Treinta
A la mañana siguiente me desperté tarde, después de haber dormido fatal. Ni siquiera las dos tilas y la valeriana —mi padre era un creyente acérrimo en la homeopatía— habían servido. Me había pasado toda la noche dándole vueltas a la cabeza, y estaba agotada.
Cuando miré el móvil por primera vez, eran las doce del mediodía. No tenía ningún tipo de ganas de levantarme, así que me pasé un buen rato mirando vídeos absurdos de Instagram sobre gente cortando jabón, leyendo tweets graciosos y reproduciendo vídeos sobre teorías conspiratorias. Conseguí las fuerzas para levantarme a la una, y Max seguía sin decir nada. Que no era que necesitara saber de él a todas horas, pero cada vez me hundía más en mi paranoia de que algo había pasado la noche anterior, y mi ansiedad solo hacía que crecer.
No quería estar sola pero tampoco tenía ganas de acosar a mis amigas con la excusa de una "reunión de emergencia" cuando solo tenía teorías sueltas y me habrían acabado diciendo que estaba loca. Así pues, decidí llamar a mi abuela y decirle que iba a comer. Me regañó por avisar tan tarde, pero no le pareció mal que fuera, así que me di una ducha rápida, me vestí y salí de casa.
Hacía un día de mierda. Las nubes invadían el cielo, dándole a todo un toque de tonos más apagados, más tristes. Pero lo que más me enfadaba no era eso, sino que incluso con el día asqueroso que hacía, seguía haciendo un calor insoportable.
Me había puesto un vestido sencillo, de manga corta y un poco por encima de las rodillas, porque era verano y me negaba a ponerme pantalones. No soportaba que los pantalones cortos se me subieran, que me apretaran, que me hicieran sudar... Eran una mala idea en general.
Apenas dije nada durante toda la comida, y me costó comer. Me parecía patético lo mal que me estaba sentando toda una teoría basada en suposiciones, pero no podía hacerle nada. Mi abuela pareció notarlo pero no comentó demasiado al respecto, solo me miró con precaución y me preguntó si estaba bien, a lo que respondí afirmativamente, aunque sin mucho entusiasmo.
A pesar de haberme despertado apenas tres horas antes, me quedé dormida en cuanto terminé de recoger los platos de la mesa y me senté en el sofá. Como no había planeado echarme una siesta, no puse el despertador, y me tuvo que despertar mi abuela a las cuatro, porque le sonaba que entraba a trabajar hacia esa hora. Me despedí de mis abuelos y tuve que salir corriendo para llegar al trabajo a y cuarto, con el pelo hecho un desastre y las marcas del tejido del sofá en la cara.
En cuanto entré por la puerta, Adri ya estaba ahí. Tuve que reprimir un gruñido de frustración porque ya sabía lo que eso significaba y, teniendo en cuenta su sonrisa maliciosa, él también.
—Te toca etiquetar —me dijo, divertido, y rodé los ojos.
Así que me pasé la primera media hora etiquetando los productos que habían llegado esa mañana, cosa que podrían haber hecho horas antes el mismo Adri, que hacía jornada completa, o Miguel, el chico que hacía el turno de mañanas.
—Oye, ¿Max ha dormido en tu casa? —me preguntó Adri en un momento de la tarde, probablemente sin darse cuenta de que acababa de tocar mi fibra sensible.
—No. —Negué con la cabeza—. No da señales de vida desde ayer.
Miré a Adri y vi que asentía con la cabeza, pero su rostro adoptó una expresión extraña... Parecía preocupado.
Entonces por mi cabeza cruzó la idea de que podía ser que Adri supiera algo que yo desconocía, pero no dije nada. No quería sonar como una paranoica, ni quería ser desconfiada, y menos de él. Adri era una persona muy transparente y honesta, nunca me había dado motivos para dudar de él, pero es que después de tanta mierda una ya no sabía ni si la gente era lo que aparentaba ser.
Él no dijo nada más en un buen rato, indicando que le estaba dando vueltas a la cabeza ya que normalmente no paraba de hablar, y mi ansiedad fue creciendo cada vez más. Se creó un silencio tenso, y en un momento vi a Adri negar con la cabeza para sí mismo, creyendo que no lo veía.
Joder.
Joder, joder, joder.
Todo ese asunto cada vez pintaba peor.
Las cuatro horas y media restantes en la tienda se me hicieron casi insoportables, y cuando por fin cerramos Adri había hablado un poco, pero no demasiado. Era alarmante, teniendo en cuenta que Adri tenía algún tipo de incontinencia verbal que lo parecía obligar a estar hablando todo el rato.
