Capítulo 42: Necesitamos al Forjador
Llegó al lugar a través de un portal. Miró a todas partes. Nada. "Es rápido", pensó.
—¿Dónde te has metido? —dijo para sí.
Notó una vibración en su bolsillo. Metió la mano y sacó el espejo de bolsillo que llevaba consigo. Lo abrió y se lo llevó al oído.
—Diga.
—Kleyn —era Kelly—, se ha metido por la ventana del cuarto piso.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Ha escalado.
—¿Tan rápido? —Aquel intruso no era alguien normal—. Ahora mismo lo sigo.
Colgó. Acto seguido, abrió un portal y apareció en el balcón que daba a la ventana. La ventana estaba abierta. "Mierda".
Se metió en el pasillo y miró a todos lados. Había dos posibles caminos: uno a la izquierda y otro a la derecha. En cada uno de los caminos Había dos pasillos más, uno al final, y otro entre medias. Cada uno tan ancho como para que un carruaje pudiera pasar entre estos.
Sin pensárselo dos veces, Kleyn invocó tres clones y luego se repartieron entre los pasillos. Kleyn tomó el que estaba más a la izquierda y corrió a gran velocidad. No había nada. Pronto se cruzó con un guardia, el cual dio un respingo al verlo aparecer de golpe, y se detuvo a preguntar.
—¿Has visto pasar a algún intruso?
—No —respondió este, con rostro extrañado.
¿Acaso el intruso era más rápido que él? No había pasado mucho tiempo desde que descubrió al intruso en el espejo transmisor. ¿A dónde se había ido? No podía haberse escapado usando un portal. Lo habría notado.
Tenía que continuar.
—De acuerdo. Quiero que estés atento, hemos visto a alguien entrando al castillo. Avisa a tus compañeros. Yo seguiré buscando. —El guardia se quedó en blanco por un momento, como si no supiera cómo actuar en esa situación—. Vamos —apresuró Kleyn. Solo entonces el guardia reaccionó y se alejó de él. Como se nota que no ha trabajado bajo presión.
Por instinto fue a la puerta que daba a la habitación de los reyes. Cuando llegó a esta, vio a dos guardias, uno a cada lado de la puerta. Se acercó a estos y los saludó de forma escueta antes de preguntar:
—¿Han visto a alguien sospechoso pasar por aquí?
—No, ¿por qué? —preguntó el de la izquierda, un hombre que rondaría la cuarentena, y en cuyo rostro se podía apreciar la marca de la fatiga que solo un trabajo nocturno es capaz de dejar.
—Alguien se ha infiltrado en el castillo. Y no sabemos quién.
—¿¡Qué!? —dijo este, alzando la voz.
El guardia se encogió al percatarse de su pequeño desliz, y luego se recompuso. Miro a su compañera y le apuntó hacia la puerta con un movimiento de cabeza. La compañera, una muchacha joven, en comparación con el otro, asintió, se acercó a la puerta y con mucho cuidado la abrió los suficiente como para asomar la cabeza. Miró al interior por cinco segundos, y luego salió y volvió a cerrar, cuidando de no hacer ruido.
—No he visto nada raro —dijo ella
—Mejor —dijo Kleyn—. Igualmente, estén atentos por si pasa algo.
Ambos guardias asintieron, y Kleyn se despidió de ellos antes de irse.
Continuó buscando por el resto del castillo. Subió y bajó escaleras. Escaló hasta la parte más alta de todas las torres. Se metió en los recovecos más oscuros del sótano. Incluso se movió por el sistema de alcantarillado debajo del reino, pero no halló nada.
Salió por uno de los acueductos que daba al patio, rebuscó en su bolsillo y llamó a Kelly.
—No he hallado nada. ¿Has visto algo más por las cámaras?
—Absolutamente nada. No he dejado mi puesto ni para buscar café.
—Maldición —se quejó Kleyn, bajando la tapa del alcantarillado—. ¿Dónde demonios se ha metido ese malnacido?
—¿Ninguno de los guardias ha visto algo?
—No. ¿Alguna idea?
