Lynn la Temeraria
Lynn la Temeraria
En una noche de salida familiar, en la que en esa ocasión fue el turno de Lincoln de elegir el lugar a donde irían, los Loud asistieron a un derby de demolición en el que hubo choques, un mecanosaurio que escupía llamaradas de fuego y mucha, pero mucha destrucción sin sentido.
–¡Que comience la masacre! –proclamó Rita en lo que llegaba a ocupar su asiento con una gran bandeja de bocadillos para todos.
–¡Hey, olvidaron mi salchicha! –reclamó Luna.
–Dame la mía mamásauria –pidió Lincoln.
–Toma Lincolnsaurio –se la pasó en seguida.
Durante el resto de la noche, salvo por nuestro peliblanco protagonista y su madre quienes la pasaban bien viendo todo eso, los demás parecían estar algo aburridos, en especial Lynn Jr.; hasta que presentaron algo que si terminó por captar la atención de esta ultima.
–Y ahora –anunció la presentadora, que era una mujer pelirroja de cabello rizado y usaba un top verde lima con cinturón negro, pantalones blancos y una pañoleta de color azul–, como numero final de la noche, tenemos al acróbata más intrépido, el chico que desafía al peligro. Si no está en acción, entonces está destruyendo mi casa con sus trucos. ¡Con ustedes, el más valiente medio doble de riesgo del mundo, y mi precioso hijo: KICK BUTTOWSKI!
Las luces se bajaron y los reflectores apuntaron a un niño de más o menos la misma edad de Lucy, quien entre destellos de chispas ingresó a la arena impulsándose sobre una patineta y se detuvo junto a un enorme tanque de agua situado entre dos rampas. Aquel niño vestía un traje blanco con botas y guantes amarillos y tenía puesto un casco, blanco igual, con una franja roja pintada en el centro.
–Gracias mamá –dijo tomando el micrófono para hablar con el publico, en lo que un hombre narizón, quien probablemente por la expresión de angustia en su cara debía ser su padre, se ocupaba de apagarle las llamas que se le habían prendido a sus ropas con un extintor–. Damas y caballeros, y en especial niños y niñas de Royal Woods. Me alegra que estén aquí para presenciar lo que bien puede ser mi triste muerte. Esta noche, mi acto más peligroso. Desafiaré a la naturaleza y a la gravedad saltando sobre este tanque que está: infestado de feroces tiburones, terribles anguilas eléctricas, sanguinarias pirañas, hambrientos cocodrilos y tal vez lo más espeluznante de todo, el rey de la selva, un fiero león.
Los del publico soltaron una exclamación, al ver como una jaula con el mencionado animal descendía de las alturas automáticamente colgando de varias cadenas y lo soltaba en el agua junto con el resto del repertorio de peligrosas criaturas.
–Casi lo olvido –anunció Kick entonces parándose al borde del estanque–. Para añadir un toque de peligro, una gota de sangre humana.
Dicho y echo, el infante acróbata se pincho el dedo con una aguja y dejó caer una gota de su sangre en el agua, en donde los animales prácticamente se volvieron locos con el mínimo contacto de esta.
–Por si no sobrevivo –dijo antes de proseguir–, voy a despedirme con mi lema: que viva el peligro y el sudor frío.
–Esto es espectacular –admitió Lynn inclinándose expectante en el borde de su asiento.
Kick se alejó de la primera rampa para tomar impulso. Luego subió a su patineta y se empezó a arrastrar sobre ella velozmente para efectuar su salto.
–¡Hay, no quiero ver! –exclamó Lynn Sénior cubriéndose los ojos espantado al igual que todos en el publico incluyendo a Rita y a Lincoln.
Todos menos su quinta hija que no podía perderse el momento bajo ninguna circunstancia.
Efectuando una fabulosa acrobacia, Kick cruzó la rampa a toda velocidad, saltó por encima del estanque y aterrizó completamente ileso y en una pieza del otro lado.
–¡Lo logró! –exclamó la castaña, a lo que todo el mundo llenó al joven de vitoreos y aplausos.
