Capítulo 16: Tal'kar, el líder de la zona este
Wildax había proporcionado a Kleyn y Ágata la información que habían solicitado, no dijo nada al principio, intentando mantenerse fiel a sus ideales y sus convicciones, pero aquello no era nada que no se pudiese arreglar con una cuerda, una silla y algunos elementos punzantes para usarse como herramientas de tortura.
Tras sacarle a la rata toda la información que necesitaban se deshicieron de él envolviéndolo en cuerdas y enviándolo a los cuarteles generales de la orden armada, en donde se encargarían de interrogarla.
En ese momento, en el cuartel general de la orden armada, Talux y Kelly se hallaban tomando un poco de café en la mesa del comedor, no había nadie más junto a ellos, y fue inevitable que cruzaran una intensa pero fugaz mirada. Ambos se sintieron impulsados a acercarse más el uno al otro. De forma poco disimulada Talux arrastraba su silla a donde estaba Kelly dando pequeños saltitos hacia ella. Esta hizo lo mismo y también se acercó a él. Cuando ya estaban a una flecha de distancia, se tomaron de la mano por debajo de la mesa, revisando con la mirada que en verdad no hubiese nadie más allí, solo entonces posaron sus ojos sobre los del otro y se rindieron a la tentación de buscar sus labios para saborear el dulce gusto de la carne húmeda y cálida que revestía la boca del otro.
De pronto, cuando ambos ya estaban a punto de cerrar los ojos antes de que sus labios se tocasen, una cosa atada y amordazada cayo frente a ellos sobre la mesa: un semibestia rata, que sobre saltó a ambos.
— Por el amor de los reyes, ¿qué es esto? —reclamó el tipo posando ambas manos sobre la mesa, produciendo un fuerte estruendo y poniéndose de pie.
— Talux, mira —apuntó a una carta pegada en el pecho del animal.
El tipo acercó su mano al papel estrujado entre esas riendas y leyó su contenido. En este Kleyn les explicaba que el individuo que había enviado era un pequeño jefe de un grupo de ladrones de tijeras y que lo enviaba allí para ser interrogado. Además, en el reverso de la carta añadía que la rata en cuestión se había orinado por los nervios, y que tuviese cuidado al manipularla. Talux bajó la carta poco a poco mostrando un rostro arrugado.
— Pero será hijo de...
— Y por eso no tendremos que preocuparnos por cargar con ese peso muerto – explicó Kleyn, quien iba caminando junto a Ágata en dirección al Claro Silvestre.
— Supongo que Talux se alegrará por ello – opinaba la joven mientras jugaba con su araña amiga Mordisquitos.
— Sí. Por cierto, fue muy amable por parte del semibestia indicarnos el camino hacia el Claro Silvestre, e incluso decirnos el camino por el cual nos habrían estado esperando para tendernos una emboscada en caso de ir por allí.
— Bueno, si no hubiese hablado lo habríamos matado, así que solo actuó de la forma más lógica posible... ¿Crees que funcionará la carnada que le pusiste a ese tal escuadrón de emboscada?
Al oír su pregunta, Kleyn dirigió su mirada al cielo y sonrió con la marca de la seguridad en las comisuras de su boca.
Justo al lado del camino había varias construcciones de adoquines, torres y muros muy cerca de los árboles en donde formaban su pequeña base para asaltar a los desprevenidos. Dentro de esta se encontraban situados varios caballeros armados con espadas y arcos. Uno de ellos estaba pendiente a la entrada del bosque, vigilaba de forma constante con unos binoculares.
— Jefe, ¿cree usted que aparezcan por aquel arco de árboles? Es que pienso que es algo muy obvio —le comentaba uno de sus soldados a su capitán.
— Tonterías, soldado, todo aquel que quiera llegar al Claro Silvestre ha de pasar por allí —señaló al camino—, solo hemos de tener paciencia. Podría aparecer en cualquier momento.
En ese momento salió de entre los árboles un tipo albino de pelo rojo como la sangre gritando a los cuatro vientos y agitando los brazos en el aire.
— Atrás, soy el Forjador —gritaba este.
— ¡Es el Forjador! —avisó el vigilante que estaba con los binoculares.
— Lo sabía —espetó el capitán—. Arqueros, disparen.
Tan solo dar la señal todos los arqueros posados en las estructuras cargaron flechas y le dispararon al tipo. Una lluvia entera de proyectiles cayó sobre este sin ningún tipo de piedad. Cuando atravesaron su piel este se desplomó en el suelo y luego explotó. En ese momento todos los caballeros gritaron eufóricos por su victoria.
— No creo que debamos preocuparnos por eso. Acabo de sentir como el clon que dejé corrió hacia ellos y explotó para simular mi muerte —decía Kleyn con orgullo. Claro, porque cuando un ser vivo muere lo más común es explotar.
