Capítulo 19: Progreso
La práctica y la experiencia es el alimento del progreso. No importa lo poco que hagas, siempre que sea constante, crecerás.
— Anónimo
Había pasado medio año desde la llegada del humano a la dimensión de Hekapoo, y desde entonces no había dejado de practicar día a día el uso de la magia oscura.
Había una gran diferencia entre las prácticas que había realizado junto a Eclipsa y las que estaba realizando por su cuenta en aquella dimensión. Las prácticas con Eclipsa eran calmadas, en entornos seguros, y bajo la tutela de la mujer. Esto lo que hacía era darle a Marco la confianza para equivocarse y volver a intentarlo sin tener casi consecuencia alguna. Pero, practicar por su cuenta en la dimensión de Hekapoo, y la mayor parte del tiempo en situaciones de peligro, era algo muy distinto. Como estaba siendo perseguido continuamente por alguna criatura hostil que no quería otra cosa que arrancarle la cabeza, estaba obligado a aprender a usar la magia en movimiento y en situaciones de alto estrés. Y así fue, lo primero que consiguió fue tener la concentración necesaria para llenarse de magia oscura sin la necesidad de cerrar los ojos. Lo siguiente fue reducir el tiempo que necesitaba para entrar en el terreno de la magia oscura y llenarse de esta sin cerrar los ojos. El resultado fue más que excepcional. Podía llenarse de magia oscura en tan sólo un segundo, no necesitaba más. Y las batallas que libraba contra las criaturas salvajes estaban plagadas de momentos muertos en los que aprovechaba para recuperar magia. Lo mismo ocurrió con sus hechizos, ya no necesitaba concentrarse demasiado para usarlos, ni tenía que estarse quieto para poder hacerlo, pues su cuerpo y mente se habían habituado a ellos. Ahora, cada vez que desenvainaba su espada está salía imbuida con magia oscura. El impulso sombrío salía con mucha más naturalidad que antes para Marco, era como saltar, o acelerar. En cuanto al drenar vida, podía hacerlo con solo tocar algo, su poder no aumentaba, pues el hechizo no consistía en matar, sino en recuperar energías y curarse. Y, por último, los brazos monstruosos. Si bien estos no eran un hechizo, sino una parte de él, sí que pudo mejorar su pericia con ellos. Ahora, sacarlos era tan sencillo como doblar la lengua, tan sólo tenía que querer hacerlo para que ocurriese.
En definitiva, el peligro continuo y el estrés de estar sometido siempre a situaciones de vida o muerte pudieron hacer que el tipo avanzase mucho en el dominio de sus habilidades. Pensó que, si hubiese continuado practicando de forma normal en Mewni, no habría dominado las habilidades que tenía con tanta rapidez y precisión. Pero era eso o enfrentarse a los peligros de aquella dimensión con menos recursos a su disposición.
Y si bien era cierto que pudo dominarla antes de lo que lo habría hecho en otras circunstancias debido al factor necesidad, no podía aprender nuevos hechizos, ya que su maestra no estaba presente para enseñarle. Sin embargo, eso no le impidió conocer más a fondo sus hechizos, y redescubrirlos. Eclipsa le había dicho que quizá no le había enseñado muchos hechizos, pero le había enseñado aquellos que necesitaba y le resultarían más útiles. Por lo que Marco se sintió a gusto con todo lo que tuvo, y se centró en mejorarlo.
En una ocasión cuando estuvo huyendo de un grupo de kuldemorans: criaturas altas y deformes con exoesqueletos recubriéndoles todo el cuerpo y una fisionomía similar a la de un insecto. Cuadrúpedos cuyas patas traseras tenían una articulación más de lo que tendría una pata canina, y las delanteras con partes de exoesqueleto en los dedos, los cuales acababan en punta. Abrían la boca en vertical y luego devoraban a sus presas clavándole sus dientes fuertes pero minúsculos, y le arrancaban la carne a lo que sea que atrapasen. Su forma de atacar era impulsándose con un árbol y colocando los dedos delante para usarlos como una lanza. Por lo que Marco debía de estar atento a ellos o podría ser tomado por sorpresa, y acabaría con un agujero en el cuerpo.