Mientras Adri cerraba la persiana de la tienda, saqué el móvil de mi bolso. Suspiré al ver que seguía sin tener noticias de Max, pero justo cuando iba a bloquearlo para volver a guardarlo, una notificación de un mensaje nuevo del susodicho apareció en la pantalla. Mi primer impulso fue ir a abrirlo a la velocidad de la luz, pero decidí respirar hondo, calmarme y abrirlo. Llevaba demasiadas emociones en un solo día. Presioné la notificación y, tras usar mi huella dactilar para desbloquear el teléfono, salió el mensaje.
Max: hola
Levanté una ceja, pero luego vi que estaba escribiendo. Estaba tardando mucho, así que o me estaba escribiendo la Biblia, o escribía y borraba porque no estaba seguro de cómo decir lo que fuera que iba a decirme. Y ninguno de los dos casos era bueno.
Al final opté por bloquear el móvil hasta que se decidiera por mandar el mensaje, porque me estaba dando ansiedad y sabía que necesitaba un respiro para poder calmarme.
—¿Quieres ir a tomar algo? —le propuse a Adri, porque estar así con él, tan callados, se me hacía raro, y porque no quería irme a casa para encerrarme a rayarme aún más.
—Eh... Creo que Raquel me espera para cenar... —Se le veía desde China que estaba intentando inventarse una excusa y me dio un vuelco el corazón porque eso confirmaría que sabía cosas que yo no, pero luego sacudió la cabeza, rodando los ojos—. A tomar por culo. Vamos a tomar algo.
Solté una risita y saqué el móvil de mi bolso otra vez para ver que tenía otro mensaje de Max y era, de hecho, corto.
Max: ¿tomamos algo? quiero hablar contigo
Tragué saliva y me entraron ganas de llorar como una estúpida. Conseguí reprimirlas cuando sentí que iba a echarme a llorar ahí en medio, y me recompuse con un movimiento de hombros.
Julia: Vale.
Mi respuesta fue seca y directa, porque no iba a arrastrarme ni a dedicarme a suplicarle que me contara qué le pasaba. No lo había hecho con Dani ni con nadie, y tampoco lo haría con él. Que era blandita y algo tonta, sí, pero no hasta el punto de humillarme a mí misma.
—Oye, nada, que he quedado con Max —le dije a Adri, y suspiré—. Dice que quiere hablar conmigo.
—Joder —murmuró, y vi su expresión caer.
Lo único que no quería era que me mirara con lástima ni nada de eso.
—Creo que se va a ir todo a la mierda —dije con honestidad, y esta vez fue él el que suspiró. Lo miré—. ¿Tú sabes algo?
Adri se sentó en el bordillo de la entrada de la tienda. Se rascó la nuca y me miró.
—Te voy a ser honesto —empezó, y no me esperaba menos de él—. Max es un tío genial, y nunca haría algo así si te ha dicho que quiere estar contigo, pero Lidia siempre ha sido su punto débil.
Tragué saliva y asentí lentamente con la cabeza.
—Así que no tengo ni puta idea de qué habrá pasado, y de hecho dudo que hayan hecho algo, pero yo qué sé... —prosiguió—. Hace años, Lidia jugaba con él como quería, y él estaba tan pillado que la dejaba hacer, incluso después de dejarlo... Pero todo cambió cuando te conoció a ti. No sé, Julieta, no sé qué decirte porque no tengo ni idea, pero si quieres voy contigo, o podemos quedar después si las cosas van mal.
Sonreí, y aunque estaba hecha una mierda por dentro, no era un gesto forzado.
—Gracias por decirme lo que piensas de verdad, como siempre. —Me senté a su lado y lo abracé—. Eres el mejor.
—Ya, ya, eso ya lo sé —bromeó, y solté una carcajada débil.
—Me voy a ir —le dije, y acarició mi espalda.
—Suerte. —Me dio una pequeña sonrisa y se la devolví.
Caminé con paso firme hacia el bar en el que había quedado con Max, uno al que íbamos a menudo. Estaba esforzándome por serenarme, repitiéndome en mi cabeza que, técnicamente, Max y yo solo éramos dos personas que se querían y disfrutaban juntos. Nadie había dicho nada de relaciones formales, ni de exclusividad, ni nada de eso.
En realidad, solo estaba forzándome a pensar eso para hacer más llevadera la hostia que iba a llevarme en unos minutos. Sí, podía ser que no nos hubiéramos prometido nada, pero el hecho de que fuera su ex pareja, su "punto débil", como la había llamado Adri, cambiaba mucho las cosas. ¿Y si la seguía queriendo? ¿Y si se había dado cuenta de que era ella con quien quería estar, y no yo?
Respiré hondo. Si iba a pasar algo, al menos me sentía algo más preparada. Esa vez, no iba a pillarme por sorpresa y, aunque iba a sentirme mal de todos modos, al menos no me quedaría con la sensación de que era una tonta.