— ¿Explotó? —Preguntó la chica, girando la cabeza hacia el Forjador mientras aún tenía su dedo índice cerca de la araña y esta intentaba morderlo como si fuese algún juego—. Eso es estúpido, no creo que vayan a caer en eso.
— Tranquila, he dejado un segundo clon para que se cerciore de ello.
— ¿Y cómo sabrás si este se ha cerciorado?
De nuevo, Kleyn volvió a sonreír con seguridad.
— Jefe, ¿no cree que eso fue demasiado fácil?
— Tonterías, somos unos caballeros geniales, no tenemos por qué dudar de nuestras capacidades.
— No quería decir eso, es solo que es todo muy extraño, además, el Forjador explotó, no le parece raro.
— Bueno, él está hecho de fuego, por lo cual es lógico esperar que si muere explote.
— Jefe, no creo que la muerte funcione de esa forma.
De pronto, otro hombre exactamente igual al que habían visto antes salió de los árboles de la misma forma en la que lo había hecho en anterior.
— Aquel era un clon, yo soy el verdadero Forjador —gritaba este, llamando la atención de todos.
— ¡Es el verdadero Forjador! —avisó el tipo de los binoculares.
— Arqueros, disparen de nuevo —ordenó raudo el capitán.
Otra vez, los arqueros descargaron una lluvia de proyectiles sobre aquel individuo, el cual cayó derrotado bajo aquella ráfaga de flechas, acto seguido, explotó. Al momento, los caballeros volvieron a gritar llenos de euforia y orgullo.
— Ves, soldado, el verdadero Forjador también explota como sus clones —señaló el capitán, orgulloso de lo sucedido.
El soldado no dijo nada, solo negó con la cabeza mientras se pasaba la mano por el rostro.
— Me voy a la cantina a beber algo.
— Confirmado, se lo han creído —dijo Kleyn levantando un pulgar.
Ágata no dijo nada solo rodeó sus ojos sin darle importancia a lo que este le había dicho y volvió a centrarse en jugar con la araña.
El camino para ambos se hizo bastante tranquilo debido a la ausencia de adversarios, casi se podría decir que incluso resultaba aburrido. Kleyn jugaba con una bola de fuego mientras avanzaban. Hasta llegó a invocar a varios clones para jugar a pasarse una bola de fuego como si fuese un partido de voleibol.
Por otro lado, Ágata dejaba a Mordisquitos realizar un entramado de redes entre sus manos, haciendo una telaraña bastante rápida entre sus manos. Y a modo de juego Ágata hacía saltar a la araña en su propia red como si fuese un trampolín.
Sin darse cuenta avanzaron un tramo importante sumidos en sus propias actividades. Fue entonces que uno de los clones de Kleyn se percató de algo.
— Miren —dijo este.
De pronto, todos se giraron hacia donde este apuntaba. Justo en ese momento un clon había saltado y tenía la bola de fuego delante suyo para hacer un remate, el cual acabó por golpear a otro clon y provocar que este se desvaneciera, pero nadie le prestó atención a ese hecho, pues, muchos metros más adelante vieron una cascada pequeña cayendo en una zona rodeada de árboles.
— Es el claro —indicó otro de los clones.
Ágata dejó un momento aquello que estaba haciendo y observó aquel lugar con detenimiento para asegurarse de que fuese el lugar correcto.
— Sí, ese es el claro.
Al oír eso Kleyn no perdió un solo segundo, chasqueó sus dedos y todos los clones desaparecieron. Tomó a Ágata de una muñeca y luego abrió un portal con sus garras y ambos se introdujeron en este. Cayeron delante de un montón de árboles que rodeaban el claro, el resto era un enorme espacio abierto lleno de césped y plantas, además de algún que otro árbol esporádico.
Ágata se alejó un poco de Kleyn y comenzó a caminar hacia el claro, este solo se encogió de hombros y la siguió. No tuvieron que caminar mucho para llegar hasta el esperado sitio en donde se mostraba una cascada cuyas aguas iban a parar a un pequeño lago, pero lo que más le llamó la atención a ese par era una figura que estaba a los pies del lago y de espaldas a ellos. Se trataba de un individuo con el cuerpo y las piernas de un caballo, y la mitad superior de un mewmano: un centauro.
Este permanecía sentado a la orilla del lago mirando la cascada. Llevaba puesta una armadura de cuero y placas metálicas, esta le recubría todo su cuerpo, tanto la espalda de caballo como la última parte de las patas del mismo. Y, además, junto a él reposaba lo que parecía ser una lanza bastante grande.
Ese debe ser Tal'kar, ¿no lo crees? Yo creo que sí.
— Creo que ese de ahí es el tal Tal'kar —le dijo Kleyn a su compañera intentando mantener un tono de voz bajo e imperceptible.