Kelly guardó silencio por un momento. Kleyn miró a todos lados, aún esperando hallar algo.
—Bien. Tengo una idea. Intenta cubrir todas las salidas: puertas, ventanas, todo. En algún momento el intruso tendrá que salir —sugirió ella.
—¿Y si no lo hace?
—Tiene que hacerlo.
—Perfectamente puede ocultarse. He escuchado de asesinos y ladrones que se han pasado días ocultos en un rincón, esperando el momento adecuado.
—Bien, haremos esto. Vigila que nadie sospechoso salga. Si no me has dicho nada al respecto para cuando acabe mi turno, le avisaré a Talux para que piense en algo.
—De acuerdo, me pongo a ello —aseguró Kleyn, y luego colgó la llamada.
Al instante comenzó a invocar clones y a enviarlos a todas las entradas posibles del castillo. Aquellos que sobraron se desvanecieron. Aún faltaban horas para que saliera el sol, así que tendría que permanecer atento y despierto hasta hallar algo, o al menos hasta que Kelly hablase con Talux.
Para cualquier otro mortal, mantenerse despierto, recto y sin nada que hacer podría hasta considerarse una tortura. Con esfuerzo y disciplina, mucha gente ha llegado a ser guardia nocturno, con todo lo que ello conlleva. Y la principal característica es parecer una estatua la mayor parte del tiempo en servicio. Kleyn, en cambio, al ser un ser eterno, no le afectaba tanto estar sin hacer nada durante largos periodos de tiempo. En la Forja había estado bastante tiempo inmóvil, solo pensando en cómo poder forjar la carne. Para él, estar parado durante bastante tiempo no suponía un desgaste mental. Aunque sí podía apreciar el tiempo transcurrido gracias al ciclo de movimiento del sol.
Para mala suerte del pelirrojo, los primeros rayos del sol se asomaron tímidos por el horizonte. Esperó que una respuesta por parte de Kelly llegase pronto, pero no fue hasta que el sol ya estaba por encima de las montañas del horizonte que la chica no volvió a llamarle.
Su espejo de bolsillo comenzó a vibrar, y Kleyn lo abrió.
—¿Hola?
—Kleyn, Talux y yo estamos hablando del asunto. Ahora buscaremos al resto de miembros de la Orden para ver cómo procedemos. Por el momento, si no ha intentado salir nadie, vuelve a hacer un repaso al interior del castillo. Te diremos algo en cuanto podamos. —Eso sí que es estar por la situación.
—Perfecto. Ya les avisaré si veo algo. —Colgó y se guardó el espejo.
Volvió al interior del castillo y ordenó a sus clones hacer lo mismo. Como cabría esperar, al principio no halló nada. Sin embargo, una súbita oleada de información la llegó de golpe, y pudo ver la escena de un par de guardias tirados en el suelo, justo delante de la habitación de los antiguos reyes de Mewni.
Sin dudarlo un segundo, abrió un portal y salió disparado a la locación del asunto. La situación era la misma que había visto en su cabeza: dos guardias tirados en el suelo. Rápido se acercó a uno de ellos y vio su rostro. Este estaba con la boca entre abierta, un camino de saliva le salía por la boca y le recorría el labio hasta caer al suelo. Los ojos, bien abiertos, lo miraban a él, pero estos temblaban.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Kleyn.
El guardia intentó hablar, pero solo fue capaz de proliferar sonidos similares a quejidos. Sus labios apenas se movían.
Kleyn alzó la mirada y se fijó en que la puerta estaba abierta. Invocó un par de clones para que se encargaran de los guardias y luego entró a la habitación. Entró con brío. Sus garras estaban listas para atacar. Sin embargo, no halló enemigo alguno al que enfrentarse, solo un hombre mayor de pelo rubio apagado. El rey River. Este yacía postrado en su cama en ropa interior, retorcido en una posición similar a las de las zarigüeyas cuando fingen estar muertas. Rápido, se acercó a él. Tenía los ojos abiertos. Estos también temblaban.
—Señor River, ¿está bien? —preguntó Kleyn—. ¿Qué ocurrió?
