justamente, y lo mejor que puedes hacer es aprender de tu derrota y probar suerte la próxima vez.
Strok se quedó congelado ante las palabras del árbitro. Frunció el ceño con desprecio, miró a Marco y luego miró al árbitro de nuevo. Apretó los puños y luego dio media vuelta antes de irse.
Marco ignoró la rabieta del trol y se acercó a Eclipsa.
— Lo hiciste genial —dijo ella.
— Solo lo vencí porque iba confiado. Si hubiera luchado en serio desde el principio no me habría resultado tan fácil ganarle.
— Quizá después de esto te tomen más en serio.
— Supongo que sí.
— Has demostrado lo que vales —dijo Globgor animado mientras aparecía por detrás y le daba una palmada en la espalda que acabó por tumbar al tipo.
A duras penas y con cierto dolor, Marco le agradeció a Globgor el gesto. El trol sonreía y se mostraba contento por su victoria, sin embargo, en su interior se revolvía algo. Marco había conseguido despachar a su oponente sin esforzarse demasiado, aparentemente. Y eso le hacía pensar al trol que, llegados a cierto punto, el humano sería un rival a tener en cuenta. Pero eso no era todo. Globgor no había podido evitar fijarse en la forma en la que Eclipsa animaba a Marco. A él, en cambio, solo le había dirigido una sonrisa de las suyas. Y sí, podría ser una de las cosas más bonitas que salía de ella, pero no podía evitar sentirse celoso al comparar la reacción que tuvo con Marco con la que tuvo con él.
— El siguiente combate será entre Rok y Shrak —anunció el árbitro.
Los trols pasaron a la arena. Rok era un trol de la roca y Shrak uno salvaje. Marco se mostró especialmente interesado en este combate, pues quería saber cómo luchaban los trols de la roca.
Según lo que Eclipsa había dicho, los trols de la roca eran constructores. Estos utilizaban sus enormes manos para trabajar sobre la madera, la piedra y el metal. No solían tener rasguños ni problemas por astillas, por lo que pocas veces se quejaban. Solían trabajar con calma y lentitud, pero eran persistentes.
Ante esa primicia a Marco le invadía la curiosidad. Quería ver cómo se desenvolvían los trols de la roca al luchar. Aunque pronto se daría cuenta, y con cierta decepción, que Rok no parecía presentar mucho combate, pues se limitaba a bloquear los golpes de su oponente alzando uno o dos brazos, dependiendo de cual fuese el ataque.
Al final, Rok consiguió interceptar Shrak con un puñetazo y lo noqueó en el acto.
— Pero ¿que...? —exclamó Marco entre sorprendido e indignado—. Ese no fue un combate. —señaló con ambas manos y miró una y otra vez a Eclipsa y Globgor.
— Trols de la roca —dijo Globgor encogiéndose de hombros, como si aquello no le sorprendiera en lo más mínimo.
Los siguientes en luchae fueron similares. Grub, trol salvaje, contra Nok, trol de roca: ganó Nok. Después vino una pelea entre Honk, trol de hueso, y Narx, trol salvaje.
Esta era otra de esas peleas por las que Marco se interesó, ya que Honk, la igual que Kogler, era un trol de hueso. En este caso, Eclipsa no tenía mucho que decir sobre los trols de hueso, ya que su función en las tribus no estaba del todo clara. Podían cazar, pero no eran tan hábiles como los trols salvajes, también podían construir, pero tampoco llegaban al nivel de los trols de la roca. Su único punto fuerte y destacable con los otros tipos de trols era que eran luchadores natos, pues la batalla y el poder estaba en su sangre. En las tribus se creía que esta clase de trols nacía con el propósito de convertirse en reyes.
Cómo siempre, los trols se colocaban en extremos opuestos de la arena. En un lado Narx, cuyo pelaje era similar al de los otros salvajes que habían aparecido en la arena, colores similares al de la madera, ideales para camuflarse. Y al otro Honk, poco más grande que Narx y de piel gris como la ceniza.
El árbitro estaba a punto de dar la señal de inicio y Narx ya estaba cambiando el tamaño de su cuerpo. Honk apretó los nudillos y se colocó en posición.
— Empiecen —dijo el árbitro, golpeando el gong a la vez que anunciaba el inicio del combate.
Narx se lanzó hacia adelante e intentó atacar por un costado, una estrategia distinta a la de los otros salvajes. Marco pensó que quizá se debía a que el trol de pelaje pardo creyese que Honk se esperaría algo así.