— Sí, lo sé —respondió ella en el mismo tono.
— ¿Lo llamamos para decirle que ya estamos aquí?
— Nada de eso —dijo ella sacando dos de sus dagas mientras mantenía su mirada fija en el objetivo.
Ágata comenzó a caminar hacia él acuclillada, y dando pasos largos pero lentos.
— Ágata, ¿qué haces? Oye...
Pero ella no lo escuchó, solo siguió avanzando.
— No tiene sentido avisar al enemigo de tu posición cuando tienes la oportunidad de acabar con él de forma rápida y sigilosa. Alguien como Tal'kar no merece un duelo honorable... ninguno de mis objetivos nunca lo ha merecido —se decía Ágata a sí misma en voz baja.
Avanzaba con calma, pero sin pausa. Sus pisadas no emitían ningún sonido, tampoco la yerba bajo sus pies, solo el viento susurrando entre las hojas de los árboles y los tallos del césped era lo único que se podía escuchar. Todo aquello sería sencillo, tan solo un buen corte en el cuello y todo acabaría. Pero, entonces, se repitió a sí misma aquello último: sencillo...
Una flecha proveniente de las alturas cayó sobre Ágata como un rayo. Esta pudo oír el silbido del proyectil aproximándose hacia ella a una velocidad apremiante y consiguió interponer una de sus dagas entre ella y la punta mortal de la flecha. La punta de esta chocó con el canto de la daga, lo que produjo el sonido de un golpe metálico, acompañado de un par de chispas.
La joven asesina alzó la mirada y se fijó en aquel que había disparado el proyectil. Sobre la pared de roca se desplazaba una criatura con piernas de cabra o cordero pisando pequeños salientes rocas, los cuales eran tan grandes como un puño. La criatura se ayudaba de estos para correr.
Dio un pequeño salto paralelo a la a la roca y luego se sirvió de esta para impulsarse hacia atrás y caer varios metros adelante del lago. Amortiguó su caída con sus patas retráctiles y sirviéndose de su mano derecha para apoyarse en el suelo, pues en la otra sostenía su arco.
Por fin Ágata pudo observar al arquero más de cerca, un individuo con extremidades ovinas de color azabache, barba corta, excepto por su mentón, del cual sobresalía una chiva, cabellos desenmarañados y cuernos en espiral sobresaliéndole de la cabeza.
— Un sátiro —masculló la chica entre dientes.
Este se colocó de lado y miró con ojos serios a Kleyn.
— No sabía que el Forjador podría estar acompañado de una escoria sucia y rastrera como lo es esta mujer —le dijo con voz firme y desafiante. Luego volvió su mirada hacia Ágata—. Intentar atacar al señor Tal'kar por la espalda, es simplemente... despreciable.
— ¿Más despreciable que ser uno de los jefes que controla toda una región de tráfico de tijeras robadas?
— Pero serás...
— Está bien, Súli —pronunció el centauro tras ellos con una voz fuerte y pesada. Este hasta entonces no había medido palabra en todo el tiempo que ellos llevaban allí parados.
Tal'kar se puso de pie junto a la orilla del lago, y consigo levantó aquella enorme lanza que descansaba junto a él. Se dio la vuelta de un solo espoleo y mostró su rostro por primera vez a los recién llegados. Se le notaba un centauro de grandes músculos y rostro magnánimo. Ahora que estaba de frente se podía apreciar que de su frente sobresalían dos cuernos largos y puntiagudos, los cuales acababan en una pequeña semi espiral, denotando que con estos podría embestir a muchos contrincantes.
— Tu debes de ser el Forjador al que llaman Kleyn —dijo este fijando su mirada en el tipo de la llama en la cabeza.
Como siempre, tus enemigos parecen ser... inteligentes, o algo similar.
— Sí, lo adivinaste, yo soy el Forjador —respondió con voz animada.
— Es un honor conocerte —pronunció el centauro, dándole a Kleyn una ligera inclinación de cabeza. Luego, enarboló su lanza y con ambas manos empuñó su mango y asta y apuntó al pelirrojo—, y será un honor aun mayor acabar contigo, Forjador.
Al oír las palabras de aquel al que Kleyn supuso que sería su enemigo, no pudo evitar que una sonrisita se le formase en el rostro. La llama de su cabeza enardeció un poco y sus ojos parecieron brillar con un resplandor vivaz con el que aún no se había mostrado hasta ahora.
— Ágata, ¿te importaría ocuparte del sátiro?
— Ni lo sue...
— Gracias —dijo antes de que la chica pudiese acabar de responder.
Este corrió con esmero en dirección al que sería su enemigo. Ágata se fijó en como Kleyn la ignoraba por completo y se iba directo al centauro. Esto la llenó de rabia y frunció el ceño.