Debería haber sabido que, con Max, las sorpresas siempre estaban aseguradas.
Llegué al bar diez minutos más tarde. Nada más entrar en la zona de la terraza levanté una ceja, porque vi en la misma mesa a Max, Lidia con su pelo rubio precioso, Pablo y Albert, otro de sus amigos. ¿Qué hacía tanta gente ahí?
Pablo me sonrió y dijo algo al resto de la mesa, y todos se giraron hacia mí. Al verme, Max sonrió como un niño emocionado y se levantó para venir hacia mí. Tenía las mejillas coloradas, señal inequívoca de que había bebido —o de que hacía un calor horrible, pero por suerte esa noche era más fresca que las demás—. Los otros se lo quedaron mirando mientras aceleraba el paso hacia mí, y me envolvió en un fuerte abrazo, enterrando la cara en mi cuello. Incluso me levantó y me sacudió un poco, como si estuviera contentísimo de verme. En cuanto su cuerpo entró en contacto con el mío, me relajé de golpe, pero no pude evitar quedarme perpleja ante la situación.
¿Qué diablos estaba pasando ahí? No entendía nada.
—Hola —me saludó sin separarse, entusiasmado, pero yo seguía confusa.
Me separé un poco de él y lo miré.
—¿Querías hablar conmigo? —le pregunté.
—Sí. —Asintió con la cabeza—. Te quiero.
Levanté las cejas.
—¿Eso es todo lo que querías decirme? —cuestioné, sin poder creérmelo, y él se llevó una mano al pecho.
—¿Te parece poco? —se hizo el ofendido y no pude evitar echarme a reír, y no solo por su broma.
Llevaba todo el día preocupadísima por nada. Había tenido una charla toda dramática y emocional con Adri, cosa que no habíamos tenido en la vida, por su puto mensaje. Estaba dividida entre mis ganas de estrangularlo y las de llevarlo al baño del bar y hacerle de todo.
Podía incluso combinar esas dos opciones.
Iba a decirle que era imbécil cuando volvió a abrazarme, y vi a Lidia detrás de él rodando los ojos para después sonreír.
—Déjala respirar, pobre chica —le dijo a Max, y él rió.
Cuando se separó, nos sentamos con los demás y los saludé a todos. Miré a Lidia y vi que me examinaba con curiosidad, y con algo más que no supe identificar, pero que no era necesariamente malo.
Y la noche fue muy bien. Bebimos, hablamos, reímos, y vi que además de guapa, Lidia era encantadora, pero eso ya no me hacía sentir insegura. Me di cuenta de que era una tontería, y que mi rayada no había tenido sentido, pero en mi defensa diré que el mensaje de Max diciendo que quedaba con una "amiga" me había confundido, aunque estaba claro que no eran más que eso. A mí la idea de ser amiga de mi ex se me hacía impensable, pero porque no sería capaz de compartir espacio con él sin querer acuchillarlo. Aun así, no todas las relaciones tienen por qué acabar mal.
Adri vino con Raquel al cabo de un rato, y pude ver el alivio en la cara de ambos —seguro que Adri se lo había contado, el muy charlatán— cuando vio que estábamos todos juntos y pasándolo bien. Terminó viniendo Sandra media hora después de la pareja, y empezamos a jugar a cartas y a pelearnos cuando alguien hacía trampas, como siempre.
En un momento de la noche, anuncié que iba al baño. Ni siquiera me planteé pedirles que no miraran mis cartas, porque sabía que lo harían de todos modos, los muy tramposos. Lo que me sorprendió fue cuando Lidia se levantó poco después de mí.
—Yo también tengo que ir —dijo, y hubo algunas miradas raras dirigidas hacia nosotras, pero le sonreí y me fui al baño con ella.
Hicimos el camino hacia la entrada de la parte interior del bar en completo silencio, y noté algo de tensión entre nosotras. Quería decirle algo, pero tampoco sabía qué. ¿Preguntarle sobre su estancia en Estados Unidos? Demasiado típico. ¿Sobre su relación con Max? Ni hablar. Por suerte, ella fue la que rompió el hielo cuando llegamos a la cola del baño —que era bastante larg—, aunque lo que dijo me dejó un poco descolocada.
—Max te quiere —dijo, sonando incluso un poco sorprendida, y no sabía si decantarme por tomármelo como una ofensa o simplemente razonar que era normal que le pareciera raro que su ex quisiera a otra persona.
Y quería contestarle algo, pero volvía a no saber qué decir, así que prosiguió, y ahí la tensión se relajó un poco.
—Me alegro —comentó, y sonaba honesta, así que sonreí, pero luego su expresión se volvió algo más seria, aunque seguía siendo suave—. Cuídalo bien, Julia. Se merece todo lo bueno que le pueda pasar.