River intentó hablar, pero solo producía los mismos balbuceos que el guardia de fuera. Aun así, parecía conseguir decir alguna sílaba suela.
—...los ... la ...ron —decía. Pero eso no le ayudaba en nada.
—¿Qué? —reiteró.
—S-se ... llevaron.
—¿Se llevaron? ¿Qué se llevaron? ¿Quién fue?
—M-Moon.
Kleyn abrió los ojos de golpe y miró la habitación. No estaba. La antigua reina Moon no estaba. "Mierda", pensó.
Rápido, invocó cuatro clones más.
—Quiero que se encarguen de esto y busquen ayuda médica. Yo tengo que perseguir a un secuestrador.
Los clones asintieron y se movilizaron.
Kleyn salió de la habitación y buscó huellas de algún tipo: botas, zapatos, cualquier tipo de calzado. O cualquier otra marca que refiriese a un rastro. Pero no halló nada.
"¿De verdad alguien ha conseguido llevarse a uno de los antiguos reyes sin que nos enteremos?", se preguntó Kleyn, aún sin poder creérselo.
Miró en las ventanas más cercanas. Había dejado clones en todos los balcones. ¿Cómo no se habían dado cuenta? ¿Cómo?
Otra oleada repentina de imágenes le vino de golpe. Varios guardias caídos por los pasillos. Estos presentaban signos similares a los anteriores. Así por varios pasillos, hasta llegar a las puertas de los calabozos. Volvió a abrir otro portal y apareció delante de esta última ubicación. Los guardias yacían en el suelo, aún con vida, pero inmovilizados. La puerta de los calabozos estaba abierta.
Corrió hacia el interior de aquel lugar, pasando por delante de todas las celdas como un rayo rojizo, hasta que llegó al final. Para su pesar, no halló nada.
—Joder —se quejó este, dándole un puñetazo a una de las celdas.
Escuchó la risa de uno de los presos a su espalda. Se giró con rostro furioso para comprobar de quién se trataba. Liberó fuego por el conducto de su mano izquierda, como si fuera una mecha, y con ello iluminó la celda. En esta vio a un semibestia mapache, uno que le resultaba bastante familiar.
—Parece que tienes problemas, ¿eh? Forjador —pronunció este, denotando un odio latente en sus palabras.
Kleyn levantó una ceja y se lo quedó mirando. El mapache ensanchó aún más su sonrisa, como si hubiera conseguido aquello que quería.
—Disculpa, ¿te conozco? —preguntó Kleyn, provocando que la sonrisa del mapache desapareciera.
—¿No me recuerdas? —le dijo, ofendido, pero Kleyn no reaccionó—. Soy Dendrei. —Kleyn se quedó igual de indiferente—. Tú me sometiste a esa tortura de interrogatorio y luego me encerraron aquí.
—Ah, ese Dendrei.
—¿Ahora me recuerdas?
—Sí.
—Mas te vale, porque yo jamás podre olvidar el calvario por el que me hiciste... espera, ¿a dónde vas? —preguntó este con el rostro pegado a los barrotes. Kleyn ya le estaba dando la espalda, listo para irse.
—Tengo cosas importantes que hacer —dijo mientras caminaba, agitando la mano para quitarle importancia al asunto.
—Espera —gritó el mapache, pero Kleyn no le hizo caso—. ¿Tanta prisa tienes en buscar a Moon? —Kleyn se paró de golpe y se giró hacia él. Dendrei sonrió triunfal—. Parece que ahora tengo tu atención.
—¿Qué sabes? —exigió Kleyn, acercándose al semibestia.
—Se muchas cosas, pero toda información tiene un coste.
Kleyn se lanzó contra las rejas y tomó dos con sus manos. El fuego de su cabeza creció y los ojos se le encendieron.
—No tengo tiempo para estas cosas. Dime lo que quiero saber o...
—S-solo quiero salir —dijo Dendrei, pegado a la esquina de su celda, lo más alejado posible de Kleyn—. Libérame y te responderé.