— Si crees que vas a dejarme atrás y enfrentarte tu solo al centauro entonces estás muy... —tuvo que interrumpirse porque una nueva flecha había sido disparada hacia ella y se vio obligada a usar sus dagas para cubrirse el rosto.
— Alguien tan ruin como tú, que intentó atacar a nuestro señor por la espalda, no merece enfrentarse a él en un duelo limpio —le dijo el sátiro mientras sostenía su arco apuntando a la chica.
Lentamente Ágata bajó sus hojas dejando entrever unos ojos serios y enardecidos.
— Parece que antes de matar a Tal'kar tendré que acabar contigo.
Esta se puso de pie y luego hizo un juego de muñeca con ambas dagas para dejar su filo por debajo de su puño, como si fuese a apuñalar a alguien por la espalda con ellas, y corrió hacia su objetivo.
Kleyn se detuvo delante del centauro y lo miró fijamente.
— Prepara tus armas, Forjador.
— Tranquilo —alzó sus manos y le mostro las garras que sobresalían de cada uno de sus dedos—, estas son mis armas.
— Que así sea entonces.
Tal'kar salió corriendo a trote hacia Kleyn llevando su lanza hacia adelante con la clara intención de empalar al pelirrojo.
Esto no me va a gustar.
Antes de que la lanza llegase a él, Kleyn abrió raudo un portal de un solo movimiento de manos. El centauro solo se encontró con el aire cuando llegó a donde hace tan solo unos segundos se hallaba Kleyn. De repente el Forjador apareció de un costado y atacó con un zarpazo. Tal'kar no tuvo tiempo de reaccionar a tiempo, intentó girarse y atrapar al albino con su lanza, pero antes de poder hacerlo, volvió a desaparecer. De nuevo este volvió aparecer por el otro costado y atacó, luego por delante, y luego cerca de su hombro, pero, a pesar de que el centauro no fue lo suficientemente rápido para reaccionar ante sus ataques, ninguno de estos llegó a hacerle daño.
Tras esa lluvia de ataques múltiples, Kleyn apareció varios metros delante del enemigo, el cual lo miró con curiosidad.
— Tienes en tu poder unas garras muy interesantes. Pueden llegar a representar un problema para mí, mas no has conseguido dañarme ni un poco.
— Cierto, tal vez deba utilizar otros métodos entonces —respondió mostrando su mano, en la cual se formó una bola de fuego refulgente.
Se llevó la mano hacia atrás y luego lanzó la bola de fuego hacia su enemigo.
Tal'kar no pareció inmutarse ante la gran bola en llamas que se aproximaba a él, solo alzó su lanza y apuntó hacia el proyectil ígneo. Cuando este llegó hasta la lanza, lejos de estallar o esparcirse por todo el metal del arma, se detuvo justo al tocar la punta y sus llamas comenzaron a ser absorbidas por la hoja del centauro.
— Debes saber, Forjador, que nosotros no somos individuos a los que puedas subestimar, así como así. No seremos fáciles de derrotar. Ni ahora...
Justo cuando estaba por hablar se interrumpió por una presencia enemiga que percibió en el aire.
Kleyn había aprovechado el momento de descuido del centauro y se había trasportado detrás de él para atacarlo nuevamente, pero algo no salió bien. Tan pronto apareció Tal'kar hizo bailar la lanza por su torso y consiguió asestarle un golpe a Kleyn con aquel filo envuelto en llamas. El Forjador fue lanzado directamente al suelo y entonces este abrió un portal para no estamparse en él. Apareció lejos, de los árboles del claro, en la parte abierta de aquel campo.
¿Cómo supo donde apareciste tan rápido?
Kleyn escupió un poco de sangre y luego volvió a sonreír mientras miraba fijo a su enemigo.
— Parece que esto no va a ser fácil.
Mientras tanto Ágata corría en zigzag evadiendo las flechas que le disparaba Súli. Muchas de ellas se clavaban en el suelo al ser esquivadas y cada vez estaba más cerca de su objetivo. Cuando Ágata se encontró a dos metros del sátiro se desplazó a gran velocidad hacia este con la intención de rajarle el cuello. Pero la criatura dio un prodigioso salto evadiendo el filo mortal de las hojas de la asesina, y cayó varios pasos detrás de ella. Esta se giró para volver a atacarlo, aprovechando que la distancia entre ellos no era mucha. Mas el sátiro echó a correr a gran velocidad por el camino de flechas que había dejado al dispararle a Ágata.
De un momento a otro comenzó una persecución en la cual Ágata corría con gran velocidad con la intención de aniquilar al sátiro mientras este recogía las flechas del suelo.
Lo sabía, se está quedando sin flechas, por eso tiene que recoger aquellas que ya ha utilizado. Pero no puede disparar mientras corre, solo tengo que perseguirlo y esquivar su próximo ataque en cuanto se pare, en ese momento acabaré con él, pensó esta.