Kick saludó agradecido al publico en el borde de la otra rampa; pero, cuando ya se disponía a bajar, resbaló estúpidamente con su propia patineta y cayó directamente en el agua en donde los tiburones, las anguilas, las pirañas, los cocodrilos y el león no se hicieron esperar para atacarlo brutalmente.
–¡Sopas!
Con cierta dificultad, el desafortunado muchacho se las arregló para arrastrase nadando a la orilla del tanque, pero de nueva cuenta el león lo apresó entre sus garras y lo arrastró de vuelta al fondo a que recibiera una segunda ronda de mordiscos, arañazos y descargas eléctricas antes de que los paramédicos por fin pudieran sacarlo de ahí.
–Genial –dijo Lynn, acabando de reconocer que la elección de su hermano había valido la pena.
–Salió ileso –avisó la presentadora mientras que su hijo era sacado en camilla.
***
Durante el caminó de regreso a casa, Lynn, fascinada por la destreza del chico (a pesar de que este terminó gravemente herido y a esa hora estaba internado en un hospital), soñó con aquella posibilidad de sobresalir como toda una campeona en un nuevo deporte.
≪¡Damas y caballeros –anunció su entrada a la arena un presentador en su imaginación–. Con ustedes, la adolescente temeraria. Cuando no está jugando, se está arriesgando. La reina del salto en bicicleta: LYNN LOUD JR!≫.
≪¡Lynn, Lynn, Lynn... –la ovacionaba el publico de su fantasía al verla realizar un salto igual de eficaz al del chico Buttowski–. Lynn, Lynn, Lynn...!≫.
–Lynn, Lynn –siguió tratando de despertarla su padre–. Cariño, ya llegamos... Rayos. Hijo, ¿podrías...?
–Ya voy –refunfuñó el peliblanco desperezándose para ir a cargar con su hermana mayor inmediata–. Arriba dormilona.
–Linc... –balbuceó esta somnolienta mientras que Lincoln la llevaba en su espalda hasta su habitación–. Voy a ser retadora del peligro.
–Hay chicas –rió el–, ustedes siempre con sus locuras.
***
Al día siguiente, la joven deportista se dio a la labor de improvisar una rampa con tablas de madera, la cual iba a usar para saltar a Vanzilla en su bici rosada que había intercambiado con Lincoln por la suya.
–Estás loca Lynn –le recriminó Lola, quien observaba todo en compañía de su gemela, Lisa y Lily desde el porche.
–No vas a lograrlo –secundó Lana.
–Ya dejen de llorar niñitas –repuso Lynn subiendo a la bici, para seguidamente ponerse a pedalear con todas sus fuerzas.
La bici rodó velozmente por la rampa y, por unos tres segundos, quedó suspendida en el aire; antes de que Lynn perdiera el equilibrio, se resbalase del sillín y aterrizara forzosamente contra el pavimento.
–¡Ze laztimó! –exclamó Lisa.
–¡Y fuerte! –agregó Lola.
–¡Larguémonos de aquí! –sugirió Lana. Cosa con la que el resto de las chiquillas concordaron y huyeron del lugar dejando a la pobre inconsciente en medio de la calle.
***
Horas más tarde, la familia Loud recibió a la castaña afuera de la sala de urgencias después de que le cocieran unos puntos.
–Oh, Lynn –corrió a abrazarla la segunda mayor para llenarla de besos y apapachos.
–No hagas eso Leni –la amonestó Lori–, estamos enfadados.
–¿Estás bien? –le preguntó igual a Lynn, haciendo caso omiso a Lori y a los ceños fruncidos del resto de los Loud.
–Más que bien –contestó la castaña eufórica descubriendo en el acto el esparadrapo de su frente–. Miren, me dieron puntadas.
¡IUH!, fue la inmediata reacción de disgusto de sus padres y sus hermanos.
–Tal vez me quede cicatriz –comentó, como si no estuviese en absoluto arrepentida de haber cometido semejante estupidez.
–Señores Loud –quiso hablar seriamente con ellos María, una de las enfermeras que Lincoln conocía por ser la madre de su amiga Ronnie Anne–, su hija dijo que entrenaba para su carrera de retadora del peligro.
