Will be our agains the word

Abro los ojos y la luz que entra por la ventana me hace cerrarlos de nuevo. Aún con los ojos cerrados, sonrío y me pego más a mi compañero de cama. Lo he conseguido.

Llevo detrás de Rafa desde que entré en la universidad. La asignatura que compartía con él era la única que de verdad ansiada que tocara. No podía apartar mi vista de él, siempre atento a la explicación y tomando notas. Y anoche había comprobado que el cuerpo fibroso que sus camisetas dejaban traslucir era real.

¡Lo había conseguido! Rafa se mueve un poco pero no se despierta. Yo simplemente me dedico a mirarle. Sus largas pestañas hacen pequeñas sombras sobre sus pómulos marcados. Si alguien me dice el primer día de clase que terminaría acostándome con él, le hubiera tachado de loco. ¿Cómo le iba a interesar a él un chico como yo?

Rafa se despereza y abre los ojos. Parece un bebé, mi corazón quiere salirse de mi pecho y abrazarle. Mario, tranquilízate, se va a pensar que estás loco, me dijo a mí mismo.

- Buenos días, –Me dice con voz grave.– ¿llevas mucho tiempo despierto?

Mi cuerpo quiere hacerle muchas más cosas que sólo abrazarle.

- No mucho, un par de minutos. –Miento.

Rafa se sienta en la cama y bosteza.

- Necesito un café, ¿tú no?

Me encojo de hombros, yo soy más de colacao pero no quiero decir nada.

- Voy a prepararlo. –Le veo levantarse y ponerse su ropa interior.– ¿No vienes? –Me pregunta al ver que todavía estoy en la cama.

Asiento, me visto con mi ropa interior también y le sigo. Anoche no presté demasiada atención al lugar donde llegábamos.

- Buenos días, Súper Man. –Me saluda al entrar en la cocina una chica risueña el pijama.– Menuda noche tuvisteis ayer.

¿Súper Man? ¿Por qué me llama Súper Man? Miro mis calzoncillos con dibujos de este superhéroe. Ya me vale, no podría haberme puesto ayer cualquier otro, no, tenía que ser justo este.

- Ya sé que te mueres de envidia por no tener noches tan interesantes como la nuestra. –Le dice Rafa revolviendo su melena castaña.

- Soy María Jesús, compañera de piso de Rafa. –Me dice tendiéndome la mano.– Espero que nos veamos más.

- Mario. –Me presento.

- Simpático y con nombre de chico sexy, me gusta. –Dice pensando para ella misma.– Espera, espera, ¿esto significa que has dejado a la repelente de Silvia? –Le pregunta a Rafa dando saltitos.

- Mery, deja de meterte en mi vida amorosa, ¿quieres? –Le dice Rafa cortante.

- Aburrido. –Masculla yéndose de la cocina.

¿Vida amorosa? ¿Ha dicho que soy parte de su vida amorosa? Rafa no dice nada más. Centra toda su atención en la cafetera. Yo me dedico a observarle sin perder detalle de su apolínea anatomía.

- ¿Cómo te gusta el café? –Me pregunta.

Rafa se gira y me pilla mirándole el culo. La cara me arde. Respira hondo, Mario, intenta que no se note que te mueres de vergüenza.

- Que como te gusta el café. –Repite.– Solo, con leche, con hielo...

- Con leche. –Respondo rápido.

Rafa pone café en dos tazas y saca un paquete de galletas de chocolate. Nos sentamos en la isla de la cocina y desayunamos hablando de temas triviales.

- ¿Y qué tal llevas los exámenes?

- Bien, supongo. –Respondo dubitativo.

- Si necesitas ayuda con cualquier asignatura, sólo tienes que decírmelo. Estaré encantado de darte clases. –Me responde mostrando una sonrisa traviesa.

Puedo notar cada milímetro de mi piel poniéndose rojo.

- ¿Siempre te sonrojas con tanta facilidad o sólo estando conmigo? –Me pregunta con una sonrisa en los labios.

Labios que no me importaría volver a besar.

- ¿Te ha comido la lengua el gato, nene?

¿Nene? ¿Me ha llamado "nene"? Miro a Rafa y me doy cuenta de que se está riendo. ¿Qué pasa? ¿Qué broma me he perdido?

- Eres muy mono, ¿sabías? –Me dice para después besarme en los labios.

¡Besarme! ¡En los labios! Sin alcohol de por medio. Cierro los ojos y disfruto del beso agarrándome de sus fuertes brazos, siento que en cualquier momento las piernas van a fallarme.

Espera, María Jesús le preguntó antes si había cortado con alguien. ¿Y si tiene novia?

- Rafa, –Susurro separándome de él.– ¿Quién es Silvia?

Rafa se separa de mí y me mira sin decir nada.

- ¿Quién es Silvia? –Repito no muy seguro de querer saber la respuesta.

- Es mi novia.

¿Novia? ¿Tiene novia? Me alejo de él como si estuviera ardiendo.

- Tengo que irme. –Musito.