Súli era un poco más rápido que ella, por lo cual era capaz de recuperar la distancia que perdía al reducir su velocidad para recuperar una flecha en cuestión de segundos. De pronto, dio un salto hacia adelante y se giró en el aire y apuntó a la joven con su arco. Aquello tomó a Ágata por sorpresa, quien inclinó sus piernas y se agachó hacia atrás cuando la flecha fue disparada. Esta le pasó rozando la nariz, pero no consiguió hacerle daño, mas la asesina se cayó al suelo debido a ese repentino movimiento de evasión.
Ágata se frotó la cabeza y se repuso rápidamente para continuar con su persecución, pero observó como su enemigo se introducía al bosque, quizá para ocultarse. Ya no quedaba ninguna flecha en el campo, así que intuyó que este la estaría esperando para dispararle sin piedad alguna. Sin embargo, no dejaría a aquel desgraciado escaparse.
Se introdujo en el bosque moviéndose entre los arbustos y los abetos, haciendo uso de su baja estatura para ponérselo difícil al sátiro. Lo buscaba por todas partes siempre que podía, sin exponerse demasiado, asomando nada más que medio ojo por el límite de los árboles, lo suficiente para ella. De pronto se movió nada más que un par de centímetros, y justo en donde antes había estado su cabeza apareció una flecha respingona por la velocidad del disparo. Rápido buscó con la mirada al responsable y vio la sombra de Súli asomándose entre algunas hojas y ramas en la copa de un árbol.
— Te encontré.
El sátiro salió corriendo, usando sus pezuñas para desplazarse entre rama y rama. La asesina no se quedó atrás, continuó persiguiéndolo por tierra hasta llegar a un pequeño claro que no tendría más de siete diez metros de diámetro, pero Súli parecía haber parado de huir, y para su mala suerte, Ágata se encontraba en el medio de ese pequeño claro. Rauda quiso moverse de aquel sitio, pero una flecha cayó justo delante de ella, impidiéndole el paso. Las pezuñas de su enemigo comenzaron a oírse en unas ramas y luego en otras, este estaba saltando de un lado a otro alrededor del claro, confundiendo a la asesina.
Una flecha apareció a la derecha de Ágata, y consiguió esquivarla por poco, pero no tuvo tiempo a descansar, porque, seguida de esta, vino otra, y otra más.
Súli se movía constantemente por las ramas y disparaba con gracia.
— Ni siquiera eres capaz de vencerme a mí —pronunció mientras soltaba la cuerda de su arco y Ágata paraba la flecha usando una de sus dagas—, ¿y pensabas luchar contra el señor Tal'kar? Además de ruin eres una incauta si piensas que tienes oportunidad contra el señor.
— ¿Por qué no bajas aquí para que te corte la lengua?
— Perecerás aquí.
Sin poder evitarlo, una flecha consiguió alcanzar a la chica, y le atravesó la pierna, la cual la hizo detenerse un momento por culpa del dolor, luego otra, la cual le dio en el pie de esa misma pierna, y luego otra más por la clavícula.
Un dolor punzante recorrió todo el cuerpo de la joven como si fuese una braza quemándola en cada punto en donde una flecha la atravesaba. Apretó los dientes para reprimir un grito de dolor y siguió buscando al malnacido de su enemigo para evitar otro proyectil.
Aun con sus dagas era capaz de bloquear las flechas si era lo suficientemente rápida. Estaba decidida a no dejarse vencer.
Un par de flechas aparecieron por delante y esta las bloqueó. Otro disparo más por la espalda, uno más por el costado y por un lado otro más. Todos ellos bloqueados, pero un cuarto disparo vino demasiado rápido y casi no le dio tiempo a bloquear, pero lo consiguió, mas aquel disparo le quitó la daga de su mano izquierda, dejándola solo con una en sus manos. Y allí se quedó, esperando el siguiente disparo.
— Lamentable. Alguien como tú nunca podrá derrotarme, alguien que solo se oculta en las sombras para atacar por la espalda nunca será una rival para mí.
— Lo dice aquel que va por ahí usando flechas y atacando desde la distancia, en donde está seguro, pero eres lo suficientemente hipócrita para llamarme rastrera.
— Eso no es verdad —dijo este, bajando de los árboles—, no soy un guerrero de arco y flecha, no. Yo lucho con la espada —al pronunciar esas palabras este desenvainó una espada corta que tenía a un costado—, el arco solo es un instrumento de caza y de utilidad, pero alguien como tú no merece cruzar aceros conmigo, es por eso que tendrás una muerte injusta, justo como la que tu sueles emplear.
— Claro, pero te has quedado sin flechas, ¿verdad? —sonrió ella con cierta expresión de triunfo.
