Couar coeur
Otro día. Otro día más cogiendo el mismo tren. Otro día más haciendo el mismo trayecto, seis paradas, treinta y dos minutos. Otro día más en el que ella le observa por encima de su novela romántica. Le observa a él, el chico protagonistas de todas sus historias de amor, el Chico del Tren.
Hoy está enfrente de ella, apoyado en la pared del vagón, con sus cascos y su música, tamborileando con los dedos algunos compases de la canción. Ella observa sus dedos, manchados de pintura, preguntándose si será artista, si escuchará música, o moderna, o éxitos de alguna década pasada. Preguntándose como sonará su voz al pronunciar su nombre, al pronunciar un "te quiero".
Ella cada noche se duerme prometiéndose a sí misma que al día siguiente se va a armar de valor, que al día siguiente le va a hablar. Todo será como en las novelas que lee, él se dará cuenta de que son almas gemelas y le confesar que la ama con todo su corazón. El día siguiente, el día que se arme de valor y le hable... Pero ese día parece nunca llegar.
Ella levanta la mirada de su libro, al que verdaderamente no presta mucha atención, y ve que él la está mirando. Le dedica una sonrisa que él le devuelve. Su sonrisa, ella está segura de que no ha visto nada más hermoso en su vida.
El tren se para y ella maldice para sus adentros, han llegado a la parada en la que se baja, la parada en la que se separan para no volverse a ver hasta la siguiente mañana. Suspira y sale del vagón sintiendo que olvida en el interior de éste su corazón.
Si tan sólo ella supiera...
Otro día. Otro día más cogiendo el mismo tren. Otro día más haciendo el mismo trayecto, nueve paradas, cincuenta minutos. Otro día más en el que él la observa por encima de su móvil. La observa a ella, la chica protagonistas de todos sus sueño, la Chica del Tren.
Hoy está enfrente de él, sentada en la suelo del vagón, con su libro, pasando con cuidado las páginas, frunciendo el ceño o mordiendo el labio según lo que leía. Observa sus manos, intentando leer el título del libro que porta en ellas, preguntándose si le gustaran las historia de aventuras, o de amor, o policiacas. Preguntándose cómo besarán sus labios, como sabrá su boca.
Él, cada mañana, mientras espera al tren, se promete que a sí mismo que ese será el día que se atreva a hablarle. Ella verá que él es un chico simpático e irán a tomar algo .Pero cada mañana, al verla frente él, se le olvida todo y sólo puede obsérvala en silencio, separados por unos pocos metros que parecen millas.
Vuelve a mirarla y reprime las ganas de apartar un mechón rebelde que escapa de la trenza de la chica. Ella levanta la mirada de su libro. Él le sonríe y ella aparta la vista a la vez que se sus mejillas se tiñen de color carmesí. Él desvía la mirada.
Llegan a la octava parada de su recorrido diario, la que él más odia, en la que ella se baja para no volver a verse hasta la mañana siguiente. La observa alejarse sintiendo que se lleva su corazón con ella.
Si tan sólo él supiera...
Otro nuevo día, en el que él se sube al vagón y siete minutos después, en la parada siguiente, sube ella. Ha elegido hoy su falda favorita, la que se compró para su cumpleaños, hoy será el día que hable con él. Le ve sentado junto a la ventanilla.
- ¿Puedo sentarme? -Pregunta ella, aunque él vagón esté casi vacío.
- Por supuesto. -Responde él quitando su mochila del asiento contiguo al suyo.
Ella se sienta y saca de su bolso un libro tras el que esconderse pero no puede evitar observarle por el rabillo del ojo, deseando poder acariciar los rubios rizos que caen por su frente. Él no aparta la mirada de su reflejo en el cristal, sus labios carnosos, su melena castaña estaba ese día suelta enmarcando su rostro blanco como la porcelana.
En un túnel, las luces de emergencia se encienden y por megafonía, una voz informa de una avería en el tren que les tendrá al menos media hora parados. Ella suspira, cualquier otro día agradecería poder estar unos minutos más juntos a "su" Chico del Tren pero justo hoy tiene un examen.
