Pink princess, blue prince

Vi el reflejo de Álvaro en el espejo cuando abrió la puesta de la habitación y le sonreí. En todo este tiempo habíamos conseguido ser amigos, incluso era el padrino de la boda.

- Estás preciosa, Lis. –Exclamó.– Blas se va a caer de espaldas a verte.

Besó la mejilla de Martina (o Mía), a la que el embarazo (aunque aún no se le note demasiado físicamente) le está sentando la mar de bien, al pasar por su lado y se acercó más a mí.

- Aún estás a tiempo de fugarte conmigo. No tengo a mi adorada moto pero algo puedo hacer. –Bromeó.

Sonreí y seguí mirándome en el espejo. A mi mente vino la noche en la que Blas me pidió que me casara con él.

Habíamos ido a cenar a aquel restaurante tan exclusivo para celebrar mi cumpleaños. Lo había organizado todo Laura pues decía que sólo se cumplen veinte años una vez en la vida.

No entendía por qué había montado tanta parafernalia cuando para mí, una noche cenando en casa todos juntos era más que suficiente. Lo entendí todo cuando, al traernos un camarero mi tarta de cumpleaños, en vez de "Felicidades" vi escrito sobre ella "Veux-tu m'épouser?"*.

*¿Quieres casarte conmigo?

Me quedé sin saber que decir. Miré a Blas, él me miraba con la misma fijeza y en su mano tenía una caja con un anillo. En sus ojos se veía la necesidad de una respuesta.

Yo sólo pude asentir.

Giré mi anillo de compromiso, que llevaba en el dedo anular de mi mano izquierda desde hace más de un año, como cada vez que estaba nerviosa.

- ¿Pasa algo, Lis? –Preguntó Álvaro con gesto preocupado.

Negué, era consciente de que si habría la boca, Álvaro sabría al instante que mentía.

- Quedan diez minutos –Anunció Martina, mi mejor amiga.– Todo va a salir perfecto, Lis. – Me dijo antes de abrazarme y salir de la habitación.

- ¿Preparada? –Preguntó Álvaro teniéndome su brazo.

Me miré en el espejo dándome ánimos a mí misma y cogí aire.

- ¿Te encuentras bien? –Me preguntó Alv acercándose a mí.– No tienes muy buena cara.

Miré mi reflejo y vi a lo que se refería, la imagen que me devolvía el cristal no era la de una chica que estaba a punto de vivir uno de los días más felices de su vida. En ese momento de di cuenta de que llevaba meses mintiéndome a mí misma, que ese nudo que sentía en el estómago no eran nervios.

- No. –Susurré.

Sin importarme si Álvaro me seguía o no, salí de la habitación del hotel donde se celebraría la boda. Me encaminé hacia las escaleras intentando no caerme con los altos tacones que llevaba. Desistí me descalzándome y bajé los dos tramos de escaleras sin parar de correr. Álvaro me seguía gritándome que parara y le explicase qué pasaba.

- ¿Qué haces? ¿No deberías estar aquí? –Me dijo Laura, mi futura cuñada, cortándome el paso a pocos metros de mi destino.

- Tengo que hablar con Blas.

- Ni hablar, el novio no puede ver a la novia antes de la boda, da mala suerte.

- Me da igual, necesito ver a Blas. –Respondí con un grito que no reconocía como mío.

- Laura, por favor, déjala pasar. –Me apoyó Álvaro.

- Está bien. –Cedió apartándose la peliazul.

Pasé por su lado intentando no pisar su vestido largo rosa palo (diseñado por ella misma y que combinaba a la perfección con su azul melena) y llamé a la puerta de la habitación de mi prometido. Blas me abrió casi al instante y me lancé a sus brazos como una niña asustada.

- Eh, princesa, ¿qué pasa? –Me preguntó con un tono de voz suave.

- No puedo casarme contigo. –Susurré.

En la seguridad de su abrazo, se liberó dentro de mí todo lo que llevaba reprimiendo estos meses. Todas las inseguridades, las dudas, el estrés... Sus latidos poco a poco consiguieron calmar mi llanto.

- No quiero casarme, –Le dije aun con la respiración alterada.– no quiero que un papel defina si nos queremos o no.

Blas limpió las lágrimas que surcaban mi rostro y me apartó varios mechones de la cara.

- Di algo. –Susurré tras varios minutos en absoluto silencio.

- No sé que decirte, Daniela. –Confesó.

Laura llamó a la puerta de la habitación apremiándonos para terminar la conversación.

- Danos cinco minutos más, Lau. –Gritó Blas.

- Tenéis cuatro. Cuando terminen, entro a por ti y te saco a rastras. Lleváis meses planeando esto como para que al ahora no salga como lo habíamos organizado.

Blas ignoró la respuesta de su hermana melliza y apoyó su frente en la mía.

- Daniela, –Dijo tras unos segundos en silencio.– ¿me sigues queriendo?

Su pregunta me pilló completamente por sorpresa. ¿A que venía esa pregunta? Agarré su mentón con cuidado he hice que me mirara a los ojos. Los suyos, tan azules como el cielo en un día de verano, estaban inundados de lágrimas que amenazaban con salir. Me puse de puntillas para estar a su altura y le besé en los labios.

- Te amo más que a nada en este mundo, Blas. ¿Por qué me preguntas eso?

- No lo sé, pensaba...pensaba que si no quieres casarte es porque ya no estabas enamorada de mí.

- Nunca dejaré de estar enamorada de ti.

Esta vez Blas fue quien unió nuestras bocas con toda la delicadeza del mundo, como si me fuera a romper en cualquier segundo.