Cinco kuldemorans iban tras él. Este tuvo que sortear árboles y rocas para intentar evadir a aquellas criaturas, pero las condenadas eran muy rápidas, utilizaban los árboles a su favor y se valían de los troncos para impulsarse y recorrer grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos. Su dominio de los obstáculos era envidiable. Eso le hizo pensar al adulto humano que de poco serviría poner obstáculos para despistarlos.
En cierto momento se vio obligado a detenerse, pues delante de él se había plantado una de aquellas cosas, pero su velocidad era tal que sus pies se arrastrarían por la tierra, aun así, no sería interceptado por el kuldemoran. Oyó un sonido proveniente de la derecha, miró por el rabillo del ojo y vio a una de aquellas criaturas impulsarse en un tronco y lanzarse hacia el con los dedos listos para atravesarlo.
La situación era mala, no frenaría a tiempo para reposicionarse y esquivar en ataque del enemigo. Bloquearlo con la espada estaba descartado, no tenía tiempo suficiente para transformar sus brazos en sus brazos de cefalópodo para aferrarse a algún árbol y evitar ser atravesado. Sólo le quedaba el impulso sombrío, pero ¿qué conseguiría impulsando se hacía adelante? Marco abrió los ojos de golpe, ¿por qué tendría que impulsarse hacia adelante? ¿Por qué no podría intentar hacerlo hacia otra dirección? Nunca lo había intentado, aunque, de no intentarlo ahora, no lo contaría para volver a probar.
No supo exactamente qué hacer, solo canalizó el impulso desde su parte delantera, como si saltase hacia atrás. Le pareció lo más lógico y lo más acertado. Y esperó que así lo fuera.
El tipo fue impulsado hacia atrás, cambiando de forma abrupta la dirección de su movimiento al lado contrario. No fue mucho, pero fue lo suficiente para que el kuldemoran solo le arañase el pecho. No fue un corte profundo, pero sí que dolió.
— Estoy vivo —dijo el hombre, palpándose el cuerpo.
Aquello que había hecho con el impulso sombrío no había salido tan bien como hubiese querido, pero estaba vivo, y ya era más de lo que contaba hace unos pocos segundos.
Por otra parte, aquello que había hecho le abría un nuevo abanico de posibilidades. Si pudo usar el impulso sombrío en el lado contrario al que solía usarlo quién le decía que no podría usarlo de abajo hacia arriba, o de arriba hacia abajo, o en diagonal. Tenía muchas cosas que probar ahora que había conseguido ver una nueva forma de utilizar su habilidad. Los kuldemorans consiguieron rodearlo, y todos ellos se preparaban para lanzarse por él. Marco sonrió y convirtió sus brazos en los monstruosos.
— Esto me llevará un rato.
Exploraría a fondo los límites del nuevo uso que podría darle al impulso sombrío, pero antes tendría que encargarse de otros asuntos.
La batalla fue cruenta y agotadora. Tuvo que cortarle los brazos y las piernas al último kuldemoran con vida para poder drenarle la energía de forma segura, y aun así la boca representaba una amenaza, pero si le cortaba eso no habría cuerpo vivo del cual succionar la energía.
Por fin pudo tomar un descanso. Estaba agotado y le dolía la cabeza. Si bien drenar vida le ayudaba a recuperar fuerzas y sanar las heridas, el cansancio mental que suponía para él utilizar la magia oscura no se recuperaba con otra cosa que no fuera descanso. Si seguía utilizando magia oscura de forma indiscriminada, entonces no tendría Orden con cuál contrarrestar el Caos que hacía la magia oscura inestable. Es por ello que siempre convenía resguardarse bien antes de dormir, porque en el tiempo en el que recuperaba la paz en su mente no podía hacer nada para defenderse, a menos que fuese una lucha física normal. Pero, entonces, sólo estaría alargando el tiempo de espera para descansar la mente, y en contrapartida podría aumentar el propio estrés que este ya tenía. Y tendría que esperar aún más que antes para usar magia oscura de forma segura. Le pareció algo justo, teniendo en cuenta lo poderosa que era la magia que usaba.
Desde ese día fue que comenzó a redescubrir sus hechizos, empezando por el impulso sombrío.