El sátiro no dijo nada, solo envainó su espada y guardó su arco. Se agachó un poco para recoger la daga que Ágata había soltado y la miró un momento.
— Sí, esta arma es la herramienta más indicada para acabar con tu vida.
— ¿Crees que podrás vencerme cruzando dagas?
— Te he estado viendo. Tus heridas te volvieron lenta y torpe, lo suficiente para que no me suponga un riesgo atacarte de frente.
— Ah, ¿sí? —respondió y sacó varios de los cuchillos arrojadizos que tenía en los cintos de sus piernas con su mano libre, y los colocó frente a su daga de forma amenazante— Ven si tienes lo que hace falta.
Su enemigo no pareció responder a la amenaza, solo comenzó a caminar hacia ella con calma. Ágata comenzó a lanzar los cuchillos, solo tenía cuatro de ellos en cada pierna, ocho en total, así que tenía que aprovecharlos.
Súli evadió el primer cuchillo sin mucho esfuerzo sin detener su avance. Le lanzó otros dos los cuales le rozaron bastante, pero no pareció haberle costado mucho trabajo evadirlos tampoco. Lanzó otros tres tan rápido como pudo, lo que provocó que el sátiro esquivase tan rápido como fue capaz, y consiguió hacerlo.
— Pierdes tu tiempo, es hora de ponerle fin a esto —dijo con cierta rabia en su voz, y echó a correr hacia ella.
A Ágata solo le quedaban dos cuchillos arrojadizos y su enemigo estaba peligrosamente cerca, así que los utilizó lo mejor que pudo. Lanzó el primero y luego lanzó el último tan rápido como pudo, prediciendo el lugar a donde Súli se desplazaría para evadir el primero. Por un momento pareció que iba a darle, pero este tuvo la suficiente pericia para que solo le rozase la mejilla, mas a este le pareció ver algo extraño y negro en aquel último cuchillo, algo que cayó sobre él y se deslizó por su espalda, dentro de su ropa.
Alarmado por aquella cosa desconocida, Súli se retorció en medio de su carrera, y fue entonces que Ágata se acercó a él lo suficiente para enterrarle su hoja en el cuello.
— Parece que no tienes lo que hace falta —le dijo esta con sumo desprecio.
Súli intentó respirar, pero solo se produjo un sonido ahogado. El color de sus ojos se desvaneció y cayó al suelo. De la ropa de este salió una araña pequeña que corrió hacia el pie de Ágata y comenzó a trepar por ella.
La chica encontraba exhausta, jadeaba y le costaba respirar, pero estaba viva, y mejor aún, era victoriosa.
— Bien hecho, Mordisquitos.
De pronto sintió un dolor intenso en el costado. Se fijó en que la daga que Súli había tomado, esta tenía la punta ensangrentada. Se llevó la mano a donde sentía aquel dolor intenso y cuando se la miró vio que esta estaba llena de sangre.
— Supongo que no tendré el gusto de clavarle un cuchillo a ese tal Tal'kar —dijo para sí mientras se desplomaba en el suelo—. Solo espero que el estúpido de Kleyn consiga derrotarlo.
Instantes después, Ágata perdió el conocimiento.
Una batalla campal se estaba llevando a cabo entre el Forjador y el centauro. Kleyn lanzaba múltiples ataques ígneos, y Tal'kar los evadía corriendo a pura carrera, o si no los absorbía usando su lanza.
¿No es un poco sucio atacar desde la distancia continuamente?
— Él es un guerrero. Si es capaz, deberá hallar la forma de poder hacer frente a una situación como esta —decía mientras sonreía.
Kleyn estaba disfrutando aquella pelea en demasía, pues sentía que no había luchado así hace tiempo, cara a cara contra alguien de honor.
— Forjador, ¿con quién hablas? —gritó el centauro desde la lejanía.
— Con nadie, solo hablo en voz alta.
— Deberías prestar mayor atención a la batalla —le contestó girando la lanza y retornando todo el fuego que había recolectado con ella.
Una enorme bola de fuego del tamaño de un árbol iba directo hacia Kleyn.
— Interesante.
Kleyn llevó su mano derecha a hacia atrás y comenzó a sacar sus garras, preparándose para recibir aquel ataque.
— Esa lanza, posee la propiedad ígnea de defensa, no se quien habrá podido hacer algo así a parte de mí —sonrió—, pero lo averiguaré.