El de huesos recibió a su oponente cubriéndose con los antebrazos. Narx chocó sus garras contra los fragmentos óseos del trol y evitó clavárselos. Dio un salto hacia atrás para marcar distancias, y luego volvió lanzarse. Acometió una y otra vez sin piedad. Sus ataques eran bloqueados, pero no dejaba oportunidad para contraatacar.
Sin que nadie se lo hubiese esperado, Honk cargó hacia adelante e irrumpió el aluvión del contrincante. Aquello dejó aturdido a Narx, quien no pudo hacer nada por defenderse ante los golpes de Honk. Cada puñetazo arrancaba unas cuantas gotas de sangre. Luego le dio un fuerte cabezazo y lo dejó caer al suelo. Comenzó la cuenta regresiva y Honk se mantuvo a la espera de ver si su oponente se levantaba, pero eso nunca sucedió.
— Honk es el ganador.
Marco observó bien al trol mientras se iba, y también se fijó en cómo había quedado Narx.
— ¿Qué piensas, Marco? —preguntó Eclipsa.
— Ese tal Honk, acabó con su oponente en un momento. Lo despachó cuando parecía estar en un aprieto, consiguió cambiar el ritmo de la batalla a su favor cuando quiso.
— Así es —mencionó Globgor con los brazos cruzados—. Hay que tener cuidado con los trols de hueso. Como ya dije, son luchadores natos.
El humano volvió a dirigirle una mirada al trol de hueso que estaba abandonando la arena, y se quedó pensando en cómo sería a la lucha entre él y Kogler si este ganaba su encuentro.
El siguiente combate fue entre Tork, trol de roca, y Sklag, trol salvaje.
Marco ya había visto el resultado de combate entre un trol salvaje y uno de la roca, y a decir verdad este último no parecía haber tenido muchos problemas para acabar con su oponente, y por eso el humano pensaba que el siguiente encuentro sería igual, pero no fue así.
En cuanto sonó en gong Sklag se lanzó por su oponente, como cabría esperar, pero ninguno se imaginó que, en vez de atacar con sus garras, como lo haría cualquier otro salvaje, diese a su oponente un fuerte empujón con el peso de todo su cuerpo. Aquello fue suficiente para hacer caer al trol de piedra, quien una vez en el suelo fue atacado varias veces por su oponente.
De pie los trols de la roca eran como grandes robles de fuertes raíces enterradas en la tierra. Casi podría decirse que eran inamovibles, pero, una vez en el suelo les costaba levantarse. Y si además un salvaje lo hostigaba continuamente, entonces no sé podría levantar, aunque un tornado viniese en su ayuda.
Tork intentaba defenderse como le era posible, pero se movía con notable lentitud, lo cual le daba tiempo al salvaje de moverse en torno a él y buscar un punto expuesto.
— Me rindo, me rindo. Para ya —pidió aquel que estaba en el suelo.
Sklag dio un salto hacia atrás y puso distancia entre ambos. El trol de roca se levantó, por fin, lleno de arañazos y golpes, y se quedó mirando a su oponente.
— Sklag es el ganador —anunció el árbitro.
Aquel salvaje acabó por sorprender a al público y, por lo visto, al monstruo le gustaban las ovaciones, pues alzaba los puños y rugía con alarde.
Aunque todos se mostraron ansiosos por ver el siguiente combate, entre ellos también Marco, el público ya había visto como un trol de hueso vencía a un salvaje, pero su oponente era Brex, un trol de la roca. Si los trols de hueso eran los luchadores del reino, los de la roca eran las defensas impenetrables, y por ello Marco no podía evitar sentirse emocionado por ver el desarrollo de aquella pelea.
— Comiencen. —El árbitro golpeó el gong de forma estruendosa.
Kogler apretó los puños con fuerza y cargó contra Brex. El trol de la roca interceptó al de hueso y lo tomó por los hombros. Era como si el rey se hubiese metido directo al agarre de su oponente, pero estaba claro que aquello no era así.
Mientras Brex retenía a su oponente, se podía apreciar como algo lo levantaba pocos centímetros del suelo reiteradas veces. Cuando el público se dio cuenta, vio que se trataba del rey, quien estaba golpeando el estómago del de roca de forma contundente y violenta. Brex parecía estar sufriendo un gran daño, pero no abandonaba su agarre. Empujó con fuerza para hacer retroceder al rey, pero solo consiguió ser llevado hacia atrás.
Un golpe más hizo que Brex soltase a su oponente y retrocediera unos pasos. Se llevó las manos al estómago y luego fue hostigado por una serie de golpes sucesivos en el rostro. Su aspecto robusto y forzudo no parecía reducir el daño que estaba recibiendo, pues los nudillos de Kogler se enterraban en la piel del monstruo y lo hacían gritar y tambalearse. Hasta que un fuerte golpe en la mandíbula lo envío al suelo, lugar del cual no se levantó.