Tal y como había visto, el impulso sombrío podía utilizarse en más de una dirección. Comprenderlo era sencillo, ya que era lo mismo que realizar un impulso hacia adelante, solo que en otra dirección. Dominarlo... eso ya era otra cosa. La fuerza y, por lo tanto, la distancia del impulso era lo que hacía de esta habilidad una herramienta útil. El no haberla utilizado con el resto de su cuerpo era lo que le dificultaba su dominación, pero con práctica no había nada que no pudiese conseguir.
Se tardó menos de dos meses en habituarse al uso variado de esta habilidad. Pese a ello, nunca llegaba a ser tan cómodo y natural como un impulso hacia adelante, al igual que correr hacia adelante es más fácil para cualquiera que correr hacia otra dirección. Aunque eso no era lo interesante, sino lo que descubrió luego. Siempre había estado centrándose en utilizar el impulso sombrío con todo su cuerpo, pero nunca se le había pasado por la cabeza usarlo solo con alguna parte del mismo. Esto significaba que ahora el humano podía usar el impulso solo con el brazo con el que sostenía la espada para realizar un corte más fuerte. Sería casi como empujar el brazo con el que golpeaba. Y lo mejor no fue eso, sino el hecho de que podía utilizar impulsos en diferentes direcciones a la vez en distintas partes de su cuerpo. Por ejemplo, ahora Marco podía impulsar la mitad derecha de su cuerpo hacia adelante y en diagonal, y la mitad izquierda hacia atrás y también en diagonal. Lo que conseguía con ello era dar un giro rápido y potente, el cual podía aprovechar para conectar una poderosa patada contra su oponente, o para cortar a alguien a su espalda. Gracias a ello, ahora podía contar con una mayor maniobrabilidad de su cuerpo. Pero el redescubrimiento de sus habilidades no acabaría ahí. Pues la casualidad y la espontaneidad de las situaciones era lo que en ocasiones le ayudaba a descubrir esas nuevas posibilidades.
Marco había acabado en una pequeña tribu de hombres-cocodrilo. Criaturas con cuerpo escamado y cabeza de cocodrilo. Estas, a diferencia de otras criaturas eran inteligentes y utilizaban armas para combatir. Eran armas precarias, hechas con madera, roca y huesos, pero suplían su poco avance tecnológico con su poder como raza. Su cuerpo escamado y robusto era como una armadura natural. Además, poseían una gran fuerza con la que daban golpes contundentes, y eso los hacía unos oponentes formidables.
Por su parte, el chico estaba luchando contra tres de ellos con sus brazos transformados, la espada imbuida en la mano derecha, y la funda de la misma en la mano izquierda. Esta no es que sirviera de mucho, pero ayudaba para darle algún que otro golpe a los desgraciados, aunque fuese solo para despistar.
Uno de los que lo tenía rodeado se lanzó por él con un hacha gruesa de piedra y huesos, a su vez, otro con una lanza cargó hacia él desde un costado. Marco se echó hacia atrás con un impulso, evadiendo la lanza, y provocando que los dos hombres-cocodrilo casi chocasen, luego se impulsó rápido hacia adelante y le cortó las manos al de la lanza. Este se tiró al suelo y comenzó a gritar de dolor mientras se retorcía. El del hacha saltó hacia él con el arma en el aire y Marco estiró el brazo para atravesarle el cuello. Mientras recogía la espada, el que quedaba corrió hacia él. Este llevaba consigo dos espadas dentadas, y aparentaba ser más confiado que los anteriores. Intentó atacar al muchacho, pero Marco saltó hacia el cadáver que aún estaba en el aire y se ayudó de la espada que le había clavado y así impulsarse aún más. Esquivó el corte cruzado del enemigo, y luego le lanzó el cadáver desde el aire. El escamado lo apartó de un golpe, y Marco cayó de pie.
Ahora ambos estaban frente a frente, a unas diez zancadas de distancia. El reptil emitió un pequeño rugido y salió disparado hacia el humano. Marco hizo lo mismo, y se preparó para chocar contra el enemigo. Este se le echó encima con las dos espadas cayendo hacia el en un tajo descendente, y Marco se cubrió con la katana. La presión era grande, aún con su brazo monstruoso era difícil mantener el forcejeo contra el hombre-cocodrilo. El imbuido del arma evitaba que la fuerza de los dos brazos de su oponente y las dos espadas de hueso rompieran a Choppo, pero no evitaba que el filo del enemigo estuviese cada vez más cerca de él.
