Treinta y nueve
Diciembre
Hacer dos cosas a la vez nunca había sido lo mío, pero intenté hacerlo al cruzar la puerta de la facultad mientras escribía un mensaje en mi móvil. Al presionar a "Enviar", levanté la vista y estuve a nada de chocarme con un chico que me miró con mala cara. Le pedí disculpas apresuradamente y seguí mi camino hacia el bar del campus.
Mi móvil vibró otra vez en mi mano, y en esta ocasión decidí detener mi marcha unos segundos para poder ver qué era lo que me había contestado Miriam. Habíamos estado hablando de quedar esa misma noche para tomar algo, y en su mensaje respondía afirmativamente a mi propuesta de quedar a las nueve y media. Yo terminaba de trabajar a las nueve —aproximadamente—, y ella a esa misma hora salía de la psicóloga, así que nos iba bien.
Era un día soleado, sin ni una sola nube en el cielo y, pese a estar a mediados de diciembre, no hacía demasiado frío. Mira que prefería el frío al calor, pero tampoco me gustaba congelarme.
Ese viernes, estaba contenta, y no tenía nada que ver con la aburridísima clase de tres horas a la que acababa de asistir.
—¡Julia! —me llamó Fede, y lo localicé rápidamente, sentado en una de las mesas exteriores del bar con Elisa, María y gente de su carrera.
Fui hacia ellos con una sonrisa en la cara. Dejé la pesada mochila en una de las sillas libres, y me senté al lado de Fede. Él me dio un corto beso en los labios, y mi sonrisa se expandió.
—Ahora no os volváis una pareja insoportable, por favor —nos pidió Elisa.
—Pero si nunca lo hemos sido —rebatí, divertida—. Admite que te estás quejando por vicio.
—Eso nunca —respondió, cruzándose de brazos, y me reí.
Fede y yo llevábamos un mes juntos, y la verdad es que todo iba sobre ruedas. Al principio había pensado que me estaba precipitando, que estaba intentando hacer eso de sacar un clavo con otro clavo, pero me había dado cuenta de que no era así, que esos pensamientos solo eran para autocastigarme por haber pasado de una relación a otra con pocos meses de diferencia, y eso no era justo para mí.
Me gustaba Fede, me encantaba estar con él, y teníamos una relación estable. Tener algo estable con él me daba seguridad y me hacía sentir cómoda, y no me había dado cuenta de lo importante que era eso hasta que no lo había tenido.
¿Que seguía pensando en Max? Pues sí, a veces, y no tenía ningún reparo en admitirlo. Aun así, ya había hecho las paces con el hecho de que lo nuestro había terminado. Seguía sin tener noticias de él, y ya hacía dos meses que no teníamos ningún tipo de contacto. Creo que el haber dicho "hasta aquí hemos llegado" había sido algo que, aunque había dolido, era necesario. Hacía un año no podía olvidarme de él porque nunca habíamos dejado las cosas claras, y la incertidumbre hace que la mente no deje de imaginar posibilidades; esta vez, el hecho de que hubiéramos dicho "se acabó", me había forzado a cerrar ese capítulo, y había sido más fácil. Sí, lo seguía queriendo, pero sabía que se me pasaría, y eso ya no me impedía seguir adelante con mi vida.
La única persona que seguía convencida de que no había superado a Max era Fede. Ese era, tristemente, el único problema que teníamos. Lo había hablado con él varias veces, asegurándole que lo mío con Max ya había desaparecido, y entendía perfectamente su inseguridad, pero ya no sabía que hacer para que olvidara el tema. Al menos no lo sacaba muy a menudo, que ya era algo, y yo tenía que confiar en que algún día se le pasaría.
Fede tenía una hora muerta antes de tener que volver a clase, así que aprovechamos que vivía cerca del campus para ir a su casa. La verdad es que nos habíamos tomado el tema sexual con relativa calma, porque estábamos explorándonos de otra forma, pero ese día teníamos una hora para aprovechar, y la cosa terminó con una sesión de sexo en la ducha.
Mis manos estaban apoyadas en la pared de mármol cuando Fede se corrió en un gemido. Notaba mi corazón latiendo a toda prisa y mi respiración agitada. Él dejó un beso en mi cuello antes de retirarse de mi interior.
—Me gustas mucho, Julia Santacreu —murmuró, besando mi espalda, y sonreí.
—Ah ¿sí? —inquirí, solo para provocar, y me dio un pequeño mordisco en el hombro que hizo que me echara a reír.
Me giré hacia él y apoyé una mano en su mejilla para acariciiarla suavemente con el pulgar.
—Tú también me gustas mucho, Federico Acosta —le dije, y él se mordió el labio antes de besarme.
***
Salí del trabajo a las nueve y cuarto. Tuve que meterle prisa a Adri, porque el hombre iba muy lento y yo tenía prisa, así que estuvo quejándose un buen rato, diciendo que lo trataba mal y todas esas cosas que decía de vez en cuando solo para hacerme reír.
Me despedí de mi amigo y empecé a caminar calle arriba hacia el sitio en el que había quedado con Miriam. No pude evitar, antes de girar por la siguiente calle, mirar atrás hacia la tienda.
Llevaba cuatro años trabajando ahí. Se decía muy rápido, pero en ese tiempo se había convertido prácticamente en una parte más de mí. Suspiré, porque iba a tener que dejarlo en pocos meses. A mediados de febrero empezaría las prácticas de la universidad, y compaginar estudios, las prácticas en el hospital y un trabajo de cinco horas cada tarde iba a ser imposible. Se me iba a hacer muy raro no ver a Adri cada tarde, no hablar con él de cualquier tontería, y no encontrarme a Raquel muchos días a la salida, haciendo el loco con su moto para venir a buscar a su novio.