Kleyn apretó los dientes. No tenía tiempo para negociar. Quitó su mano derecha de uno de los barrotes y abrió un portal, justo detrás del semibestia. Dendrei atravesó el portal y se cayó al suelo, del otro lado de la celda. Kleyn no le dio tiempo de disfrutar de su nueva libertad. Lo tomó del cuello de la camisa con ambas manos metálicas y levantó hasta dejarlo a la altura de su rostro.
—Ya eres libre, ahora dime —entornó la mirada— ¿dónde está Moon?
Dendrei abrió los ojos en grande. Lo miró a él, luego a sus brazos, y de nuevo a él.
—¿Son nuevos? —Kleyn lo empujó contra los barrotes, sin soltarlo—. Está bien, está bien. Esa mujer extraña se la llevó por las alcantarillas —dijo, señalando a la tapa de metal que había en el medio del suelo.
Kleyn se giró y vio la placa. Sin pesárselo dos veces, soltó a Dendrei y corrió hacia el conducto. Arrancó la tapa de metal de un solo tirón y se introdujo en las cloacas. Sus pies dieron con el barro creado por el agua y los desperdicios. ¿Por qué tenemos que estar en sitios así?
Ignoró a la voz en su cabeza y corrió hacia adelante, buscando por todos los recovecos posibles. Encontró puertas y escondrijos. Había gente pobre y monstruos en varios de estos, los cuales se escondían en cuanto el pasaba. Todos se movían de forma torpe y asustadiza. Ninguno de ellos tenía la valentía ni la habilidad para secuestrar a una exreina en su propio castillo. Aun así...
—¿Alguien vio pasar a una mujer cargando con la antigua reina de Mewni? —gritó con gesto serio y los puños cerrados.
Nadie respondió.
Liberó algunas por los conductos de sus manos y estas se escaparon entre los huecos de sus dedos de forma brusca. Se produjo un suspiro colectivo de sorpresa y todos se echaron para atrás. Kleyn apretó los dientes con furia. Kleyn, cálmate. Esto no nos sirve de nada.
Eso no lo ayudaba, aun así, tenía razón. Perder los estribos no le ayudaría en nada. Extinguió las llamas y luego varios clones, a los cuales envió a la búsqueda de la reina.
Mientras Kleyn terminaba de supervisar a sus clones, algo tiró de sus pantalones. Se giró. No vio nada. Bajó la vista, y entonces ahí lo halló. Era un monstruo del tipo anfibio. Parecía un niño.
—La persona que busca, se fue corriendo por allá —señaló el pequeño hacia uno de los caminos—. Giró a la izquierda y luego a la derecha.
Kleyn miró el camino y luego miró al pequeño.
—Gracias —dijo, agachándose para acariciarle la cabeza.
Se puso de pie y se preparó para buscar al secuestrador, pero antes dio un último vistazo a aquella gente, y no pudo evitar sentir algo de pena. Abrió un portal allí mismo y luego miró al pequeño.
—Este portal los llevará cerca de un arroyo donde hay algunas ruinas y cuevas cercanas. Hay frutas y animales para cazar y domesticar. Si lo hacen bien pueden vivir mejor que aquí abajo.
No esperó que el pequeño respondiera, tan solo se fue en busca del secuestrador. O más bien, la secuestradora. Encontró a uno de sus clones en el camino, estaba haciéndole señas para que se detuviera.
—¿Que ocurre? —dijo Kleyn al detenerse. El clon le alcanzó una hebra de pelo plateado—. Vamos por buen camino.
Siguió corriendo sin detenerse, siguiendo las indicaciones del pequeño de antes.
—Está aquí —gritó uno de sus clones.
Kleyn aceleró. Llegó hasta su clon y este le señaló el camino. Allí estaba. Justo delante, a unos cien metros. La figura a punto de entrar a un portal. Moon, maniatada y amordazada colgando en los hombros de la figura negra y de cabello cenizo. Kleyn la reconoció. Sobre todo, cuando esta se giró y lo miró con sus ojos oscuros.
—Vlagna —dijo, denotando desprecio en su voz.