Intentó utilizar la vaina de la espada para golpear al escamado, pero este resistía los golpes, es más, cuando Marco le golpeaba en las costillas o en los brazos se reía de él. El humano apretó los dientes, furioso. No podía golpear a su oponente usando todas sus fuerzas, o rompería la vaina. Necesitaba golpearlo con algo más resistente... La idea le vino a la cabeza como si fuera un rayo, y esta resultaba tan obvia que Marco se sintió estúpido por no haber pensado en ella antes. Canalizó la magia oscura hacia el envaine. No fue del todo sencillo, ya que no estaba acostumbrado a hacerlo, pero lo consiguió sin mayores problemas. Ahora un revestimiento púrpura cubría la funda de la espada, y Marco la apretó con fuerza para ver si esta se doblaba o cedía. Y como lo suponía, no lo hizo.
El humano dibujó una sonrisa y miró a los ojos al hombre-cocodrilo, el cual fruncía el ceño debido al esfuerzo que hacía por doblegar la resistencia de Marco.
— Ignora esto, criatura de sangre fría —soltó.
Acto seguido, le propinó un fuerte golpe en las costillas, y provocó que este se doblara del dolor. Una de las espadas se quitó de encima, y Marco sintió como una enorme carga se le quitaba de encima, y con un movimiento de su espada desvío aquella que aún empujaba contra él, dejando al hombre-cocodrilo expuesto. Con un ligero impulso sombrío Marco se echó hacia atrás, flexiono las piernas y preparó la espada para atacar. Clavó la mirada en su enemigo mientras esta aún caía, y el escamado supo, con impotencia, que allí terminaba todo. Marco se impulsó hacia adelante con tanta presión que atravesó por completo al enemigo con un movimiento de espada. Se puso de pie, y cuando escucho como algo caía al suelo, supo que había vencido. Luego se quedó mirando un momento la funda de la espada, aun imbuida en oscuridad, y sonrió.
Así fue como Marco descubrió que podía utilizar la funda de la espada como arma contundente gracias al imbuido. Esto haría que el tipo comenzase a utilizar sus armas de forma dual, así podría tener algo similar a un escudo, pero con lo que podría maniobrar para ser usado de arma o para desviar ataques enemigos. Esta multifuncionalidad le permitiría realizar golpes sin tener que preocuparse de tener que usar la espada para defenderse, y así perder temporalmente su uso como arma cortante.
Y aquello podría haber sido todo lo que Marco consiguiese aprender durante su estancia allí, pero había algo más que le faltaría por aprender para poder cubrir la última de sus carencias.
En esta ocasión el muchacho se hallaba bajando por un precipicio. Este corría sin control alguno por una bajada tan empinada que podría llegar a ser una pared.
— Maldición, no llevo frenos.
Y hubiese deseado que ese fuera el menor de sus problemas, porque detrás de él le seguía un grupo de dos gárgolas. Ambas eran más grandes que él. Poco más grande que un oso, de piedra, y lo peor, volaban. Estas arañaban la roca y hacían que varios trozos saltasen y cayesen por donde estaba el muchacho para que cayese.
Algunos trozos le golpearon el hombro y la cabeza, nada serio, ya que, debido a la velocidad de la caída, la fuerza del golpe no era grande. Pero hizo que el hombre apremiase en su huida.
— Mierda —se quejó—. Necesito salir de esta.
Miró hacia el cielo un momento y soltó un fuerte silbido. Por las nubes apareció una figura que quebró el cielo y descendió a gran velocidad hacia donde él estaba. Nachos se colocó enfrente de Marco, dándole la espalda, y este dio un gran salto, alejándose del precipicio y de las rocas que caían. Transformó sus brazos y luego los estiró para aferrarse a Nachos y sentarse en su lomo.
Así comenzó la huida. Ambos amigos descendieron al suelo tan rápido como pudieron, las gárgolas hicieron lo mismo. Hombre y dragón llegaron antes que ellas, y para cuando tocar tierra, Marco ya tenía tanto la espada como la funda imbuidas en magia oscura. Cuando las gárgolas llegaron al suelo ignoraron por completo a Nachos y fueron directos por el humano. Marco se desplazó hacia un lado con el impulso sombrío y atacó a una de ellas, cortándole la mano. Esta se echó hacia atrás, y chocó contra su compañera.