–Si... –afirmó Lynn padre sobándose la nuca–. Vimos ese espectáculo anoche y supongo que quiso imitarlo.
–¿Ah sí? Pues creo que tengo algo que la desalentará de esta clase de conducta.
Dicho esto, la señora Santiago los guió a una gran sala en la que vieron hileras de camas con infantes gravemente lesionados.
–En este pabellón –explicó invitándoles a entrar–, están los niños que se hirieron imitando trucos de la televisión, el cine y los espectáculos.
Empezó por señalar a una cama en la que estaba...
–¡Chaz! –llegó a exclamar Leni al verlo con la pierna enyesada.
–Este chico –procedió a contar María–, se rompió la pierna cuando intentó volar como Ace Savvy.
Después, señaló a otra en donde estaba Rocky con la cabeza vendada.
–¡Exclamación! –fue la primera en jadear Lucy.
–A este –explicó la enfermera–, su hermano lo golpeó con una llave de tuercas como sucedió en un encuentro de lucha libre. Y no quisiera someterlos a los horrores de nuestro pabellón de chiflados.
–Cielos –comentó Luan–, no pensé que la televisión tuviera tal influencia.
–Bueno –se encogió de hombros María–, por muy trágico que esto sea, es un pequeño precio por las largas horas de buen entretenimiento.
–Amen –declaró Lincoln–. Lynn, ¿entendiste el mensaje de la señora Santiago?
–Claro que si Linc –afirmó ella–, aprendí una buena lección hoy. Gracias señora.
***
Y al otro día, terca como una mula, Lynn volvió a poner la rampa junto a la camioneta e intentó hacer de nuevo la acrobacia. Solo que esta vez corrió con mucha más suerte y aterrizó del otro lado completamente intacta.
–¡Lo logré! –exclamó victoriosa ante los aplausos de sus cuatro hermanas más pequeñas.
***
Y así, los siguientes días Lynn estuvo ganando popularidad saltando obstáculos con su bici, cada uno más arriesgado que el anterior.
Su siguiente reto fue la piscina de Jordan, y después una fila de perros acostados pecho tierra en una fiesta de cumpleaños que se ofreció ayudar a animar a Luan.
–¡Así se hace Lynn! –le aplaudían sus amigos de la secundaria cada vez–. ¡Muy bien!
–Gracias, y ahora un aplauso a las valientes mascotas.
Incluso logró saltar por encima de Lori, mientras esta trataba de tomarse una de sus pretenciosas selfies en el jardín, sin que en ningún momento se diera cuenta.
–¡¿Qué fue eso?!... ¿Ah?, hola chicos, gracias.
***
Pero un día, en que su clase salió de excursión, su amiga Margo la notó algo desanimada al momento en que el autobús aparcó en su destino y todos fueron bajando ordenadamente como indicó la conductora.
–¿Qué te pasa Lynn? –preguntó.
–¿Qué puedo decir? –respondió ella disponiéndose a bajar también–. Me siento vacía. Ustedes me admiran por mis saltos, y yo los aprecio por ello, pero es demasiado fácil. Tiene que haber un reto que sea digno para mí.
–Hola niños –oyó dar la Bienvenida al guía del lugar que habían ido a visitar, quien indirectamente le daría la respuesta que necesitaba–, bienvenidos al desfiladero de Royal Woods.
–Guau... –se maravilló con la gran profundidad del paso entre las dos montañas, a sabiendas de que había hallado su tan anhelado desafío.
–Esto se ve perverso –comentó la conductora del autobús asomándose a mirar por la barandilla–. Si arrojaran un cadáver, nadie lo encontraría.
–Si –asintió Lynn con la cabeza–, y por eso voy a saltar este desfiladero con mi bicicleta.
–Wow –tomó por sorpresa la noticia a la mujer–. Sabes niña, como la única adulta aquí, creo que tengo que decir algo.
–¿Qué?
–¡Genial! –le dio su aprobación levantando un pulgar en el aire.