Tan rápido como puedo, vuelvo a la habitación y me visto con mis prendas, que seguían tiradas por la habitación. Diciendo un escueto "adiós" me marcho de su piso. En cuanto pongo un pie en la calle, me doy cuenta de que no tengo ni al menor idea de donde estoy. Anoche llegamos en un taxi que pidió Rafa y estaba demasiado nervioso por lo que iba a pasar como para prestar atención a la dirección que daba.

Cojo aire y empiezo a andar buscando algo que me resulte conocido o una parada de Metro desde la que poder orientarme. Mi móvil esta mañana ha decidido quedarse sin batería. ¿Por qué todo me pasa a mí?

Acelero el paso al ver una señal de Metro. Paso mi billete y miro el mapa de las líneas de Metro. Estación: Cuatro vientos. Afortunadamente no estoy muy lejos de casa, apenas a un par de paradas hasta Colonia Jardín. Cargado con un pequeño rayo de positivismo espero al tren que no tarda demasiado en llegar.

Llego a casa con sólo un deseo, tirarme en la cama lo que queda de día pero, al abrir la puerta, veo mis planes frustrado al encontrarme ante a mis a dos compañeras de piso, Clara y Ángela.

- ¡Por fin llegas! –Me dice Ángela al tiempo que Clara le hace una trenza en su pelirroja melena.– Estábamos a punto de denunciar tu desaparición.

- ¿Y qué te ha entretenido tanto? –Pregunta Clara

- Una noche muy larga, no preguntéis. –Digo a modo de respuesta.

- ¿Tiene algo que ver con el chico rubio con melena con el que estuviste ayer? –Me pregunta Ángela.

- ¿Cómo lo sabéis? –Pregunto al tiempo que noto mis mejillas encenderse.

- Te vimos irte con él, es bastante guapo. –Me dice Clara con una sonrisa divertida.

- Lo que vosotras digáis. –Me encojo de brazos y me encierro en mi habitación.

De repente, todo el cansancio de la noche me cae encima como un garro de agua fría. Me meto en la cama escondido bajo todas las mantas sintiendo idiota por haber hecho ilusiones con Rafa. ¿Como no pude haberme dado cuenta de que tenía novia antes?

Una sola noche me ha bastado para imaginar un futuro juntos, querer presentárselo a mis padres, ir a Venecia... Tonto, tonto, tonto. Para Rafa sólo he sido un lío de una noche, alguien más que ha pasado por sus sábanas.

Suspiro y me abrazo a la almohada, sólo quiero desaparecer. Los brazos de Morfeo me envuelven y cuando despierto ya no entra luz por la gran ventana de mi habitación. Miro el reloj de Superman (maldito Superman) de mi mesilla. 4:02. Aún faltan tres horas para que suene mi despertador y tener que volver a la rutina.

Otra semana que empieza y la primera clase que tengo, la comparto con Rafa. Debo volver a dormir, necesitaré toda mi fuerza de voluntad para mañana no lanzar a sus labios, ahora que sé su sabor.

4:17. Han pasado quince minutos y sigo sin poder dormir. Cansado de dar vueltas, me levanto a prepararme un vaso de leche. Ni siquiera eso funciona. Doy vueltas en la cama buscando la postura adecuada, pero mi cuerpo busca el pecho de Rafa, su calor, su olor...

En algún momento de la noche debo de terminar durmiendo, pues a la mañana siguiente me despierta Clara cantando en la ducha canciones de Five seconds of summer. Aun no muy despierto y descalzo, me encamino a la cocina donde una adormilada Ángela está desayunando. Me preparo un café y, tras tomármelo casi ardiendo, me ducho, me visto con las primeras prendas limpias que encuentro por mi habitación y salgo de casa.

Entro en la facultad y ante mí veo a Rafa. ¿Tan gafe soy como para encontrarme justo con la única persona que quería evitar de toda la universidad? Intentando pasar desapercibido, me doy media vuelta y acelero el paso hasta esconderme en uno de los cubículos del baño. Muy valiente por mi parte, sí.

Oigo alguien entrar pero no me atrevo a asomarme. Oigo la puerta y, tras ver que no hay nadie, salgo. Me echo agua fría en la cara y, al levantar la vista, veo tras mi reflejo a Rafa. Creo que lo de pasar desapercibido no ha funcionado.

Hoy va jodidamente guapo, unos vaqueros ajustados, una sudadera azul oscuro y el pelo, rubio y por la barbilla, despeinado. Ese pelo que hace dos noches me entretuve en despeinar aún más. Me giro y él se acerca a mí acorralándome contra el lavabo.

En ese momento, tiro un poco de mi camisa de cuadro y agradezco que mis vaqueros no sean tan apretados como los suyos. Rafa se pega totalmente a mí y sonríe al notar los efectos que causan en mí su proximidad.

- Ayer te fuiste sin despedirte de mí. –Me dice con sus labios a centímetros de los míos.

Trago saliva al sentir su respiración.

