Dieciocho

—Estoy viendo que voy a sufrir con esta asignatura —me dijo Elisa nada más salir de Bioquímica y Nutrición.

—Tampoco tiene tan mala pinta —contesté, encogiéndome de hombros.

—Tú eres muy optimista —me dijo, soltando una carcajada—. Nos van a destrozar, ya verás.

Sonreí y salimos de la facultad a paso tranquilo. Hacía frío, aunque menos de lo normal teniendo en cuenta que ya estábamos en febrero. Los últimos meses me habían pasado volando, entre los estudios, los exámenes de final del segundo semestre, pero también por lo bien que me lo había pasado.

El único incidente destacable, a parte del de fin de año, fue cuando Dani se presentó en mi casa y Claudia casi le da en la cabeza con la sartén que estaba usando para hacer patatas fritas. Ni siquiera le dio tiempo a explicar por qué había tenido la brillante idea de venir a mi casa y llamar al timbre como si nada hubiera ocurrido, porque Claudia estaba hecha una furia y tuve que cerrar la puerta para que no intentara atacarlo de nuevo.

—Hola, chicas —Fede apareció de la nada y nos saludó.

—¿De dónde vienes tú? —le preguntó Elisa—. No estabas en clase, ¿no?

—Estaba en el bar con María y Pablo y ni nos hemos enterado de que había empezado la clase —contestó—. Nos hemos dado cuenta casi una hora más tarde, y ya no merecía la pena.

—Empezando el semestre con buen pie —contesté en tono de broma, y él se echó a reír.

—No todos somos tan aplicados como Julia Santacreu —dijo con una sonrisa.

—Ojalá —contestó Elisa, y miró al frente—. Oh, ahí está Edu. Me voy, chicos, hasta mañana.

—Querrás decir hasta el lunes —respondió Fede—. No tengo ninguna intención de venir a la uni un sábado.

Elisa rodó los ojos sin poder evitar soltar una carcajada, dándose cuenta de su error, y se fue con su novio, que estaba unos metros más adelante, dejándome a solas con Fede. Los ojos marrones del chico me miraron

—¿Quieres ir a tomar algo? —me propuso.

—Tengo que ir a trabajar, y luego ya he quedado para ir a un bar —respondí, y tuve que contener una carcajada al ver la cara de tristeza exagerada que puso.

—Me rompes el corazón, Julia Santacreu —dijo, llamándome por mi nombre y apellido, como hacía a menudo.

—No he dicho que no puedas venir. —Sonreí, y Fede me imitó.— A las nueve y media en ese bar al que fuimos el otro día. No llegues tarde.

—Está bien, entonces.

Dicho eso, me despedí de él y fui a coger el autobús, que estaba pasando justo en ese momento.

Fede me caía bien. No iba a negarlo: me sentía atraída por él, pero tampoco quería nada serio, y necesitaba asegurarme de que él tampoco antes de hacer cualquier otro avance. No habría sido justo que me acostara con él —porque sabía que él también quería— si era consciente de que él quería algo más porque, por estúpido que fuera a sonar, no había olvidado a Max. Me había costado menos de un mes olvidarme de mi ex con el que había estado tres años, y me estaba costando horrores superar a Max, con el que apenas había pasado tres semanas, y ni siquiera estaba segura de si para él había sido solo sexo, o algo más. Supongo que el factor determinante en esas ecuaciones era la intensidad, y no la duración.

Miré la pantalla de mi móvil y vi que eran las tres. Me daba el tiempo justo para pasar por casa a comer algo rápido e irme a trabajar. Combinar la uni, y más una carrera como la mía, con el trabajo a veces se hacía complicado, pero prefería mantenerme ocupada y tener algo de dinero.

***

Seis horas y media más tarde, llegaba al bar en el que había quedado con Sandra, Andrea y Fede. También se nos unió Nico, el chico con el que Andrea llevaba en un tira y afloja desde hacía ya casi un año. Estaba por suplicarles que se acostaran de una vez, porque la tensión sexual que había entre ellos podía llegar a hacerse insoportable si pasabas demasiado tiempo con ellos.

