Capítulo 15: Una noche en el pueblo

Wildax se ubicaba en una de las sillas junto a la barra. La dueña de la posada, Hilda, le estaba sirviendo un vaso con whisky. Ella se trataba de otra lifta, igual que Flinda. Cuando acabó de servirle el vaso con whisky, tomó la bandeja de metal que guardaba debajo de la barra y se paseó por las mesas para recoger las cosas que había encima ellas. Ya no quedaba nadie en la posada además de los clientes que ya se habían ido a dormir, Wildax y ella, sin mencionar a Flinda, claro está.

A medida que Hilda levantaba los platos y las jarras de sus mesas, resoplaba un poco. Wildax desvió un ojo hacia ella mientras acababa de darle un último sorbo a su vaso, intentando rescatar los últimos resquicios de alcohol. Cuando acabó, estrelló el vaso contra la barra y exhaló a gusto por haber bebido.

― Sabes ―comenzó diciendo mientas con su ojo buscaba un poco más de whisky sobrante al fondo del vaso―, después de llevar tantos años juntos en este trabajo es difícil no darme cuenta cuando algo ocurre dentro de esa candente cabeza tuya ―Volteó hacia ella―. ¿Qué te ocurre?

Hilda estaba de espaldas al Wildax, había oído bien su pregunta, pero continuó con su labor.

― Es curioso, ¿no crees? ―dejó unos segundos de silencio para dejarle a Wildax preguntar el qué, pero este dejó que su callar preguntase por él―. El Forjador, o en su tiempo, Forjadora, fue la enemiga número uno de los traficantes. Éramos incapaces de proceder con nuestra labor por culpa de ella. Y cuando murió es cuando finalmente pudimos pasar a la acción, nadie nos pudo detener porque nadie, a parte de la Forjadora, se preocupaba por nosotros. La única amenaza potencial que tuvimos desde la muerte de Hekapoo, fue la aparición de un nuevo Forjador. Ahora que conseguimos matarlo siento como si tuviéramos que celebrarlo de algún modo, pero... Está todo tan tranquilo y calmado, que pareciera que nada hubiese ocurrido.

Ante eso, Wildax solo sonrió.

― Ya hemos festejado, desde la mañana lo hemos estado haciendo, ¿acaso crees que habría hecho falta festejar más?

― No, no es eso. Es que... ha sido tan extraño ―dejó la bandeja casi llena de platos y jarras encima de una mesa y se giró hacia el semibestia―. Hasta hace menos de una hora estábamos festejando junto al Forjador, el auténtico, cuando nuestra intención era matarlo, pero ahora que ya está muerto está todo tan tranquilo. Y eso me resulta un tanto extraño.

― Yo más bien diría que es poético. La fiesta que utilizamos para hacer que el Forjador bajase la guardia, fue a su vez nuestro júbilo al saber que acabaríamos con él. Eso sin mencionar que él mismo nos acompañó a nosotros en el festejo de su propia muerte. Comprendo que te resulte extraño, pero para mí es sencillamente delicioso.

Ese punto de vista hizo reflexionar un poco a Hilda acerca de la situación.

― Sí, supongo que tienes razón. Conseguiste hacer que ese idiota se regodease en su propio funeral. Debo admitir Wildax, que en ocasiones logras superarte a ti mismo.

― Gracias ―exclamó mientras se levantaba de su silla―. Con tu permiso, me serviré otro vaso en honor a mí.

― Siéntete libre.

El tipo no se había esperado a la confirmación de la posadera, ya se estaba metiendo detrás de la barra cuando ella le dijo que podía hacerlo. En el expositor de bebidas, justo al frente de donde Wildax se había sentado, estaba la botella de whisky. Se llevó el pico a la boca y arrancó el tapón usando sus dientes. Vertió una generosa cantidad de alcohol en su vaso y luego volvió a dejar la botella en su sitio. Una vez dio la vuelta, se dispuso a darle un trago a su vaso.

― ¿Crees que a Flinda le haya ido bien? ―preguntó el roedor tras bajar su vaso.

― Lleva allí un buen rato.

Ambos dejaron unos segundos de silencio para oír algo, mas no hubo ruido alguno.

― Hizo una gran interpretación de niña buena y tímida. A lo mejor se lo está follando antes de matarlo ―sugirió Wildax.

Su compañera respondió con una leve risa mientras negaba con la cabeza.