***
–Por los caminos del sur, vámonos para guerrero, porque le falta un lucero, y ese lucero eres tu... –canturreaba la conductora durante el viaje de regreso al altavoz del vehículo.
–Disculpe –se acercó a hablarle Lynn–, ¿puedo usar el micrófono?
–Lo siento, es solo para emergencias.
–Quiero avisarles de mi salto –rogó.
–De acuerdo, ten.
–Su atención por favor –anunció la joven por el micrófono a los demás pasajeros–. El sábado saltaré el desfiladero de Royal Woods en mi bicicleta. Existe la posibilidad de que caiga y me muera, así que espero verlos allá y gracias.
***
Esa noche, Lisa buscaba confusa entre sus cosas las estrellas de sus calificaciones perfectas, sin saber que Lynn se las había robado para usarlas en el disfraz que se estaba haciendo, similar al de Kick.
–¿El desfiladero de Royal Woods? –se le apareció sin avisar Lucy mientras estaba muy concentrada en ello.
–¡¿Qué te pasa?! –le reclamó reponiéndose del susto–. ¿Y cómo sabes de...?
–¿De verdad creíste que no me iba a enterar? –replicó la menor con su voz monótona, pero claramente intranquila por lo que Lynn pretendía hacer–. Vivimos en la misma habitación.
–¿No irás a delatarme?, ¿cierto?
–Ya se lo dije a la primera persona que encontré hace un momento antes de venir aquí –se cruzó de brazos Lucy.
–Oye, ¿cómo pudiste...?
–¡Lynn! –entró en ese momento a intervenir Lincoln–, ¡¿En que diablos estás pensando?! ¡Te vas a matar!
–Oigan, no sé como explicar esto –dijo en su defensa Lynn–, pero yo siento la misma emoción al saltar en mi bici que... Por ejemplo cuando tu escribes algo Luce.
Sus dos hermanos menores se miraron preocupados.
–Lynn –propuso Lincoln calmadamente–, antes de que hagas nada quiero que hables con alguien.
***
Al otro día, a vísperas de la tan arriesgada acrobacia, Lincoln, Lynn y Lucy fueron de nuevo al hospital a hacer una rápida visita gracias a que la mamá de Ronnie Anne les facilitó la entrada.
–Gracias por hacer esto señora Santiago –le agradeció Lincoln una vez más.
–Seguro –le sonrió María–, todo por disminuir las lesiones causadas por el entretenimiento.
Enseguida, guió a los tres a otro pabellón con pacientes en condiciones aun peores a los vistos la vez anterior, específicamente a que visitaran una cama asignada a un niño enyesado de cuerpo completo.
–Chicos, van a conocer al medio doble de riesgo: Kick Buttowski –los presentó formalmente la enfermera–. Kick, estos son Lynn, Lincoln y Lucy Loud. Lynn es tu gran admiradora.
–Es un honor –lo saludó la castaña emocionada de hablar con el que se había convertido en su ídolo–. ¿Cómo te sientes?
–Ay, ay... –se aquejó de dolor el infeliz–. Creo que oí un tronido.
–Temo que te rompiste un dedo –se acercó a examinarlo la señora Santiago–. Bueno, era el que faltaba.
Lynn ahogó una exclamación por el impacto.
–Descuida –le dijo Kick desde su cama–, me lo he roto docenas de veces. Apuesto a que quieres un autógrafo. Enfermera.
María puso los ojos en blanco y le dio colocando un bolígrafo en la boca al chico.
–¿A quien la dedico? –preguntó el con el bolígrafo entre sus dientes.
–A Lynn por favor.
–Para Lynn... –escribió difícilmente en una fotografía suya que la enfermera también le dio sosteniendo–. Gracias por visitarme en el hospital de Royal Woods... Tu visita... Fue como un rayo de sol... En mis días nublados... y felices... Tu amigo:... Kick Buttowski... Medio doble de riesgo.
–Caray, gracias –le recibió Lynn la foto, que no más tenía puros garabatos.
–De nada, quítenme la pluma ya.
María se la quitó e inmediatamente Lincoln se ocupó del asunto al que habían ido allí.