- Tú no me dijiste que novia. –Le respondo intentando no parecer inseguro.

- ¿Estás celoso? –Me pregunta divertido.

Sí, estoy celoso, estoy celoso de que ella te tenga y yo no, pero nunca lo diré en voz alta. Antes muerto. Niego pues su abro la boca va a notar aún más lo nervioso que me pone.

- Siento decirte que no te creo. –Mira el reloj de su muñeca.– Creo que ya no llegamos a clase, ¿te apetece hacer algo más divertido?

Pillándome totalmente por sorpresa, me besa en los labios sacando de mi garganta un gemido al notar sus manos cálidas en mi espalda. Pasa su lengua por mi labio inferior pidiendo paso a mi boca y yo me dejo llevar olvidando todo, olvidando la clase, olvidando a su novia, olvidando todo menos él.

Rafa se encierra conmigo en unos de los cubículos arrinconándome contra la puerta. Mis manos se acercan al borde de su sudadera y se deshacen de ella en cuestión de segundo. Mi camisa corre el mismo camino terminando también en el suelo.

Sus ojos me recorren mi cuerpo con lujuria. Mi manos, mucho más tímidas que la otra noche, se entrelazan con las suyas acercándome a él. Su boca se apodera la mía pero un fuerte timbre nos obliga a separarnos.

- ¿Qué ocurre?

- Es la alarma de incendios, tenemos que salir. –Me explica.

Nos vestimos tan rápido como podemos y salimos de los baños mezclándonos con el resto de personas que hay en el pasillo. Finalmente, llegamos todos a una explanada junto a la facultad. Una pareja de bomberos nos informa que ha habido un pequeño cortocircuito en la sala de calderas y que no podemos volver hoy a clase.

- ¿Te apetece ir a mi casa y estudiamos? –Me dice al saber que se cancelan las clases.– O podemos no estudiar, si quieres. –Añade sonriendo de lado.

- Tengo cosas que hacer. –Le digo yéndome.

- Al menos dame tú número. –Me grita.

Aguantándome las ganas de girarme e irme con él a su casa o a cualquier lado con tal de que sea con él, me encamino al aparcamiento de la universidad mientras llamo a Ángela. No me apetece tardar más de media hora en llegar a casa. Su buzón de voz me avisa que ella sí que está en clase.

Hoy todo me pasa a mí. Si es que no tendría que haberme levantado de la cama. Sumido en mi pesimismo, espero en el andén la llegada del Metro. Cuando llega, consigo sentarme, enchufo los cascos a mi móvil y dejo que la música me ayuda a desconectar de todo. Casi un cuarto de hora después, anuncian por megafonía hay una avería y que se suspende el transporte unas dos horas.

Al bajarme, miro el nombre de la estación: Cuatro Viento. Todo me lleva a él. ¿Que podría perder si voy a su casa? Al fin y al cabo, estoy al lado, ¿no? Podría ir a verle y aclararlo todo.

Nada más abrir la puerta, los labios de Rafa se estrellan sobre los míos. Me acorrala y me intenta quitarme mi camisa de nuevo, pero le detengo. Rafa se separa de mí con la respiración entrecortada.

- Esto no está bien. –Susurro sin abrir los ojos.

Sé que si los abro y le veo mirando cómo me debe de estar mirando, perderé lo poco que me queda de cordura. Y la necesito para mantener esta conversación.

- ¿Qué pasa?

_Que tienes pareja y no soy yo, eso me pasa_, pienso para mí.

- Que no me gusta ser segundo plato, Rafa.

- No eres segundo plato de nadie, nene.

- No me llame así. –Susurro.– Porque me tiraré a tus brazos y nunca terminaremos esta conversación.

- Entra y explícamelo todo. –Tira de mi mano para que entre en su piso.

Me hace seguirle hasta su habitación. Los recuerdos que tengo de estas cuatro paredes hacen que sea muy difícil intentar mantener la sensatez.

- Te escucho. –Me dice instándome a hablar mientras se sienta como un indio en la cama.

Me quedo unos segundos en silencio ordenando mis ideas y empiezo a hablar.

- Sé lo que es que tu pareja te engañe y que no es plato de buen gusto descubrir que alguien en quien confías te traiciona así. Me gustas, Rafa, me gustas mucho, –Admito.– pero no voy a ser el tercero en discordia en una relación.

- ¿Entonces todo esto se solucionaría si yo no estuviera con Silvia?

Asiento. Rafa sonríe. Tiene la sonrisa más bonita del todo el jodido universo.

- Entonces te alegrara saber que corté con ella esta mañana.

- ¿En serio? –Pregunto a la vez que una sonrisa se me escapa.

- ¿Cree que te mentiría con algo así, nene?

Cojo su cara entre mis manos y le beso. Nos dejamos llevar y acabamos los dos, varias horas después, tumbados en su cama, desnudos y sin expectativas de querer volver a llevar más prendas que la piel de otro.

¡Lo conseguí! Estoy con él.


 Aquí os dejo como me imagino yo a Rafa y Mario.

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