― Ay, Flinda. Que ambiciosa eres ―siguió recogiendo las mesas mientras tarareaba una canción y Wildax disfrutaba de su whisky.

La sangre que del cadáver de Flinda ya había parado de salir, ahora no era más que una mata carmesí en el colchón de la cama. Por fortuna, Ágata había conseguido acabar con ella sin hacer el más mínimo ruido. Pero solo era cuestión de tiempo para que alguien de la posada se enterase, así que no tuvo tiempo que perder. Se acercó a la ventana de la habitación y la abrió con sumo cuidado para no hacer ruido, tuvo que empujar con suma lentitud para conseguir su propósito, hasta que lo hizo. Asomó la cabeza para vigilar que no hubiese nadie por los alrededores. Tras confirmar que no había nadie, tomó la llave de la habitación que el clon de Kleyn había dejado encima de la mesa y trancó la puerta con sumo cuidado. Fue inevitable que no se oyera el clic al girar la llave, pero no fue tan fuerte como podría haberlo sido de haberlo hecho como si nada.

Una vez segura de no dejar rastro alguno, dejó la llave de nuevo en su mesa y se colocó en el marco de la ventana. Echó su cuerpo hacia la izquierda y luego cerró la ventana de la derecha. Se sostuvo de los salientes del marco exterior, y con la ayuda de una de sus dagas cerró la otra puerta de la ventana atrayéndola desde el marco interior de esta. Solo entonces se dejó caer.

Siguiendo con el plan de Kleyn, ahora que su clon había desaparecido, él no tardaría en venir al pueblo y reunirse con ella. Hasta entonces, debía mantenerse oculta y posicionarse en un sitio elevado para divisarlo una vez que llegue.

Rodeó la posada permaneciendo agachada. La oscuridad de la noche, su vestimenta oscura y su tamaño le ayudarían a camuflarse ante la mirada de cualquiera que patrullase por las calles. Se deslizó hasta una de las esquinas de la posada que daba a la calle principal. Esta se ubicaba junto a otro edificio y dejaba entre ambos un callejón con el suficiente espacio como para que cupiesen dos personas. Desde allí, Ágata asomó su cabeza por la esquina de edificio junto a la posada, este le ofrecía una mayor cobertura y sombra con la cual mezclarse. Pudo divisar a dos hombres patrullando por la zona, tanto el uno como el otro llevaban una antorcha consigo. Uno estaba tres edificios más abajo de donde se encontraba Ágata, el otro dos más arriba. Ninguna de las antorchas emitía la luz suficiente como para iluminar a la chica así que evaluó la zona antes de que el cuarto que subía por la calle la sorprendiera. No halló nada que fuese muy relevante. Veía edificios normales de madera que debían de ser casas, otro que hacía de banco, otro que era una tienda de armas, otra de ropa, y poca cosa más, al menos en esa calle. Pero, al final de esta, justo por donde venía el guardia, había una iglesia, y encima de esta se podía ver un gran campanario que se alzaba por todo lo alto. Al ver esa torre Ágata dibujó una sonrisa notoria en su rostro. A su vez, Mordisquitos trepó por el hombro de la chica y también vislumbró lo mismo que ella estaba mirando.

El guardia ya se había acercado lo suficiente, y Ágata decidió alejarse del lugar antes de que pasase junto a ella. Incluso se colocó detrás de los edificios para mayor seguridad.

Cuando el vigilante pasó junto al callejón, se giró un momento para comprobar que no hubiese nada extraño, y continuó patrullando.

Al parecer, por la parte de atrás no había nadie. Ahora que Ágata sabía lo que había más adelante, avanzó rápido hasta allí sin ser vista. Una vez frente a la iglesia, intentó abrir la puerta tan pronto como uno de los que patrullaba se alejó. Pero, tal y como era de esperarse, estaba cerrada. Rodeó el lugar hasta encontrar una pequeña ventana por la cual se podía entrar. Esta no tenía marco ni cristal, solo el agujero. Tuvo que tomar carrerilla para tener el impulso suficiente y llegar hasta ella. No fue tarea difícil. Una vez lo hizo, solo tuvo que introducirse allí y subir por las escaleras que había a un lado de la tarima de en medio, y antes de darse cuenta llegó al campanario. Supuso que Kleyn podría ya estar por ahí rondando a la espera de encontrarse con ella.