–Kick, mi hermana planea saltar el desfiladero de Royal Woods en su bicicleta.
–Ya veo. ¿Puede dejarnos a solas un momento? –pidió el paciente a la enfermera.
La señora Santiago hizo caso a su petición, esperando que pudiera disuadir a la hermana del supuesto novio de su hija.
–Comenzaré por decir –habló Kick una vez se aseguró de que se hubiese ido–, bien por ti amiga. Me alegra ver que haya más jóvenes que se interesen por el peligro.
A Lincoln y a Lucy se les cayó la mandíbula no más oír las insensateces que se puso a decir el medio doble de riesgo, mientras que Lynn cobraba más ganas de hacer lo que había planeado con cada palabra que salía de su boca.
–Ahora mucha gente va a decirte que estás loca –continuó alentándola–, y tal vez si; pero lo único cierto es que los huesos sueldan, las cicatrices son geniales y el país tiene los mejores doctores del mundo para traumatismos.
–Pero Kick... –trataron de insistir Lincoln y Lucy.
–¡Gracias! –se emocionó Lynn Jr. más decidida que nunca.
–De nada amiga –contestó sonriente–. Dile a esa enfermera caderona que venga a darme mi baño de esponja. Otro beneficio adicional. ¡Señora Santiago...!
***
–¡EL DESFILADERO DE ROYAL WOODS! –le gritó escandalizado Lynn Sénior a Lynn Jr. la mañana del día sábado, cuando esta entró a la cocina a tomar su café matutino.
–Ya habíamos arreglado lo del reto al peligro –la regañó Rita seguidamente.
–Soplones –les susurró Lynn a Lincoln y Lucy al saber que siempre si la habían delatado.
–Lo siento, Lynn –le frunció el ceño Lincoln–, pero no nos dejaste de otra.
–Estoy con el –le siguió Lucy–. Además, si te lastimas o mueres, aunque reciba más atención, y tenga la habitación solo para mi, te extrañaría.
–Jovencita –la amonestó su madre–, te prohíbo que saltes al desfiladero.
–No pueden –los desafió Lynn.
–Podemos y lo haremos –declaró su padre–. Ve a tu alcoba, estás castigada.
–Si –concordó con el Lori–, ni creas que te dejaremos hacer algo tan estúpido.
Enfurruñada por las doce miradas inquisidoras de su familia, sumadas a las otras cuatro de sus mascotas, la deportista se retiró del lugar.
–Listo –dijo el señor Loud–, alguien debería terminar con esta tontería para siempre.
–Bien dicho papi –secundó Lola.
–Oigan –se regresó antes a confrontarlos Lynn–, pueden decirme que no lo haga, pero no pueden vigilarme todo el día, y en cuanto me den la espalda me iré con mi bicicleta al desfiladero.
–Nos tiene familia –se echó a llorar Lynn Sénior, melodramático como solo el podía ser, ante las miradas de angustia de su esposa e hijos–, no podemos hacer nada, ¡va a una muerte segura!
–Tu eres su padre y debes tratar de razonar con ella –sugirió Rita.
–Eso no funcionará –dijo Luna–, es una rebelde.
–Vamos papá –lo consoló Leni con compasión–, háblale con el corazón. Tienes que intentarlo.
–Esta bien, esta bien, voy a intentarlo.
Lynn Sénior subió a la habitación de Lynn y Lucy, solo para ver primero que nada a la primera de estas a punto de escaparse por la ventana. Al poco rato Lincoln lo siguió de lejos para saber en que acababa todo.
–¡Lynn!, ¡¿qué haces?! –lo oyó gritar al asomarse discretamente a la puerta.
–Yo, nada –se excusó Lynn.
–Ibas camino a ese desfiladero, ¿verdad?
–Igual si –contestó con cinismo.
–Mira –trató de razonar papá con ella–, yo sé que no puedo detenerte. Solo puedo pedirte que me prometas que no harás ese loco salto.
–Bueno, lo prometo.
–¡No!
–¿Qué pasa?