Kogler rugió con fuerza en señal de victoria, y su festejo fue respondido de forma positiva, pues el público lo ovacionó. El siguiente encuentro fue entre Ferior y Rolfor, ambos trols salvajes. Combate que no se observó con mucha intriga, pero que si se disfrutó al ver. Venció Ferior.
El siguiente combate fue el de Marco contra Nok, el trol de roca. El humano relajó un poco los músculos mientras esperaba que su oponente terminase de posicionarse en su lado de la arena. Nok le sacaba por lo menos dos cabezas, quizás tres, no podía estar seguro estando al otro lado de la arena, pero sí que podía estar seguro de que no sería un combate sencillo.
— Comiencen.
El gong fue el pistoletazo de salida para el humano. Corrió hacia su oponente con sus brazos monstruosos listos y dio un salto para imitar lo que Sklag había hecho: derribar al trol. Desafortunadamente para el humano su peso no era el necesario para poder derribar a una criatura de tal magnitud, por lo que solo consiguió impulsarse en esta y retroceder.
Nok le dedicó una mirada burlona y luego se rio a modo de mofa.
— Alguien tan pequeño como tú jamás podrá derribar al gran Nok —aseguraba el trol.
Marco entornó un poco la mirada y luego corrió hasta el monstruo. Llegó delante de él en un suspiro y descargó sobre este una ráfaga de golpes. Marco aprovechaba la falta de huesos en los brazos de cefalópodos para recogerlos como si estuviesen hechos de un material elástico. Hacía tiempo que no tenía una pelea de puños, quitando, claro, lo sucedido con los daskins.
Retrocedió y sacudió un poco la cabeza para quitarse esos pensamientos y centrarse en el combate. Puso sus ojos encima de Nok solo para ver que este se había cubierto con sus brazos y parecía estar intacto.
Tras bajar la guardia, el trol miró al tipo y volvió a reír. Al parecer le seguía haciendo gracia ver que su oponente no conseguía dañarlo.
— Te veo muy confiado —comentó el humano.
— No puedes ganar. Tus golpes son como el posar de una mariposa —volvió a reír.
— Puedes reírte todo lo que quieras, pero si no me derrotas tú tampoco ganarás.
El trol paró de reírse y frunció el ceño. Parecía estar pensando con gran esfuerzo aquello que acababa de decirle, pero no conseguía dar con lo que necesitaba. De golpe cambió la expresión por una de sorpresa.
— Es verdad. Ven aquí, hombre pequeño —dijo este con cierta expresión de enojo.
El trol corrió hacia Marco, o al menos parecía que estaba corriendo, ya que su paso no era el más rápido de todos. Colocó los brazos al frente y las manos abiertas para agarrar al tipo, pero Marco no se dejaría atrapar. Con un simple salto se alejó lo suficiente del trol como para no ser alcanzado. Esto enfureció a Nok, quien intentó volver a atacar al tipo.
Una y otra vez, Marco esquivó los ataques de su oponente, y notó que comenzaba a cansarse. Fue entonces cuando vio la oportunidad de contraatacar. Cuando Nok volvió a atacar a Marco lanzó un brazo que se aferró a la pierna del monstruo y a su vez se alejó de él. Corrió hacia un lado utilizando el impulso sombrío y luego rodeó al trol. Tiró de su brazo con tanta fuerza que provocó que el enemigo se tambalease y cayera de cara al suelo.
El público se sorprendió, pero Marco no perdió el tiempo. Subió a la espalda de Nok y le pasó un brazo por el cuello, luego comenzó a tirar de él con ayuda de su otro brazo, y comenzó a ahorcarlo. Le colocó un pie en la cabeza y empujó con fuerza para evitar que se liberara.
Como era de esperarse, Nok intentó quitárselo de encima, pero no podía llevarse los brazos a la espalda. Tampoco podía levantarse, y cuando se llevaba las manos al cuello los dedos resbalaban en la piel viscosa del brazo de Marco.
— Ríndete, o acabarás asfixiado.
— Jamás —respondió el trol con dificultad.
Marco tiró de los brazos con mayor fuerza hasta que Nok dejó de oponer. Tras un momento de duda, Marco liberó al monstruo de su agarre y avisó al árbitro para que viniera y evaluara si su oponente había quedado inconsciente. Este llevó sus dedos al cuello del trol.
— Está vivo, pero... —le dio una cachetada para despertarlo, sin embargo, el trol no reaccionó— también está inconsciente. Marco es el ganador.