Desde lo alto del lugar, Ágata pudo divisar a todo los que patrullaban por la zona. Vio cuatro antorchas al menos, todas circulando alrededor de las calles. De pronto le pareció ver una quinta, pero esta estaba quieta en un solo sitio, no solo estaba quieta, sino que estaba encima de un edificio y no en las calles.

― No me digas que... ―entornó la mirada para ver mejor.

Allí, sobre el tejado de la posada, estaba Kleyn, buscando a alguien con la mirada y con la llama de su cabeza descubierta.

― ¿Acaso está loco?

A riesgo de ser vista por alguien más, Ágata intentó hacer señas desde lo alto del campanario para llamar la atención del Forjador. Mantuvo la mirada en los hombres que patrullaban el pueblo, si alguno de ellos volteaba para donde se encontraba esta, tendría que ocultarse. Alzó sus manos y comenzó a moverlas de un lado a otro esperando que Kleyn las viera pronto.

El Forjador había mirado encima de todos los edificios de lugar para ver si en alguno de ellos estaba su compañera, pero no la vio en ninguno de ellos. ¿Crees que aún esté buscando un lugar alto?

― No, a lo mejor está en el campanario. Es el único lugar que me falta por ver.

Giró la cabeza hacia la parte alta de la iglesia, el campanario. Allí, vio a su compañera moviendo los brazos de un lado a otro. Este sonrió y le devolvió el saludo. Pero la reacción de Ágata fue llevarse la mano a la cara, y luego le indicó que fuera allí. Él asintió y creó un portal a sus pies, el cual lo dejó caer al lado de ella.

― ¿Que tal...? ―quiso preguntar, pero su compañera no le dio tiempo.

Ágata saltó encima de él y lo tomó de la capucha para cubrirle la cabeza. Este intentó librarse de la chica, y solo lo consiguió una vez que ella consiguió cerrarle los cierres a su capucha.

― Pero ¿qué te pasa? ―protestó el tipo.

Lo único que consiguió como respuesta, fue una bofetada rápida y suave, pues Ágata no quería hacer ruido. Ante esa respuesta, Kleyn la miró extrañado y se llevó la mano a la mejilla.

― ¿Acaso eres idiota? ―carraspeó entre dientes mientras lo tomaba del hombro y lo obligaba a agacharse―. Tu llama es como un maldito faro en medio del océano. ¿Quedarte parado encima de un tejado mientras tu llama ilumina en la noche fue lo mejor que se te ocurrió? ―Kleyn no respondió―. No comprendo cómo es posible que el mismo hombre que envió a un clon para verificar que los del pueblo fueran amigables o enemigos se aparezca en medio de la noche con su llama a plena vista. Tiene un buen punto.

― Tranquila, no nos han descubierto aún.

La chica asomó la cabeza por el campanario para ver el comportamiento de los que seguían patrullando. Al parecer, su ritmo al andar y su comportamiento seguían siendo iguales. Por lo que se dio el lujo de suspirar aliviada. Pero, no conforme con ello, le dio a Kleyn una mirada severa.

― Mira, has tenido suerte de que los vigilantes están más distraídos que unos alumnos de primaria en clase de historia.

― Te entiendo, te entiendo. Pero lo importante es que no nos han descubierto. Así que, si te parece bien, podríamos pasar al siguiente punto del plan ―Ella asintió de forma un poco forzosa, pero asintió―. ¿Qué has averiguado de ellos, aparte de que esa lifta tan hermosa quiera matarme?

― Según lo que pude oír de la conversación que tuvo la rata esa con algunos de los tipos a su cargo, son traficantes de tijeras. Y por si te lo preguntabas, todos quieren matarte ―No es novedad. Más bien, diría que ese es el estado natural de la vida de Kleyn.

― Bien, eso quiere decir que no hay motivos para no atacar el pueblo y recuperar las tijeras que tengan aquí.

― Opino lo mismo. Aún no saben de nosotros, solo debemos aprovecharnos tanto como podamos del factor sorpresa y acabar con ellos.

Antes de que Ágata pudiese proseguir con su charla, ambos oyeron el sonido de una puerta abriéndose de golpe. Los dos se asomaron por encima del borde del campanario para ver qué ocurría. Se trataba de Wildax, había salido de forma brusca de la posada en la que el clon de Kleyn se había hospedado. Gritaba y se mostraba rabiado. Uno de los vigilantes se le acercó.

― Jefe, ¿qué ocurre?