La enorme bola de fuego iba a impactar ya contra él. La vas a esquivar, verdad... ¿verdad? Flexionó las piernas de golpe y dio un gran salto directo hacia aquella masa incandescente de llamas y con su brazo izquierdo dio un gran zarpazo que impactó directamente contra el ataque. Las llamas se retorcieron y se quebraron al reconocer el contacto de aquel que subyuga el fuego a su voluntad. Todas estas se esparcieron como los restos escasos de una fogata siguiendo la trayectoria del zarpazo, mas, detrás de aquella cortina de fuego apareció Tal'kar con su lanza cargando hacia adelante. El Forjador quiso reponerse y abrir un portal para esquivar el golpe, pero sabía que no le daría tiempo. Rápidamente inhaló todo lo que pudo y escupió un gran torrente de llamas hacia adelante que lo impulsó hacia atrás y lo alejó del centauro.
Tal'kar hizo bailar su lanza alrededor suyo después de atacar y se deshizo de todas las llamas sobrantes. De nuevo el campo de batalla estaba despejado, y fue así que pudo ver a Kleyn del otro lado.
Kleyn, ¿estás bien? Este apretó los dientes y se llevó una mano al antebrazo izquierdo, estaba sangrando. El centauro había conseguido impactarlo con un golpe fuerte a pesar de haber conseguido alejarse. Envolvió su parte herida en llamas y cuando estas desaparecieron la herida estaba cerrada debido a la cauterización, pero el daño recibido era algo que no desaparecería tan fácilmente. Abrió y cerró la mano un par de veces para evaluar su estado, quizá podría forzarla e ignorar el dolor, pero aún podría pelear con ella.
— ¿Realmente estás luchando con todo lo que tienes, Forjador? Sé que puedes invocar clones de ti que son tan buenos como el original, puedes llamarlos si crees que eso te ayudará —le espetó su enemigo sin ningún vestigio de duda ni de vanidad en su voz.
— No, gracias —respondió mientras se ponía de pie.
La llama de su cabeza se engrandeció más y de sus pies una creciente cantidad de fuego comenzó a crecer hasta abarcar todo su cuerpo. Su sonrisa se ensanchó, mostrando sus dientes afilados y sus ojos ardieron con un nuevo brillo de emoción.
— No será necesaria la ayuda de los clones.
Tal'kar mostró una sonrisa y preparó su lanza apuntando hacia Kleyn.
— Así me gusta, no podía esperar menos del Forjador.
Kleyn fue el primero en salir disparado de su sitio, extinguiendo el aura de llamas, pero conservando ascuas en piel, la cual brillaba como el carbón en ciertas partes de su cuerpo, como manchas que fluctuaban y emitían chispas que se extinguían en el aire. Su velocidad al correr era impresionante, y tras de sí dejaba césped quemado allí donde pisaba.
Tal'kar también corrió hacia el en carga, enfilando lanza sin ningún miedo. Ambos guerreros mostraban una mirada decidida y resuelta. Iban a acabar con el otro, ya se habían decidido, sus ojos hablaban sin la necesidad de medir palabras, y de un momento a otro, impactaron.
La lanza se halló con la nada, lo que provocó que Tal'kar frenase de forma brusca y repentina. Se recompuso tan rápido como pudo para recibir cualquier ataque repentino de Kleyn, pero no lo vio por ningún lado.
De pronto Kleyn apareció por un costado a una velocidad inigualable. Tal'kar intentó reaccionar realizando un tajo directo hacia donde él había aparecido, pero para su sorpresa Kleyn eludió el corte y realizó uno con su mano derecha, el cual dejó cinco estelas de llamas junto con este, como si se tratasen de las marcas de su corte.
El impacto fue amortiguado por la armadura de Tal'kar, la cual evitó que las llamas lo dañasen, pero el golpe lo echó hacia atrás. No tuvo tiempo de reponerse porque Kleyn comenzó a realizar una serie de golpes en forma de zarpazos, todos ellos dejando estelas de llamas que impactaban contra el centauro y lo confundían debido a su abundancia. Hasta que llegó a recibir uno de los ataques del muchacho, deteniéndolo con la lanza. Por un segundo Tal'kar pudo ver el rostro diabólico de Kleyn al pelear cara a cara contra él. Pues, en ese momento, con aquellos cuernos, esa sonrisa de sierra, y aquellos ojos en los que bien podrían arder las llamas del inframundo, el Forjador se veía como un auténtico demonio.
— ¿Qué eres? —masculló empujándolo con la lanza y produciendo chispas por el metal de esta y el de las garras de Kleyn.
El pelirrojo dio un rápido impulso aprovechándose de su velocidad y del estado actual de ignición en el que se encontraba, y apareció justo delante del centauro.
— El Forjador —respondió antes de realizar un corte en equis con sus dos brazos.
El impacto hizo que Tal'kar se arrastrase y la armadura de su pecho se desmoronase, dejando su torso desnudo.
— Ya veo —comenzó a decir— Parece que esta será la batalla más grande de mi vida —se desacoplaba cada parte de su armadura, exceptuando la falda de cuero y los brazales, lo cual le daba el aspecto de un gladiador—. Es por eso por lo que lo daré todo.