Pese a ser febrero, la terraza estaba llena y, aunque a Sandra y sus hábitos de fumadora les fastidió, fuimos a sentarnos al interior del bar. Todos se pidieron una cerveza y yo me pedí una clara, haciendo que se rieran de mí, para variar, porque según ellos las claras eran para gente que no aguantaba el alcohol. Lo que yo no aguantaba era el sabor asqueroso de la cerveza sola, pero allá ellos con sus teorías.

—Te iba a preguntar qué te ha parecido la introducción a la asignatura de Bioquímica y Nutrición, pero luego he recordado que te has pasado las tres horas de clase en el bar —le dije a Fede, ya sentados en una de las pocas mesas vacías que habíamos podido encontrar, con la intención de molestarlo un poco.

—Como ya te he dicho antes, no todos somos tan aplicados como usted, señorita —contestó, y solté una carcajada.

—Luego no me pidas los apuntes —le advertí.

Un rato más tarde, Fede y Nico se fueron a por la siguiente ronda de cervezas, y me quedé con mis amigas.

—Deberíais follar ya —dijo Sandra—. Y os lo digo a las dos: tanta tensión sexual me está empezando a afectar.

—Cada cosa a su tiempo —contestó Andrea, dando el último trago a su botella.

—Exacto —dije.

—Pero si debéis estar que os subís por las paredes —se quejó Sandra—. Yo no aguantaría tanto sin follar.

—El otro día tuve un orgasmo en sueños —comenté, y ambas se echaron a reír como si hubiera contado un chiste graciosísimo—. ¿Qué? Estas cosas pasan.

—Cuando llevas mil años sin echar un polvo —respondió Sandra—. Mira, a Fede le gustas, se nota, y no me vengas con el rollo de que no quieres nada serio, deja de complicarte tanto la vida.

—Justamente eso es lo que intento evitar, hija: complicarme la vida —le recordé.

—Lo que deberías hacer es olvidarte de Max y seguir adelante —comentó.

—Yo sigo pensando que acabaréis juntos —dijo Andrea.

—¿Con Max? —Levanté una ceja—. Lo dudo. Y estoy en proceso de olvidarme de él, pero no sé qué me pasa que se me está haciendo difícil.

—El amor —contestó Andrea con mirada soñadora.

—Claro, será eso. —Sandra rodó los ojos y tuvimos que terminar la conversación porque los chicos volvieron con más bebida.

A las once y media Fede anunció que se iba a casa, y Andrea se unió a su plan. Sin Andrea, Nico no tenía motivos para quedarse, así que nos quedamos Sandra y yo solas.

—Última ronda, que mañana Adri tiene una boda y tengo que cubrir los dos turnos —le dije a mi amiga cuando ya íbamos a por la quinta ronda.

—Está bien —asintió.

Me levanté y fui a la barra. Siendo viernes por la noche, el bar estaba aún más lleno que cuando habíamos llegado, y me costó lo mío hacerme un huevo en la barra para pedir. Conseguí que un camarero me hiciera caso y, mientras me preparaban la clara, alguien me habló.

—Tú eres la chica del hospital —dijo una voz a mis espaldas, y me giré para encontrarme con una chica a la que me costó reconocer al principio, pero luego me di cuenta de que era porque su cara ya no estaba llena de moretones y su ceja ya se había curado.

Era la hermana de Max.

—Sí... ¿Cómo me has reconocido? —pregunté, sorprendida.

Aunque me había costado lo mío, era normal que yo la hubiera reconocido, porque no veías cada día a una chica joven con la cara magullada, pero me sorprendió que ella sí se hubiera acordado de mí.

—Tengo buena memoria. —Sonrió.

—Entonces, ¿ya estás mejor? —le pregunté, porque me había quedado preocupada tras encontrármela en la sala de espera del hospital.

Iba a ser una enfermera horrible, preocupándome por cada persona que veía. Eso de no implicarse emocionalmente con los pacientes me iba a costar.

—Sí —contestó—. Un accidente de moto, podría haber sido muchísimo más grave. Tuve suerte de salir de ahí con solo algún golpe y rasguños.

—Me alegro —dije con una sonrisa.

No me creí su historia, pero no dije nada al respecto porque tampoco la conocía de nada. Nos quedamos calladas unos segundos, sin saber qué decir, cuando el camarero dejó mi copa sobre la barra junto con la cerveza de Sandra. Pagué el importe correspondiente, y volví a girarme hacia Miriam.