― Han matado a Flinda. ―rugió. Es probable que todo el pueblo lo hubiese oído, y en caso de que algunos no oyesen, se aseguraría de que lo hicieran― El maldito Forjador ha escapado y ha matado a Flinda.

Al oír eso, Kleyn se giró hacia Ágata con rostro extrañado, a la vez que interrogatorio. Ella le sostuvo la mirada unos segundos.

― ¿Qué?, intentó matarte. ¿Qué esperabas que hiciera, acabar lo que tu clon no pudo empezar? ―dijo, elocuente. Esa sí que no me la esperaba.

Debido a aquel comentario, Kleyn se quedó mudo por un momento, levantando una ceja.

― Bueno, si eso es lo que hubieras querido, no habría habido problema en ello. Después de todo, cada quien tiene sus gustos...

― Era sarcasmo, idiota.

― Pero fue un sarcasmo muy picante, a decir verdad.

― En cualquier caso ―espetó Ágata, buscando volver al tema de importancia―, ¿cuál será nuestra toma de acción?

― Simple, ellos creen que fui yo quien mató a la lifta, por lo que no tienen idea alguna de que tú existes. Eso te da un importante factor sorpresa. Yo, por otra parte, me enfrentaré a ellos de cara.

Ágata volvió a asomar la cabeza por el borde del campanario. Wildax y varios más que había por las calles ya estaban preparándose para cazar al Forjador.

― No lo sé, Kleyn, tal vez no es buena idea que te muestres ante todo el mundo ―quiso advertirle, pero cuando se giró para escucharlo, no lo vio en ningún lado. Miró por el hueco de la escalera para comprobar que no estaba bajando por allí, pero no estaba ahí. Volvió a mirar por el borde del campanario y allí lo vio. En la entrada estaba Kleyn, sin su capucha y con los brazos abiertos, como si provocara a los presentes a que se fijasen en él―. Es definitivo, a este tipo le falta un tornillo.

― ¿Me andaban buscando? ―clamó el tipo de piel blanca.

― Mal nacido, tú mataste a Flinda.

― En mi defensa, diré que fue ella quien empezó ―Muy maduro.

Wildax no quiso escuchar a razones. De debajo de un barril que había junto a la entrada de la posada, el semibestia rata sacó una ballesta cargada. Tan solo fue sacarla que apuntó hacia el Forjador y disparó sin contemplación. Kleyn tuvo que hacerse a un lado para evitar el proyectil, el cual le rozó el abdomen.

― Parece que la fiesta acaba de empezar ―sonrió mientras invocaba a cuatro de sus clones, dos a cada lado. Con su dedo índice apuntó hacia Wildax―. A él ―ordenó agravando su voz.

Todos salieron corriendo hacia el objetivo gritando juntos. Wildax solo se quedó ahí parado viendo como sus enemigos se aproximaban hacia él. Mantuvo la mirada de enfado y recargó la ballesta.

El pequeño escuadrón de tipos blancos sabía que aquello no podría detenerlos, por lo que siguieron cargando. Pero, por encima de ellos, las ventanas de los pisos superiores de los edificios se abrieron de golpe. Todas ellas daban a la calle, y de todas ellas se asomó un individuo con ballesta cargada en mano. Los clones se giraron al unísono al oír aquel ruido, pudieron ver al menos a seis individuos en cada una de las hileras de los edificios. Kleyn seguía con la mirada al frente, encabezando la carga, y vio a Wildax sonreír mientras le apuntaba con su ballesta.

― Fuego ―soltó, contó un segundo después de dar la orden antes de disparar.

Todos los presentes apretaron el gatillo de su arma y dispararon a sus objetivos. Para defenderse de aquel ataque, se lanzó al suelo y abrió un portal antes de caer, poniéndose a salvo. Uno de los clones que lo acompañaba consiguió meterse en el portal junto con el original antes de que se cerrara. El resto pereció ante la lluvia de virotes, convirtiéndose en humo.

― Vamos, vamos. Luchadores a corta distancia busquen al Forjador. Tiradores, atentos a cualquier movimiento, avisen en caso de ver algo. Y que todo el mundo apague su antorcha.

Las órdenes fueron acatadas. De los mismos edificios de donde se mostraron los ballesteros, salieron criaturas armadas con armaduras de cuero, escudos de madera, espadas y lanzas. Luego, todas las antorchas fueron extinguidas, sumiendo el pueblo en la penumbra, excepto en una parte, en un callejón dos edificios atrás de Wildax. Este se giró, guiado por el resplandor proveniente de detrás.