–No eres sincera –señaló afligido el hombre–. Lynn, esta no es una de esas promesas tontas que no espero que cumplas. Si haces esta promesa, tienes que cumplirla.
–¿Y por qué?
–Porque si no, no volveré a creer en nada de lo que digas, nunca más.
–Hay papá.
–¡Es en serio hija!
–Bueno, está bien papá –se resignó Lynn–, lo prometo. Nunca saltaré ese desfiladero, nunca jamás.
–Esa es mi campeona –le revolvió el cabello Lynn Sénior.
Lincoln sonrió con alivio y regresó a la cocina antes de que se dieran cuenta de que los estaba espiando.
–¿Cómo les fue? –preguntó Lana a su hermano cuando lo vio cruzar el umbral de la cocina.
–Muy bien –contestó muy contento.
–Sabes Rita –entró el señor Loud después de el–, tenemos una buena hija.
–Es porque tiene un buen padre –apuntó a decir su mujer, al tiempo que afuera Lynn ya se había escabullido sigilosamente y montado su bicicleta para ir hacia el profundo desfiladero sin que nadie llegase a verla u oírla.
***
En el mencionado Lugar, prácticamente todos los alumnos de la secundaria de Royal Woods, en especial las compañeras de sus equipos deportivos, esperaban el gran momento de verla realizar su hazaña.
–¿Dónde está? –preguntó impaciente Paula–, dijo que a mediodía.
–No te exasperes –dijo Margo–, solo está creando el suspenso.
–Oh, que artista.
–Miren –avisó Francisco–, ahí viene.
Por el horizonte, Lynn Jr. llegó pedaleando en su bici. En lugar de su ropa deportiva de siempre, lo que llevaba puesto era el disfraz que había elaborado para la ocasión.
***
Entretanto, en la casa Loud, Lincoln fue el primero en enterarse de que les había mentido de manera descarada cuando entró a la alcoba de su hermana llevando un guante y una pelota de baseball.
–Oye Lynn, ¿te gustaría...? ¡RAYOS, MUCHACHA TRAMPOSA, DEBERÍA...!
Al oír sus gritos, el resto de los Loud llegaron desde distintos lugares a rodearlo.
–¿Qué pasa? –preguntó primero Lori.
–Y yo que iba a jugar con ella... –gruño el peliblanco rojo de ira, arrojando la bola y la manopla mientras su mechón estallaba y empezaba a echar humo–. ¡Rápido, todos, Lynn va al desfiladero!
–¡Exclamación! –jadeó Lucy cayéndose de una de las ventilas.
***
Por suerte para ellos, Lynn se estaba tomando su tiempo ya que antes quiso lucirse ante su publico haciendo unos cuantos trucos en su bici.
Después si subió con ella a la cima de una de las montañas y visualizó bien el panorama para hallar concentración.
–¡Lynn!
Afortunadamente, cuando echó a rodar cuesta abajo, Vanzilla aparcó cerca de la pendiente y Lincoln prácticamente saltó por una ventana para ir a derribarla de una embestida.
–¡AY!
–¡BUUUUUHH! –los abuchearon Margo, Paula, Polly y todos los que habían asistido para verla saltar.
–¿Por qué lo hicieron? –reclamó Lynn queriendo reincorporarse, pero Luna y Luan vinieron a apresarla sujetándola de ambos brazos–. ¡Oigan, suéltenme!
–Hija –habló su padre muy decepcionado–, intentamos la orden, intentamos el castigo, y, Dios me ayude, hasta intenté razonar contigo.
–¡Ya nos dejas sin opciones! –negó su madre con la cabeza.
–Yo digo que la encadenemos en el sótano hasta que aprenda su lección –sugirió Lucy–. Mientras tanto podríamos pedirle a Clyde que se haga pasar por ella.
–Tal vez si sea una buena idea –lo consideró su papá rascándose la barbilla pensativo.
–¡¿Qué?! –exclamó Lynn forcejeando por soltarse–. ¡Oigan, no!
–No nos dejas alternativa –declaró la señora Loud–. Espero que hayas disfrutado tu desayuno porque será lo único que no tendrá hígado en mucho tiempo.