El público seguía mostrándose indeciso a la hora de reaccionar ante aquella situación. El humano había vencido, pero no sé tenía la certeza de tomarse aquello como algo positivo o negativo, pues el repudio hacia otras criaturas, en especial a los mewmanos, pese a que él no lo fuera, seguía siendo fuerte en los corazones de los trols. Pese a ello, más de uno llegó a aplaudir o a ovacionar al tipo, casi de forma tenue, pues todo aquel que decía algo era hostigado con miradas de reproche y comentarios nada agradables. Aquello no le importaba al humano, pues entre la multitud los gritos que más llegaba a oír eran los de Eclipsa, quien no paraba de darle ánimos.
El siguiente combate fue entre Sklag y Ferior. La multitud ya había colocado sus ojos en Sklag, pues el salvaje se había ganado la atención de todos con su victoria contra el trol de roca. Los gritos de apoyo iban en su mayoría para él, y si bien Ferior también tenía admiradores, sus gritos quedaban acallados por los del otro bando. Esto, aunque no lo pareciera, hacía a Ferior mostrarse dudoso de sí.
Cómo siempre, el gong dio inicio al combate. Sklag se lanzó como un poseso sobre su oponente tan rápido que Ferior no pudo reaccionar a tiempo, y acabó arañado por todo el pecho. Este retrocedió de forma inmediata, pero el atacante lo siguió y le dio un puñetazo en el estómago con tanta fuerza que lo sacó de la arena.
— Sklag vuelve a ganar.
La ya de por sí ovación al trol creció de sobremanera cuando anunciaron su victoria. Este se permitió disfrutar un poco de los halagos y las ovaciones hasta que el árbitro lo sacó de la arena para dar paso a la siguiente pelea. Honk contra Kogler, la batalla entre dos troles de hueso.
Sin duda alguna el siguiente combate provocó que más de uno contuviese el aliento, ansioso por ver cuan gloriosa sería aquella pelea.
Ambos trols se colocaron en su lado de la arena y se prepararon.
— He estado esperando mucho tiempo para poder volver a luchar contra ti, Kogler —dijo Honk apuntando a su oponente—. Te voy a dar la paliza de tu vida.
— Te voy a partir la cara de tal forma que te tendrán que arrancar huesos de la espalda y los brazos para ponértelos en el rostro.
La arena se estaba animando, y junto con esta lo hacía el público. La mayoría de las ovaciones iban para Kogler, pero aquello no parecía afectar a Honk, quien mantenía la vista fija en su oponente.
El gong sonó y ambos trols de hueso se lanzaron hacia el medio de la arena. Kogler llevaba los puños al frente, y Honk solo corría hacia él cargando de forma presurosa.
Cuando se alcanzaron, Kogler dio un derecho que Honk esquivó habiéndose hacia un lado y conectó un gancho lateral en el rostro. El público contuvo el aliento en esa misma fracción de segundo en el que la cara de Kogler seguía la trayectoria del golpe.
Honk no se detuvo, lanzó un izquierdo y luego otro derecho. Era rápido y contundente. Los huesos de sus nudillos resonaban al golpear al rey. Este no hacía más que bloquear cuánto puño podía y resistir el daño.
— ¿Qué ocurre, rey? ¿No se suponía que eras el campeón indiscutible desde los dos últimos años? ¿Acaso eran puras mentiras? ¿O es que acaso nunca tuviste que enfrentarte a un oponente de verdad como yo? —decía Honk de forma agitada mientras no detenía aquel aluvión de golpes.
Un golpe rompió la guardia de Kogler y lo dejó expuesto por un momento.
— Despídete, rey.
Alzó el puño y se preparó para darle el golpe definitivo a su oponente. Pero, justo antes de alcanzarlo, Kogler evadió el golpe de una forma que Honk ni siquiera había considerado, y recibió un golpe tan fuerte en el estómago que hizo que el trol se doblara.
Ahora mismo, Honk se encontraba con las manos en el vientre, apretándose para intentar reponerse.
— No puede ser —pronunciaba con dificultad, evitando que el aire se le escapara de los pulmones.
— Tonto. En el momento en el que pensaste que tenías la situación dominada te confiaste y comenzaste a alardear. —Tomó del cuello a su oponente y lo hizo ponerse de pie. Honk le lanzó una mirada de desprecio mientras intentaba liberarse del agarre—. Un verdadero rey no canta victoria hasta que su oponente suelte su último suspiro. —Le dio un puñetazo en el rostro que resonó en toda la arena—. Nunca tuviste dominada la situación, solo te estaba midiendo —volvió a golpearlo en el rostro—. Y debo decir que me has decepcionado —otro—. Será mejor que vuelvas a practicar con los animales del bosque si quieres volver para pelear de verdad —el siguiente puñetazo envió a Honk al otro extremo del círculo, quedando tirado en el suelo. Kogler caminó hacia él con calma—. Y la próxima vez que intentes vencerme, será mejor que no me hagas perder el tiempo.