― Ahí ―indicó la rata apuntando con su dedo al callejón del que provenía la luz.

― ¿Crees que nos hayan encontrado? ―preguntó el clon junto a Kleyn.

Mas su pregunta tubo una respuesta rápida. Un semibestia toro apareció en la entrada del callejón y rugió al verlos sacudiendo su hocico como si no estuviera en sus cabales.

― Yo diría que sí ―contestó Kleyn al ver a la criatura.

El tipo cargó hacia ellos con su escudo delante de él. En aquel callejón cabía más de una sola persona, pero el semibestia, junto con el escudo, ocupaba la mayor parte del sitio, por lo que no le dejaba espacio suficiente a los pelirrojos para eludirlo.

Cuando este estuvo a punto de alcanzarlos, Kleyn rápido abrió un portal y envió al toro en la dirección contraria a la que cargaba, provocando que este saliera del callejón. En el momento que salió, dos ballesteros dispararon pensando que sería el Forjador o alguno de sus clones. Aquello pudo haber sido una tragedia, pero este se cubrió con su escudo antes de que los virotes lo alcanzaran.

Enrabietado por el gesto de sus compañeros, el toro se giró hacia ellos enseñándoles el puño con una espada empuñada.

― Eh, tengan cuidado de a quien disparan.

Wildax dio una nueva orden ante este mal entendido.

― Solo dispárenle a aquello que sea blanco.

Mientras este dictaba su orden, un portal se abrió a espaldas del semibestia. Kleyn salió disparado con sus garras listas para atacar. Le dio un zarpazo desde atrás al toro, lo cual hizo que este se echase un poco hacia adelante, el cuero de su armadura había impedido que este llegase a la carne. Sin embargo, la marca de cuatro cortes simultáneos se mostraba ahora en su espalda. Sin detener el ataque, el clon salió del portal también y saltó encima de la espalda de Kleyn para impulsarse y llegar hasta el toro, tomándolo por los cuernos.

Raudos, los ballesteros dispararon sin contemplación. Virotes venían de todas las direcciones e iban directo a los Forjadores. Aquel que sujetaba al semibestia de los cuernos, tiró de este, haciendo que se desequilibrase y cayese de espaldas. Kleyn apoyó su espalda contra la del toro para evitar que cayera al suelo, y abrió un portal delante suyo para evitar los virotes. Los que venían del otro lado, los recibiría el toro.

Casi de inmediato, cuando el traficante vio los virotes que se le venían encima, colocó su escudo delante de él y trató de volverse lo más pequeño posible para que la mayor parte de su cuerpo estuviese cubierta. Tanto los Forjadores como el semibestia pudieron salvarse de los disparos.

― Les dije que tuvieran cuidado ―se volvió a quejar el toro, pero sus palabras fueron silenciadas en un momento.

El filo mortal de las garras de Kleyn cortó el cuello del tipo, el cual dejó de moverse.

Uno de los ballesteros gritó de furia al ver la escena. Pronto, todos volvieron a recargar para dispararle al albino. Pero antes de hacerlo, un virote le perforó el cráneo a uno de los ballesteros del medio. El disparo vino del edificio más cercano al campanario, mas, cuando todos se giraron, solo vieron una ventana vacía, una ventana en donde antes tendría que haber un ballestero. En un solo momento dos de los tiradores habían caído y nadie había visto cómo.

Aprovechando ese pequeño momento de confusión, cuatro pelirrojos salieron de detrás del cadáver del semibestia y corrieron hacia Wildax, quien no tuvo tiempo para pensar.

― Atrápenlo.

Ocho hombres armados salieron de los edificios y corrieron hacia los Forjadores. Los dos mejores tiradores se prepararon para disparar cuando viesen un hueco en su defensa. Mientras que el resto estaba atento al clon que los estaba cazando. Y Wildax, por su parte, se preparaba para dar apoyo a sus compañeros en tierra.

Los Forjadores se llenaron de llamas a la par que corrían y echaron sus brazos hacia atrás para descargar un torrente ígneo sobre los ocho que se acercaban a ellos. Estos, al ver el ataque que su enemigo estaba preparando, alzaron sus escudos y trataron de juntarse y crear una muralla improvisada. Pero, hubo dos de ellos a los que no les dio tiempo a colocarse junto al resto. El fuego fue lanzado hacia adelante como una gran cantidad de agua a presión, arrasando con todo a su paso. El muro de escudos cubrió bien a los que se resguardaron tras este, pero los otros dos no pudieron cubrirse de todas las llamas, estas habían alcanzado sus pies, provocando que estos soltasen un grito de dolor.