–Espera mamá –intervino Lincoln gruñendo entre dientes–, no hace falta ser tan drásticos. Tengo un plan.
Entonces, el único hijo varón de la familia agarró la bicicleta rosada y subió con ella a la cima de la montaña.
–Lincoln, ¿qué vas a hacer? –preguntó Leni.
–Lo único que me queda por hacer –respondió montándose–. Voy a saltar el desfiladero yo mismo.
–¡¿Estás demente?! –aulló Lola, tan preocupada por su integridad física como sus padres y el resto de sus hermanas.
–Tú... ¡¿TÚ QUÉ?! –balbuceó Lynn, que en ese momento estaba siendo retenida contra el suelo por Luna y Luan quienes la derribaron y se sentaron encima de ella–, ¡¿por qué?!
–Porque así sabrás lo que se siente ver como un miembro de la familia arriesga la vida absurdamente –explicó el peliblanco a la testaruda castaña.
–¡Hijo, no! –suplicó a gritos su padre.
–¡Pero Lincoln –gritó Lana–, nunca lo lograrás!
–¿Creen que no lo sé?... –repuso preparándose para echar a pedalear–. Adiós familia...
–¡Lincoln, no!
Producto de la adrenalina que cobró al ver a su hermano a punto de cometer un suicidio, Lynn se quitó de encima a sus otras dos hermanas y corrió tan rápido como pudo hasta la cima para detenerlo.
–¡Espera por favor! –llegó a implorarle–, ¡no lo hagas! ¡Te juro que no voy a saltar, nunca!
–Gracias a Dios –la abrazó Lincoln aliviado de que su plan si hubiese tenido éxito–, gracias a Dios, Lynn... ¡Gracias a Dios!
–Te quiero Linc –correspondió al abrazo ella, al tiempo que el resto de la familia llegaba a formar parte del momento.
–Y yo a ti Lynn –se conmovió el soltando una lagrima. Su emoción de haber logrado hacer entrar en razón a su hermana era tal, que olvidó que debía volver a poner los pies en el suelo–. Sabes, creo que nunca he estado tan cerca de ti como estoy aho... ¡WOW, WOW, WOW, WOOOOAAAAHHH...!
–¡Lincoln...! –trató de frenarlo Lynn.
Pero ya era demasiado tarde. La bicicleta había echado a rodar con el arriba de ella y para cuando se dio cuenta estaba suspendido en el aire entre las dos montañas.
Los Loud y los compañeros de Lynn miraron tanto boquiabiertos como expectantes a Lincoln cruzar por el desfiladero fugazmente.
–¡Lo voy a lograr, lo voy a lograr! –se extasió de ver que si estaba por llegar al otro lado–. ¡Es el mejor día de mi vida, soy el rey del mundo!
Mas a metro y medio de alcanzar la meta, vio que algo andaba mal cuando empezó a ir en descenso.
Y todos los presentes, pudieron solo limitarse a ver como el chico rodaba golpeándose violentamente contra un montón de rocas puntiagudas y filosas hasta tocar fondo y ser golpeado por la bici en la cabeza al final.
***
Minutos después, un equipo de rescate en helicóptero lo subió en camilla, sin poder evitar hacer que por la sacudida se golpeara repetidamente en la cabeza.
Finalmente, cuando procedieron a trasladarlo al hospital y se creía que ya había pasado lo feo, la ambulancia chocó contra un árbol y sus puertas traseras se abrieron de golpe dejando que la camilla con el pobre saliera rodando y cayera por el desfiladero por segunda vez.
–¡WWAAAAAAAAHHYY... MAMÁÁÁÁ...!
***
Más tarde, de vuelta en ese pabellón con pacientes brutalmente lesionados, los Loud se encontraban junto a una de las camas visitando al un chico que tenía el cuerpo enyesado y la cabeza vendada, mientras que los Buttowski estaban junto a la de al lado visitando al otro que yacía en el mismo estado lamentable.
–Si eres valiente –se dirigió Lincoln con dificultad a Kick–, te reto a que intercambiemos familias.
FIN
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