—Lo sé —contesté con una expresión amable—. Aunque tampoco podré cuidarlo mucho cuando se vuelva a ir.
No sabía por qué le estaba contando eso, pero sentía que necesitaba sacarlo de dentro, y más con alguien que lo conociera. Ay, el alcohol...
—No seas tonta. —Soltó una carcajada—. Creo que no te das cuenta de lo enamorado que Max está de ti. ¿Sabes? Ayer le dije de follar, y se rió como si le hubiera contado un chiste. Incluso después de dejarlo solíamos vernos para... ya sabes, para eso, así que mi propuesta tampoco era tan loca, pero a él le hizo gracia. Ni siquiera se planteaba tener algo conmigo. A decir verdad, estoy un poco celosa, pero se me pasará.
—¿Estás celosa? —Fruncí el ceño, porque me parecía raro que me estuviera diciendo eso. Era una mujer peculiar, según estaba viendo.
—Max y yo siempre hemos tenido algo, pero eso ya no está, y es desde que estuviste con él en Auckland —respondió—. Yo siempre había sido como su fibra sensible, aquello a lo que no podía resistirse, y yo jugué con eso. Me dediqué a volverlo loco solo porque podía, y porque ver cómo volvía a mí alimentaba mi ego. Fui una imbécil, la verdad, así que me alegro de que haya encontrado a alguien con quien esté bien, pero me costará un poco aceptarlo. No te preocupes que no haré nada raro, eh, no soy la típica ex loca. Ah, y por lo de la distancia ni te preocupes, que os irá bien.
—Pero vosotros lo dejasteis por la distancia —puntualicé, obviando todo lo demás que había dicho, que también me había dejado pensando.
—La distancia fue la excusa —contestó—. No estábamos bien, y yo era una persona muy tóxica en esa época. Incluso después de romper con él, era incapaz de dejarlo ir. Ahora también me está costando un poquito, no te lo negaré, pero estate tranquila que no voy a intentar nada porque sé que me toca dejarlo ir. Él ya me ha dejado ir a mí, hace tiempo.
Otra que se ponía filosófica con el alcohol. Aun así, tanta información me pareció interesante, y más teniendo en cuenta que Max apenas mencionaba su relación con ella.
Cuando le tocó el turno en el baño, me ofreció ir a mí primera y la dejé pasar antes. Me dio una sonrisa y me dejó pensando un buen rato hasta que me tocó a mí. Al volver a la mesa Max y Raquel se estaban riendo de no sé qué, pero en cuanto me vio decidió que era hora de irnos a casa.
Hicimos el camino a casa con toda la calma del mundo, su brazo rodeando mis hombros y mi cabeza contra su costado. Había pasado un día de mierda y estaba cansadísima con tantas emociones y cambios de humor, pero estando así con él, escuchando su corazón latir y percibiendo su suave olor al estar tan cerca, sentía que todo volvía a estar en su sitio.
—Max —lo llamé, y levanté la cabeza para mirarlo a la vez que él bajaba la suya para mirarme a mí—. Te quiero.
Él sonrió tanto, y parecía tan feliz, que me sentí la persona más afortunada del mundo. Por un rato, dejó de importarme que él se fuera a ir y que todo fuera a salir mal, porque sentía que, al menos en ese momento, las cosas no podrían ir mejor.
Entramos por la puerta de casa con las bocas pegadas y empezando a tirarnos de la ropa. De hecho, solo llegué a quitarle la camiseta a Max, porque el tema terminó en el sofá, con sus pantalones y calzoncillos bajados, mi vestido subido, mis bragas apartadas a un lado y él moviéndose dentro y fuera de mí.
—Julia —gimió, acariciando mi pelo mientras no dejaba de moverse cada vez más rápido—. Julia, no puedo más.
Y yo apenas podía decir nada porque estaba empezando a notar la tensión acumularse en mi punto sensible, que frotaba con mis dedos, y cuando Max dio dos embestidas particularmente fuertes, llegué al orgasmo con un grito seguido de muchos gemidos. Max llegó poco después, abrazándose a mi cuerpo mientras gemía, y después nos quedamos así, abrazados, como si el tiempo no existiera y pudiéramos estar así hasta que quisiéramos.
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ALOHAAAA DESCONFIADAAAS
Que Max es un bebé perfecto y maravilloso, siempre os lo digo.
Para quien no lo sepa, en la versión anterior él se liaba con la ex, dejaba a Julia, y al cabo de nosecuántos años (cuatro, creo), terminaban volviendo. Muy mal, todo. De hecho, creo que le cambiaré el nombre a Lidia por Diana cuando corrija la novela porque me gusta más, y porque quiero disociarla de la Lidia de la primera versión, que estaba loquísima. Ahora es peculiar y ya está.
¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os lo esperabais?
Un besito,
Claire
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