Nuestra historia
Alguna vez, este mundo se encontraba gobernado por las tinieblas, por la obscuridad. No había un orden, no había nada que pudiera dar alguna clase de esperanza. En ese momento las cosas más escalofriantes podían hacer lo que quisieran sin ninguna pena o resentimiento. La tierra estaba gobernada por un rey: arrogante que el solamente podía ver la luz a través vez de un joven. Él era el único capas de emergerla sin necesidad de algún esfuerzo físico. Sus padres al intentar salvarlo murieron, el rey lo encerró en lo más profundo de su castillo, donde nadie supiera de su existencia para que todo siguiera bajo su control.
Aquel rey tenía una hermosa hija, ella era todo lo contrario a él, amable, gentil, con ganas de amar a alguien algún día. Una vez la princesa recorría los rincones de su castillo, encontrando una puerta bastante extraña, su madera estaba muy vieja y su cerrojo estaba oxidado. Ella tiro con fuerza haciendo que la puerta se abriera, dejando ver unas antorchas, ella nunca las había visto, o más bien aquellas llama que hacía que todo se viera tan distinto. Estaba acostumbrada a caminar por la obscuridad, desarrollando su oído al máximo, pero cuando vio aquella luz, pudo darse cuenta del poder que tenían sus ojos, que no todo era por medio de ondas y sonidos, del tacto y gusto, había un quinto sentido que hacía que todo tuviera magia, pues las cosas tenían más claridad.
Ella toma una antorcha con delicadeza y por primera vez pudo sentir el calor. Bajo poco a poco aquellos escalones aunque para ella no era necesaria aquella chispa que hacía que todo tuviera color, pues su vista estaba acostumbrada a la obscuridad, sin embargo ella quería ver más. Al bajar puedo distinguir que eso era un calabozo donde arrojaban a todos los traidores de ese reino.
—¿Hola?—preguntó ella. El joven al escuchar la dulce voz de la señorita, se levanta rápidamente. Corriendo hasta la reja que los hacía pricionero.
—¡Por favor ayúdeme, señorita!—exclamó con desesperación.
La joven corrió rápidamente hasta donde se escuchaba aquella grave voz. Él de inmediato hizo encender su mano para poder ver la dueña de aquella voz.
—¿Cómo lo hiciste?—expresa algo asustada. Tirando la antorcha de sus manos.
—No, no tiene que asustarse, soy completamente inofensivo—la señorita dudó un poco y se acerca a la luz que el ofrecía. El joven al verla, quedó encantado con su belleza, gracias al don que tenía, podía ver cómo eran las cosas realmente, pero su descripción hacía que superara todo lo hermoso que el llegó a conocer. Se enamoró de inmediato de ella.
La joven se acerca con asombro, pero también pudo observar aquella prision, había un espejo donde ella pudo verse por primera vez. Él era muy distinto a ella y a los demás caballeros de ese obscuro lugar. Ella era de piel blanca, cabello platinado con unos destellos pequeños color plata en su piel, labios delgados, ojos azules, con tonalidades doradas y verdes. El era de piel bronceada, cabello negro, ojos color verdes, y algunas manchas en su piel como lunares.
—¿Quién eres tú?—expresa con el ceño fruncido. Volteándolo a ver. También tenía unas marcas color negro en su rostro.
—Soy un simple campesino que encerraron Injustamente por mi don: es de nacimiento—expresa aquel joven.
—¿Cuál es tu nombre?—pregunto rápidamente.
—Mi nombre es Sol...¿y usted?—pregunta con gentileza.
—Mi nombre es Luna.—sonríe ligeramente.
Hablaron durante horas, días, semanas, incluso meses. Ella prometía buscar la llave que pudiera liberarlo de aquella prision . El le prometió enseñarle cómo era el mundo realmente. Conforme pasaban el tiempo , ambos se iban enamorando cada vez más y más. La princesa siempre se escapaba para poderlo ver y cuando regresaba al castillo, en la superficie, buscaba aquella llave que pudiera libéralo.
El llenaba aquellos ojos de asombro, pues con las pocas fuerzas que ella le daba, le hacía los más bellos y finos detalles. Uno de ellos y el último, fue llenar aquella habitación de ilustraciones de mariposas brillantes.
—Quisiera llenarte de joyas y vestidos caros, llenarte de regalos como a las que estás acostumbrada—. Luna voltea a verlo—. Pero solo puedo hacer estas figuras y estos paisajes que solamente son ilusión—. Luna sintió mucha impotencia de no poder ayudar a su amado. A veces comían juntos charlaban, pero no era libertad y ella lo sabía
—Sabes que yo no necesito todo eso—. Él voltea a verla.
—No puedo ni tocarte, la llenaría de polvo y cenizas, tus vestidos incluso ahora quedan llenos de humo por mi culpa—. Se recarga de aquellos barrotes y todo se a desvanecido, menos aquellas bellas mariposas—. Esto no es vida bella princesa—.
La joven iba hablar, pero se escucharon las puertas abrirse para poder ver entrar a su padre observando aquella escena. Su padre horrorizado, quiso dar la orden de llevar a su hija a su alcoba, pero era demasiado arriesgarse. Su hija sabía de la existencia del joven y con ella afuera podría hablar sobre la existencia del de la Luz acabando con la obscuridad. Matar a su hija no era opción, pero si podía extinguirla, matándolo.
Decidió encerrar a su hija, dando la orden que al tercer día él sería condenado a muerte y ella se quedaría en aquel sótano para siempre.
Ambos lloraban por el otro, no querían perderse y es que su amor era tan puro y verdadero, que podría marcar la diferencia.