— Antes de eso —comentó aun con aquella sonrisa diabólica en su rostro— ¿Quién fue el que te hizo esa lanza que devora las llamas?
El centauro sonrió.
— Alguien que vive bajo tu sombra, pero que nunca desistió en su intento por superarte. No puedo decirte quien es, pero te puedo asegurar que, si me derrotas, tarde o temprano lo hallarás.
— Me parece bien.
Ambos guerreros volvieron a cargar, esta vez, con todo lo que tenían. Tal'kar, en vez de cargar con su lanza al frente, comenzó a hacerla girar en el aire con sus brazos en alto, como si fuese un molino.
Por un segundo Kleyn desapareció y se preparó a lanzarse al ataque. Apareció por la derecha del centauro, igual de rápido que antes, pero, a pesar de que Tal'kar se hallaba corriendo, pudo determinar el lugar en donde Kleyn apareció, e impactarlo con su lanza que había tomado fuerza al estar girando continuamente.
¡Kleyn!
Lo siento, Forjador. Fuiste un digno oponente, uno de los mejores contra los que he luchado, pero aquí acaba todo, se dijo Tal'kar, mentalmente.
La lanza había impactado de lleno en su brazo izquierdo, irrumpiendo su ataque por completo y negándole cualquier posibilidad de contrataque o esquive... pero ninguna de esas opciones era la que Kleyn tenía en mente. Recibió la lanza con un golpe de su mano derecha, la cual la envió por los aires, muy, muy alto.
Tal'kar recorrió lo que le quedaba de carrera por la carga que había realizado y rápido se giró hacia Kleyn, este tenía el brazo izquierdo completamente destrozado, colgaba de su hombro como una liana.
— Se acabó, Forjador.
Kleyn no dijo nada, solo corrió hacia él en un último intento por derrotarlo.
— No importa ya lo que hagas. Bloquearé tu siguiente golpe con mis brazales y cuando la lanza caiga terminaré con este combate de una vez por todas.
Kleyn abrió un portal con su brazo sano y desapareció.
Rápido, Tal'kar se puso en guardia. No puede abrir un portal y atacar con un solo brazo, es imposible, ya que tiene que usar el único que tiene para abrirlo y aparecer, no le dará tiempo a atacar antes de que yo lo descubra.
De pronto, Kleyn apareció de frente con la lanza del centauro aprovechó el impulso para atacarlo con ella.
— Pero ¿cómo...? —quiso preguntar de forma instintiva al no concebir lo que sus ojos le mostraban, pero la lanza atravesó el pecho del centauro antes de que pudiera acabar.
Kleyn respiraba de forma pesada mientras la ignición de su cuerpo se desvanecía y la llama de su cabeza se calmaba.
— ¿Cómo has podido atacarme a la vez que abrías un portal teniendo ese brazo roto? —Preguntó con dificultad mientras tosía sangre—. No puedes abrir un portal y atacar así con un solo brazo.
— Tienes razón, no puedo. Es por eso que cuando me transporté a los cielos para tomar tu lanza con mi mano derecha tuve que dar un giro en el aire para poder abrir un portar con mi brazo destrozado.
— Pero, no puedes moverlo, ¿acaso esas garras pueden seguir sirviendo si no lo mueves a voluntad?
— Así es, pero no fue fácil, porque hacer eso dolió un puto infierno.
— Ya veo —tosió escupiendo un poco de sangre mientras sus manos sostenían la lanza que lo atravesaba—. Eres alguien temerario, Forjador. La victoria es tuya.
— Has luchado bien, pero jamás entenderé como alguien como tú pudo acabar en una organización traficante como esa.
El centauro se rio.
— Todos tienen sus razones, las de algunos son muy personales, yo también tengo las mías.
— Ya veo —respondió sin añadir nada más, y soltó la lanza para tomar cierta distancia del centauro.
— Me alegro de haber luchado contigo, Forjador. Hallarás tu siguiente reto al norte de Mewni, en el castillo de invierno. Será mejor que te vayas prepara... —las palabras del centauro se quebraron en aquella última parte y su cuerpo se desplomó en el suelo, inerte.
Kleyn se acercó a él y le cerró los ojos.
— Has dado una buena batalla, Tal'kar, jefe de la zona este.
Kleyn miró al horizonte, a sabiendas de que acabarían los robos por el reino de Mewni, más su misión no había acabado, ya que aún le quedarían otros tres jefes de zona a los que derrotar para llegar hasta el gran líder.
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Me gustan las luchas, por si no quedó claro, jeje. Ah, cierto, para los que se pregunten qué está pasando, pues... ¡sorpresa! Esto es un regalito de navidad de mi parte. Espero que disfruten de este regalo, y que esto haga más amena la espera hasta el siguiente capítulo.
Feliz Navidad a todos.
Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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