Ella le sonrió y luego y se metió en el portal. Kleyn fue detrás de ella. Tenía que ser rápido, o no llegaría a tiempo. Llenó el interior de sus extremidades con llamas y se impulsó hacia adelante mediante los escapes en sus palmas y pies. Estuvo a punto de llegar, cuando el portal desapareció, en un parpadeo. Pasó de largo, y el impulso fue tal que acabó por chocar con la pared. Notó un entumecimiento en los hombros, por la parte de la carne que conectaba con el metal. Se había cubierto con los brazos. Sin embargo, tenía que encontrar a Vlagna.
Cerró los ojos y se concentró en las ondas de energía que transmitía los portales cuando se abrían y cerraban. Había una onda que había desaparecido hace unos segundos, y era igual a la onda emitida por el portar que Vlagna había abierto.
—Ahí —levantó la mano— estás —dijo, acompañando la palabra con un zarpazo en el aire, abriendo un portal delante de él.
Atravesó el portal y apareció en un campo extenso en donde soplaba el viento, el césped llegaba hasta los tobillos y había algunas rocas altas dispersas por todo el lugar. Un paisaje bastante colorido y apacible. Un paisaje en donde Vlagna era como un punto negro en la nieve.
Dio un salto, encendió su fuego y salió propulsado hacia ella con un puño listo para romperle la cara.
La semibestia intentó correr, pero era inútil, Kleyn era más rápido que ella. No había dónde huir.
Vlagna se giró hacia él, solo para ver como el puño de Kleyn se iba a cernir sobre su rostro. Sin embargo, un rayo de luz apareció de un costado y se llevó a Kleyn por delante. El rayo lo hizo volar, y cayó sobre el césped y dio vueltas hasta chocar contra una roca. Para su suerte, había podido bloquear el golpe con sus brazos. El metal resistía el aquella energía radiante.
Se levantó con esfuerzo y se puso de pie. Delante suyo, a unos diez metros, tenía a Gigael, observándolo con sus ojos celestes y profundos.
—No te dejaré hacer eso, demonio pálido.
—Tal vez hayas podido hace un par de días, pero ahora estoy en plena forma —Sabes que no es así.
—Podemos omitir esa parte, e ir a la parte donde te entregas a cambio de que devolvamos a la antigua reina.
—Como si fuera a creerte —dijo antes de salir disparado hacia él usando la propulsión de llamas.
Gigael separó los pies, bajó las caderas y se llevó las manos a la cintura. En un instante acumuló luz en ambos puños y luego los llevó hacia adelante. Esquiva. Se formó un enorme rayo conjunto que obligó a Kleyn a redireccionar la carga y perder velocidad. Arqueó la espalda y giró en torno a Gigael para luego lanzar una patada. El celestial dio un salto hacia atrás, evadiendo el golpe. En el momento en el que tocó el suelo, se lanzó contra él.
Kleyn no tuvo tiempo de reponerse, así que solo pudo bloquear. El golpe lo empujó y Kleyn consiguió ponerse de pie en medio del aire. Sin embargo, Gigael lo persiguió. Kleyn intentó golpearlo al estar en su rango, pero Gigael lo esquivó sin problema, y fue él quien le propinó un puñetazo en el rostro. Kleyn apretó los dientes y retomó la compostura. Trató de golpear a su oponente con una secuencia de tres golpes sucesivos. Pero, de nuevo, Gigael los esquivó con relativa facilidad.
—Eres lento, demonio pálido —dijo, antes de aprovechar una apertura y hundirle el puño en el estómago.
Kleyn abrió la boca y escupió saliva debido a la contundencia. "¿Por qué no puedo darle?", pensó este mientras retrocedía y se llevaba las manos al estómago.
En cuanto notó el tacto del metal, comprendió por qué era incapaz de golpear a Gigael. "Estas extremidades", se miró la mano, "son demasiado pesadas".
Alzó la mirada para ver a su oponente, pero este ya estaba de nuevo encima de él para atosigarlo. Kleyn apretó el abdomen y aguantó el dolor para intentar bloquear, pero apenas lo conseguía. Los golpes de Gigael le rozaban el rostro. Desplazar el cuerpo con todo ese metal encima era un lastre. Ahora lo veía de forma clara. Tenía que hacer algo.