Cuando las llamas cesaron, uno de los que se había resguardado tras el muro de escudos preguntó por ellos, preocupado.

― ¿Están bien?

No hubo tiempo para responder, porque los Forjadores se habían lanzado sobre ellos. Uno de ellos clavó sus garras en uno de los escudos y lo arrancó de las manos de su portador. Otro atacó al que ahora se encontraba sin cobertura alguna. Este se cubrió con ambos brazos para protegerse del inminente ataque, pero un virote le dio al este, el cual desapareció convertido en un montón de humo. Su compañero miró al ballestero que lo salvó y le sonrió, pero su cara se oscureció cuando vio tras de este una figura negra que tomó al ballestero por la espalda y le rajó el cuello.

― Ahí está ―gritó desesperado porque el resto de ballesteros abatiese al culpable.

Ese pequeño momento de distracción le costó más de lo que le hubiese gustado pagar. Uno de los Forjadores le arrancó la cara de un zarpazo e hizo que cayera.

La batalla había sido desatada. Varios ballesteros estuvieron atentos a la caída de uno de los suyos, estos abrieron fuego contra aquella sombra que había acabado con uno de los suyos. La sombra se sirvió del cadáver que tenía en sus manos para cubrirse. Los virotes se clavaron en la carne de la víctima. Al cesar, el cuerpo cayó al suelo, pero ya no había nadie detrás de este.

― ¿A dónde fue? ―rugió uno de los ballesteros que había disparado. No vio que desde tierra uno de los Forjadores le había lanzado una bola de fuego, la cual estalló contra su enemigo y prendió fuego el piso superior del edificio.

El resto de tiradores se cubrieron los ojos ante aquella exposición de luz repentina. Grave error. Un virote atravesó el pecho de uno de los que se habían cubierto los ojos, la sombra aún no se había ido cuando se cubrió de los disparos, sino que se había ocultado.

Tres bolas más fueron lanzadas a diversas partes. Una lanza acabó con el que había arrojado las bolas de fuego, el cual resultó ser un clon. Dos ballesteros pudieron evitar las bolas saliendo por la ventana y saltando del edificio, el tercero fue impactado por esta.

Uno de los que saltaron del tejado, se situó en un callejón para ocultarse de la batalla que había en tierra. Se puso de espaldas a la pared y recargó los proyectiles de su ballesta. Fue incapaz de ver que un individuo desconocido cayó desde las alturas justo encima de él. Cuando elevó la mirada, solo pudo ver la punta de un cuchillo antes de que este se le clavase en el ojo izquierdo. Su momento de dolor solo duró un par de segundos en los que gritó a más no poder, luego se desplomó en el suelo.

El resto de tipos que estaban en el suelo luchando, oyeron el grito de dolor de su compañero. Pero estos no se distrajeron, si lo hacían, podrían acabar como uno d sus compañeros.

Decidido a atacar, uno de ellos descargó su espada contra el Forjador que más a mano tenía, pero fue bloqueado por el escudo que uno de ellos le había quitado su compañero muerto. Tras el impacto, una explosión le dio detrás de ese escudo, el cual salió despedido hacia adelante y tumbó al que había atacado. El otro Forjador aprovechó el momento y le dio una parada en el rostro al caído. El metal de su bota resonó contra los huesos de la mandíbula del tipo; quedó inconsciente. Acto seguido, uno de los dos acumuló fuego en sus manos y creo una bola de fuego pequeña que hizo estallar en la cara del caído.

El resto de compañeros intentaron llegar antes de que sucediera eso, pero no lo consiguieron. Una nube de humo se formó alrededor de los Forjadores y el cadáver del tipo, a lo que los otros aprovecharon para atacar. Cuatro se metieron en la cortina de humo y comenzaron a cruzar aceros con el enemigo.

Los dos heridos en sus pies, debido a las llamas, intentaron acercarse y apoyar a sus hermanos, pero uno de ellos fue abatido por un virote proveniente de un callejón; murió en el acto.

― Ahí debe estar el clon que se esconde de nosotros ―bramó Wildax―. Vayan tras él y acábenlo.

Los cuatro ballesteros restantes fueron directos al callejón con sus virotes cargados.