Desde el otro lado Nachos le lanzó una llamarada a la otra, la cual se movió un poco debido a la fuerza del impacto, pero que no la quemó, ni tan siquiera un poco. La gárgola proliferó un grito de amenaza hacia el dragón, y luego batió sus alas una sola vez y ascendió a los cielos. Nachos la siguió, y dejó solo a Marco con la otra.
Ahora el combate estaba en igualdad de condiciones.
La gárgola con la mano cercenada miró a Marco, llena de furia y recelo. Y el tipo se preparó para recibirla. La gárgola lanzaba zarpazos torpes y lentos, y aprovechaba la fuerza del golpe para girar y atacar con la cola. Todos y cada uno de los ataques que le lanzaba, Marco los esquivaba. Y no le resultaba muy complicado hacerlo, debido a la dificultad y la lentitud con que la gárgola se movía. Eso lo dejaba a salvo y, sin embargo, también era lo que le dificultaba atacar. Si bien los movimientos de la criatura eran lentos y toscos, estos movían partes de su cuerpo, y eso implicaba que Marco no sólo tenía que esquivar los golpes, sino también las alas que se movían con cada golpe que el monstruo daba. Y eso era lo que le dificultaba contraatacar.
Vio que necesitaría ser aún más rápido si quería eliminarla. Cuando la gárgola estuvo a punto de descargar su puño contra el tipo, este se desplazó rápido hacia la derecha, usando un impulso. Luego utilizó otro para saltar por encima de la criatura e impulsó su cuerpo hacia dos lados distintos para girar en el aire, y con la fuerza de giro le propinó un fuerte y devastador golpe a la gárgola, cortándole el cuello de cuajo.
Ya solo quedaba una.
Marco alzó la mirada para ver cómo le estaba yendo a Nachos, y comprobó que tenía dificultades para batirse en duelo con la gárgola. Las llamas que le lanzaba no le hacían nada, y no podía atacar al oponente de forma convencional, ya que estaba hecho de piedra. Marco quiso llamar a su amigo para que lo fuese a buscar y así ayudarle a luchar contra la gárgola, pero esta estaba hostigando demasiado al dragón-motocicleta, y no lo dejaba moverse apenas. Estaban bastante alto, y Marco no llegaría saltando, así que probó con otra cosa.
El humano salió corriendo hacia la pared del precipicio, y cuando la pisó se impulsó hacia arriba lo máximo que pudo y luego dio un salto, impulsando se hacia un lado, con la intención de llegar hasta la gárgola y cortarla. Pero, por unos cuantos metros, no lo consiguió. Al caer, contempló con impotencia cómo su amigo era atacado una y otra vez. No quiso caer y abandonarlo, así que en un desesperado intento estiró su brazo para intentar cortar a la criatura, pero era inútil, ya se había alejado demasiado, no llegaría. O eso pensó él. Si bien la hoja no llegó hasta el enemigo, sí ocurrió algo inesperado. El imbuido que revestía a la espada se desprendió de esta en forma de un corte de aire y avanzó hasta cercenar una de las alas de la gárgola.
Marco se quedó asombrado. Miró a su espada, la cual ya no estaba imbuida, y volvió a pensar que había descubierto algo muy interesante.
Nachos salvó a Marco de la caída, y la gárgola fue destruida después de estrellarse en el suelo.
Desde ese día, Marco descubrió que podía realizar cortes oscuros con el imbuido de la espada. Eso cubriría su corto alcance a la hora de luchar. Tristemente no podía realizar esa acción con la funda, pero eso no desanimó al tipo, quien siguió probando una y otra vez si podía utilizar el imbuido de otra forma más creativa. Y lo que consiguió fue otra forma de ataque. En vez de cortar, si lo que realizaba Marco era una estocada, el revestimiento de magia oscura podía estallar y destruir a aquello que apuñalaba.