Gigael colocó una de sus manos delante de él, listo para lanzar un rayo de luz. Kleyn le apartó la mano, pero el rayo se llevó la punta de su oreja. Kleyn lanzó una patada y Gigael se echó para atrás.
Kleyn, estás en desventaja, tienes que huir y pensar un plan. Kleyn se llevó una mano a la oreja y se colocó en guardia. No quería admitirlo, pero la voz tenía razón. El problema era que Moon seguía allí. Sé lo que estás pensando. Pero será mejor volver y buscar ayuda.
Impotente, Kleyn apretó su puño y dio un rápido vistazo a su alrededor, y entonces lo vio. A un costado, lejos, muy lejos, pero visible si uno se fijaba bien, una fortaleza, una más grande que la de Gornak. Vlagna caminaba hacia esta, no tenía sentido que Gigael lo hubiese llevado allí, pero era una posibilidad. Aquella bien podía ser la Fortaleza de Gigael.
¿Por qué lo llevaría allí?
¿Y por qué no? Kleyn estaba debilitado. Gigael había demostrado ser superior a él. Y tenían a Moon en su poder. Además, Gigael ya había dejado en claro que lo necesitaba. Entonces, ¿por qué no llevarlo allí? Objetivamente, no tenía nada que perder.
Estoy en su territorio, pensó.
Sí, tenía que huir. Abrió un portal con su mano libre. Gigael no intentó detenerlo. Kleyn no intentó discernir por qué, solo se fue. Apareció en la Orden Armada. A penas puso un pie en la guarida, cerró el portal detrás suyo. Caminó como pudo hasta la enfermería sin encontrarse a nadie de por medio, solo a Tryda una vez entró.
—Por la Alta Comisión, Kleyn, ¿qué te pasó? —preguntó la semibestia cuando lo vio.
—Eso no importa ahora, necesito que me vendes la oreja. —La mujer no perdió el tiempo. Buscó un par de vendas, algo de desinfectante medicinal y comenzó a trabajar al momento—. ¿Dónde están los demás? —preguntó Kleyn mientras se limpiaba la sangre de su mano metálica incinerándola.
—Están en el castillo. Los llamaron para que acudan con urgencia.
—Mierda. Tengo que ir con ellos.
Tan proto Tryda terminó el vendaje, Kleyn fue con el resto. Apareció en la habitación de River, debido a que había dejado allí a sus clones. Ahora había más gente allí. Más guardias, los de la Alta Comisión, los reyes, y gente de la Orden. Sus clones estaban hablando con algunos guardias. Ya se habían llevado a River. Star se mostraba preocupada. Esta estaba hablando con Tom y los miembros de la Alta Comisión. Parecían discutir. Talux fue el primero en reparar en su presencia.
—Kleyn, te estábamos buscando.
—Lo sé. Pero han pasado algunas cosas que tengo que explicarles.
—Antes tenemos que explicarte algo nosotros.
—Lo sé, han secuestrado a Moon.
—Sí, y han dejado una nota.
Kleyn se quedó con la palabra en la boca. No se había esperado aquella respuesta.
—¿Una nota?
Talux le acercó una hoja de papel.
Habitantes de Mewni. Como ya lo sabrán, hemos secuestrado a la antigua reina Moon. Seremos directos. Queremos al Forjador. Si nos lo entregan, devolveremos a la mujer sana y salva. En caso contrario, nos desharemos de ella, y volveremos a tomar a otro rehén. Tienen tiempo hasta el medio día de mañana. Cuando se decidan, el Forjador les dirá cuál es el sitio de intercambio.
Kleyn le devolvió la nota a Talux, mirándolo a los ojos, y solo pudo pensar una cosa. "Mierda".
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Sip, me voy a acostumbrar bastante a esto de publicar los domingos. Voy a ser sincero, me resuelta bastante cómodo. Bueno, espero que estén disfrutando de la historia. Sea la historia que sea, sigan leyendo!
Sí te gustó el capítulo escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.
Gracias por tu tiempo y apoyo.
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