Wildax comenzaba a sentirse inquieto. Tragaba saliva, apretaba sus dientes y sujetaba su ballesta con fuerza. Esta le temblaba un poco en sus manos. Dudaba si sus hombres podrían con el Forjador. Le hubiese gustado sentirse seguro de que estos lo matarían, pero en unos minutos había sido capaz de eliminar a más de la mitad de su equipo de traficantes. Llevaba rato mirando a la nube de humo de la cual se escuchaban gritos y golpes. Se alarmó un poco cuando, de un momento a otro, el ruido cesó. Esto hizo que la rata volviese a tragar saliva. Alzó su ballesta y apuntó hacia el humo.

― Sabandijas ―llamó―, ¿son ustedes?

El humo fue disipándose un poco. No hubo respuesta alguna de nadie. Aun no llegaba a ver alguna figura reconocible, solo vio la luz de una llama chocando contra el humo. Maldijo a sus adentros, apuntó directo a esa llama y disparó. Oyó un golpe seco, pensó que a lo mejor le había dado. Cuando el humo descendió lo suficiente como para ver algo, se dio cuenta de que aquel golpe seco fue debido al cuerpo que el Forjador había usado como escudo para bloquear el virote, después de eso, lo tiró a un lado.

Lleno de furia, el hombre que quedaba dio un grito de guerra y corrió hacia el pelirrojo para intentar aniquilarlo. Desdichada fue su fortuna, pues solo pudo lanzar un solo espadazo, el cual falló, quedando expuesto. Fue instantáneo, un zarpazo le cortó todo el cuello y el rostro. Cayó al suelo, muerto.

Kleyn siguió caminando hacia Wildax sin prisa alguna. Desesperado, el semibestia volvió a cargar un virote para volver a dispararle a su enemigo. Al momento de levantar su arma, una daga le dio directo en el mango, provocando que se le cayera de las manos.

Del callejón en donde cuatro ballesteros habían ido hace un momento, salió una sombra que hacía bailar en su mano derecha una daga del mismo tamaño que la que le habían lanzado. Wildax dirigió su mirada a la extraña figura, antes pensaba que se trataba de un Forjador, pero ahora que veía la silueta y el tamaño de ese individuo, estaba más que seguro de que se trataba de alguien más, alguien distinto al enemigo al que conocía.

Junto a Kleyn se mostró la figura de Ágata, quien estaba con el rostro cubierto por su máscara de tela y su capucha, dejando a la vista nada más que un par de ojos grises como las nubes de tormenta.

― ¿Quién eres tú? ―le preguntó la rata a la chica junto al Forjador―. ¿Y qué hiciste con mis ballesteros?

La indiferencia marcada en sus ojos se mantuvo firme ante esas preguntas. Ágata deslizó la máscara que cubría su boca hasta dejarla adherida a su mentón.

― Todos han muerto ―respondió de forma seca.

― En cuanto a quién es ―intervino Kleyn―, digamos que es una amiga.

― No te pases.

― Bueno, compañera contra el crimen. El caso es este ―los dos individuos ya habían llegado hasta donde estaba la rata. Kleyn se puso delante de él y lo tomó del hombro, luego se agachó para estar a su altura―, el tal Tal'kar nos dijo que vayamos a enfrentarlo al Claro Silvestre. Pensábamos que a lo mejor este tipo se trataría de alguien con principios que no enviaría a nadie a detenernos, sino que nos recibiría con los brazos abiertos y lucharíamos contra él para ver quién sobrevivía. Obviamente iba a ser una trampa, pero vale la pena soñar.

― Tal'kar no envió a nadie a detenerlos, fuimos nosotros quienes decidieron impedir que el Forjador llegase a Tal'kar. Nadie debe molestar a nuestro jefe ―dijo la rata―, nadie.

Kleyn sonrió.

― De acuerdo, entonces dinos... ―hizo una pausa y apretó un poco más el hombro del semibestia, pinchándolo un poco con sus garras― ¿Cuál es el camino indicado para llegar hasta el Claro Silvestre sin que nadie más importune nuestro viaje?

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Buenas, compañeros, ¿qué tal todo? Por aquí, todo bien... como sea, a nadie le importa mi vida, XD. Otro capítulo más en el que Kleyn sigue avanzando en su aventura junto con su "amiga". En fin, se acerca una buena batalla, espero que la estén esperando con ansias.

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Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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