A partir de ese momento Marco consideró que había aprendido la mayor cantidad de cosas posibles sobre su propia magia. Se sintió satisfecho con todo lo mejorado. Mas le disgustó el hecho de no haber progresado nada en lo que se refería al caso de Eclipsa. Se le había ocurrido aprovechar sus nuevas habilidades para buscar a alguien que pudiera darle información acerca de un archivo o de las leyes mewmanas, buscarlas y luego volver a la dimensión para repasarlas con detenimiento, ya que en la tierra no tendría tiempo de aprendérselas y de pensar en cómo usarlas. Aunque pensó que eso sería muy arriesgado por su parte. Sólo habían pasado dos años. Aún tenía tiempo para pasearse por esa dimensión y pensar en otros métodos. Sacó un momento la foto que se había traído consigo de Mewni, aquella en la que salía él y Eclipsa de jóvenes en la cabina de fotos, y se deleitó con ella. Sí, todavía era muy pronto para arriesgarse.
En ese momento el tipo se encontraba caminando por un valle sin rumbo alguno. Nachos siempre se mantenía vigilando desde las alturas, por si Marco lo necesitaba, y para que, en caso de encontrarse con alguien no hostil, este no se espantase al ver a un dragón. Y fue por eso que Marco pudo entrar sin problemas a una ciudad que vio por el camino. Esta era grande, bastante, pero lo que le llamaba la atención era que todos sus habitantes eran humanoides de piel pálida, variando en tonos de amarillos bastante claros, y en ocasiones apagados, incluso hasta llegar a ser blanco.
Era normal ver a otras razas por allí, pero le disgustaba un poco el hecho de que, al pasearse por allí, todos lo mirasen y susurraran cosas mientras le apuntaban. ¿Acaso sería por su aspecto descarriado? ¿O sería porque no había podido darse un baño desde hacía cinco días? Fuese cual fuese el caso, los motivos parecieron ser lo suficientemente importantes como para que dos guardias se presentasen ante él.
— Tú, daskin, ¿dónde está tu dueño? —preguntó uno de ellos.
— ¿Yo? —preguntó, confundido.
— No te hagas el idiota, está claro que te hablo a ti.
— Disculpe, pero no sé de qué me habla.
— Así que sigues con las mismas. Eso quiere decir que eres un sin dueño.
La actitud del guardia comenzaba a molestarlo. No sabía a qué se refería, y por la forma en la que le hablaba, parecía que se había metido en algún lio, pero no sabía en cuál, ni por qué.
El otro lo examinó de arriba abajo con la mirada arrugando la cara en un gesto de repugnancia, pero, cuando clavó los ojos en su cintura, este se alarmó de golpe.
— Tiene un arma —le indicó a su compañero, señalando la cintura del tipo.
— ¿Qué? No, esperen, no tienen por qué alarmarse. Es solo para defenderme de las criaturas hostiles.
Pero ninguno pareció creerle. Quiso acercarse con las manos al frente para intentar calmar a los dos tipos, pero sintió que algo se clavaba en su cuello. Cuando se palpó para comprobar qué era, encontró un dardo, lo miró confundido, y poco a poco la visión se le fue nublando, hasta que se mareó del todo, y cayó al suelo. De un momento a otro todo se volvió oscuro, y Marco perdió la conciencia.
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Comentarios del escritor:
El asombroso cazador Marco Díaz se prepara para hallar una presa valiosa y suculenta. Allá, entre los árboles, y cerca de un claro, se encuentre un espécimen cuya carne es muy codiciada por los múltiples depredadores del bosque.
Marco, como bien sabe que en algunas ocasiones se separará de su compañero, Nachos, decide enseñarle a este a cazar presas grandes y así tener carne para un par de días.
— Bien, amigos, ¿ves a esa criatura de ahí? —señaló el humano a aquel bulto de carne y pelo que se inflaba y contraía al dormir.
Nachos miró al animal y luego a su amigo, y asintió.
— Bueno, el animal está dormido. Así que te voy a enseñar una forma sin fallos para cazarlo. Es tan compleja y precisa como un juego de ajedrez bien jugado —explicó mientras sonreía, contento por lo que iba a hacer.
La criatura dormía tranquila y placida cuando, de pronto, un humano salió de golpe de los arbustos moviendo una espada de un lado a otro como un lunático.
— ¡Cagaste fuego, guacho! —gritó el humano.
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No les voy a mentir, esta parte de la historia tiene pequeñas partes de acción, pero no son muchas, así que no creo que se den cuenta a menos que se fijen. Como en este capítulo, donde solo hay pequeños momentos puntuales ne donde hay alguna acción violenta. Como mucho una o dos lineas que se refieren a ella.
*CARTEL DE SARCARMOS ENCENDIDO*
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Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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