Pasaron dos días, una noche y en la última noche un anciano los visito. Era de barba larga color blanca, usaba una máscara de oro y Plata. El anciano los observó y con su bastón, dio dos golpes haciendo que aquel cuarto se transformará, ya no había rejas, ya no había obscuridad, pero si una gama preciosa de colores. Ambos se vieron asustados y regresaron su vista al señor. El alza sus manos y les expresó...
—¿Qué están dispuestos apagar para poder amarce una ves más? —. Ambos se vieron y se tomaron con fuerza. Levantándose de aquel sueño, ya inexistente.
—Lo que sea—. Responden al unísono.
Él anciano saca de su pequeño bolso una pócima. Jamás expresó el precio que pagarían si la tomaban.
—Está poción los volverá inmortales —. Su voz era demasiado grave— Ustedes serán dueños de lo que se conocerá como día y noche, serán los que gobiernen esas acciones y los que harán que la vida aquí sea mejor. Vivirán mil días y mil noches de forma infinita. Les aclaro que ya nadie les hará daño, harán que el mundo nunca más esté en tinieblas pues su amor hará que la tierra se alumbrara para siempre. Pero hay un solo detalle, si ustedes hacen lo imposible para encontrase, solo podrá ser un pedazo de su alma y ese pedazo estará maldito reencarnando una y otra vez sin que su amor sea un éxito. Ustedes sufrirán lo que resta de su vida eterna y no hay poder que borre esa maldición.
Ambos sin pensarlo aceptaron, el anciano les dio dos botellas: una era una más grande que la otra. Él les explicó que: él tenía que beberla antes de que lo sacrificarán esto haría que perdiera la conciencia y ella tendría que beberla ahora para que todo funcionara a la perfección. Ambos aceptaron sus condiciones.
Le entrego la primera pócima y ella sin pensarlo la bebió sin dejar nada, después le entrego la segunda a él y sin más se fue. La habitación volvió hacer aquel feo y frío calabozo.
Pasaron unas horas y se escucharon los pasos de los soldados acercarse, es ahí cuando él tomo el liquido rojizo de esa botella. La vio con mucha felicidad.
—Estaremos juntos por toda la eternidad— la mira con una ligera sonrisa y sin saber qué sería la última vez que la vería y estaría cerca de ella. Él cae inconsciente. Espero a que su amado despertara, pero no lo hizo. Ella trató de que despertara, pero era en vano, en eso sintió como empezaba a quedarse sin aire, trato de pedir ayuda pero su voz se había ido. En pocos segundos ella callo dormida. Al llegar los soldados vieron a los dos cuerpos sin vida, abrieron sus celdas para acercarse y asegurase de su estado. Ambos seguían vivos, trataron de despertarlos, pero ninguno abría los ojos, en ese momento un fuerte viento sopló y el cuerpo del joven se desvaneció y al momento una explosión se escuchó, haciendo que todos los habitantes perdieran el sonido por unos minutos. En pocos segundos el cielo se alumbró, se había creado el día, se había creado el Sol. Sorprendidos de ver tantos colores, tantas cosas que anteriormente eran ocultadas ante ellos.
Voltearon asustados y observaron el cuerpo de la joven , la tomaron rápidamente antes de que le pasara lo mismo. La llevaron ante su padre, colocándola en un sillón, el hombre estaba atónito a la nueva luz, sabía que este era el fin de su reinado, los guardias le explicaron lo que había sucedido con el joven, así que sin dudarlo llevó a su hija hasta el otro lado del Mundo, donde se encontraba aún la obscuridad, tenían que rescatar parte de su reinado, parte de su gobierno, tardaron 30 días en llegar ahí. Cuando por fin llegaron, ese momento colocaron a la princesa en su cama, pero jamás se percataron de la presencia de un pequeño individuo. Un conejo grisáceo viendo a la joven que en pocos segundos se iría y pasaría la vida sola, el conejo sabía lo que había pasado pues el rumor se había expandido a todos los lugares existentes en el planeta. Así que sin dudarlo salto hasta ponerse sobre ella, los guardias vieron aquel acto, caminaron para poder quitar al animal, pero , un fuerte viento sopló haciendo que ambos cuerpos se desvanecieran
Los guardias se asustaron demasiado, ya habían presenciado un explosión solo faltaba una más, pero jamás llegó a sus oídos pues todos aquellos seres vivos que estaban alrededor se convirtieron en polvo.
Los que estaban más lejos, en cambio, alzaron la vista y vieron varios puntos brillantes en el cielo y de las tinieblas, de aquellas nubes, salió aquella que alumbraría con delicadeza la obscuridad, que abrazaría a todos con dulzura, pues aquella pureza que irradiaba una luz tenue y perfecta. Siempre estaría ahí para escuchar su lamentos o sus alegrías.
Todos se dedicaron aprecias su belleza, su delicadeza, pues en ese momento nació la Luna y las estrellas, alumbrando las tinieblas y dándole vida a la obscuridad.
La Luna y el Sol, siguen enamorados y la única vez que pueden estar juntos es un lapso pequeño entre la atardecer y la anochecer, viéndose solo unos minutos, habían sido separados, para hacer un bien en este mundo, para ayudar a las vidas que se encontraban en la tierra, y seguirán alumbrados para más vidas restantes. Habían buscando la forma de estar juntos, fue ahí que nacieron los eclipses, pero no era suficiente por lo que decidieron separa un pedazo de su alma y mandarla a la tierra, pero nunca pensaron que siempre habrá una línea que los separara...
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