Sus manos acariciaron mi pelo despeinando el elaborado recogido que habían tardado casi una hora en hacerme. Las mías, volaron a su corbata deshaciendo el nudo y desabrochando uno a uno los botones de su camisa.

Blas me acorraló contra la pared, aprovechando ese instante para echar el pestillo de la puerta (situada a pocos centímetros de mí). Yo apoyé mis manos en su pecho. Notaba los latidos de su desbocado corazón.

- Te quiero, princesa. –Susurró sin dejar de repartir besos por mi cuello.

- Te quiero.

Los gritos de Laura al otro de la puerta fueron amortiguados por nuestras respiraciones, aceleradas por la lujuria. Las manos de Blas desabrocharon los botones de mi espalda repartiendo besos en cada centímetro de mi piel que dejaba libre, al terminar, dejó caer mi vestido. Su camisa no tardó mucho en correr la misma suerte.

Me hizo dar una vuelta sobre mí misma para ver mejor el conjunto de lencería blanco, regalo de Martina, que llevaba y me cogió en brazos subiéndome a su cadera. Su boca se apoderó de la mía iniciando una batalla entre nuestras lenguas cuya único objetivo era seguir, al menos, unos segundos más besándonos.

Sonreí y le empujé con cuidado hasta tumbarle en la cama. Me deshice de sus pantalones sin importarme demasiado dónde quedaban. Blas puso en mi cintura sus manos, que segundo antes acariciaban mi piel, y nos hizo tumbarnos dejándome a mí debajo.

- Oye. –Protesté entre risas.

- Oigo. –Me respondió Blas en mi mismo tono, sus caricias sensuales se convirtieron en cosquillas que me hicieron estallar en carcajadas.

- Salid ahora mismo de ahí u os juro que tiro la puerta abajo. –Gritó Laura desde el otro lado de la puerta.

Paramos de reírnos en décimas de segundos, su tono de voz indicaba que hablaba totalmente en serio. Yo me apresuré a taparme con las sábanas mientras Blas iba a abrir la puerta.

- ¿Pero por qué no abríais? –Gritó entrando en la habitación.– Hace casi un cuarto de hora que ya deberíais estar en el... -Deja tanto de hablar como de caminar al vernos a ambos en ropa interior.

- No hay boda. –Pronunció Blas tras varios minutos en silencio en los que la mirada de Laura iba de nosotros a cama deshecha, de la cama a mi vestido tirado en el suelo y de vuelta a Blas y a mí.

La mirada de mi (ya no) futura cuñada se oscureció por instantes. Yo me escondí detrás de Blas, asustada de la reacción de la peliazul.

- ¿Cómo que no hay boda? Llevamos más de un año planeándolo todo como para que ahora no haya boda.

- No queremos que un papel defina si nos queremos o no. –Encaró Blas a su hermana estrechando a la vez mi mano.

- ¿Y se os ocurre pensarlo ahora? Está todo el mundo esperándoos.

- Laura, tienes que respetar su decisión. –Dijo Álvaro intentando calmar la situación.

- Os doy quince minutos para que volváis a vestiros, os espero abajo.

Salió de la habitación dando un portazo. Álvaro se giró hacia nosotros.

- Planta -2, 3B.–Dijo lanzando una llaves que Blas cogió al vuelo.– Ya me lo agradeceréis. Idos antes de que Laura se ponga aún más agresiva. –Añadió antes de salir de la habitación.

Me miré a Blas sin saber qué hacer.

- Bueno, tendremos que hacer caso a Álvaro. –Dijo encogiéndose de hombros.

- ¿Lo dices en serio?

- Pues claro. Pero primero tendremos que vestirnos.

En sus ojos no vi ningún atisbo de broma, hablaba completamente en serio. ¿Pero qué pasaba con todos los invitados? ¿De verdad íbamos a dejarlos plantados?

Le pedí que me subiera la cremallera del vestido mientras yo intentaba hacer algo con mi desordenado pelo.

- ¿No te gusta la idea de irnos de aquí?–Susurró dejando besos por mi espalda hasta mi nuca.–A cualquier sitio, solos, –Apartó el pelo de mis hombro y giró sobre mí.– sin que nadie nos moleste.

Cerré los ojos esperando el tacto de sus labios sobre los míos pero Blas me hizo abrirlos de golpe al cogerme en brazos.

- Vamos, princesa, ya tendremos tiempo besarnos todo lo que queramos.

Desistí en mis intentos de volver a recogerme el pelo y, tras ver que Blas ya estaba totalmente vestido, salimos de la habitación. Llamamos al ascensor rezando por no encontrarnos con Laura.

Llegamos a la plaza de parking que nos dijo Álvaro y está allí él coche de Blas. Blas y yo nos miramos con una sonrisa de complicidad y nos subimos.

Me quedé dormida tras hora en el coche y desperté con la luz de sol dándome en la cara. Estaba en una habitación de madera, abrazada por Blas (que aun dormía).

Cada mañana, al verle al otro lado de la cama, lo volvía a confirmar. Amé, amo y amaré siempre a mi príncipe, Blas.



Aquí tenéis la segunda parte de lo que me dejo en el tintero con Pink girl, black boy. ¿Alguna otra de mis historias de la que queráis saber más?

Pd: Aquí os dejo a los protagonistas de este relato. De derecha a izquierda y de arriba a abajo son: Laura, Alvaro, Daniela (Lis) y Blas.

Pd2: En mi cuenta de instagram @lunnarislovegood voy subiendo cosillas que no pongo aquí.

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