- ¿Ocurre algo? -Le preguntó el rubio.- Pareces preocupada.
- Tenía un examen. -Confesó ella.
Ambos se quedaron en silencio, buscando alguna excusa para poder alargar esa conversación al menos unos segundos más.
- No me he presentado antes, -Dice la morena.- soy Catherine.
- Paul-Loup. -Responde el rubio.
- Bonito nombre.
- Gracias. -Responde él, tímido.- Catherine también es bonito.
La chica sonríe al oír su nombre en los labios del Chico del Tren y aprieta sus dedos reprimiendo el impulso de besarle. El tren se mueve y Paul-Loup suspira queriéndose quedar unos minutos más allí.
Al final y al cabo, él solo coge ese tren por verla a ella. En la galería de arte donde trabaja, mientras pinte los cuadros que le encargan, da igual que llegue a las nueve que a las diez e incluso sino aparece por allí durante una semana.
Las luces se encienden y el tren comienza a moverse de nuevo. Catherine suspira, si sólo pudiera quedarse unos minutos más...
- ¿Te apetece tomar algo cuando salgas de tu examen? -Se anima a preguntarle el chico.
- Vale, yo salgo a las once. ¿Quedamos a las once y media en el andén?
- Perfecto.
A las once y veinticinco Paul-Loup ya está esperando a su Chica del Tren, Catherine, parar de andar por el andén. Tres minutos después, llega la morena, lleva un discreto color rosa en os labios y sonríe desbordando luz por cada poro de su piel.
Paul-Loup aún no se cree que ella se haya fijado en él, que le haya mirado más de dos veces. Lleva mese observándola en silencio, deseando hablarle y gracias a la avería del tren, ese momento ha llegado.
Retiene las ganas de besarla, no hay nada que le apetezca más en ese instante que unir sus labios a los de ella, pero teme que no se sienta cómoda y se marche. No se perdonaría estropear eso que está todavía empezando por un impulso. Catherine, al notar los ojos del rubio sobre ella, se sonroja.
- ¿Vamos a tomar ese café? -Pregunta mientras enrolla y desenrolla en su dedo un mechón de su larga melena.
- Claro, conozco un sitio cerca.
Empiezan a andar en dirección a la salida. Catherine se arma de valor y entrelaza sus dedos con los del rubio, manchados de pintura. Sus manos encajan como un puzle, como si estuvieran predestinadas a unirse.
A la mañana siguiente, como todos los días, Paul-Loup se sube dos parada antes que la morena, y conecta sus cascos a su móvil. No para de sonreír, su Chica del Tren se ha fijado en él. Cuando por fin llega la parada donde se sube Catherine, el rubio no cabe en sí de los nervios. ¡Tiene tantas ganas de verla!
La chica sube al vagón buscándole con la mirada. Aún le cuesta creer que todo esto no sea un sueño, que todo ocurre de verdad. Se sienta en el asiento contiguo al de Paul-Loup y saca su libro, él entrelaza su mano con la de ella. Cada uno inmerso en su mundo, pero sin apartar ni un segundo de su mente la presencia del otro a tan escasos centímetros.
La parada de Catherine llega, y ambos tienen que separarse. Ella para ir a clase y él para seguir el trayecto unas paradas más.
Catherine guarda su libro en la mochila y, cuando levanta la vista, Paul-Loup tiene sus labios a milímetros de los de ella.
- ¿Puedo? -Susurra.
La morena asiente y se acorta el poco espacio que les separa uniendo sus labios.
El beso es lento, ninguno de los dos tiene prisa, y supera con creces todas las veces que Catherine se imaginó ese momento con su Chico del Tren.
Sonrío al verlos, mi trabajo aquí ha terminado. Si tan sólo ellos supieran que yo, el mismísimo dios Eros, paré el tren para que por fin pudieran conocerse...
Aquí os dejo como me imagino a Catherine y Paul-Loup.
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