Kogler dio una patada que acabó por enviar a su oponente fuera del círculo. Dio media vuelta y caminó hacia la salida con los gritos de emoción del público detrás de sí. Torció el cuello hacia uno y otro lado para hacerlo crujir, escupió un poco de sangre y alzó el puño como símbolo de victoria antes de volver a su sitio.
— Eso no fue una pelea —dijo Marco—, eso fue un acto de brutalidad.
— Así son los trols de hueso —dijo Globgor encogiéndose de hombros mientras estaba recostado en el muro—. Bueno, supongo que es mi turno. —Dio un leve golpe al muro con su espalda y echó a andar hacia el círculo.
— Suerte, cariño —apoyó Eclipsa.
El monstruo de color turquesa se giró un momento mientras aún seguía caminando y saludó a su mujer mientras le sonreía. Sin embargo, cuando volvió a mirar hacia el círculo, su expresión fue otra totalmente diferente.
Su oponente era Rok, el trol de piedra. Ya lo había visto pelear contra Shrak. No era alguien que persiguiese a su enemigo. Mas bien era de aquel tipo de trols que esperaba al momento indicado para golpear tan fuerte como le fuese posible. Algo típico en los trols de la roca.
— Comiencen.
Globgor redujo su tamaño cuanto pudo y corrió hacia Rok. A muchos le sorprendió ver una acción como esa, pues nadie daba crédito a hacerse más pequeño para luchar contra un mastodonte como aquel.
Rok comenzó a reírse.
— ¿Has perdido la cabeza, antiguo rey de los trols? Si te encoges tanto como un ratón entonces no tendré problemas en derrotarte.
Pero el salvaje no dijo nada, solo siguió corriendo hasta él. Cuando estuvo delante de Rok se limitó a quedarse quieto. El de roca no lo dudó un instante, alzó uno de sus pies e intentó pisar a Globgor, pero este era más rápido que Rok moviéndose.
— Oye, quédate quieto.
Este volvió a intentar aplastarlo tanto como sus pies se lo permitían, pero no lo conseguía.
— Me estás haciendo enojar.
— Un trol tan lento como tú jamás podrá aplastarme —sentenció Globgor, colocando sus manos en la cintura, seguro de sus palabras.
Rok se lo quedó mirando un momento mientras respiraba de forma agitada por el cansancio, y luego sonrió. Este abrió los brazos y se dejó caer hacia adelante. El espacio que Rok cubría con todo su cuerpo era tan grande que a Globgor no le dio tiempo de escapar. El trol de roca aplastó por completo al de color turquesa, y todo el público contuvo el aliento, sorprendido por lo que acababa de ver.
— No —dijo Marco.
— Cariño —dijo Eclipsa, llevándose las manos a la boca.
Pasaron unos segundos en los que todos dieron a Globgor por acabado, excepto Kogler, que permanecía de brazos cruzados mirando al círculo. Rok ya estaba riendo en señal de victoria, cuando algo comenzó a levantarlo poco a poco. Este miró hacia abajo y vio a un Globgor agigantado que lo cargaba con las manos alzadas.
— ¿Qué?
El público gritó al volver a ver al salvaje en pie. Este comenzó a caminar hacia el borde del círculo, y Rok lo golpeó en los brazos tanto como pudo, pues no podía llegar a otro sitio. Sin embargo, Globgor se mantenía firme.
— Bájame.
— Como quieras. —Y de un lanzamiento lo arrojó fuera del círculo.
— Globgor gana —anunció el árbitro.
El público gritó de la emoción al volver a ver vencedor al antiguo rey. Si bien la pelea no había sido tan espectacular como otras, había mantenido en suspense a muchos, y eso fue lo que les gustó al final.
— Ya solo quedan cuatro finalistas —comentaba el árbitro—. Dos batallas más y luego llegará el combate que decidirá quién será el nuevo rey. ¿Quién será el ganador?
Las palabras del árbitro, pese a ser casi carentes de emoción, acababan por aumentar los gritos, los aplausos y la euforia del público.
Mientras tanto, los cuatro participantes restantes se miraron los unos a los otros, todos ellos evaluándose, estudiándose para vencer y condecorarse como nuevo rey.
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Que se note que de chiquito me gustaba Dragon Ball... y de mayor. Je, je.
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Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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