—¿Puede ser que tengas un hermano que se llame Max? —ni siquiera me planteé si esa pregunta sonaría rara, porque llevaba haciéndomela desde fin de año y necesitaba conocer la respuesta.

En realidad ya había intentado investigar el asunto, buscando a Miriam por redes sociales, pero al parecer les tenía la misma aversión que su hermano, porque no usaba ninguna.

—Sí —contestó con una media sonrisa que me recordó a la de Max, ya fuera porque sabía que era su hermana y les buscaba parecido o porque realmente el gesto era el mismo—. Y, ¿puede ser que tú seas Julia?

Ahí sí que me pilló desprevenida.

—¿Cómo sabes quién soy? —pregunté, intrigada.

—Max me habló de ti —contestó—. Era la primera vez que me hablaba de una chica en años, así que me acuerdo bien. Además, me mandó fotos de cuando fuisteis de acampada a una isla y salías en varias.

E, inevitablemente, volví a sonrojarme. Una se podía pensar que había superado su problema con los sonrojos, pero cuando se ponía el nombre de Max sobre la mesa, siempre volvían.

—Oh —respondí, algo cortada—. Sí, estuve unas semanas en su casa, en Auckland.

—Lo sé —dijo, aunque era obvio porque acababa de decirme que tenía fotos mías en la isla—. A ver cuándo vuelve, este hombre, que ya tengo ganas de verlo. ¿A ti te ha dicho algo de cuándo viene?

—Eh... No hablamos demasiado... Por no decir nada —contesté, rascándome la nuca—. No he hablado con él desde que volví.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Él tampoco te ha dicho nada? Si estuvo hablándome de ti el verano pasado. ¿Acabasteis mal?

Me paré a pensar unos segundos, esforzándome para que el alcohol que había en mi sistema no me hiciera decir cosas de las que luego me arrepentiría. Al fin y al cabo, era la hermana de Max, y no quería que se pensara que estaba perdidamente enamorada y sufriendo por su hermano. Sí, Max me gustaba mucho, muchísimo, puede que fuera incluso algo más, pero tenía que aceptar que se había acabado.

—No. —Me encogí de hombros.— Simplemente... No sé, nos lo pasamos bien mientras estuvimos ahí, y ya está.

—¿Ya está? —Levantó una ceja.— ¿Seguro?

—Él vive en Nueva Zelanda —le recordé.

Miriam suspiró.

—Ya, en realidad es una putada —dijo—. Pero oye, no estará ahí para siempre. Max me matará si sabe que te he dicho esto porque en el tema mostrar sus sentimientos es un poco negado, el hombre, pero yo creo que le gustabas mucho. Hace ya un tiempo que no me habla de ti, pero no sé, se lo veía contento cuando estabas en Auckland con él.

Mi corazón dio un vuelco y descarté el plan de olvidarme de Max, al menos en un futuro próximo, porque eso me daba esperanzas que iban a estar alimentando lo que sentía por él y, siendo honesta, era una mierda.

Al final hicimos otra ronda de bebidas además de la que ya habíamos pedido, pero ambas con Miriam y una amiga suya, Elena. El tema de Max no volvió a salir, pero también me fijé en que Miriam no hablaba demasiado sobre su vida, solo hacía preguntas y hablaba de cosas banales, sin revelar demasiada información.

Incluso nos dimos los números y descubrí que, aunque pensaba que no, Miriam sí tenía una cuenta de Instagram, solo que no ponía su apellido y por eso no la había encontrado. En ella, había varias fotos en las que salía con un hombre alto y de piel pálida, que supuse que sería su novio, e incluso encontré, horas más tarde, cuando ya estaba en mi cama, una foto en la que salía con Max, en el sofá de la que supuse que sería la casa de sus padres.

Y Max salía tan sonriente, tan feliz, y hacía tanto que no veía una foto de él que no hubiera visto antes, que no pude evitar dejar volar mi mente, una vez más, de vuelta a Auckland, al verano pasado, a él.


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Capítulo dedicado a izzy_bell_0_0, ya que fue su cumpleaños hace unos días. ¡Felicidades!

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