Sentí ganas de llorar, repentinamente abrumada, pero respiré hondo un par de veces y conseguí calmarlas. Era una persona bastante reacia al cambio en general, me costaba salir de mi zona de confort, aun sabiendo que era por un buen motivo.
Miriam me dijo que acababa de salir porque al parecer la sesión con su psicóloga se había alargado, así que fui a buscarla directamente allí. Por el camino pensé mucho en ella, y me supo mal llevar casi un mes sin verla, aunque ella también había estado ocupada con sus estudios en Derecho, que había empezado en octubre. Me alegraba que hubiera empezado a intentar cumplir sus sueños, y la verdad es que su recuperación parecía ir muy bien. Había denunciado a Óscar dos meses atrás, y aunque todavía quedaba tiempo para que fuera a haber un juicio, al parecer todo había ido bien.
La vi de pie delante del edificio en el que estaba la consulta de su psicóloga, y aligeré el paso hasta llegar a ella. Se giró hacia mí y me dio una sonrisa, aunque al acercarme pude ver que tenía los ojos rojos e hinchados, señal inequívoca de que había estado llorando.
—Hola —la saludé, dándole un pequeño abrazo. Me separé y la miré—. ¿Estás bien?
—Ha sido una sesión un poco intensa —admitió, volviendo a sonreír con tristeza—. Pero es bueno. Siento que estoy sacando muchísima mierda de dentro, y ahora mismo me siento aliviada.
—En ese caso, me alegro —dije, dejando una caricia reconfortante en su brazo—. ¿Prefieres ir a mi casa? O, si quieres estar sola, podemos quedar otro día, no pasa nada.
—Estoy bien —me aseguró, asintiendo con la cabeza—. Tengo ganas de ir a tomar algo... O, aún mejor, ¿y si vamos a cenar?
—No puedo decirle que no a esa propuesta —respondí, y ella rió.
—Vamos, entonces.
Estuvimos debatiendo sobre cuál era el mejor sitio para ir a cenar sin dejarnos demasiado dinero, y cayeron propuestas como sushi, coreano, mexicano... Pero nos cruzamos con un bar de barrio de toda la vida, de esos en los que el plato estrella solían ser los bocadillos, y decidimos que era una opción más que viable.
Comimos mucho. Decidimos tirar la casa por la ventana —aunque no era caro, en absoluto— y nos pedimos unas bravas, aceitunas, croquetas, un bocadillo para cada una, y postres. Ah y, cómo no, los Martini del final. Había conseguido aficionar a varias de mis amigas, Miriam entre ellas, a mi bebida alcohólica favorita.
—Así que Fede —me dijo Miriam cuando ya íbamos por el segundo.
Asentí con la cabeza.
—Fede, sí —respondí.
—Parece un tío guay —comentó.
—Lo es. —Sonreí.
Noté que quería decir algo más, pero se quedó callada durante más de un minuto, mirando al infinito y terminándose la bebida. Finalmente, habló.
—Y... ¿Has hablado con Max? —inquirió, y reprimí el impulso de reírme, porque en cierto modo ya me esperaba una pregunta así.
—No —contesté—. Hace ya dos meses que no. Decidimos que era lo mejor. ¿Le pasa algo?
Mi última pregunta salió a raíz del atisbo de preocupación que noté en su voz. Había estado evitando preguntarle a Miriam, Adri, Raquel o cualquiera de sus amigos sobre Max en las últimas semanas porque, aunque me preocupaba por él, sabía que lo más sensato era aislarme completamente de cualquier cosa relacionada por él, al menos durante un buen tiempo. Llegaría un día en el que no me doliera hablar de él o que cruzara mi mente, pero aún me quedaba para poder hacer eso.
—No. —Se encogió de hombros—. Pasa que no sabemos demasiado de él últimamente. No me preocupa, porque de vez en cuando aparece para decirnos que está bien, y seguramente sea porque está ocupado, pero no sé, soy su hermana, me preocupo.
—Es normal —respondí—. Ojalá pudiera decirte algo, pero no sé nada de él. Estará ocupado, como tú dices.
—Está un poco distante —prosiguió—. Creo que no quiere hablar demasiado conmigo porque se piensa que le hablaré de ti. Está haciendo lo mismo que tú: evitar el tema.
—Yo estoy bien —me defendí.
—¿Estás segura? —insistió, y asentí con la cabeza.
Sabía que no estaba intentando meterse en mi mente ni nada de eso, solo se preocupaba, pero me sentí un poco molesta durante unos segundos. Luego, respondí.
—Claro que sí.
Volvimos a casa un buen rato más tarde después de haber hablado de mil cosas. Me habría gustado que Miriam fuera a la misma universidad que yo, al mismo campus, pero estaba en la otra punta de la ciudad, justo en el mismo que Sandra, así que se veían a menudo. Sandra también estaba algo ausente últimamente, porque había empezado a trabajar y, con los estudios, nuestros horarios no coincidían mucho.
Dejé a Miriam en su casa y me quedé delante del portal un buen rato cuando ella entró. No pude evitar recordar los besos con Max en ese mismo portal, un día que estaba lloviendo a mares y habíamos tenido que correr hasta su casa. Tuve que respirar hondo para poder coger fuerzas, darme media vuelta, e irme.
__________
Helloooo
Noticias para quien no haya visto mi Instagram:
- Subiré el final de esta historia el 8 de febrero (que es el día que cumplo 6 años en Wattpad).
- En los próximos capítulos, habrá uno narrado por Max.
- QUEDA POQUITOOO PARA EL FINAAAAL AAAHHHHH
Y nada, que eso es todo.
Nos leemos pronto,
Claire
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